Harry Potter [Fanfic] - Spiral (parte uno)

Jan 11, 2012 14:22

Título: Spiral
Pairing: Harry/Draco
Warnings: Ninguno
Género: Romance/Aventura
Clasificación: NC-17
Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling, Bloomsbury Publishing, Scholastic Inc. y AOL/Time Warner Inc.

Summary: Nada hacía prever esa fría tarde de invierno que la tranquila vida del Auror Potter daría un giro inesperado. Un encuentro con alguien del pasado, una poción y un misterio para resolver fueron los detonantes. Ahora era cuestión de no dejar nada librado a los espirales del Destino.

Autora: Sui Felton (sui_tan)
Betas: Maye (intimisky) Jenny Anderson (jenny_anderson)

CLICK AQUÍ PARA DESCARGAR EL FANMIX



Harry salió de su oficina intentando no caerse de boca, tenía demasiado sueño. Se despidió con un movimiento de cabeza de Hermione, quien lo veía divertida desde el otro lado del pasillo mientras platicaba animadamente con Cho, y suspiró. Necesitaba llegar a casa. Pronto. Caminó lo más rápido que pudo, sonriendo nerviosamente a todos aquellos que intentaban detenerlo para saludarlo y, en algunas ocasiones, adularlo; podría ser más amable, pero realmente no tenía ganas ―ni las fuerzas, por todos los Dioses― de pasar por lo mismo de siempre.

Salió apresuradamente del edificio, esperando no sufrir mayores contratiempos para así poder llegar pronto a casa y refugiarse debajo de varios cobertores, cuando sopló un frío viento que le caló hasta los huesos, llevando consigo algunos de los copos de nieve que habían comenzado a caer. Sus ojos verdes siguieron el trayecto de los mismos, sólo para encontrarse a alguien a quien no había visto desde hacía ya algunos años: Draco Malfoy. El rubio estaba sentado bajo el enorme árbol de navidad del Callejón Diagon y lucía increíblemente sereno con los ojos cerrados y esa ligera sonrisa que adornaba su rostro. Parecía como si estuviera dormido.

Harry lo observó por un par de minutos y, olvidando el cansancio por un momento, se dedicó a estudiar a su antiguo rival escolar. Se le veía mucho más sano de lo que podía recordar, ya no estaba tan delgado y pálido; su rubio cabello hacía un curioso contraste con el afelpado gorro negro que lo protegía del frio. Ahora que lo pensaba bien, no había sabido de él en los últimos tres años; por lo que tenía entendido, Malfoy se encontraba enclaustrado en una de sus tantas mansiones en el extranjero y se había alejado por completo de la vida pública, ni siquiera se había presentado a sus éxtasis, aún cuando la profesora Mc Gonagall le había dado esa oportunidad.

Frunció el ceño.

Habérselo encontrado después de tanto tiempo no resultaba tan extraño. Al menos no al compararlo con el hecho de encontrarlo sentado de una forma tan descuidada, donde todo aquel que pasaba a su lado podía insultarlo o humillarlo, como siempre sucedía con los magos y brujas que pertenecían al lado perdedor de la guerra. Pero al parecer, a él todo eso le tenía sin cuidado.

No tenía idea de cuánto tiempo había permanecido ahí de pie, observando al rubio, pero todo parecía indicar que se trataban de varios minutos y que lo había hecho con demasiada intensidad, pues Malfoy ahora se encontraba viéndolo directamente a los ojos. Después de un par de segundos ―eternos, desde el punto de vista del moreno ―, el joven frunció ligeramente el ceño y dirigió toda su atención hacia el frente, ignorando por completo al auror. Harry torció la boca ante esto, ofendido frente a tan grosera actitud y abrió la boca sin saber bien qué es lo que iba a decir, pero un brillo plateado logró distraerlo en ese preciso instante y lo obligó a buscar la fuente del mismo. Lo que no esperaba era ver una pequeña arracada colgando de uno de los lóbulos de su antiguo rival.

Malfoy se puso de pie en un segundo y, sin importarle que estuvieran rodeados de gente, giró su cuerpo hacia Harry y lo señaló con uno de sus dedos.

―Oppugno ―dijo el rubio con voz firme, y al instante, cinco bolas de nieve aparecieron a su alrededor, mismas que flotaron rápidamente hasta estrellarse una a una en distintas partes del cuerpo de Harry. La que golpeó en su rostro, sin embargo, fue la que más le dolió.

―¡¿Qué mierda crees que estás haciendo?! ―exclamó el auror avergonzado, sus mejillas cubriéndose al instante por un ligero rubor, pero su agresor simplemente le enseñó el dedo de en medio para después girar sobre sus talones y comenzar a correr en dirección contraria.

Harry soltó un insulto, sorprendiendo a aquellos que se habían arremolinado a su alrededor y, sin pensárselo siquiera, salió corriendo detrás del rubio. Hacía ya bastante tiempo que no se comportaba de tal manera. Los impulsos juveniles habían quedado atrás desde hacía ya mucho tiempo y desde entonces siempre se había comportado de manera cabal, gracias a los consejos de Hermione, por supuesto, y finalmente había logrado encontrar un equilibrio entre sus emociones y sus actos, pues ahora era responsable de dar un buen ejemplo como el “Héroe” que era.

Esta vez, sin embargo, estaba actuando de manera contraria a lo que se suponía que debía hacer. Por primera vez en años, Harry estaba haciendo algo sin pensar, sin preocuparse por lo que el resto de los magos pensara de él.

―¡Espera! ―gritó Harry al ver cómo el rubio giraba en una de las oscuras esquinas del callejón Knockturn ― ¡Te he dicho que esperes! ―al no recibir respuesta, apretó sus labios en una línea delgada y sacó de inmediato su varita.

Malfoy giró el rostro en ese preciso instante y, apoyándose en uno de los viejos botes de basura que se encontraban en el callejón, dio un gran salto en el aire ―seguramente con ayuda de magia, pensó Harry, pues nadie debería de ser capaz de saltar tan alto por su propia cuenta―, después abrió un pequeño vial que traía en una de sus manos y arrojó el contenido sobre el cuerpo del auror.

―¡Ofrezco este contrato para liberar a la bestia mágica que duerme sobre la tierra! ―exclamó el rubio nuevamente mientras juntaba sus manos en un fuerte aplauso.

Una luz roja rodeó el cuerpo de Harry, inmovilizándolo al instante, mientras tres círculos de color negro comenzaban a formarse a su alrededor. El moreno intentó hablar, gritar, o cualquier otra cosa, pero no era capaz de siquiera soltar un gemido a pesar de que un fuerte dolor se estaba haciendo presente en sus brazos y piernas. La sensación era tanta que, en el momento en que éstas últimas comenzaron a fallarle, cayó desplomado de rodillas.

Malfoy caminó lentamente hacia él, siempre observándolo, y sólo se permitió soltar una risita hasta que se inclinó para quedar a la misma altura.

―Ya lo decía yo, mi instinto jamás falla ―dijo con superioridad mientras alzaba una de sus manos hacia la cabeza de Harry, después tocó algo que hizo que hizo que la piel del auror se erizara por completo y su sonrisa se extendió todavía más ―. Mira, qué sensible eres aquí ― Harry no tenía idea de qué carajos estaba hablando, pero fuera lo que fuera aquello que Malfoy estaba tocando en su cabeza, deseaba que jamás se detuviera ―. Eso te gusta, ¿no es cierto? Qué buen chico eres.

Los círculos y el resplandor que rodeaban al auror desaparecieron después de un par de minutos y fue entonces cuando el rubio se quitó el gorro que traía en la cabeza para después colocarlo sobre la del otro.

―¿Q-Qué me…? ―Harry no pudo terminar la pregunta, pues una fuerte sensación de vértigo se apoderó de él, misma que le hizo caer sobre el suelo cubierto de nieve.

―Se te pasará dentro de unos instantes, sólo quédate quieto ―dijo Malfoy con voz un tanto divertida mientras terminaba de acomodar el gorro sobre la cabeza del moreno ―. Esto te ayudará a cubrirte, aunque no puedo decir lo mismo de tu cola… ―¿Cola? ¿Qué cola? Se preguntó Harry mientras sus parpados comenzaban a cerrarse―. Te diré esto antes de que te duermas, de verdad espero que lo puedas recordar. Si quieres que te entregue el antídoto, deberás encontrarte conmigo en este mismo lugar a la media noche, de lo contrario, tendrás que convivir con tu nueva apariencia durante bastante tiempo, ¿lo has entendido?

Harry apenas tuvo tiempo de procesar lo que el rubio le había dicho cuando éste finalmente desapareció del lugar, dejándolo solo, medio inconsciente y con miles de preguntas en su cabeza.

o.o.o.o.o.o.o.o.o

Harry tocó el timbre de la puerta frente a él y se movió nerviosamente de un lado a otro mientras esperaba a que abrieran. Unos instantes más tarde se encontraba sentado frente a Hermione, quien lo miraba con una expresión preocupada y curiosa a la vez, y Ron, quien no había dejado de reír desde que se había quitado el gorro que Malfoy había colocado sobre su cabeza.

―Muchas gracias, Ron, ya sabía yo que podía contar contigo ―masculló Harry con indignación al tiempo que le dirigía una mirada envenenada a su amigo.

―¡E-Es que…! ―Ron soltó una nueva carcajada y apuntó con un dedo hacia su cabeza ―. ¡Oh Merlín, es que es tan gracioso! ―exclamó el pelirrojo en medio de un ataque de risa.

Potter murmuró un insulto por lo bajo, arriesgándose a que Hermione lo reprimiera por ello, y sus puntiagudas orejas de perro negras se inclinaron al mismo tiempo.

―Esta es la primera vez que veo algo así, Harry ―dijo Hermione con interés mientras se inclinaba sobre él para estudiar más de cerca sus nuevos apéndices ―. ¿Dices que Malfoy te arrojó una extraña poción mientras lo perseguías?

Harry asintió con un movimiento de cabeza, después su enorme cola, cola de perro ―de pastor alemán, para ser más preciso―, comenzó a moverse de un lado a otro, pues su amiga se encontraba jugando con sus orejas y la sensación que ello le provocaba era demasiado placentera como para ser ignorada.

―P-Por favor deja de hacer eso, Mione, es un tanto vergonzoso ―murmuró Harry apenado.

―Oh, lo siento ―dijo ella con una pequeña sonrisa y, por inercia, acarició sus negros cabellos en forma de disculpa ―. Es que es bastante curioso ver tus orejas y tu cola cuando no estás transformado.

Harry era un animago desde hacía ya casi un año, pero esa no era una información que compartiera con el público, sus amigos más cercanos ―Ron y Hermione, por supuesto―, eran los únicos que sabían sobre eso y, curiosamente, su transformación consistía en la de un pastor alemán negro.

―¡Mi estómago! ¡Merlín, ya no puedo más! ¡Esto es más gracioso que aquella vez en que Seamus te quería meter mano en la fiesta de Navidad de Dean y Ginny! ―Ron soltó una nueva carcajada, pero antes de que Harry pudiera decir algo para defenderse, Hermione apuntó con su varita hacia su marido.

―¡Silencius! ―exclamó ella con firmeza, enmudeciendo al instante al pelirrojo, quien de inmediato giró a verla con sorpresa y miedo a partes iguales ―. ¡Ronald Bilius Weasley! ¡Tu mejor amigo está en dificultades, ¿cómo puedes estar riendo en una situación como ésta?! ―reclamó mientras pellizcaba con fuerza una de las pecosas mejillas de su marido ―. Si quieres que retire el hechizo, entonces debes prometer que dejarás de reírte, ¿está claro? ―preguntó con severidad.

Ron asintió, nervioso, y le ofreció una rápida y avergonzada mirada a Harry, quien por supuesto, aceptó la silenciosa disculpa por parte de su amigo. Después de todo, lo último que quería era ver a Hermione aún más enojada. Nadie quería ver eso, a decir verdad.

―Entonces, ¿Malfoy te atacó de repente, sin razón aparente y después se echó a correr? ―preguntó Ron después de unos instantes, calmado y muy bien sentado al lado de su esposa.

―Sí, Ron. Estaba saliendo del Ministerio cuando el muy cabr… idiota ―se corrigió al ver cómo Hermione alzaba una ceja ― me lanzó unas bolas de nieve.

―¿Hiciste algo para molestarlo, Harry? ―preguntó Granger en tono pensativo mientras estudiaba con detenimiento el pequeño vial sobre la mesa de la sala ―. Quiero decir, esta es la primera vez que me encuentro con una poción tan elaborada, apenas y he descubierto unos cuántos ingredientes que la componen y no hay suficiente líquido como para que pueda hacer un estudio mucho más profundo. Eso sólo me lleva a la conclusión de que Malfoy estaba reservando esa poción especialmente para ti. Cualquiera diría que es una venganza.

―Te digo que no he hecho nada, Mione. Hacía años que no lo veía. Seguramente está utilizando algún tipo de magia prohibida ya que sus reflejos y condición física están muy por encima de lo corriente.

―Bueno, por cómo me lo describes, no parece ser nada ilegal… ―murmuró la mujer para sí misma.

―Está completamente loco, eso te lo garantizo… ―Harry guardó silencio por unos minutos y después alzó el rostro ―. Creo que deberían ir a revisar la comida, parece ser que se está quemando.

―¡¿Qué?! ¡¿De verdad?! ―Ron se levantó de un salto y se dirigió inmediatamente hacia la cocina.

―¿Cómo sabes que hay un guisado al fuego? No te lo hemos comentado todavía, ¿o sí?―comentó la castaña con curiosidad.

―Bueno, lo he estado oliendo desde que llegué aquí. Además deberías decirle a Ron que deje de utilizar tantas especias, mi nariz apenas y puede soportarlo.
El pelirrojo regresó después de unos momentos, con una expresión un tanto derrotada dibujada en el rostro.

―¡Lo siento mucho! No puse correctamente la llama y la comida ya comenzaba a quemarse ―dijo él un poco avergonzado, tomando nuevamente su lugar junto a su mujer.

―No pasa nada ―dijo Harry con una risita burlona ―. No sabía que te tocaba cocinar el día de hoy.

Ron puso los ojos en blanco.

―Sí, bueno. Ya sabes que mi querida esposa lucha por la igualdad de todas las especies, así que me toca hacerlo al menos tres veces por semana. También ayudo a lavar la ropa los sábados, ¿sabes?

Hermione, quien había estado callada por unos instantes, finalmente alzó el rostro hacia Harry y lo miró directamente a los ojos.

―Creo que ya sé lo que hace esta poción, Harry. No estoy del todo segura todavía, pero no encuentro alguna otra explicación.

―¿De qué se trata? ―preguntó el moreno.

―Aparentemente, esta poción te permite utilizar parte de tus atributos como animago ―Hermione suspiró ante el silencio que precedió a sus palabras, al parecer, ninguno de los dos hombres parecía haber entendido su punto ―. Déjame ponerlo de esta manera: cuando estás transformado eres capaz de percibir cosas que los humanos no somos capaces, y tus sentidos y demás habilidades motoras se incrementan de forma exponencial, ¿cierto?

―Supongo que sí… ¿pero eso también explica la cola y las orejas?

―Bueno, las orejas sirven para que escuches mejor, y la cola es para balancearte cuando así lo necesites; ya deberías saber eso… ―comentó ella con una pequeña risita ―. Es evidente que tu sentido del olfato también se ha visto afectado ya que fuiste capaz de decirle a Ron que la comida se estaba quemando aún cuando nosotros no percibíamos ningún olor.

―¿Entonces se trata de eso? ―preguntó Harry en voz baja.

―Eso también explica lo de Malfoy, ¿cierto? Si dices que fue capaz de saltar de la manera en que nos cuentas, es probable que él también estuviera bajo los efectos de esa poción. ¿Recuerdas si su cuerpo mostraba algún cambio como el tuyo?

―La verdad es que no ―Potter negó con la cabeza y suspiró ―. Traía puesto un abrigo y un gorro sobre su cabeza ―Harry guardó silencio por unos instantes y se llevó una mano a la boca, pues por un instante estuvo a punto de decir que el rubio se veía realmente atractivo aún debajo de toda esa ropa. Además de eso, ellos no necesitaban saber que el gorro que él mismo había llevado hacía tan sólo unos instantes le pertenecía a Malfoy, ¿cierto? Esos eran detalles sin importancia.

―Sea como sea, ¿piensas ir a encontrarte con él? Podría ser una trampa, ¿sabes? ―preguntó Ron con curiosidad.

―Mi plan original era pedirle a Hermione que preparara un antídoto e ir a verlo para exigirle una explicación y partirle la cara ―Harry suspiró ―. Pero parece ser que eso será imposible, ¿verdad, Mione?

―Lo siento mucho, Harry. Si tuviera un poco más de poción, quizás podría preparar algo, pero con tan poca información podría ser peligroso.

―¿Entonces? Si quieres puedo ir contigo, compañero. Sabes que siempre te apoyaré.

―Yo digo lo mismo, Harry. No deberías ir tú sólo. Quién sabe qué es lo que podría suceder ―dijo la castaña con firmeza.

―La verdad es que no creo que se trate de una trampa… ―Harry soltó una pequeña carcajada ante las miradas escépticas de sus amigos y después negó con la cabeza ―. Bueno, sí se trata de una trampa, pero a lo que me refiero es, que no creo que se trate de algo malo. Quiero decir, si Malfoy quisiera matarme o secuestrarme, lo pudo haber hecho cuando quedé inconsciente en el callejón, ¿cierto? ―sus dos amigos asintieron ―. Más bien creo que Malfoy quiere algo de mí… no sé de qué se trate, pero quisiera averiguarlo por mi propia cuenta.

―Podría ser peligroso ―murmuró Hermione con preocupación.

―Estaré bien. No olvides que sigo siendo un auror.

―Bueno, si eso es lo que quieres… ―la castaña suspiró ―. Sólo prométeme que mandarás un Patronus si ves algo extraño.

―Estaremos ahí de inmediato, compañero. Cuenta con nosotros ―comentó Ron con determinación.

―Muchas gracias, a los dos ―dijo Harry con voz suave, inconsciente de que sus orejas y cola habían comenzado a moverse.

Hermione lo encontró adorable. Ron lo encontró muy gracioso, pero logró controlarse antes de volver a reírse.

o.o.o.o.o.o.o.o.o

Pasaba poco más de la media noche y Harry se encontraba en el preciso lugar en el que Malfoy lo había dejado hacía unas cuantas horas atrás. Como era de esperarse, el callejón estaba prácticamente desierto a esa hora, lo cual no era demasiado tranquilizador, pues el lugar era bastante conocido por su alto nivel de peligrosidad… además, el frío era insoportable.

―¿De qué se trata? ¿No fue él quien pidió vernos aquí mismo? ¿Cómo se atreve a llegar tarde? ―masculló indignado mientras metía sus manos dentro de los bolsillos de su abrigo para tratar de calentar, al menos un poco, los adoloridos dedos de sus manos. Debió haberle hecho caso a Hermione y llevar unos guantes.

Harry apenas se disponía a recargarse contra una de las sucias paredes cuando captó una sombra detrás de él con el rabillo de su ojo; como reacción natural, el joven optó por erguirse y sacar su varita de inmediato, dispuesto a defenderse en caso de que así fuese necesario. Fue entonces cuando escuchó el sonido de unos pasos sobre la nieve.

―¿Quién es? ―preguntó el auror con firmeza mientras apuntaba directo hacia el rostro del desconocido, quien resultó ser nada más y nada menos que Malfoy, desde luego.

―Guarda tu varita, ¿quieres? ―dijo el rubio con nerviosismo mientras alzaba las manos en un gesto de rendición, cosa que extrañó bastante al Gryffindor, aunque éste no dijo nada al respecto ―. No esperaba que vinieras, Potter ―masculló.

―No es que me dejaras alguna otra alternativa, ¿cierto? ―contestó con una ceja alzada ―. ¿Vas a decirme qué es lo que hacemos aquí? ¿O debo quitarte el antídoto por las malas? No creas que saldrás impune por lo que me has hecho.

―S-Sí, bueno… lo mejor será que vengas conmigo, lo que te tengo qué decir llevará su tiempo y… ―el otro joven tragó en secó y comenzó a mover sus manos de forma nerviosa, después dio un paso hacia atrás.

―Espera un segundo…

Algo no estaba bien, la actitud de Malfoy era totalmente distinta a la que había mostrado por la tarde. Ahora lucía nervioso y asustado, completamente diferente al engreído que lo había atacado y hechizado, con la mayor naturalidad del mundo. Harry entrecerró sus ojos verdes por unos segundos y estudió con detenimiento a su rival. Este no era Malfoy. Sus instintos así se lo decían. El hombre que estaba frente a él era un impostor pero… el olor que esté desprendía le resultaba un tanto nostálgico, como si se tratara de alguien a quien no había visto en mucho tiempo.

Optando por el camino más seguro, Harry decidió que lo mejor era interrogar a quien quiera que fuera ese sujeto. Cuando estaba a punto de alzar su varita para petrificar al sospechoso, una figura blanca saltó delante de él, dirigiéndose de inmediato al rostro del individuo, quien gritó y cayó irremediablemente al suelo ante el ataque.

Harry observó, boquiabierto, al animal que había aparecido de la nada junto a él. Un hermoso zorro blanco con ojos plateados que caminaba lentamente hacia el falso Malfoy.

―¡¿A qué ha venido eso?! ¡Me dolió mucho! ―exclamó el rubio con los ojos llorosos mientras se sobaba su ahora enrojecida nariz.

El animal movió su cabeza hacia un lado y, con un resplandor de luz, se transformó en otro Malfoy. El verdadero Draco Malfoy, quien miraba a su imitador con los brazos cruzados y con una mueca de molestia pintada en el rostro.

―¿Cómo te atreves a actuar de forma tan patética cuando estás utilizando mi cuerpo? ¡Inconcebible! ―dijo él con irritación, después giró el rostro hacia Harry y lo señaló con un dedo acusador ―. Incluso Potter, que no lleva más de doce horas bajo los efectos de la poción, ha sido capaz de identificarte como un impostor, ¿cómo esperas subir de categoría con tan pobre desempeño, Greg?

¿Greg? ¿Gregory Goyle?

―Pero… Potter es un auror ahora, ¿cierto? Es normal que me ponga nervioso, ¿no lo crees, Draco? ―contestó el otro por lo bajo.

―Auror o no, eso no es excusa. Pensé que llevar a Potter sería algo sencillo para ti, pero veo que me equivoqué ―Malfoy suspiró al ver la expresión derrotada del otro y al final terminó por ponerse al nivel del rostro de su amigo ―. Está bien. Lamento haber sido tan duro. Ahora, ve a casa y dile al profesor que llegaremos en un par de minutos, ¿entendido?

El otro muchacho asintió y desapareció sin decir más.

Harry, quien lo había estado observando todo en silencio, decidió que lo mejor era obtener las respuestas que necesitaba antes de que alguna otra cosa inesperada llegara a suceder. Así, con un rápido movimiento, tomó a Malfoy por una de sus muñecas y lo lanzó hacia una de las paredes, acorralándolo con su cuerpo de tal forma que le fuera imposible escapar si así lo deseaba.

―Quiero suponer que eres el verdadero, ¿cierto? ―preguntó el moreno con firmeza, clavando sus ojos verdes en los grises del otro joven.

―Bingo. Veo que eres más listo de lo que pensé, mira que darte cuenta de que Greg era un impostor a pesar de que estaba usando ropa mía para cubrir su olor ―contestó el otro, mezclando el vaho de sus alientos, ya que sus rostros apenas y se encontraban separados por escasos centímetros de distancia ―. Quién diría que tienes tan buenos instintos, Potter. ¿Sales muy a menudo con tu forma de animago?

―Quién sabe. Podría ser ―Harry comenzó a sentir una inesperada oleada de calor recorrerle el cuerpo, misma que le obligó a apretarse aún más contra el cuerpo del rubio, buscando más ―. ¿Esa es la forma que tienes tú? ¿Un zorro?

―¿No lo puedes decir con sólo ver mis orejas y mi cola? ―añadió Malfoy con una media sonrisa, aparentemente complacido por las reacciones del auror.

Harry quería decirle que apenas y había tenido tiempo de ver su forma de animago, pero cuando alzó la vista pudo comprobar que encima de aquella rubia cabeza se encontraban dos orejas puntiagudas, muy parecidas a las suyas, sólo que más pequeñas, y detrás de él una hermosa cola de color blanco que se balanceaba de un lado a otro.

Draco, aprovechando el momentáneo desconcierto del otro joven, se transformó rápidamente en zorro y, cuando estuvo fuera del alcance de Harry, regresó una vez más a la normalidad.

―Tus reflejos como auror no son tan buenos ―dijo él con una sonrisita burlona ―. Ahora, ¿en qué estábamos? ―el rubio fingió pensar por un par de segundos y después se dirigió al moreno de forma condescendiente ―. Necesito que hagas algo por mí, Potter. No tienes opción. A decir verdad, no era mi intención involucrarte a ti de entre todas las personas, pero el profesor dijo que no había alguien mejor que tú para esto.

―¿Profesor? ¿De quién estás hablando? Esta es la segunda vez que lo mencionas ―dijo Harry con desconfianza.

Ante esto, Malfoy agitó la mano de tal forma que parecía restarle importancia al asunto.

―Al profesor Snape, desde luego.

―¿S-Snape? ¿Severus Snape? ―preguntó Potter con incredulidad.

―Por supuesto que sí, ¿es que conoces a alguien más con ése nombre?

o.o.o.o.o.o.o.o.o

Harry frunció el ceño al ver la antigua casa de ladrillos frente a él e inmediatamente después le dirigió una mirada incrédula a Malfoy, quien se encontraba de pie a un lado suyo buscando algo entre su abrigo.

―¿Esto es en serio, Malfoy? ¿De todos los lugares en Inglaterra, es aquí en donde decidieron poner su escondite?

La calle de la Hilandera, Cokewort. El hogar de Severus Snape.

―Los mejores lugares siempre son los más obvios, además, ya te dije que este no es un escondite, nosotros no somos ningunos criminales ―dijo el otro mago mientras finalmente sacaba su varita.

―Eso me resulta muy difícil de creer ―murmuró el moreno entre dientes.

Malfoy lo ignoró y caminó hacia la puerta, después apuntó con su varita hacia ella y algunas chispas impactaron contra lo que parecía ser una barrera. Momentos más tarde, ambos entraban finalmente al lugar. Harry miró hacia todos lados con desconfianza y aún así no pudo dejar de sorprenderse ante el impecable orden y limpieza del sitio, justo estaba por comentar algo al respecto cuando el rubio se quitó el abrigo, regalándole con eso una estupenda vista de sus largas piernas y su delgada cintura.

―Te recomiendo que tú también te lo quites, los hechizos de Blaise son bastante efectivos cuando se trata de mantener una temperatura ideal. Es una reinona cuando se trata de cuidar la apariencia de su…

Harry apenas tuvo tiempo de escuchar lo que el otro le estaba diciendo, pues una pequeña pelota se estrelló de inmediato contra el rostro de Malfoy.

―Te escuché, Draco. Te reto a que lo repitas ―masculló Zabini desde el otro lado de la habitación, cruzado de brazos.

―Esa es la verdad, Blaise. Eres una reinona ―contestó el otro Slytherin con sorna.

―¡No me digas! Lo que pasa es que estás celoso. Tu cola jamás se va a ver igual de hermosa que la mía ―dijo el moreno con una risita de superioridad.

El auror despegó la vista de la parte trasera de Malfoy ante esto último y finalmente alzó la mirada. No había muchos cambios en cuanto al aspecto físico de Zabini, seguía siendo bastante alto y sus hombros parecían haberse ensanchado un poco más, pero fuera de ello, lucía casi igual desde la última vez que lo había visto. Aunque claro, esas orejas y cola negras, muy parecidas a las de Malfoy, eran algo que, en definitiva, no habían estado ahí con anterioridad.

―¿Pero qué dices? Si tan sólo eres un zorro negro común y corriente ―respondió el rubio con el mismo tono condescendiente.

―Envidias mi ascendencia latina y americana [1] ―Blaise se encogió de hombros y caminó hacia ellos, después tomó a Draco por la cintura y jugueteó con una de sus blancas orejas ―. Además no sé de qué te quejas, si también le beneficia a tu pelaje.

―Qué presumido eres. Tu último ancestro latinoamericano fue hace unas cinco generaciones.

Harry no se perdió el hecho de que la cola de Malfoy había comenzado a moverse de un lado a otro y eso, por alguna extraña razón, le hizo sentirse increíblemente irritado. En un impulso tomó al rubio y lo separó de inmediato del otro hombre; éste, por otra parte, le dedicó una ceja arqueada y después puso los ojos en blanco.

―No puedo creer que en verdad vinieras. Theo no lo va a creer cuando se lo cuente.

―¿A qué te refieres? ―preguntó el auror de mala gana, apretando la muñeca de Draco con más fuerza de la necesaria.

―Estás aquí y eso, lo creas o no, va totalmente contra lo que creíamos ―Blaise se cruzó de brazos y después murmuró ―. Ahora le debo quince libras al muy cretino…

Draco paseó la mirada entre los dos hombres y alzó la mano que tenía libre hacia la pelotita que su amigo le había arrojado hacía unos instantes.

―Digamos que ustedes tienen maneras para hacer que la gente quiera cooperar ―dijo Harry entre dientes.

―Claro. Draquito puede convencer a cualquiera, sus métodos son muy efectivos ―respondió el Slytherin con una enorme sonrisa. El moreno iba a agregar algo más, pero esta vez fue el rubio quien lo detuvo al lanzarle la pelotita a la cara.

―Qué molestos son ustedes dos ―Draco torció ligeramente la boca ―. ¿Dónde está el profesor Snape? Pensé que sería él quien nos recibiría.

―Ah, sobre eso… ―Blaise talló su ahora enrojecida nariz por unos segundos y después continuó ―. Tuvo que salir de emergencia con Theo. Aparentemente surgió algo de último momento tuvieron que regresar de inmediato a Italia.

―¿Algo? ―preguntó el rubio con los ojos entrecerrados.

―Sí. “Algo” ―dijo el otro Slytherin mientras dibujaba unas comillas imaginarias con sus dedos.

―¡¿Estás hablando en serio?! ¿Qué se supone que voy a hacer con Potter ahora? ¡Pensé que Theo o el profesor Snape se encargarían de ponerlo al tanto de la situación! ―exclamó Draco con incredulidad.

―Me temo que vas a tener que ser tú quien lo haga ― Blaise se encogió de hombros y después dio media vuelta para así poder dirigirse a la habitación continua―. Me da la impresión de que no le agrado a Potter, lo que me parece raro porque soy una persona muy agradable y encantadora.

Harry observó el rostro enrojecido de Malfoy y pudo notar que éste murmuraba rápidamente en un idioma que no podía entender del todo. Suponía que era italiano, pero no estaba seguro.

―¡Figlio di puttana [2]! ―gritó el rubio por lo alto, sorprendiendo al auror por ello.

Cuando Harry finalmente tomó asiento en uno de los sillones de la pequeña sala, al lado de Zabini, para su desagrado, notó que ellos tres, además de Gregory Goyle, quien se encontraba en la cocina preparando el té, eran los únicos en toda la casa.

Malfoy estaba tumbado bocabajo en el sillón más grande, murmurando contra un cojín que estaba contra su rostro mientras su hermosa cola blanca se balanceaba de un lado a otro.

Un segundo. ¡¿Acaso había pensado que la cola de Malfoy era hermosa?!

―¿Y bien? ¿Vas a decirme de qué carajos se trata todo esto? ―preguntó él, irritado y completamente confundido ante sus propias emociones en relación con su chantajista. Aunque por supuesto, no admitiría eso último aunque lo torturaran con mil crucios.

El rubio murmuró por unos instantes más y sólo se sentó hasta que Goyle llegó con el té.

―¿Por dónde debería empezar? ―murmuró para sí mismo mientras tomaba una de las tazas.

―¿Qué tal por el principio? ―dijo Blaise mientras rascaba una de sus peludas orejas.

―Demasiado aburrido y complicado. Eso tenía que haberlo hecho Theo, sólo él tiene la paciencia suficiente como para explicar algo así ―contestó Draco.

―¿Qué tal con la poción? ―preguntó el auror al borde de la exasperación ―. Es evidente que me la lanzaste por un motivo en específico. Exijo que me lo digas.

Malfoy dio un pequeño sorbo a su té y guardó silencio por unos momentos. Cuando Harry estaba a punto de sacar su varita para lanzarle una maldición, el Slytherin finalmente decidió hablar.

―Como bien has de saber, los animagos tenemos la habilidad de transformarnos en animales y conservar nuestro pensamiento y raciocinio como humanos. Este mismo don nos permite obtener ciertas cualidades que nos diferencian de los magos comunes y corrientes. Supongo que, cuando no estás transformado, eres capaz de escuchar, ver u oler cosas que el resto no puede y que, con ayuda de la poción, tus sentidos se han incrementado todavía más, ¿me equivoco? ―preguntó el rubio mientras lo veía directo a los ojos.

―Es verdad que mis sentidos se han fortalecido, pero también es cierto que éstos siempre han sido muy buenos. Incluso desde antes de que me transformara por primera vez.

―Claro. Eso se explica gracias al hecho de que desciendes de una antigua y poderosa familia de la cual han nacido muchos otros animagos. Quizás no lo sepas, pero la transformación tiene mucho que ver con la clase de sangre a la que perteneces y…

―¿Vas a empezar con tus prejuicios contra los hijos de muggles? ―espetó Harry con recelo.

―No seas idiota, Potter ―interrumpió Blaise en tono fastidiado―. Seguramente nadie te lo ha dicho, pero para los magos que somos sangre pura, o mestizos, como es en tu caso, es más fácil lograr una transformación rápida y poderosa. No sé si te lo has preguntado alguna vez pero, ¿cómo crees que fuiste capaz de lograr convertirte en un animago a tan corta edad? ¿Es que no sabes que a la gran mayoría de los magos les toma años completos de estudio y preparación? ―el moreno sonrió al ver la expresión confundida que se había comenzado a dibujar en el rostro del auror ―. ¡No me digas! ¿Creíste que eras especial?

―¿Pensaste que sólo el gran Harry Potter era capaz de lograr algo así? ―preguntó Goyle mientras le dirigía una mirada asesina al Gryffindor.

―¡En ningún momento he dicho eso! ―exclamó Harry, ofendido y avergonzado a partes iguales.

―Te guste o no, Potter, la sangre de los magos sangre pura es más apta para este tipo de transformación porque la magia ha corrido por nuestras venas durante muchas generaciones. Es normal que si tuviste uno o varios antepasados animagos, tú seas capaz de lograr convertirte en uno también ―comentó Draco con severidad y un poco de molestia.

Harry mordió su labio inferior y desvió la mirada por unos segundos. Los fríos ojos de Malfoy le estaban haciendo sentir como un estúpido y, por si eso fuera poco, ahora sentía que su rostro ardería en llamas por culpa de la vergüenza.

―¡Lo siento, ¿de acuerdo?! ¡No tenía idea de que eso tuviera algo que ver! ―se disculpó.

―Por supuesto que no lo sabías ―murmuró Blaise mientras ponía los ojos en blanco.

Goyle, por su parte, gruñó un insulto por lo bajo y se cruzó de brazos mientras desviaba el rostro hacia otra dirección.

―Como decía, la poción te ha permitido obtener los atributos de tu forma como animago: tus sentidos se han fortalecido sin necesidad de tener que transformarte por completo en animal. Ahora eres más rápido y ágil. Tus sentidos de la vista y olfato han mejorado e incluso me atrevo a decir que tu fuerza también se ha incrementado ―dijo el rubio.

―De acuerdo, esto lo entiendo ―murmuró Harry un poco resentido, después aclaró su garganta y clavó sus ojos verdes en los del Slytherin―. Ahora dime, ¿por qué me lanzaste esa poción? Antes dijiste que necesitabas que hiciera algo por ti, ¿a qué te referías?

Esta vez fue el turno de Goyle y Zabini para aclarar su garganta. Malfoy, por su parte, torció la boca. Era evidente que el tema no era de su agrado, pero aún así le contestó.

―No hay muchos animagos sin registrar en Inglaterra, eso lo sabes ―al ver que el auror afirmó con la cabeza, continuó ―. Que trabajes en el ministerio también es una ventaja para nosotros. Sobre todo porque eres un auror.

―Aunque eso también nos preocupa un poco ―añadió Blaise con los ojos cerrados.

―No entiendo.

―Tus habilidades como auror serán muy útiles para nosotros y dudo mucho que te atrevas a denunciarnos como animagos no registrados cuando tú mismo eres uno. Te necesitamos porque vamos a irrumpir en la casa de Pius Thicknesse.

―¿Qué has dicho? ―preguntó Harry, atónito.

―Lo que escuchaste. Vamos a entrar en su propiedad ―Draco frunció el ceño y llevó una mano al puente de su nariz ―. Lo haríamos por nuestra cuenta, pero si lo hacemos de esa forma podríamos ser trasladados directo al ministerio y eso no nos conviene en lo absoluto.

―¿Y por qué diablos piensan hacer eso? ―Harry se puso de pie y, sin desviar su mirada de la del rubio, continuó ―. No sé si lo sepan, pero Thicknesse fue librado de los cargos como mortífago desde hace mucho tiempo porque se comprobó que estaba bajo efectos de la maldición Imperius.

―¿En verdad te creíste ese cuento, Potter? ―preguntó Zabini con sorna. Goyle tenía la misma expresión y eso no le agradó nada al moreno.

―¿Qué quieres decir con eso?

―No hay forma de confirmar si alguien está o no bajo la maldición Imperius, eso deberías saberlo ya. Thicknesse miente, siempre estuvo de parte de Aquel quien no debe ser nombrado y sus intenciones no han cambiado en absoluto. El ministro ha sido un ingenuo por confiar en él.

―Pero… él trabaja ahora para la Comisión del Registro de los Nacidos Muggles. ¡Él mismo se ofreció para el puesto y ha hecho un excelente trabajo! ―replicó el auror.

―Miente ―repitió Malfoy mientras se ponía de pie ―. La única razón por la que ese hombre aceptó ese puesto es para tener un registro absoluto de todos aquellos a quienes desea eliminar.

Eso era verdad, Harry no podía negarlo.

―¿Por qué no lo han denunciado entonces? ¡Si lo que me dices es cierto, muchos magos se encuentran en peligro!

―¿Me habrías creído? ¿Tú o cualquiera dentro del ministerio creería en nuestra palabra sin oponerse? ―preguntó el rubio con voz firme.

―Yo… ―Harry dudó por un momento y después negó con la cabeza ―. ¡Lo habríamos investigado! ¡Buscaríamos la forma de atraparlo y encerrarlo por sus crímenes!

―¡Abre los ojos, Potter! ―interrumpió Goyle con voz molesta ―. ¡Si nos atreviéramos a hacer algo así seríamos encerrados antes que él!

―El hombre tiene muchos contactos dentro del ministerio. Sería su palabra contra la nuestra y créelo, el hijo de Lucius Malfoy y sus amigos mortífagos son una presa mucho más jugosa para el Wizengamot ―comentó Blaise con frialdad.

Harry apretó los puños con fuerza.

―Es evidente que ustedes no confían en el ministerio. ¿Por qué están haciendo esto? ¿Qué es lo que van a ganar? ―preguntó.

―Las barreras que protegen la propiedad de Thicknesse fueron hechas por aurores. Necesitamos que un auror las rompa por nosotros para que podamos entrar sin problemas ―dijo el rubio.

―¡No contestaste mi pregunta! ¡No creo que me estés diciendo esto sólo por quererme ayudar a atrapar a un criminal!

Nadie dijo nada por algunos instantes. Blaise y Greg se miraron de reojo y después dirigieron sus miradas hacia Draco. El joven había bajado la cabeza pero su cuerpo entero se encontraba temblando de manera casi imperceptible.

―Debo entrar a ese lugar, Potter. Ese hombre está a punto de lanzar su primer ataque en contra de una ciudad muggle ―murmuró, después clavó sus ojos grises en Harry―. Además, hay algo muy valioso para mí dentro de esa casa y debo recuperarlo así sea lo último que haga en la vida.

PARTE DOS

!pairing: harry/draco, drarrython, !series: harry potter, !fanfic, !fic: spiral

Previous post Next post
Up