Antes de que acabéis con mi vida, otro capítulo más...
También corto, pero no se me ocurría otro sitio para cortar.
Autor: yvarlcris
Título: Giro inesperado
Fandom: Hawaii 5.0
Pareja: Steve/Danny
Categoría: Angst, y supongo que un AU clarísimo.
Advertencias/Spoilers: Slash/Ninguno… Bueno... salvo las muertes de algunos personajes secundarios
Resumen: Steve y Danny tienen que afrontar adversidades y parece que nunca podrán ser felices. ¿Lo conseguirán? SLASH
Enlaces a los capítulos anteriores:
Capítulo 1 Capítulo 2Y ahora sí, por fin:
Daniel Williams siempre pensó que un testamento era algo que no se podía contradecir. Lo que alguien expresaba como su última voluntad debería ser, a su modo de entender, algo que debía ser cumplido a rajatabla.
Aparentemente, la prima de Stan no pensaba lo mismo, pues quería impugnar para llevarse a los niños, y por eso ahora los tipos de los Servicios Sociales se encontraban en su despacho criticando su vivienda.
-Escuchen…- dijo intentando que el tono de súplica no se notase demasiado-, con todo lo sucedido no he tenido tiempo de reinstalarme.
-Bueno pero, por lo que veo, sus ingresos no son lo suficientemente elevados como para cuidar de dos criaturas. La señorita Edwards, como albacea de la fortuna de su difunto primo, tiene órdenes de suministrar la cantidad justa para los niños y teme que usted aproveche para rellenar algún que otro agujero…
-¡Jamás haría tal cosa! Trabajaré más, me buscaré un segundo empleo, lo que sea. Pero, por favor, no se lleve a los niños- Danny sabía que no podría superar un golpe más. Y menos si ese golpe implicaba alejarlo de nuevo de su princesa. Estuvo a punto de mencionar el hecho de que ya no tenía que pasarle la pensión a su ex mujer, pero decidió no comentarlo, lo que menos necesitaba en ese momento era que a uno de esos locos se le ocurriese la idea de que había urdido un plan infalible para librarse de su ex. Chin y Kono se miraron con seriedad.
-Hay que tener en cuenta, sin embargo, que ahora cuenta con todo su sueldo para usted- apuntó la mujer de los Servicios Sociales. Danny la miró, agradecido, preguntándose por qué los trabajadores de esos servicios tenían siempre unas expresiones tan poco afables.
-Lo que nos deja con el asunto del tiempo- comentó su compañero-. Usted habla de otro empleo, pero esta unidad en la que trabaja… no le deja mucho tiempo para nada, al parecer. Y menos aún con la ausencia de uno de sus miembros.
-Estamos a punto de solucionar eso, señor- intervino apresuradamente Chin ante la sorprendida mirada de sus compañeros. El hombre asintió y continuó.
-¿Y dónde están ahora los niños?
-Ahí mismo- dijo señalando una de las oficinas, donde Grace jugaba con su hermano.
-Bien, no nos gustaría añadir “negligencia” a su lista de problemas.
El policía apretó los puños para no golpear al hombre que tenía delante para no aumentar su “presunta lista de problemas”, por la forma en que los primos se removían en sus asientos, a ellos les ocurría algo parecido.
-De acuerdo, nos veremos en el juicio- concluyó la mujer levantándose-. Voy a por los niños.
-¿Qué? ¿Cómo?- el color se borró del rostro del policía, que se puso en pie de golpe.
-Mientras no salga la sentencia, los niños deben estar con nosotros.
De nada sirvieron las súplicas, ni las de Danny, ni las de Grace, que nuevamente se veían separados contra su voluntad. Los de los Servicios Sociales se fueron llevándose a los niños y dejando a un abatido detective detrás.
Cuando el gobernador entró, la escena le rompió el corazón. A pesar de no gozar de la plena simpatía de los miembros del equipo, y de haber sido firme en muchas de sus decisiones, la imagen de los tres miembros de su equipo fundidos en un abrazo, arrodillados en el suelo del cuartel general, le destrozó el corazón.
Sobre todo teniendo en cuenta las noticias que tenía que darles.
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-El gobernador tiene razón, Danny. Has estado al límite. Entre los juicios, los casos y todo lo que ha sucedido, necesitas descansar y tiempo para que los niños se queden contigo- las palabras de Chin eran como un bálsamo reconfortante para el policía, bañándolo con su tranquilidad y transmitiéndole paz. Era como si el hawaiiano se hubiese convertido en su guía espiritual y no se hubiese dado cuenta hasta ese momento.
-No es para siempre- dijo Kono intentando mostrar entusiasmo-. En cuanto Steve vuelva, estaremos juntos otra vez. Volveremos a ser el 5.0.
El detective sintió que lo poco que quedaba ya de su resquebrajado corazón se rompía un poco más ante la mención de Mcgarrett. Sabía que, aunque éste regresase, las cosas no serían como antes. No podría soportar trabajar codo a codo con él después de lo que había ocurrido aquella última vez.
-Entonces, ¿qué opinas?, ¿aceptamos la oferta?- quiso saber el teniente.
-Vosotros no tenéis por qué hacerlo- dijo el rubio en voz baja.
-Vamos, esto no sería lo mismo sin ti- contestó Kono con una sonrisa-, en el Departamento de Policía de Honolulu estaremos bien, los tres juntos.
Y así fue como fueron reubicados temporalmente en el departamento. A pesar de la firme determinación de Chin, que había solicitado trabajar con el detective Williams, los miembros de la policía se encargaron de que los tres compañeros estuviesen lo más separados posible, guardándoles rencor por los éxitos logrados como miembros de la unidad de élite del Gobierno.
Danny volvió a ser el haole a quien nadie aceptaba y, pese a que esta vez contaba con el apoyo de Chin, Kono y hasta del propio Fryer, el policía no podía evitar hundirse un poco más en el estado depresivo en el que se había sumido desde que Steve se había ido sin decirle nada.
Los días del juicio transcurrieron como si fuese un mal sueño y hasta que el juez no dictaminó que los niños no encontrarían a nadie mejor que al detective Williams para cuidarles, concordando completamente con la última voluntad de Stan y Rachel, Danny no durmió tranquilo. El abogado de la prima de Stan, sin embargo, consiguió que el juez consintiese en que la mujer llevase un seguimiento del avance de los niños. De ese modo, si se detectaba cualquier tipo de situación perjudicial para los críos, ésta podía quedarse con la custodia de forma casi automática.
Chin y Kono no sabían ya qué hacer. Cada día eran testigos del progresivo deterioro de su amigo: las ojeras, la pérdida de peso, y esa mala imitación de lo que había sido su sonrisa que no alcanzaba jamás su mirada.
Un año después de la noche en que todo cambió, Daniel Williams, tocó fondo y decidió que no podía estar así. Habló con Grace, quien estaba también preocupada por su padre, le explicó las cosas a Chin y a Kono y, después de prometerles que nada ni nadie le impediría mantener el contacto con ellos, la familia Williams cogió el primer vuelo con destino al continente.
La señorita Charlotte Edwards no se opuso por una vez en el tiempo que Danny la conocía. Para ella, cualquier lugar del continente estaba más cerca que Hawaii de su casa, y estaba segura de que ese vulgar policía no tardaría en cometer algún error.
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La situación era de todo menos favorable. El enemigo les superaba en número claramente y, la verdad, ya se habían perdido demasiadas vidas en aquella operación. El Comandante Mcgarrett se preparó para atacar, porque, a pesar de que las posibilidades de éxito eran escasas, de cosas peores habían logrado salir airosos. Además, él nunca había huido de las situaciones difíciles, y no iba a ser ese el momento que eligiese para comenzar.
“Mientes”, se dijo a sí mismo recordando la vez que sí lo había hecho, “en realidad, no eres más que un cobarde”
-Comandante, estamos preparados.
El SEAL asintió, volviendo a tomar el control de la situación y de sí mismo, volviendo a ser Steve Mcgarrett, el líder infalible que jamás fallaba en una misión, y cuyo aplomo era casi legendario.
Los recuerdos fueron relegados a un apartado rincón de su mente, rincón que no abandonarían jamás. No lo habían hecho durante el año y medio que llevaba allí.
Tal vez era hora de volver.