Fandom: NCIS
Título: Plegaria
Personaje: Hermana Rosita
Advertencias: spoilers 9x24/10x01
Notas: respondiendo al pedido de
esciam en el Juego de la Reacción.
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El aire estaba cargado por el olor de las velas que habían encendido a lo largo del día. Era entrada la noche ya, pero las hermanas seguían reunidas en la capilla. Las oraciones se habían prologando a lo largo de la jornada. A la madre superiora no le importaba que se hubieran roto las actividades diarias del convento. La situación lo ameritaba.
La hermana Rosita contuvo un sollozo. ¡Abby, querida Abby! Cuando había escuchado las noticias en boca de la hermana Clara casi se le había detenido su sensible corazón. La hermana había escuchado las noticias mientras estaba en las cocinas y había corrido hacia ellas. Sí, NCIS era el lugar donde trabajaba Abby.
El miedo se había expandido como agua sin contener en la comunidad. La noticia corrió como pólvora y la hermana Rosita había sido de las primeras en dejar sus actividades para dirigirse al templo. Si no había encendido la primera vela había sido por su inutilidad con los fósforos. Pronto tomó luz de la que tenía ya brillando otra de sus hermanas.
Luego, había tocado esperar.
Se habían movido por turnos entre la capilla y el televisor en las cocinas para informarse. Habían intentado llamar a Abby pero todas las veces habían sido dirigidas de inmediato a su buzón de voz. No era nada, probablemente estaba ocupada. Eso se habían dicho las unas a las otras, cada vez con menos convencimiento. En las noticias no daban los nombres de los heridos ni los muertos.
Su único recurso era rezar para que su querida Abby estuviera bien.
De vez en cuando mezclaba entre sus oraciones por ella otras dirigidas a que atraparan al malnacido que había puesto la bomba. Con perdón de Dios por lo de malnacido.
Pensaba en ello por enésima vez cuando vio las luces que se reflejaron en el techo de la capilla por un momento.
Un auto acababa de llegar al convento. No necesitaba un reloj para saber que era muy tarde para visitas.
Sin esperar a ver la reacción de sus hermanas, se levantó de inmediato y salió de la capilla, ignorando la oración del rosario que estaban realizando. Corrió hacia la entrada, aventajando incluso al guarda y a una joven novicia que aún tenía las piernas fuertes y el cuerpo de una muchacha.
A la hermana Rosita no le pesaron en ese momento ni sus años ni la artritis. Conocía esas luces, el sonido del motor que se escuchaba afuera… o eso quería creer.
Con el corazón en la boca y falta de aire llegó al portón que daba al parqueo. Entonces comprobó sus sospechas o más bien, vio respuesta a sus esperanzas.
No esperó a verla bajar del auto. Corrió hacia ella y cuando la joven gritó su nombre ya la estaba abrazando. Apenas si puso atención a la rápida retahíla de Abby sobre cómo su teléfono había quedado destruido en la explosión y todo el trabajo que habían tenido el resto del día mientras daban caza implacable al hombre culpable de todo. Tampoco le dio importancia a las exclamaciones entusiasmadas del resto de sus hermanas, quienes probablemente la habían seguido en su carrera frenética.
Lo único que importaba era que volvía a tener a Abby en sus brazos. Su niña estaba bien.