Y sí, tarde pero segura, he llegado a mancillar el fandom con el OOC que ya estaba tardando. Me he descubierto shippeando como una boba el Peter/Olivia mientras iba escribiendo el fic. Demasiado tiempo haciéndome la dura, supongo.
dubhesigrid va por ti. Tómatelo como la Fase nº1 de regalos de la puja de
help_chile. Gracias por ser así ♥.
Titulo: Come back to me
Fandom: Fringe
Pairing: Peter/Olivia
Advertencias: Spoilers 2x19. Posible OOC.
Summary: La agente Olivia Dunham se negaba a perder a alguien más.
Come back to me
“El muchacho no ha vuelto y no creo que el Doctor Bishop recuerde mi advertencia. Sí, yo también estoy preocupado”.
September. 2x19, Brown Betty.
Había alguien en su piso. Olivia sintió, más que escuchó, el sonido de la hoja de la cerradura deslizándose como un murmullo metálico seguido a continuación de una leve vibración en el aire que correspondía a la puerta que alguien acababa de empujar silenciosamente.
No la despertó, ya estaba despierta. No había logrado conciliar el sueño desde que Peter se había marchado de hospital con lo puesto. Desde entonces, dedicaba las noches a pensar en dónde podía haberse metido, a buscar pistas. Se obligaba a empujar los engranajes de la memoria para recordar el rostro, el nombre y la dirección de cada uno de los conocidos de Peter que les habían ayudado de una manera u otra en los casos de la división Fringe.
Los había visitado a casi todos. Incluso había perseguido a un par de ellos que al verla sin Peter, tan sólo con la placa dorada del FBI, pensaron que se han metido en problemas.
Ninguno había sabido decirle nada. Ni siquiera tenían el número del móvil de Peter al que ella llamaba dos veces cada sesenta minutos. Era como si programar los intervalos entre llamada y llamada le hiciera sentir que había algo en orden en la búsqueda de Peter. A veces le parecía que eso era lo único que impedía que perdiera la cabeza.
Por eso al principio, al escuchar el rumor de su puerta abriéndose, Olivia se preguntó durante unos segundos si su mente agotada no estaría jugándole una mala pasada. Quizás sólo había sido un crujido de la casa, a lo mejor era la puerta de algún vecino la que acababa de abrirse.
A lo mejor era Peter.
Ese pensamiento la puso totalmente alerta. No era Peter, lo sabía. La mera idea resultaba absurda. Si quisiera verla, habría respondido a alguna de sus 336 (no, 338) llamadas en lugar de aparecer en medio de la noche en su piso.
Jamás forzaría la puerta. Aunque, si le interesara, probablemente podría hacerse con una copia de sus llaves. Pero jamás se atrevería a usarla.
No era Peter. Y cualquier otra persona que se colara en su apartamento a las 3:00 de la madrugada según marcaba su reloj de mesa en números rojos y luminosos, no tenía buenas intenciones ni era bien recibido.
Con la destreza que da el entrenamiento, Olivia sacó la pistola de debajo de su almohada. La guardaba ahí desde que regresó del otro universo. Cuando al fin logró dormir después de su vuelta, lo hizo con una mano rodeando la empuñadura.
Posó los pies descalzos en el suelo de parquet sin arrancar ni un sonido. Levantarse de la cama sigilosamente fue más difícil, pero no se atrevía a soltar la pistola el tiempo suficiente para hacer contrapeso con sus manos en el borde del colchón.
No importaba mucho de todos modos, quien quiera que estuviera buscándola iría directo a su habitación, pero no la encontraría durmiendo.
Colocó el dedo en el gatillo y se levantó.
Justo en ese momento, una sombra apareció bajo el marco de la entrada a su habitación. Probablemente la sorpresa fue lo único que impidió a Olivia disparar.
En la penumbra creada por las luces de las farolas colándose a través de la ventana, se distinguía a un hombre con traje negro y sombrero del mismo color. Estaba extrañamente inmóvil, no como alguien que se ha quedado paralizado por la sorpresa o el miedo, sino como alguien que no está acostumbrado a moverse.
Conocía su rostro aunque nunca lo había visto fuera de una fotografía. La piel tan blanca que llamaba la atención, el rostro inexpresivo, sin cejas, los ojos claros e impasibles, la línea neutra de los labios, la cabeza sin pelo.
Era un Observador. El Observador. El que llenaba el archivo con menos respuestas de toda la división Fringe.
Olivia no sabía decir si era amigo o enemigo, así que mantuvo la pistola en alto, apuntándole justo entre los ojos. A esa distancia no había margen de error pero las preguntas se apelotonaban tras sus dientes apretados. ¿Quién era exactamente? ¿Qué hacía ahí?
-¿Qué quieres? -resolvió finalmente.
El Observador permaneció estático, imbuido en esa calma antinatural. Entonces alargó una mano, despacio y visiblemente, hacia las solapas de su chaqueta de traje.
-Eh -le advirtió Olivia. No parecía ir armado pero sabía que los Observadores no usaban armas convencionales. Podía ocultarlas en cualquier parte -No te muevas.
El Observador se detuvo obedientemente y miró a Olivia con una expresión que ella no supo interpretar. Parecía confuso por su hostilidad, como si irrumpir en la casa de una agente federal en mitad de la noche no fuera suficiente razón para que le recibieran con una pistola en mano.
-Tengo un mensaje para ti -dijo finalmente con voz neutra. Delataba las mismas emociones que una voz digitalizada pero era melodiosa, indefiniblemente agradable.
-Te escucho.
-El mensaje está en el bolsillo interno de mi chaqueta -explicó él, alzando las cejas inexistentes como si la actitud defensiva de Olivia no dejara de sorprenderle -Es sobre Peter.
-¿Peter?
Olivia sintió cómo bajaba los brazos, con las manos flojas, en cuanto escuchó el nombre de Peter. Era un error absurdo, de principiante, bajar la guardia así, pero ese hombre extraño e inclasificable representaba la primera pista sólida que tenía sobre su paradero.
Sin embargo, se obligó a sí misma a volver a apuntarle con la pistola, aunque no fue capaz de sujetarla con la misma firmeza que unos segundos atrás. Le temblaban los dedos, igual que cuando regresó del otro universo y no era capaz de cargar su jodida arma.
-Sácalo -se obligó a decir con voz ronca y movió levemente hacia un lado el cañón de su pistola para instarle a actuar.
La mano del Observador desapareció en el interior de su chaqueta con la misma parsimonia que definía cada uno de sus movimientos. A Olivia le pareció que pasaban minutos hasta que él la retiró de nuevo, con una pequeña hoja de papel capturada entre los dedos blancos.
Se la ofreció, alargando el brazo hasta ella y Olivia apartó una de sus manos de la pistola, no exenta de cierta desconfianza, y le arrancó el papel de un zarpazo. Cuando sintió su textura sobre la palma de la mano, una leve oleada de expectación la sacudió y dio un paso atrás para ganar distancia con el Observador, de manera que pudiera leer la nota rápidamente y tener un margen de seguridad si él trataba de atacarla.
Le echó un vistazo fugaz, lo suficiente para darse cuenta de que las cuatro palabras y el número de tres dígitos que las acompañaban eran la dirección de un motel. No ponía la ciudad, así que supuso que se trataba de Boston.
-¿Es… -tuvo que parar para aclararse la voz y obligarse a tragar saliva. De pronto la garganta se le había quedado seca y la lengua pastosa -¿Es la dirección de Peter? ¿Peter está ahí? ¿Peter Bishop?
-Sí -respondió simplemente el Observador y como si ya hubiera cumplido con su cometido, se dio media vuelta, ignorando la pistola de Olivia que continuaba apuntándole.
-¿Por qué… ¿por qué haces esto? -preguntó la agente cuando el misterioso hombre ya casi había desaparecido de su campo de visión.
El Observador se detuvo, pero no se molestó en volverse hacia ella. Parecía una fotografía, semioculto entre las sombras, con su perfil recortándose en negro sobre las paredes blancas de su apartamento.
-Es necesario que lo encuentres -fue toda su respuesta. Después siguió alejándose hasta que Olivia lo perdió de vista y tras unos segundos escuchó la puerta cerrándose con suavidad.
Rápidamente posó la pistola sobre la mesilla y encendió una luz para poder leer bien el contenido del papel. Midtown hotel, 220 Huntington Avenue.
Se vistió en menos de un minuto. Se puso el abrigo, guardó el papel en el bolsillo y la pistola en la cinturilla de su pantalón y se recogió el pelo en una cola de caballo apresurada mientras iba a zancadas hasta la puerta. Tuvo que regresar cuando ya tenía una mano en el pomo al recordar las llaves del coche que había dejado olvidadas en el aparador.
Temblaba de arriba abajo mientras se dirigía a su garaje. Se le pasó por la cabeza avisar a Walter o tal vez a Broyles, pero lo descartó en el acto. Podía ser que Peter no quisiera verla a ella, pero a Walter menos todavía y si Broyles enviaba a algún agente parecería que estaban deteniéndole.
Era algo que debía hacer sola, quizás por eso el Observador le había dado el papel a ella y de esa manera. Parecía confiar en que lograría traer a Peter “de vuelta”.
Mirando su reflejo ojeroso y alterado en el espejo retrovisor de su cuatro por cuatro antes de arrancar, Olivia Dunham deseó tener un poco de esa confianza en sí misma.
Cuando llegó al Midtown Hotel se sentía casi mareada. Los nervios le trepaban por las paredes del estómago hasta cerrar una mano férrea en torno a su garganta y sentía el pulso latiéndole en las sienes. Lo peor había sido conducir hasta las afueras de Boston como si no sintiera el corazón atragantándosele en la boca. Hasta se planteó parar un momento a vomitarlo.
Ignoraba si Peter sabía que ella estaba al tanto de su procedencia real. Durante esos días había repasado cada instante de su conversación en el hospital tantas veces que ya no sabía qué era imaginado y qué real. No estaba segura de que la sonrisa cansada pero afable de Peter cuando despertó hubiera sido verdadera o fingida. Le parecía que sacar matices afilados o cargados de rencor del tono aparentemente natural con el que le pidió que llamara a Walter.
Cada detalle de información era metódicamente inspeccionado en su memoria desde todos los ángulos posibles, recibiendo cada vez una lectura diferente.
No era sólo preocupación o angustia lo que la había tenido casi una semana sin dormir, era la culpabilidad. Sentía -sabía- que había traicionado a Peter al ocultarle la verdad. Al principio había depositado parte de la responsabilidad de su silencio en Walter. Era él quién debía contárselo a Peter, era su obligación y también su derecho.
Pero después, cuando decidió callar, no lo hizo por Peter, ni por Walter. No lo hizo por nadie más que por ella. No quería perderle.
Y al final ni siquiera su silencio cobarde lo retuvo. Probablemente incluso hizo que se alejara más. Lo que sin duda había logrado es que le pesaran los pies sobre la alfombra del recibidor del Midtown Hotel porque Olivia Dunham, la que no temía nada de este universo ni del otro, tenía miedo de la reacción de Peter. Tenía miedo de encontrar desprecio o rencor en sus ojos.
Pero tenía todavía más miedo de no encontrarle. El Observador le había dado la dirección del hotel pero no la habitación en la que se encontraba, así que tuvo que hacer sus propias averiguaciones. Por eso asaltó a la joven pelirroja de recepción rápidamente, posando una mano sobre el mostrador mientras la otra sujetaba bajo sus narices la placa del FBI.
Evidentemente Peter no se había registrado en el hotel con su nombre real, así que tuvo que darle su descripción a la chica. Ella no tardó ni veinte segundos en reconocer de quién le estaba hablando.
-Ah, sí, el señor Stratford -sonrisa lenta e interesada -Le recuerdo. Acaba de reservar una habitación, no hace ni diez minutos. Déjeme consultarlo.
Probablemente Olivia taladró con la mirada a la joven recepcionista más de lo necesario mientras ella tecleaba alegremente en el ordenador, pero nadie podría juzgarla.
-Aquí está, sí. Habitación 318 -dijo la joven, después apartó la vista del ordenador y miró a Olivia con curiosidad -¿Puedo preguntar por qué le busca el FBI? No parecía peligroso.
-No -dijo Olivia retirándose del mostrador.
-¿No es peligroso? -insistió ella.
-No puedes preguntar.
Sin más se dio media vuelta y se dirigió rápidamente al ascensor. A esas horas de la madrugada (3:41 a.m.) el hotel estaba silencioso y sus huéspedes dormían en sus respectivas habitaciones. Tenía el ascensor para ella sola y lo agradeció porque de haber estado acompañada, probablemente habría recibido miradas de reprobación al verla pulsar el botón de tercer piso unas dieciocho veces antes de que las puertas se cerraran y la cabina se pusiera en movimiento.
Probó a mirar fijamente las luces de la pequeña pantalla que indicaba el piso en el que se encontraba para poner en marcha los supuestos poderes que le otorgaba el cortexiphan que le habían suministrado de niña y así llegar al tercer piso en la mitad de tiempo, pero el ascensor continuó su ritmo lento e imperturbable. Finalmente, tras lo que le pareció una eternidad, las puertas se abrieron con el sonido de una campanilla y Olivia salió disparada entre ellas. El latido en sus sienes, en su pecho y en su garganta se había multiplicado por mil hasta que casi podía escucharlo en sus oídos como si fuera una grabación.
Se guió rápidamente por las placas de numeración de las habitaciones y giró hasta su derecha. 312, 314, 316…y en la mitad del pasillo la 318.
Se detuvo un instante para recuperar el resuello una vez se encontró frente a la puerta, tensa y absurdamente nerviosa ante la certeza de tener a Peter al otro lado de esa hoja de madera. No creía que estuviera durmiendo dado que la recepcionista le había dicho que llevaba poco más de diez minutos en el hotel.
No quiso pensar en que a ella le había llevado el doble de ese tiempo llegar hasta allí, de modo que Peter ni siquiera se había registrado en el hotel cuando el Observador le dio la dirección. El cómo había averiguado dónde pasaría la noche Peter sería archivado como Expediente X hasta que resolviera cuestiones más acuciantes.
Por eso se obligó a tomar aire con inspiraciones profundas y lentas para tratar de regular su respiración y probablemente el latido de los mil corazones que parecían habérsele repartido por el cuerpo. No había llegado a correr en ningún momento y sin embargo se sentía agotada.
Pero no iba a detenerse ahora. Sólo estaba cogiendo fuerzas para el empujón final.
Tomó una última bocana de aire y se irguió, con los puños apretados. Se llevó una mano a la boca y presionó sus labios en un gesto lleno de ansiedad durante unos segundos antes de tocar en la puerta con los nudillos de la otra mano.
Tres golpes, fuertes y firmes, y después se hizo a un lado para salir del ángulo de visión de la mirilla de la puerta. Temía que si Peter la veía se negara a abrirle y le pidiera que se fuera porque ella también le había traicionado, como Walter.
No obstante, si le conocía bien, Peter abriría la puerta al no ver a nadie al otro lado. Alerta, desconfiado, pero sin poder resistir la tentación. Quizás pensaría que se trataba de la joven de recepción que se deshacía en sonrisas al hablar de él.
Fuera como fuera, tras escuchar unos pasos amortiguados al otro lado y el leve chirrido de la tapa de la mirilla girando sobre su diminuto tornillo supo que sus suposiciones habían sido acertadas. No pasaron ni veinte segundos antes de que Peter abriera la puerta, despacio, taponando la entrada con su cuerpo, el ceño fruncido en su máxima expresión.
Y entonces la vio, a un lado, mostrándole las palmas de sus manos en señal de paz.
Olivia pudo darse cuenta perfectamente del momento exacto en que él la visualizó. Su rostro cambió por completo, pasando de la suspicacia a un gesto de sorpresa que suavizó su ceño hasta que sólo fue una tenue línea vertical atravesando su frente. Después ocupó su cara una expresión extraña que Olivia no puedo identificar en su memoria a largo plazo. Nunca la había visto antes en Peter pero tenía la vaga sensación de haberla visto en otra persona. En John Scott.
-Peter -susurró ella.
-Olivia -suspiró él. Había cansancio en su voz, como si hubiera estado esperando su visita con resignación -¿Qué haces aquí?
-¿Puedo pasar?
No le dio muchas opciones, antes de que Peter respondiera, Olivia ya había apoyado su mano en la puerta, ejerciendo una ligera presión que le obligó a apartarse. Ella le siguió dentro de la habitación y cerró la puerta a sus espaldas.
El cuarto no era gran cosa. Paredes recubiertas de papel pintado, moqueta gris y una cama pequeña con una parca colcha amarillenta. Funcional. Y a juzgar por el aspecto de Peter, una elección de un última hora para dormir aunque fuera un par de horas.
Tenía pinta de no haber descansado mucho más que ella durante esa semana. Ojos enrojecidos, párpados hinchados, surcos de ojeras coronando los pómulos. La barba estaba más poblada y larga que de costumbre y no parecía haberse pasado un peine por el corto cabello desde que había salido del hospital. Llevaba sólo unos vaqueros y una camiseta blanca de tiras que dejaba a la luz unos brazos blancos, aunque no tanto como su rostro.
Sobre la cama había una bolsa de viaje nueva a la que no se había molestado ni en quitarle la etiqueta, llena a medias con ropa que aún no había sido usada.
-Olivia -insistió él.
Olivia se vio obligada a mirarle directamente a la cara. Peter estaba en medio de la habitación, con los brazos cruzados, esperando una explicación.
Había llegado el momento de que le diera el gran y convincente discurso que había estado preparando.
-Peter, yo… -se interrumpió de golpe, como si tuviera que recitar un poema del que había olvidado los siguientes versos. Se limitó a mirarle, con los labios separados, preparados para moverse al son de unas palabras que no era capaz de decir.
-¿Cómo me has encontrado? -Peter le estaba dando una tregua, posponiendo unos instantes la cuestión principal.
-El Observador me dio tu dirección -dijo con más firmeza. Se sentía ligeramente reforzada por ese hecho. El Observador le había encomendado buscarle, no estaba ahí únicamente porque durante esa semana había necesitado verlo tanto que casi le dolía. Tenía una misión, un objetivo, y mientras lo tuviera, la agente Olivia Dunham se mantendría centrada -Me dijo dónde estabas y que debía buscarte.
Evidentemente Peter no se esperaba esa respuesta. Se llevó una mano al rostro y se frotó con ella los párpados y el puente de la nariz, como si esa información le hubiera causado jaqueca. Como si ese dato hubiera terminado de colapsarle.
-Llevo toda la semana buscándote. Todos -soltó Olivia a bocajarro, como si todas las palabras que antes se le habían atragantado manaran ahora a borbotones -Walter está preocupado por ti, yo… todos lo estamos. Broyles me ha ofrecido a la agente Jessup para ayudarme a buscarte. Maldita sea, hasta Gene ha dejado de comer. Incluso… incluso Ella ha preguntado por ti. Te he…te he llamado más de trescientas veces y no es una estimación.
Estaba sonando como una mezcla entre una madre sobreprotectora y una novia preocupada, pero no podía evitarlo. Todas las cosas que no había podido decirle se habían concentrado en ese instante.
-Lo sé -musitó Peter y por un instante, tan breve que podría no haber sucedido, algo parecido a una sonrisa a medias burlona a medias amarga se asomó a sus labios. Pero desapareció entre la barba demasiado espesa, entre la arruga de su frente acentuándose cuando Peter juntó las cejas y fue a sentarse en la cama, los antebrazos apoyados sobre los muslos y los pies descalzos sobre la moqueta.
Continua
aquí.
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