Título: Usos Prácticos De Un Corazón Mecánico, o La Máquina Del Fin Del Mundo
Wordcount: 38800
Rating: NC-17
Warnings: Steampunk de pega, procedimientos semimédicos, racismo, mundos distópicos.
Summary: El plan de Angel Edessa era retirarse a Nueva Roma a abrir una pensión y pensar lo menos posible en su pierna de metal y el corazón mecánico que se trajo de la guerra, así que acabar en una sala de interrogatorios, contando la historia del inventor que apareció en su puerta con una máquina misteriosa, es un imprevisto como mínimo.
Agradecimientos: A mis betas oficiales,
vero_huesines y
mittiexx: a vero por leer a la velocidad de la luz cuando NECESITABA que alguien leyese a la velocidad de la luz, y por mantener el entusiasmo por una historia como ésta, incluso aunque no pareciese tener fin; y a
mittiexx, por su infinita paciencia conmigo, y por responder a todas mis preguntas con tanto acierto. Y también gracias, por supuesto, a las extraoficiales, que se han visto arrastradas a la función por vivir cerca de mí. Mil gracias a
chilvi_cos por seguirme el rollo hasta niveles insospechados, y por ser tan aguda con todo siempre siempre ♥ Y mil gracias a
insideblue, que ha hecho de todo por mí, incluyendo llevarme de la mano desde el principio hasta the very end.
Dedicado a:
aphrodreams. Esto era para ti, love, pero teniendo en cuenta que tu cumpleaños fue hace como MEDIO AÑO esto es de todo menos un regalo de cumple. ¡Pero o sea! ¡Yo te lo regalo de todas formas! ¡Todo tuyo es para hacer con él lo que te plazca! ♥
Partes:
1 2 2b 3 3b 3cDescarga en un solo archivo:
Usos prácticos de un corazón mecánico.pdf 1.
-Por favor, señor Edessa, mire a la luz.
Angel parpadea, intentando espantar la claridad.
-Lo haría si no me estuviese quemando la puta retina -gruñe. Añade-, oficial.
La oficial suspira y baja la intensidad de la lámpara. Su uniforme está almidonado, meticulosamente limpio, en un contraste tan grande con la habitación que parece una imagen cortada y pegada sobre un fondo, donde la pintura se desconcha por áreas y el agua gotea con un plic plic plic en una esquina. Tiene el pelo corto y recogido en una coleta oscura y precisa, guantes aterciopelados y se ha traído con ella un aroma a novata tan potente que casi no se puede respirar dentro del cubículo.
Angel se apoya contra una silla que cruje bajo su peso, frotándose la pierna de metal en círculos ausentes.
-Bien, eh… -la chica carraspea, sujetando una libreta con manos visiblemente nerviosas-, ¿sabe por qué está aquí?
-Pues asumo que no es una visita social -Angel la mira sin ninguna expresión y Arial frunce el ceño.
-Está aquí porque es sospechoso de traición, Señor Edessa.
-Aaah -Angel asiente-. Eso.
-Eso -Arial sonríe un poco, como si fuese un acto reflejo. Como si fuese una de esas personas a las que sus padres le decían “sé simpática, quieres” antes de dejarla en el colegio. Luego recuerda con quién está hablando y frunce los labios, intentando borrar las curvas rebeldes de su boca- Eh. Le voy a leer su ficha, y usted me dirá si hay algún dato equivocado -le mira. Apoya los codos sobre la mesa. Los vuelve a dejar caer-, ¿Entiende lo que le digo?
Angel asiente. La oficial se humedece los labios.
-Necesito que me, uh, conteste -pestañea, dando un par de golpecitos rápidos a una grabadora que tiene un dibujo de un dragón con las alas extendidas, el logo inconfundible del Establecimiento. Repliega los dedos enguantados dentro de su puño y aclara- Con palabras.
Angel pone los ojos en blanco y acerca los labios al micrófono, hablando más alto de lo necesario.
-La entiendo, oficial Arial.
-Veamos - Mira los apuntes de su libreta, donde Angel se imagina que debe tener escrito algo como Interrogación: una guía para principiantes-. Su nombre es Estrangelo Edessa, ¿correcto?
-No si quiere que le conteste. Estrangelo es el tipo de nombre que te ponen tus padres cuando no te quieren, oficial - Angel hace un gesto vago con una mano, levantando las cejas-. Me lo cambié hace años. ¿No tiene ese dato el Establecimiento este suyo?
El cambio en la expresión de la chica es tan brusco que es casi como si alguien hubiese apretado un botón.
-El Establecimiento este mío también es el suyo, señor Edessa. Al menos más le vale que así sea.
-¿La he ofendido, oficial? -Angel sonríe, afilado.
Arial le mira durante un segundo y coge aire, sacando un documento de una carpeta marrón con estudiada precisión, como si hubiese recordado que discutir con un sospechoso por cuestiones políticas es algo que No Se Hace. Una pena, la verdad. Angel esperaba que Arial estuviese sin pulir todavía, pero parece ser que ya les entrenan en la Academia para ser irritantemente educados.
Te hacen desaparecer si les llevas la contraria, sí, pero lo hacen con educación.
La sala de interrogatorios es sólo un cubículo de hormigón en el sótano del más diminuto y peor cuidado de los edificios del Gobierno. Hay una ventana con rejas en el borde de la pared, y Angel puede ver los zapatos pulidos de algún alto cargo del Establecimiento apresurarse en dirección a- quién sabe. Lejos de ahí, probablemente. Se imagina que ahora mismo la clase política está pidiendo traslados en masa a las esquinas más lejanas del Establecimiento.
Arial carraspea y habla con los ojos oscuros fijos en el papel, sacando a Angel de sus pensamientos.
-Veamos. Su nombre es Estrangelo Edessa. Nació en 327 en Candara -pronuncia el nombre con un acento Neorromaní muy marcado, las r deslizándose pesadas por su lengua. Angel supone que por mucho que se empeñe el Establecimiento en borrar las fronteras hay cosas que no se pueden hacer desaparecer a golpe de pistola-. Casado con Georgia, padre de-
-Vamos, oficial. No vamos a perder el tiempo en datos sin importancia -Angel siente su sonrisa rígida y falsa sobre sus labios, pero Arial asiente y lo deja pasar. Ambos saben que eso pertenece a otra vida, a todos los efectos.
-Y veo aquí que se alistó voluntariamente en el ejército.
-Batallón diecisiete de infantería - Angel se estira sobre su silla y saluda con un par de dedos, como si hablar de la guerra fuese igual que hablar del tiempo. Que siempre es una mierda en Nueva Roma, ya que estamos en el tema.
Arial asiente otra vez, los dedos extendidos sobre sus papeles. La luz de la lámpara alumbra su perfil, el pelo que se eriza por la humedad iluminado a contraluz, y Angel se pregunta durante un segundo si ella también habrá luchado en la guerra. Pero luego Arial levanta los ojos y parece demasiado joven, demasiado inmaculada, de lejos demasiado entera.
Aunque teniendo en cuenta su historia igual no debería fiarse de las primeras impresiones.
-Se retiró del servicio cuando le hirieron - Arial lee su historial con el ceño fruncido y le estudia por debajo de cejas oscuras, como intentando buscarle las heridas por encima de la ropa-,Y tiene el sesenta por ciento de biomecánica. En el… torso y la pierna izquierda. ¿Es eso correcto?
Biomecánica. Bueno, esa es una forma fina de decirlo.
-Si lo que quiere decir es que tengo el culo de acero, sí. Más o menos. ¿Quiere verlo? -Angel sonríe y Arial carraspea. Está un poco escondida tras la sombra de la lámpara, pero se sonroja de una forma tan violenta que se podría ver a kilómetros de distancia. Pasa una página a toda prisa, el papel haciendo frusfrus bajo sus dedos.
-No será necesario. Y, eh. Tras la guerra vino a Nueva Roma a abrir… ¿una pensión? - Arial le mira con las cejas levantadas. Angel se encoge de hombros.
-Qué puedo decir. Mi mujer decidió que no quería a un marido que tuviese un engranaje por corazón, y entonces perseguí mi hasta entonces desconocido sueño de ofrecer un lugar de reposo de renta media-baja a los ciudadanos de esta, nuestra maravillosa capital - Angel levanta las cejas y Arial frunce el ceño. Todo el mundo sabe que Nueva Roma es la más podrida de todas las manzanas podridas en la cesta totalitaria del Establecimiento, y nadie elige voluntariamente vivir allí.
-Vale - Arial suspira, frotando un par de dedos en su sien, como intentando disipar un dolor de cabeza incipiente. Cierra su historial con un movimiento resuelto, posando los papeles sobre la carpeta en una pila blanca e inestable - Dejemos los asuntos personales…
-¿Tan pronto? Y yo que pensaba que estábamos empezando a conectar.
- … y hábleme de DF Kai.
Angel suelta una carcajada, golpeando la palma contra la mesa. Los papeles aletean.
-¿Pero qué pasa con el nombre de este tío? ¿Es que nadie piensa decírmelo? - Angel apoya los brazos contra la mesa, bajando el tono de voz sin perder la sonrisa-, Dígame la verdad, ¿es un secreto de Estado, oficial Arial?
La oficial le mira, sus labios una línea recta y seria. Fuera un tranvía traquetea sobre sus raíles y salpica el agua de un charco, que impacta contra la ventana de la sala de interrogatorios, las gotas descolgándose de los barrotes hasta desaparecer contra la humedad de la acera. La lámpara vibra con un zumbido estático, una especie de zzz zzz, y Arial la golpea hasta que deja de parpadear.
-Señor Edessa, el Establecimiento le hará saber toda la información que considere relevante. Y la que no tenemos tendrá que proporcionárnosla usted -dice, ajustando la luz para que le dé más de lleno-, así que le pido por favor que colabore, ¿cuándo empezó a trabajar para D. F. Kai?
-¿Qué? Yo no. Yo nunca he trabajado para él -gruñe Angel, frunciendo el ceño-, Fue Kai el que se plantó en mi pensión, y…
-¿Y? -pregunta Arial, empujando la grabadora sobre la mesa hasta colocársela más cerca, la pluma suspendida contra su libreta, preparada para tomar notas.
Angel suspira, echándose hacia atrás, sintiendo los engranajes diminutos de su espalda girar con facilidad hasta encajar. Mira la hora en el reloj que cuelga de la pared, piensa en el papel en su bolsillo, y hace cuentas rápidas.
-Vale, usted lo ha querido - Angel se aparta el pelo de la cara, intentando no fijarse en las canas que empiezan a brillar entre los mechones castaños. Sonríe de medio lado-. Pero espero que tenga cinta suficiente en su grabadora, oficial, porque esta historia hay que empezarla por el principio.
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La lluvia cae en una cortina de agua constante, golpeando los cristales y las puertas como si estuviese pidiendo permiso para entrar. Las aceras están líquidas con los residuos que se escapan de las fábricas, y el gris oscuro y el negro y el marrón se mezclan con la lluvia, girando sobre los sumideros y desapareciendo bajo los cimientos de la ciudad.
Es hora punta en Nueva Roma, y los trabajadores de Mool Boran corren con periódicos en la cabeza, encajándose las boinas hasta los ojos y rezando para que todavía haya trabajo en el muelle, mientras miran con recelo los carruajes a vapor que traquetean por la carretera con sus tuberías doradas curvándose en lugar de caballos.
Sólo hay una pensión en Mool Boran, justo en el borde del barrio industrial. Es un edificio antiguo que parece encorvarse hacia la derecha y apoyarse contra una tienda de tintes en sus mejores días, las ventanas mirando a la calle como una docena de ojos hambrientos. El cartel de madera se agita contra la lluvia, y aun en el gris frío de la mañana se puede ver que hay un dibujo de un yunque, justo bajo las letras gastadas de La herrería de Maurice, que sigue ahí por una combinación de desidia y de la (errónea) impresión de que conservar el nombre del negocio anterior le da un aire de sofisticación.
Sim Hei mira la lluvia con ojos entrecerrados. Se asoma desde debajo del tejadillo de la pensión, mirando el humo de las fábricas enroscarse como una serpiente alrededor de las nubes. Lanza su cigarrillo contra la acera mojada antes de considerar sus posibilidades, encogerse de hombros y abrir la puerta de madera con un brazo.
-Wow, cinco minutos en la calle. No me lo digas: han cambiado el muelle de sitio -dice Angel sin levantar los ojos de su libro de cuentas. La lámpara verde sobre el mostrador es la única luz dentro de la recepción, pero es suficiente para ver la ceja levantada de Angel-. Porque la última vez que me fijé quedaba un poco más lejos.
-Ah, Angel, vete a tomar por ese culo metálico tuyo -dice Sim sin malicia, y Angel hace una mueca. Casi una sonrisa-, Está cayendo el Diluvio Universal segunda parte ahí fuera -sacude el agua de su pelo para ilustrarlo, y añade-: Sólo estoy esperando a que venga mejor tiempo para ir a hacer cola. Servirá para lo mismo pero por lo menos no me mojaré tanto.
Angel resopla.
-La primavera nunca llega a Mool Boran - Y ese es probablemente el refrán popular con más razón en la historia de los refranes populares. Angel aprieta los labios - Ni el dinero a esta pensión, por lo que parece. Como sigas sin pagarme voy a tener que envolverte en mantas y dejarte a las puertas del orfanato, a ver si alguien te quiere.
Sim se lleva la mano al pecho.
-¿Insinúas que tú no me quieres?
-Insinúo que te voy a echar un día de estos, Hei -Angel agita un dedo en su dirección, y un trapo blanco se enrosca alrededor de ese dedo con una precisión que asusta.
-Aquí nadie va a hacer semejante barbaridad -dice Cordia, apareciendo por la puerta de la cocina entre nubes que huelen a desayuno, enroscando el trapo entre sus dedos. Tiene el pelo gris recogido en un moño alto y le golpea con la circunferencia de sus caderas cuando pasa junto a Angel, mirándole con desaprobación. Luego mira a Sim y su expresión se suaviza -, ¿Te has mojado, dragi?
Si algo hay que entender de la gente de Mool Boran, es que casi nadie es de Mool Boran. Aunque el Establecimiento venda la Guerra de las Periferias como la mayor de las victorias, Mool Boran es el testamento viviente de que el Establecimiento no vende más que gilipolleces. El barrio oscila entre ser el centro industrial y un campamento de refugiados, donde el sol sólo asoma dos veces al año entre la polución y las alcantarillas se inundan en invierno, así que no es raro que la vida de Angel parezca un chiste formulaico y repetitivo de “un candanés, una serboa y un tewanense entran en una pensión, y--
-Angel está siendo cruel conmigo -gimotea Sim, más falso que los billetes de siete con cinco.
Cordia le lanza una mirada asesina y Angel mira el techo, en busca de asistencia divina.
-No puedes ser tan blanda con él, Cordia. Ningún inquilino vive gratis aquí. Es la base del negocio.
-Pero no es un inquilino, es Sim -dice Cordia, apretando la cabeza del adolescente contra su amplio pecho en un gesto protector. Sim le saca la lengua desde los pliegues de su escote.
Angel pone los ojos en blanco y les espanta con una mano distraída, devolviendo la atención a unas cuentas que sabe que no van a cuadrarle nunca. Cordia empuja a Sim por las escaleras, frotándole el trapo en la parte de atrás de su pelo negro. Sim protesta sin mucha convicción.
Angel suspira.
Todavía recuerda cuando Sim apareció en la puerta de su pensión, las mejillas hundidas y los zapatos rompiéndose alrededor de sus dedos. El muy descerebrado estaba intentando robar la campana de cobre que cuelga de su puerta, y Angel no pudo evitar sentir una simpatía repentina por su ceño fruncido y su manera de decir te voy a arrancar los ojos, viejo cabrón, con el encanto propio de los muertos de hambre.
Tewan fue una de las zonas donde el ejército del Establecimiento se cebó más, por una mezcla de intereses económicos y de resistencia bien organizada, y el estigma que plantó el Gobierno hace tantos años todavía no se ha disipado. Angel hace como que no, pero sabe perfectamente que si Sim no encuentra trabajo no es precisamente porque no quiera.
En eso está pensando, en Tewan y en Sim y en cómo su pensión se está convirtiendo poco a poco en un comedor social cuando alguien carraspea, pegándole un susto de muerte.
-¡Ah! ¿Pero tú por dónde coño has entrado? -Angel se sujeta el pecho para intentar calmar el tic tac errático de su corazón.
-Por la puerta. ¿Es que en Nueva Roma soléis entrar por algún otro sitio?
El chico que se ha materializado frente al mostrador le mira, las cejas tan levantadas que desaparecen por debajo de su flequillo azul. Porque (y esto es algo difícil de procesar) tiene el pelo teñido de azul, aunque es el pelo peor teñido que Angel ha visto en su vida. Sus mechones se curvan hacia arriba, desafiando la gravedad en volutas imposibles, y está golpeando una bota violeta contra el suelo de madera.
-Eh -Angel frunce el ceño. El chico es muy alto, casi más que Angel, y tiene los mismos ojos rasgados que Sim. Agita la cabeza-. No.
-Menos mal. Una distancia cultural menos que salvar -El chico sonríe y parece totalmente entusiasmado con la noticia. Angel frunce más el ceño. El chico mira a su alrededor, hablando a toda velocidad -. Esto es una pensión, ¿verdad? Qué encantador. Una señora me ha dicho que esto era una pensión, aunque fuera diga que es una herrería. ¿Eres tú Maurice?
-No -Angel siente que el chaleco naranja del chico intenta hipnotizarle. Pero de qué va disfrazado este tío -. No lo soy.
-Genial, porque es un nombre bastante ridículo -El chico suelta una carcajada que se disuelve en el aire casi antes de empezar. Extiende una mano larga en dirección a Angel, y añade, un poco irónicamente-. Yo soy Kai. Encantado.
El chico parece estar realmente encantado de conocerle, pero Angel mira su mano sin decir nada. Kai curva los dedos dentro de su palma, como si nada, y le dedica una sonrisa brillante.
-Espero que tengas una habitación disponible.
-Podría decirse que sí -Angel le mira con ojos entornados-. ¿Pero tienes dinero? Porque no importa lo que te hayan podido contar por ahí, aquí hay que pagar para quedarse.
-Sí, sí, en Tewan también funciona así -murmura el chico, buscando en los bolsillos de su chaleco. Deshace una de las múltiples hebillas de su pantalón y saca un fajo de billetes. Angel estudia el fajo sin tocarlo, un poco receloso del terrorífico lazo rosa que el chico ha atado alrededor. Finalmente lo coge y Kai sonríe-, Espero que sea suficiente. No sé cuál es el precio pero tengo más, si quieres. Hace un tiempo horrible ahí fuera, ¿es siempre así? Necesito una habitación grande.
Angel intenta seguir el hilo de la conversación. Kai tiene un ligero acento tewanense y sus vocales se inclinan en direcciones exóticas cuando habla rápido, pero lo que más le distrae es la manera en la que mueve las manos en todas direcciones, agitando los dedos y gesticulando como si intentase esculpir sus palabras en el aire entre ellos. Angel carraspea un poco, algo confuso.
-Eh, sí. Primero necesito que me firmes aquí -Angel le ofrece el libro de registro, que Kai lee con entusiasmo antes de garabatear un D. F. Kai, su letra sorprendentemente meticulosa. Angel frunce el ceño y pregunta-: ¿D. F.?
Kai se encoge de hombros y se coloca unas gafas de aviador sobre mechones cuidadosamente peinados, aplastándolos sin pensar. Junta sus manos, dando una palmada estridente.
-¿Quieres que te enseñe mi máquina?
Angel mira a Kai con el ceño fruncido. El chico flexiona sus largas piernas, como si no supiese estarse quieto, y Angel no está del todo seguro de que eso no sea una proposición sexual. Uno nunca sabe en Mool Boran.
-No… ¿lo sé?
-Venga, si voy a tener que meterla de todas formas.
Angel balbucea un oye espera oye, pero Kai sigue hablando, sin prestarle ninguna atención,
-La tengo fuera. Espero que no se haya mojado. En serio, ¿qué pasa con esta lluvia? ¿Nunca para? Llevo tres días en Nueva Roma y me parece que no he estado seco ni dos minutos enteros-
Kai sigue parloteando hasta la puerta sin mirar si Angel le está siguiendo, hablando sin pausa, como si no tuviese filtro entre su cerebro y su boca. Angel estudia los colores llamativos de su ropa y se da cuenta de que tiene un cinturón de herramientas atado alrededor de la cintura. Le sigue con cierta cautela, cojeando un poco.
El agua sigue cayendo con fuerza al otro lado de la puerta. La humedad cuelga del aire y se cuela por las partes de Angel donde la piel se convierte en metal, y el centro de la ciudad parece inalcanzable más allá del río, desdibujado por la lluvia. La tierra entre los adoquines se ha convertido en barro hace tiempo y la rueda de un carruaje se queda atrapada, colapsando el tráfico y encendiendo los ánimos de buena mañana. Los hombres dentro de los carruajes abren las cortinas rojas con manos enguantadas, mirando la calle por encima de la nariz mientras sus chófers discuten y se empapan al otro lado del cristal.
Angel tarda un rato en darse cuenta de que ese carruaje no es la única cosa colapsando el tráfico, aparentemente.
-¿Qué mierda es eso?
-Esa -Kai hace una floritura de mano, saltando en medio de la calle sin prestar atención a la lluvia ni a los gritos, y cuando sonríe es como si hubiese salido el sol en mitad de la tormenta-, es Fang Song.
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-¿Y eso era-
-No adelantemos acontecimientos, oficial.
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-No sé lo que es.
-¡¿Cómo puedes no saberlo?!
-¿Qué mierda sé yo de máquinas?
-Bueno, tú eres-
Angel no le deja terminar la frase, la colleja rápida y certera.
-¡Au!
-Merecido lo tienes.
Angel mira las mantas y el par de almohadas en las manos de Sim y empuja el colchón por las escaleras, gruñendo cuando se atasca en la esquina.
-Oye, muchas gracias por tu ayuda, ¿eh?
Y Sim, a quien el sarcasmo ya podría solidificarse en el aire y venir a darle una bofetada, que le daría igual, contesta un de nada distraído. Angel pone los ojos en blanco.
-¿Pero por qué está en el almacén? No es que estemos nadando en overbooking precisamente - Sim juguetea con un agujero en la funda de la almohada, sacando las plumas de dentro una por una.
Angel golpea el colchón el resto de las escaleras, sus articulaciones metálicas chirriando por el esfuerzo, y el colchón impacta con un “puf” sobre el suelo del último piso, el polvo levantándose en grandes volutas a su alrededor. Las paredes están desnudas en la última planta, básicamente porque las ganas de Angel de adecentar la pensión se le acabaron en la recepción. La bombilla del pasillo parpadea sobre sus cabezas.
-Tú no has visto ese bicho. Sería imposible subirlo por una escalera. Además, Kai no quería separarse del aparato. Lo trata como si fuese su- hijo o lo que sea.
Sim levanta las cejas, abrazando las almohadas contra su pecho y sonriendo con toda la boca.
-Uuuh, siniestro. ¿Crees que será alguna especie de -baja la voz, las almohadas hundiéndose alrededor de su cara-, ya sabes, máquina de follar?
Angel suelta una risa por la nariz.
-Dudo bastante que alguien quiera follarse a eso.
El almacén dejó de ser un almacén más o menos al mismo tiempo que la Herrería de Maurice dejó de ser una herrería, y aunque Angel le dijo bastante claramente que no era el lugar más apto para vivir (sospecho que el baño es un bebedero de vacas reconvertido), Kai aceptó el lugar con tal entusiasmo que cualquiera diría que acababa de entrar en un palacio. Angel se encoge de hombros mentalmente al mismo tiempo que se abre la puerta, la figura de Kai recortándose contra la luz del interior.
-Oh. ¡Hola! -Kai saluda con una mano cubierta en aceite. Luego ve la mancha y se la limpia contra su chaleco naranja con una sonrisa algo tímida.
-Sólo quería traerte tu colchón -Angel hace un gesto hacia Sim, que espera detrás de él vibrando con una especie de energía nerviosa-. Este no sé qué hace aquí.
-Estoy ayudando. Soy su ayudante -Sim asiente solemnemente antes de saltar sobre el colchón, y estrecha la mano de Kai, presentándose a toda prisa mientras intenta mirar dentro de la habitación sin ninguna discreción-. Hola, me llamo Sim Hei y vivo aquí. ¿Eres de Tewan? Porque te vas a sentir como en casa. Hay como -hace un gesto con la mano libre-, un millón de tewanenses aquí.
Kai se recupera rápidamente de la sorpresa y sonríe, devolviéndole el apretón con ganas.
-Espero sinceramente que esto no se parezca en nada a casa -y añade algo en tewanense que hace que Sim eche la cabeza hacia atrás en una carcajada rápida. Angel frunce el ceño. Señala el colchón.
-Bueno, ahí tienes tu, eh -vuelve a señalar el cochón-. Así que nosotros ya-
-¿Podemos ver tu máquina? -le interrumpe Sim, estirando el cuello para intentar ver por encima del hombro de Kai.
-No, espera, no-
-¡Por supuesto! -exclama Kai, haciéndose a un lado. Sim entra sin perder un segundo y Angel suspira, entrando detrás de él con paso más tentativo.
Una vez dentro de la habitación Angel para en seco, porque de verdad, qué coño ha pasado aquí.
-Wow -dice Sim, elocuentemente, sujetando las almohadas con fuerza.
No es que Kai haya cambiado nada, per se. Las paredes siguen cubiertas de dibujos de mujeres desnudas que deben ser del siglo pasado, por lo menos, y el techo alto sigue recorrido por unos raíles misteriosos que se cruzan y descruzan, las esquinas llenas de cajas que llevan ahí años, pero es como si hubiese habido una- explosión de color en el centro de la habitación, y un montón de telas y de ropa y de artilugios rarísimos hubiesen caído en el desorden más estético que Angel ha visto nunca. Sim, que no se corta un pelo bajo ninguna circunstancia, exclama ooohs y aaahs cada vez que encuentra algún tesoro debajo de un calcetín. Angel espera, incómodo, pegado al umbral.
La luz es más suave dentro del almacén-convertido-en-habitación, como si Kai hubiese hecho algo mágico con las bombillas. El brillo anaranjado hace que todo parezca más pequeño, menos nítido, bastante más íntimo. Angel parpadea cuando descubre un gato automático que le saluda desde una caja que hace las veces de mesita de noche, su pata delantera ondulando adelante y atrás.
Sim encuentra rápidamente la máquina, parcialmente oculta detrás de un biombo amarillo. Es grande, extraña, la estructura dorada y pulida, y tiene un panel de botones que se mueven como por voluntad propia. Hay partes que parecen más enteras que otras, grandes rectángulos por donde sobresalen cables de cobre. Tiene tuberías doradas que se enroscan alrededor de unas antenas circulares y la base parece vibrar a un ritmo constante, como si estuviese respirando. Fang Song, piensa Angel, rodando el nombre en la parte de atrás de su lengua.
Sim toca uno de los botones con cuidado, apartándose cuando emite un pitido agudo.
-¿Qué es lo que hace?
-Ah. Fang Song -suspira, como si estuviese hablando de una mujer y no de una máquina. Acaricia un lateral, su mano curvándose alrededor del metal-. Fang Song hace muchas cosas. Bueno. La mitad de ellas todavía no porque está a medio terminar. O porque todavía no se me han ocurrido -Kai se golpea la barbilla con un dedo y se queda callado, mirando su obra como si estuviese intentando adivinarle una función nueva. Luego parece recordar que no está sólo y sonríe, dando una palmada rápida-. Pero básicamente es un controlador a larga distancia.
-¿Y qué controla? -Sim golpea la base con un pie, suavemente, y la máquina suspira.
Kai abre la boca. Piensa. La cierra.
-Bueno, um, nada, en realidad -y añade-, aún. ¡Pero estoy trabajando en ello! Tengo un contacto en Mool Boran y… -Kai deja caer la frase, plegando los labios dentro de su boca.
Un relámpago brilla en el cielo durante un segundo, iluminando el interior del almacén con una luz fantasmal. Sim parpadea.
-Oooh. Interesante -asiente-. No que yo sepa nada de máquinas, claro.
Sim se encoge de hombros y ahueca las almohadas sobre el colchón, que Angel ha colocado en el somier sin que su supuesto ayudante le ayudase lo más mínimo. Luego carraspea y estrecha la mano de Kai otra vez, mirando de reojo a Fang Song, como si estuviese esperando que hiciese algo espectacular en el último momento. Finalmente parece darse por vencido y suspira.
-Encantado de conocerte, Kai. Espero que decidas quedarte. Y por Angel no te preocupes, que es como un perro callejero: es feo y da miedo la mayoría del tiempo no hace nada -Sim esquiva la colleja de Angel con habilidad y se va riendo por el pasillo, sus zapatos levantando sonidos agudos contra el suelo.
Kai está golpeando un pie descalzo sobre la alfombra cuando le mira, sus dedos curvándose dentro de la tela. La lluvia repiquetea sobre los paneles traslúcidos que hacen de ventana con fuerza, y las gotas se deslizan por el cristal en ríos verticales. Kai tira de la correa de sus gafas con dedos largos y nerviosos.
-No le he impresionado demasiado, ¿no?
Angel se encoge de hombros, la madera del umbral clavándosele entre los omóplatos. La placa de metal de su espalda se engancha en la madera a través de la ropa.
-Como ya te ha dicho no sabemos mucho de máquinas -mira la curva de sus dedos y se encoge de hombros, porque es la verdad.
-Es un gran invento -dice Kai, con vehemencia. Luego parece pensarlo mejor y dice, más suave-, Lo será.
Angel asiente.
-Pues buena suerte con eso.
Tiene la mano en el pomo de la puerta cuando le detiene la voz de Kai.
-Angel.
-¿Mmm?
-No. Digo que te llamas así. Angel -Kai sonríe y se pasa una mano por las espirales de su pelo-. Nunca terminamos de presentarnos.
-Oh. Sí. Sí -Kai tiene el chaleco desabrochado y la camisa blanca de debajo aletea, demasiado grande a ambos lados de su torso, las manchas de aceite pintándola aquí y allí como si fuese un lienzo improvisado. Angel habla sin pensar-. Pero no es mi nombre real.
Kai sonríe como si hubiese oído una cosa completamente diferente.
-Es un buen nombre de todas formas.
Angel frunce el ceño, no sabiendo cómo contestar. Así que dice
-Eh… -y luego, con más finalidad-, Eh.
Un trueno rueda dentro de su nube en algún punto indeterminado del cielo, y Angel sale del almacén sin decir nada más, profundamente confundido, su corazón mecánico girando como si estuviesen dando las doce en punto en su pecho.
---
Angel camina al lado del río. Las piedras pequeñas crujen bajo sus botas y ruedan hasta el agua cuando las golpea. La tierra está húmeda, ablandada por la violencia de la lluvia, y se hunde por su peso si se queda demasiado tiempo quieto, así que camina a paso ligero, mirando los hilos de luz llegar desde el otro lado de la ciudad y caer sobre las ondas del río.
Hay unas escaleras que bajan hasta el agua, donde un par de chicas fuman algo fragante que las hace reír, muslos desnudos chocando y dedos metálicos colándose debajo de la ropa, contrastando con la piel oscura. Angel aparta la mirada.
El sol se está poniendo más allá del puente, más allá del muelle y más allá de la bahía que se hunde en la línea de la ciudad, y cae en el horizonte dibujando cuadrados naranjas sobre los edificios.
Angel tiene ganas de dar la vuelta, como siempre, pero sigue adelante, como siempre también.
Sube las escaleras que le llevan a la altura de la calle y juraría que esa tarde la pierna de metal pesa más de lo normal. Un rayo de sol ilumina de lleno un cartel con un dibujo grotesco de una chica tewanense, que se está levantando la falda bajo el mensaje de No queremos putas del Este en nuestras calles. Angel lo arranca sin pensar, haciendo una bola con el papel y dejándolo caer con una mueca sobre los adoquines.
Camina un par de metros y cierra los ojos antes de mirar, deseando que esa noche haya desaparecido, pero evidentemente El Autómata Borracho sigue donde siempre ha estado. El bar está relativamente escondido junto al muelle, encajado entre dos callejones oscuros, y los cristales tintados se confunden con la pared. La puerta es de un marrón indistinto y el autómata del cartel hace años que perdió la botella con la que se estaba emborrachando. Su brazo ahora se mueve arriba y abajo con un chasquido agudo, sus ojos de cristal mirando algo tristes la circunferencia vacía de su mano.
Un grupo de marineros pasa por delante sin dirigirle ni una mirada, hablando demasiado alto y empujándose, gritando Charlie, ¡es que tú te follarías a una gallina!. Angel parpadea y vuelve a mirar al Autómata, estudiando la luz del cartel cambiar de color. Puede que pase desapercibido, pero no para Angel, que siente su presencia como se sienten las picaduras de mosquito- como un picor molesto, irresistible, nocivo en el cuerpo de la ciudad.
Angel está a punto de entrar cuando algo le detiene.
-Hey, pst. Pst, señor.
Angel entorna los ojos y se sorprende un poco al ver que el que le está hablando es un niño, los pantalones cortos dejando ver rodillas despellejadas que se convierten abruptamente en metal. Tiene la espalda apoyada pesadamente contra los ladrillos oscurecidos del callejón, como si intentase disolverse sobre las sombras.
-¿Quieres algo de talco?
-Eh -Angel parpadea. Duda. Se acerca-. ¿Cuántos años tienes?
El niño golpea un pie contra el suelo, fumando nerviosamente de una pipa transparente. Le mira con ojos rasgados y Angel suspira. Cómo no.
-¿Dónde está tu madre? -Angel se agacha hasta que le crujen los engranajes de la espalda. El aire le sabe a sal y a humo cuando habla.
-No tengo de eso. Pero tengo talco para fumar. Te lo puedo preparar, si quieres -el niño habla demasiado rápido, las palabras amontonándose las unas sobre las otras por el efecto de la droga.
Angel rebusca entre los bolsillos de sus pantalones, un tirante deslizándose sobre su hombro. Saca un par de billetes arrugados y los encaja en la mano libre del niño, que se apresura a ofrecerle una bolsita con un polvo blanco brillante descansando en el fondo. Angel niega, señalando los billetes con la cabeza. Murmura Úsalos bien, ¿eh?, y se da la vuelta sin esperar por una respuesta. No es como si no supiese que ese dinero va a acabar convertido en más mierda blanca.
La puerta del Autómata está empañada cuando la abre, el calor del interior golpeándole como una nube de humo. Una hilera de luces señala cada escalón, y al final de las escaleras un autómata se agacha cuando Angel se acerca, quitándose un sombrero de copa y diciendo ¡bienvenido sea usted! con una voz demasiado alegre. La luz es tenue en el interior, la banda de autómatas toca algo intenso y palpitante en una esquina, y Angel casi se choca con una pareja que se besa contra la pared. Una luz roja impacta contra ellos, el metal brillando aquí y allí, y Angel se muerde los labios.
La gente que viene al Autómata se divide en dos grupos: las personas como Angel, y las personas a las que les gusta follarse personas como Angel. Una vez que aceptas esa realidad las cosas son bastante más sencillas. Hay un cuarto oscuro al lado de los baños, y Angel no se siente con fuerzas suficientes para evitarlo esa noche, así que aparta las cuentas de colores que cuelgan del marco, respira hondo, y entra.
El ambiente es todavía más opresivo dentro de la habitación. Las sombras se mueven al ritmo de la música, que llega mullida y lejana a través de la pared, y la luz es casi inexistente pero los ojos se acostumbran rápido a la oscuridad. De todas formas es difícil no saber lo que están haciendo las personas ahí dentro, el vaivén de las figuras inconfundible, primario.
-Pero qué ven mis ojos, ¿es este Angel Edessa? -una risita-. ¿Es que te has perdido?
Angel cierra los ojos, apoyándose contra la pared, cogido por sorpresa. El perfume de Helvética cae como un peso en el fondo del estómago y es más envolvente que el olor a sexo.
Abre un ojo, sin muchas ganas.
-Helvética -alguien gime escandalosamente alto en alguna esquina del cuarto y Angel tiene que tragar saliva. Intenta sonreír-. Qué haces tú por aquí.
Helvética se encoge de hombros, su corsé desabrochado dejando más bien poco a la imaginación. Su pelo cae en una cascada cobriza sobre su espalda, y su cara redonda parece demasiado inocente para estar en un lugar como ese. Por supuesto, Angel sabe que las apariencias son sólo eso: apariencias.
-Lo típico. Vengo, follo, me voy -sonríe y Angel intenta hacerse uno con la pared. Helvética se acerca más, hasta que está acariciando la pierna de metal de Angel con la punta de los dedos-. No que tú sepas mucho del tema, ¿hm?
-No te creas. Yo he ido y venido bastante -dice, y gruñe cuando la mano de Helvética se posa sobre su entrepierna, sin apretar, sólo estando ahí.
-Me refería a la parte de follar -el aliento de Helvética impacta húmedo contra su oreja y Angel no puede evitar el temblor que le recorre la espalda.
Angel se ríe por la nariz, intentando apartarse de Helvética sin apartarse. Lo cual evidentemente no es posible.
-¿Besas a tu abuela con esa boca?
-Mi abuela es una hija de puta. Literalmente. Seguro que no le importa - Luego le sujeta a través de la ropa, los dedos curvándose con intención, y suspira cuando ve que no hay ninguna reacción.
-Ah, Angel, es una pena que estés roto -le deja caer y se encoge de hombros-. Nos lo habríamos pasado muy bien.
Angel sonríe, rígido y sin humor, y sujeta la mano de la chica, apartándola con cuidado. Intenta no sentirse patético cuando murmura un nos vemos, Helv, pero eso, como casi todo en su vida, se queda en el intento.
La banda sigue tocando cuando sale, sus manos de metal golpeando los instrumentos con la precisión y el abandono de las máquinas. La barra se curva en el centro del bar en un semicírculo perfecto, las botellas de licor brillando bajo la luz de los focos. Angel piensa que hay algo que todavía no está demasiado roto para hacer.
-Ponme un whisky, Bell -la mujer tras la barra asiente, cerrando el libro que estaba leyendo y posándolo sobre la madera. Angel lee el título del revés. Cómo vivir sin desear.
Bell le sirve su copa y le mira con ojos desconjuntados, el de cristal rodando dentro de su cuenca metálica. Le señala un cinco con los dedos y Angel paga.
Nadie sale sin cicatrices de una guerra, y de hecho es una suerte siquiera salir vivo, pero viendo la media cara metálica de Bell (dos engranajes girando continuamente donde debería estar su mejilla) Angel se pregunta en qué punto la vida deja de ser un regalo y empieza a ser una maldición.
-Eres un ángel. Y créeme, yo sé de eso -Angel le guiña un ojo, y la media cara de Bell que todavía parece humana le sonríe, antes de encogerse de hombros y seguir leyendo su libro.
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El hielo se está convirtiendo en agua en el fondo de su vaso, lentamente. Angel lo levanta para mirar a través de él, su tercer whisky moviéndose como un mar marrón en el interior. No hay demasiada gente a esas horas, porque es demasiado pronto y porque muchos tardan un rato en abandonar el cuarto oscuro para reponer líquidos, pero Angel estudia las sombras de las personas que hablan alrededor de las mesas, mirándoles a través del cristal e imaginándose que están en otra dimensión. Siente la cabeza pesada, la lengua espesa y empieza a sospechar que la música de la banda tiene algún efecto hipnotizante cuando ve algo familiar a través de la circunferencia de cristal. Aparta el vaso para estar seguro pero no hay duda de quién es. Kai no pasa precisamente desapercibido en un lugar así.
-¿Kai? -exclama, demasiado alto, y suelta todo su aire en una risa-. No sé de qué me sorprendo.
Kai le mira con las cejas levantadas y empieza a caminar hacia él, esquivando a la gente, sentándose a su lado y doblando su abrigo violeta sobre una rodilla. Apoyado así, con su ropa de colores y sus piernas curvadas en el taburete parece una especie de ave exótica. Kai sonríe y bajo la mala iluminación del bar parece terriblemente joven. Angel siente algo cruel crecerle en el estómago.
-¡Angel! ¿Qué haces aquí? -le golpea suavemente un brazo y sonríe, amplio y sin nada que ocultar, y Angel le odia un poco en ese momento, algo irracionalmente, a este niño que se sienta en una habitación llena de juguetes rotos.
-Desde luego no lo mismo que tú -Angel apoya todo su peso contra la barra, el pelo cayéndole sobre los ojos-. Al final Sim va a tener razón, y lo que pasa es que quieres follarte a una máquina.
Kai suelta una carcajada, ni una sombra de ofensa en los ojos. Angel frunce el ceño.
-No, no es eso. Me encantan las máquinas, pero para el sexo prefiero a las personas -Kai levanta una mano para pedir un vaso de agua y Bell le mira como si estuviese loco pero le sirve de todas formas. Da un trago diminuto y le mira-. ¿Es por eso por lo que vienes tú aquí? ¿Por la, um, compañía?
-No -Angel gruñe y se acaba su whisky, el alcohol quemándole por dentro en una línea descendente, y es una prueba de lo borracho que está que diga lo siguiente-, eso no es una opción.
Kai asiente, su mirada volviéndose oscura y calculadora, los labios quietos contra el borde de su vaso. Angel se siente como un invento bajo esa mirada.
Después de un rato Kai asiente, con un aire de finalidad.
-Es la pierna, ¿verdad? Y el pecho. Probablemente el corazón -chasquea la lengua y posa el vaso sobre la barra-. A veces los biomecánicos no ajustan bien la presión. Y con a veces quiero decir siempre.
-Um -Angel frunce el ceño. No es que le haga especial gracia hablar de cómo no se le levanta con un desconocido.
-Pero es siempre así con el Establecimiento, ¿verdad? Poner un parche y darse por contento -suelta aire por la nariz y sus cejas se juntan en el centro de su frente, y Angel espera sinceramente que ya no estén hablando de su polla-. A quién le importa si funciona o quién pueda salir perjudicado.
-A mí esto me importa bastante, en lo personal -murmura, pero Kai parece no oírle.
Le mira y le sorprende cuando estira una mano para tocarle el pecho, palpando la tela de su camisa con dedos largos que tienen restos de aceite bajo las uñas. Kai murmura un hmmm y pasa completamente de las protestas de Angel (un ¡oye! que suena demasiado débil), tocando las líneas de su torso, las juntas de metal en sus costillas. Murmura hmmm otra vez cuando le levanta la pierna con facilidad, lo cual es bastante sorprendente teniendo en cuenta que tiene brazos como palillos, y dobla su rodilla adelante y atrás, haciendo que Angel pierda el equilibrio y tenga que agarrarse con fuerza a la barra para no caer al suelo. Sus manos le palpan la pierna con curiosidad científica, ascendiendo hasta el punto donde acaba el metal y empieza la piel, y Angel sisea. Kai asiente, dejando caer su pierna con cuidado.
-Sí, creo que sería posible. Habría que hacer algún cambio, claro, pero creo que puede hacerse.
Angel bufa, intentando colocarse la camisa con toda la dignidad que le queda. Que no es mucha.
-¿Te importaría explicarme de qué hablas? Porque no sé lo que habrá pasado en tu cabeza, pero aquí fuera -Angel gesticula a su alrededor, intentando señalar la parte del universo donde están las personas cuerdas-, sólo has dicho cosas raras y luego me has manoseado.
Kai levanta las cejas.
-Hablo de arreglarte, naturalmente.
-De arreglarme -Angel está seguro de que suena extremadamente escéptico. Pretende sonar extremadamente escéptico.
-¡Por supuesto! Fang Song y yo estamos pasando por un bache en nuestra relación, por decirlo de alguna manera. Creo que centrarme en otro proyecto sería bueno para mi trabajo -Kai sonríe y da una palmada-. ¡Decidido entonces!
Angel levanta una mano, intentando ordenar sus pensamientos.
-Esperaesperaespera -mira los ojos marrones de Kai con desconfianza-. ¿Tú qué sabes de biomecánica? Porque estás loco si piensas que voy a dejar que andes con mi… mis cosas si no sabes lo que estás haciendo.
-Bueno -Kai se encoge un poco de hombros-, he leído un par de buenos libros.
-¿Que has leído un par de libros? -Angel le mira con incredulidad.
-De buenos libros -apunta Kai, sonriendo, y Angel debe estar más borracho de lo que creía porque empieza a considerarlo. ¿Qué me queda por perder, en realidad? Por supuesto la voz del sentido común no tarda en enumerar qué cosas podría perder y de qué manera, pero esa voz nunca ha hablado demasiado alto, de todas formas.
Agita la cabeza, su espalda hundiéndose entre sus hombros. Un hombre con una mandíbula de acero pide una cerveza a su lado, el choque metálico de sus dientes bastante desconcertante. Suspira.
-Esto es una locura. Además, yo no tengo dinero para pagarte-
Kai agita una mano delante de su cara, como quitándole importancia.
-Tonterías. Puedes pagarme haciendo de guía turístico.
-De guía turístico -Angel frunce mucho el ceño y Kai se pasa los dedos por las ondulaciones azules de su pelo, despeinándose de forma bastante espectacular.
-Bueno, es mi primera vez en Nueva Roma, y quién mejor que tú para enseñármela -Kai sonríe y Angel se calla la respuesta obvia.
Se frota los ojos hasta que ve estrellas en el interior de sus párpados, y no se puede creer lo que va a decir, porque es absurdo, pero su mente todavía está pensándose las palabras cuando sus labios ya van cuatro pasos por delante.
-Vale. Vale. Pero como me hagas algo raro-
-¡Ja! ¡Genial! -Kai le golpea la espalda, su mano curvándose alrededor de su hombro-. Va a ser fantástico, ya lo verás.
-Me conformo con que no sea completamente desastroso -murmura Angel, sin mucha fe, y Kai le mira con una sonrisa que parece querer escaparse de los bordes de su cara.
-¿Entonces qué? ¿Espezamos?
-¿Qué dices? ¿Ahora?
Kai se pone en pie de un salto, colocándose las gafas de aviador sobre los ojos y agitando su abrigo violeta en el aire antes de empezar a caminar hacia la puerta, hablándole por encima del hombro.
-¡Por supuesto! ¿Qué mejor momento que ahora?
-Oh, no sé, ¿qué tal cualquier otro momento en la historia del mundo? -grita, pero Kai ya ha desaparecido por las escaleras ascendentes, y Angel no tiene más remedio que seguirle, sintiendo la cabeza pesada por el alcohol, la pierna de metal ligera por razones que no se siente con ganas de explorar.
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-Hm -dice Arial, dejando de escribir en su libreta bruscamente. Angel intenta leer del revés, pero Arial aparta el papel de la mesa y le mira con ojos entrecerrados. Carraspea-. Señor Edessa, tengo que preguntarle. Esta historia que me está contando… -la oficial duda, sonrojándose tras la sombra de la lámpara, la pluma suspendida sobre el papel-. Es… ¿Es una historia de amor?
Angel sonríe de medio lado.
-¿Qué le hace pensar eso, oficial?
Arial abre la boca y luego lo piensa mejor.
-Simplemente conteste a la pregunta.
Angel suspira, dibujando las venas de madera en la mesa con un dedo.
-Yo no diría que lo es -murmura.
-¿Y entonces qué diría?
-Ya se lo he dicho, oficial -Angel golpea una de las venas, que luego se ensancha para convertirse en una mancha más grande. Angel se pregunta vagamente si será una arteria, entonces, y si estará cerca de algún corazón. Encoge un hombro, mirando a la oficial por detrás de las pestañas y sonríe, aunque la piel le tira alrededor de los labios, como si no la hubiese utilizado en meses-. Que no es una historia de amor.
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