[BSG] Magic Blast

Jun 07, 2011 01:04

Título: Magic Blast
Autora: arkady_
Universo: Battlestar Galactica (2003)
Personajes, parejas: Laura/Lee
Spoilers: temporada 2
Palabras: 1.737
Resumen: Hay cosas que no se olvidan.


MAGIC BLAST

Laura miraba por la ventana. Media sonrisa irónica se dibujaba en sus labios. Sus ojos estaban secos, fríos -los ojos de una presidenta. Las estrellas parecían más lejanas, quizás había una nube de polvo delante del Colonial One en ese momento -pensó.

No le quedaba nada por hacer en la agenda marcado para ese día, pero no era tan raro: eran ya las 2 -¿o quizá las 4? El tiempo se le escapaba de entre los dedos en noches así. Y lo más absurdo era que entre tanta destrucción siempre acababa volviendo a una de las pocas personas que quedaban con vida. Su Capitán Apolo.

Se apartó del cristal para volver a dormir -ja- o al menos intentarlo. La oscuridad del cuarto fue peor que la noche estrellada. A veces parecía olvidar ese tipo de detalles -o quizá era que quería tanto poder cambiarlos que los olvidaba. Una mente inquieta, triste, y un cuarto en silencio y sin luces. Le hizo pensar en el Magic Blast. Dioses, recordaba el día en que había aceptado un trago de Ellen Tigh para hacerla callar. Sintió una punzada a la entrada del estómago y recordó que lo tenía débil, aún así no sabía si había sido el recuerdo del licor o si era por Lee.

Se incorporó, a punto de levantarse, hasta que recordó que el comandante Adama le había hecho retirar todo el alcohol que guardaba para momentos como ese. Le maldijo durante un par de segundos. Volvió a posar la cabeza sobre la almohada, lo que le produjo el efecto inmediato de abrir los ojos como platos.

**

El capitán Adama había dejado el uniforme en la taquilla por un día. Eran varios los pares de ojos que se volvían al verle cuando pasaba eso.

A nadie le habría costado encontrarle, apoyado en la barra, riendo junto a una mujer joven -civil. Se dibujaba en sus ojos una sonrisa sincera que se borró al instante al oír al otro lado del bar una risa conocida. Cuando su acompañante le preguntó si había pasado algo le dijo que le agobiaba la gente y el ruido, salieron como balas por la puerta principal, al lado de una Sra. Tigh demasiado animada para estar sin el Sr. Tigh. No le dijo a nadie que la razón por la que soportaba menos que antes su presencia era que le traía recuerdos -amargos o tan intensos que dolían.

Nada más tocar las paredes metálicas de la nave le volvió el buen humor, bromeó con Layla -¿O era Elaine?- y se paró a besarla en el primer rincón. Sus chicas le hacían sentirse vivo, un piloto otra vez, humano, le hacían sentirse joven -ni siquiera se rio ya con el pensamiento.

Todo había cambiado con la guerra, aunque pareciera que hacía siglos que era así. Recordó los días que pasaron sin dormir -al principio de todo- y los hombros se le pegaron un poco más al suelo. Escuchaba a medias la conversación pero no quiso dejarla ir; se metieron en su cuarto y al llegar al orgasmo se dejó caer al lado de la chica, no le importaba que se quedaran a dormir, le resultaba más fácil quedarse dormido así; sintió las manos de ella recorrerle el pecho y sonrió pero no abrió los ojos, quería dormir.

**

La voz se le quebraba a veces al leer un comunicado. No había problema con la prensa escrita, solo dejaban entrar a gente de confianza; el problema era la radio, las apariciones que se empeñaba en hacer en directo para demostrar transparencia y vitalidad -cosa que, le costaba aceptar, no siempre conseguía.

Billy le había rogado más de una vez que lo dejara, insistía en que no era necesario, incluso el comandante lo había dejado caer una vez, pero esa no era la clase de política que ella quería.

Empeoraba por momentos. A veces -sudando en la cama, con fiebre- se imaginaba caricias de Lee por la mejilla, besos suaves en la frente, le veía subirle la manta y traerle un vaso de agua, una taza de té. Entreabría los ojos y no dejaba escapar la ilusión, pensando que había salido de la habitación un momento.

El gabinete se daba cuenta, aún a pesar de los esfuerzos del pequeño Billy. Su nombre le hacía sonreír, era el único hombre que no le podría dar disgustos. Pero no le importaba. Cáncer. Rio, amarga, pensando que había tenido más suerte que sus hermanas. Se vería venir y no lo podían evitar. Se durmió con la boca medio abierta sobre la almohada.

**

Antes no solía pensar así. Era Starbuck la única que lo hacía. A él le gustaba el silencio del espacio, solo roto por la comunicación por radio. Últimamente, sin embargo, echaba de menos la música de su viejo Cadillac.

Se encerraba en la cabina, era lanzado hacia las estrellas, y la podía oír. No a Kara, cuya risa resonaba en las emisoras a todo lo largo de la flota. Ni a Hot-Dog, que le seguía las bromas hasta que se desbordaban tanto que algún mando se veía obligado a intervenir. No oía los comentarios suaves de Seelix ni las pullas de Kat a Starbuck. Solo por alto le llegaban las instrucciones de Dee. Su cerebro, acostumbrado, las llevaba a cabo casi sin pensar. Era más profunda, más grave, más oscura la voz que le llegaba a través del vacío; y en cualquier momento, sin mirar por el cristal, habría sabido localizar su origen. Las guardias ya no eran tan divertidas como antes.

**

Todos a su alrededor veían cómo le iba costando más cada día moverse, el dolor reflejado en el rostro, la voz más cansada, los papeles que se le caían una vez a la semana. Se suponía que no debía salir de la nave, pero los de fuera tampoco eran ciegos, así que pronto tuvo la reunión que llevaba esperando varios meses.

Adama se portó como nunca antes, fue comprensivo y le demostró -de parte de la población, según él- un cariño y respeto que casi le arranca una lágrima. Si no fuera que estaba seca.

Al día siguiente todo empezó a disponerse para que alguien más pudiera ocupar su lugar. No era momento de aferrarse a la presidencia sabiendo que Billy se las arreglaría con la ayuda de los demás; y estaba cansada.

**

Lee Adama había intentado ser un niño alegre desde pequeño, pero la tristeza de su madre se lo hacía difícil, la muerte de Zak, las diferencias con su padre, Kara… La guerra. Aún ahora, procuraba sacarle el jugo a la vida: ayer Cassy, esta noche Dara, mañana Lia. Pero había cosas que no podía cambiar. Como que su nombre siempre le llegara hasta los labios en el último momento, su imagen desnuda al menos un par de veces de la que recorría otros cuerpos. O las noticias.

Le había dolido el hígado al saber que se moría, pero era en las yemas donde recordaba lo difícil que habría sido para ella dejar la presidencia. Laura nunca había querido ser presidenta, no lo había pedido, pero vivía para ello.

No llegó a saber si se le había ocurrido solo o al oír algún comentario sobre ella, pero un día se empezó a insultar internamente de la que iba por el pasillo, y para cuando llegó frente al espejo ya se estaba gritando, ‘¡IIMBÉCIL!’, lo golpeó con la frente hasta sentir la sangre, furioso se llevó la mano a la sien y volvió sobre sus pasos. Tenía que ir a verla.

Los siguientes días las chicas de Galáctica echaron de menos la compañía del capitán Adama, al que solo se podía ver malhumorado de camino a alguna parte.

No podía ir a verla. Ella no le quería allí.

¿O sí?

Ya no sabía nada, le había dado tantas vueltas que no sabía si en algún momento había tenido la respuesta. Siempre podría preguntar. Soltó un bufido irrisorio para consigo.

- Buenos días, soy Lee Adama, quería saber si la presidenta...

Veía la puerta cerrándose en sus narices.

- ¿Colonial One? Páseme a la Presidenta Roslin, por favor.

Se veía hablando con una serie de subordinados hasta que finalmente le colgaban el teléfono.

- ¿Papá?

...

Ya no sabía hablar con su padre, ¿cómo le iba a preguntar por un tema tan delicado?

Entonces se le ocurrió. Kara.

**
Las sábanas del centro médico olían a hospital. ¿Cómo era posible, tan lejos de casa, que una cosa tan pequeña le produjera una mezcla de desconfianza y nostalgia?

La mujer de al lado estaba a punto de irse. Ella sería la siguiente.

Tenía visitas. Le contaban cosas. Una vez al día, al menos, Cottle se sentaba un rato con ella y se reía de la vida y el más allá. Era uno de los mejores compañeros de cama que había tenido, y él se reía cuando se lo decía.

Ya no le dolía tanto como al principio, era un dolor más continuado pero más leve, una presencia, un pequeño nudo en la boca del estómago. Quería pensar que estaba más feliz sin ella, después de tantos años sabía que era el único consuelo que podía tener.

**

La cerradura cedió bajo el alambre con el que la acariciaba Starbuck. Se abrió hacia fuera y ambos se quedaron un rato callados, escuchando; le tocó la cintura antes de irse, con su sonrisa traviesa contoneándose por el pasillo. Lee cogió aire y se deslizó hacia el interior.

Había muchas camas ocupadas, y hacía tiempo que no estaba allí pero sabía exactamente a cuál se dirigía. Paró unos pasos antes de franquear la última cortina; se acercó lentamente hasta mirar por el borde y comprobar que estaba quieta, tenía los ojos cerrados y respiraba pausadamente. Solo entonces se acercó a mirarla.

Laura...

Había tantas cosas que le querría decir.

- Echaba de menos tu olor.

Se sobresaltó al oírla. Abría la boca otra vez para hablar cuando una tos sucia se le atascó en la garganta. Se agachó a su lado y posó una mano en su espalda, intentando adivinar lo que quería que hiciera.

No esperaba ver una sonrisa en sus pupilas en cuanto tuvo un momento para descansar. Se le había empezado a olvidar lo increíbles que podían ser. Le hizo sonreír como a un chiquillo.

- Capitán Apolo... Me alegro de que estés aquí. -Querían decirse tantas cosas…- Cuéntame qué aspecto tienen las estrellas esta noche.

Lee sonrió, ella sonrió.

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