A hard rain is gonna fall (vi a)

Sep 21, 2012 00:08

Éste tuve que partirlo por cosas del elejota.

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VI. What’ll you do now, my blue eyed son?

Llegan a Nueva York de noche para llamar menos la atención. Hay prensa en el aeropuerto de todos modos. Afortunadamente, una de las ventajas de tener un hangar privado es que el auto puede recogerlos directamente de la pista.

Tony está acostumbrado (demasiado acostumbrado) a lidiar con la prensa y no agacha la cabeza hasta que está a salvo entre Steve y Jarvis tras los vidrios oscuros.

Entierran a Howard una mañana soleada de abril, al lado de María y rodeado de árboles en flor, que se sienten casi como una ironía. Rhodey pasa su único día de permiso encerrado con Tony en su habitación. La mansión se siente más grande que nunca en el silencio de los primeros días (que Jan intenta llenar con conversaciones ligeras, fallando cada vez). Tony pasa más horas que nunca en el taller. Vuelven a encontrarse en la biblioteca en largas noches de insomnio (más noches de las que no, Tony se acomoda junto a Steve en el sillón grande y cierra los ojos. Steve sospecha que son los únicos momentos en los que duerme.)

*

El taller está lleno de juguetes de Howard. Proyectos abandonados en el frenesí de un nuevo descubrimiento, prototipos demasiado secretos para Investigación y Desarrollo, todas esas cosas que le robaron la atención de su padre a lo largo de dieciocho años.

No eran tan diferentes, después de todo.

En realidad, éramos exactamente lo mismo, piensa Tony y se sirve otro whisky.

- Joven Anthony.

- Jarvis.

- Ha estado aquí todo el día. Creo que sería prudente que descanse.

- Ya le dije a Steve que no estoy cansado.

Hay momentos en los que solo la presencia de Steve, sólida y brillante, lo mantiene en pie. Hay momentos en que lo sofoca y lo único que quiere es que lo dejen solo de una maldita vez. Y hay momentos en los que… (“es tarde,” dice Steve desde su altura imposible, “deberías ir a la cama” y Tony quiere mojarse los labios, estirarse como un gato y preguntar “¿vas a venir conmigo?”) Hay momentos en los que solo quiere sentir algo, cualquier cosa, por Steve o por quien sea. Algo que no sea el maldito agujero en el centro del pecho.

- Sí, el Capitán Rogers me informó de esa situación. Aun así, creo que debería dormir.

Tony respira hondo. Da un trago. Deja que el alcohol le raspe la garganta. No es el mejor whisky del mundo, pero no se trata de disfrutarlo, ¿verdad?

- Jarvis… ya soy mayor de edad. Y hasta donde tengo entendido, además soy tu jefe.

Es una de las consecuencias más surreales de la muerte de Howard. La casa es suya. La empresa es suya. Jarvis es su empleado. Trata de no pensar mucho en eso, para que la inmensidad de lo que de pronto se ha convertido en su vida no se le cierre encima.

- Lo es, señor.

Trata de no pensar mucho en eso, pero a veces es inevitable. El mundo se cierra a su alrededor, el taller se hace más pequeño, la respiración le cuesta, la vista se le nubla.

- Pero señor,- dice Jarvis con un cariño que le aprieta el vacío detrás del reactor,- si me lo permite, es usted mucho más que mi jefe. Y su padre, que tampoco era solo mi jefe, no perdonaría que me limitara a seguir órdenes en esta situación.

Como si a Howard alguna vez le hubiera importado la “situación” de Tony. Como si alguna vez…

- Howard ya no está aquí para perdonar o dejar de perdonar nada.- Las palabras cuestan. El pecho le arde. El calor empuja desde dentro, húmedo y salado. Jarvis se da cuenta. (Nunca consigue engañar a Jarvis.)

- Pero está usted,- dice, comprendiendo de pronto.

Porque ése es el punto, ¿verdad? Tony está aquí y Howard no. Tony respira y Yinsen no. Construyeron una armadura sorprendente a partir de chatarra para que pudiera estar aquí. No pudo proteger a Yinsen. Le incrustaron un reactor en el pecho en mitad de la selva para que pudiera estar aquí. A Howard lo picó un insecto. ¿Qué derecho tiene a estar aquí, mutilado y confundido, incapaz de ascender a la altura de las expectativas? ¿Por qué, maldita sea, es él quien está aquí?

- Anthony… esto no es tu culpa,- dice Jarvis, como si Tony tuviera cinco años y Howard le hubiera gritado por romper uno de sus juguetes.

Y es curioso, porque la magnitud es distinta, la distancia imposible, pero el miedo es el mismo, la soledad, la rabia, los brazos de Jarvis y su voz pausada (“tranquilo, respira, todo va a estar bien”). El calor le sube al rostro, escapa por sus ojos, y Tony llora por primera vez. Por última vez. Llora en los brazos de la única figura de su infancia que vivió para verlo convertirse en un adulto, hasta que las lágrimas llenan el vacío en su pecho.

*

Hank y Jan son los primeros. Se quedan a dormir una noche y luego la siguiente, un fin de semana largo y casi todos los jueves (que es cuando a Jan le da por proyectar películas en la sala). Tony le hace un espacio a los terrarios en el sótano y los circuitos se mezclan con los decantadores y las pipetas. A veces, sentados tras el proyector, Steve pregunta algo que debería ser obvio, Jan voltea a mirarlo con grandes ojos abiertos y Tony se aguanta la risa. Termina por contarles la verdad, porque no se siente cómodo mintiéndoles ahora que (prácticamente) viven juntos. A Hank le brillan los ojos con curiosidad. Jan se emociona como una niña (grita “¡lo sabía!” por toda la casa, pero en opinión de Tony, no tenía idea). Steve se acostumbra a cenar en un murmullo de jerga científica y chismes de la sociedad newyorkina, a dibujar junto a Jan en el jardín (ella, modelos de cuello largo y faldas cortísimas, él, los contornos de una ciudad perdida y una selva ajena). Poco a poco, las risas empiezan a oírse de nuevo en los pasillos.

Y la primavera avanza (lentamente) sobre la mansión.

*

- Creo que voy a remodelar el sótano,- dice Tony apoyado en sus hombros, rompiendo por primera vez el silencio de la madrugada.- Hank necesita su propio espacio antes de que nos arranquemos la cabeza.

- ¿Tienes problemas con Hank?

En la quietud de la biblioteca hasta las declaraciones más domésticas suenan como un secreto compartido entre susurros.

- No. Pero es inevitable. ¿Dos científicos locos encerrados en un sótano? Mala idea.

Steve ríe despacio y Tony se acomoda, cerrando el libro y los ojos. Steve le pasa un brazo sobre los hombros para acomodarlo mejor. El resultado es que Tony termina más o menos acurrucado contra su pecho. Y a Steve le parecería una posición inapropiada, si no fuera porque es como terminan casi todas las noches. Tony nunca ha tenido un particular respeto por el espacio personal ajeno y Steve está acostumbrado a compartir su espacio con todo el regimiento, a la falta de intimidad de los campamentos. Tal vez es por eso que se siente tan natural. (O tal vez es por eso, por la intimidad, que la cercanía de Tony se siente tan diferente a la de sus compañeros de batalla.)

Desde ese ángulo, puede ver la cadena a través del cuello abierto. Bajo la camisa, sobre el reactor que nunca se apaga (que nunca debe apagarse), descansan las placas. Casi sin darse cuenta, alza una mano y traza la cadena con el pulgar. La piel de Tony es suave (tan suave) y Steve está tan concentrado en eso, que no se da cuenta del momento en que Tony abre los ojos, azules y cargados de algo que (por fin) no es el vacío que los define estos días.

- Nunca dejé de creer en ti,- dice de pronto, y Steve lo observa sin decir palabra, porque Tony habla más estos días, pero todavía hay cosas de las que no habla.- Dejé de creer que ibas a encontrarnos, pero nunca dejé de creer en ti.

Steve dejó de creer en sí mismo en el segundo en que vio el pecho de Tony cubierto de cicatrices.

Es impensable, tanta fe.

Se miran un largo rato antes de que Tony se acerque despacio, dándole todo el tiempo del mundo para detener algo que Steve debería (sabe que debería) detener. En el silencio de la biblioteca es fácil imaginar que el mundo se ha detenido, conteniendo el aliento. La textura de los labios de Tony es casi un eco de otra vida y Steve se deja llevar por la ola solo un segundo, dos, antes de que el pánico consiga hacerlo entrar en razón.

- No,- dice, separándose con cuidado pero con firmeza. (Tarde. Lo sabe. Demasiado tarde para que suene a algo que no sea hipocresía.)

Y entonces, como en un milagro, los ojos de Tony se encienden y el chico que casi no habla, que casi nunca ríe, que se esconde en el sótano de cosas de las que es imposible esconderse, vuelve a ser Tony.

- ¿Por qué no?

- Tony, eres…- Eres el hijo de Howard. Eres mi responsabilidad.

- ¿Soy qué? ¿Un niño? Ya ni siquiera el gobierno te da la razón, Steve.

- No eres un niño.- Ya no.- Pero estás pasando por un momento difícil y no me pienso aprovechar de eso.

- ¿Cómo podrías “aprovecharte de eso”? Yo te besé a ti.

- Estás pasando…

- … Por un momento difícil. Sí. Ya. ¿Qué hay de Boston? ¿Cuál es tu excusa?

- ¿Q-qué?- Tony no se acuerda de eso. Steve estuvo allí, habló con él. Tony no… Solo que sí, ¿verdad? Se lo dijo en Saigón, antes de… Respira hondo.- En Boston estabas borracho.

- Si ése va a ser el criterio nunca voy a poder besar a nadie,- responde como bromeando. Steve no se ríe. Tony rueda los ojos.- De acuerdo. Estaba borracho. No significa que no supiera lo que quería.

- Significa que no estabas pensando con claridad.- Steve le ha dado muchas vueltas y siempre llega al mismo punto. Tony estaba en un momento vulnerable y era a él a quien le correspondía protegerlo de tomar malas decisiones.- Como ahora.

- Ahora estoy pensando con absoluta claridad. No me trates como un niño, Steve.- dice con un filo peligroso en la voz. Y por una vez, cuando dice “no me trates como un niño,” no suena como un niño en absoluto.- Soy perfectamente capaz de decidir cuándo y con quién quiero acostarme.

- ¿Acos…?- A Steve se le atora la palabra en la garganta y puede sentir cómo se le enciende el rostro.

Tony sonríe, con esa expresión suya entre divertida por las cosas que Steve no entiende del mundo moderno y eso otro que Steve nunca había sabido reconocer, pero ahora reconoce. Las ganas se le enrollan con el miedo en el estómago (y por dios cómo extrañaba esa sonrisa).

- ¿Qué hay de todas las veces que me he masturbado pensando en ti?- suelta Tony, la voz apenas ronca, provocando por provocar.- ¿No estaba pensando con claridad? Porque son muchas veces.

- No digas esas cosas.

- ¿Que no diga la verdad? Pensaba que el Capitán América defendía la honestidad y todo eso.

- Tony,- advierte Steve.- Basta.- Es la voz de las campañas. La que no admite reclamos. No está muy seguro de cómo consigue usarla.

Tony se encoge de hombros.

- Como quieras,- responde, y vuelve a acomodarse sobre su pecho.- Pero han sido muchas, muchas veces,- dice antes de cerrar los ojos. Steve puede oír la sonrisa en su voz.

Es una larga noche.

*

Una semana después, Tony aparece en la cocina a la hora del desayuno (un acontecimiento sin precedentes) y anuncia que tiene una cita con la junta directiva de Industrias Stark.

- Contrariamente a lo que algunos piensan,- dice mirando directamente a Steve,- ya no soy un niño.

- Tony…

- Es mi empresa. Quiero hacerme cargo de ella. ¿Qué tiene de raro?

- ¿Qué tiene de raro?- pregunta Hank, con esa voz que pone cuando lleva muchos días trabajando y está a punto de decir algo estúpido. Jan se tensa a su lado.- Estuviste secuestrado por traficantes de armas en mitad de una guerra… ¿y ahora quieres hacerte cargo de la mayor productora de armas del mundo? No se me ocurre qué tiene de raro, la verdad.

Jarvis se para detrás de Tony, frente a Hank. Es sorprendente lo intimidante que puede ser un hombre de su edad con un delantal cuando realmente lo intenta.

- Hank,- advierte Jan.

Tony sonríe. De todas las reacciones, ésa es la que hace que Hank se detenga.

- Tienes un plan,- dice, entrecerrando los ojos.

Tony no responde.

*

A ninguno le gusta la idea, pero no todos reaccionan de la misma manera. Unos lo miran con condescendencia, el niño genio traumatizado intentando ser un adulto. A esos los etiqueta como idiotas. Otros están claramente indignados. A esos los etiqueta como idiotas y enemigos. Y algunos (los menos) intentan parecer neutrales mientras estudian cómo desarmarlo. A esos va a tener que ganárselos.

- Tony… estás pasando por un momento difícil.- Otra vez lo del “momento difícil”. Se aguanta las ganas de rodar los ojos.- Y, por supuesto, esta empresa es tuya. Pero todavía eres muy joven. Tal vez en unos años...

- Obadiah,- dice y el aludido no consigue esconder su incomodidad. A Tony siempre le ha gustado jugar con esa inquietud que genera en los “adultos” el hecho de que un “niño” les hable de igual a igual.- No es por ser maleducado, pero como bien has dicho, esta empresa es mía. No estoy aquí para pedir permiso, sino para informarles que voy a hacerme cargo de ella.

La mirada de Stane es oro puro. O más bien acero. Muy, muy afilado.

La pelirroja sentada junto a la bandeja de café esconde la mirada en el cuaderno de notas y se aguanta la risa. (A Tony le gusta la pelirroja.)

- Nadie duda que eres un genio de la ingeniería, Tony,- dice Stane en un tono condescendiente, claramente producido para disminuirlo ante los demás miembros de la junta,- pero el puesto de Director Ejecutivo requiere más que eso. Si realmente te interesa hacerte cargo de la empresa, tal vez deberías empezar por unirte al Departamento de Investigación y Desarrollo, familiarizarte con el funcionamiento…

Las cabezas asienten alrededor de la mesa.

- Tal vez no soy yo quien necesita familiarizarse con el funcionamiento de la empresa,- dice de pronto, cansado de lidiar con estos idiotas (en serio, Howard, ¿de dónde los sacaste?).- Llevo años trabajando informalmente para Investigación y Desarrollo. He creado diseños, modificado diseños, revisado diseños y probado diseños. Y puedo asegurarles que conozco el proceso de producción bastante mejor que cualquiera en esta habitación. Ahora, por última vez, no he venido a preguntar sino a informar. Estoy asumiendo control de mi empresa. Buenas tardes, señores.

Y con eso, abandona la sala. Le gusta el efecto de una buena salida dramática, pero sobretodo, sabe lo importante que es tener la última palabra en una discusión importante.

Avanza tranquilo hasta el baño y se lava la cara. No pueden negarse. No pueden. Se lo preguntó treinta veces a los abogados. La empresa es suya. Levanta la vista y se mira al espejo. Por dios, realmente parezco un niño, piensa, cogiéndose la barbilla. Respira hondo, se acomoda la corbata y sale al pasillo.

Encuentra a la pelirroja cerca de la fotocopiadora.

- Creo que no nos conocemos,- dice.- Soy Tony Stark.

La pelirroja sonríe con cara de “es muy educado de tu parte, pero ¿realmente te parece que hacía falta decirme tu nombre?”

- Virginia Potts.

Se dan la mano. Tony no cree en esa tontería del apretón firme, pero le gusta la seguridad de la pelirroja. No es broma lo que dijo en la sala de juntas, lleva años trabajando informalmente para Industrias Stark. Los empleados más antiguos lo conocen desde pequeño y los nuevos aprenden pronto a reconocer al “hijo del jefe”. Tony no recuerda la última vez que un empleado lo miró a la cara al mismo tiempo sin miedo y sin imaginarlo corriendo por los pasillos disfrazado de… sí, bueno, eso. Que le gusta Virginia Potts.

- ¿Por qué no te había visto antes?- pregunta, honestamente curioso.

- Empecé hace un mes. Cuando…- hace un gesto con la mano.

- Ya,- dice Tony, que tampoco quiere darle voz a la idea.- Y dime, Virginia Potts,- agrega un poco por curiosidad y un poco por cambiar de tema,- ¿tú también crees que estoy muy joven para hacerme cargo de la empresa?

La pelirroja se lo piensa, entrecerrando un poco los ojos verdes.

- Pues supongo que no lo sabremos hasta que no lo intentes.

Y es así como queda decidido. Necesita una secretaria nueva de todos modos. Una cosa es heredar la oficina de Howard y otra tener que trabajar con una mujer que sabe exactamente cuántas veces Howard olvidó su cumpleaños (que son todas).

Sí, le gusta Virginia Potts.

Excepto, tal vez, por una cosa.

- No tienes cara de Virginia.

La pelirroja alza una ceja.

- ¿Y de qué tengo cara?- pregunta, arrugando la nariz cubierta de pecas.

*

En mayo, setenta mil newyorkinos marchan en apoyo de los combatientes de Vietnam y el Capitán América recibe una comunicación oficial exigiendo su regreso al frente.

La carta abunda en palabras como “honor”, “deber” y “patria”, pero la mente de Steve las reemplaza una y otra vez por cosas como “civiles”, “napalm” y “agente naranja”. Vietnam es un mundo distinto lejos de la tensión permanente de la espera y la urgencia frenética de la batalla. Como estratega, sabe que es una guerra que no pueden ganar (no con los métodos que el gobierno se empeña en seguir). Como hombre, ni siquiera cree que merezcan hacerlo. Hay días en los que recuerda a los monjes en la montaña, a las mujeres en los campos de arroz, a los niños en las calles de Saigón, y teme por su destino en manos de Johnson todavía más que en manos de Ho Chi Minh.

El uniforme descansa en el armario, doblado de manera que la estrella queda a la vista, como recordatorio de lo que esas prendas representan. Steve respeta esa estrella tal vez más que nada en el mundo. Sabe que el derecho legal que el gobierno tenga o no de ordenarle nada es irrelevante. Al convertirse en el Capitán América, asumió un compromiso mucho mayor que cumplir su tiempo en el frente, un compromiso inquebrantable con su país.

El error que comete quien escribió esa carta (el error que cometen tantos) es creer que un país es el gobierno que lo rige.

*

Clint es el tercero. Aparece una tarde de junio, con una bolsa de lona al hombro y cara de quien pasa por ahí todos los viernes.

- ¿Clint?

- Hey,- dice dejando caer la bolsa junto al sofá. Steve está a punto de preguntarle qué demonios está haciendo en Nueva York cuando Tony aparece en la escalera.

- ¡Clint! Pensé que habías cambiado de idea.

- No tuve mejores ofertas.

- Ya,- dice Tony con media sonrisa.- Jarvis, un par de cervezas.

- Por supuesto, señor.

- ¿Qué está pasando aquí? ¿Cómo sabías que venía Clint?

- Llamó el otro día preguntando por ti. Le dije que podía quedarse,- dice Tony encogiéndose de hombros, como si fuera lo más normal del mundo ofrecerle asilo a un soldado que…

- ¿Desertaste?- pregunta Steve.

- Es una pregunta muy curiosa viniendo de ti.

- Yo no… Ya había cumplido mi tiempo de servicio.

Clint alza una ceja.

- ¿El Capitán América tiene tiempo de servicio definido?

- ¿Le contaste quién eras?- pregunta Tony en tono acusador.

- No te pongas celoso, cachorro,- bromea Clint revolviéndole el cabello.- Me di cuenta solo.

Jarvis aparece con dos cervezas y las pone sobre la mesa. Clint coge una y se tumba en el sofá.

- Así que… ¿qué vamos a hacer esta noche?

Tony sonríe de oreja a oreja. Steve respira hondo y se prepara mentalmente para los próximos meses.

*

Los hippies bautizan el verano de 1967 como “el verano del amor”. San Francisco es el centro del mundo, pero NY no deja de ser impresionante, iluminado de arcoíris, guitarras y vientos de cambio. Jan acusa a Clint de haber desertado porque “está de moda” y Clint la tira a la piscina entre risas de Tony, que ha vuelto a pasar las noches en el taller, pero esta vez emocionado con un nuevo proyecto, encendido desde dentro, cargado de esa cosa primaria, incontenible, que es Tony Stark.

- Feniletilamina,- dice Hank, tumbándose junto a Steve.

- ¿Qué?

- La culpable de que pierdas el párrafo cada vez que Tony sale de la piscina. Se llama feniletilamina. A menos que el suero haya alterado tus respuestas neuroquímicas. Supongo que no me dejarías sacar una muestra para…

- No,- responde Steve, volviendo al libro (¿dónde iba?).- Y no pierdo el párrafo cuando…

Como si lo hubieran ensayado, Tony sale de la piscina. El sol brilla sobre las gotas que caen de su piel y el modelo nuevo del reactor (hasta mil veces más eficiente, según dice) ya no parece un recordatorio de cosas terribles. Ahora que las cicatrices han sanado y solo quedan las líneas delgadas sobre su pecho, es más un recordatorio de su fortaleza, de su ingenio, de su resiliencia. Tony es realmente una persona impresionante.

- Deja de torturar a Steve y ven a bailar conmigo,- exige Jan, sacudiéndose el cabello y echándose encima un vestido delgado que se le pega inmediatamente a la piel húmeda.

- No estoy torturando a Steve. Solo mencioné el exceso de feniletilamina en su cerebro,- responde Hank, levantándose de la tumbona.

Jan rueda los ojos. Tony se atora con el whisky. Steve se pone como un tomate.

- Mmm…- murmura Jan, mirando a Tony y Steve.- Esta feniloquesea suena interesante de pronto. ¿Debería interesarme tu feniloquesea, Hank?- pregunta coqueta.

- Solo si quieres convertirla en oxitocina,- dice Hank con voz ronca.

- Me encanta cuando hablas sucio.

Tony se ríe.

- Nerds.

- ¿Qué es la fenil… eso?- pregunta Clint.

- Nada que te concierna.

Clint mira a Tony, a Steve, a Hank y Jan meciéndose al ritmo de la voz de Jim Morrison.

- No sé por qué, pero siento que eso debería preocuparme.

Tony vuelve a reír. Luego seca el vaso y estira una mano hacia Steve.

- Baila conmigo.

- Estás borracho.

Tony suspira.

- Pensé que ya habíamos tenido esta conversación,- dice. Luego rueda los ojos.- Barton, baila conmigo.

- ¿Por qué haría eso?- pregunta Clint con los ojos cerrados.

- Porque vives en mi casa y te bebes mi alcohol.

Clint abre los ojos, lo piensa, se encoge de hombros y se levanta de la tumbona.

- Venga nene, enciende mi fuego,- dice y coge a Tony por la cintura.

Steve no sabe en qué momento terminan bailando todos juntos, el ocaso pintando Manhattan de un rojo intenso, mientras el mundo se enciende y Tony le pide que “intente prenderle fuego a la noche” con el aliento dulce y la mirada en llamas.

*

- ¿Te acuerdas de los tipos de Lynch?

- ¿Los del banco de Hanoi?

Clint asiente y digita su clave en el panel de la entrada. Les ha dado por correr de noche en Central Park. Clint dice que no se le ocurre un mejor entrenamiento para los reflejos.

- Dicen que ahora son mercenarios humanitarios, o algo así.

- ¿Mercenarios humanitarios? ¿Qué significa eso?

Clint se encoge de hombros y abre la puerta de la cocina.

- Que si tienes problemas y puedes encontrarlos…- Tony está agachado sobre la mesa del desayuno, que está completamente cubierta de piezas de metal, con los anteojos de protección en la cabeza.- ¿Qué le pasó a tu taller?

Tony no se mueve.

- Tiene puestos los audífonos,- explica Steve, señalando las puntas negras que sobresalen de sus orejas.- Son inalámbricos.

- ¿Inalámbricos? ¿Cómo…?

Steve se encoge de hombros. Como si él tuviera idea.

Clint le quita uno de los audífonos a Tony, que salta de la silla, desperdigando pequeñas piezas de metal por los aires.

- ¡Hey! ¡Estaba trabajando en algo importante!

Steve puede notarlo. De hecho, podría jurar que reconoce algunas de las piezas sobre la mesa. No es una idea que lo tranquilice.

Clint no se molesta en responder, ocupado observando con sospecha el audífono en sus manos, antes de ponérselo en la oreja y sacárselo inmediatamente.

- Te vas a quedar sordo antes de los 30,- vaticina cuando se lo lanza de vuelta a Tony.

- Gracias, mamá. Y ahora, como decía…

- Tony…- interrumpe Steve, examinando una de las piezas tristemente familiares.- ¿En qué estás trabajando?

Tony se aclara la garganta y agacha la mirada.

- Es un proyecto nuevo.

No. Es la armadura. Tony está reconstruyendo en la armadura. ¿Fue para eso que mejoró el reactor? No. No, el reactor es importante por otros motivos. ¿Por qué está…? Quiere preguntárselo, pero no es una conversación que puedan tener delante de Clint.

- Ok,- interviene el susodicho, dejándose caer en una silla,- fingiré que no siento la tensión en el ambiente y repetiré mi pregunta. ¿Qué le pasó a tu taller?

Tony gruñe y la tensión se disipa.

- Jan,- dice entre dientes. No hace falta explicar más. Hank lleva semanas haciendo pruebas en el sótano y Jan lleva semanas intentando que lo tome con calma y salga aunque sea diez minutos a ver el sol. Jan… no es la persona más sutil del mundo cuando quiere algo. Y Hank no es precisamente fácil de convencer. Tristemente, parecen ser los únicos en la casa que no están hartos de sus peleas.- ¿Recuerdas cuando dije que quería remodelar el sótano? Olvídalo. Hank necesita su propio laboratorio. De preferencia del otro lado de la casa, donde Jan pueda quejarse a gusto de que “hace tres días que no te cambias de ropa”,- dice imitando la voz aguda de Jan.

Steve recuerda cuando Tony dijo que quería remodelar el sótano. También recuerda lo que dijo después. Siente el calor subirle por el cuello y se aclara la garganta antes de que llegue a su rostro. Cualquier cosa. Di cualquier cosa.

- Hablando de…- hace un gesto vago.- ¿Cuándo fue la última vez que te afeitaste?

- Me ofendes, Steve. Es a propósito. Me estoy dejando la barba,- dice acariciándose la barbilla.

Clint suelta la risa.

- ¿La barba? Si tienes quince.

- Tengo dieciocho,- responde con una mirada asesina.- Pero sí, es para verme mayor. Fue idea de Rhodey. ¿No te gusta?- le pregunta a Steve.

No es eso. De hecho, no le queda nada mal. Se pregunta si raspará cuando… Se aclara la garganta de nuevo.

- ¿Tienes algo en la garganta?- pregunta Clint divertido.- ¿O debería dejarlos solos?

- No tengo…- Es inútil. Ya siente el calor en el rostro.- ¿Para qué quieres verte mayor?

- Para el público. La gente puede ser un poco ridícula respecto a mi edad,- dice sonriendo y sin dejar de mirarlo.

- Sip,- dice Clint, levantándose de la silla,- definitivamente debería dejarlos solos.

En el fondo de su conciencia, Steve sabe que debería detener a Clint. O salir de la cocina (¿no hay un dicho sobre eso?). Pero se queda allí sentado, mientras el aire se carga más y más entre ellos. Cuando Tony se levanta de la silla, se le tensa todo el cuerpo. Pero Tony se limita a servirse otro café y Steve se relaja con cierta… decepción. (¿Qué estaba esperando, que le saltara encima?)

- ¿Para qué estás reconstruyendo la armadura?- pregunta, por pensar en otra cosa.

- Para nada malo,- responde Tony, dejando la taza sobre el mostrador. Alza la mirada, pero no avanza un centímetro en dirección a Steve. (Eso es bueno… ¿verdad?)

- ¿No me lo vas a contar?

- Todavía no,- dice Tony. Hace una pausa antes de agregar- confía en mí.

- ¿Cómo tú confías en mí al no contármelo?

Tony respira hondo. Deja salir el aire.

- Hay partes que quiero aplicar a otros prototipos. Los sistemas de energía y de comunicación, principalmente. Y hubo buenas ideas que no tuvimos tiempo de probar,- lleva la taza de vuelta a la mesa y coge los audífonos.- ¿Alguna otra pregunta? Tengo trabajo.

Tony está de mal humor. Steve supone que él también lo estaría si se hubiera pasado toda la tarde sentado a la mesa con sus fantasmas.

Se acerca casi sin darse cuenta, atrapado por el movimiento de la garganta al beber, el cabello revuelto por los lentes de plástico, ese atisbo de barba que no sabe cómo raspa cuando se frota contra otra piel.

- No digo que los chicos en el frente no vayan a darle un buen uso, pero…- Pero sí, ¿verdad? Ése es el miedo. Es demasiado poder, demasiada capacidad de destrucción en manos de un ejército que no parece tener reparos en envenenar el aire de poblados enteros.

- No es para el ejército.

- ¿No?- pregunta Steve, frunciendo el ceño.- Pasea la vista por las piezas de metal. Recuerda lo que pueden hacer y no se le ocurre nadie además de un ejército que quiera hacer algo así.

- No.

- ¿Entonces…?

Tony suspira y deja los audífonos sobre la mesa.

- No porque algo pueda ser un arma significa que solo puede ser un arma. Como dije, hay elementos que quiero asimilar a otros proyectos.- Lo mira con ojos oscuros de mar profundo.

- ¿Por qué no confías en mí?- pregunta con voz herida.

Steve sospecha que ya no están hablando de la armadura.

¿Por qué no confías en mí? No es cierto. Steve confía en Tony. Por supuesto que confía en Tony. Es una de las personas en las que más… Pero entonces, ¿por qué no…?

- Confío en ti,- dice. La expresión de Tony no cambia.- Por supuesto que confío en ti.- Pero si confía en las decisiones de Tony para esto, ¿por qué no…? Traga saliva.- Por supuesto que confío en ti,- repite.

La afirmación se asienta en su interior, tan clara y tan real que por un momento todo lo demás parece ridículo, sin sentido. Las excusas se desdibujan en la periferia de su conciencia, las ganas se desenrollan desde el centro.

Afortunadamente (o desafortunadamente, Steve ya no está muy seguro), Jan escoge ese preciso instante para entrar a la cocina con los ojos hinchados.

*

Natasha y Bruce son los siguientes. Steve les abre la puerta un domingo de julio.

- Buenas tardes. Me dijeron que aquí podría encontrar al Dr. Pym.

- Sí, por supuesto. Pasen, por favor. Voy a bus…

- ¡¿Nat?!

- Clint,- saluda la pelirroja sin la menor señal de asombro.

- ¿Qué haces…?

- ¿Por qué el escándalo? - pregunta Tony asomando la cabeza desde la cocina, con la mirada vidriosa y un circuito pegado a la mejilla.- ¿Banner?- pregunta, frotándose los ojos.- ¡Banner! ¿Qué haces aquí? ¿Dónde has estado el último año? ¡Hank!- grita, apretando un botón en uno de sus audífonos.- ¡Deja pelear con tu novia y sube!

Banner (Bruce) les cuenta toda la historia, a pesar de la obvia reticencia de Natasha. Que trabaja para SHIELD y conoce a Clint por algún motivo que ninguno se ofrece a aclarar. (“Por favor,” dice Jan, rodando los ojos. ”Se conocieron en Boston. Es la pelirroja del festival.” Natasha y Clint intercambian una mirada y asienten, validando la afirmación. Claro. Porque los agentes de SHIELD van por ahí dándole su verdadera identidad a ligues de una noche que conocen en festivales de música. Obviamente.)

- Un gigante verde,- repite Clint.- ¿Me están hablando en serio? ¿Ahora tengo que creerle al Enquirer?

Tony entrecierra los ojos y rompe su larga observación de Bruce.

- Hagamos el recuento,- dice.- Un super soldado que pasó veintitrés años en un iceberg, un guapísimo genio millonario de 18 años, un ratón de laboratorio que experimenta con formas de meter Manhattan en una botella y un tipo capaz de darle a una mosca en la nariz de Mick Jagger desde la última fila del estadio de Wembley, con obvias conexiones con la KGB, porque, realmente, no sé a quién creen que engañan con eso de “nos conocimos en Boston”.- Ni Natasha ni Clint mueven un músculo.- No sé, un gigante verde no suena tan inverosímil.

- No te olvides de Thor,- interviene Steve.

La cabeza de Tony gira como si tuviera un resorte.

- ¿Thor era real?- Steve lo mira confundido. Claro, Tony estaba en shock, pero no pensó que… (A pesar de la confusión, no se le escapa que entre los murmullos que siguen al intercambio la única que no pregunta “¿quién es Thor?” es la espía de SHIELD.)

- ¿Y dices que sucede cuando te enfureces?- pregunta Hank, volviendo al tema y claramente preparando una lista mental de los químicos que libera el cerebro enfurecido. Bruce asiente.

- Por eso vinimos a buscarlo,- interviene Natasha.- El Dr. Banner dice que usted es probablemente la única persona que puede ayudarlo a descubrir cómo funciona la mutación.

- No es una mutación,- aclaran los tres científicos a un tiempo.

Natasha parpadea.

- O en todo caso,- continúa Hank,- es altamente improbable que un evento único pueda generar una mutación idéntica en el tejido suficiente. ¿Has comprobado el tejido suprarrenal?

- Ningún cambio,- asiente Bruce, claramente cansado.

- ¿Gónadas?- pregunta Tony.

- No es la testosterona,- responde Bruce.- Es más una reacción adrenalínica, pero…

- Pero no hay cambios en el tejido suprarrenal,- dice Jan. Todos voltean a mirarla.- ¿Qué? Me paso la mitad del día en ese laboratorio, ¿pensaban que tarareaba en mi cabeza cada vez que alguien se ponía a hablar?

- Sí,- reconoce Tony. Steve le da un codazo.- Ouch.

- Podríamos estar hablando de la activación de una nueva secuencia,- dice Hank, volviendo al tema con ojos brillantes y ligeramente maniacos.

- Una secuencia no mutada… ¿pero no codificante?

- Teóricamente no codificante. Una molécula alterada por la radiación que haya participado como factor de inicio de la traducción…

- La primera vez, es posible. ¿Pero, por qué se sigue expresando?

- Son demasiados cambios para una sola secuencia. Estamos olvidando un paso.

- Una molécula alterada por la radiación que haya participado como factor de traducción de una secuencia teóricamente no codificante…

- … Que se traduzca en una cadena de factores de activación…

- … Entre los cuales se incluye la alteración misma de la molécula original.

- Que es un neuroquímico.

- O requiere un cofactor neuroquímico.

Natasha gira la cabeza medio milímetro hacia Clint.

- Te acostumbras después de un tiempo,- responde él con media sonrisa.- A ver, genios, ¿pueden reparar al buen doctor o debería empezar a diseñar flechas contra gigantes verdes?

Tony y Hank intercambian una mirada.

- ¿Dopamina?

- Como para un elefante,- dice Hank.

- Como para un tiranosaurio,- corrige Bruce.

- Pero lo primero es encontrar el catalizador.- Hank respira hondo.- Vamos a necesitar muestras del gigante.

- Lo sé,- responde Bruce, pálido como el papel.

- Los laboratorios de SHIELD están a su disposición para…- empieza Natasha.

- Hank cuenta con un laboratorio perfectamente equipado,- interrumpe Tony.- Pero gracias por la oferta.

Natasha alza una ceja.

- Estoy segura de que el Dr. Pym concordará en que sería mucho más eficiente trabajar en contacto permanente con el Dr. Banner, tanto como sujeto de pruebas como…

- Como colega. Totalmente de acuerdo. La casa es grande. Bruce, eres bienvenido a nuestra comuna hippie el tiempo que quieras.

Banner parece quedarse sin palabras ante la oferta. No así la agente Romanov.

- Es una oferta muy generosa. Pero el Dr. Banner está bajo custodia de SHIELD y de ninguna manera puede quedarse sin supervisión en un espacio civil. Como estoy segura de que el Capitán Rogers podrá explicarle.

Steve aprieta los dientes. Es un golpe bajo y nunca le han gustado los golpes bajos (tampoco está seguro de querer saber por qué los agentes de Nick conocen su influencia sobre Tony). Por otro lado, es obvio que Clint confía en Natasha. Y a pesar de su actitud relajada, lo cierto es que es extremadamente difícil ganarse la confianza de Clint Barton.

Tony busca su mirada un segundo. Steve no sabe qué encuentra en ella, pero cuando vuelve a dirigirse a Natasha es con media sonrisa curvándole los labios.

- Como dije, la casa es grande. Bienvenida a la mansión, agente.

Clint suelta la risa.

- Y aquí vamos de nuevo,- dice sin más explicaciones.

*

Tony convoca a la conferencia de prensa sin aviso previo. Hank sospecha de qué se trata (ha visto las piezas en el taller, sabe lo que significan los avances de Tony en el campo de la energía), pero cuando oye el anuncio se queda con la boca tan abierta como los demás.

- ¿Está hablando en serio?- pregunta Jan.

Hank comprende lo que significan los avances de Tony en el mundo científico. No tiene idea de lo que significan en el mundo de los negocios. Pero…

- Sí, está hablando en serio.- Por lo menos esa parte le queda clara.

Industrias Stark, la principal contratista de defensa del gobierno de los Estados Unidos, va a dejar de producir armas para dedicarse a las comunicaciones y la energía alternativa. En mitad de una guerra. Si el gobierno no fondea a Tony en el Atlántico, los tiburones de la junta directiva lo van a echar en el Hudson pedazo por pedazo.

- Mierda,- dice Clint, resumiendo la reacción general.- No sé si es el hijo de puta más valiente que haya conocido o si por fin se volvió loco.- Luego voltea a mirar a Steve y le da un golpe en el brazo.- Anda puliendo el escudo,- dice.- Te toca la primera guardia.

*

Los Kinks describen el ocaso en el puente Waterloo (que aparentemente es el paraíso) y la risa de Jan (que nunca ha tenido una particular resistencia al alcohol, pero se niega a aceptarlo) llena el ambiente de algo vivo, joven, casi revolucionario. Tony se siente valiente.

- ¿Puedo hacerte una pregunta personal?

Natasha alza una ceja antes de asentir.

- ¿Por qué Romanov? ¿No debería ser Romanova?

- Lo siento. Es información clasificada.

- ¿Tu apellido es información clasificada?

Natasha se sirve un whisky sin responder.

- Yo también tengo una duda,- dice.

- Ésa sí es una sorpresa,- responde Tony dando un trago largo.

- ¿Qué hago aquí, Stark?

- Cuidas a Bruce, por supuesto.

Bruce ya no es el hombre apasionado por el descubrimiento que Tony conoció en Nuevo México. Su curiosidad es más cautelosa, sus reacciones más cuidadas. No bebe, no discute, casi no ríe. No parece deprimido, exactamente. Pero hay algo oscuro y derrotado en su pequeña sonrisa que a Tony no le gusta. Hay mucho más que un gigante verde encerrado en su interior. Y por todos los dioses (incluido Thor, que por lo visto no fue una alucinación causada por el estrés post traumático), Tony va a abrir esa caja de Pandora cueste lo que cueste.

- Sabes a lo que me refiero. Acabas de anunciar que vas a cortar la principal línea de abastecimiento de tecnología bélica de SHIELD. Furia ya llamó tres veces pidiendo una explicación, exigiendo que te haga entrar en razón y ampliando los objetivos de mi misión. Asumiré que eres lo bastante listo para imaginar mis nuevos objetivos.

Tony sonríe alrededor del vaso.

- Natasha,- dice (y puede que sea la primera vez que la llama por su nombre),- estamos celebrando. Relájate un poco. Clint confía en ti. Yo confío en Clint.

Natasha hace un silencio breve observando a Clint, que intenta en vano emborrachar al Capitán América en un juego bastante predecible de beer pong.

- Sabes que no es tan simple.

- Lo sé,- dice Tony en un suspiro cansado.- ¿Sólo esta noche?- pregunta, como un niño pidiendo permiso para saltarse la hora de dormir.- Solo esta noche imaginemos que es tan simple.- Luego apura el vaso y se mueve hacia Pepper Potts, que aparece agitada en la puerta.- Mañana podemos empezar a divertirnos con tus intentos por quebrar mis protocolos de seguridad.

*

- ¡Pepper! Qué bueno que te hayas animado a venir. La fiesta no es lo mismo sin ti.

- No me invitaste a ninguna fiesta.

Tony rueda los ojos.

- Estaba sobreentendido.

- No me dijiste que hubiera ninguna fiesta.

Tony hace un gesto que, de alguna manera no correlacionada a ningún símbolo conocido, claramente quiere decir “estaba sobreentendido”. Pepper respira hondo. Lo hace mucho desde que empezó a trabajar con Tony (secretamente sospecha que su capacidad pulmonar está aumentando, por aquello de la compensación kármica).

- Intenté llamarte pero las líneas están ocupadas. Stane…

- Descolgué los teléfonos. No tengo ganas de lidiar con la junta.

Pepper se detiene a mitad de frase, respira hondo (piensa en sus pulmones), vuelve a empezar.

- Stane tiene a todos los abogados de la empresa buscando una manera de sacarte.

- Sí, me imagino que sí,- dice Tony cansado.- Pero no pueden. Mi compañía, mi tecnología, mis reglas.- Siempre hace eso de sonar como un adulto cansado en un momento y como un adolescente engreído en el siguiente. Pepper se pregunta cuál es el Tony real. Probablemente ambos.- Ahora deja de fruncir el ceño,- dice, frotándole un dedo entre los ojos.- No quieres parecer una vieja amargada cuando te presente al Capitán América, ¿verdad?

- Al…

- Capitán América,- repite Tony con una sonrisa brillante.- ¿Qué puedo decir? Soy un hombre lleno de sorpresas.

- Eso me queda clarísimo,- dice ella, recordando el motivo que la llevo a la mansión Stark.- Podías haberme dicho para qué era la conferencia. Me hubieras ahorrado muchos problemas en la oficina.

Tony sonríe, casi como disculpándose.

- Pero te hubiera arruinado la sorpresa.

Y Pepper tiene que reírse porque… vaya sorpresa. Industrias Stark se sostiene en un 90% en la producción de armas. El nivel de pánico que vive la empresa en ese momento no se ha visto desde la gran depresión. ¿Por qué una persona como Tony Stark, con la vida solucionada, que podría tirarse a dormir sobre su dinero por los próximos 100 años, asume el control solo para poner sobre la cuerda floja todo lo que posee, el legado de su familia, la seguridad de sus trabajadores? ¿Por qué, si por lo que cuentan otros empleados se ha pasado la vida respirando la industria, ha creado la mitad de los prototipos, conoce el negocio, podría manejarlo con los ojos cerrados?

En el patio, Tony le presenta al resto del grupo, entre los cuáles, efectivamente, se encuentra el Capitán América. Porque ésa es la vida cuando uno trabaja para Tony Stark.

- ¿Por qué brindamos?- pregunta cuando alguien le pone una copa en la mano. ¿Por la inseguridad de mi puesto laboral? ¿Por el destino de tu fortuna? ¿Por las demandas del gobierno que se acumulan en mi escritorio en este preciso instante?

- ¿Por la paz mundial?- dice Tony con una sonrisa.

Y Pepper se queda de piedra un segundo porque… sí, claro. Es la respuesta más obvia. Las calles están llenas de estudiantes que sueñan con cambiar el mundo. Pero… es tanto lo que está arriesgando, tanto lo que podría perder…

A veces se le olvida lo joven que es Tony.

- Por la paz mundial,- brinda el Capitán América, que, ahora que lo piensa, lleva meses fuera del frente.

- Por la paz mundial,- corea Clint Barton con satisfacción, chocando su copa contra la del Capitán. Los demás lo siguen, cada uno a su manera (el Dr. Pym muy serio, su novia con una sonrisa y un movimiento exagerado, el Dr. Banner tímido como un ratón). Hasta Natasha Romanov, aparentemente una agente de SHIELD, brinda con resignación.

Por la paz mundial. Sobre el murmullo de Manhattan, los Beatles aseguran que “todo lo que necesitas es amor” y hay algo intenso en ese brindis cargado de esperanza, sin miedo a arriesgarlo todo por un ideal abstracto, a dejarse la piel intentando alcanzar lo inalcanzable. El gobierno va a volverla loca, está segura. Y la junta ni se diga. La empresa va a sufrir en el proceso, porque todo cambio implica sacrificios. Pero por primera vez desde que se vio forzada a dejar la carrera y buscarse la vida, Pepper Potts vuelve a sentir esas ganas, esa emoción ante el futuro incierto, cargado de promesas, esa certeza de que no está aquí solo para subirse al metro y marcar una tarjeta cada mañana, de que puede (de que va a) dejar una marca en el mundo, de que es parte de algo más grande que ella misma.

A veces se le olvida lo joven que es Tony. Pero es de esperarse. A veces se le olvida lo joven que es ella misma.

- Por la paz mundial,- dice y alza la copa hacia la nueva vida.

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