Fic: The Heaven's Race [Supernatural RPS] Segunda parte.

Aug 25, 2010 02:14


Pues va la segunda parte.




Instalaciones del Vigésimo Cuarto Escuadrón Aéreo
Cuartel General Base Aérea Lackland,
San Antonio, Texas. Viernes, 0750 horas.

Después de ir por Nixon a su casa, por insistencia de Padaleki, al llegar al estacionamiento de la Base, los tres militares se bajaron del vehículo y se dirigieron hacia el edificio principal.

Caminaron hasta la salida posterior, que llevaba a las instalaciones aéreas de entrenamiento y monitoreo de vuelos, observando el creciente movimiento en el lugar, tanto de instructores de alto rango, como de oficiales que conformaban los grupos de entrenamiento, de muy variados niveles en la jerarquía militar.

Varias veces saludaron a hombres vestidos en sendos uniformes llenos de condecoraciones, siendo motivo de miradas curiosas. Sin embargo, algunos los llegaron a reconocer, y al devolverles el saludo, hacían un breve gesto de aprobación. Eso hizo que Jensen se sintiera caminando en las nubes.

Nixon continuaba hablando hasta por los codos con Jared, señalando las maravillas tecnológicas que poseían los F-117. Por el contrario, Jensen veía con más interés los prototipos de un avión más pequeño que desembarcaban en uno de los hangares cercanos.

-¿Qué aviones son esos, Nixon? -preguntó al fin, llamando la atención de los otros dos.

-Uh, no lo sé. Dicen que serán los reemplazos de los aviones de combate, pero me parecen demasiado pequeños y frágiles.

Forzando un poco la vista, Jared alcanzó a ver la leyenda de una de las cajas en las que llevaban algunas piezas de los aviones.

-Lockheed… ¿Qué no son los F-35?

-La verdad, no sé. Hay rumores, pero nada oficial -comentó Nixon, encogiéndose de hombros mientras continuaban. Mas a los pocos pasos, se detuvo y jaló a su amigo por un brazo-. ¡Mira, ése es el general Pellegrino! ¡Mi instructor!

Los otros dos trataron de ubicar a quien señalaba de entre un grupo de oficiales. Descubrieron entonces a uno que volteó hacia donde estaban, e hizo una seña a Nixon al reconocerlo, decidiendo casi enseguida ir hacia ellos.

Aunque a Jensen la actitud del instructor se le hizo de lo más sospechosa, permaneció sin inmutarse, pero los otros dos no pudieron ocultar la emoción de verlo dirigirse a donde se encontraban, observándolos.

En forma por demás exagerada, Nixon saludó a su superior cuando éste llegó a pocos pasos. Jared prácticamente imitó a su amigo, aunque la enorme sonrisa que pintaba en su rostro no desapareció. Jensen sólo saludó por protocolo.

El instructor Pellegrino devolvió el saludo con movimientos gráciles, fijando sus ojos claros en el rostro de los dos desconocidos. Entonces sonrió, haciendo con esto que los dos jóvenes se relajaran del saludo protocolario.

-Descansen, señores -acto seguido, extendió su mano derecha, en un claro gesto de presentación-. Soy el general Mark Pellegrino, instructor en los F-117.

-Teniente Jared Padaleki, señor -se adelantó Jared, alcanzando la mano ante él en un efusivo saludo-. He escuchado muchos comentarios acerca de usted.

-¡Capitán Jensen Ackles, señor! -saludó a su vez, casi obligando a Pellegrino a soltar la mano de Jared, que aún sostenía sin mucho disimulo. Sintió que los celos, acompañados de una muy queda y latente rabia, empezaban a tocar a su puerta.

El superior lo observó, cambiando su expresión por una divertida. Eso lo hizo bajarse un poco los humos. No quería ser tan obvio ante un posible -¡muy posible, por cierto!- rival.

-¿Ackles? Creo que he escuchado de usted -el aludido sólo sonrió en forma tensa, volviendo a una seriedad que sorprendió hasta a Jared. El general entonces volvió su atención a los otros dos muchachos, dispuesto a seguir impresionándolos-. Tú eres uno de mis alumnos. Pero a ti no te había visto.

-Ehr… bueno. Planeo inscribirme a los entrenamientos para la licencia de piloto de los F-18, aunque Nixon me ha comentado también que hay plazas para los Night Hawks.

Pellegrino sonrió de forma depredadora al escucharlo. Y esa expresión disparó todas las alertas en la cabeza de Jensen. Fue como si estuviese viendo a un enorme y acaparador gato que había encontrado a un larguirucho y hormonado pajarillo, emocionado por haber sido descubierto por semejante…

-Tenemos plazas, por supuesto. Sólo sería cuestión de que llenes los papeles de requisitos, nos entregues un pequeño formulario, y desde el lunes de la siguiente semana, ya estarías en alguno de los grupos de entrenamiento.

-Señor, tengo entendido que no puede aspirar a uno de los cazas de mayores sistemas de navegación, vuelo y armamento si primero no tiene licencia de piloto -intervino Jensen, tratando de interrumpir el peligroso coqueteo que estaban llevando, delante de su cara-. Debe primero completar su entrenamiento en los F-18

Pellegrino sonrió, sin apartar su mirada de la de Jared.

-¿Aún no tienes licencia? Bueno, eso no sería problema. Yo puedo arreglar que te la entreguen, dentro del mismo entrenamiento de los F-117.

Jensen iba a replicar, ante la admiración de Jared y la adoración de Derek hacia ese, a todas luces, malintencionado instructor, cuando otro de los oficiales llegó hasta ellos, llamando a Pellegrino para continuar con la revisión de las naves recibidas.

-¡Mark, nos faltan piezas por contar!

-Voy en un momento. -El coronel se despidió entonces, dirigiéndole a Jensen una mirada entre retadora y sarcástica, y a los otros dos, una enorme sonrisa marca “Conquistador”-. Bien, como verán, tengo bastantes ocupaciones por cumplir. Padaleki, si te decides, estaremos esperándote para la siguiente semana. Un placer conocerlos, señores, con permiso. Nixon, te veo en el hangar.

Al quedar solos, Jensen se percató de que sus acompañantes estaban prácticamente, alucinados. Derek estaba a punto de derretirse de la emoción, y Jared de pronto se había convertido en una máquina parlanchina

Bufó irritado, sujetando a Jared por un brazo para arrastrarlo hacia el edificio en donde debían conseguir los formatos para el entrenamiento. Derek no tuvo más remedio que seguirlos, suspirando cada vez que recordaba el episodio.

El resto del día que permanecieron ahí, Jensen tuvo que soportar la redundante conversación que ambos amigos desplegaban alrededor del instructor cada vez que se veían, ya que, como lo había mencionado Nixon, los entrenamientos eran relajados, y tenían algunos minutos de descanso entre materias y prácticas.



De regreso a la casa Padaleki, ellos dos solos, Jared continuaba hablando acerca de lo maravilloso que podría ser Pellegrino. Hasta que Jensen se hartó. Deteniéndose a varias manzanas de la casa, lo enfrentó.

-¡Bueno, ya es suficiente, Jared! Yo también conocí al tipo, y créeme, no es la quincuagésima maravilla. Deja de elogiarlo tanto.

Jared lo observó con el ceño arrugado.

-Jensen, no me grites. No quiero que me armes otra escenita de celos por alguien que acabamos de conocer.

Enfadado y frustrado, Ackles suspiró, tallándose un poco el rostro.

-Lo siento, pero no pude evitarlo. Tengo el hígado lleno de piedritas por estar escuchando todo el día el nombre de ese instructor.

Jared cambió entonces su expresión.

-No fue todo el día… ¿o si? No me di cuenta…

-Está bien, olvídalo -puso el auto en marcha nuevamente, tranquilizándose-. ¿Puedo invitarte a cenar?

Eso logró arrancarle a Jared una de sus enormes e infantiles sonrisas que tanto le agradaban.

-¡Oh, si! ¡Pensé que no me lo pedirías! ¿Se te antoja un súper bistec con tocino de Omaha’s Steak? ¡Yo podría comerme cinco!

Jensen sonrió también, poniendo las luces direccionales, decidido a pasar esa velada en compañía sólo de su novio. Y por supuesto, no llegarían a casa Padaleki hasta la mañana siguiente. Se lo merecían, después de todo.

El fin de semana transcurrió con bastante rapidez, dando lugar al día en el que debían despedirse, puesto que Jensen debía irse a Houston. Y un día después, Jared iniciaría con todo el procedimiento para obtener la licencia como piloto de los F-18.

Jensen sabía que el entrenamiento para su novio no sería muy arduo, pues confiaba en la inteligencia y la entrega que mostraba cuando algo en verdad tenía interés para él. Y como el interés del menor era precisamente cumplir con el interés de Jensen en que se convirtiera en un experimentado y excelente piloto, esa sería su meta inmediata.

Así que, el domingo en la tarde, con las maletas en el auto y el corazón hecho un puño, se despidió del alto muchacho, con la promesa de volver en cuanto tuviera el primer tiempo libre.

Jared lo vio irse conteniendo su emoción en un enorme puchero. Era la primera vez en varios meses que estarían separados por bastante tiempo. Claro que esto no se comparaba a lo que habían vivido en Irak, y tenían la facilidad de llamarse todos los días por teléfono, pero era difícil acostumbrarse a dormir solo nuevamente.

Al entrar a la casa, Sherry Padaleki abrazó a su hijo, entendiendo ese sentimiento de soledad.

Centro Espacial Lyndon B. Johnson
Houston, Texas.
Lunes, 1422 horas.

Pulcramente vestido en su uniforme de gala, con sus insignias colocadas y la característica gorra oficial en la mano, Jensen tuvo que esperar a que el coronel de la base se desocupara de todos los asuntos urgentes que se interpusieron, para poder presentarse como recomendado del coronel Morgan, dentro del programa de pruebas del F-18 SRA (Systems Research Aircraft), modificado para vuelos de investigación avanzada, así como de distintos aparatos de manejo sumamente sensibles en vuelos supersónicos.

La secretaria del Coronel Jim Beaver, gran amigo de Morgan, le indicó que podía pasar al enorme y lujoso privado. Así que, llenándose de valor, entró por donde le indicaba la joven. Tocó de manera discreta un par de veces, y abrió la puerta lacada al escuchar la invitación de que podía pasar. Entonces, se encontró que el oficial al que buscaba se hallaba con otros dos hombres, con quienes hablaba del siguiente programa de entrenamiento espacial.

-¿Coronell Beaver?

-Tú debes ser el capitán Ackles -dijo a manera de saludo el oficial, haciendo una seña para que se acercara. Jensen entró al privado y caminó hacia ellos, sintiendo como si llevara una nube de mosquillas en el estómago debido a la ansiedad y los nervios.

-Señor, capitán Jensen Ackles reportándose, señor.

Los cuatro hombres se saludaron según el protocolo, y en seguida, Beaver lo hizo dejar de lado el formalismo.

-Vaya, creí que eras mayor, hijo. Pero está bien, aquí se necesita sangre joven. Jeff Morgan me habló mucho de ti. Dijo que eres un gran piloto.

-Gracias, señor.

-Estos dos colegas son el general Misha Collins, instructor de los programas especiales para los transbordadores y la estación espacial, y el generall Charles Whitfield, supervisor de los vuelos de investigación.

Uno de ellos, el General Collins, fue quien más interesado se mostró al estrechar su mano por un poco más de tiempo, viéndolo intensamente. Sus ojos azules adquirieron un tono oscuro, pegados literalmente al contorno de sus labios, haciéndolo cohibirse aún más ante esa insistente mirada.

-Bienvenido al programa, capitán -lo dijo en un tono grave y quedo, mismo que a Jensen le pareció meloso. Beaver carraspeó un poco, llamando su atención.

-Ejém... señores, me gustaría que nos enfocáramos en los planos de exploración, ahora que ha llegado nuestro hombre clave.

-¿Planos de exploración? -Jensen se mostró confundido-. Creí que sería piloto de pruebas, señor.

-Lo serás -respondió Collins, pasando a su lado, demasiado cerca de él-. Sólo que no de la forma en que te habías imaginado.

-En unos cuántos días podrás ver el proyecto completo, capitán -terció Whitfield, dirigiéndose a la enorme mesa que estaba en otro extremo del despacho-. Por ahora, iremos a la fase uno. Tu entrenamiento en el prototipo F-18 SRA.

Jensen no pudo evitar una sonrisa de autosuficiencia. Era su área, podría manejarla a la perfección.

-Pues yo estoy listo para iniciar.

Los tres oficiales de mayor rango cruzaron miradas entre ellos, sosteniendo una sospechosa expresión divertida. Fue Collins quien volvió a fijar sus azules ojos en él, adoptando esta vez una actitud un tanto cínica.

-Bien, entonces te esperamos en el área de simuladores en una hora, capitán. Veremos si así como cantas, bailas.

Jensen se sonrojó violentamente al escucharlo, turbado hasta las pecas. Y fue el general Beaver quien salvó su dignidad.

-Ve a prepararte, hijo. No será una prueba formal, sólo queremos evaluar en qué nivel estás, para adecuar el programa a tus capacidades y entrenamiento. Te veremos en el área de simuladores.

-Sí, señor -respondió Jensen, saludando a sus superiores para retirarse.

No supo por qué de pronto, tuvo la vaga impresión de que él sería un insistente tema de conversación entre esos hombres, en cuanto saliera de ese despacho.



Instalaciones del Vigésimo Cuarto Escuadrón Aéreo
Cuartel General Base Aérea Lackland,
San Antonio, Texas. Lunes, 1230 horas.

El primer día de entrenamiento transcurrió sin dificultades para Jared.

Sin embargo, durante el receso para ir al comedor, se encontró con Nixon a la entrada del mismo, esperándolo con cierta impaciencia.

-Hey, Jay.

-Derek, ¿qué hay?

-El general Pellegrino quiere hablar contigo. Está esperándote en el hangar de los simuladores.

-¿A-ahora?

-¡Sí, ahora! ¡Ve, no lo hagas esperar más! Yo te guardo tu ración -le aseguró, instándolo a que se desviara hacia el área de entrenamiento.

Jared echó a correr al escucharlo para no hacer esperar al instructor. Así que llegó agitado al área de hangares, justo donde estaban algunas de las oficinas de los oficiales de mayor rango.

Pellegrino estaba en una de esas oficinas, llenando algunos informes, con un mundo de papeles desperdigado en todo el escritorio. Sin embargo, parecía que sólo los que tenía en la mano le interesaban demasiado.

-S-señor, Jared Padaleki… reportándose…

-¡Ah, Padaleki! -Bajó los papeles al escucharlo llegar, agitado y sin aliento, y le ofreció asiento en la silla que estaba frente al escritorio-. Pensé que vendrías después de comer.

-Ah... bueno… la comida puede esperar. Derek me…

-Está bien, mejor que escuches antes lo que te voy a decir. -Con actitud solemne, se levantó de su asiento, y caminó rodeando el escritorio, justo para quedar a su lado. Le mostró los papeles que tenía aún en una mano-. He revisado tu expediente de la academia de Colorado, además de los reportes que hicieron tus superiores, como copiloto voluntario en misiones en Irak. Tienes muy buenas referencias.

Al decirle esto, fijó su mirada en el rostro del muchacho, sonriendo con una expresión estudiada, como si estuviese sorprendido gratamente. Jared tuvo una extraña sensación cálida y burbujeante en el pecho, y no pudo evitar la sonrisa que lo caracterizaba. El oficial continuó con su discurso.

-Viendo tu desempeño, decidí que quiero verte en mi equipo de entrenamiento de los F-117. Desde hoy mismo, si aceptas, claro.

Jared palideció debido a la sorpresa, esta vez genuina, que le ocasionaron sus palabras. Balbuceó un par de incoherencias, antes de poder preguntar algo.

-bu…ehr…yo no… Uh…

-No te preocupes por el papeleo. Esta mañana estuve en una reunión de rutina con algunos oficiales administrativos, y me permitieron hacer los cambios que yo considerara pertinentes. Así que, en caso de que accedas a cambiarte de los F-18 a un modelo mucho más sofisticado, puedes hacerlo. Ya mismo.

Aunque fue sólo medio minuto el tiempo total que el muchacho dudó, su pensamiento rebasó prácticamente el match 5 al considerar todas sus opciones. Pensó primero en Jensen, en que posiblemente se molestaría al saber que había cambiado de opinión, más desechó rápido eso, ya que el fin de semana lo habían hablado nuevamente, y estaba seguro que no pondría objeciones al saber que obtendría su licencia como piloto en aeronaves mucho más sofisticadas.

Por otra parte, sentía que su novio le debía una, por no haberle mencionado lo del programa espacial. Sería una muy buena forma de cobrarle ese pequeño desplante.

Así que, con la sonrisa resurgiendo en su rostro y la mirada brillante, Jared prácticamente le vendió su alma al diablo.

-¡Acepto! Me encantaría pertenecer a su grupo de entrenamiento, general Pellegrino.

Obviamente, el general le extendió los papeles del cambio, ya preparados desde que decidiera hacerlo caer en esa trampa. Su rostro mostraba toda su insana satisfacción cuando lo vio firmar.

Había sido tan fácil. Ahora sólo restaba lo más placentero: seducir al pichón que acababa de atrapar.

Centro Espacial Lyndon B. Johnson

Houston, Texas.

Lunes, 1545 horas.

A pesar de estar bajo observación, cual ameba bajo un microscopio en una convención de médicos, Jensen se desempeñó admirablemente bien en la “prueba no formal” a la que lo sometieron en los simuladores. Tuvo un par de descalabros cuando se percató que había algunos dispositivos extras, posiblemente el equipo electrónico de captación de imágenes y datos, o los medidores ultrasensibles de elementos atmosféricos, mismos que jamás en su vida había visto, pero fue algo mínimo. De forma rápida se acopló a ellos, así que lo demás fue como si estuviese de paseo.

En cuanto bajó del simulador asignado, el primero en felicitarlo por su facilidad en el desempeño y el manejo de situaciones extravagantes, fue el Coronel Beaver. Efusivo y paternal, no tardó en hacer muy buenas migas con él.

-¡Felicidades, hijo! -Lo alcanzó, acomodándole un par de sonoras palmadas entre los omóplatos, sacándole el aire-. Resultó mejor de lo que esperábamos.

Whitfield y Collins estuvieron de acuerdo. Y fue el primero quien también comentó algo acerca de su desempeño.

-Se ve que te entrenaron bien, capitán.

-Cof... eh... si. Bueno, es que realmente me gusta ser piloto...

-Bien, vayamos a celebrar -dijo el de mayor rango entre ellos, decidiendo que era tiempo de ir a comer, y hablarle ya en forma de la siguiente fase-. Hay un buen bar de carnes y cerveza texana cerca de la avenida principal.

-Bien, porque me debes una comida, Coronel -terció Collins, recordando una vieja deuda entre ellos-. Les recomiendo que vayamos a disfrazarnos de civiles, que quiero irme en quince minutos. Me muero de hambre.

Así que los tres oficiales se apuntaron de inmediato para salir de las instalaciones e ir a conseguir comida de verdad, según sus propias palabras. Jensen los siguió, aunque eso lo había dejado un tanto desconcertado.

-Supuse que iríamos al comedor de la base -dijo cuando abandonaron el recinto, camino hacia el estacionamiento.

-Dijimos que iríamos por alimento sólido, jugoso y exquisito, no pasta de astronautas. Así que guarda silencio, y obedece a tus superiores.

Rieron, celebrando el comentario dicho en tono de broma.

Sin embargo, el general Collins permaneció un tanto pensativo, tomando notas mentales de todo lo que había visto en ese día, observando a Jensen en acción, con su enorme facilidad en la toma de decisiones bajo presión, su sangre fría y sus reacciones inmediatas.

No pudo evitarlo. El muchacho lo había impresionado demasiado, al grado de desear tomarlo bajo su tutela para hacer de él un buen astronauta, además de su amante.

Desde ese momento, empezó a sondearlo de manera muy sutil, tanteando el terreno para conocer los gustos del muchacho. Porque aún no sabía si Jensen era hetero, o si tenía suerte, de los discretos y muy disciplinados gays que ahora había entre ellos, gracias a esa ley de silencio que meses atrás se había instituido en algunas de las bases de entrenamiento.

-Capitán Ackles, podríamos ir en mi auto. Así no tendrías que pelearte con los demás automovilistas, buscando estacionamiento.

Sin malicia, Jensen aceptó, considerando que sería un buen motivo para distraerse del estrés de las pruebas. No imaginó que la conversación que Collins iniciara con él mientras seguían a los otros dos hombres, tenía como motivo principal el sondear sus preferencias.

-Así que... vienes de Fort Worth. ¿Tenías alguna asignación ahí?

-No. Me dieron un permiso especial cuando resultamos heridos en Irak. Eso fue hace dos meses.

-¿Resultaron? -Le dirigió una fugaz mirada, haciendo una pequeña maniobra para no perder de vista al otro auto.

-Así es. El teniente Jared Padaleki, mi copiloto, también resultó herido. Nos derribaron en una zona fronteriza con Irán, cuando intentábamos evitar el ataque a varias aldeas por parte de guerrilleros.

-Oh, así que tenemos un héroe de guerra.

Jensen sonrió con cierto bochorno. En realidad él no se consideraba el héroe de ese episodio. Todo lo había hecho Jared. Su Jared. Él había sido el verdadero héroe.



-No, nada de eso, señor. Yo casi no hice nada. Quien tiene tal mérito es Jay... ehr…el teniente Padaleki.

-¿Ah, si? ¿Y cómo es eso?

-Bueno, cuando nos derribaron, alcanzamos a saltar en paracaídas. Pero antes de tocar tierra, el viento de las montañas me arrastró hacia una barrera de árboles, causándome fracturas y heridas internas de cuidado. Perdí la memoria debido al golpe, y estuve varios días inconsciente. Jared no me dejó atrás. Permaneció conmigo todo ese tiempo, y me llevó a cuestas cuando los guerrilleros empezaron a seguir nuestro rastro. De no ser por él, tal vez no estaría yo aquí en estos momentos.

Vadeando el tráfico, Collins asintió, sin dejar su expresión pensativa. En seguida, habló como si lo hiciera para sí mismo.

-Lealtad incuestionable. Sólo entre grandes amigos, o con alguien a quien se admira mucho. ¿Tu copiloto te admira, o su amistad es de años?

-Nos conocimos en la Academia de Colorado Springs, señor. Hace ya varios años de eso.

-Ya veo -y sin más, cambió el rumbo de la conversación-. ¿Tienes novia, o esposa?

La pregunta hizo que Jensen se sonrojara. Titubeó antes de responder.

-Eh... no exactamente... pero sí. Sí... quiero decir... Eh... sí.

-¿Sí novia, o sí esposa?

-Oh… bueno… es que es algo complicado… No quisiera hablar de eso, por motivos de mi carrera en el ejército.

Collins esbozó una levísima sonrisa en el momento en que Jensen guardó silencio. Esa breve conversación prácticamente le confirmaba sus sospechas.

-No te preocupes, capitán. Entiendo -dijo en tono de confidencia, haciéndole saber que no habría problema alguno con él-. Hace algunos meses, el ejército estableció una ley de silencio. ¿La conoces?

Sus miradas se encontraron por un momento, una desconcertada, la otra, enigmática. Jensen negó con un gesto.

-Esta ley es un acuerdo de tolerancia. No digas qué te gusta, y nadie se mete contigo. El Congreso la estableció dentro de las instalaciones miliares, para proteger a personas con relaciones “especiales” de cualquier ataque o discriminación por causa de sus preferencias. Quiero decir, gente como nosotros -Collins hizo un énfasis muy obvio al decirlo, sin dejar de observar la expresión de su pasajero. Se habían detenido ante una luz roja. Jensen sostenía la mirada fija en su superior, sorprendido-. Y por relaciones “especiales”, me refiero a no novia, no esposa, pero si una pareja. ¿Me explico?

El piloto desvió la vista hacia el frente, asimilando lo que acababa de escuchar. Si sus palabras eran verídicas, entonces no había más motivos para temer por el futuro de la carrera de ambos. Podrían continuar en el ejército, podrían seguir en la Fuerza Aérea, podrían continuar sirviendo a su país, y todo eso, sin tener que ocultarse como si fuesen criminales.

-¿Capitán? -La voz de Collins lo sacó repentinamente de su dubitativo estado. Volvieron a avanzar.

-Eh... lo lamento, señor... esto me ha tomado por sorpresa -dijo volviendo la vista hacia el conductor. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.

-Fuera de la base, llámame Misha -recomendó el oficial, buscando incrementar su confianza. Sabía que era el primer paso para deshacer totalmente el hielo entre ellos-. Aquí somos un par de civiles más. ¿De acuerdo?

-Si, s... Misha.

-Entonces... ¿tienes pareja? -Collins retomó el asunto, buscando reafirmar lo que había sospechado. Al ver que respondía con un tímido cabeceo, empezó a pensar en cómo podría cambiar la situación, enteramente a su favor. Y lo primero que debía hacer, era obligarlo a olvidarse del otro-. Bien, al menos no tienes andar buscando con quién la desquitas. Es muy tedioso andar buscando a alguien dispuesto a ayudarle a uno a sacar las tensiones, ¿Sabes?

-No estoy con él sólo por eso. Estamos en serio.

-¿Tienes poco tiempo con él? Porque eso de estar en serio, es muy raro en una pareja de locas militares.

-¿Podríamos cambiar el tema de conversación? -refutó Jensen, violentamente sonrojado y molesto por el comentario.

-Veo que te incomodé. Lo siento, pero me gusta ser directo -sin responderle, el rubio piloto se reacomodó en el asiento, volteando hacia la calle. Collins tuvo que cambiar la táctica al sentir la enorme barrera que Jensen levantaba entre ellos-. ¿Vino contigo?

-No. Está en Lackland, va a solicitar su aprobación para piloto de F-18.

-Lackland... ¿Qué no es ahí en donde están llevando los prototipos para reemplazar los cazas?

-Así es. Los vimos el fin de semana. Recién los estaban recibiendo.

Dieron vuelta a una calle, y llegaron al restaurante una manzana después, hablando sólo de los nuevos modelos de aviones ultrasónicos.

-Llegamos -el oficial se detuvo frente a la entrada del lugar, y sonriéndole amigablemente, lo instó a bajarse-.Voy a buscar estacionamiento. Ah, y no te preocupes, no soy tan directo cuando sé que debe haber discreción. Vuelvo en un momento.

Jensen se quedó ahí, viendo alejarse el auto hacia un estacionamiento cercano, pensando en que había sido una charla muy extraña, y que ahora Collins lo inquietaba.

Tuvo que dejar sus pensamientos de lado cuando los otros dos oficiales llegaron con él.

-¿Todo bien, hijo? -preguntó Beaver al notarlo serio. El muchacho le sonrió con un gesto un tanto forzado, asintiendo.

Collins llegó con ellos poco después, todo sonrisas y bromas. Parecía otro.

-Señores, ¿qué esperan? Ya deberían estar pidiendo sus vacas. Vamos, que me muero de hambre.

Jensen se esforzó por mostrarse tranquilo y sonriente al seguirlos, enterrando lo ocurrido para no dejar que sus pensamientos lo traicionaran. Ya habría tiempo para pensar con detalle en eso. Por lo pronto, se sentó en el lugar más alejado que encontró del general Collins.

Eso, por mera precaución.

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A la Tercera Parte...       

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padackles y los rps desvariados, baby bang 2010, Slasheando con singular alegría

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