(no subject)

Aug 15, 2011 05:06

 

Los médicos preferirían que se quedase unos días más en observación, pero Charles puede llegar a ser muy convincente, y consigue el alta en cuanto despierta, a pesar de todas las recomendaciones. Odia los hospitales. Puede oír al médico frente a la cama de al lado preguntarse cómo decirle a su paciente que se muere. Cada grito mudo de horror aferrándose a la vida, cada súplica inútil a Dios para que sus familiares se recuperen, resuenan en su cabeza aunque intente silenciarlos. El resto del mundo ve a los pacientes en coma como si durmieran; él puede oír su desesperación, encerrados en un cuerpo que no responde. Definitivamente, cuanto antes salga de allí mejor.

Sus alumnos y Moira le están esperando junto a la puerta, con globos y flores y la silla que les encargó. Sonríen cuando le ven llegar, empujado por la enfermera, pero Charles puede ver que no están realmente felices. Igual que él. Supone que en el fondo, una pequeña parte de él siempre esperó que ellos también estuvieran.

Pero se han ido, han tomado caminos distintos, y ahora él debe seguir con el suyo. Olvidarse de lo que pudo haber sido y centrarse en el futuro, en su escuela y en los jóvenes mutantes a los que enseñará. Sumirse en la autocompasión nunca ha sido lo suyo, así que durante el trayecto en coche charla animadamente con lo que queda de la patrulla sobre sus planes de reformas en la casa, hasta que todos dejan de pensar en los que faltan.

Al menos hasta que llegan a la mansión y ellos están esperando en la entrada.

Sólo han venido Erik y Raven, así que Charles supone que no se quedarán mucho tiempo. Los demás deben estar esperándoles en algún otro sitio.

Hank le ayuda a bajar del coche y le levanta con facilidad para colocarle sobre su silla nueva, y Charles agradece que su enorme cuerpo le tape por completo cuando lo hace, para que Erik no le vea en esa situación. No necesita leerle la mente para saber que se culpa por ello.

-Así que una silla de plástico, ¿eh? -es lo primero que dice Erik al verle, echándose a reír -Bueno, no es que pueda quejarme -añade dando golpecitos a su casco con dos dedos.

-Me alegro de veros chicos, no os esperaba -Charles no aparta los ojos de Erik. Raven sopesa si ofenderse, pero finalmente decide que no vale la pena. Erik tampoco aparta la vista de él y permanecen así durante unos eternos instantes, sin decir nada más, mirándose intensamente hasta que los demás se sienten incómodos y tienen que mirar hacia otro lado y ponerse a hablar entre ellos.

Finalmente Erik rompe el contacto visual para volverse hacia Mística.

-Vete a jugar con los otros niños cielo, los papis tienen que hablar - ella rueda los ojos y va a saludar a los demás, mientras Charles hace avanzar su silla hasta el pie de las escaleras, donde Erik le espera. Pero al llegar allí se da cuenta de algo en lo que no había pensado hasta entonces -. Bueno, dime genio, ¿tu silla vuela o algo?

Charles se cruza de brazos y le mira entrecerrando los ojos con fastidio.

-Si la silla fuera de metal esto sería mucho más fácil, pero no, tenías que ser así de desconfiado -refunfuña Erik mientras se acerca a él y le rodea con los brazos.

-¿Qué estás haciendo? -la pregunta queda respondida cuando de pronto se encuentra levantado en vilo, con un brazo bajo sus hombros y el otro supone que en algún lugar de sus piernas - Erik, bájame ahora mismo - ordena intentando que su voz no suene más aguda de lo normal-. Dios, esto es patético, me estás humillando delante de mis alumnos -se remueve en sus brazos y trata de empujarle un poco hacia atrás, sin éxito.

-Tranquilo, no te dejaré caer -la sonrisa de Erik aumenta y le atrae más contra su pecho mientras comienza a subir las escaleras que llevan a la entrada de la casa.

Finalmente Charles se resigna y esconde la cara en el hueco de su cuello para no mirar al suelo, que se bambolea con cada paso. Nota por la disminución de la luz que han entrado en la casa, y después comienzan a subir más escaleras, que llevan hasta su cuarto.

-Ya que me tienes así de indefenso -murmura contra su cuello sin muchas esperanzas- podrías quitarte el casco, para que estemos en igualdad de condiciones.

-No puedo hacer eso -contesta con tono de disculpa. Por fin llegan al dormitorio que ellos ocuparon mientras entrenaban a los chicos -. ¿Dónde quieres que te deje?

-En el escritorio está bien- Erik obedece y le deposita con mucho cuidado sobre la silla del escritorio, como si fuera de cristal. Charles se niega a mirar en rededor. Demasiados recuerdos.

Permanecen en silencio unos instantes, sin saber muy bien cómo actuar frente a la nueva situación.

-Escucha, yo… creo que ya te lo dije, pero realmente lo sien-

-No te disculpes -Charles niega con la cabeza-. Por favor. Fue sólo un accidente. Pasan cosas así todos los días.

Sabe que Erik quiere seguir con ello, pero debe comprender que no es un buen tema, porque se calla y se limita a mirarle como si quisiera transmitirle de esa forma lo mucho que lo siente, lo injusto que le parece, y todo lo demás.

Por favor, Erik. Lo está pidiendo con tanta fuerza que siente que podría oírle incluso a través del casco. Se da cuenta de pronto de que nunca más podrá volver a comenzar él un beso, siempre tendrá que esperar a que se le acerquen, quieto en una estúpida silla.

Por fin Erik parece escucharle. Se agacha junto a él y toma su cara entre las manos para besarle con fuerza, los ojos cerrados, tan cerca y tan impulsivo que su nariz se aprieta contra la suya y ni siquiera importa, porque han pasado dos semanas sin verse y sus labios saben como volver a estar en casa. Se sienta sobre él, apoyando las rodillas a cada lado de sus piernas, sin soltar aún su rostro como si no quisiera dejarle ir. Yo no soy el que va a ir a ningún lado, piensa Charles, mientras vuelca toda su frustración y desesperación por no poder retenerle junto a él en aquel beso que comienza a parecer una lucha.

El casco termina en algún lugar del suelo de la habitación y ninguno de los dos se da cuenta, hasta que Charles le escucha. Ven conmigo, le pide. Le muerde el labio. Ellos no merecen que estés de su lado. Charles contesta en su cabeza, sabes que no puedo, entierra las manos en su pelo, quédate tú conmigo. Si esto es lo que merezco, no me lo quites, Erik.

Se resisten a separarse. Saben que es el momento, que cuanto más lo alarguen más dolerá luego. Tengo que irme, Charles. Ve en su mente sus planes, expuestos sin cuidado, como si esperase que él fuera a detenerle, pero ni siquiera les presta atención. Sólo sabe que son en algún lugar muy lejos de allí y que cuando regrese, no va a volver con él.

No puede mirarle a los ojos y ver de nuevo sus disculpas en ellos. Intenta no suplicar, se traga el nudo que le atenaza la garganta y se traga también las lágrimas porque lo único que puede hacer en ese momento es seguir besándole. Pero ahora su boca sabe a despedida y las lágrimas le saben amargas y todo se reduce a mantenerle allí con él, se aferra de su pelo, tirando sin importarle si le hace daño, porque joder, daño el que le está haciendo a él con sus estúpidos planes de dominar el mundo y dejarle atrás.

Pero nota en su mente su deseo de apartarse y de pronto se le escapa toda la fuerza de las manos, las deja resbalar por su pelo y caen sobre su espalda, sin aferrarle ya. Erik le abandona, primero sus labios, una mano todavía apoyada en su mejilla. Siento que todo haya salido tan mal, suspira y besa su frente. Tú y yo nos merecíamos una oportunidad.

Se levanta, recoge su casco y camina hasta la puerta. Charles se muerde los labios. No le va a suplicar. Se vuelve a mirarle una última vez desde la puerta, con los ojos húmedos y una sonrisa amarga.

-Adiós.

La puerta se cierra tras él.

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