Fandom: Sherlock BBC
Título: El Juego (2/6)
Capítulo: II - El juego de la curiosidad
Personajes: Irene Adler, Greg Lestrade, Sherlock Holmes, John Watson, Stanley Hopkins (adaptación al universo de la BBC del personaje de los cuentos de Sir Arthur Conan Doyle), Violet Norton (OC).
Parejas: Greg/Irene, con elementos Sherlock/Irene y Violet/Irene referido.
Advertencias: ninguna. spoilers 2x03 lo más.
Notas: continuación de “
Extraños en la noche” (Greg/Irene). Toma elementos de “
El regreso” (Gen-Lestrade!centric) y de “
La muerte les sienta bien” (Sherlock/Irene). Dedicado a
aglaiacallia porque sin ella nunca lo hubiera escrito. Gracias a
aradira por el precioso banner :D
Notas personales: ¡segundo capítulo arriba! Aquí reaparece Stanley Hopkins, adaptación del detective creado por sir ACD que ya utilicé en su momento en "El regreso". Vemos un poco más de Lestrade por tanto, y empiezan a moverse las piezas del Juego...
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Tras terminar de revisar la agenda de la semana siguiente con Violet, Irene se retiró a su habitación para ponerse cómoda. Las negociaciones con el gobierno para su reinstalación en Londres habían sido una batalla campal y aún faltaban algunos ajustes, pero en general todo había resultado de manera positiva. Lo mejor de todo había sido obtener la confidencialidad de sus cuentas y actividades. Sabía que de alguna manera la tenían vigilada, pero ella sabía tomar sus medidas para actuar sin ser notada.
Cuando decía “el gobierno” decía en realidad “Mycroft Holmes”.
El mayor de los hermanos no se fiaría nunca de ella, lo cual la complacía gratamente. Lo había engañado dos veces con respecto a su muerte, una vez con la complicidad de su hermano menor. Ella era la piedra de su zapato y él había hecho todo lo posible por controlarla. Por supuesto, Irene había puesto en sus condiciones todas las medidas posibles para evitarlo.
A pesar de su gran relevancia en el gobierno y el ego de los Holmes, Mycroft no era todo el gobierno. Había personas muy interesadas en tenerla feliz y cómoda con su regreso, en particular gracias a la información que había recolectado durante su tiempo desaparecida del mundo de los vivos y con la cual había comprado finalmente su regreso.
Sherlock no se había ayudado solamente a sí mismo al hacer caer la red de Moriarty. Ella había sabido sacar el beneficio apropiado. Siempre había sabido que la información abría más puertas que el dinero.
Así que para fastidio de Mycroft y el placer muchos otros, La Mujer estaba de regreso. Había algo delicioso en trabajar por puro placer. No tenía ya que forjarse un nombre ni le interesaba ocupar absolutamente todo su tiempo en ello. No tenía una gran necesidad de dinero y tenía otros intereses a los cuales podía dedicarse también.
Se asomó por la ventana del cuarto una vez que se hubo dado una ducha. Se había quitado la ropa del día y se había puesto su albornoz de seda blanco. Era delgado y de una textura suave que le gustaba sentir directamente contra la piel.
Sus ojos se iluminaron al ver acercarse un taxi y dos hombres que conocía bastante bien se bajaron de él.
Perfecto. Greg probablemente había hablado con Sherlock ya. Necesitaba una actualización cuánto antes. Si bien al dejar el café había estado bastante segura de lo que había hecho, la expresión del otro inspector al verla la había tomado por sorpresa.
La reconocía.
Aparte de halagarla, la había preocupado un poco. No sabía aún cómo se tomaría Greg su profesión. Aunque en cierta forma el joven inspector podía haberla librado de diseñar una manera apropiada de sacar el tema.
Había dado instrucciones a Violet de que Sherlock Holmes siempre fuera admitido en la casa. No había tardado tanto en descifrar su nueva residencia. Se había cuidado de enviarla únicamente a los clientes con quienes estaba dispuesta a trabajar de nuevo. Estaba segura de que ninguno la delataría.
Pero se trataba de Sherlock. Aunque ella hubiera tenido el cuidado de limpiarse cuidadosamente antes de volver a Baker Street cada vez que iba a la casa nueva, finalmente tenía que haber encontrado pistas suficientes para localizarla.
Escuchó los pasos rápidos de Violet acercarse. El sonido rítmico de sus tacones resultaba sexy. Sabía el efecto que provocaría en algunos de sus clientes.
-El señor Holmes y el señor Watson desean verla -declaró Violet desde la puerta.
Irene sonrió.
-Diles que pasen.
Su asistente no pareció sorprenderse de que le pidiera llevarlos a su habitación personal. Le gustaba esa chica.
Al poco escuchó sus pasos. Los de Sherlock, firmes y rápidos. Los del doctor, rápidos pero algo más dudosos. Debía preocuparle el estado en que la encontrarían en el cuarto.
Cualquiera diría que ya debería haberse acostumbrado a su desnudez. Sin embargo, no pensaba quitarse el albornoz.
Sherlock entró en la puerta que le indicó la asistente sin mostrar el menor signo de sorpresa de encontrarse en una habitación. El doctor le dirigió una mirada cautelosa a ella y al comprobar que estaba vestida, revisó la habitación con desconfianza. Pudo ver que los espejos en el techo le sorprendían y no de forma favorable.
-Buenas noches -saludó ella con un tono educado-. No los esperaba. Le podría pedir a Violet que nos prepare algo, si quieren quedarse a cenar.
John le dirigió una mirada severa a Sherlock, como si quisiera evitar que aceptara. Ella sabía por supuesto que el detective no lo haría.
Sherlock le devolvió la mirada sin responder.
-Trajimos sus cosas -dijo John finalmente. Irene había notado desde el día que lo había conocido en persona que le incomodaban los silencios.
Ella se acercó a él, notando como Sherlock la seguía con la mirada cuando pasaba a su lado. Abrió la caja que el doctor sostenía y miró su contenido.
-Muy considerado en recoger mis cosas, John -señaló con una sonrisa del tipo que sabía que lo ponían más incómodo. Estaba segura de que había sido él, aunque Sherlock luego las hubiera examinado una a una-. De cualquier forma, no pienso faltar al desayuno del que hablamos.
Se dirigió a la mesa de noche y tocó un botón oculto debajo del borde de la misma. Su asistente reapareció.
-Violet, acompaña a doctor Watson a dejar esta caja en mi oficina -Se giró hacia el doctor y le señaló la puerta con un gesto amable que no dejaba lugar a réplicas-. Por favor.
Notó la mirada preocupada que el doctor le dirigía a Sherlock y se giró a tiempo para ver como este le indicaba la puerta con un movimiento de cabeza. John no parecía complacido con la instrucción, pero se marchó con Violet.
Se preguntaba si su asistente lo pondría nervioso también.
Mientras el doctor se marchaba, Sherlock inspeccionó el lugar con la mirada. Se había acercado a su estante lleno de perfumes, cremas y polvos cuidadosamente acomodados, mientras sus ojos vagaban por el suelo, la cama, las paredes y el techo.
-¿Realmente no se dan cuenta? -Preguntó con la vista fija en los espejos.
Irene se encogió de hombros dirigiéndose a la cama. Se subió a esta de rodillas mientras miraba hacia arriba con naturalidad. Su reflejo le devolvió la imagen de una mujer empoderada en dominio de la situación desde el centro mismo de la habitación.
-Es mi cuarto privado -explicó con sencillez-. Las personas que entran aquí suelen pensar que han accedido a un nuevo nivel de confianza.
Una sonrisa de burla se dibujó en los labios de Sherlock.
-No hay nada original en una cámara detrás de un supuesto espejo.
-Original no -accedió Irene negando-. Efectivo, sí.
La expresión de desdén que apareció en la cara de Sherlock en ese momento era divertida. Irene avanzó un poco para sentarse justo en el centro de la cama, sin dejar de mirarlo con interés.
-¿Sólo querías probarme que habías encontrado mi dirección o me extrañas ya en Baker Street? -Preguntó con un tono desinteresado que contrastaba con la chispa maliciosa en sus ojos. Sabía perfectamente que no se trataba de ninguna de las dos opciones.
Sherlock se acercó un par de pasos hacia la cama.
-Lestrade vino a verme esta tarde.
Irene recurrió a su expresión de educado interés, como si no fuera consciente de que la visita tenía alguna relación con ella.
-Oh, espero que te llevara un caso interesante.
-Júzgalo tú misma -señaló con tono acusatorio-: ¿por qué una dominatrix de clase alta que me conocía previamente se acercó a hablar con él mientras tanto ella como yo estábamos supuestamente muertos?
Así que era cierto. El compañero de Lestrade lo sabía y se lo había dicho. Procuró que su rostro no expresara que esperaba la noticia y tiñó palabras con un tono ligeramente burlón.
-Suena a un caso sobre el que al doctor Watson le encantará escribir.
Sherlock se mantuvo impasible.
-Le dije la verdad.
-¿Al doctor Watson? -Preguntó ella con fingida extrañeza.
-A Lestrade -replicó Sherlock rápido y cortante. Se notaba quería hablar en serio.
Irene ladeó la cabeza sintiendo como el cabello mojado hacia una curva por su espalda y el frío del agua empezaba a atravesar la suave tela.
-Creo que fue su compañero quien le reveló mi identidad.
-Yo le dije sobre el robo -replicó él, sin negar su oración. Tal vez no quería hablar del compañero de Lestrade. La pregunta era por qué.
Pero había cosas más importantes de saber en ese momento.
-¿Crees que saber que le robé lo alejará? -Dejó que su voz trasluciera que dudaba que eso sucediera.
Por la expresión de Sherlock se dio cuenta de que él también lo dudaba pero no estaba allí para hablar de eso. Irene frunció ligeramente el ceño. El detective le iba a decir algo importante.
-Le dije que Mycroft no te conoce.
No se había esperado que el tema del hermano mayor saliera a colación en esa conversación.
-¿Qué tiene que ver Mycroft con esto? -Preguntó con confusión.
Sherlock asumió ese aire suyo de suficiencia.
-No es útil que Mycroft esté cerca de nada de esto -replicó con seguridad y cierto tono desdeñoso hacia su hermano-. Nunca fue bueno jugando con otros.
Oh, seguro que él había sido mejor. La idea le hizo gracia, igual que la manera en que Sherlock elegía las palabras de manera que cualquiera relacionada con “nosotros” quedara fuera. Pero entendía su punto. Entre más lejos se mantuviera Mycroft del juego entre ambos, sería mejor.
Sherlock inclinó la cabeza hacia ella con gravedad e Irene estuvo segura de que iba a abordar la verdadera razón de su visita.
-Lestrade ha trabajado de manera muy cercana con mi hermano en algunas ocasiones. No te gustaría que recurriera a él para buscar respuestas. Será mejor que se las des tú.
Tras unos momentos de silencio, Irene se incorporó en la cama, apoyando una mano delante de ella en el colchón para inclinarse hacia Sherlock a su vez.
-Hablaré con Greg, puedes estar seguro de ello.
Irene sabía muy bien que aquella no era una bendición para acercarse al inspector de Scotland Yard. Era una notificación de que tenía poco tiempo para aclarar con él las dudas que pudiera tener y retirarse. Si no lo hacía ella, lo haría Sherlock. Si impedía que lo hiciera, lo haría Mycroft.
Por suerte, ella estaba más que dispuesta a hacerlo. No había ningún reto en acercarse a Greg bajo una identidad falsa. Eso sabía de sobra que podía lograrlo. A ella le gustaban los retos.
Volvió a retroceder en la cama al dirigir la mirada en la puerta, donde el doctor Watson acababa de aparecer y los miraba con duda, como si quisiera descifrar lo que había sucedido en su ausencia.
-John, ¿le gustó mi nuevo lugar? -Preguntó Irene con naturalidad, ignorando la mirada que Sherlock le dirigía todavía.
El doctor entró a la habitación un par de pasos.
-Parece de vuelta en los negocios -comentó con incredulidad y algo de incomodidad. Violet había hecho un buen trabajo con él mientras tanto: seguía ansioso.
Irene sonrió son orgullo. Era esperable la reacción en él.
-Así es. Ya ha visto el efecto que tiene en los negocios la propaganda de haber vuelto de la muerte -comentó mirando de reojo a Sherlock.
John se cruzó de brazos. Todo su rostro gritaba incomprensión.
-¿Por qué? No lo necesita.
Sherlock desvió la mirada al fin. Irene podría jurar que literalmente sentía menos peso sobre ella cuando lo hacía.
-¿Por qué usted pone su vida en riesgo en cada caso de Sherlock? No lo necesita -Replicó ella con seriedad, como si ambas preguntas tuvieran la misma validez, cuando en realidad, ninguna la tenía-. Le gusta su trabajo, a mí me gusta el mío.
Pudo notar que su comentario lo alteraba un poco.
-No es lo mismo -declaró John entrando un poco más en la habitación. Sherlock lo detuvo, tomándolo con firmeza del brazo. Irene lo agradeció. No era un buen momento para dedicarse a defender su profesión.
-Nos vamos -declaró Sherlock con un tono que no dejaba lugar a réplica. John se removió para soltarse de su agarre pero no replicó.
-Violet los llevará hasta la puerta -replicó Irene estirándose para volver a presionar el mismo botón. Su asistente no tardó en presentarse-. Agradezco la visita. Es bueno saber que se tiene amigos cerca. Devolveré la cortesía pronto.
-Estaremos esperándote -replicó Sherlock con un tono cargado de ironía.
Irene sonrió con una suficiencia capaz de rivalizar con la de él. Sabía que en realidad, estaría deseando tener noticias suyas.
Ella se aseguraría de que las tuviera.
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Lestrade no cerró la ventana del buscador lo suficientemente rápido. Hubiera tenido más cuidado de saber que Hopkins había llegado ya a la oficina.
-¿Investigando sobre Irene Adler? -Preguntó con entusiasmo-. Creo que puedo encontrar artículos sobre los escándalos que le comenté. Fueron muy sonados.
Lestrade trató de quitarle importancia al tema mostrándose relajado, pero Hopkins estaba entusiasmado. Conociéndolo, daba igual la relevancia que le diera al asunto, el joven no iba a dejar el tema. De hecho, parecía deseoso de preguntar algo más.
-¿Vas a preguntar? -inquirió Lestrade finalmente.
Hopkins sonrió, feliz de tener libertad para hacerlo. Lestrade estaba seguro de que lo hubiera hecho de cualquier modo unos minutos después.
-¿Está Sherlock trabajando en algo con ella ahora?
No había esperado esa pregunta. La estupefacción que sentía debió reflejarse en su rostro.
-¿Por qué crees eso?
-Bueno, pensé que por eso hablan ayer -se explicó Hopkins algo confuso por su reacción.
Claro. Eso tenía sentido. ¿Por qué otra razón una mujer como Irene Adler hablaría con él? La primera noche había estado muy dolido, muy solo y muy tomado para pensarlo. Sin embargo, desde el día anterior y tras lo que Sherlock le había dicho, la duda lo atenazaba.
Aquella noche se había acercado a él para robarle para Sherlock. Podía aceptar eso, aunque no quería ahondar a evaluar la sensación de decepción que asociaba a ese pensamiento. Pero la tarde anterior, ella había insinuado estar allí para buscarlo. Al menos, que no era coincidencia su presencia allí. Aunque tal vez nada tenía que ver con él y lo había malinterpretado.
Pero eso no era lo que le llamaba la atención de la pregunta de Hopkins.
-No. ¿Por qué crees que Sherlock podría estar trabajando en algo con ella?
El joven inspector frunció ligeramente el ceño, confuso.
-Creía que usted también seguía el blog del doctor Watson. La mencionó hace un tiempo, el año anterior a la desaparición de Sherlock -podía leer en su rostro que hacía un esfuerzo para recordar detalles-. No pudo contar exactamente lo que había pasado, pero al parecer Irene Adler había causado toda una impresión. Recuerdo que investigué más sobre ella por eso.
-No me extraña -comentó Lestrade esbozando una sonrisa ligeramente burlona. Hopkins era un caso perdido-. ¿Dices que John no pudo contar exactamente lo que había pasado?
Hopkins asintió, sin darse por aludido.
-Sí. Dijo algo de protección a testigos, pero Irene había desaparecido desde mucho tiempo antes, se había dicho primero que estaba muerta… fue algo confuso -declaró. Luego su rostro se iluminó-. Claro, ahora sabemos que está viva y de vuelta en Londres. Por eso pensaba que a lo mejor había buscado a Sherlock de nuevo por algo.
Lestrade se encogió de hombros y atacó el muffin que había estado esperando sobre su escritorio.
-Sherlock no suele compartir en qué anda metido -declaró, decidido a dejar el tema. Tomó un expediente de la fila al lado izquierdo de su escritorio y se lo pasó a Hopkins-. Llegaron los análisis del caso Hawking. Revísalos.
-De inmediato -respondió el joven tomando el expediente. A pesar de que le era facilísimo desviarse a hablar de cualquier tema, Lestrade sabía que se centraba en el trabajo con la misma facilidad, en especial cuando había análisis de pruebas de por medio.
Mientras tanto, Hopkins le había dado algo más en lo cual pensar: Sherlock había dicho que no podía hablar de las razones por las cuales Irene había desaparecido. Parecía que John había dicho en su momento que no podía hablar mucho sobre ella tampoco.
¿Qué se ocultaba detrás de tanto secretismo? Sonaba realmente a algo más propio de Mycroft pero Sherlock le había dicho que ni siquiera conocía a la mujer. De cualquier manera, no iba a llamarlo por algo así. No lo había llamado siquiera cuando Sherlock había reaparecido de su muerte, no lo haría para satisfacer una curiosidad personal como aquella.
Tal vez podría intentar hablar con John luego. Al menos él era una persona razonable. Si no podía decirle más sobre Irene, al menos sabría explicarle de alguna manera por qué.
Mientras tomaba otro archivo de resultados de la pila de pendientes a la izquierda del escritorio, se dijo que iría a buscar a John al terminar la jornada.
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John nunca habría pensado en encontrarse dos veces en su vida en la casa de una dominatrix. Mucho menos, en moverse por ambas casas con una misión en específico. Por supuesto que su vida desde que vivía con Sherlock estaba llena de cosas imprevistas como aquella.
La noche anterior había hecho exactamente lo que Sherlock le había pedido, a pesar de que la asistente de Irene había hecho todo lo posible por distraerlo. Sin embargo, al salir de la casa, le había descrito con detalle todo lo que había visto, considerando todos los detalles a los que le había pedido poner atención.
Sin embargo, al llegar a casa, Sherlock se había quedado trabajando y él se había retirado a dormir, algo mosqueado de que su compañero no le dijera nada sobre sus indagaciones. Al levantarse al día siguiente lo encontró levantado ya, si es que había llegado a acostarse. Estaba en la mesa, con un microscopio y una serie de tubos de ensayo con sustancias distintas.
-Buenos días -saludó por educación, aunque Sherlock era poco dado a los convencionalismos.
Se movió por la cocina con facilidad. Con el paso del tiempo se había acostumbrado a la mezcla de casa-laboratorio que tenían en ocasiones. Se sentó al otro lado de la mesa con una taza de café negro y observó la manera en que Sherlock mezclaba unos líquidos y sacaba luego una gota para analizarla.
-Entonces… -comentó John intentando romper el hielo-. Hicimos una visita interesante anoche.
Sherlock no levantó la mirada del microscopio que consultaba en ese momento.
-¿Eso te parece? -Preguntó en un tono ligeramente irónico.
John frunció el ceño. Tendría que ir directo al punto si quería saber algo.
-¿Entonces? ¿Qué le dijiste sobre Greg?
-Que era mejor que siguiera sin saber que Mycroft sabía de ella.
-¿Qué? -John lo miró sin entender. ¿Qué tenía que ver Mycroft con todo eso? Decidió ignorarlo y tratar de que se centraran en el tema que le importaba-. Sherlock, no me cambies el tema. ¿Qué te dijo sobre Greg?
Sherlock lo miró un momento por encima del microscopio, sin levantar la cabeza.
-Que hablaría con él.
-¿Hablar con él? -John parpadeó confundido-. Pensé que habíamos ido a verla para que se alejara de él.
Su compañero sonrió un poco, como si su comentario hubiera sido ciertamente gracioso.
-Claro, la mujer va a hacernos caso -comentó, esta vez con el tono de ironía claro en la voz-. Lestrade se alejará si quiere hacerlo.
-Si es que puede -replicó John sintiendo la angustia propia de la preocupación en su pecho.
No se fiaba de Irene. Greg, a pesar de que profesionalmente podía ser muy fuerte, tenía una vida emocional bastante complicada. Considerando la inestable y turbulenta relación con su esposa, no dejaba de ser una presa fácil para una mujer con las habilidades de Irene Adler.
Sherlock no parecía preocupado. Extraño, considerando lo mucho que le había alterado la idea en un inicio. Tal vez se había debido principalmente a que Irene lo hubiera tomado por sorpresa en ese movimiento. Tal vez, solo intentaba aparentar que no le importaba. Lo más probable era que supiera más sobre las intenciones de Irene de lo que le estaba diciendo.
-Entonces, ¿a qué fuimos? -Preguntó John finalmente, antes de que Sherlock volviera a enfrascarse en el experimento que realizaba.
-A revisar la seguridad de la casa -replicó el hombre de inmediato al tiempo que volvía a dirigirse a los tubos de ensayo que tenía a su lado con distintos líquidos.
-¿La seguridad? -Repitió John sin entender. Para eso le había pedido que memorizara todos los detalles posibles de la estructura de la casa probablemente- ¿Por qué?
Sherlock mezcló un par de sustancias y lo miró por encima del tubo de ensayo que agitaba.
-Irene se negó a recibir la protección ofrecida por el gobierno.
A John le estaba costando seguir el hilo de aquello.
-¿Entonces tú harás la vigilancia?
-Claro que no -replicó de inmediato con tono despreciativo hacia la idea-. Ella se garantizó una vigilancia más discreta. El gobierno no la dejaría sin vigilar y a la vez, tendría que hacerlo con suficiente distancia para darle espacio. Además, la mujer sabe cuidarse sola.
-¿Eso crees?
-Obviamente esa casa está calculada en cada detalle para su seguridad -afirmó con total convicción mientras regresaba al microscopio-. Lo habrás notado.
John prefirió no replicar a eso. No podía decir que hubiera notado algo particular sobre la estructura, pero más que a analizarla se había dedicado a memorizarla para describírsela a Sherlock. Confiaba en su deducción pero esta implicaba otras dudas más importantes.
-¿Protegerse de qué? Creía que si había regresado a Londres era porque estaba fuera de peligro.
Sherlock ajustó la graduación a un lado del microscopio y no levantó la vista para replicar.
-A la mujer le gusta el peligro.
John tomó un largo sorbo de café. La verdadera pregunta era por qué Sherlock y él estaban involucrándose con la seguridad de Irene Adler.
-¿Y Lestrade tiene algo que ver con todo esto? -Preguntó finalmente.
-¿Quién dijo que tuviera algo que ver con Lestrade? -replicó Sherlock con indiferencia.
John resopló molesto. Conocía lo que significaba aquel tono: si había alguna relación, no se la pensaba decir. Bien. Pasaría del tema entonces. Después de todo, Lestrade era un hombre inteligente aunque no fuera tan agudo como Sherlock. Tal vez sabría reparar en el peligro que una mujer como Irene implicaba.
Tal vez podría hablar con él por su cuenta en otro momento, visto que Sherlock estaba más interesado en el juego en general que llevaba con Irene, en el cual probablemente Lestrade no era más que una pieza.
De repente reparó en uno de los frascos que su compañero tenía ante él. Uno que no era ningún instrumento de laboratorio.
Se levantó con la taza de café aun en la mano y se acercó. Claro, conocía ese olor.
-¿Te trajiste una botella del perfume de Irene?
Sherlock no se inmutó.
-Tiene varias. No la echará en falta -declaró con indiferencia.
John arqueó las cejas pero prefirió no comentar nada más. La mujer se daría cuenta, eso era seguro. También creía adivinar correctamente que la idea de que Sherlock se lo hubiera llevado la complacería.
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Próximo capítulo: El juego de la atracción