La premonición : 05- Aceptación

Sep 12, 2011 17:38



Dean sabía que quedaba un día para que la premonición se cumpliera y lo deseaba muy a su pesar. ¿Y si ahora no se cumplía? No lo soportaría No resistiría ni un día más con aquella incertidumbre. Cogió el móvil y marcó una y otra vez hasta que pensó que desgastaría los botones.

-…al oír la señal deje su mensaje. «Piiii» -Te esperó en el motel. Te necesito, Sammy. No te haces una idea de cuánto. Dejó todos los mensajes que pudo hasta que su batería se gastó. Se puso en pie y tras vestirse decidió hacer lo que tenía que haber hecho desde el principio. Averiguar si la habitación 405 del Motel Green existía.

***

Cuando Sam abrió la puerta del Motel se encontró a su hermano apoyado contra la esquina de la cama y la pared. Estaba envuelto en una manta y encogido sobre sí mismo.

« ¿Qué le había pasado?»

Sam encendió el interruptor y Dean dio un respingo sobre la cama.

-Soy yo, Dean.

Avanzó un paso hacia él y Dean negó con la cabeza. El corazón de Sam se encogió al darse cuenta de que su hermano había estado llorando.

-Dean- susurró y su voz hizo que él le mirara.

-No te acerques...-le advirtió.

Sam retrocedió hasta apoyar su amplia espalda contra la pared. Lo que deseaba era llegar hasta él y zarandearlo hasta que recuperara la razón, pero en su estado no ayudaría: -He intentado llamarte, pero lo tienes apagado.

―Me he quedado sin batería. ―Respondió sin atreverse a mirarle.

―¿Sigues así por esa estúpida premonición?―Preguntó Sam.

- ¿Estúpida? Tú no has leído lo que yo... No has tenido todas estas pesadillas.

- ¿Pesadillas? -Sam empezó a acercarse mientras sacaba unos papeles doblados de sus vaqueros. ―He leído el fax y no puede estar bien, Dean.

Él levantó la vista para mirarlo: ― ¿Qué quieres decir? - no se supo a quien había sorprendido más la desesperación en su voz.

―No puede ser una premonición, Dean.

- ¿Por qué? ¿Cómo puedes estar tan seguro? Estaba entre los manuscritos de Chuck… Yo… ¿Qué me dices de lo que pasó en la mansión? Eso si fue real.

―Tienes razón, pero la parte en la que hablan de mi entrando en el Motel y nosotros haciéndolo sobre la cama no puede estar bien… Porque… ― ¿Cómo iba a explicárselo? ―Esto es una ñoñería, Dean. Nunca haría algo así.

Dean se separó de la pared hasta ponerse junto a su hermano. Sus manos se cerraron sobre su camiseta acercándolo a él: ―Tú dijiste que sentías algo por mí que…

Sam acarició su mejilla con suavidad sintiendo su barba de dos días. Sus dedos se movieron de su rostro hasta la parte de atrás de la nuca enredándolos en su pelo.

―Porque… Puede que no quieras escuchar esto, pero yo entiendo el sexo de otra manera. Otra que estoy seguro que no te agradaría. Si nunca te dije que me gustabas no fue sólo porque somos hermanos, fue porque no creí que lo entendieras.

―Quiero entenderlo. Quiero aprender.

― ¿Estás seguro? ―Preguntó Sam mientras sujetaba con más fuerza sus cabellos haciendo que le mirara a los ojos.

―Sí.

―Te lo preguntaré otra vez porque no creo que lo entiendas todo lo que esto implica. En el momento en el que empezáramos una relación, tú serías mío…―Sam tiró ligeramente de sus cabellos acercando sus labios a los suyos, pero sin llegar a tocarlos.
«¿Relación?» La palabra rebotó en su cabeza unos instantes. ¿Sería eso lo que tendrían?

― ¿Sí…?―Preguntó Dean deseando que continuara.

―Ponte en pie. En el centro de la sala y te mostraré de que hablo. ―Sam quería creer que le aceptaría, pero algo le decía que no iba a funcionar.

Sam se sentó sobre la cama con las piernas abiertas mientras lo miraba de arriba abajo. En el centro de la habitación Dean no sabía qué hacer o que esperaba de él. ¿Qué quería decir con que aquello eran ñoñerías?

―Desnúdate, soldado ―le ordenó Sam en un tono de mando que no había escuchado antes.

¿Era eso? ¿Quería decir que en cualquier momento le echarían cera caliente o lo golpearía? ¿A lo mejor sólo quería mirar? O tal vez…

Dean intentó desabotonar su camisa sin atreverse a mirarle. Estaba cerca de la puerta, podría irse si quería, pero si tenía que vivir otra semana pensando en la maldita premonición se volvería loco. Las manos le temblaban tanto que no conseguía atinar a quitar los botones del ojal.

Escuchó el ruido del colchón cuando su hermano se puso en pie y se acercó hasta él.

―Sólo… sólo necesito…―Comenzó a excusarse Dean hasta que sintió el calor de las manos de Sam sobre las suyas.

―No tienes que hacer esto si no quieres, Dean. No puede ser de verdad.

―Ayúdame… por favor. ―Suplicó Dean ―Ya no me importa si es de verdad o no. No lo soporto. ―Dean apoyó la frente contra el pecho de Sam. Olía tan jodidamente bien, se sentía tan correcto, como si debiera haber sido siempre así.

Sam tuvo que evitar mostrar una sonrisa al sentir su erección acentuarse un poco más por sus palabras. La primera vez juntos y Dean le rogaba. Podría ser un sumiso perfecto. Ojala, pero no así.

―Por mucho que me gustara estar contigo no puedo hacerte esto, Dean.

―Pues dime que tengo que hacer y lo haré. ¡Maldita sea…! Te lo estoy pidiendo… Te estoy diciendo que yo… que yo también quiero… Necesito saber que quieres y si puedo dártelo. Siento que me volveré loco si no termino con esto.

―Estás asustado, Dean. ¡¿Cómo voy a hacer…?!

―Es sólo porque no sé lo que va a pasar… no sé lo que vas a hacerme o lo que…

―Si al final lo hacemos… Sí… Tú…―Sam se lamió los labios― Yo te diría lo que sucederá en cada momento. ―No podía estar pasando aquello― Te guiaré, pero tú tendrás que decirme cuáles son tus condiciones.

Sam se acercó más hasta que sus labios volvieron a rozarse y Dean cerró los ojos sintiendo su aliento sobre la piel. ¿Cómo podía sentirse tan asustado y al mismo tiempo a cien?

Sam abrió la boca como si estuviera a punto de besarle y Dean se acercó para tomar sus labios fue un besó suave que se convirtió en algo más grande mientras sus lenguas se exploraban. Dean gimió antes de sentir como su hermano le sujetaba de los cabellos apartándole de él: ― ¿Te he dicho que podías besarme? ―Sam parecía enfadado, pero notaba su excitación.

―No…

―Mis condiciones son estas, Dean; Sin mi permiso no puedes besarme ni hablar ni tan  siquiera soñar con tocarte o aliviar tu erección sin que lo ordene. A cambio te daré lo que necesitas. Todo. Aunque aún no sepas de qué se trata. Y otra cosa importante, ahora, mientras esta escena dure, soy tu maestro, tu señor y obedecerás. ― Su voz era gélida, pero estaba llena de promesas.

Miles de preguntas se agolpaban en la cabeza de Dean; ¿Escena? ¿Maestro? ¿Señor? ¿Qué era lo que no sabía que deseaba? Pero no fueron ninguna de esas la que salió de su boca: ― ¿Y si no obedezco?

Sam disimuló una sonrisa aunque Dean ni siquiera había tratado de sonar desafiante: ―Habrá consecuencia y es muy probable que no te gusten. Si algo no te gusta, si te hago daño o quieres parar dirás vasta. Úsala sólo si realmente la necesitas y yo me detendré. Sin represarías, sin rencor. ¿Lo entiendes?

Dean asintió y Sam se preguntó si recordaba cómo hablar.

¿Cómo podía saber tanto sobre aquello? ¿Cómo no se había dado cuenta? ¿Había sido con otros así?  ¿También con Jess? Una punzada de celos le traspasó.

Ambos se observaron un instante hasta que Sam lo agarró del brazo y le indicó que se arrodillara frente a él. A Dean le pareció ver una mueca de duda en su rostro, pero desapareció cuando le ordenó que le quitara los zapatos y sus manos se movieron hacia ellos al instante.

― ¿Qué quieres de tu señor, soldado? ―La voz de Sam era pura lujuria.

―Quiero que se terminen las pesadillas, mi señor.

Sam estuvo a punto de flaquear cuando escuchó aquel tono de voz. Notaba que estaba asustado, pero también sentía todo su deseo.

―Puedes apoyarte…―comenzó a hablar Dean hasta que su hermano, ahora su señor, lo fulminó con la mirada.

― ¿Puedes? ¿Te parecen esas formas de hablarle a tu señor, soldado?

― ¿Podéis apoyaros en mí, mi señor?

Dean puso la mano en sus zapatos y esperó a que se apoyara sobre su hombro antes de retirar el primero. El segundo fue retirado igual de fácil.

―Levanta.

Dean obedeció. Los labios de Sam amagaron un beso dejándole con la boca a medio abrir antes de ocultar su sonrisa en el cuello de su hermano. Dean jadeó al notar como deslizaba la lengua sobre su pulsó y bajaba sus manos hasta atrapar su trasero.  Sin dejar sus atenciones Sam le  condujo hacia la pared. Lo asió con más fuerza y lo levantó del suelo presionando su  espalda contra el papel pintado mientras Dean envolvía su cintura con las piernas. Dean gimió al notar como su erección se apretaba contra el fuerte vientre de Sam. Esto era mejor que todas sus fantasías juntas y tuvo que concentrarse para no perder el control.

Las manos de Dean acariciaron la amplia espalda de Sam, pero se detuvo al darse cuenta de que no le había dado permiso para tocarle.

―Yo... ―Era solo un juego y Dean sabía que podía hacerlo. No lo iba a joder todo ahora. Lo necesitaba y Sam no se hacía una idea de cuánto. ―Lo siento, mi señor

―Ya hablaremos de esto luego, ―respondió con la respiración entrecortada. Despacio volvió a dejar a Dean en el suelo y su cuerpo se estremeció al perder su calor.

Sam dio una vuelta a su alrededor y le ordenó que  se quitara el resto de la ropa. La camisa cayó a un lado junto con el cinturón de los vaqueros. Cuando Dean se agachó para desatarse las botas, sintió las dos manos de Sam sobre su trasero. Se quedó inmóvil.

―Sí estás seguro de esto ―comenzó a decir Sam mientras le acariciaba las nalgas―, ¿sabes a quien le pertenecerá esto esta noche?

―A mi señor.

Fue oír eso de los labios de su hermano mayor y deseó lanzarse sobre él y hacerlo suyo, mucho más que suyo. Le dejaría sus huellas, tantas marcas sobre su piel que podría recordarlo durante semanas.

Dean pensó que estaría aterrado a esas alturas, pero que se sorprendió de estar más excitado que otra cosa. Sam se miró los pantalones y luego a su hermano: ―¿Sabrás desvestirme, soldado?

―Ya lo creo que sí, mi señor.

Dean era como siempre se lo había imaginado. Un sumiso con alma rebelde. Un guerrero al que domar.

Cuando Dean le quitó los pantalones Sam volvió a sentarse sobre la cama solo con la camisa puesta. Abrió las piernas bien para que Dean pudiera ver su gran erección.

―¿Sabes lo que quiero, soldado?

Realmente Dean no estaba seguro, pero una parte de él le hizo lamerse los labios en anticipación.

―¿Crees que podrás con ella? ―Le preguntó de nuevo mientras se acariciaba su propio miembro arriba y abajo.

Dean se arrodillo despacio frente a él. Ambos se miraron a los ojos hasta que Dean sujetó las manos de su hermano retirándolas: ―Puedo ocuparme de esto, mi señor.

―¿De verdad?

«¿Lo estaba retando?» Si era así más le valdría a su señor estar preparado.

La lengua de Dean rozó la punta de su miembro probándolo. Mientras recorría toda su longitud de arriba abajo intentó no apartar la vista de los ojos de su señor. Se le hacía extraño pensar en Sam de aquella manera, pero no le importaba. Con o sin premonición llegaría hasta el final. Abrió la boca y fue capaz de cubrir con ella casi todo el miembro de Sam. Era enorme y una parte de él tembló al pensar en ella dentro de su culo. Chupó y lamió mientras veía como se formaban pequeñas arrugas en los ojos de Sam al tratar de contener su orgasmo. Deseaba hacerle disfrutar. Sin saber lo que hacía Dean llevó una mano sobre su propio miembro empezando a acariciarse al ritmo que usaba para complacer a Sam.

―¿Te he dado permiso? ―Le preguntó con frialdad mientras le apartaba de su cuerpo. Cada poro de Dean gritó.

―Yo…

Sam apretó los puños sujetando las sabanas: ―Es la segunda vez que me desafías, soldado. Sobre mis rodillas.

Antes de que su cerebro procesara la información, su cuerpo, ya estaba inclinado boca abajo sobre las rodillas de su hermano pequeño.

La mano de Sam pasó por sus nalgas acariciándolas con rudeza: ―¿Querías saber lo que te pasaría si me desobedecías?

El miembro erguido de Dean se apoyaba dolorosamente contra una de las rodillas de Sam.

―Vas a saberlo ahora mismo, Dean.

Continuó pasando su mano con rudeza hasta que la levantó dejándola caer de nuevo contra sus nalgas. Sintió el calor del golpe y un ligero picor, pero lo más desesperante fue notar como su erección se movía contra sus muslos por la presión. No sabía si gemir o protestar.

La mano de Sam cayó de nuevo contra sus glúteos y Dean ahogó un gemido. La segunda precedió a una tercera y así hasta que Dean perdió la cuenta.  Estaba a punto de correrse a pesar de sentir que el trasero le ardía como si se hubiera sentado en una hoguera. Otra más y Dean gruñó tratando de aguantarse.

―No aguantó…―Dean dejó escapar el aire cuando volvió a azotarle.

―¿Quieres que pare, Dean?

―No, mi… señor… pero si sigue no aguantare más.

―No puedes correrte aún, soldado. ― La última le advirtió y esta vez la mano de Sam le dio con más fuerza haciendo que apretara los dientes. La palma de su hermano menor lo acarició en las sonrojadas nalgas antes de ayudarle a ponerse en pie: ― ¿Estás bien, soldado?

Dean no pensó que pudiera sentarse en un mes sin acordarse de lo que acaba de hacerle y sonrió: ―Sí mi señor. No volveré a desobedecerle. ―«Y un jamón»

―Túmbate, soldado.

Dean no pensó que aguantara más, pero obedeció doblando las rodillas y abriéndose cuanto podía para facilitar las cosas a su hermano. Sam extendió el lubricante sobre las manos y presionó con uno de los dedos su estrecho agujero sin llegar a entrar. Le dijo que se estuviera quieto y a Dean le costó la misma vida no empezar a empujarse contra él.
Con la mano libre Sam lubricó su miembro. No quería hacerle daño una vez empezara a meterse dentro de él. Empujó el primer dedo y escuchó sisear a Dean. Inclinándose sobre él devoró su boca.

El primer dedo fue acompañado de otro y este de un tercero hasta que Sam consideró que estaba preparado para recibirlo en su interior.

Se introdujo en el sujetándose a sus caderas.

El torso de Sam era acero que se deshacía entre sus manos y sus amplia espalda fue surcada por sus cortas uñas arrancando sonoros gemidos. Dean no tardó mucho en encontrar otra zona del cuerpo de su anfitrión que lo hacía estremecer. La lengua, experta de Sam lamió su cuello antes de empezar a moverse dentro de él. Dean echó la cabeza hacia atrás pensando que estallaría de puro placer.

-No puedo más… mi señor -gimió Dean bajo su peso.

-Sí… que puedes. -Sam intensificó las envestidas haciendo que la cama se sacudiera como si fuera a hacerse pedazos bajo ellos.

Dean pensó que no era posible morir de placer, pero ahora que veía unas pequeñas luces frente a los ojos y sentía a Sam sobre él, dentro de él, rodeándole con su cuerpo no estaba tan seguro.

-Córrete para mi, soldado. -Y Dean lo hizo sin tan siquiera llegar a tocarse. Dos embestidas más y Sam se liberó dentro de él. Notaba las pulsaciones de su miembro dentro de él.

Los labios del Dean fueron sellados por un profundo beso y mientras eso pasaba el mundo alrededor perdió toda importancia, tal vez por eso mismo Dean perdió la noción del tiempo. Los finos muslos del más mayor se presionaban contra los más musculosos de su hermano. Con cuidado mantuvo una mano sobre el firme pecho. El torso se movía arriba y abajo con rapidez por la acelerada respiración y sintió la humedad de su transpiración en la palma de la mano.  Poco después Dean se durmió entre sus brazos con una leve sonrisa de satisfacción. Esa noche durmió tranquilo mientras escuchaba susurrar a su señor que a partir de ahora todo iría bien, que él se encargaría de cuidarle. Esa noche no tuvo ningún sueño erótico y es que nunca se podía tener todo lo que uno quería.

Prologo 1.Negación 2.Ira 3.Negociación 4.Depresión 5.Aceptación Epilogo

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