Brasas

Mar 27, 2010 14:37

Fandom: Harry Potter
Título: Brasas
Autora: Anna Fugazzi
Clasificación: M
Resumen: Secuela de Voluntarios, escrita para la comunidad de hdsbeltane.

¿Listas para seguir llorando un rato? ¡Vamos!



Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4

BRASAS

Capítulo 5

***

Fecha: 16 de Septiembre
De: malfoyd@globalcafe.ie
Para: hjpottergringotts.wz
Ya estoy en casa.

***

16 de Septiembre

Draco observó apático su reflejo en el espejo mientras se lavaba los dientes. No estaba tan mal. Se veía más delgado y cansado - eso te podrían producir seis semanas de encarcelamiento y veinticuatro horas sin dormir - pero por otro lado, no se veía tan demacrado como había esperado.

Pasó los dedos por el espejo, percatándose hasta ese momento que estaba muy limpio. Estaba bastante seguro de no haber hecho un hechizo limpiador la mañana que salieron para Bigid’s Cross seis semanas atrás; entonces debió haber sido Harry. Había otras señales de su presencia en el departamento. Pensó que era reconfortante.

Había cosas que podría y debería estar haciendo; cosas en las que debería estar pensando o preocupándose, pero por el momento todo lo que podía manejar era lo básico. Lo más importante, se bañó - se cambió de ropa, se puso algo limpio, cómodo y suyo. Compró algo de comida en la tienda que abría toda la noche. Le envió un e-mail a Harry. Y no había mucho más que hacer, no a estas horas de la mañana.

Se sentó, prendió la tele. Funcionaba, eso estaba bien. Había esperado a medias que Harry se encargara de las cosas básicas de su vida durante su ausencia - la renta, la chimenea, la electricidad - pero Harry no vivía en el mundo muggle, así que realmente no tenía idea con que se enfrentaría al regresar.

Qué bien, estaban pasando una repetición de Cerebro. Algo tonto; perfecto. Cerró los ojos, quedándose dormido casi inmediatamente.

Se despertó repentinamente al escuchar que raspaban las rejas de su celda cuando los guardias la abrían para el almuerzo.

No, no estaban raspando las rejas. Alguien estaba llamando a su puerta. Intentó ignorar el golpeteo acelerado de su corazón, se levantó y trastabilló hasta la puerta.

Harry.

Se miraron un momento antes de que Harry le dirigiera una sonrisa tentativa.

“¿Puedo pasar?”

Draco retrocedió automáticamente dejando a Harry entrar a su hogar.

“Recibí tu e-amil. ¿Estás bien? ¿Cuándo regresaste?”

“¿Qué hora es?” preguntó Draco, su voz se escuchó ronca por la falta de uso.

“Las siete. Recibí tu e-mail hace media hora. Hubiera llegado antes, pero Alec -”

“Llegué a casa hace dos horas.”

Harry frunció el ceño. “Se suponía que deberían haberte liberado ayer.”

“Así fue. A las 11:59.”

“Bastardos.”

Draco se encogió de hombros y se dirigió a la cocina. “¿Quieres té o -?”

“Sí, gracias. Te ves exhausto. ¿Estuviste viajando toda la noche?”

“Algo así.”

“¿Cómo llegaste a casa?”

“Me soltaron en Shetland. Tuve que intercambiar favores sexuales por un traslador hacia Irlanda.”

Harry parpadeó.

“Merlín, Harry, estoy bromeando,” dijo Draco molesto. Encontró su tetera muggle y la conectó. “Sólo me dejaron usar los trasladores hasta la Colina Uisneach, pero me dejaron la cartera y las tarjetas de crédito.” Nota para sí mismo: no intentes volver a bromear esta mañana.

“Dios, lo siento. Les pedí que me avisaran cuando fueras liberado, pero -“

“¿Por qué habrían de hacerlo?”

“Porque he estado involucrado en tu caso. Mucho.” Hizo una pausa. “Lo siento,” dijo nervioso. “Sé que no querías que nadie supiera lo nuestro, pero tenía que -“

Draco asintió resignadamente y fue por dos tazas. “Está bien. De cualquier tuve que decirle a los Aurores durante el interrogatorio.” Sacó el té. “Hubiera tenido que informarles durante el semestral, que debía tener lugar en algún momento de este mes.”

“Si de algo sirve, al parecer nadie ha filtrado nada a la prensa,” dijo Harry con cuidado.

“Qué bien.”

“¿Qué tanto sabes de lo que estaba pasando afuera?”

“Nada. No le dicen nada a los prisioneros, Harry. No es la prisión muggle.”

Harry asintió. “Yo, eh, me puse en contacto con Kara cuando regresó aquí,” dijo. “Le dije que estabas en el hospital. Se llevó a Ben, con excepción de unos cuantos fines de semana en los que trabajó - yo me ofrecí a cuidarlo; por cierto no hizo preguntas. Él está bien, aunque te ha extrañado. Me puse en contacto con tu trabajo, les dije sobre tu ‘enfermedad’. Sólo te has perdido las dos primeras semanas del trimestre; y dijeron que no había problema. Pagué tus cuentas - de las que estaba enterado, lamento no haber conocido la información de tu cuenta bancaria, pero -“

“¿En dónde está Ben ahora?” lo interrumpió Draco.

“Con Kara. Deben estar despiertos - ¿quieres que los llame?”

Draco movió la cabeza, se sentía entumido. “Kara duerme hasta las nueve casi todas las mañanas.”

“Pero estoy seguro de que no le importará.”

“Los pacientes no son dados de alta a las primeras horas de la mañana.”

Harry asintió. “No sabíamos cuándo regresarías, no nos dijeron otra cosa aparte de que serías liberado ayer, pero nosotros -”

“¿Quiénes somos nosotros?”

“Eh. Hermione.” Harry se mordió el labio. “Ella, eh, ha estado muy involucrada en esto. Es muy buena con la jerga burocrática, administración y muchas cosas que me desconciertan.”

Draco asintió y sirvió las tazas.

“Y... eh.” Harry parecía animarse un poco por el hecho de que Draco no hubiera reaccionado mal, y se preguntó si tendría alguna idea de lo poco que le importaba que Hermione Granger hubiera estado involucrada en sus asuntos.

Probablemente no.

“Bueno, le dije a Hermione que habías regresado, todo está arreglado; va a recoger a Ben a la escuela al medio día para traerlo aquí. Les dirá algo a Kara y a la escuela - no preguntes qué, Hermione sabrá - para que no se preocupen.” Se detuvo. “¿Te parece... te parece bien?”

“Sí, se oye bien,” dijo Draco mirando el reloj. Al medio día. Faltaban cinco horas. Quizá pudiera dormir antes.

“¿Cómo... te sientes?” preguntó Harry tentativo, y a Draco lo golpeó el hecho de que por enésima vez desde que se habían vuelto a ver, tal pareciera que eran completamente incapaces de decidir cómo comportarse con el otro. Que chistoso que regresaran una y otra vez a ese punto.

¿Ahora, qué? ¿Deberían tocarse? ¿Tomarse de la mano? ¿Abrazarse? ¿Besarse?

Se imaginaba que la mayor parte de la gente que regresaba después de haber estado encarcelada saludaría a su otra mitad con mayor efusividad, pero, también la mayor parte de la gente que recibía de vuelta a su otra mitad también tendría que ser más efusiva... ¿no?

No tenía idea. Y tampoco sabía lo que quería. Pero por la forma vacilante de actuar de Harry, probablemente esperaba que Draco tomara la iniciativa... asumiendo que todavía quisiera que pasara algo. Extendió una mano y Harry inmediatamente vino a sus brazos, lo abrazó y suspiró profundamente. Draco cerró los ojos intentando ignorar la ligera incomodidad y el entumecimiento que sentía.

Harry lo besó, luego se retiró tocando su mejilla ligeramente. “¿Te dejarás la barba?”

“No puedo hacer magia,” le recordó Draco en voz baja. “Sin ella, se nota la cicatriz que tengo de la guerra, y no quiero tener que explicar por qué de pronto tengo una cicatriz en la cara cuando supuestamente he estado en el hospital durante seis semanas.”

Harry asintió. “Me gusta,” dijo. Volvió a abrazarlo con suavidad y Draco lo dejó hacerlo, estaba demasiado cansado para nada más. Buscó la boca de Harry con la suya, cerró los ojos ante la familiaridad de sus labios y esencia, la calidez de otro ser humano.

Era como si no hubiera espacio para las palabras. Y no quería ninguna; había pasado seis semanas sin hablar, y era difícil saber qué decir sin haber dormido y estando tan desorientado como estaba.

Caminaron hacia la habitación como lo hacen inevitablemente los sonámbulos, se recostó en la cama jalando consigo Harry. Éste lo besó lentamente, descendiendo por su cuello. Draco suspiró cerrando los ojos. Harry se estaba comportando muy gentil con él... y Merlín, esto no era lo que había esperado. Había pensado mucho en esto - no había mucho más qué hacer en Azkaban - se había imaginado que sería un sexo furioso, para sacar sus frustraciones, sexo desesperado después de seis semanas sin nada; sexo torpe... pero nada como esto.

Se sentía tan... frágil. Nadie lo había tocado en seis semanas; los prisioneros de Azkaban eran intocables, los manejaban solamente mediante magia. Ninguna mano cálida sobre la suya, ni dedos recorriendo su cabello, ni abrazos de Ben, nada. Como si fuera demasiado indigno para ser tocado.

Las caricias de Harry se sentían raras, extrañas y tranquilizantes a la vez. Como si estuviera intentando lavar toda huella de Azkaban. Recorría lentamente todo su cuerpo con manos, labios y lengua, lo acariciaba suavemente, manteniéndolo cerca. Y Draco no tomaba lo que podía de él, como lo había fantaseado en Azkaban. Dejaba que los mechones largos de cabello se deslizaran por sus dedos, percatándose de cómo la luz de la lámpara hacía que brillara el blanco de sus canas entre la cascada de negro. Sentía cómo subía y bajaba su pecho, saboreaba nuevamente el hueco en la base de su cuello. Miraba dentro de sus ojos deseando no estar tan privado de sueño, deseaba conectarse con él, sentirse real,,,

Se recostó de espaldas, abriendo las piernas para mostrarle sin palabras a Harry lo que quería, Harry levantó las cejas, pero él asintió. Y todo lo sintió surrealista cuando, mucho tiempo después, Harry lo penetró con gentileza. La novedad de las sensaciones, la limpieza de su piel, el olor a jabón y sábanas frescas, la suavidad de la cama, la calidez de otro ser humano moviéndose encima y dentro de él...

Estaban casi en silencio, moviéndose al ritmo del otro, no tenía idea de lo que estaba pensando Harry, mientras éste entrelazaba sus dedos y lo besaba tan profundamente como lo permitía la posición. Draco parpadeó lentamente, preguntándose por esa tranquilidad como de ensueño mientras se acercaban a la culminación. Cerró los ojos y dejó caer la cabeza sobre la almohada mientras el placer crecía, fue un estremecimiento apagado y la liberación, tan diferente de la fuerza de los clímax a los que estaba acostumbrado con Harry. Sintió sus labios sobre su cuello un momento antes de que jadeara y lo sujetara con más fuerza, estremeciéndose ligeramente y reprimiendo un grito.

Se besaron lentamente, y la mano de Harry sobre su mejilla se sentía cálida y reconfortante. Harry se desenredó suavemente y permanecieron acostados juntos, recuperando lentamente el aliento, los dedos de Harry jugando ociosos con su cabello.

“Duérmete,” susurró. “Ben llegará al medio día.”

“Sí,” dijo Draco entumecido, y observó cómo Harry se quedaba dormido. Después del sexo siempre quedaba ridículamente energizado o desgastado.

Draco no durmió. Había estado despierto tanto tiempo que sentía como si hubiera olvidado cómo hacerlo. En cambio, lo observó dormir, observó su recámara, se recordó que estaba en su hogar. De verdad. En donde casi había creído que no volvería a estar. Después de tantos años de ver Azkaban en sus pesadillas ocasionales, la realidad de ésta era tan familiar que algunos días había tenido problemas para creer que había salido. Le había parecido que su vida en el exterior había sido un sueño y Azkaban su única realidad.

En su primer día de regreso en Azkaban había entrado nervioso al jardín en donde les permitían a los prisioneros congregarse durante el almuerzo, había temido la reacción de sus padres. Padre se había visto resignado y cansado cuando lo vio. Madre le había sonreído vagamente al principio, luego lo había vuelto a ver de una forma que en otras circunstancias hubiera sido cómica y se había desmayado. Padre no se molestó en ir por ella; los guardias ya la estaban levitando con desdén para llevársela.

“Regresaste,” había dicho Padre, con voz ronca y cansina.

“No por mucho tiempo,” había replicado.

“¿Qué pasó?”

“Violé mi libertad condicional.”

“¿Por qué?”

“Para proteger a alguien.”

“Ya veo.” Padre no parecía remotamente interesado. “Entonces, ¿cuánto tiempo estarás aquí?”

“Seis semanas.”

Padre asintió. “No es mucho. ¿Luego volverás a salir?”

“Sí. Pero no podré volver a utilizar la magia durante otros tres meses.”

“No está tan mal.”

“No, no lo está.” Hizo una pausa. “¿Madre estará bien?”

Padre se encogió de hombros. “No lo sé. No ha estado bien estos días. No hablamos mucho.”

Draco se pudo percatar de que se había quedado corto al decir que no hablaban mucho. De hecho, le había resultado casi imposible hablar con cualquiera de sus padres. Pasaban la mayor parte de sus horas libres sentados en silencio en el jardín, observando a los otros prisioneros. No eran un grupo de gente muy interesante. Y la mitad del tiempo, Madre ni siquiera estaba allí; al parecer la presencia de Draco la molestaba, así que se quedaba en su celda.

“¿Por qué nunca me contestaron?” le preguntó en una ocasión a Padre.

Padre levantó las cejas. “No había nada qué decir.”

“No me digas.”

Padre se encogió de hombros. “Las ratas estuvieron particularmente rabiosas el invierno en que te liberaron. La túnica de tu madre tenía un hoyito en la espalda, y los guardias se negaron a cambiársela o a arreglarla. Se la pasaba su tiempo libre recargada contra la pared. ¿Querías escuchar eso?”

“Podrías haber dicho algo sobre lo que yo estaba haciendo.”

“¿Cómo qué?”

Draco se encogió de hombros cansado. “No lo sé. Lo que fuera. ‘Siento que sea difícil vivir en el mundo muggle. Estoy orgulloso de ti por intentar hacer algo de ti mismo. Puedes lograrlo’.”

“Lo lamentaba. Estaba orgulloso. Y yo...” su padre hizo una pausa frunciendo el ceño ligeramente. “Supongo que tenía fe en ti.”

Draco desvió la mirada. “¿Por qué no pudiste escribir nada de eso?”

Padre se quedó sentado en silencio un buen rato. “Este lugar... no es mucho mejor que la muerte,” dijo lentamente. “Tienes la oportunidad de tener una vida. Tu madre y yo no queríamos que te la pasaras el resto de tus días pensando en ti mismo como parte de una familia cuya mayor parte estaba encarcelada. Queríamos que empezaras de cero, tanto como te fuera posible. Cuando escribiste que estabas intentando abrirte camino en el mundo muggle, no había nada que pudiéramos decirte para ayudarte. No teníamos ningún consejo que darte. No teníamos otra cosa que darte como no fuera una atadura a algo que no iba a ayudarte. Mejor terminar contigo para que no te aferraras a algo que no te serviría.”

“Tengo un hijo,” había dicho entonces Draco. Su padre hizo una pausa, la sorpresa rompió su cansada indiferencia. Draco se sorprendió a sí mismo.

“¿Qué?”

“Su nombre es Ben. Tiene cinco años. Eres abuelo.”

Padre lo miró fijamente.

“¿Quieres saber algo más de él?”

Un asentimiento cauteloso.

“Habla mucho. Es muy amigable. Va bastante bien en la escuela, aunque es un poco inquieto. Tiene algo de magia; todavía no estoy seguro de cuánta. Aunque...” Draco se dio cuenta de algo. “Se Apareció espontáneamente, así que supongo que es bastante probable que vaya a Hogwarts.”

Padre asintió otra vez.

“Le gusta mucho la música. Tiene una voz hermosa; su madre es cantante.”

“Creí que eras gay,” comentó padre.

“Lo soy. Y su madre es lesbiana. Es una larga historia.”

“¿La conozco a ella?”

Draco sacudió la cabeza. “Es una muggle.”

Padre se había limitado a asentir y volvieron a quedarse en silencio.

**

El tiempo parecía estar avanzando a brincos hoy. Le parecía haberse pasado días observando a Harry dormir y pensando en Azkaban cuando Granger apareció con Ben al medio día. Luego hubo un remolino de actividad, Ben corrió a abrazarlo, lloró de felicidad y se puso a hablar a kilómetros por minuto y Draco lo abrazó, cerrando los ojos, respirando su esencia de niño de tierra y pintura de dedos. Granger, que parecía haberse familiarizado mucho con Ben, iba de aquí para allá diciendo algo de darle bollos con mermelada, de los que le gustaban más, mientras Harry alzaba las cosas de Ben. Después de la gris monotonía de Azkaban, hubo mucho movimiento, mucho ruido, mucho color.

Ahora Harry y Granger se iban a solicitud de Draco. Harry lo llevó al vestíbulo principal.

“Esto es por seguridad,” dijo al darle un pequeño amuleto plateado con la forma de un ciervo, hablando en voz baja para que Ben no pudiera escucharlos. “Hermione lo arregló con los Aurores. Ya que no puedes hacer magia para defenderte, puedes llevar esto contigo - en el bolsillo, en una cadena, como quieras - y cuando la toques, llama a tu contacto de emergencia. Ese soy yo. Úsala en cualquier momento; si la tocas dos veces significa que es una emergencia; de lo contrario, significa que quieres verme. Me apareceré en donde quiera que estés.

Draco asintió.

“¿Estás seguro que no quieres que me quede?” le preguntó Harry preocupado.

“Seguro.”

Harry le puso un brazo encima, besándolo con suavidad. En otro momento le habría molestado que fuera tan solícito, pero ahora se sentía ridículamente agradecido. Ben, ignorante, seguía platicando feliz con Granger en la cocina.

Draco respiró profundo y regresó a la cocina después de que se hubieron marchado, preguntándose si era inteligente lo que iba a hacer. Probablemente debería meditarlo después de haber dormido. Pero si lo hacía, probablemente se convencería a sí mismo de que no debería hacerlo...

Revolvió su té y revisó su correo mientras Ben se comía sus bollos y seguía hablando. Sobre su mamá, sobre Alec y Harry, la escuela, de todo y de nada. ¿Cuántas veces habían estado sentados así, mientras él veía cosas relacionadas con el trabajo y Ben comía y chismorreaba? Probablemente cientos. La diferencia era que ahora Ben estaba en la luna y Draco no podía recordar haber estado tan cansado.

“A Jasón también le gustan los bollos,” decía Ben alegre, y Draco sonrió todavía algo desconcertado. Harry y Granger habían intercambiado miradas nerviosas cuando Ben sacó a colación a Jasón Weasley poco después de haber llegado.

“Eh.” Harry se había aclarado la garganta. “Ben ha estado con los Weasley unas cuantas veces,” había soltado con tono de disculpa. “Nos habían invitado a cenar el día que te fuiste y... y llegamos antes de la fiesta, yo no sabía si lo aprobarías, pero Ben quería conocer otros niños magos, y -”

“”Harry se iba a ir antes de que llegaran los demás,” había dicho Granger, “pero eso hubiera significado que Alec se perdiera cosas que había esperado con ansia, o que las hiciera sin Harry, entonces, yo pensé...”

Draco había desechado sus disculpas con un movimiento de la mano. Tomando en cuenta en dónde había estado, el hecho de ver a Ben feliz y a salvo superaba con creces cualquier preocupación de con quién pudiera haber estado.

“Te divertiste con los primos de Alec, ¿verdad?” le preguntó ahora y Ben asintió con entusiasmo, pedazos de bollo cayeron cuando abrió la boca para hablar. Draco se la cerró suavemente y su hijo terminó obedientemente su bocado.

“Oh, sí. ¡Son geniales! ¡Nunca he visto tanta gente con el pelo rojo como Alec! ¿Recuerdas esa película con los soldados clonados?”

Draco frunció el ceño confundido, luego la recordó. Ah, sí. Star Warring. Una película muggle que él en lo particular pensaba no era apropiada para un niño de cinco años; uno de los pocos temas de paternidad sobre los que había discutido con Kara.

“Todos se parecen a Alec, con excepción quizá de tres. ¡Y dos de los chiquitos se ven exactamente iguales! Su pa’ dijo que él tampoco sabía distinguirlos y que de cualquier forma no importaba.” Hizo una pausa. “O quizá el que dijo eso fue su tío.”

Draco sonrió.

“Sólo había una niña,” dijo Ben. “Intentó engañarme para que comiera unos dulces que explotaban y su pa’ se enojó mucho. O quizá fue su tío. No estoy seguro. En fin, él le dijo que esa no era forma de tratar a un invitado y no le dieron postre.”

Draco respiró profundo. Muy bien, ya basta de demoras. “Ben, hay unas cuantas cosas de las que necesito hablarte,” comenzó mientras Ben untaba más mermelada en su bollo torpemente.

“¿Sobre qué?”

“Sobre mi ausencia tan larga. Y sobre por qué no podré hacer magia unos cuantos meses.”

“Ya estás mejor ahora, ¿cierto?” preguntó Ben dirigiéndole una mirada ligeramente preocupada.

“Sí, estoy bien. pero tengo que decírtelo.” Respiró profundo. “No estuve en el hospital, Ben. Te dijeron eso para que no te preocuparas por mí, pero no estuve en el hospital.” Ben frunció el ceño. “No me enfermé realmente.”

“Sí,” le dijo lentamente Ben. “Te pusiste verde y tuviste que acostarte.”

“¿Recuerdas que una vez te dije que hay magia que puede cambiar los recuerdos?”

“¿Sí?”

“Eso fue lo que te hicimos. Sé que recuerdas una ambulancia y todo eso, pero ese recuerdo no es real.”

“¿Qué?” Ben frunció el ceño confundido. “¿Qué pasó realmente?”

“Unas personas iban a hacerte daño, y utilicé magia que no debo utilizar para defenderte.”

“¿Funcionó?”

“Sí. Pero fui a prisión.”

Ben abrió mucho los ojos. “¿Por qué no los metieron a ellos a la prisión?” preguntó indignado.

“Porque no te iban a golpear, hechizar o algo por el estilo. Ellos... iban a decirle a la gente que yo soy tu padre, y yo tuve miedo de lo que podría pasar si lo hacían.”

Ahora Ben se veía completamente perdido. “¿Cómo podría lastimarme eso?”

“Ben...” hizo una pausa. “No quiero que nadie sepa de quién eres hijo,” dijo cuidadosamente. “Yo... no quiero que nadie te lastime o te odie por ser quien soy yo.”

“Pero... ¿por qué habrían de hacerlo?”

Respiró profundo. “¿Recuerdas que Alec te contó de un hombre malo que comenzó una guerra en el mundo mágico?”

“¡Sí!” Ben asintió entusiasta. “¡Y sus papás fueron héroes!”

Draco asintió. “Harry es un gran héroe. Todo el mundo mágico lo conoce; él es el que venció al hombre malo. Si hubiera querido, hubiera podido ser Ministro de Magia o algo parecido. En cambio, sólo quiere vivir tranquilo con Alec. No quiere que la gente moleste a Alec debido a quién es su padre.”

“¿En serio?” Ben parpadeó. “¿Por qué Alec nunca me ha dicho eso?”

Draco sonrió ligeramente. “Alec no sabe qué tan famoso es su papá, Ben.” Se aclaró la garganta. “Se podría decir que yo también soy famoso. No tanto como Harry, pero mucha gente sabe quién soy. Pero yo no fui un héroe, como los papás de Alec. Desearía haberlo sido, pero... ¿recuerdas que me preguntaste porqué vivía en el mundo muggle?”

Ben asintió.

“Es porque me echaron del mundo mágico.”

Ben abrió la boca impresionado. “¿Qué? ¡¿Por qué?!”

“Mi familia estuvo del lado del hombre malo contra el que peleó Harry durante la guerra. ¿Recuerdas que él quería que los sangre limpia gobernaran todo? Mis padres eran sangre limpia. Creían en ese hombre y lo ayudaron.” Respiró profundo y se preguntó brevemente si alguna vez en su vida había hecho algo tan difícil como esto. “Y yo también. Creía en lo que decía. Ahora ya no lo creo, pero en ese entonces, sí.”

Merlín, no podía haber nada más doloroso que mirar a tu hijo a los ojos y ver lo que estaba viendo en los de Ben ahora. “¿Qué... qué hiciste?” preguntó con un hilo de voz.

“Muchas cosas. Ayudé a entrar en Hogwarts a los simpatizantes del hombre malo, y mucha gente salió herida. ¿Conociste al tío de Alec, el que está lleno de cicatrices?”

“¡Sí! Da miedo, pero es muy agradable. Y está casado con una señora muy, muy bonita.”

“Una de las personas que dejé entrar en la escuela era un hombre lobo, y casi mató al tío de Alec. Yo... yo no sabía que iría un hombre lobo. Pero de cualquier forma lo hubiera dejado entrar.”

“Pero, ¿por qué?”

“Porque el hombre malo me había amenazado a mí y a mis padres, y porque creía en él. Le tenía miedo, pero aún así creía que estaba en lo correcto.” Bajó la mirada, incapaz de soportar la mirada de asombro de Ben. “Y debido a eso, me metieron en prisión nueve meses, y luego no pude realizar magia durante tres años más.”

“Pero... ¿cómo pudiste creer en el hombre malo?”

“En ese tiempo creía que era lo correcto,” dijo maldiciendo la inestabilidad de su voz. “Mis padres me criaron para creer en lo que decía el hombre malo, para creer que la gente como tú no era buena para el mundo mágico. Personas como Harry y Hermione también. Y nuestra familia era muy rica, muy poderosa y respetada, fue por ello que pensé que teníamos razón.”

“¿Todavía son poderosos?”

“No. Mis padres lo perdieron todo. ¿Recuerdas que me preguntaste cómo estaban mis padres ahora? Están... están en prisión. Y todavía hay gente que recuerda todo lo que hicimos y no me quieren de regreso. Como la gente que te iba a lastimar el día que me arrestaron.”

Ben frunció el ceño. “Pero... ¿por qué querían lastimarme?”

“Porque eres mi hijo. Porque mi familia hizo un montón de cosas malas y tenían miedo de que te fuera a educar de la misma forma. Para creer en las mismas cosas.”

Ben lo miró boquiabierto.

“Ben, no quiero que nadie sepa que eres mi hijo. Ésa es la razón por la que tuviste que utilizar un amuleto el día en que fuimos a Brigid’s Cross. No se lo puedes decir a nadie. No es porque me avergüence de ti. Es porque me avergüenzo de mí mismo.”

Y entonces, al momento de decirlo en voz alta, lo golpeó la realidad: lo decía en serio. Durante semanas estuvo pensando qué decir y se había conformado con ésta como la forma más sencilla de que Ben entendiera, aun cuando era algo imprecisa. Pero ahora... ahora que había pronunciado las palabras, se daba cuenta de lo verdaderas que eran. Vergüenza por su Marca, por las creencias con las que se había casado, por el daño que había ocasionado. Por la humillación de ver que le rompieran su primera varita en su cara, por haber sido encerrado como un animal, por haber sido exiliado porque su mundo ya no lo quería. Por tener que vivir el resto de su vida como un criminal peligroso, con oficiales vigilándolo siempre porque no se podía confiar que se portara bien. La casa de su infancia fue vendida, su herencia destruida. Su familia de nacimiento seguía en la cárcel, su madre estaba medio loca, su padre no era ni la sombra de lo que alguna vez había sido.

Parpadeó percatándose de que los ojos se le estaban llenado de lágrimas y que se le estaba cerrando la garganta. Se obligó a continuar y a escucharse calmado. “La gente todavía me recuerda a mí, a mi familia y lo que hicimos. No puedes -“

“¿Por qué no te puedes poner un amuleto? Así la gente no te reconocerá.”

“Es parte de mi castigo. ¿Has visto mi tatuaje? Se llama la Marca Tenebrosa, y muestra que era un seguidor del hombre malo. Le dieron la misma sentencia a todos los que tienen este tatuaje; ninguno podemos ocultar quiénes somos.”

“Pero - pero mamá se deshizo de su tatuaje cuando ya no le gustó Linda -”

“No es igual que un tatuaje muggle, Ben. Es mágico y es permanente. Y mi castigo por tenerlo es que por el resto de mi vida, si voy al mundo mágico, tengo que arriesgarme a que la gente me trate mal, que me grite o que me escupa. Si me golpean o me lanzan un maleficio, puedo defenderme o irme. Pero pueden hacer cualquier otra cosa. Pueden decirme que no me quieren en sus tiendas o restaurantes, pueden ser groseros conmigo, y no puedo hacer nada al respecto. Por el resto de mi vida.

El rostro de Ben se ensombreció y frunció el ceño. “¡Entonces no quiero regresar allá!” dijo con vehemencia, y Draco comenzó a perder la compostura.

“N-no,” dijo con voz temblorosa. “Ben, no digas eso. Tú no hiciste nada malo. No es tu culpa. Es sólo que no quiero que nadie sepa -“

“Pero -“

“No es tu culpa. ¡Lo que hice no tiene nada que ver contigo! ¡Tiene que ver con la familia Malfoy y tú no eres uno de nosotros!”

“Pero...” Ben se veía completamente perdido.

“Lo siento,” dijo Draco reprimiendo desesperadamente los sollozos que el coraje, el dolor y la confusión de los ojos de Ben amenazaban con romper. “Lo siento mucho. Desearía... poder regresar el tiempo para cambiar todo eso. Pero no puedo.”

Maldición. Nueve meses en prisión, tres años sin magia, otros tres años viviendo solamente en el mundo muggle y otro encarcelamiento no lo habían conseguido. Muchas veces había pronunciado en silencio las palabras: Lo siento, me arrepiento de mis acciones, acepto que lo que hice estuvo mal; se lo había dicho a los Aurores, al Wizengamot, a los guardias y a sus oficiales de libertad condicional. Incluso las había creído hasta cierto punto. Pero fue aquí, frente a Ben, que finalmente las comprendió en su totalidad. Que se daba cuenta de que se arrepentía de su pasado más de lo que hubiera creído posible. Que se arrepentía de no ser quien su hijo creía que era. Se arrepentía de sus acciones, sus ideas, su existencia antes de que Ben naciera. Se arrepentía de todo ello.

Este pequeño niño mestizo, tan encantador e inteligente, tan gentil y protector de los demás - esta personita increíble que se había apoderado por completo de su vida, era exactamente el tipo de persona que habría despreciado antes de la guerra. Igual de estúpido que su abuelo que lo despreciaba ahora, por cosas sobre las que Ben no tenía control, como el color de su piel y la orientación sexual de sus padres. En aquel entonces, su hijo, este niñito asombroso, no le habría significado nada. Y no había forma de componer eso, ni justificación alguna.

Y ya no tenía sentido intentar reprimir su pena, porque ya no podía hacerlo.

“Ben-“ logró decir mientras las lágrimas comenzaban a fluir libremente, y Ben abrió mucho los ojos para luego bajarse de su silla. Draco intentó voltearse, pero Ben se subió a su regazo y lo abrazó, Draco tocó rápidamente el amuleto con forma de ciervo en su bolsillo.

Harry estuvo en su cocina en un instante. Draco intentó zafarse de Ben suavemente. “Por favor, Ben, ve con Harry, ¿sí? Estaré bien en un minuto-“

Ben lo abrazó con más fuerza, no tenía sentido; Draco no podía escapar, no podía dejar de llorar, no podía hacer nada. Dios.

Harry se arrodilló junto a la silla y los rodeó a ambos con los brazos, murmurando algo que Draco no pudo escuchar por encima de sus propios sollozos. Finalmente se relajó dentro de su abrazo y se dejó ir.

Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11

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