Autor:
yokana_yanovickFandom: Battlestar Galactica
Pairing: Adama/Roslin, Baltar/Roslin
Spoilers: 4ª Temporada
Tema: #16 - Insecto - 3ª Parte (
Tabla)
Contenidos: Unas cucharadas de Angst, una pizca de Romance y un toque de Sex.
Palabras: 4.876
Insecto
(3ª Parte)
A menudo una sensación,
a veces una realidad.
****
LAURA
-Usted está enamorada de mí, ¿verdad?
Abrió los ojos con dificultad. Los párpados le pesaban como si estuviesen hechos de granito.
-¿Qué? -contestó desconcertada a la voz que le hablaba.
Cottle apareció a su lado con una pequeña linterna en la mano para mirarle las pupilas.
-Como siga apareciendo por la enfermería sin que yo la avise comenzaré a pensar que le gusto.
Laura sonrió.
-Ha sufrido un colapso nervioso -dijo después de reconocerla-, así que lo que necesita es descansar, deje las emociones fuertes para otro momento y haga el favor de bajar el ritmo o me veré obligado a mantenerla aquí indefinidamente.
Asintió cansada y quiso llevarse la mano a la cara para frotarse los ojos pero algo se lo impidió. Buscó el motivo de su parálisis y vio la mano de Bill sujetar la suya con dulzura mientras que con la cabeza apoyada en el colchón dormía placidamente.
Estaba segura de que no había conseguido dormir en una cama desde su llegada a Galactica. Estudió su rostro intentando descifrar si se había caído rendido, o realmente se había quedado con ella.
Cottle pareció leer sus pensamientos.
-Ha pasado toda la noche a su lado -la informó con tranquilidad-. Él fue quién la encontró y la trajo hasta aquí. Y he de decir, que en aquel momento no supe qué hacer primero, si mirar sus constantes vitales o administrarle a él un calmante -dijo mientras hacía un ademán con la cabeza para señalarle.
Por primera vez en demasiados días, una sonrisa feliz apareció en su cara. Se deshizo de la mano que la sujetaba sólo para acariciar despacio el cabello canoso que dormía en su cama. Enterró los dedos entre los mechones de su pelo, adoraba hacerlo más de lo que podía expresar con palabras, y suspiró agradecida, satisfecha de tenerle a su lado.
Se giró a su izquierda para contestar a su médico, pero éste ya había desaparecido tras la cortina. Supuso que viendo como inevitablemente sus manos habían corrido a tocar al hombre que se había quedado con ella toda la noche, pensó que había querido ser prudente y darles algo de intimidad.
A pesar de mover su mano lentamente por la cabeza de Bill, le sintió comenzar a despertarse. Le vio levantar la cabeza del colchón despacio, aún con los ojos entrecerrados y girarse para mirarla.
-Hola -le saludó en un susurro sin poder evitar que la sonrisa permaneciera intacta en su cara.
-Hola -contestó en el mismo tono tratando de desperezarse completamente. -¿Cómo te encuentras?
-Mejor -"ahora que estás aquí" se contuvo de continuar.
-Me alegra oír eso -iba a tocar su mano pero le vio contenerse. Como si intentase recordarse que estaba enfadado con ella.
Suspiró.
-Bill, la noche que llegaste, Baltar y yo...
"Llamada para el Almirante Adama, le requieren en el CIC".
Los altavoces amortiguaron el final de su frase, aunque Bill ya había dejado de escucharla cuando mencionó el nombre de Baltar en voz alta.
-Tengo que irme -se levantó pesadamente de la silla pero antes de que pudiera irse lejos le agarró de la manga.
-¿Hasta la noche entonces? -no quiso parecer frágil ante sus ojos pero no sabía de que otra manera podía haber sonado cuando le hizo la pregunta con un hilo de voz.
No hubo contestación pero Bill asintió con la cabeza. Al menos aquello era mejor que nada.
***
GAIUS
Asomó la cabeza por la enfermería.
-Si busca a alguien con tacones y peluca está tras las cortinas de la tercera cama a la derecha. -El médico sujetó el cigarro entre los labios mientras rebuscaba algo en su mesa. -Tome -le tendió un sobre.
Lo había hecho. Lo cogió casi con miedo, pero antes de abrirlo espero ver la respuesta en los ojos del doctor Cottle.
El medico se quedó sin mediar palabra el tiempo suficiente para que sus nervios comenzaran a manifestarse. Alzó las cejas. -¿Y bien? -preguntó por fin.
-No sé como lo ha hecho, y no sé si quiero saberlo, pero debería ser usted quién le dé la buena nueva.
¿Había funcionado? Casi no salía de su asombro, una sonrisa sincera nació de la alegría que ahora corría por sus venas libremente.
-Gracias -se dio media vuelta y tuvo que hace acopio de todas sus fuerzas para no echar a correr, aún así caminó directo a la cama que le había indicado a grandes zancadas.
Cuando llegó a la desteñida cortina azul se detuvo para respirar profundamente y calmarse, la diferencia fue nimia y cuando vio que no iba a conseguir nada con sus inspiraciones, decidió aventurarse.
-¿Laura?
En ese momento la presidenta se levantaba de la cama mientras se alisaba los pantalones y la camisa. Levantó los ojos para mirarle y pudo notar como acto seguido comenzó a ponerse nerviosa.
-Doctor Baltar, ¿qué le trae por aquí? -le preguntó tratando de no mirarle.
Sonrió. La brecha de intimidad que habían abierto la noche anterior aún seguía sin cicatrizar, y por lo que veía, no era tan sólo por su parte.
-Un regalo -sin más dilación le tendió el sobre cerrado que tenía en las manos.
Laura le miró sin comprender.
-¿Qué es esto? -le preguntó con el ceño fruncido mientras lo cogía.
-Ábrelo -dijo sin poder ocultar la sonrisa que volvía a crecer en su cara por momentos.
Esperó pacientemente a que Laura sacara todos los papeles de su interior y leyera su contenido. Con gran satisfacción vio cómo su cara pasaba de la incomprensión, al asombro, y cuando le miró por fin, a la duda.
-Dime que es cierto -dijo alternando su mirada entre los papeles, que habían comenzado a temblarle en las manos, y él.
-Lo es -dijo sonriente.
Vio cómo se sentaba lentamente en la cama y echaba los informes médicos a un lado para llevarse las manos a la cara.
Se acercó a ella despacio y le toco el hombro con suavidad.
-¿Estás bien? -se inclinó apenas sobre ella y se dio cuenta de que estaba llorando.
Antes de que pudiera darse cuenta de nada Laura se había puesto en pie y le abrazaba. No dudó un instante en hacer exactamente lo mismo. Saboreó aquel momento como si fuese un regalo del cielo, acarició su espalda susurrando palabras tranquilizadoras para que se calmara. El suspiro cálido de su voz en el oído le pilló desprevenido desencadenando una serie de escalofríos a lo largo de su espina dorsal que no fue capaz de controlar. Un simple "gracias" fue suficiente para descolocarlo. Laura alejó su cabeza para mirarle con la sonrisa más hermosa que jamás había visto. -Gracias -la oyó repetir, y en el mismo momento en el que ella se inclinaba para besarle en la mejilla su cuerpo actuó por instinto y giró la cabeza para encontrar sus labios suaves. Tan sólo un segundo y fue como si el tiempo se detuviera entre ellos. Laura no se movió, pero él, él... necesitaba más. Sin pensarlo demasiado se inclinó de nuevo sobre ella para besarla mas lentamente, casi con mimo, como tantas veces había fantaseado en hacer. Los labios de la mujer que tenía entre los brazos reaccionaron levemente y eso le animó abriendo apenas su boca, acariciando su cintura, estrechándola contra él. Dios, su calor era abrumador, su cuerpo era tan frágil y se adaptaba tan bien a sus brazos que no pudo evitar suspirar cuando sus pechos rozaron su cuerpo y presionaron contra él.
Aquello era un sueño.
Pero como todo sueño, alguna vez debía terminar.
Las pequeñas manos de Laura empujaron su pecho despacio al tiempo que un "no" inaudible salía de sus labios. Aún con su cara lo suficientemente cerca como para sentir la calidez de sus palabras habló en un susurro.
-Lo siento... -murmuró, aunque en realidad no era cierto, no sentía en absoluto haberla besado, de hecho lo había deseado profundamente desde que la había conocido. Lo que realmente sentía era que ella no estuviese a su alcance.
-Yo también -una voz potente habló a tan solo unos metros de ellos.
Bill Adama les miraba fijamente con la mandíbula apretada desde el otro extremo de la pequeña habitación, justo al mismo tiempo que el calor desaparecía de entre sus brazos y Laura se alejaba de él tanto como pudo.
-¡Bill!, el doctor Baltar solo vino para...
-¿Besarte? -dio un par de pasos tranquilos, como si quisiese mantener a raya la ira que, estaba seguro, le recorría por momentos.
-¡No! Él solo...
-¿No me va a preguntar que es lo que siento, doctor Baltar? -la interrumpió y por primera vez rompió la mirada intensa que mantenía con Laura sólo para mirarle a él.
Tragó. Aquello no tenía pinta de ser nada bueno, pero aún así se aventuró a preguntar.
-¿Qué es lo que siente?
El puñetazo llegó sin previo aviso, le tiró en el suelo y le partió la nariz.
-¡BILL! -sintió el grito de Laura, sus manos cálidas sujetarle el cuello, pero sobre todo sintió el horrible dolor que le palpitaba en la cara sin llegar a enfocarlo del todo. Lo último que fue capaz de recordar antes de cerrar los ojos y desmayarse fue el sonido de una cortina al abrirse y ya, casi en la lejanía, la voz del doctor Cottle preguntando qué demonios estaba pasando allí.
***
LAURA
Sus tacones resonaban por los pasillos de Galactica haciendo retumbar las paredes, su cabeza y su humor. Acababa de dejar a Baltar sangrando por la nariz en las manos del doctor Cottle, y, tras asegurarse de que no había sido nada grave, salió en busca del hombre que había tumbado a Baltar antes de irse de la enfermería sin mediar palabra.
Golpeó la puerta de metal con fuerza.
No hubo respuesta.
Cerró su mano en un puño y volvió atizar la compuerta de la habitación con más insistencia.
Esta vez oyó unos pasos amortiguados y el sonido metálico del cerrojo abrirse para ella. La puerta se entreabrió lo justo para dejar ver una rendija de luz. La empujó despacio y entró en la habitación de Bill. Cerró la puerta tras ella y en unas cuantas zancadas se acercó al escritorio para verle sentado, con la mirada perdida, una botella en la mano y la chaqueta medio abierta.
-¿A qué demonios ha venido eso, Bill?
-A nada -contestó impertérrito-. No he debido de hacerlo -dio un trago a la botella-, ha sido una estupidez.
-Sí, desde luego que lo ha sido -cruzó los brazos sobre su pecho.
-Es tu vida, puedes hacer con ella lo que te venga en gana. -Se levantó pesadamente del asiento y camino hacia ella hasta quedar a pocos centímetros de su cara. -Pero no esperes que me convierta en Saul Tigh -alzó la botella hasta la altura de su hombro y la dejó caer en la papelera-, porque yo no quiero a una Ellen en mi vida.
La bofetada fue sonora. Tanto, que le dolió la mano después de azotarle.
-Cómo te atreves... -la ira comenzó a brotar en su pecho a tal velocidad que no fue capaz de controlarla.
-Tan solo hablo de lo que he visto, y ya no digamos de lo que no he visto...
El segundo bofetón fue incluso más fuerte y más sentido que el primero. Por aquel entonces la cara de Bill estaba roja y su mano tremendamente dolorida, pero no le importaba, no le importaba nada, tan sólo quería descargar su frustración, contestar a sus insultos y hacerle sentir como se sentía ella en aquel preciso instante, con una fractura emocional.
-¡¡No he hecho nada!! -le gritó.
-¿¿Nada?? -contestó furioso dando un paso hacia ella e invadiendo su espacio personal. -¡No fue eso lo que vi cuando llegue de la expedición! -dio otro paso obligándola a retroceder-, ¡¡no fue eso lo que acabo de ver en la enfermería!! -avanzó de nuevo hacia ella hasta arrinconarla contra la pared-. ¿Qué es lo que tengo que pensar? ¡Dígame! ¿Que ha estado suspirando por mi regreso durante dos semanas, ¡cuando lo primero que veo al llegar es al maldito Gaius Baltar acariciándole los pechos!?
-¿¿Eso es lo único que te molesta?? ¿¿Que tenga sexo con otro hombre?? ¡¡Desde que llegamos a este maldito planeta no te has dado cuenta ni una vez del pozo en el que me he estado hundiendo!!
-¿¿Y ese es un motivo para meterse en sus pantalones?? -bramó.
Descargó su frustración a puños cerrados sobre el pecho que la tenía arrinconada contra la pared del cuarto.
-¿¿Con qué derecho te crees para juzgarme?? ¡¡Con quién folle es asunto mío!! ¡¡Y más cuando tú no eres capaz de hacerlo!! -había ido demasiado lejos, y lo sabía. La corroboración llegó en los ojos de Bill. Pudo ver su furia acumulándose en ellos a cada segundo que pasaba pero le dio igual, estaba fuera de sí, quería herirle, quería hacerle daño, tan profundamente como él se lo estaba haciendo a ella.
Sus puños siguieron golpeándole hasta que en un movimiento rápido Bill la cogió por las muñecas para que se estuviera quieta, aún así peleó por deshacerse de él, obviamente sin éxito. Terminó con las muñecas a cada lado de la cabeza y al hombre que tenía enfrente acercándose a ella con tal mirada de odio que volvió a tener ganas de abofetearlo.
-¿Y eso es lo único que te interesa a ti, Laura? -le habló tan cerca de su boca que pudo notar su cálido aliento a alcohol quemarle los sentidos. -¿Que te follen? -terminó en un susurró cortante y frío que la hizo estremecer al tiempo que se acercaba a ella, casi pegando su cuerpo al suyo. Creyó notar su excitación en la entre pierna pero no pudo asegurarlo, el roce contra su cuerpo había sido tan sólo un segundo.
-Que te jodan, Bill -siseó.
La boca de Bill se estrelló contra la suya con tal fuerza que si se hubiera llegado a dar contra la pared hubiese perdido el sentido. Aún manteniéndola sujeta frotó su cuerpo contra el de ella. Y sus apreciaciones no fueron falsas cuando efectivamente su erección se clavó en su cadera. Intentó deshacerse por segunda vez de las férreas pinzas en las que se habían convertido sus manos, forcejeó y tras unos instantes debatiéndose en el aire, la dejó ir tan solo para agarrar con fuerza su trasero para conseguir que sus caderas se juntasen lo máximo posible. Jadeó ante la sorpresa, jadeo de excitación, de rabia, de frustración.
Con sus manos libres trató de empujarle por los hombros, o eso fue lo que había pensado hacer antes de que actuaran por cuenta propia y terminaran aferrando las solapas de su uniforme para evitar que se alejara de ella. Quería más. Maldita sea, quería mucho más. Abrió las piernas y le permitió que se colara entre ellas. Con su rodillas como firme sujeción le sintió empujar hacia arriba para que notara su dureza justo donde lo necesitaba. Gimió.
La mano izquierda de Bill voló hasta su chaqueta y casi desgarró los botones, buscó su blusa para hacer exactamente lo mismo, llegó a su sujetador tan sólo para echarlo a un lado, para amasar su pecho izquierdo posesivamente. Dejó de besarla hambriento para morder su hombro, succionar su cuello. Sin embargo su cuerpo se quedo rígido de repente y dejó de moverse sobre ella para susurrarle con las palabras más heladas y llenas de ira que le había oído pronunciar jamás: "¿Esto es lo que te gusta que te haga Gaius Baltar?"
Hijo de puta.
Le empujó lejos de ella con todas sus fuerzas.
Le vio trastabillar sin oponer resistencia. Y cuando consiguió recuperar el equilibrio se quedó allí, de pie, mirándola arreglarse la camisa, odiándola.
-Fuera de mi cuarto -dijo impertérrito aún con la erección marcándose en sus pantalones.
No tuvo que decírselo dos veces.
***
LAURA
Llegó a su habitación hecha una furia, con la ira saliendo por cada poro de su piel. Tenía ganas de gritar, de golpear las paredes, estaba fuera de sí, estaba frustrada tanto emocionalmente como físicamente.
Aún intentaba procesar toda la información, cada parte de conversación, cada mirada, cada gesto. Dio vueltas por el cuarto como un tigre enjaulado y cuando su malhumor culminó en su punto máximo dio un grito y tiró la silla de un manotazo. Una punzada de dolor atravesó su muñeca de parte a parte, pero no le importó, no le importaba nada, tan sólo quería hacerse daño, hacerle daño a él. Hubiese vuelto a la habitación para continuar la batalla si no fuera porque su orgullo se lo impedía.
¿Realmente pensaba que se estaba tirando a Gaius Baltar?
Casi tuvo ganas de reír sino fuese porque entre sus piernas aún latía el fantasma de lo que pudo haber sido si Bill no hubiese detenido sus acometidas. Aquello la malhumoró hasta el extremo, porque a pesar de todo le deseaba. Deseaba hasta el más mínimo detalle de lo que había ocurrido en su habitación, a pesar de sus insultos, a pesar de su rudeza, a pesar de que no debería ser así como debía ocurrir.
Maldito.
El hecho de necesitarle hizo que volviera a perder el control, cogió lo primero que estuvo a su alcance sobre la mesa y lo estampó contra la pared más cercana. Vio los cristales esparcirse por la moqueta de su cuarto mientras se dejaba caer sobre la incómoda silla de madera.
Sollozó, gritó, lloró, dio un par de golpes violentos sobre la mesa que hicieron que su muñeca volviera a resentirse tan sólo para aliviar la rabia que había comenzado a quemarle en la garganta y, finalmente, tomó una decisión.
Nunca había sido una mujer a la que le hubiesen gustado las represalias, pero en aquella situación su cuerpo clamaba, suplicaba venganza.
Y por primera vez, quiso escuchar la voz maliciosa que le susurraba al oído.
***
Entró con paso seguro a la enfermería.
-¿Doctor Cottle?
Vio al médico asomarse por una de las cortinas de la derecha mientras se secaba las manos.
-Tenía entendido que los Presidentes eran personas muy ocupadas.
Hizo una mueca. No tenía el cuerpo para bromas, ni si quiera para las de Jack.
-Necesito que me haga un favor.
-Usted dirá -dijo mientras buscaba un cigarrillo en los bolsillos de su bata.
-Antes he dejado mis pruebas sobre la cama en la que estaba atendiendo al doctor Baltar, me gustaría recuperarlas y que sus resultados queden bajo la más estricta confidencialidad. -Le vio asentir sin mayor entusiasmo mientras encendía el mechero -Ni siquiera el Almirante Adama debe saberlo. -Fue entonces cuando el médico alzó las cejas y le prestó toda su atención.
Jack esperó pacientemente a una explicación que no llegó. -¿Es una orden?
-¿Debería? -contestó con frialdad.
-Creo recordar que ha pasado la mayor parte de sus tratamientos con usted, señora. ¿No cree que le extrañará que de buenas a primeras se detengan?
-Ahora el Almirante está demasiado ocupado en otros asuntos y no creo que eso sea un problema -dijo tratando de no darle mayor importancia.
-¿Usted cree? -le contestó su médico sarcásticamente.
Laura cruzó sus brazos sobre el pecho.
-¿Y qué he de hacer en caso de que se equivoque, señora? -volvió a replicarle.
Estaba comenzando a impacientarse.
-Invéntese cualquier excusa. Hágalo como quiera, pero no quiero que se sepa -contestó con agresividad.
Jack no contestó inmediatamente, le dio una calada a su cigarro mientras la observaba, y Laura sintió crisparse de nuevo todos sus nervios. Estaba a punto de gritarle qué parte de su petición no había entendido cuando habló.
-Muy bien, señora Presidenta, si hace el favor de esperar aquí, iré a por sus resultados.
No necesitaba que nadie más supiera el estado de su relación actual con Bill. Pero no iba a conseguir información sobre su cáncer por otra persona que no fuera ella. Si quería saber algo sobre su salud ya sabía a dónde debía acudir. Mientras tanto, iba a castigarle por no haberla dejado explicarse en su momento.
Cottle apareció de nuevo con un sobre blanco en la mano.
-Aquí tiene.
Cogió el sobre con cuidado y estaba a punto de darse media vuelta cuando volvió a escuchar la voz de su médico.
-¿Qué es esto?
Una punzada de dolor le recorrió el antebrazo cuando Cottle la cogió por su muñeca malherida. Un quejido involuntario murió en sus labios cuando Jack remangó su chaqueta para observar la hinchazón que, no se había dado cuenta, se había convertido en un bulto notable con un ligero color amarillento.
-¿Se puede saber que diablos ha hecho? -le habló malhumorado.
-Me he dado un golpe -respondió ella tajante.
-¿Contra algo de aproximadamente metro ochenta e insignia de Almirante? -bufó su médico.
Laura le lanzó una mirada de advertencia.
-¿Ahora que milagrosamente ha superado un cáncer por segunda vez está probando otras maneras de maltratar su cuerpo? ¿Acaso no ha tenido suficiente? -la regañó.
-He tenido más que suficiente, gracias -dio un tirón y se soltó de la mano que la sujetaba. -Si me disculpa -comenzó a caminar hasta la puerta cuando volvió a escuchar la voz de Cottle.
-Al menos déjeme bajarle la hinchazón.
Suspiró.
Se quedó quieta mientras Jack aplicaba hielo sobre su muñeca para bajar el doloroso bulto. Quiso llorar cuando con una increíble suavidad Cottle manejó su mano con cuidado. Se dio cuenta de que aquellas últimas semanas había visto más a su médico, la había tocado más su médico, se había preocupado más él por ella que Bill Adama.
***
LAURA
Aquello era una estupidez. Bill no iba a enterarse por aquellos medios, pero aún así...
Levantó la mano y titubeó antes de picar a la compuerta. Estaba a punto de darse media vuelta para volver por donde había venido cuando la puerta se abrió.
Una mujer joven se quedó mirándola con los ojos abiertos de par en par.
-Vengo a hablar con Gaius Baltar -dijo con calma.
-Pase -hizo un ademán para que la siguiera después de sellar la puerta de seguridad y la condujo por el medio de una enorme sala llena de personas de todas las edades. La sala estaba decorada como si fuera un gran santuario y en el medio un pedestal lleno de afrentas a la foto de un hombre. Gaius Baltar. No pudo evitar el pensamiento de que aquellas mujeres no estaban en sus cabales, pero ciertamente ella no era quién para juzgarlas. En un momento de debilidad ella también había creído en Gaius Baltar.
La mujer se detuvo delante de unas cortinas que daban a otra habitación más apartada.
-Ha pasado la noche compartiendo su sabiduría con nosotras, expiando nuestros pecados. Es posible que duerma.
Compartiendo "sabiduría", expiando pecados. Sí, no le cabía ninguna duda de que debía estar agotado.
-Gracias -la despidió con una falsa sonrisa.
Apartó la cortina con cuidado y asomó la cabeza. Tuvo que esperar unos segundos a que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad que reinaba en la estancia.
-¿Doctor Baltar? -le llamó.
No hubo contestación.
Entró en la habitación despacio, procurando no hacer demasiado ruido con sus tacones. Una enorme cama era básicamente el único mueble del cuarto. Se acercó despacio y pudo ver el pecho desnudo de Gaius sobre el colchón, la sábana enredada en su cadera y el pelo desordenado y revuelto sobre la frente.
Sse sentó en el borde de la cama con cuidado y acercó su mano derecha hasta su hombro para zarandearlo despacio.
-Doctor Baltar.
Éste gimió sin llegar a despertarse.
Volvió a probar suerte pero con un movimiento más insistente y Baltar comenzó a despertar. Se desperezó, se estiró y cuando la vio sentada a su lado, Laura tuvo que contener una carcajada al verle saltar como un resorte, sentarse en la cama y tratar de taparse con las mantas.
-¿Señora Presidenta? -la miró desconcertado-. ¿Qué hace aquí?
-Necesitaba verle -dijo sin más.
-Nunca pensé que escucharía esas palabras de su boca -admitió haciendo una mueca.
Laura sonrió, y Baltar se inclinó ligeramente hacia ella para hablarle despacio.
-¿Ha ocurrido algo? ¿Se encuentra bien? -si no le conociera, Laura hubiese dicho que parecía incluso preocupado.
Un sentimiento cálido la azoró de repente. Al igual que el día que posó su mano sobre su cuerpo desnudo, sintió una especie de conexión invisible. Ese pensamiento la estremeció y la hizo titubear. Sacudió su cabeza para apartar aquellas imágenes de su mente.
-No se preocupe, me encuentro perfectamente. Y de eso precisamente he venido a hablarle.
Vio a Gaius apoyarse en la cabecera de su cama como si le hubiese dado una noticia tranquilizadora. ¿Era posible que hubiese cambiado al fin y al cabo? Volvió a concentrarse en el tema que la ocupaba y carraspeó antes de que pudiese adivinar sus pensamientos.
-Me gustaría que los resultados de mi análisis fueran confidenciales -dijo tranquilamente.
-Cottle conoce esos resultados -le contestó.
-Cottle no será un problema -respondió a su vez.
-Bien -le habló con tono suave y una expresión totalmente relajada en la cara-, yo tampoco.
Le escrutó durante unos segundos. Parecía sincero. Y antes de que la duda asolara su cabeza, como era la norma aquellos días, le creyó.
Durante un momento no supo que hacer y se quedó allí mirándole en silencio. De repente se sintió absurda y comenzó a despedirse.
-Bien...
-Es Adama quién no lo sabe -la miró. No era una pregunta.
No contestó.
-Siento lo de tu nariz -dijo sin mirarle.
-Laura... -por el rabillo del ojo vio como se inclinaba de nuevo hacia ella. Un dolor ya conocido le atravesó el brazo de nuevo cuando las yemas de Gaius la tocaron. No hizo ningún sonido pero aún así el dolor se reflejó en su cara.
-¿Pero qué...? -Baltar cogió con delicadeza su mano para examinarla.
No se resistió, estaba demasiado cansada.
-¿Lo ha hecho él? -le preguntó, y por primera vez su voz sonó contundente, exigente.
Levantó la cabeza sorprendida, tanto por la entonación como por la pregunta. Pensó en la respuesta. No, no había sido él y sin embargo, sí había sido el responsable. Algo debió vislumbrar Gaius en sus ojos que le enfureció, y sin poder evitarlo se sintió halagada.
-Laura, no puedes permitir algo así.
Que más quisiera ella que poder evitarlo.
Sintió las manos de Baltar sujetarla por los brazos con cuidado pero aún así firmemente para obligarla a que le mirase.
-Laura. Esto es serio.
Le miró a los ojos, vio miedo, vio preocupación, incluso podría haber dicho que cariño, y no pudo evitar echarse a llorar. Se inclinó para ocultar sus lágrimas y antes de darse cuenta tenía la frente apoyada en el hombro de Baltar.
Los brazos de Gaius la rodearon, la inundaron de calor cuando se ciñeron a su espalda, a su cintura. Un susurro tranquilizador que no fue capaz de comprender vibró en su oído izquierdo.
Admitió, por primera vez, que se sentía necesitada, necesitada hasta un punto extremo. Necesitada hasta el hecho de romperse delante del hombre al que más había odiado de toda la flota. Y sin embargo..., era agradable recibir su consuelo.
Cuando sus ojos estuvieron lo suficientemente secos como para no ver borroso, levantó la frente para mirarle. En un movimiento lento rozó su mejilla contra la suya propia y como un acto reflejo Gaius la miró, sus labios rozaron su boca por un segundo, y al siguiente le ofrecía un beso suave, sin pretensiones. Volvió a su posición a apenas unos centímetro de ella y esperó su reacción. Una que no tardó en llegar.
Antes de pensarlo dos veces era ella quien se inclinaba sobre el pecho desnudo de Baltar y le besaba. Le besó con cuidado, le besó despacio, con ansia, con desesperación, y antes de que se pudiera dar cuenta su espalda estaba apoyada sobre el colchón.
La boca de Gaius viajó de sus labios a su cuello, besándola tiernamente, acariciando la piel que llevaba al descubierto con extremo cuidado, se dejó envolver por aquella sensación, por el calor, por el deseo, la frustración. Enterró la mano en su pelo y cuando inconscientemente, y por puro instinto, abrió sus piernas y Baltar se coló entre ellas, sintió su cuerpo paralizarse. Las imágenes de Bill embistiendo contra ella en la pared de su habitación se sucedieron una tras otra, y como un acto reflejo, sintió todo su cuerpo rechazar al hombre que estaba sobre ella intentando hacerle el amor.
No.
No podía.
-No... -sollozó, casi suplicó. Empujó el pecho de Gaius con unas energías que no tenía.
No se dio cuenta de que había comenzado a llorar de nuevo.
Era egoísta, débil y se asqueaba de ello.
No necesitó decir más cuando Baltar consiguió encontrar sus ojos, se apartó sin decir palabra. Y cuando una sonrisa apareció en su cara para darle a entender que todo estaba bien se sintió aún más humillada.
Necesitaba huir de allí, la vergüenza que sentía estaba a punto de estallar en sus venas y ya se había roto demasiadas veces a lo largo de veinticuatro horas.
-Laura, necesitas calmarte y ver las cosas con perspectiva -le oyó explicarle en un susurro.
Se levantó de la cama sin mirarle y se colocó la ropa antes de dirigirse hacia la puerta.
-De nada te servirá huir hacia adelante... -fueron las últimas palabras que le escuchó decir antes de salir de la habitación.
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