SEGUNDA PARTE
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―¿Estás seguro de que no necesitas nuestra ayuda, compañero? ―preguntó Ron con ansiedad desde las verdes llamas de la chimenea.
Harry sonrió ante la preocupación de su amigo y después negó con la cabeza.
―Por el momento no, Ron. Todo está bajo control, al menos por ahora. Dile a Hermione que no se preocupe.
El pelirrojo iba a decir algo, pero su rostro fue reemplazado casi de inmediato por el de Hermione, quien lucía igual de desvelada que los dos. Ya eran poco más de las tres de la mañana y sus amigos seguían negándose a dormir a pesar de que el auror les había repetido en varias ocasiones que se encontraba en perfectas condiciones.
―Es imposible que no me preocupe, Harry. La situación es bastante más grave de lo que tú nos quieres hacer pensar, estoy completamente segura ―recriminó la castaña.
―Hermione… ―Harry suspiró ―. Por favor, trata de entender. En este momento debo de actuar con precaución ya que no sé cómo se desarrollará todo. Lo último que quiero es ponerlos en peligro por algo innecesario.
―Harry…
―Por favor, confía en mí.
―Es que… ―esta vez fue ella quien suspiró ―. Has estado sumergido con trabajo de oficina por tanto tiempo, que me es difícil no preocuparme por ti.
―¡Oye! ¡Aunque no lo creas, sigo en excelente forma! ―exclamó el moreno con diversión.
Hermione soltó una risita y entonces Ron apareció nuevamente en la chimenea.
―Por mí está bien, compañero. Estoy seguro de que sabes lo que haces. Sólo te pido que nos llames si las cosas empiezan a ponerse muy feas. Tal vez no sea un auror, pero estoy seguro de que podré ayudarte en algo ―dijo el pelirrojo con una sonrisa.
―Lo mismo digo. Por favor no dudes en llamarnos ―añadió la mujer.
―Muchas gracias, chicos. Prometo que serán los primeros en enterarse.
Cuando la comunicación se cortó finalmente, Harry se encontraba mucho más calmado. La confianza que sus amigos tenían en él, y el hecho de saber que ellos estarían ahí sin importar lo que sucediera, era más que suficiente para tranquilizarlo y confortarlo.
―No puedo creer que sigan tan unidos después de tanto tiempo.
El auror giró con rapidez al escuchar esa voz detrás de él y frunció el ceño.
―Escuchar las conversaciones ajenas es de muy mala educación, Zabini. ¿Cuánto tiempo llevas ahí? ―preguntó.
Blaise se encogió de hombros.
―No mucho. Sólo vine a decirte que Draco te espera en su habitación ―una inquietante sonrisa se dibujó en el rostro del moreno, misma que el otro no pudo descifrar del todo pero que sin duda le causó un poco de ansiedad ―. No pongas esa cara, Potter. Draco no te va a comer. Más bien creo que será todo lo contrario.
El Slytherin soltó una fuerte carcajada en ese momento y, sin decir una sola palabra más, se retiró, moviendo su cola de un lado a otro mientras comenzaba a tararear una extraña canción. Blaise Zabini estaba completamente loco.
Harry dio dos golpes a la puerta y esperó un par de segundos. Cuando finalmente escuchó la voz de Malfoy, invitándolo a entrar, su estómago dio un inexplicable e inesperado vuelco y, cuando finalmente estuvo dentro, su corazón pareció detenerse, al igual que cualquier sonido o movimiento a su alrededor.
Malfoy se encontraba de pie frente a un enorme espejo que cubría casi la mitad de la pared. Tomando lo que parecía ser jugo directo de una botella. Vistiendo únicamente unos bóxers negros.
El rubio hizo una señal para que terminara de cerrar la puerta y después caminó hacia una cajonera de la que sacó un traje negro, un traje negro que se veía muy ajustado, que extendió para él.
―Le pertenece a Theo. Creo que los dos tienen la misma talla, así que no veo problema para que lo uses esta noche.
Harry lo miraba con la boca abierta. Quería decir algo, lo que fuera, pero su mente no parecía querer cooperar con su cuerpo en lo absoluto, pues ésta se encontraba muy ocupada analizando cada pequeño detalle de aquellas blancas piernas y aquel torso perfecto adornado por dos pequeños y, aparentemente deliciosos, botones rosados. Malfoy movió la mano frente a su rostro para llamar su atención, para su vergüenza y, cuando finalmente lo consiguió, le arrojó las prendas a la cara.
―¿P-Por qué debo usar esto? ―preguntó él con nerviosismo, intentando con todas sus fuerzas no girar el rostro nuevamente hacia el Slytherin.
―Es una tela especial. Nos permite movernos con facilidad y oculta nuestra cola por medio de un hechizo.
―Sí. Eso lo entiendo. Lo que no logro comprender del todo es porqué debe ser de un material tan… ajustado ―murmuró, incómodo.
―Bueno, eso se lo tendrías que preguntar a Blaise. Él fue el que diseño ese traje ―Malfoy colocó la botella de jugo sobre una mesita de noche y después tomó una pequeña toalla que se encontraba en ese mismo lugar, misma que llevó hasta su cabeza.
Fue en ese momento cuando Harry pudo percatarse de que el rubio tenía el cabello un tanto húmedo. Era obvio que acababa de salir del baño.
―No, preferiría hablar con él lo menos posible... ―el auror acarició la tela de su traje con los dedos y después suspiró―. A mí no me parece muy cómodo que digamos…
―Lo entenderás cuando te lo pongas ―Malfoy deslizó la toalla hasta su cuello y después le dio la espalda, aunque estaba observándolo por el espejo, desde luego ―. ¿Piensas dormir con esa ropa puesta? Si quieres puedo ver si Theo dejó algún pijama o algo más ligero.
Harry casi se ahoga con su propia saliva.
―¡¿Q-qué has dicho?! ¡¿Quieres que duerma aquí?! ―exclamó ruborizado.
―Entenderás que no podemos dejarte ir así como así. Podrías hacer algo estúpido, como ir a pedir apoyo a tus amigos aurores y eso es algo que no podemos permitir ―contestó el otro con toda la naturalidad del mundo.
―¡No voy a hacer nada estúpido! Además no entiendo por qué tendría que compartir habitación contigo ―replicó, sintiendo como el rojo de sus mejillas no hacía más que incrementar.
―En ningún momento dije que tendrías que compartir habitación conmigo, Potter ―Draco puso los ojos en blanco y lanzó la toalla hacia atrás, aunque esta flotó directo hacia lo que parecía ser el baño ―. Siempre puedes dormir con Blaise, seguro que no le molestará.
―Primero muerto. El tipo está como una cabra.
Malfoy soltó una risita divertida, misma que causó que la vergüenza del moreno se incrementara, aunque por razones totalmente diferentes.
―Entonces duerme con Greg. Aunque te advierto que es sonámbulo y muerde en algunas ocasiones. O al menos eso es lo que me dijeron… ―murmuró para sí mismo.
―No… tengo la impresión de que podría hechizarme en el momento en que me quede dormido ―Harry suspiró ―. ¿Qué hay de la habitación de Nott? Él no está, así que no creo que le moleste.
―Estás en ella ―Draco se encogió de hombros ante la mirada incrédula que le estaba dirigiendo el auror ―. No sé si te das cuenta, Potter, pero la casa no es muy grande. Greg y Blaise son los únicos que tienen habitación propia, está de más decir el porqué; la única habitación que queda es la de Severus, pero dudo mucho que quieras entrar ahí, ¿o sí? ―preguntó con curiosidad.
―No. Claro que no… ―Harry bajó la mirada, avergonzado ante las imágenes que comenzaban a aparecer en su cabeza. La sola idea de compartir la misma habitación, ni qué decir de la misma cama, con Malfoy le provocaba demasiadas reacciones desconocidas ―. Aunque no me molestaría utilizar el sofá y…
―De ninguna manera. Estarías demasiado cerca de la red flu y eso vendría siendo lo mismo ―Malfoy tomó su varita de la mesa de noche y después giró hacia él, apuntándolo con ella ―. ¡Expelliarmus! ―como era lo normal, la varita de Harry salió disparada desde el bolsillo de su pantalón y flotó hasta caer en las manos del rubio.
―¡Oye! ―reclamó el moreno, indignado.
―Me quedaré con esto por ahora. Te la devolveré más tarde.
Draco caminó hacia la puerta, pasando de largo junto a Harry y éste, al escuchar cómo el otro se disponía a salir de la habitación, lo detuvo, acorralándolo e impidiéndole que pudiera tocar siquiera la perilla.
―¿Adónde vas? ―murmuró, pegando sus cuerpos de manera inconsciente.
―Debo hablar un par de cosas con Blaise ―contestó el rubio con tranquilidad.
―¿No piensas ponerte algo encima? ¿Vas a ir a verlo así como estás?
―¿De qué hablas? No es como si Blaise no me hubiera visto así antes.
Las manos que Harry tenía contra la puerta se cerraron hasta convertirse en un par de puños, mismos que golpearon la madera, muy cerca del rostro del Slytherin.
―¿Es así? ―murmuró con voz exigente y fría.
―Blaise fue mi compañero de habitación cuando íbamos en Hogwarts, es normal que me viera en ropa interior…
―¡No! ¡Eso no es normal! ―exclamó el auror enfurecido.
Ambos se quedaron en silencio por unos instantes. Poco a poco, Harry sintió como la ira comenzaba a ser reemplazada por un sentimiento de amargura totalmente inesperado. Justo cuando se disponía a alejarse del otro hombre, Malfoy alzó su mano derecha y la colocó sobre la suya.
―Me pregunto si sabes lo que estás haciendo ―dijo Draco con voz suave mientras acariciaba con lentitud sus largos dedos.
―Todo es demasiado confuso ―contestó el otro ―. No sé qué carajos estoy haciendo. Esto nunca me había sucedido con nadie.
―¿Con un hombre, quieres decir? ―preguntó el rubio.
Harry negó con la cabeza, recargó su frente en la nuca de Malfoy y suspiró.
―Con nadie. Nunca me ha importado si se trata de un hombre o una mujer ―cerró los ojos y se apretó aún más contra el cuerpo del otro hombre ―. Hueles muy bien.
Malfoy sonrió. El auror no entendió cómo pudo saber que el otro sonreía, pero poco le importaba.
―Entonces déjame explicártelo.
En un instante, Harry se encontraba de espaldas contra el colchón de la cama. Con Draco Malfoy sentado a horcadas sobre él.
―¿Qué estás haciendo? ―preguntó el moreno con la boca seca.
Una sonrisa depredadora se dibujó en los labios del otro joven y, sin despegar su mirada del auror por un solo instante, comenzó a inclinarse hasta que sus rostros quedaron a escasos centímetros de distancia.
―Hace unos minutos yo te hice la misma pregunta, aunque a diferencia de ti, yo sí te diré lo que estoy haciendo ―contestó él con voz suave, misma que mandó estremecimientos a cada centímetro de la piel del Gryffindor ―. Voy a besarte.
―¿Por qué vas a hacer eso? ― Harry tragó en seco y sus manos se movieron por inercia hasta las caderas del rubio, aferrándose con fuerza a la tibia piel que se encontraba expuesta para él, maravillándose por su suavidad.
La blanca cola de Draco comenzó a moverse de un lado a otro, al mismo tiempo, sus ojos grises comenzaron a brillar con una intensidad desconocida y su lengua había comenzado a humedecer sus propios labios, dándoles un aspecto totalmente apetitoso.
―Porque mi instinto así me lo pide ―contestó, acariciando la boca de Harry con su aliento.
―¿T-Tu instinto? ―murmuró el auror, al borde de perder el control de sí mismo.
―Sí ―Malfoy por fin unió sus labios a los de él, aunque sólo por un par de segundos, después se separó de él y recorrió la extensión de sus labios con su lengua rosada ―. ¿Sabes qué otra cosa me dice mi instinto? ―Harry no se atrevió a contestar, sólo apretó sus manos con más fuerza, queriendo dejar marcas en aquella piel cremosa ―. Mi instinto me dice que debo montarte y hacer que te corras dentro de mí hasta que pierdas toda noción de tiempo y espacio ―soltó una risita al escuchar el indigno gemido que había escapado de la garganta del moreno―. Lamentablemente, me temo que eso no podrá ser posible ―añadió mientras enterraba sus dedos en el negro cabello del auror.
―¿Por qué no? ―preguntó Potter con un jadeo decepcionado.
―Porque podrías arrepentirte después.
―Yo no… ―Harry no pudo continuar, pues Draco lo silenció con otro pequeño beso.
―Lo harás. Otro de los efectos de la poción es que te brinda los mismos instintos animales que obtienes cuando te transformas. Es por eso que, desde que me viste, te has sentido atraído por mí. El que está hablando es tu instinto, no tú.
―Pero…
―Lo último que quiero es que digas que me aproveché de ti. Eso no se vería bien ―comentó el rubio con una traviesa sonrisa, después deslizó su mano hasta la entrepierna de Harry, acariciándolo por encima del pantalón ―. Esto no estaría así si no fuera por la poción, créeme.
―Eso no puedes saberlo ―replicó el moreno con un gruñido, deslizando su mano dentro del bóxer del Slytherin hasta tomar aquella erección.
Draco jadeó.
―Exacto. No hay forma de saberlo ―contestó con voz temblorosa.
―Eres muy sexy… ―gruñó Harry mientras apretaba un poco más su agarre contra el miembro del rubio.
―Lo sé.
―Tienes mucha confianza en ti mismo.
―Evidentemente ― contestó Draco sin aliento―. Tú siempre me has gustado, ¿sabes?
―¿Siempre? ―preguntó el auror, sintiendo como un sentimiento cálido comenzaba a recorrer su cuerpo.
―Sí.
―¿Entonces no es sólo tu instinto?
―No.
―Entonces vamos a…
―No podemos ―Draco se enderezó hasta quedar sentado nuevamente sobre su regazo ―. Ya te dije por qué.
Harry suspiró y cerró los ojos, para así tratar de controlar los acelerados latidos de su corazón.
―Entonces esta será una larga y dolorosa noche ―gimió con frustración. Su pene estaba demasiado duro, lo único que le quedaba era masturbarse para así tratar de calmar su excitación.
―Hagamos algo al respecto. Yo tampoco quiero quedarme así.
―¿Qué propones? ―preguntó Harry con curiosidad. Al ver aquella sonrisa tan sexy en la cara de Malfoy, su polla dio un incontrolable tirón.
Merlín, cómo lo deseaba.
―¿Alguna vez has hecho un sesenta y nueve?
Cuando la boca de Draco descendió sobre la endurecida polla de Harry, éste no pudo hacer otra cosa más que gemir y empujarse instintivamente hacia arriba, en busca de más contacto con aquella tibia y húmeda cavidad. El rubio tosió un par de veces, claramente sorprendido ante el inesperado movimiento y giró el rostro hacia atrás mientras sostenía el pene del otro con una de sus manos.
Eso, sumado a la visión del hermoso y perfecto trasero que tenía justo delante de él, casi hace que el auror perdiera cualquier rastro de autocontrol que le quedaba.
―Veo que eres muy impaciente ―murmuró el Slytherin con una traviesa sonrisa mientras acariciaba toda la extensión de la hombría del moreno.
―Lo siento ―dijo Harry un tanto avergonzado ―. Es sólo que se siente mucho más intenso de lo normal.
―Por supuesto que sí. Estás conmigo después de todo ―Draco sonrió ante las gotas de preseminal que comenzaban a salir de la punta del miembro de Harry y se inclinó para recogerlas lentamente con la lengua, moviendo su trasero de un lado a otro en un insinuante vaivén. La blanca y esponjosa cola también se estaba moviendo y eso le añadía un toque adorable y a la vez erótico que no hacía otra cosa más que aumentar su excitación.
Potter cerró los ojos por un momento y gruñó, enterrando sus uñas en las blancas nalgas del otro, arrancándole un jadeo adolorido. Decidido a no dejarse vencer, Harry sujetó al joven con fuerza por las caderas y lo obligó a acomodarse de tal manera que su pene quedara justo a la altura de su boca, comenzando así un lento y a la vez intenso succionar que pronto tuvo al Slytherin en el mismo estado en el que él se encontraba.
Pronto, ambos se encontraron gimiendo y chupando el miembro del otro con fiereza, saboreando cada gota de preeyaculatorio, gozando con cada gruñido, caricia y arañazo. Porque sí, ambos, Harry y Draco, estaban enterrándose las uñas con la misma fuerza con la que se estaban mamando las pollas.
Harry no supo cuánto tiempo permanecieron en esa misma posición. Lo único que llegaba a sus oídos eran los dulces gemidos que escapaban de los labios del rubio, mismos que a veces le tocaba sentir cuando se encontraba dentro de aquella boca celestial. A su vez, la mano del moreno se dirigió hacia la rosada entrada que estaba a pocos centímetros de su rostro y, sin saber bien lo que hacía, comenzó a acariciar aquella sensible piel que no hacía más que hacerle agua la boca.
―¿Qué tal se siente esto, Malfoy? ―preguntó él entre jadeos.
―Si… ―Draco gimió ―. Si sigues haciendo eso, no podré controlarme por más tiempo.
Harry sonrió al escuchar aquellas palabras y, sin soltar el pene del otro, dirigió su lengua hacia aquella zona para lamer cada rincón que se encontraba a su paso. Apenas había comenzado a disfrutar del sabor Slytherin cuando éste convulsionó encima de él, arrojando chorros de semen sobre su estómago y vientre, apretando aún más su agarre contra su miembro. Gimiendo sin control, proporcionándole el sonido más erótico y maravilloso que jamás había escuchado.
Saber que él había provocado aquel orgasmo arrebatador fue lo último que necesitó para llegar al límite y vaciarse sobre el rostro y boca de Draco, quien no pudo dejar de gemir y jadear por un buen rato.
Cuando Harry pudo recuperarse, tomó al otro joven por la cintura y lo volteó de forma que esta vez fueran sus rostros los que quedaran de frente. Las mejillas de Malfoy estaban completamente sonrojadas, su frente empapada de sudor, y aquellas gotas de semen ―su semen― que habían quedado pegadas a su piel no hacían más que avivar el deseo que sentía por él.
―Será mejor que te limpies, o terminaré poseyéndote aquí mismo, digas lo que digas ―murmuró.
―Promesas, promesas ―contestó el otro con voz adormilada.
Harry sonrió y así, observando al hombre entre sus brazos, se quedó dormido.
Ambos quedaron tan saciados por aquel encuentro que, sin quererlo, terminaron transformándose durante la noche para amanecer acurrucados uno encima del otro. Protegiéndose del frío con su pelaje.
PARTE TRES