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Cap. 10 Nunca olvides que basta una persona o una idea para
cambiar tu vida para siempre, ya sea para bien o para mal.
Jackson Brown
Capítulo 11
Villa de Laikaba, al extremo suroccidental de Kutum
Décimo segundo día fuera del campamento.
Cuarta semana de Agosto 2003, 4:25 pm.
La noticia del ataque a Kutum y las aldeas cercanas ya se había hecho llegar a varias de las poblaciones de mayoría africana que se esparcían a lo largo de las montañas que conformaban el territorio de Jabal Marah, provocando una enorme inquietud en ellas. Por su parte, durante la conferencia que sostuviera con el resto del equipo de voluntarios, Leonard McCoy había puesto a consideración la propuesta de mover a los refugiados y tres poblados más de mayoría africana, para evitar que un ataque al campamento produjera un número impensable de víctimas.
Por supuesto, varios miembros del equipo estuvieron de acuerdo, y varios más no. Sin embargo, todos reconocieron la prioridad de poner a salvo a todas esas personas, y de paso, a todos los médicos, activistas y voluntarios del campamento. Laikaba no entraría en ese movimiento, ya que su población estaba conformada en su mayoría por familias árabes. Eso era una gran ventaja, puesto que Kira Neris y su equipo estarían a salvo de los ataques. Sin embargo, debían evacuar también Al-Shebire.
Revisando nuevamente los mapas, Kirk había propuesto que la población del campamento se dividiera en grupos mucho más manejables. De esa forma, dispersándose por caminos distintos, posiblemente tendrían mayores oportunidades de evadir algún ataque.
Al mismo tiempo, Uhura había puesto sobre la mesa el plan alternativo de llevarlos a otros campos para refugiados, la mayoría en las fronteras de otros países del oeste. Uno de los que podrían albergar a una importante mayoría de los desplazados en forma temporal pero segura, sería el campamento Al Geneina, situado en la línea fronteriza con Chad.
Horas después, el médico y uno de los jóvenes aldeanos regresaban de su excursión hacia el lugar en el que el jeep se había averiado. Habían corrido con la enorme suerte de que el vehículo pasara desapercibido para quienes transitaran por la carretera, y que contaban en Laikaba con las piezas que necesitaba la maquinaria, reemplazándolas rápidamente.
Kirk lo esperaba con cierta impaciencia, pues McCoy le había encargado que se comunicara con varios de los campamentos y aldeas que contaran con transportes para el traslado de heridos, y sólo había conseguido unos cuantos camiones desvencijados de pasajeros, dos más de carga, y un par de ambulancias, que realmente parecían todo, menos ambulancias.
-Volví, cariño -bromeó McCoy al entrar en el dispensario, buscándolo-. El auto está listo. Podremos ir hacia Al-Shebire de inmediato.
-¡Bones! -En cuanto lo vio cruzando la puerta, Kirk no pudo evitar un pequeño puchero mientras dejaba el radio a un lado, mostrándole la lista de los transportes-. No pude conseguir más que esto.
El médico alcanzó la lista, y le sonrió enternecido al ver su angustia.
-Jim, esto es perfecto, tranquilízate.
-Pero... ¡No es suficiente!
-Escucha. El tener siquiera un jeep como la chatarra que nos trajo hasta aquí puede ser considerado un lujo. Tú nos has conseguido toda una flotilla de transportes, y eso es más de lo que podríamos haber deseado. -Kirk iba a protestar otra vez, más el médico se lo impidió, levantando una mano frente a su rostro-. Trasladaremos a los heridos, ancianos, niños menores de seis años, mujeres encinta y minusválidos en ellos. El resto de la población caminará, y nosotros los acompañaremos.
A pesar de sus palabras, Kirk suspiró frustrado, dejando caer los hombros en un gesto de derrota.
-Me siento como un inútil.
-Hey, hey. Basta con eso -reprochó el médico, devolviéndole la lista al tiempo que sujetaba uno de sus hombros, estrujándolo en una muestra de apoyo-. Es lo mejor que se pudo conseguir, y no podemos quejarnos. ¿De acuerdo?
-De acuerdo -respondió el periodista, agradecido por su forma tan peculiar de no perder el ánimo.
-Bien, Entonces... creo que voy a asaltar la cocina. No nos detuvimos ni siquiera para comer.
Kirk asintió, siguiéndolo hacia el hospital ya con otra actitud más relajada.
-¿Quieres que te diga el menú de hoy? Tienen caldo de gallina, arroz y vegetales. No sé si quieras la especialidad de la casa. Arroz y vegetales con caldo de gallina. Como verás, es muy variado.
-Ja-já. Chistoso -McCoy le sonrió, aceptando la broma-. Imagino que ya comiste.
-Uh... sí. Arroz y vegetales. La gallina no me agrada demasiado, y ni hablar del hígado o los riñones o el estómago de oveja hervidos. No.
-Las gallinas de estos rumbos suelen ser muy amigables, no entiendo por qué a ti no te agradan.
-Já-já. -regresó Kirk el comentario sarcástico a eso-. También tú te pasas de gracioso, Bones.
-Es parte de mi encanto.
Iglesia Anglicana de la aldea Al-Sebhire.
Extremo NorOccidental de Jabal Marah.
Décimo tercer día fuera del campamento.
Cuarta semana de Agosto 2003, 12:25 am.
Sin perder más tiempo, ambos regresaron a la villa de Al-Shebire. Ahí, esperarían a varios de los heridos más graves, los medicamentos y las mujeres con bebés y niños menores de cinco años para trasladarlos sin demora hacia el campamento de Al Geneina, al tiempo que preparaban a la población para un éxodo que podría salvarles la vida.
Si no había nada que obstaculizara el viaje, los primeros refugiados estarían en la frontera en dos días. Y si ellos no se topaban con algún problema, seguramente llegarían cuatro o cinco días más tarde, con el resto de los desplazados.
Kirk no perdía detalle de todo lo que McCoy hacía, la forma como organizaba a todo el equipo por medio de la comunicación por radio, la manera en que buscaba soluciones a cualquier situación que surgiera, por difícil que fuese. Aunque siempre lo hacía en medio de toda una retahíla de maldiciones que, en lugar de parecerle ofensivas, divertían demasiado al periodista.
Se percató también que durante todo el trayecto a la aldea, ninguno de los dos dejó de conversar. Y admitió que se sentía bastante cómodo con el médico, y las horas se pasaban demasiado rápido. En todo ese tiempo, la sonrisa no abandonó sus labios.
-Te ves contento, Jim -comentó el médico mientras lo veía entre brincos y baches.
-Estoy contento, Bones -respondió el periodista, sin intención alguna de mentir-. Me siento bien contigo.
-¿En serio? Porque tengo la mala fama de ser un tipo amargado y gruñón. ¿Nadie te lo advirtió?
-A decir verdad, me gustaría comprobarlo por mí mismo -la expresión traviesa del periodista contagió al médico. Habían empezado a flirtear casi sin darse cuenta.
-Bien, entonces te arriesgas a que te maltrate. Creo que hacemos buena pareja. Yo, un médico sádico, tú, un masoquista cabeza dura.
-¡Bones! ¡Me ofendes!
-Es con cariño, Jimmy. ¿Lo ves? Creo que nuestra relación será duradera. -Rieron de forma ligera, festejándose las bromas que se gastaban entre ellos-. Trata de dormir. Aún nos falta un buen tramo para llegar.
-O.k.
El médico notó más de una vez que no dormía demasiado. Lo vio despertarse entre sobresaltos, aunque trataba de disimularlos, más no pudo mencionarle algo al respecto, ya que tuvo que responder una llamada urgente en el radio.
Cuando cortó la comunicación con Spock y volteó a verlo, Kirk dormía, así que no trató de despertarlo. No se percató que en realidad, el periodista sólo mantenía los ojos cerrados, fingiendo para no preocuparlo. No quería que se diera cuenta de su falta de sueño por culpa de las pesadillas.
Cada uno permaneció sumergido en sus pensamientos por espacio de una hora. Kirk repasaba su vida anterior a esas últimas semanas, y lo comparaba con lo que había vivido hasta ese día, lejos de todo lo que representaba algo para él, que sólo se podía medir en dinero o en reconocimientos superfluos. Estaba aprendiendo a valorar esos momentos de tranquilidad, el peso de las sonrisas sinceras y las palabras de apoyo incondicional, la amistad desinteresada de los que estaban con él, el cuidado mutuo, y lo que nunca imaginó que encontraría en esa tierra lejana, un sentimiento que siempre había tratado de borrar de su vida, de su cotidianidad, pero que ahora se esforzaba por florecer al lado de Leonard McCoy.
Poco antes de llegar a la villa, mientras lo observaba con los ojos entrecerrados, Kirk tuvo un fugaz recuerdo del tiempo que había compartido con Christopher Pike, su antiguo profesor, puesto que había sido una de las poquísimas personas con quien se había llegado a sentir de la misma forma. Casi de inmediato, la sensación de cientos de mariposillas revoloteando en su estómago lo asaltó al pensar que posiblemente se estaba enamorando del médico, tal como había ocurrido con Pike, años atrás.
No quiso llevar a su mente e imaginación más allá de eso. Él no era un tipo de relaciones, y mucho menos después de tantas cosas que había pasado últimamente. Se dijo a sí mismo que tendría que enfocarse más en su trabajo y dejar de imaginar tonterías.
-Noté que no puedes dormir más de veinte minutos -dijo McCoy, interrumpiendo sus pensamientos.
-¿Me estás espiando, Bones? -Kirk abrió los ojos sin evitar la sorpresa en ellos. Más sólo fue un breve momento. Buscó algo rápido para justificarse-. Es por el camino; hay demasiados brincos.
-Tus enormes ojeras no son de hoy -lo desmintió-. ¿Desde cuándo no puedes dormir?
Kirk suspiró ruidosamente, perdiendo su sonrisa al tiempo que se arrellanaba en el asiento.
-Desde lo ocurrido en Sarif es-Salam. En cuanto cierro los ojos, la pesadilla se me presenta, tal cual la vimos.
-¿Por qué no me lo dijiste?
-No quería preocuparte. Ambos hemos pasado por lo mismo, y tú tienes demasiadas cosas en qué pensar; además esto es sólo un tonto insomnio.
-Jim, Jim -refutó el médico con algo de enfado-. Aún estás en plena convalecencia, y un insomnio es lo que menos deberías pasar por alto en tu condición.
-¡Pero me siento bien!
-Lo sé, y también sé que no lo estás. En cuanto lleguemos a la villa, te daré algo para que puedas descansar como es debido.
-No quiero que me drogues.
-Kirk, es sólo un pequeño remedio de familia.
-Bien, en ese caso.... No quiero que me drogues con los remedios de tus abuelas, Bones.
El médico sólo puso los ojos en blanco, resignándose a la terquedad del periodista. Tendría que ingeniárselas para obligarlo a dormir por lo menos unas seis horas seguidas.
Era poco más de media noche cuando llegaron. Después de que fueron recibidos por los habitantes de la pequeña iglesia y ponerlos al tanto de la situación, McCoy y Kirk aceptaron la misma habitación que el pastor O'Brian les había ofrecido la vez anterior para que descansaran, mientras los primeros refugiados llegaban hasta ahí.
Antes de subir a dormir, McCoy pidió a la hermana Louis que les preparara un poco de té. Y justo en un descuido, mientras la religiosa charlaba animadamente con Kirk, el médico se las ingenió para arreglar un poco la infusión. Unas cuántas gotas de un levísimo tranquilizante serían suficientes para que ambos pudiesen conciliar el sueño.
Minutos más tarde, observó sonriente cómo su compañero de viaje tomaba la taza que la hermana le había ofrecido, y sin desconfiar en lo absoluto, bebió un largo trago de la aromática bebida. McCoy lo imitó, ya seguro de que el agotamiento no sería un problema más por algunas horas.
Sin embargo, ya en la habitación y acostados en sus respectivos lados de la cama que compartían, Kirk se negaba a conciliar el sueño, peleando con el efecto del calmante. Parecía un niño parloteando.
-¡...y sería fantástico si llegaran a nombrarte héroe!
-Jim, por lo que más quieras -le suplicó el médico, cubriéndose la cabeza con la almohada-. Deja de hablar y duérmete, por favor.
-Oh, Bones. Es que, aunque no lo creas, estoy muy emocionado con todo el movimiento que logramos. Nunca había dirigido una operación de rescate de esta magnitud.
-No, me imagino. Pero necesitas descansar -McCoy dejó la almohada, volteando a verlo con expresión suplicante-. Yo me muero de sueño. Deberías estar en las mismas condiciones.
Kirk entonces suspiró, viendo el techo de la habitación.
-Es que… No quiero soñar otra vez.
McCoy pensó entonces que podría necesitar algo más que sólo el calmante y el té.
-Veamos. ¿Cómo lograbas deshacerte de tus pesadillas antes?
-Uhm… dormía con mis papás, hasta que un día me corrieron de su habitación, porque se me ocurrió meterme a la cama cuando ellos estaban… haciendo cosas… ¡Pero te juro que no fue mi culpa! ¡George me corrió de su cama! ¡Y estaba lloviendo como si el cielo se fuese a caer! ¡Y había muchos relámpagos, y viento…!
-Oh, por… -el médico cerró los ojos un momento, tratando de quitarse la imagen mental de ese comentario. En seguida, pensó que sólo habría una forma de hacer que su acompañante conciliara el sueño-. ¡Está bien! Está bien. Jim, dime. ¿Lograbas dormirte si tu madre te abrazaba?
-Creo que si… no recuerdo muy bien. Lo que sí recuerdo, fue una vez que estaba muy estresado por uno de los exámenes finales en la universidad. Tenía dos noches sin dormir, y empezaba a alucinar por los nervios. Chris logró hacer que me tranquilizara. Me abrazó y no dejó de hablarme, hasta que me dormí. Es la única vez que recuerdo.
-Bien, entonces… -McCoy se movió hasta él, y ante la enorme sorpresa del periodista, lo hizo voltearse hacia la pared.
-¿Q-qué…? Bones, ¿qué haces?
-Voy a obligarte a dormir. ¡Y más te vale que no digas nada de esto a cualquiera del campamento, o patearé tu estúpido trasero todo el camino hasta Al Geneina! ¿Entendido?
Sintiendo el calor corporal de McCoy en su espalda, y los brazos que lo rodeaban por el pecho en un abrazo un poco torpe, Kirk asintió, sonriendo.
-Entendido. Pero podríamos decir que fue un tratamiento médico…
-James, cállate y trata de dormirte o te estrangulo. No estoy haciendo esto para que te quedes despierto toda la noche. ¡Que soy médico, no un maldito Oso Teddy!
-De acuerdo, si. Buenas noches, Teddy-Bones.
-¡¡Argh!! ¡¡Kirk!!
El remedio fue casi instantáneo.
Ambos cayeron profundamente dormidos, sin deshacer el abrazo en el que estaban.
Iglesia Anglicana de la aldea Al-Sebhire.
Décimo cuarto día fuera del campamento.
Primera semana de Septiembre 2003, 4:45 am.
-Doctor McCoy -el joven misionero llamó con cierta urgencia a la puerta de la habitación, despertando al médico-. Doctor McCoy, los refugiados están llegando.
Al escuchar eso se despejó por completo, y buscó levantarse tratando de no perturbar al periodista, más no lo consiguió. Estaba enredado en un raro nudo de piernas y brazos. Kirk despertó también, aunque bastante desubicado.
-¿Qué pasa?
-Llegó el primer grupo, Jim -respondió el médico al tiempo que lo hacía soltarlo y dejaba la cama, buscando sus pantalones-. Vuelve a dormir. Sólo los recibiremos e intentaremos ubicarlos para que puedan descansar algunas horas.
Kirk consultó su reloj, bostezando.
-No, ya dormí suficiente. Además, parte de mi trabajo es ayudarte en tu trabajo. Ése fue el acuerdo.
-Bien, pero no te agotes -el médico se dirigió a la puerta, dispuesto a iniciar con la ardua labor de ese día-. Te espero en la entrada principal.
Los dos camiones que había en el campamento llegaron minutos después. La enfermera Christine Chapel iba en el primero que arribó, así como el doctor Phlox y otros dos voluntarios en el segundo camión.
Fueron recibidos con enorme entusiasmo por la hermana Louis y el pastor O'Brian. McCoy se mostró un poco más reservado, más no dejó de mostrar su alegría por ver a los recién llegados. Por el contrario, la luminosa y enorme sonrisa de Kirk al recibirlos, así como también a los refugiados y heridos, logró devolverles a muchos de ellos un poco de esperanza.
Durante varias horas, Sulu, los dos voluntarios y Kirk se enfrascaron en la labor de logística, acomodando a los heridos de mayor urgencia en la escuela que estaba a un lado de la iglesia, mientras los dos médicos y la enfermera los atendían por prioridad. Los demás refugiados fueron llevados a una de las tiendas inflables que se habían dispuesto para esa emergencia. Pasarían el resto del día ahí, y partirían al anochecer, siguiendo el camino que los llevaría a través del valle, en el extremo norte del territorio de Kabkabiyah.
Cerca de mediodía, dos de los camiones que Kirk había conseguido, arribaron a Al-Shebire, al tiempo que McCoy confirmaba que un enorme grupo de refugiados se acercaba. Uhura y Spock los dirigían, y eran vigilados por doce voluntarios, entre ellos Andrei Chékov. Se habían dividido en equipos, dispersándose en el medio y al final del grupo. Posiblemente llegarían en la madrugada del siguiente día.
Poco después de recibir la noticia, mientras los dos médicos realizaban una cirugía en un improvisado quirófano dentro de uno de los salones, el doctor Phlox hizo un comentario que desconcertó a McCoy por completo.
-Leonard, he sabido que tú y el tipo nuevo de la prensa están en una relación...
El otro médico detuvo lo que hacía, viendo a su colega con gesto ceñudo.
-¿Qué? ¿Quién te dijo semejante patraña?
-Uh... hablé con Kira Neris hace unos días. Me comentó que te vio totalmente distinto a la última vez que se reunieron.
-Doctor Phlox, me sorprende que hayas escuchado a esa mujer intrigosa -respondió el médico americano-. Sabes que todo el tiempo intenta emparejar a quien sea con quien se deje. No deberías hacer caso a lo que dice.
-Bueno... es que no ha sido sólo ella. Verás...
Y sin más, le relató las versiones que corrían en boca de todos los miembros del campamento. Hasta Spock había hecho uno que otro reservado comentario. McCoy lo escuchaba con atención, esforzándose por terminar la cirugía sin matar al paciente por lo que su colega contaba.
Finalmente, al terminar con la cirugía, abandonó en completo silencio el quirófano, dirigiéndose a la iglesia mientras se quitaba la bata y los guantes estériles ensangrentados. Pasó por un lado de Kirk y dos refugiados, mas no les hizo ni pizca de caso cuando lo llamaron. Sólo caminó apresurado, subiendo las escaleras, hacia la habitación que les habían asignado. Sin medirse, se encerró azotando la puerta sin ningún cuidado.
Kirk había escuchado el portazo, mas no subió sino hasta que había transcurrido una hora y media, desconcertado al no ver bajar al médico en todo ese tiempo. Sabía que algo había sucedido, y en lugar de preguntar como desesperado y sin pistas entre quienes tal vez pudiesen saber algo, decidió verlo directamente con McCoy. Así que, después de terminar con su labor, se dirigió hacia la habitación, deteniéndose ante la puerta cerrada.
-¿Bones? -Tocó apenas con los nudillos de su mano, tratando de escucharlo a través de la hoja de madera-. Doctor, ¿estás bien?
Logró entender un sofocado “¡déjame en paz!”, en medio de una retahíla ininteligible de maldiciones, desconcertándose todavía más. Volvió a tocar, esta vez con mayor fuerza.
-¡Bones!
La puerta se abrió bruscamente ante su insistencia, mostrando a un muy enfadado médico frente él. Kirk retrocedió dos pasos al verlo.
-¡¿Qué demonios quieres?!
El periodista lo observó con mayor detenimiento, y frunció el ceño al darse cuenta del estado en el que se encontraba.
-¿Estás ebrio? ¡McCoy! ¿Cómo se te ocurre embriagarte justo ahora? ¿Y de dónde rayos conseguiste la botella de lo que sea que te estés tomando?
-¡Eso no te importa! Ahora, lárgate y déjame en paz.
Cuando intentó cerrar otra vez, Kirk reaccionó, deteniendo la puerta con su peso, alcanzando a meter un pie para impedirlo. Forcejearon unos segundos, uno abriendo, el otro tratando de cerrar.
-¡Por supuesto que me importa! ¡Y no me voy a ir hasta que me digas qué pasa contigo! -McCoy fue el que se rindió, soltando la puerta con una maldición en voz alta, mientras se adentraba a la habitación. Kirk entró, cerrando tras de sí. Jadeaba un poco debido al esfuerzo-. ¿Y bien? ¿Quién te hizo enfadar de esta forma?
-Tú. -La mirada vidriosa y ceñuda del médico siguió sus reacciones. Primero fue sorpresa, seguida de una rara mezcla de enfado y decepción. Sin embargo, no dejó ahí su respuesta-. Todo el mundo está especulando que tú y yo tenemos algo, cuando eso no es cierto. El problema es que tú has sido el único con quien me ha sucedido esto.
-¿Estás tratando de decirme que todo tu enfado es por rumores? ¿Y que es mi culpa? ¡Leonard McCoy, es lo más infantil e inmaduro que he escuchado!
-¡Es mi reputación, Kirk! ¡Estás acabando con ella!
-¿Cómo puedes decir algo así, después de que me has asegurado una y otra vez que no tienes problemas con tipos como yo? ¡Además, yo no he provocado nada! ¡Tú fuiste el que me abrazó! ¡Fuiste tú quien me besó! ¡Yo no he hecho nada!
-¡No te besé, Kirk! ¡Voy a acabar con esos estúpidos comentarios! -El médico se acercó a la cama, agarrando una de las mantas y una almohada, así como la botella de whisky que estaba en el piso-. ¡No me sigas! Dormiré en el jeep.
-¡No! ¡Leonard! ¡¡Leonard!!
No pudo impedir que saliera de la habitación hecho un ebrio energúmeno. Kirk sólo lo siguió hasta el inicio de las escaleras, agitado y molesto. Vio cómo todos los que se encontraban al paso del médico se apartaban inmediatamente, volteando después hacia donde él estaba. Agachó la cabeza y suspiró ruidosamente, volviendo a la habitación.
Iglesia Anglicana de la aldea Al-Sebhire.
Décimo cuarto día fuera del campamento.
Primera semana de Septiembre 2003, 9:05 pm.
Hacía una hora que habían despedido a ese primer grupo de refugiados. Los mismos voluntarios que los habían llevado hasta ahí, los conducirían hacia la frontera, con la consigna también de que pudiesen obtener por parte del gobierno de Chad un espacio resguardado por los cuerpos de paz para establecerlos sin riesgos.
McCoy sólo se había aparecido para ladrar algunas órdenes, verificando que todo marchara correctamente, según lo que habían establecido desde que partieran de Ardimi. Después de eso, se había vuelto a desaparecer de la vista de todos.
Kirk veía el cielo estrellado, sentado en el piso de madera de la entrada principal de la iglesia. No se había movido de ese lugar desde que los camiones se habían ido. Ahí lo encontró la hermana Louise.
-Jimmy, ¿qué haces aquí? -le preguntó al tiempo que le entregaba un pintoresco vaso de arcilla cocida, con leche de cabra tibia.
El periodista le sonrió cansadamente, aceptando el vaso.
-Me gusta ver el cielo de aquí; las estrellas no se aprecian bien de donde vengo, y... He visto más estrellas fugaces en menos de un mes, de lo que había visto en toda mi vida. -Tomó un pequeño sorbo de leche, y volvió su mirada hacia el cielo con expresión nostálgica-. Probablemente regrese a América en un par de semanas, hermana. En cuanto sepa que todos estos infortunados están a salvo, empacaré mis cosas y me iré.
-Pensé que te quedarías como voluntario.
-No. Tengo una vida allá, y como ya he conseguido la historia que buscaba, no hay nada más que hacer aquí. Llevo la crónica al periódico para el que trabajo, así como la encomienda de levantar la denuncia de lo que pasa ante las Naciones Unidas y el resto del mundo. No puedo quedarme.
-¿Dejarás todo esto sólo por un trabajo?
Kirk suspiró, bajando la vista hacia sus manos.
-No es sólo por eso. Sé que si me quedo, terminaré destrozándole la vida a alguien. No quiero que eso suceda.
-Nadie tiene ese mal agüero en su vida, Jimmy. Son sólo ideas -le dijo, revolviéndole un poco el cabello, enternecida, dedicándole una sonrisa casi maternal-. ¿Te gustaría cenar algo antes de dormir? A nosotros nos encantaría que nos acompañaras en la mesa.
El americano lo consideró por algunos segundos, y aceptó, levantándose. Ambos entraron a la iglesia, sin darse cuenta que Leonard McCoy los había escuchado, recostado a un lado del jeep, lidiando con la resaca del whisky y lo que le había dicho a Kirk horas antes.
Después de enterarse que se iría, el dolor de cabeza, extrañamente, se le incrementó.
Iglesia Anglicana de la aldea Al-Sebhire.
Décimo quinto día fuera del campamento.
Primera semana de Septiembre 2003, 1:12 am.
Kirk volteó hacia la puerta al escuchar un leve crujido. Alcanzó a ver la silueta del médico que entraba a la habitación, intentando ser lo más sigiloso posible.
-¿McCoy? -preguntó, incorporándose un poco. Apenas alcanzó a escuchar la maldición que el otro musitó.
-No quería despertarte.
Kirk encendió la lamparilla que tenía a su lado, en la mesita de noche.
-Sabes que no puedo dormir bien. -Las oscuras ojeras se marcaban aún más en su rostro pálido debido a esa luz-. ¿Qué pasa?
-Eh... olvidé algo... pensé que estabas dormido. -El periodista no preguntó más ante su titubeante explicación, tratando de no alterarlo. Sin embargo, McCoy intentó romper la tensión-. Escuché que te irás en unos días.
Kirk asintió con un gesto, notando que el médico apenas sí lo veía.
-Así es; conseguí mi historia, y no hay nada más aquí para mí. Decidí regresar al mundo al que pertenezco.
El médico se acercó un paso hacia la cama, con la vista baja y los pensamientos hechos un caos. No sabía cómo iniciar.
-Jim... yo...
No pudo continuar, pues fue interrumpido por un coro de cláxones y voces por el camino principal, a poca distancia de la iglesia. Kirk se incorporó entonces, volteando hacia la ventana de la habitación.
-¡Ya llegaron! Vamos, hay que bajar a recibirlos.
Contrario a todo el entusiasmo y vitalidad que Kirk mostró mientras se vestía, McCoy permaneció parado junto a la cama, silencioso. Lo siguió hacia el exterior de la iglesia sin hablar, con expresión ausente, sólo observándolo.
La recepción fue muy efusiva.
Kirk abrazó a Uhura y Spock en cuanto los tuvo enfrente, y tal como se había comportado con los refugiados del primer grupo, así lo hizo con los recién llegados. Sin preocuparse por nada más, buscó a Chékov entre el mar de gente que iba llegando.
McCoy trató de ocultar su desánimo mientras recibía a los viajeros; sin embargo, Uhura era demasiado intuitiva, y Spock muy observador. Ambos advirtieron que algo había ocurrido, así que no lo dejaron en paz desde ese momento, interrogándolo.
-¿Volviste a beber como cosaco, doctor McCoy? -preguntó ella, alcanzándolo por un brazo para dirigirlo al interior de la iglesia.
Spock lo sujetó por el otro, evitando que se les escapase.
-Nos gustaría saber qué ha sido esta vez, Leonard. Habías pasado mucho tiempo sobrio.
-Sólo tuve ganas de tomar un trago. Suéltenme.
-No, hasta que confieses -respondió ella con gesto severo-. Tenemos una situación grave entre manos, y lo menos que necesitamos ahora es que estés ebrio durante toda la operación.
-Está bien -dijo con tono resignado. Conocía a la pareja, y sabía que podían ser mucho más tercos que él mismo cuando lo decidían-. Phlox me comentó de los rumores que corrían en Ardimi, y eso me enfureció. Kirk y yo discutimos por esa razón.
-Pero, Leonard. Sólo son eso, rumores -le recriminó el diplomático-. No puedes dejar que una tontería así te afecte de esa manera, ni que los obligue a distanciarse.
-Ya lo sé. Oigan, ¿podrían soltarme? No pienso huir a ninguna parte, ni voy a correr a embriagarme. Ya terminé con mi provisión de Jack Daniels por completo.
Lo dejaron entonces, arrinconándolo contra una de las paredes.
-¿Qué vas a hacer?
-Tengo que hablar con él. Después de que discutimos, tomó la decisión de regresar a América en cuanto lleguemos a Al Geneina. No puedo dejar que se marche así.
Por un segundo, la pareja cruzó miradas sorprendidas. En seguida, Uhura suavizó su comportamiento.
-No, tienes razón. Aunque no creo que este sea el momento adecuado. Deja que los ánimos se enfríen un poco, y después hablas con él.
-Por lo pronto -interrumpió Spock, volteando hacia el camino principal de la aldea-, debemos acomodar a los refugiados. Han caminado por más de doce horas sin detenerse.
McCoy asintió, disponiéndose a llevar a cabo su labor de la mejor forma posible.
La mujer le sonrió, dándose la vuelta para ir hacia el enorme grupo que se apiñaba en el camino principal. Entonces, antes de que el médico la siguiera, Spock volvió a detenerlo, entregándole un envoltorio con un paquete maltratado y otras cosas.
-Leonard, esto es tuyo. -Sonrió al ver que la expresión del médico mostraba sorpresa, y después una enorme alegría-. Pudimos recuperarlo de Aduanas cuando fuimos a Zalingees. Te envían sus disculpas.
-¡Oh, no! ¡Que se jodan esos malditos con sus disculpas!
Spock asintió, palmeándole un brazo antes de ir detrás de la doctora Uhura. McCoy permaneció un poco más de tiempo ahí, viendo el paquete en sus manos.
-Joanna -musitó con la voz entrecortada-. Ahora podré cumplir mi promesa.
Diciendo esto, abrazó el envoltorio como si fuese el más preciado tesoro encontrado sobre la faz de la tierra.
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