Capítulo 12 del Fic: El Reino de las Mariposas [Star Trek 2009]

Aug 15, 2010 19:55

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La vida de todos los hombres termina igual, son los detalles
de como vive y como muere lo que distingue a un hombre de otro.

Ernest Hemingway


Capítulo 12

Iglesia Anglicana de la aldea Al-Sebhire.
Décimo quinto día fuera del campamento.
Primera semana de Septiembre 2003, 8:30 am.

-¡Hey, Jim!

Con voz un poco rasposa, McCoy llamó al periodista mientras éste se dirigía al jeep con su mochila al hombro. Llevaba el teléfono satelital y otras cosas en las manos, dispuesto a dejarlas en el vehículo. Este se volvió un poco sin dejar de caminar, dirigiéndole una leve sonrisa.

-Buenos días, doctor McCoy.

El médico se le emparejó, observándolo con gesto crítico.

-¿Desde cuándo me llamas “doctor McCoy”? ¿Qué pasó con “Bones”?

Kirk desvió la mirada al frente, tratando de mantener su expresión despreocupada.

-Sentí que estaba tomándome atribuciones que no debía. Quiero decir, no debería tratarte con tanta familiaridad, especialmente si eso te causa problemas.

El médico se le adelantó dos pasos, obligándolo a detenerse cuando lo encaró de golpe. Su frente estaba marcada por varias líneas, mostrando un poco el desasosiego que llevaba a cuestas.

-Escucha. Ayer estaba ebrio y molesto por habladurías inútiles, y dije muchas estupideces, pero…

-Los niños y los ebrios no dicen mentiras -lo interrumpió, fijando su azul y expresiva mirada en su rostro-. Todo lo que dijiste no fue al azar y sin razón. No eres el primero que se siente incómodo conmigo a un lado, y sé que no serás el último, pero lo entiendo.

-Jim…

Su sonrisa se empañó con una leve expresión de tristeza, al tiempo que palmeaba el hombro del médico y volvía a caminar

-No. Deja las cosas así. - Kirk alcanzó el vehículo, negando con un movimiento de su cabeza-. En verdad, sin resentimientos, McCoy. Ahora, tengo que guardar esto en el jeep antes de que nos vayamos. No voy a poder cargarlo todo el camino, y creo que no lo vamos a necesitar hasta que lleguemos a Al Geneina.

-¿No piensas irte conmigo en el jeep?

Mientras buscaba un lugar en dónde colocar lo que llevaba, trató de explicar su plan.

-Tengo todavía trabajo por hacer, y la forma más segura de obtener entrevistas que valgan la pena, es irme caminando con todos ellos -señaló hacia la muchedumbre, volviendo a su expresión despreocupada-. Si me voy en el jeep, jamás podré hacer una entrevista decente.

-¡Pero todavía no estás sano!

Kirk dejó el aparato en el asiento trasero, suspirando un tanto incómodo.

-Doc, deja de preocuparte tanto. -Volvió a buscar su mirada, tratando de darle peso a lo que decía-. Además, no soy el único convaleciente que va en el grupo, y habrá médicos y voluntarios cerca, en caso de que los necesite. Estaré bien, de verdad.

Se observaron por varios segundos, y antes de que McCoy pudiese decir algo, fue intempestivamente solicitado por varias personas.

-¡Doctor McCoy! ¡Tenemos una emergencia!

El aludido se distrajo ante eso, viendo a uno de los voluntarios y un grupo de aldeanos que llegaban de otra zona, llevando a una mujer herida en la cabeza.

-¡Voy en un minuto!

-¡Lo necesitamos inmediatamente, doctor!

Kirk bajó la vista por un momento, y sonrió con un tinte amargo al escucharlo maldecir por lo bajo.

-Ve con ellos, médico -le dijo, pensando en no darle más motivos de preocupación-. Yo estaré bien. Hablaremos en cuanto volvamos a vernos.

Sabiendo que no podría hacer nada más, McCoy asintió resignado, caminando hacia donde lo habían requerido. Kirk volvió a lo que hacía, sintiendo un enorme vacío en su pecho. No le gustaban las despedidas.

Carretera principal de la región de Kabkabiyáh.
Décimo quinto día fuera del campamento.
Primera semana de Septiembre 2003, 10:30 am.

Después de acomodarse en los jeeps que encabezarían y resguardarían el grupo de refugiados, McCoy trataba de poner atención a lo que la Hermana Louis le decía, mientras observaba de reojo el limitado panorama que los espejos retrovisores le mostraban.

Los vehículos encabezaban, flanqueaban y cuidaban el final de todo el grupo, atentos a lo que pudiera haber de emergencias durante el recorrido. McCoy había pedido estar en uno de los flancos centrales, precisamente para no perder de vista a Kirk, aunque eso fue demasiado relativo y errático en la práctica.

El periodista iba de un lado a otro, se perdía de su campo visual, y reaparecía bastante tiempo después, agitando una mano hacia el jeep para hacerles saber que estaba bien. Aún así, McCoy no estaba ni la mitad de tranquilo de lo que debería. La única forma de saber que seguía bien, era por la comunicación por radio con los demás vehículos.

Casi al final de ese grupo, Kirk alcanzó a una mujer que llevaba dos niños pequeños. Ambos se veían agotados, así que sus pasos se hacían más lentos y cortos. Con una enorme sonrisa y tratando de hacerse entender, alcanzó al mayorcito y lo hizo sentarse sobre sus hombros. La mujer entonces hizo lo mismo con el menor, y de esa forma se integraron nuevamente al grupo.

Varios refugiados los rodearon mientras avanzaban, y algunos de ellos empezaron a hablar con él en un muy mal inglés, en francés y en varios idiomas demasiado extraños a sus oídos. El periodista sólo les sonreía con expresión de disculpa.

-¡Señor Kirk!

Chékov se le emparejó, sonriendo divertido por la embarazosa situación en la que se veía el americano.

-¡Hola, Andrei! -lo saludó con cierto alivio-. ¿En dónde está Scotty?

-En Nyala. No quiso que fuera con él porque la situación era peligrosa. El señor Archer dijo que tratarían de llevar a los refugiados que pudieran rescatar de ahí hacia otro campamento, en el sur.

-Vaya. Creo que lo entrevistaré cuando pueda verlo.

-Sería divertido -el muchacho le sonrió a él y al pequeño que llevaba sobre sus hombros, pensando en eso-. Creo que nadie lo ha hecho antes.

-Bueno, siempre hay una primera vez -dijo el americano, guiñándole un ojo-. ¿Puedo pedirte entonces que seas mi fotógrafo, mientras entrevisto a estas personas?

-¡Por supuesto! ¡Sería un gran honor para mi ayudarlo!

Diciendo esto, el muchacho empezó a traducir lo poco que podía entender, respondiendo también a varias personas. Poco después, se quedaron solos con la pequeña familia.

Al ver el camión a varios metros al frente de ellos, Kirk le sonrió al niño y empezó a trotar, haciéndolo como juego para el pequeño, quien empezó a reír. Seguidos por la madre del niño y su hermanito, además del joven fotógrafo, avanzaron hasta alcanzar el camión. Ahí, los dos corresponsales subieron a los niños y a la mujer, ganándose la gratitud de ella.

-Bien, voy a avisarle a McCoy que no me he muerto -comentó el americano mientras se dirigía al flanco por el que sabía que transitaba el médico-. Tómales fotos a todos los que puedas, incluso a los de los camiones. Quiero que esta parte tenga todo el impacto gráfico.

Chékov asintió, dispuesto a esperarlo cerca del camión, mientras preparaba la cámara que llevaba colgada al hombro.

Por su parte, Kirk hizo lo mismo, preparando la cámara con una de las lentes panorámicas de largo alcance, apuntando al tenerla lista al final del contingente de refugiados. Mientras enfocaba a un niño con dos cabras en una especie de claro entre la maleza y las montañas que permitía ver el cielo, dos pequeños puntos aparecieron justo en el enfoque del fondo azul claro; notó que se acercaban rápidamente. Primero pensó que se trataba de un par de aves de rapiña, más al ver que su vuelo no era errático, un mal presentimiento lo alertó.

Deteniéndose por completo en medio del mar de gente, volvió a enfocar la cámara, reconociendo con angustia que eran aviones Antonov del ejército sudanés. Los mismos que habían atacado a la población de Kutum y la pequeña villa de Sarif es-Salam.

-No, no... -se volvió y echó a correr, alcanzando otra vez al camión para poder hablar por radio a los demás transportes. Mientras lo hacía, alertó al fotógrafo-. ¡Chékov, di a la gente que deben correr! ¡Que huyan hacia las montañas! ¡Vienen aviones hacia nosotros!

Sin pérdida de tiempo, el otro obedeció, empezando a gritar indicaciones hacia la muchedumbre, a todos lados que le era posible voltear. Otros voluntarios, al escucharlo, empezaron a hacer lo mismo, ayudando a los ahora asustados refugiados a desviar su camino, dejando sus pertenencias para correr despavoridos hacia la maleza y las zonas altas de las montañas.

Kirk subió entonces a un lado del camión, encontrándose con uno de los ingenieros que conociera en el viaje de Jartum hacia Ardimi. Éste observaba sorprendido la desbandada.

-¡Tucker! ¡Dame el radio!

-Hey, Kirk. ¿Qué ocurre?

-¡Vienen aviones, y son hostiles! ¡Debemos ir hacia las montañas!

Tucker le pasó el aparato de radio, al tiempo que maniobraba para desviarse también y poner a salvo a quienes transportaba. El periodista abrió entonces la comunicación.

-¡Spock, McCoy! ¡Vienen aviones detrás de nosotros! ¡Hay que desviarnos a las montañas!

-¿Estás seguro? -preguntó el médico al escucharlo, dispuesto a regresar a donde estaba el camión para ayudar a la movilización de la gente-. ¿Sólo son los aviones?

-¡No lo sé! ¡No vi ningún jeep, aunque no es garantía de que sólo sean los aviones. Podrían estar a poco tiempo de alcanzarnos también! -volvió a buscar en el horizonte, encontrando esta vez, una columna de polvo detrás de una de las colinas cercanas-. ¡Hay una polvareda en la falda de la montaña! ¡Debemos sacar a las personas del camino antes de que nos alcancen!

Spock intervino entonces.

-¡Lleven a todos los que sea posible a cualquier refugio! ¡Jim, trata de hacer que se dispersen e intenten alcanzar alguna de las aldeas cercanas! ¡Será la única oportunidad que tengan! ¡Y cierra la comunicación para que no los localicen!

-¡Entendido!

Le devolvió el radio a Tucker, mientras éste lo observaba de soslayo. Con bastante dificultad y la amenaza encima de ellos, Kirk buscó en el mapa que llevaban alguna referencia. No encontró aldeas cercanas, pero sí una hondonada a pocos kilómetros, en donde la planicie bajaba un poco de nivel. Era seguro que hubiese suficiente maleza para ocultarlos

-Tucker, mira -le señaló el mapa con urgencia-. Debemos ir ahí. No debe tomarnos más de diez minutos cruzar hasta este punto. Al llegar, busca en dónde ocultar el camión. Si es posible, adéntrate lo más que puedas en las partes altas, en la maleza.

-¡Pero hay zanjas y desbarrancaderos!

-¡Tucker, si esos tipos nos alcanzan, ten por seguro que las zanjas y los desbarrancaderos serán nuestro menor problema!

Dicho eso, se bajó del camión y echó a correr hacia donde estaba Chékov, apurando él también a la gente. Al alcanzar al joven fotógrafo, sacó el arma que llevaba oculta. El muchacho lo observó con semblante muy serio.

-Señor Kirk, ¿cree que sea necesario…?

-Andrei, créeme. Esto podría ser lo único que nos salve la vida.

Al escucharlo, el otro lo imitó, sacando y preparando el arma que llevaba. Sería la primera vez que la utilizaría contra seres humanos. Sintió una fuerte punzada de ansiedad, más permaneció tranquilo, esperando lo siguiente que Kirk ordenara.

Poco después, quedándose hasta el final, continuaban apresurando a la gente a subir hacia la maleza y los pocos árboles frondosos, buscando refugios seguros e inalcanzables para los agresores. El camión había desaparecido de su vista, y muchos de los que iban con ellos se escondían también entre las rocas y el alto pasto.

Kirk se detuvo por un momento al escuchar el eco de disparos retumbando en la montaña. Se horrorizó al imaginar que los que avanzaban al final de todo el grupo, casi a medio kilómetro de ellos, no habían logrado ocultarse. Se preocupó también por los tres jóvenes activistas que resguardaban a los rezagados, y deseó con todas sus fuerzas que no les hubiese ocurrido algo.

Sin embargo, los disparos se intensificaron en pocos minutos, y los aviones pasaron sobre ellos rugiendo, uno detrás de otro, sólo para dar vuelta y regresar a donde habían iniciado el ataque.

Al ver eso, tomó una arriesgada decisión. Buscó a Chékov y le dio una orden tajante.

-¡Quédate aquí! Si no regreso antes del atardecer, ve y fotografía lo que encuentres.

-Pero… señor Kirk…

-Dale todas mis cosas a Scotty, incluidas las libretas y la cámara. Bones lleva mi mochila en el jeep.

Chékov asintió con los ojos enrojecidos y un leve temblor en su barbilla. Era una especie de testamento y despedida.

Dejando a la gente segura, Kirk corrió con el arma en la mano lo más rápido que pudo entre piedras y arbustos, manteniéndose agachado para no ser descubierto. Llegó a lo alto de una de las colinas cercanas al camino, y desde ahí fue nuevamente testigo de una carnicería.

Entre cientos de personas abatidas por los disparos, y la chatarra carbonizada en la que se había convertido el jeep del equipo de Amnistía Internacional, pocos sobrevivientes del grupo rezagado y dos de los voluntarios corrían hacia el lado contrario del camino, muchos de ellos mal heridos. Intentaban llegar a una bifurcación en donde había maleza, antes de que los jeeps que se veían a lo lejos los alcanzaran. Supo que no lo lograrían al escuchar los motores de los Antonov que se acercaban. La distancia era muy grande, y los aviones demasiado rápidos.

Kirk recordó que llevaba la cámara consigo. Con horror y un aciago sentimiento de impotencia, supo que no podría hacer nada por ellos, sólo fotografiar todo lo que fuese capaz de soportar como evidencia de la masacre realizada por fuerzas gubernamentales en medio de los territorios de Jabal Marah, en las planicies inmediatas a las montañas.

Esta vez, a pesar de las gruesas lágrimas que corrían por sus mejillas y los quedos sollozos ocasionados por lo que veía, Kirk gastó varios rollos de película, documentando así la cobarde matanza, y el saqueo inmisericorde que los milicianos y los mercenarios hicieron entre las infortunadas víctimas.

Los tres voluntarios que iban al final del grupo también fueron asesinados.

Carretera principal de la región norte de Kabkabiyah.
Regiones bajas de Jabal Marah.
Décimo quinto día fuera del campamento.
Primera semana de Septiembre 2003, 4:47 pm.

A pocos minutos de que iniciara el atardecer, McCoy y Spock habían regresado después de verificar por radio con Tucker que los milicianos y los janjaweed se habían ido. Ellos habían tenido la enorme fortuna de encontrarse con varias zanjas profundas a poca distancia del camino, como una construcción abandonada de un enorme oleoducto. Se habían salvado gracias a ese providencial refugio.

Chécov, Tucker y dos voluntarios más auxiliaban a varias mujeres con niños y algunos ancianos, dándoles agua y una especie de galleta para evitar la deshidratación, cuando los encontraron. El médico fue el primero en bajarse del vehículo, volteando hacia todas partes.

-¡Andrei! ¿En dónde está Kirk?

El muchacho abrió los ojos como platos, nervioso. Aún no se había decidido a ir hasta el lugar donde habían escuchado los disparos, por temor a lo que pudiese encontrar.

-Doctor McCoy… fue hacia el otro lado de la colina. Me dijo que fuera a buscarlo si no volvía al atardecer.

Spock los alcanzó, viendo la expresión involuntaria del médico al escucharlo.

-¡Pero será estúpido! -McCoy pasó rápidamente de la angustia a la furia al pensar en el riesgo que corría-. ¡Voy a buscarlo! ¡Debe haber heridos, y tal vez Jim esté con ellos!

-Spock, Bones -Tucker se les acercó, mostrando una expresión grave-. No he podido contactarme con el jeep de Alison. Los Antonov enfocaron su ataque en esa zona. Temo que no hay sobrevivientes.

-¡Eso no ayuda, Tucker! ¡Iré de todos modos!

-Espera, Leonard -lo detuvo Spock antes de que volviera al vehículo-. Aún no sabemos si los milicianos se han ido ya. No puedes ir en el jeep.

-Hace mucho rato dejamos de escuchar disparos -intervino Chékov, preparando su cámara y el arma en un lugar en que pudiera alcanzarla fácilmente-. Voy a seguir el camino del señor Kirk. ¿Quieren ir?

Spock, Tucker y McCoy se voltearon a ver por unos segundos, y en seguida, el médico reaccionó.

-Sí, sólo espérame un minuto. Voy por el equipo de primeros auxilios.

-Yo me quedo -dijo Tucker, señalándoles la radio y a la gente-. Si los dejamos, se desbandarán y será un riesgo mucho mayor para ellos. Necesitan saber que seguimos a su lado.

-De acuerdo -accedió Spock, disponiéndose también a seguir al joven corresponsal.

En pocos minutos, los tres emprendían el camino de regreso hacia la carretera, dándose prisa para no ser sorprendidos por las sombras que las nubes y el descenso del sol provocaban. Anduvieron en silencio, oteando cada sombra con la que se encontraban, hasta que llegaron a la colina desde donde se alcanzaba a ver el pequeño valle que formaba la carretera al salir de las montañas.

Ninguno pudo hablar por varios segundos, mudos ante el escenario de muerte que se desplegaba frente a sus ojos. Hasta que Chékov alcanzó a ver movimiento entre la masa informe de cuerpos masacrados.

-¡Ahí está! -dijo señalando hacia una figura que se erguía sobre las demás, dando traspiés y deteniéndose por momentos, como un animalillo ciego y desorientado-. Parece que está herido.

McCoy no esperó nada más. Echó a correr colina abajo, sin importarle tropezar con maleza y rocas; al llegar a donde estaban los primeros cadáveres, aminoró el paso. Junto a los cuerpos masacrados de dos de los voluntarios, había algunos niños, varias mujeres y ancianos, al parecer algunos heridos, sentados en silencio, viendo también ellos al periodista americano. El médico los observó, más no se detuvo. Ninguno de ellos se movió de su posición, ausentes, conmocionados.

Kirk volteó hacia donde alguien lo llamaba. Distinguió una silueta lejana e irreal, como una sombra que se movía, acercándose. Jadeaba exhausto, manchado de sangre y tierra, y le ardían los ojos. Hacía mucho rato que las lágrimas habían dejado de fluir, pero sus sollozos continuaban con la misma fuerza. Llevaba en sus brazos el cuerpo casi destrozado de un bebé, y la sangre de éste manchaba toda su ropa por el frente.

Cuando el médico lo alcanzó, sólo fue capaz de repetir lo que lo mantenía de pie. Tenía la mirada perdida en la macabra alfombra de cadáveres que cubría el suelo arenoso.

-N-no encuentro a su madre…

McCoy lo sujetó por los hombros, dándose cuenta de la profunda conmoción en la que se encontraba. Estaba mortalmente pálido, y temblaba de manera violenta. Tenía que sacarlo de ahí.

-Jim, dámelo.

-Debo llevarlo con su madre… -musitó con la voz quebrada-. No la encuentro…

-Jim... Tienes que soltarlo -le dijo mientras bajaba sus manos hacia los brazos engarrotados alrededor del pequeño cuerpecito-. Dámelo.

Hasta ese momento, Kirk fijó sus ojos enrojecidos en el rostro del médico, y aflojó el agarre. McCoy le quitó al pequeño, dejándolo con suma delicadeza a un lado. Volvió a incorporarse y sujetó al periodista por un brazo.

-No hay nada más qué hacer por ellos. Vámonos.

Sin apartar su mirada ausente del rostro del médico, el periodista lo siguió dócilmente hasta la colina en donde los otros los esperaban. Spock se había dedicado a revisar a cada uno de los sobrevivientes, apartándolos también de ese lugar.

Por su parte, Chékov había fotografiado todo lo ocurrido en esos pocos minutos. Al igual que el americano, había derramado lágrimas silenciosas mientras las imágenes quedaban grabadas en la película fotográfica.

Carretera principal de la región norte de Kabkabiyáh.
Décimo quinto día fuera del campamento.
Primera semana de Septiembre 2003, 5:25 pm.

El reducido grupo de sobrevivientes, guiados por Spock y McCoy, llegó a donde se encontraba el grupo de Tucker. Éste había logrado sacar el camión de la zanja en donde lo había ocultado, con ayuda de algunos muchachos refugiados.

Mientras el médico se enfocó en atender debidamente a cada uno de los que llegaron con ellos, Spock se acercó a Kirk, tratando de saber cómo se encontraba. Había sido bastante sorpresivo para él ver al periodista abatido y extraviado en la tragedia que había presenciado. Al pensar que era la primera vez que el americano veía algo así, por segunda ocasión, sabía que pasaría mucho tiempo antes de que pudiera volver a dormir sin pesadillas.

Lo encontró sentado en el suelo, junto a uno de los niños con quienes había estado antes del ataque. Parecía dormir, con uno de sus brazos sobre los hombros del pequeño. Lo llamó con voz queda, previendo no despertarlo en caso de que el agotamiento lo hubiese vencido.

-¿Jim? -Sin abrir los ojos, el periodista levantó la cabeza hacia donde estaba Spock, dándole a entender que podía continuar. Éste suspiró apenas, sin dejar de observarlo-. ¿Cómo te sientes?

-No lo sé… -fue su respuesta. Pasó saliva con mucha dificultad al sentir la garganta reseca, y continuó-. Siento… como si me hubiesen echado a patadas del infierno. Después de una paliza, claro.

Spock asintió con un cabeceo, viendo cómo Kirk entreabría los ojos sin verlo, acariciando la cabecita del niño. Parecía buscar a alguien.

-Lo lamento. -Esas palabras obligaron al corresponsal a fijar su mirada en el rostro compungido de quien hablaba-. Esto no debió suceder. Ha sido demasiado para ti.

-Spock, tú no tienes la culpa de lo ocurrido. Ni a esa gente, ni a mí. -Dejó al pequeño con cuidado, recostándolo en el suelo, mientras él se levantaba para encararlo-. Yo decidí venir aquí por una historia. Nunca me imaginé que algo como el horror de esta tarde, y lo que vi hace días realmente podría ocurrir, pero no es culpa de ustedes. Yo, sólo yo, tomé la decisión de estar aquí.

El diplomático mantuvo su mirada fija en la de Kirk por algunos segundos, aceptando cada palabra que escuchaba. Finalmente asintió, reconociendo el brillo de determinación que sus azules ojos mostraban. McCoy llegó con ellos en ese momento, con el radio en la mano.

-Te llama tu dueña, Spock -dijo con cierto tono cínico, entregándole el aparato.

Antes de desviar su vista del rostro manchado de tierra y sangre de Kirk, Spock pudo darse cuenta del ligero cambio en el brillo de su mirada. Eso lo desconcertó, más se enfocó en la urgencia de Uhura por comunicarse con él.

Mientras dejaban que pudiera darle un reporte a la doctora, McCoy jaló a Kirk dos pasos lejos de él.

-¿Cómo estás?

-¿Por qué presiento que todo el mundo me va a preguntar eso durante toda la noche? -respondió el periodista, tratando de no preocuparlo más. McCoy levantó una ceja en modo desaprobatorio, así que se vio obligado a responderle-. Mira… no lo sé. Todo esto ha sido muy intenso, y no sé aún cómo me siento.

Esta vez, el médico asintió con pesadumbre.

-Entiendo, y te pregunto porque el estado en el que te encontramos era preocupante. Necesito saber que no vas a colapsarte a medio camino.

-Deja de preocuparte tanto por mi, médico. Sé cuidarme, ya he crecido.

-Jim…

Spock los interrumpió con expresión de urgencia.

-Señores, debemos irnos de aquí. Nyota me avisa que hay transmisiones militares dando ubicaciones cercanas a la carretera. Debemos buscar un lugar en dónde ocultarnos.

Ambos asintieron, dispuestos a movilizar a los aún asustados refugiados.

Después de permitir que el camión llevara a los heridos y a la mayor parte de mujeres con niños pequeños, se pusieron en camino lo más rápido que pudieron, alcanzando en poco tiempo al grupo oculto en las ruinas del oleoducto.

Al encontrarse con ellos, los voluntarios y activistas se reunieron de urgencia frente a las luces de los jeeps, revisando varios mapas.

-Propongo que dejemos la carretera principal y nos dirijamos al norte, hacia Havot-Maquir, en el territorio de Garah Farwiya -dijo McCoy después de una breve discusión entre ellos, mientras seguía la carretera y las anotaciones que había hecho en su mapa-. Hemos realizado incursiones médicas en ese grupo de aldeas, y el patriarca nos conoce. Podríamos pedirle asilo para tratar a los heridos más graves, mientras otra parte del grupo se pone en marcha desde ahí hacia la región de Sandadah. Pienso que será la mejor ruta para llegar a Al-Junaynah y los campamentos que están ahí...

-¿Piensas dividirnos aún más? -Cuestionó Uhura con reticencia-. Doctor, no creo que sea una buena solución…

-En realidad -Kirk intervino, permaneciendo en su misma posición, observándolos-, el dividirnos en grupos más pequeños podría darles mayor oportunidad de sobrevivir, doctora Uhura. Si continuamos en un grupo compacto, seremos presa fácil tanto de aviones como de milicianos en tierra. El territorio no es muy adecuado para ocultar a un grupo de personas tan numeroso. La carretera es una trampa mortal.

Todas las miradas se posaron en él, hasta que Spock le dio la razón.

-Temo que es lo más sensato, Nyota -comentó sin quitar la vista del rostro del corresponsal-. El ejército sudanés y los mercenarios no están atacando a su gente, y movernos en grupos pequeños nos hará un poco más rápidos. Eso podría ser una gran ventaja.

La mayoría de los miembros del grupo empezaron a opinar, asintiendo a lo que escuchaban.

Finalmente, ella se rindió a esa propuesta, después de considerarla con cuidado.

-Está bien. Nuestra prioridad ahora será llegar a Havot-Maquir antes del amanecer. La noche nos ocultará de cualquier otro ataque miliciano.

-El caserío está a dos horas de aquí, a pie -dijo McCoy mientras sacaba de entre su ropa el arma que llevaba, mostrándosela a los demás-. Sólo una recomendación más. Tendremos que estar muy atentos para evitar que se nos acerquen las fieras, y no dejar que alguien se quede atrás.

Un espeso silencio se hizo entre el grupo, más no por mucho tiempo. Tucker fue el primero que decidió movilizarse.

-Bien, mientras más pronto nos movamos, más rápido llegaremos. ¿Quién encabezará el contingente?

-Los camiones con los heridos, mujeres con niños pequeños y enfermos -dictó Uhura, mientras empezaban a dispersarse-. Los demás iremos a pie, a los lados y detrás de toda la gente. Nos veremos en unas horas.

Tomando cada uno la responsabilidad de conducir al resto de los refugiados, iniciaron la marcha hacia las aldeas mencionadas.

McCoy resintió una vez más el que Kirk se alejara de su lado durante todo el trayecto.

Territorio de Havot-Maquir, región de Garah Farwiya.
Décimo quinto día fuera del campamento.
Primera semana de Septiembre 2003, 7:50 pm.

Sin contratiempos de por medio, lograron llegar al caserío en el tiempo programado. Y tal como lo había previsto McCoy, por la labor médica que tanto él como Kira Neris en los recorridos de prevención habían realizado en el lugar, el patriarca les permitió quedarse en el dispensario que pertenecía a la pequeña escuela.

Ya instalados en una de las tiendas que habían armado como dispensario, McCoy ayudaba a la enfermera Chapel y Uhura con los últimos heridos, mientras afuera de la tienda el barullo de los animales y los insectos del lugar disminuía al tiempo que las nubes de tormenta se cernían sobre el campamento.

Levantó la vista al terminar de limpiar la herida de una joven, y alcanzó a ver la silueta de Kirk a través de una ventana de malla, casi perdiéndose en la penumbra del exterior. Uhura se acercó a donde estaba el médico, viendo al mismo lugar que él.

-Doctor McCoy -dijo después de unos segundos, sonriendo comprensiva-. Yo terminaré de vendar a la paciente. ¿Por qué no te tomas un descanso?

Bones le devolvió una sonrisa cansada, y asintió, tomándole la palabra. Antes de salir, alcanzó la botella de gel y un par de toallas de papel, que prácticamente eran de las últimas, y trató de limpiarse lo más que pudo las manos y los antebrazos. Había sido una ardua jornada en medio de ese infierno.

Spock se acercó a su prometida cuando el médico salió de la tienda, abrazándola con ternura por detrás. Depositó un pequeño beso en la unión del hombro y el cuello de ella, siendo correspondido con la sonrisa femenina y las caricias que le prodigó en sus brazos.

-¿Qué crees que ocurra con ellos esta noche, Spock?

-Sería muy anticipado el fabricar escenarios románticos, Nyota. Posiblemente se peleen, y si hay suerte, tal vez se reconcilien con alguna de las botellas ilegales que McCoy saca de la nada, contándose anécdotas raras.

-¿Y por qué no consideras la posibilidad de que terminen besándose y teniendo una larga sesión de sexo de reconciliación, cariño?

-Porque ambos están en el mismo nivel de cabezonería y necedad. Aunque quién sabe. Kirk ha resultado ser demasiado imprevisible. Tal vez logre convencer a Bones.

Sonriendo en forma cómplice, compartieron un rápido beso y deshicieron el abrazo, volviendo a sus respectivas labores.

-------------------------------CONTINUARÁ...

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crossovers varios, star trek: entre otp's y ot3..., baby bang 2010, cerebro marca acme, para el crack, fics relatos y lo que salga intermedio, Slasheando con singular alegría

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