Mis dedos viajaban por esa gélida y tersa piel blanca. Amo cada detalle de ti, cada faceta tuya, incluso a ese ser temeroso que te habita de vez en cuando.
Acostada a tu lado observo tu sueño, vigilando tus expresiones de cerca. No había otra forma, solo una, eterna y sublime, para que tu y yo estuviéramos juntos.
Nadie podía entender esto, nadie
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