Autor: yvarlcris
Título: Giro inesperado
Fandom: Hawaii 5.0
Pareja: Steve/Danny
Categoría: Angst, y supongo que un AU clarísimo.
Advertencias/Spoilers: Slash/Ninguno… Bueno... salvo las muertes de algunos personajes secundarios
Resumen: Steve y Danny tienen que afrontar adversidades y parece que nunca podrán ser felices. ¿Lo conseguirán? SLASH
Notas: Después de tantos fics con algo de comedia, me apetecía hacer algo más trágico. Espero que destielwinchi lo acepte como regalo mega atrasado de cumpleaños.
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, si fuesen mío, esta serie dejaría de ser para todos los públicos y Steve y Danny serían incapaces de tener sus manos quietas… Seguro que hacían exámenes más que exhaustivos de las escenas del crimen (y los de la científica estarían hartos de encontrarse con su ADN por todas partes)
Betas: Mi querida
beckadekerry, que ha decidido seguirme la corriente y betearme a pesar de las múltiples amenazas en forma de divertidos iconos del whatsapp…
Y mi amadísima
jenny_anderson, que me ha ayudado con varios aspectos de la trama y con el título (Pero ¿qué haría yo sin ti?)
Enlaces a otros capítulos:
capítulo 1 capítulo 2 capítulo 3 capítulo 4 capítulo 5 Soy débil, muy débil.
No he podido resistirme a daros un capítulo más.
Esto será peor cuando tenga que esperar a tener un capítulo completo para publicar, pero no lo pude evitar, es un poco para compensaros por los días de ensayos/conciertos en los que os abandono sin actualizaciones, la verdad.
Bueno, espero que os guste!
-Me siento fatal engañando a Barry así- murmuraba Danny mientras buscaba entre las carpetas el nombre en el que realmente estaba interesado.
-Me cae bien, parece agradable.
-Es una gran persona. Y muy leal a los suyos.
-Y no se entera de nada- bromeó Jennifer-. Tiene a la pobre Sally loca de amor y ni cuenta se da.
Danny soltó una suave carcajada.
-¿Estás intentando impresionarme con tus dotes deductivas?
-No creo que haga falta ser muy listo para ver esas cosas- comentó la muchacha dirigiéndose a otro pasillo para iniciar su búsqueda.
-¡Lo tengo!- dijo Danny al cabo de varias horas. Una simple palabra aparecía en la última hoja de aquel informe y, simplemente con eso, el detective supo que efectivamente, había algo detrás de aquella muerte. Además, creía que tenía una idea bastante clara de por dónde podía empezar a buscar. Hizo unas fotocopias, dejó la carpeta en su lugar y se marcharon dejando atrás a una Sally soñadora que imaginaba que un alto teniente de pelo castaño, ojos azules y devastadora sonrisa la invitaba a cenar.
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-Últimamente te noto ligeramente despistado.
Steve se encogió de hombros antes de dirigirse a la cafetera y llenar su taza por tercera vez en ese día. ¿Últimamente? Llevaba descentrado exactamente dos años, seis meses y doce días. Desde el día en que no pudo admitir ante Danny cuáles eran sus verdaderos sentimientos.
Porque sí, lo había sabido prácticamente desde el momento en que lo vio, pero no supo darle nombre hasta el fatídico día en que vio una pistola apuntando a la cabeza de la persona más importante de en su vida.
En ese momento supo que la vida sin Danny no tenía sentido. Y, sin embargo, había cometido el error de comportarse como un idiota la mañana siguiente a la mejor noche de su vida. ¿Y todo eso por qué? Pues porque, sencillamente, estaba asustado.
Tenía gracia que él, el Comandante Mcgarrett, conocido entre los SEALS por sus nervios de acero y por no dejar que las emociones se interpusiesen en su camino, hubiese huido aterrado ante la posibilidad de que el mundo descubriese que tenía un punto débil:
Daniel Williams.
Una parte de él le gritaba: “¡Adelante! ¡Ya ves que es mutuo, que Danny te quiere!” y otra le decía que no, que era peligroso para el rubio, que alguien como Wo Fat o cualquier otro de los enemigos que había forjado a lo largo de sus misiones como SEAL podía decidir de pronto acabar con lo único que importaba ahora en su vida, y no quería ni pensar en lo que podía pasar entonces.
Su vida era igual de horrible ahora, sin Danny junto a él, pero al menos sabía que estaba vivo, que estaba bien.
Hasta el momento en que fue a Hawaii y descubrió lo que había ocurrido en su ausencia.
-¿Qué era eso que querías comentarme?- dijo cuando se dio cuenta de que el Teniente Briggs le miraba expectante.
-Era sobre esto- dijo levantando una carpeta-. Una misión.
-¿Alguna célula peligrosa?
-No, sólo alguien que hace demasiadas preguntas acerca de cierto asunto.
Steve hizo un gesto con la mano.
-No me interesa. Tengo otra misión entre manos.
Y así es como el Comandante Steve Mcgarrett decidió que iba siendo hora de encontrar a su amigo y decirle la verdad.
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-No, Steve, no te voy a ayudar con esto. Bastante daño has hecho ya.
El marine miró a su amiga y pareció sopesar sus palabras, tal vez estuviera en lo cierto pero, sin embargo…
-Necesito hablar con él. Explicarle…
-Eso es, ¿qué vas a explicarle, lo que tenías que haberle explicado el día después de acostarte con él en lugar de echarlo de tu casa?
-No eché a Danny de mi casa…- balbuceó el Comandante.
Catherine levantó las cejas, inquisitiva.
-Si sabiendo simplemente tu versión, te digo que lo echaste, es que lo hiciste, Steve. Y aún quiero abofetearte por ello.
-Ya lo hiciste.
-Al parecer no lo suficientemente fuerte, ya que has tardado dos años en reaccionar.
-Dos años, ocho meses y cuatro horas.
-A mí no me vengas con esas.
Catherine no había perdonado a Steve. Cuando había llegado a la casa del SEAL aquel día y lo había encontrado sentado en la playa, con una expresión de suma tristeza en su rostro, había sentido pena por él. Pero, cuando su amigo le contó lo que había ocurrido el día anterior, y lo que le había dicho a Danny, la teniente Rollins enfureció y le propinó una fuerte bofetada, además de dedicarle una serie de epítetos que harían enrojecer al más rudo de los marineros.
Ella sabía que Steve no estaba acostumbrado a depender de nadie, que siempre había creído que no necesitaba a nadie y que se las arreglaba mejor por su cuenta. Nada temía, porque nada tenía. Para Steve, encontrarse de pronto con que necesitaba a Danny tanto como necesitaba respirar, había sido un shock. Se había asustado tanto que había actuado como un imbécil.
Lo comprendía, pero eso no significaba que lo perdonase por ello.
La gente le diría que debería estar celosa, pero hacía mucho que Catherine había decidido no albergar románticas ideas con respecto al Comandante Mcgarrett. Danny, sin embargo, era lo mejor que le había ocurrido al SEAL en mucho tiempo y había tardado menos de doce horas en tirarlo todo por la borda. Todo un récord, si se le permitía manifestar su opinión.
Dos años y la retahíla de meses y días- e incluso horas, minutos y segundos que el moreno contaba, porque así era él- de Steve deprimido eran más de lo que cualquiera podía soportar, pero Catherine sentía que era su deber proteger a Danny, quien no merecía sufrir más, y a Steve, que no podría superar que las cosas se torciesen de nuevo. Ojalá se equivocase, pero dos años eran mucho tiempo y, al parecer, ambos habían sufrido ya más que suficiente.
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Steve agradeció con un gesto al hombre que le sostuvo la puerta. Desde su punto de vista, el no tener que llamar para acceder al interior del edificio le daba cierta ventaja. Subió las escaleras que le conducían al tercer piso y apretó el timbre sin obtener respuesta, pero, si algo caracterizaba al Comandante, era su terquedad, así que se sentó a esperar junto a la puerta mientras analizaba el lugar.
-¿Y Santa Claus sabrá llegar a casa de los abuelitos?- desde la parte inferior de las escaleras, le llegó el sonido de una voz infantil.
-¡Claro! Ya ha ido muchas veces allí.
Steve se incorporó al escuchar la voz que había añorado tanto durante aquellos largos años. Curiosamente, al Comandante de los nervios de acero, comenzaron a sudarle las manos.
-Pero no sabrá que yo estoy allí- las voces estaban más cerca.
-Me encargaré de avisarle personalmente.
Steve se dio cuenta de que, efectivamente, estaban en diciembre y pronto comenzarían las celebraciones. Como siempre que estaba en las Bases de la Marina, había perdido la noción del tiempo.
-¿Y crees que me traerá todo lo que le pedí?
-Hum… no sé, creo que te has excedido en tu carta. Piensa en todo el peso que tendrán que arrastrar los pobres renos si todos los niños piden tantas cosas como tú.
-Pues le escribiré de nuevo. Le diré que la lista no es para que me traiga todo, sino para que escoja de ahí. Pero… Yo quería el rinoceronte.
-Ya tienes un rinoceronte, Charles.
-Es que… es que…
-¿Has perdido tu rinoceronte?- se aproximaban ya al segundo piso y Steve comenzó a cambiar el peso del cuerpo de un pie a otro, inquieto.
-No. Pero el mío me gusta mucho.
-No entiendo. Si ya tienes uno, que te gusta mucho, ¿para qué quieres otro?
-Es que los padres de Harry no le dejaron escribir una carta a Santa Claus, porque dicen que los niños pobres no pueden pedir, así que, si él no lo puede pedir, lo pido yo por él.
Hasta a Steve, que estaba un piso más arriba se le llenaron los ojos de lágrimas. Desde luego, ese niño sería hijo de Stan, pero se notaba a la legua quién lo había criado.
-Oh,Santo Dios- se oyó la emocionada voz de Danny-. Eres un niño tan bueno, que estoy seguro de que Santa te traerá ese rinoceronte. Y seguro que lo acompaña con un montón de caramelos para que Harry y tú los compart…- el detective se detuvo abruptamente al llegar a su puerta. Allí, frente a él, estaba…- Steve- dijo en un susurro.
El marine tampoco reaccionó al instante, mirando a Danny como si fuese una visión que se desvanecería de un momento a otro. Charles le observaba con timidez y curiosidad desde su escondite, tras las piernas de su padre.
-Danno…
No lo pudo evitar, ni aún teniendo al pequeño junto a él. Era como si toda la rabia contenida durante aquellos años se hubiese adueñado de su voluntad y hubiese conducido su mano, o más bien su puño, contra el rostro del SEAL.
-¡No te atrevas a llamarme así!- le dijo con furia. Su vista se alejó del marine para encontrarse con la asustada carita de Charles. Se maldijo mentalmente por no haber sido capaz de controlarse. Levantó al niño en sus brazos y saó las llaves- ¡No quiero volver a verte en la puerta de mi casa!- fue lo último que dijo antes de cerrar dando un portazo.
Con el corazón hecho añicos, Steve se limpió la sangre que le salía del labio y comenzó a descender las escaleras con aire abatido.
“¿En serio creías que Danny se iba a lanzar a tus brazos y perdonarlo todo?”, se dijo con amargura. Tenía que buscar la forma de hablar con el rubio, de explicarle.
Hasta aquel momento, su idea había sido la de disculparse y dejarlo en paz, pero, después de ver al rubio, se dio cuenta de que no podría soportar seguir sin él a su lado. Estaba harto de estar solo y hacer como que no le importaba. Quería a Danny, lo necesitaba con tanta fuerza que dolía. Sin él, su mundo estaba vacío.
-¿Qué haces aquí?
-¡Grace!- con la sorpresa de verla cruzando el portal convertida en una vivaracha adolescente, el moreno no se dio cuenta de la furia con que la niña le miraba- He venido a ver a Danny.
-Ya veo- Grace no pudo evitar sonreír con orgullo al ver el hinchado labio del marine, quien ahora sí se percató de la gélida mirada de su interlocutora.
-Escucha, yo…
-No quiero oírlo- dijo ella-. No sé qué es lo que ocurrió, pero sé que mi padre sufrió por tu culpa y eso, Steve, no te lo perdonaré jamás. Es posible que cuando era pequeña se me escapasen muchas cosas, pero ya no lo soy, y sé que mi padre te quería. No voy a permitir que lo vuelvas a hacer.
-Créeme, Grace. Eso es lo último que yo querría- el marine tuvo que hacer un gran esfuerzo por hablar a través del enorme nudo que tenía en la garganta.
-Entonces, déjalo en paz- sentenció la muchacha antes de comenzar a subir las escaleras.