Encendiendo hielo - EsmeLeah (2/5)

Apr 22, 2009 11:08


Fandom: Twilight
Título: Encendiendo hielo (2/5) 
Personajes: Leah Clearwater, Esme Cullen, Carlisle Cullen, resto de familia Cullen y Black.
Notas mías: segunda parte de la historia para el reto rompamos el canon de crack_and_roll . Furura relación Esme/Leah. De nuevo agradecimientos a mi amiga Nela por el beteo.  La primera parte puede leerse aquí.


Un día la ve leyendo un libro. Le extraña, porque nunca se ha imaginado a Leah leyendo. La imagina corriendo libre por el bosque, disfrutando del aire entre sus cabellos y jugueteando con otros quileutes, escabulléndose de estos. La imagina besándose con algún chico apuesto tras los árboles de la reserva, o escurriéndose del abrazo apasionado de algún pretendiente rechazado.

Esme no sabe cuándo o por qué ha imaginado todo eso. Tiene mucho tiempo libre, y la chica la desconcierta: Tan joven, tan llena de posibilidades, y estancada allí, en medio de la nada… Por eso imagina una vida para ella, tal vez.

Pero la ve leyendo ese libro, que al parecer le interesa mucho, y la curiosidad se instala en su mente. Está ahí sentada, a la sombra de ese gran árbol, mordiendo un lápiz que parece usar para hacer pequeñas anotaciones a los lados, el ceño fruncido y demasiado concentrada para fruncir la nariz al sentir la presencia de su olor.

Sólo levanta la vista cuando la menuda sombra de Esme no le permite leer más.

-¿Molesto? - pregunta la vampiro con voz suave.

Leah rueda los ojos y vuelve a ver el libro que aun sostiene en sus manos.

-Estoy leyendo.

-Nunca te había visto leer.

La quileute levanta la mirada y la ve interrogante.

-Hay muchas cosas que no me ha visto hacer. Eso no quiere decir que no las haga.

Esme se remueve incómoda por haberla molestado. Leah lo nota, y para su perplejidad lo lamenta.

Tal vez Jacob tiene razón y no hay manera de ser rudo con Esme realmente. Chasquea la lengua y le señala su lado.

-Puede sentarse si quiere. - la mujer la mira sorprendida. Leah desvía la mirada y añade - Así no me taparía la luz.

La siente acomodarse a su lado. Es liviana, pero la quileute sabe que es realmente fuerte. No pregunta más. Se queda ahí, quieta, tanto que, de no ser por el olor, Leah la ignoraría. Finalmente, pone el libro a un lado y saca un folleto de bolso que tiene a su lado.

Esme lee el título entonces y arquea las cejas sorprendidas.

-“Toma el rumbo de tu vida” ¿puedo verlo?

Leah se encoge de hombros.

-Supongo… No creo que a Seth le importe.

-Oh, creí que era tuyo.

La quileute tiene el ceño fruncido mientras lee el nuevo folleto.

-Me los trajo.

Esme empieza a leer. El libro es de un... ¿colegio universitario?

-¿Planeas estudiar?

Leah resopla. ¿Es que ahora también debe compartir sus pensamientos con los fríos? Bueno, “también” no es la palabra apropiada. Tiene mucho tiempo de no sentarse a hacerlo con Jacob. Él no tiene tiempo para nadie más que Nessie.

-Planeo largarme de La Push. - Se gira cuando no hay respuesta por parte de Esme. La encuentra mirándola con una expresión extraña. - ¿Qué?

-¿Por qué?

Esme se arrepiente de inmediato de haber preguntado; teme la furia de Leah, quien parece fastidiada por la pregunta. Espera que le diga que no es asunto suyo, pero la respuesta tiene un dardo más venenoso.

-No todas podemos quedarnos sentadas viendo el tiempo pasar mientras otros hacen su vida.

La mujer vampiro desvía la mirada. Prefiere ignorar el comentario.

-Según Edward, tu marcha es el mayor temor de Jacob. Parece que ha pensado mucho en eso últimamente.

Leah suelta una risita amarga. Esme la mira extrañada, mientras la quileute vuelve a concentrarse en su folleto.

-Entonces debería actuar como si no diera por sentado que estaré aquí.

Esme tiene ganas de ponerle una mano en el hombro. Tanta amargura sólo puede venir de un alma lastimada, y ella nunca ha soportado que alguien esté herido. Pero no lo hace porque sabe que no será bien recibida. Sin embargo suspira.

-Te entiendo.

-¿Usted? - Leah la mira, sonriendo con burla, pero algo en su expresión le borra la sonrisa. Esme no la está mirando, parece que está pensando en algo.

Tal vez en los eternos días sola en la casa mientras Carlisle trabaja turnos extra en el hospital, aprovechando su fortaleza para ayudar a más enfermos.

Leah se remueve incómoda. No se le dan bien esas situaciones. Frunce el ceño, mira de nuevo su folleto y dice con seguridad:

-Ojeé el libro. Hay propuestas interesantes. Tal vez le interesen los cursos de cocina, o…

Escucha una pequeña risa, muy débil, casi clandestina. Se gira, y Esme está sonriéndole.

-Que no me hayas visto haciendo otras cosas, no quiere decir que sólo me interesen las relacionadas con la casa.

Leah le pasa otro folleto, mientras piensa que en realidad no conoce a Esme Cullen.

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Llega tarde a casa, como es costumbre. Los médicos tienen una vida sacrificada, una profesión que les exige poner a los otros primero. Carlisle siempre ha creído que tiene una deuda con la humanidad por los suyos, y que sólo puede pagarla dedicando su vida a ayudar a los demás, poniendo su fortaleza y sus habilidades a su servicio. Esme le admira por eso, siempre lo ha hecho.

Aunque eso signifique que llegue tarde con harta frecuencia.

Entra al cuarto, parece satisfecho de sí mismo. La encuentra sentada en la cama, leyendo lo que parece ser un panfleto. No le pone atención a este, sino a la sonrisa dulce de su esposa, quien le da un beso y le pregunta por su día.

Nada nuevo, le responde. Ayudó a salvar la pierna de un niño que se cayó de lo alto de un árbol, tuvo que quedarse tarde por ello.

Empieza a quitarse la ropa de trabajo del día, mientras Esme deja el folleto en la cama para ir a buscarle ropa más cómoda para estar en la casa. Es entonces cuando Carlisle le pone atención y lo toma.

-¿Curso libre de fotografía en el Colegio Universitario? ¿De dónde sacaste esto?

-De Leah. - contesta la mujer mientras se acerca con la ropa y le sonríe - Suena interesante, ¿cierto?

Carlisle ojea el programa. No es un curso suave, clases tres días a la semana sin contar las giras de trabajo.

-Sí, eso parece. ¿Por qué lo estabas viendo?

Esme se encoge de hombros y se sienta en la cama mientras cepilla sus cabellos.

-Estaba pensando que sería interesante llevarlo. No sé, me gustaría hacerlo.

Carlisle la mira fijamente, como si tratara de discernir si lo dice en serio. Esme lo nota y sonríe un poco, con cierto matiz de disculpa.

-¿Te parece mala idea?

-No - dice de inmediato, tal vez demasiado rápido - Pero… es una sorpresa. ¿Puedo preguntar por qué?

Esme reprime una sonrisa al recordar la respuesta de Leah cuando ella le hizo la misma pregunta esa tarde. Pero nota que la duda en su marido es sincera, lo que termina con cualquier deseo de sonreír de su parte.

-Pues… me gusta la fotografía. Tengo mucho tiempo libre, y… Quiero hacerlo.

Después de decirlo las ganas de sonreír vuelven. No recuerda cuándo fue la última vez que había defendido que quería hacer algo. Y no es que viviera haciendo cosas que no quería, sino que, como había dicho Leah, a veces tenía la sensación de que no hacía nada, dejando pasar los días mientras los demás en la casa seguían con su vida.

Carlisle le sonríe brevemente.

-Bueno, si quieres entretenerte con esto, por mí está bien. - la besa en la frente antes de cambiarse.

-Lo dices como si fuera un capricho mío - señala ella, mirándolo interrogante.

Carlisle arquea las cejas y niega.

-Claro que no, cariño. Haz lo que quieras.

Algo en el fondo le dice a Esme que la respuesta es más una confirmación que una negativa.

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La encuentra a la orilla del río, lanzando piedras que caen pesadamente hasta el fondo, sin rebotar una sola vez. La ve voltearse, es obvio que ha percibido su olor. Lo cree más probable a que haya distinguido sus suaves pasos. Frunce el ceño por toda bienvenida.

-¿Qué hace aquí?

-Salí a caminar un rato. ¿Tú?

-Perímetro. - masculla Leah, lanzando una piedra más.

Esme se acerca un poco, con una expresión conciliadora.

-No es necesario que lo hagas todos los días. Salgo a caminar a menudo. Puedo hablar con Jacob y…

Leah chasquea la lengua.

-No importa. Es un tiempo que puedo invertir en pensar. No me quedaré mucho más.

A la mujer vampiro la constante referencia de Leah a su marcha no le agrada. Tal vez hay algo de confortante en saber que ella llegará, puntualmente, cada día a hacer el perímetro. Se alegra de no tener que hablar con Jacob para que eso termine.

-¿Has decidido algo? Yo tomaré el curso de fotografía. Lo he hablado ya con Carlisle.

Leah gruñe. ¿Ahora debe escuchar sobre la vida matrimonial de los fríos también? Además, ¿por qué tenía que hablarlo con Carlisle?

-Lo dice como si tuviera que pedirle permiso.

Esme niega de inmediato.

-Claro que no. Pero un matrimonio… las decisiones hay que hablarlas.

La quileute suspira y lanza una piedra con más fuerza. A veces se pregunta si la imprimación de Sam no fue algo bueno para ella. Ver a Esme hace que se lo pregunte a menudo: ¿Habría soportado el matrimonio para el que se estaba preparando? ¿Podría haber renunciado así a su libertad?

La libertad era lo único que quería conservar. Lo único que la separaba de ello ahora era renunciar a ser una loba. Pero si se hubiera casado…

-Ya veo. Yo sólo tomo decisiones por mí misma.

No sabe por qué ha hecho la afirmación. Tal vez necesita decirlo en voz alta.

-Creía que tu alpha podía opinar al menos.

-Sólo mientras siga siendo mi alpha. - acota con rapidez. Lo ha pensado muchas veces.

-Igual sucede con Carlisle - señala Esme con calma - Tiene una opinión en esto.

Leah niega pero no dice nada. Esme se sienta en una piedra alta y la mira con curiosidad.

-¿Me desprecias, verdad?

La quileute la mira a los ojos, como si intentara adivinar la intención de la pregunta.

-Nunca he ocultado lo que siento por los fríos.

-No me refiero a eso. - dice Esme negando - Me desprecias por ser ama de casa. Crees que ser ama de casa es desperdiciar la vida y dejar pasar el tiempo frente a mí.

Leah arquea las cejas, no entiende la generalización.

-No, no creo eso de las amas de casa. La Push está llena de ellas, empezando por mi madre.

-¿Entonces no me desprecias? - pregunta Esme ladeando la cabeza, mirándola con curiosidad.

Leah rueda los ojos.

-¿Por qué le importaría?

Ella no contesta, pero continua mirándola de esa manera que pone a Leah inquieta. Es una mirada que dice que le importa. Realmente le importa.

La quileute resopla y lanza otra piedra.

-Una mujer vampiro no necesita ser ama de casa. - sus palabras están llenas de ironía - ¿Cuántos años llevas aprendiendo a cocinar para una familia que no come, criando “hijos” que ya son independientes, esperando a que su pareja inmortal vuelva a casa cada día?

-Te preguntas qué objetivo tiene mi vida - dice Esme en voz baja mirando la superficie del agua.

Leah la mira sorprendida.

-Algo así, supongo.

Esme lanza una piedra, que rebota tres veces antes de hundirse. Luego se levanta y la mira a los ojos.

-¿Por qué te importaría?

Lanza otra piedra más antes de alejarse sin verla rebotar.

No quiere contestar a la duda de Leah. No quiere que sepa que otras veces ella también se lo ha preguntado.

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Cuando Carlisle llega a casa esa noche y encuentra todas las luces apagadas, no se extraña. Alice y Jasper están de cacería, y Rosalie y Emmett deben de haber salido. Supone que Esme le está esperando en el cuarto, pues no está en ningún otro lugar de la casa. Le extraña no sentir su aroma, por lo que corre revisando cada habitación.

No está.

Una sensación de desasosiego lo invade. ¿Qué le habrá ocurrido? Prende todas las luces, buscando señales de lucha, de problemas, de presencia de enemigos. Si algo le ha ocurrido a Esme...

Sin embargo, sabe controlarse; caminar por cada habitación revisando con detalle. Está por sacar su teléfono para llamar a Edward cuando escucha abrirse la puerta principal. Percibe al fin su aroma.

Ha llegado.

No corre, pero se apresura a llegar a la sala. Esme está dejando un bolso en el sofá, y le sonríe al verlo llegar.

-¿Dónde estabas? - pregunta Carlisle con cautela.

-Hola - su sonrisa es radiante, no puede dejar de notarlo - Vengo de mi primera gira, ¿no te lo dije?

El médico se detiene a pensar. Cierto, ella le había dicho del curso. Había empezado hacía una semana si no se equivocaba… También había mencionado algo de una gira... Claro, era ese día.

-Oh, lo siento... - avanza hacia ella y la abraza con fuerza, atrapando su menudo cuerpo entre sus fuertes brazos - No pensé en ello, creí que algo había sucedido...

Esme le abraza con fuerza y aspira su aroma. Siempre se ha sentido segura en los brazos de Carlisle. Atrapada contra su fuerte pecho.

-Es dulce que te preocupes… Pero sólo fue la primera gira. El profesor quería que tomáramos muchas fotos, para poder evaluar luego nuestro nivel...

Carlisle la aleja de sí, tomándola por los hombros y sonríe satisfecho.

-Te pusiste un suéter, bien. Hay que disimular que nos afecta el clima como a los humanos, y...

Esme sonríe con una expresión que destila paciencia.

-Lo sé... Sé que hay que disimular. Llevamos toda la vida haciendo esto.

A Esme le gusta pensar que toda su vida ha sido esta, que no hubo nada anterior. Es doloroso de otra forma.

Sin embargo, Carlisle la mira con duda. Ella empieza a sacar cosas de su bolso incómoda.

-¿Qué? - pregunta al fin.

-Nada, es sólo… - Carlisle se acerca ceremonioso, como siempre. Se sienta en el brazo del sofá, le toma la mano y la mira a los ojos - Tú no lo has hecho. Te mezclas a veces entre humanos, pero no como los chicos en el colegio, o yo en el trabajo.

Esme se detiene y lo mira dudosa.

-Puedo hacerlo.

-No digo que no... - Esme siempre ha amado lo diplomática que puede ser su sonrisa cuando le está negando algo a alguien sin decirlo explícitamente. Sólo que nunca le había dado esa sonrisa a ella - Sólo que me preocupa que puedas exponerte. Esto es algo nuevo, tendremos que irnos acomodando a ello.

Esme lo mira a los ojos unos segundos. Nunca pone en duda lo que Carlisle dice. ¿Cómo hacerlo, siendo él tan experimentado, sabiendo tanto del mundo? Esme sabe que le debe todo lo que es en ese momento, y lo que será en unos años. Sin embargo, no le gusta lo que ha dicho.

Retira la mano con suavidad y promete en voz baja pero firme.

-Me acomodaré.

Hay algo reconfortante en decirlo en primera persona, de hablar en singular. Se voltea para llevar las cosas al cuarto.

Le duele ver algo muy parecido a la duda en los ojos de su marido.

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Debió haber escuchado a Carlisle. No para de pensarlo mientras se encuentra a la sombra, junto al comedor estudiantil del campus, mientras el sol reluce en la explanada. Se muerde el labio inquieta, mientras asegura sus manos dentro del abrigo. ¿Cómo hacen los otros cuando sale el sol de repente y no están preparados? Había tenido que correr, y ahora no se atrevía a salir de allí. Se perderá su clase.

Se sobresalta cuando una joven se detiene frente a ella. Luego sonríe.

-¡Leah!

La quileute mira hacia ambos lados primero, como si quisiera asegurarse de que no las observan. Luego susurra con una sonrisa maliciosa.

-¿Tomando un poco de sol?

La expresión de Esme, sin embargo, no es de molestia, como Leah esperaba, sino de absoluta desesperación.

-No debería estar aquí… Si el sol aumenta… ¡No puedo quedarme aquí todo el día!... Y si salimos a tomar fotos… Debí hacerle caso a Carlisle, esto no es para mí.

Leah rueda los ojos.

-Con esa actitud probablemente no lo es.

Esme la mira sorprendida, no había esperado ese comentario por parte de ella.

-Creí que te parecía bien que viniera acá.

La mirada de Leah no puede reflejar más sorpresa.

-¿Y qué más da lo que yo piense?

Esme desvía la mirada, y algo le hace agradecer que no pueda sonrojarse.

-A Carlisle no le parece bien.

Leah frunce el ceño con disgusto.

-¿Esto te dijo? - No sabe de dónde ha salido hablarle de tú. Tal vez ya la ha tratado demasiado; más de lo sano para tratarse de una vampiro. Pero no suena mal.

-No, bueno, no exactamente… Sólo lo sé. Preferiría que me quedara en casa.

-¡Oh, claro que lo preferiría! Estarías más segura… - hay un tono de ironía demasiado claro en su voz - ¡Como si no fueras tan letal como él para defenderte! ¡Debería ser yo la que te saque a patadas de aquí, por estar tan cerca de los humanos!

Esme se remueve incómoda.

-Tal vez deba dejarlo.

Leah se encoje de hombros.

-Sí, ¿por qué no? Tras casi cien años de hacer lo que Carlisle quiera, no veo por qué cambiar ahora.

Se aleja, y Esme está segura de que lo último que distinguió en su voz, era molestia.

Tal vez decepción.

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Esa noche hace el amor con Carlisle, como lo ha hecho por tanto tiempo. No le dice de las dos horas que pasó en el comedor fingiendo que comía para refugiarse del sol. No le habla de la bufanda y el gorro de lana que tuvo que comprar, ni de su viaje caminando por terrenos baldíos hasta casa para no ser vista brillar.

No le dice que no ha parado de pensar en las palabras de Leah.

¡Cómo le alegra que Edward ya no viva en la casa! Tal vez antes se habría sentido culpable de pensarlo, ahora no.

Casi cien años haciendo lo que Carlisle dice. Se estremece al recordarlo una vez más, y su esposo la abraza con más fuerza, sin preguntar qué pasa.

Han sido unos años magníficos, que no se había cuestionado - o no se había permitido cuestionar- hasta ahora. Podría culpar a Leah y su franqueza descarada, pero una parte de sí se lo agradece.

Casi cien años de que la convirtiera. No habría vivido más sin él. Le había dado la inmortalidad, y su amor. No se había separado de su lado desde entonces.

Recordaba el miedo, el dolor de la pérdida, y la total incomprensión de en qué se había convertido. Carlisle había sido su única guía, la única mano de la cual sostenerse... Quien le había enseñado a vivir con la sed, a dominarla, a no hacer daño a los otos con su existencia.

¡Claro que le había hecho caso desde entonces! Había seguido sus consejos, sus indicaciones. Siempre había sabido lo que era lo mejor para los dos.

¿Por qué dudar ahora? ¿Por qué siente algo dentro que le dice que es hora de decidir por ella, de luchar por ella, de descubrir lo que ella quiere?

¿Se está convirtiendo en una egoísta?

¿Por qué se siente tan bien entonces?
Continua aqui

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