Va la tercera parte del fic.
Instalaciones del Vigésimo Cuarto Escuadrón Aéreo
Cuartel General Base Aérea Lackland,
San Antonio, Texas.
Jared se sentó cerca de donde estaba Nixon, quien lo recibió con un breve cabeceo y un rápido saludo.
-Hey, Padaleki. Pensé que continuarías en los F-18.
-Buenos días. No, el general Pellegrino ya tenía firmadas las asignaciones y formularios para que el cambio se hiciese lo más pronto posible. Y como hay plazas libres, todo salió bien.
Nixon levantó una ceja al escucharlo.
-¿Hay plazas libres? Pero si nos dijeron que éste era uno de los grupos de mayor demanda.
Jared no pudo decir una palabra, pues en ese momento entraban al lugar acondicionado como salón de clases teóricas, dos instructores ataviados con el uniforme de entrenamiento. Pellegrino era uno de ellos, y quien se encargó de verificar la asistencia, mientras el otro escribía algunas instrucciones en la pizarra que tenían al frente.
Al escuchar que el recién integrado oficial respondía cuando se mencionó su nombre, una leve sonrisa maliciosa se instaló en su expresión. Ese día sería el inicio de sus labores de acercamiento hacia el novato, y por supuesto, tenía toda una estrategia para hacerlo.
El entrenamiento dio inicio en su parte teórica, misma que fue de fácil comprensión para Jared, aunque desconocía algunos términos y maniobras. Pero para eso estaba el instructor a su lado, solícito y muy dispuesto a explicarle sólo a él sus dudas.
Cuando terminó esa fase, y los que conformaban el grupo se alistaron para ir al área de simuladores, Pellegrino se le acercó, llamándolo aparte. Nixon sólo lo vio con cierta curiosidad, puesto que había notado que el general le ponía demasiada atención a su amigo.
-Teniente Padaleki, necesito hablar contigo un momento.
Jared esperó hasta que el lugar quedó vacío de oficiales, sentado en uno de los pupitres. No pudo evitar que varios recuerdos, tanto de la Academia en Colorado Springs, como de su tiempo de entrenamiento antes de Irak, lo asaltaran sin darle tregua. Casi podía ver a Jensen como instructor, hablando con él en medio de un salón vacío, explicándole lo que no comprendía cuando se quedaban a solas, para evitar que pudiese retrasarse en sus estudios y su desempeño. O cuando lo reprendía, entre sonrisas maliciosas y bromas ligeras. No evitó un quedo suspiro, antes de volver a su realidad.
Pellegrino juntó sus papeles, los manuales y directrices que usaba como material de enseñanza, guardándolos en el maletín que portaba. Con cierta parsimonia se sentó sobre el escritorio y reposó los brazos en sus piernas, tal como si estuviese considerando la mejor forma de darle una mala noticia. Jared se inquietó.
-Primero, ¿Puedo llamarte por tu nombre?
El muchacho asintió, algo desconcertado. Pellegrino continuó.
-Me alegra ver el esfuerzo que estás haciendo para acoplarte al grupo, Jared -dijo, viendo a su ahora alumno-. Sin embargo, revisando las ordenanzas de entrenamientos, temo que debes primero tener licencia de vuelo para ser parte del equipo de pilotos adiestrados en los Stealth.
Padaleki parpadeó varias veces, en un gesto de incredulidad.
-Pero… señor, creí que por medio de este entrenamiento…
-Sí, lo sé -lo interrumpió el general, en medio de un breve resoplido-. A mí también me tomó por sorpresa encontrar ese apartado en las normas. Pero no todo está perdido. Estuve considerando las opciones que hay, y encontré algo que podría ser de ayuda.
Antes de seguir escuchando, se removió en su lugar, mucho más inquieto, aunque esperanzado. Ahora tenía curiosidad por saber cómo podría solucionar ese inconveniente.
-Lo escucho, señor.
-Bien, estuve también revisando mis horarios, y tengo horas libres entre grupos de entrenamiento. Podría ser tu instructor en esos ratos, y ayudarte a conseguir la licencia en tiempo récord, mientras continúas con el entrenamiento formal con nosotros.
Jared levantó una ceja, con los ojos muy abiertos y una expresión de sorpresa mucho más acentuada en su rostro.
-Pero esas horas libres son suyas, y debe estar muy ocupado con otros asuntos. No me sentiría bien de saber que por entrenarme, deja cosas importantes de lado, señor.
-Jared, soy un oficial instructor. Mi trabajo consiste en apoyar a los oficiales y cadetes en sus entrenamientos, y mientras mejor preparados estén, mi trabajo aumenta en calidad -comentó Pellegrino con expresión seria, mostrando profesionalidad y tratando de ser convincente en sus argumentos-. Además, considero importante que tú estés en este grupo. Tienes un gran potencial, y sería todo un desperdicio que por un tecnicismo, te niegues esta oportunidad. Así que no es ningún problema para mí, sino todo lo contrario. ¿Qué dices?
Al paso de los segundos, mientras asimilaba por completo lo que le acababa de proponer el oficial, su expresión se transformó, mostrándose aún cauta, aunque alegre.
-¿De verdad, haría eso por mí? -Preguntó, recordando también que el Coronel Morgan alguna vez le había dicho algo acerca de su potencial, y cómo estaba dispuesto a ser de ayuda en su carrera. Podría estar sucediendo lo mismo ahora.
-Por supuesto. Como ya te dije, sería una gran satisfacción para mí el que puedas terminar el entrenamiento con nosotros, y ser parte del equipo allá, entre las nubes.
Esta vez, la sonrisa del muchacho pareció iluminar el pequeño espacio en el que estaban.
-Está bien, sí. Así mataría dos pájaros de un tiro. Sí, señor. Acepto el entrenamiento. Sólo debo revisar mis horarios.
-Perfecto. Podríamos empezar desde hoy, si tienes horas libres también.
-Tengo toda la tarde libre, señor. Usted sólo dígame en dónde y a qué hora me presento.
Ante eso, el general sonrió. Había previsto esa respuesta, pero no había creído que sería tan sencillo.
Centro Espacial Lyndon B. Johnson
Houston, Texas.
Miércoles, 1625 horas.
Sentado ante uno de los bancos de trabajo de Ingeniería, Jensen tomaba notas del dispositivo que tenía al frente, desarmado en su totalidad. Estaba reconociendo cada parte del equipo que debía manejar, entendiendo sus valores y calibraciones, y en especial, el correcto funcionamiento de cada una de las partes del mismo.
Mientras lo hacía, Collins lo observaba con atención. No era su concentración lo que hacía que el oficial no despegara su mirada de su rostro, sino cada rasgo y detalle que lo hacían sumamente atractivo a sus ojos. Como los cientos de manchitas que adornaban su rostro, dándole un aspecto travieso; o sus cejas delgadas y bien delineadas, mismas que enmarcaban sus ojos, su mirada de diversas tonalidades de verde, desde un extraordinario brillo esmeralda, hasta un concentrado y oscurecido brillo, como el que mostraba ahora. Sin embargo, lo que más atraía su atención, eran sus labios. Extraordinariamente trazados, lozanos y agraciados en color, dándole una forma sensual y apetecible, más aún en esa expresión intensa, apenas entreabiertos, como en una inconsciente y tímida invitación a ser tomados, asaltados, y después de eso, venerados.
Al sentirse observado con tal intensidad, Jensen levantó la vista, encontrándose con que su instructor de turno no despegaba su mirada de él, aunque parecía ausente. Eso lo inquietó.
-Señor… ¿Pasa algo?
Collins salió de su trance de tintes hedonistas, y se sonrojó al verse atrapado en tal debilidad.
-¿Eh?... este… no. No, capitán. Estaba repasando algunos procedimientos que veremos más adelante, en dispositivos de medición atmosférica.
Sin estar convencido al cien por ciento, asintió, volviendo a sus anotaciones. Y a pesar de su cautela, decidió entablar conversación, en parte, para romper el tenso ambiente y el espeso silencio del lugar.
-Señor, ¿puedo hacerle una pregunta un tanto personal?
Collins se sentó frente a él, sosteniendo una ligera sonrisa despreocupada.
-Por supuesto. Dispara.
Sintiendo que sus mejillas empezaban a colorearse involuntariamente, buscó la mejor forma de preguntar.
-¿Es casado, o tiene novia, o pareja?
Collins primero amplió su sonrisa, mostrándose sorprendido sin estarlo realmente.
-Vaya, no pensé que fueras curioso, capitán. Pero no. Estoy felizmente soltero y libre, y en espera de alguna oportunidad interesante -comentó con voz un poco más baja y grave, en una leve insinuación.
Jensen no pudo evitar que su frente mostrara su repentina incomodidad ante eso. Varias arrugas indiscretas en ella lo delataron.
-Pues buena suerte, señor.
Collins dejó escapar una breve carcajada, considerándolo un reto aún más interesante.
-Capitán, no te enfades. Una canilla al aire no le hace daño a nadie. Además, pienso que a veces es necesario.
El piloto volvió a sus notas, haciendo un leve gesto de desaprobación.
-Pensamos de manera diferente. Yo creo en la fidelidad.
-Eso es muy loable de tu parte - comentó el general, con gesto inquisitivo-. ¿Y el, piensa igual que tú?
Jensen titubeó. Eso fue suficiente para que Collins se levantara con una inmensa sonrisa, como si hubiese ganado algo por ese traspié del piloto, quien intentó enmendarlo.
-¡Por supuesto que sí!
- Naaah, te tardaste en responder, capitán. No lo sabes.
Antes de que pudiera refutar eso, el instructor Whitfield tocó a la puerta. El tiempo de entrenamiento en Ingeniería se había terminado, y debían ir hacia los simuladores de vuelo.
-Hora de irnos, capitán Ackles.
Al recoger sus cosas y guardar los apuntes que había realizado del instrumental en turno, fijó su mirada en la de Collins, un tanto desafiante.
-Lo sé, señor. Y podría meter las manos al fuego para comprobarlo.
Dicho esto, salió del lugar, seguido por la divertida mirada de Collins. Whitfield esperó a quedar solos, y trató de quitarse la curiosidad.
-¿Y bien?
-Es un poco duro el muchacho, pero no creo que sea imposible. Creo que ya podría apostar por él.
-¿Cómo lo sabes?
-Tiene una debilidad: voy a entrar por ahí.
El otro instructor rió, negando con un gesto, como desaprobando lo que Collins intentaba hacer. Antes de retirarse, volteó a verlo y hacer un comentario.
-Yo digo que deberías dejarlo. No todos se rinden a tus encantos, Misha.
-Mh. Ya lo veremos.
Casa de la Familia Padaleki.
San Antonio, Texas. Viernes, 1815 hrs.
La semana transcurrió relativamente tranquila para ambos, aunque los flirteos e intentos de acercamiento por parte de los instructores empezaban a ser un poco fastidiosos.
Ilusionado por el fin de semana, y la certeza de que vería a Jensen en pocas horas, Jared se fue a la casa de sus padres lo más pronto que pudo, alistándose en caso de que hubiese posibilidades de salir, y por supuesto, repetir lo que el fin de semana anterior habían hecho.
Sin embargo, veinte minutos después de que llegara, mientras se cambiaba después de haberse dado un baño en forma decente, su madre tocó a la puerta de su habitación.
-Jared, cariño. Te llama Jensen.
-Gracias, mamá. -corrió escaleras abajo, ilusionado y con la melena hecha un desastre.
Bajó a la estancia, alcanzando el aparato mientras se acomodaba en el sofá. Al contestar, llevaba una enorme sonrisa.
-¡Jen! Estoy esperando con ansias que llegues…
-Hola, Jay -al otro lado de la línea, Jensen carraspeó un poco para poder hablar. Tenía el corazón hecho un puño-. Oye, tengo una muy mala noticia qué darte.
Jared se paralizó por un segundo, e intentó recuperarse.
-No creo que sea tan mala. ¿Qué pasa?
-No podré ir contigo este fin de semana. En unos minutos vamos a entrar a los simuladores para el entrenamiento en vuelos nocturnos; mañana debo presentarme al primer vuelo de prueba real, y en la tarde debo preparar el informe preliminar al uso de los aparatos. El domingo será otra jornada de vuelos de prueba, para determinar el funcionamiento de los aparatos adaptados.
Eso terminó por borrarle la sonrisa a Padaleki.
-¡Pero Jensen! ¿En fin de semana?
-Ya lo sé, pero fue orden del alto mando apresurar los resultados. Quieren iniciar los primeros ensayos en dos semanas más, y eso nos pone a nosotros a trabajar a marchas forzadas.
-Ok. Entonces yo iré a verte.
-No creo que sea conveniente. Prácticamente, voy a estar enclaustrado.
-Pero Jensen…
-Lo sé, lo sé… -refutó en tono cansado. Jared se lo imaginó entonces, recargado contra una pared, masajeando un poco el puente de su nariz con dos dedos, los ojos cerrados y una expresión triste en su rostro-. Lo lamento, Jay. Esto está fuera de mi control
El muchacho asintió, reconociendo que su novio estaría más que agobiado por eso. Suspiró, buscando ser todo lo comprensivo que pudo.
-Está bien, Jensen. No te preocupes. Eso nos hará extrañarnos más, y cuando puedas venir, o yo pueda ir para allá, será como nuestra primera noche juntos. ¿Te acuerdas?
Volvió a imaginar que Jensen sonreía al recordarlo.
Su primera noche juntos, en la base de Bagdad; vendados y lastimados por todas partes, pero con la pasión desbordándoseles por todos los poros de la piel. Había sido una gran noche, aunque prefería no recordar la consecuencia de eso, al día siguiente que habían amanecido casi sin poderse mover debido en parte a las heridas. Lo demás, claro, era obvio.
-Oh, por supuesto que me acuerdo. Fue toda una odisea subir al helicóptero al otro día, con las piernas adoloridas y la cadera y la región de nombre insano hechos polvo. Y que no dejaste de quejarte hasta que llegamos aquí. Claro que no voy a olvidar eso jamás.
Ambos rieron, pero fue más con un tono nostálgico y triste. Jared suspiró, jugueteando con el cable del teléfono.
-Te extraño mucho.
-Y yo a ti, Jay. Pero dormiré soñando contigo.
Pasaron varios minutos hablando entre arrumacos y recordándose cuánto deseaban estar juntos. Hasta que Jensen tuvo que colgar.
-Te llamaré en la semana -le aseguró el piloto, resistiéndose-. Cielos, voy a esperar con ansias el siguiente viernes.
-Igualmente. Estaré aguardando tu llamada. Cuídate.
Cuando la línea entrecortada reemplazó la voz de Jensen, Jared bajó el auricular hacia su pecho, tratando de aminorar el sentimiento de vacío que se había instalado en él. Su hermana Megan se le acercó entonces, llevándole en un platón un vaso con leche y una torre de galletas en una mano, y al señor Smeckles en la otra.
-Escuché tu conversación, Jay -confesó con expresión compungida, extendiéndole tanto el plato como el muñeco. Su hermano dejó entonces el teléfono y los agarró, asintiendo apenas con un cabeceo-. Lo lamento. Espero que esto te haga sentir mejor.
Jared dejó el plato en la mesita que estaba a un lado del sillón, y se levantó, abrazando a la muchacha.
-Gracias, Meg. Estaré bien, no te preocupes.
Y agradeció también el tener a esa familia tan extraordinaria. Ellos nunca lo dejaban en una mala situación, y eso era muy reconfortante.
Centro Espacial Lyndon B. Johnson
Houston, Texas. Viernes, 1827 hrs.
Al cortar la llamada y dejar el teléfono en su lugar, Jensen se dio la vuelta, encontrándose de pronto con el general Collins a su lado.
-Fue una despedida muy emotiva -lo dijo con tono un tanto indiferente. Jensen volvió a sentir que una agria incomodidad lo invadía.
-Era una conversación privada, señor.
-Oh, si. Tienes razón. Pero no hay mucha privacidad en estos pasillos que digamos. Yo también recibí una llamada, justo aquí, en el aparato del otro lado -se defendió, señalando el otro teléfono de uso público que había en el lugar.
Jensen suspiró, rindiéndose. Empezaba a sospechar que Collins lo acosaría sin darle tregua.
-Debo irme.
-Sí, a los simuladores. Nos patearon los planes y las pelotas a todos con esta orden, ¿no?
Asintió con un gesto y echó a andar, seguido por el oficial. Éste notó su incomodidad.
-Oye, Ackles. No me odies por una orden que no dimos nosotros. Los instructores también nos quedaremos todo el fin de semana.
-Para ustedes es distinto, señor.
-No, no lo es. -Collins le dedicó una mirada seria-. Prácticamente estaremos más ocupados que ustedes. Debemos idear la manera de meter un entrenamiento de tres semanas en un par de días, empezando desde hoy, así que imagínate la friega que nos han puesto. El general Beaver está como caldero hirviendo, así que te recomiendo que no le hables hasta que todo haya pasado, a menos que quieras que te pegue una paliza con la boina. Es un experto en eso.
Jensen no pudo evitar que una sonrisa asomara a su rostro al escucharlo, considerando sus palabras. Él no era el único que perdería un fin de semana, y por consiguiente, sus planes. Todo el equipo de pruebas estaba en la misma situación, así que debía afrontar su enfado, y mostrar la mejor actitud. Tal vez de esa forma, la semana se pasaría volando. Se detuvo ante de llegar al corredor del área de simuladores, ya con otra expresión.
-Lo siento. No creí que llegara a pasar algo como esto. Me tomó desprevenido.
-No hay problema. Vamos, deben estar esperándonos para iniciar con el proceso. A propósito, ya que no podremos irnos en unos días, nos iremos hoy de farra en cuanto terminemos.
-Pero no creo que sea adecuado salir antes del acuartelamiento, señor.
-Será sólo por un rato. Nada que te desvele y te desafine los reflejos. Es para distraernos. ¿Qué dices? Iremos por una partida de billar y un par de cervezas, que tengo que demostrarle a Withfield quién es el campeón de la base.
Lo pensó por un par de segundos, y aceptó. Sí necesitaba un trago, ahora que había pasado esa pequeña decepción.
-De acuerdo. Los acompañaré.
-Bien -Collins hizo un movimiento afirmativo, sonriente, invitándolo a entrar al enorme salón en donde estaban los demás-. No te arrepentirás.
El equipo de pruebas estaba conformado por tres pilotos más. Entre ellos, su amigo de la infancia, Chris Kane, a quien había dejado de ver después de que salieran de la academia de Colorado Springs. Se habían encontrado hacía tres días, en uno de los corredores del área de capacitación técnica. Kane lo había abrazado primero cuando se lo topó, de frente y descuidado. En seguida, le recriminó lo mal amigo que había sido por no haberse comunicado con él en dos años. Avergonzado y reconociendo su falta, Jensen se disculpó con él, invitándolo a comer para hablar y ponerse al día. Así que, ya enterados de todo lo acontecido, volvían a ser los grandes amigos de siempre.
-¡Hey, nene! -Lo saludó Chris desde uno de los simuladores de los T-38, acomodándose el casco con un poco de dificultad.
El aludido le sonrió, devolviendo el saludo con un movimiento de su mano mientras alcanzaba su propio casco. Los otros dos pilotos también lo saludaron.
-Hola, Jen -el mayor Mike Rosenbaum ayudaba al también capitán Tom Wellings a conectarse con el sistema de monitoreo en los simuladores Stealth. Se habían conocido días atrás, cuando coincidieron en el área de enseñanza técnica. Y curiosamente simpatizaron casi de inmediato. Para ese entonces, ya ellos le habían comentado que estaban juntos, y Jensen les había hablado de Jared. Wellings le dedicó una enorme sonrisa, misma que le recordó a Jared-. ¿Listo para nuestro idílico fin de semana?
-A ustedes les fue bien, Mike -comentó Collins mientras se dirigía al pánel de controles.
-En eso tienes razón. Es la ventaja de estar juntos en todos lados -dijo Mike, palmeando el casco del piloto al que ayudara-. ¿Cómo te fue con tu chico?
-Bien, no hubo problemas -respondió, terminando de acomodarse el casco, conectándose en forma diestra al sistema; hecho esto, se sentó ya listo en el simulador-. Nos veremos el siguiente fin de semana.
-¡Awww! Eso suena a noches de sexo salvaje y pasión desenfrenada -terció Kane, a modo de broma, seguido por una rechifla de los otros. Jensen los ignoró, mostrándoles diplomáticamente el dedo medio de su mano, lo que le ganó otra ovación.
-Señores, alístense -ordenó Whithfield desde el panel de control, cerrando el área para preparar el ambiente-. Iniciamos la primer secuencia de doce en veinte segundos.
-Conteo inicilizado -secundó Collins-. Veinte, diecinueve, dieciocho, diecisiete...
Y al tiempo que terminaba la secuencia, los ahora concentrados pilotos iniciaron sin fallas el ejercicio.
Aunque fue una jornada pesada, las doce secuencias de entrenamiento fueron exitosas. No por nada, habían buscado a los mejores pilotos de los modelos modificados.
Cerca de las diez de la noche, el grupo de pilotos e instructores estaba en un pequeño barecillo, instalados alrededor de una mesa de billar, con sendos tarros de cerveza. Jensen escuchaba la conversación que Rosenbaum sostenía con Chris Kane, acerca de su tiempo de entrenamiento en los Stealth de la Fuerza Aérea.
-Había sólo un par de instructores sumamente experimentados. Ellos volaron los primeros modelos que salieron de la armadora. Creo que uno de ellos era el Coronel Jeff Morgan.
-Por ahí escuché que Morgan tiene un protegido, y lo recomendó para el programa espacial -comentó Chris en tono de mofa, volteando a ver a su amigo-. Falta ver si el recomendado acepta ser astronauta.
-Que te jodan, Kane -fue la respuesta de Jensen, quien se levantaba para tomar su turno en la mesa, junto a Whithfield.
-A propósito. ¿Supieron que un instructor de F-117 se salvó de ser expulsado del ejército? -comentó otra vez Rosenbaum, acariciando discretamente el cabello de Wellings-. Todo por la maldita suerte que tiene el tipo.
-¿Si? -Misha se inclinó ante la blanca, sosteniendo el taco para hacer su tiro-. No me enteré. ¿Cuándo fue eso?
-Poco antes de que llevaran el equipo de entrenamiento a Lackland. De hecho, el tipo fue transferido ahí, para evitar una demanda.
Collins falló, y Jensen tomó su turno. El tiro que tenía era algo fácil, podría meter el número en su respectiva buchaca sin pensar demasiado en la maniobra.
-¿Una demanda? Debió hacer algo bastante grave como para que eso ocurriera -comentó Withfield, sin perder de vista el movimiento del piloto en turno.
-Fue algo bastante grave, sí. De hecho, fueron los padres de un cadete quienes lo demandaron. Pero no pudieron hacer mucho. No había suficientes pruebas.
-Vaya -Collins se rascó la nuca, buscando en la bolsa de su chaqueta el encendedor para prender el cigarrillo que sostenía entre sus labios-. ¿Y por qué lo demandaron?
-Por acoso sexual, reincidente, según me dijeron.
-¿Quién es el tipo?
Justo cuando Jensen realizaba el tiro con fuerza, Rosenbaum reveló el nombre del instructor.
-El sargento Mark Pellegrino.
Todos voltearon hacia la mesa cuando el golpe del taco contra la superficie provocó que se rasgara la cubierta de fieltro y parte de la pizarra. Jensen, aún inclinado, volteaba hacia donde estaba Mike. Sus ojos enormemente abiertos, tal como si hubiese visto una espantosa aparición ante él, a la mención de ese nombre.
-¡Oh, por todos los cielos!
----------------------------------------
A la
cuarta parte Si quieres volver a la
segunda parte...