A hard rain is gonna fall (vi b)

Sep 21, 2012 00:14

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- Sácame de una duda,- pregunta Clint, que a pesar de haber ganado todas las partidas de beer pong, tiene los ojos vidriosos y la lengua suelta. O bueno, más suelta que de costumbre.

- Dime.

- ¿Estás saliendo con Tony?- Steve se atora con la cerveza.

- ¿Qué?

- Porque yo estaba convencido de que sí, pero Natasha dice…

- ¡No! ¡Por supuesto que no!

- ¿No? ¿Y qué estás esperando?

- Tony es…- Hombre. Un niño.- El hijo de Howard.

- Y estoy seguro de que a Howard le hubiera gustado que fuera feliz. ¿Eres consciente de que el chico está perdidamente enamorado de ti, verdad? No, espera. Ésa no es la pregunta. ¿Eres consciente que tú estás tan jodidamente perdido como él, verdad?

Abre la boca para responder y vuelve a cerrarla. Desde que dejó de mentir sobre su identidad se le hace mucho más difícil mentir sobre otras cosas. Suspira.

- Muchas cosas han cambiado desde mi época, Clint, pero otras… no han cambiado tanto. Hay gente como tú, y es un alivio. Pero también hay gente que ataca a los homosexuales en las calles. La policía sigue allanando locales. La gente sigue perdiendo sus trabajos. ¿Te das cuenta de lo que le haría a la imagen de Tony una relación así? Lo destruiría. Destruiría todo lo que está intentando construir.

Clint sacude la cabeza.

- ¿Me estás hablando en serio? Míralo, Steve.- Steve lo mira, discutiendo con Hank y Bruce alguna teoría sorprendente, el reactor cubierto por la camisa roja, la pose elegante y relajada.- El chico tiene una batería en el pecho y eliminó una banda de traficantes con un arma supersecreta que inventó en mitad de la selva. ¿Qué? Natasha me cuenta cosas. Vive con dos desertores, una espía, una bomba de tiempo verde y una pareja psicótica. Y acaba de detener la máquina de guerra más grande de este país con una sola mano. La bomba H no podría destruir a Tony.

Y Steve se ríe porque… ¿no ha pensado lo mismo más de una vez?

- Si repites esto negaré haberlo dicho, pero a veces el cachorro me hace sentir un poco cobarde.

- No eres cobarde, Clint.

- No. Espero que no.- Hace una pausa larga.- ¿Qué hay de ti?

- ¿De mí?

- Cuando era pequeño,- dice con cuidado,- oía historias sobre ti y pensaba que eras el tipo más valiente del mundo, un héroe. Luego crecí y descubrí que solo eras otra persona peleando una guerra en la que no creía. Pero dabas lo mejor de ti, y eso te hacía más valiente que el héroe en mi cabeza. Te respetaba por eso. Hasta que dejaste de pelear… y comprendí que eso era mucho más valiente. No sé si te lo dije, pero vine hasta aquí siguiendo tu ejemplo.

- ¿Mi…?

- Sí, tu ejemplo. No pongas esa cara, era un buen ejemplo. En todo caso, me trajo hasta aquí. ¿Y ahora me dices que no tienes el valor de pelear por las cosas en las que sí crees? Steve… mi niño interior es demasiado joven para dejar de creer en el Capitán América.

- No es…

- ¿Crees que lo que sientes por Tony es repugnante y enfermo?

- No, claro que no.

- Pero vas a callártelo porque otros lo creen.

Steve no responde. No responde durante un largo rato. Tony lo atrapa mirando y frunce el ceño, pregunta sin palabras si todo está bien. Steve le responde con media sonrisa, que le vale una sonrisa completa desde el otro lado del jardín. Y Clint tiene un punto, sin duda. Eso que se le enciende en el pecho cuando Tony sonríe, que le impide respirar cuando está cerca, eso tan frágil que protege en la quietud de la biblioteca, podría ser la causa más noble por la que haya peleado jamás.

- Apostaste con Natasha a que tenía una relación con Tony, ¿verdad?

Clint bebe un trago largo de cerveza y sonríe contra el borde de la botella.

- No hace menos cierto nada de lo que he dicho.

No. No lo hace.

*

Pepper se ha ido a casa, Jan y Hank han desaparecido en algún momento de la noche (por algo bueno o por algo malo, nadie lo sabe), Bruce se ha quedado dormido junto a Natasha, que discute con Clint entre susurros (completamente innecesarios, porque usan tantas referencias privadas que nadie entiende sus conversaciones de todos modos). Y Steve, por supuesto, recoge los vasos.

- Jarvis puede hacer eso, ¿sabes?

- No creo que le moleste un poco de ayuda.

- No conoces a Jarvis como yo. Estás invadiendo su territorio. Estás cuestionando su honor de mayordomo.

Steve duda un momento y Tony ríe.

- Te estás burlando de mí,- acusa Steve. Pero lo dice con una sonrisa.

- ¿Yo? Jamás.

- A-ha.

Lleva toda la noche sonriéndole así.

- Hoy estás de buen humor.

- Ha sido un buen día.

- ¿No te preocupan las amenazas que voy a recibir mañana temprano?- pregunta Tony en broma, llevándose una mano al pecho.

- Me preocupan,- responde Steve, un poco más serio (solo un poco).- Pero supongo que lo único que me queda hacer es no perderte de vista.- Tony conoce esa voz. Conoce esa mirada. La ha visto antes en esos mismos ojos (tan absurdamente azules).

- ¿En serio?- dice sin dejar de mirarlo, porque hoy se siente con suerte.- ¿Y qué piensas hacer cuando me vaya a la cama?

- Estoy seguro de que se me ocurrirá algo,- responde Steve. Y se le enciende el rostro, pero no desvía la mirada.

Hay muchas promesas en esa mirada.

*

Le tiemblan un poco las piernas cuando se levanta del sillón y avanza hacia la escalera, sin despedirse de Clint y Natasha, que de todos modos siguen envueltos en su discusión. Le parece oír que Natasha comenta algo sobre hacer trampa. No oye los pasos de Steve (y nunca dejará de sorprenderlo que alguien tan grande pueda ser tan sigiloso), pero sabe que lo sigue.

Se detiene en la puerta de la habitación.

- Hey,- dice.

- Hey,- responde Steve.

El silencio se alarga entre ellos en la soledad del pasillo, cargado de eso de lo que se cargan todos los silencios cuando están solos (de palabras que no se dicen, de piel que no se toca… de posibilidades, le gusta pensar a Tony). Steve está nervioso y eso podría ser buena señal. O no. Tony quiere acercarse, pero no se acerca. Tiene que ser Steve. Cuando esté listo. Lo cual, claro, podría tomar siglos. Porque es Steve. Y no es que Tony no tenga paciencia pero… No. No, tiene que ser Steve. Tony puede esperar. Puede darle el espacio que necesita. Puede…

- Si no vas a besarme, sería buena idea que me lo digas antes de que haga algo est…

Steve lo besa.

Es como una descarga directa y Tony siente que cada molécula de su cuerpo acelera la frecuencia, vibra en una canción acelerada que se escapa de sus labios en sonidos indistinguibles, hasta que el calor empieza a fundirlo desde el pecho hacia afuera. Steve lo sostiene contra la pared del pasillo, dos manos enormes cogiéndole el rostro, manteniéndolo en pie.

No es distinto de otros besos. Solo que sí. Es completamente distinto, porque Steve ha dado el primer paso. Bueno, no el primer paso. ¿El tercer paso? ¿El vigésimo paso? El punto es que Steve ha dado un paso y no hay vuelta atrás.

¿Verdad?

Se separan despacio, apenas, respirando el aliento del otro en ese claustro que Steve ha construido con su cuerpo. Las ganas le vibran en los ojos azules, resuenan en las ganas de Tony. Pero hay más con las ganas. Es claro en su mirada que se muere de miedo.

- No vale arrepentirse,- advierte (suplica) Tony.

Y el miedo no desaparece, pero no hay duda alguna en los movimientos de Steve cuando hunde la cabeza y vuelve a besarlo.

- No vale arrepentirse,- susurra contra sus labios.

Tony abre la puerta de la habitación.

*

- ¿No tienes lentejuelas que coser? Estoy ocupado.

Hank tiende a ponerse de mal humor cuando no encuentra la respuesta a un problema. Y de peor humor cuando cree que la ha encontrado, pero resulta que no.

- No es mi culpa que tus ratones se rompan. Y no hay ninguna necesidad de que menosprecies mi trabajo.

- Mis ratones no “se rompen”. Sus estructuras no soportan el cambio de masa. Por eso los animales mayores tenemos esqueleto interno y los insectos exoesqueleto, tamaños diferentes requieren estructuras diferentes.

- Ya, pero entonces, ¿cómo lo hace Bruce?

Es la pregunta que los hizo terminar la fiesta metidos en ese maldito laboratorio en lugar de entre las sábanas, como la gente normal. Y la pregunta la hizo Jan, así que supone que es su culpa de todos modos.

- ¡No lo sé! No tenemos muestras del gigante. En este momento, solo sabemos que no es una mutación. Y eso significa que sea lo que sea,- dice, volviendo a fijar la vista en los gráficos en sus manos,- está dentro de Bruce.- Entrecierra los ojos de pronto, haciendo los documentos a un lado.- Dentro de todos nosotros,- dice, como si fuera la pieza clave de un misterio.

Ése es el Hank que le gusta. Analizando en lugar de quejarse, armando rompecabezas invisibles, el brillo del descubrimiento encendiendo su mirada, los brazos de su mente estirándose hacia la solución. El camino puede ser frustrante, pero llegar a ese momento lo compensa. Lo compensa tanto que a Jan le toma un segundo procesar lo que está diciendo.

- ¿C-cómo que dentro de todos nosotros?

Hank sonríe como si acabara de recibir la mejor noticia de su vida.

- Todos tenemos un gigante verde dentro.

Jan parpadea.

- ¿Y eso es bueno porque…?

Hank salta de la banca del laboratorio, la coge por la cintura y la besa de una manera que hace que se le olvide de qué estaban hablando.

- Primero,- dice mirándola a los ojos con una sonrisa clavada en el rostro,- porque si yo puedo enfurecerme sin volverme verde, también Bruce. Segundo, porque si Bruce puede volverse gigante sin que su estructura colapse, también yo.

*

Pasea las manos por su espalda, sus brazos, por la línea de sus hombros, la extensión interminable de su pecho. Es tanta piel y está toda allí y Tony tiene (por fin) permiso de tocarla. No va a dejar un centímetro sin explorar. Steve le enreda los dedos en el cabello, la lengua en la boca, lo acerca más todavía, gruñe contra sus labios. Y Tony abre los dedos sobre los músculos de su abdomen (tanta, tanta piel) y se desliza hacia el sur.

Steve lo coge por la muñeca.

- No.

- Es broma, ¿verdad?

- Esto es… nuevo. No hay necesidad de apresurar cosas que…

- ¿Llevo haciendo desde los quince? Steve, ya te he explicado que no soy un niño.

- Empecemos de nuevo,- dice Steve con voz resignada.- Esto es nuevo para mí.

- Oh.

- Oh,- repite Steve.

- ¿Nunca…?

Steve niega con la cabeza.

- Hey,- dice Tony acercándose,- no es nada de qué avergonzarse.

- No es nada que me avergüence,- replica Steve con seriedad.

- Claro.- Claro. Es Steve.- Pero, ¿quieres, verdad? ¿Hacerlo? ¿Conmigo?- Odia lo desesperado que suena, pero no puede evitarlo.

Steve traga saliva.

- ¿Podemos tomarlo con calma? Voy a seguir aquí mañana.

Y aunque hay partes de su cuerpo que protestan (con vehemencia), a Tony le gusta el trasfondo de la idea. Steve va a seguir allí mañana. No va a desaparecer. No se está arrepintiendo. Es casi una promesa.

*

- Esperaba más de ti.

- Por favor, como si nunca hubieras hecho trampa.

- Menciona una sola vez.

Clint lo piensa.

- Lo que pasa es que nunca te atrapan.

Natasha da un trago largo de la botella.

- Como dije, esperaba más de ti.

Clint tiene que conceder el punto.

- Es esta casa,- dice sin pensar.- No sé qué tiene, pero me hace bajar las barreras.- Natasha asiente como si comprendiera. Clint alza una ceja.- ¿También lo sientes?- Se ríe.- ¡Eso sí que me gustaría verlo!

Bruce se retuerce entre sueños a su lado.

- Shh…- lo calla Natasha, hundiéndose en el sofá.- Deja de decir tonterías. Vas a despertar al niño.

*

- Dijiste que podíamos tomarlo con calma.

No sabe por qué se queja, más allá de que un rincón lejano de su cerebro sabe que Tony está haciendo trampa. Es difícil escuchar la respuesta sobre el rugido de la sangre en sus venas.

- Me lo estoy tomando con toda la calma que puedo. ¿Quieres que pare?- pregunta en un tono que deja bastante claro que no cree que pueda de todos modos.

Steve niega con la cabeza.

No debería ser diferente. La mecánica es la misma, pero… (las manos de Tony sobre su cuerpo, los ojos oscuros, los labios hinchados…) pero es completamente distinto. El calor crece desde el centro, invadiéndolo todo, y Steve deja que lo invada, que le nuble la mente, que la marea lo arrastre hacia la tormenta.

Cierra una mano, tentativa, sobre Tony y el calor se dispara. Tony gime contra sus labios y Steve, más seguro, deja que la fuerza que pulsa en sus venas marque el ritmo. Tienen los labios entreabiertos pero ya no se besan, la urgencia demasiado violenta incluso para eso. Puede verlo todo en los ojos de Tony. La desesperación. Las ganas. El miedo. El descubrimiento. Puede que Tony haya hecho esto mil veces, con mil personas. Pero esto, ellos, esto es nuevo.

- Steve,- llama Tony con tono urgente.

Y el mundo arde, blanco, detrás de sus ojos.

*

Steve está allí por la mañana.

- ¿Y esa sonrisa?- pregunta Jan en un bostezo.

Tony se encoge de hombros sin dejar de sonreír. No sabe si Steve querrá que los demás sepan lo que… Steve pone frente a él un plato de panqueques, le da un beso en la sien y vuelve a la sartén. Jan parpadea un par de veces.

- Vaya,- dice.- Y todo lo que tuviste que hacer fue detener la producción de armas del país.

- Ja, ja, ja,- responde Tony sin gracia.

Clint patea a Natasha debajo de la mesa. Natasha murmura “tramposo”.

- ¿Qué hay de ti? ¿Y esas ojeras?

Jan abre la boca para responder, pero duda un segundo mirando a Bruce (que está enfrascado en la última edición de la Revista de Física Aplicada).

- Estuve ayudando a Hank con unas pruebas,- dice sin dar más detalles.

- Vaya,- bromea Tony,- primero sabes dónde se produce la adrenalina, ahora ayudas a Hank con sus pruebas… Vas a terminar siendo útil y todo.

- Tony,- lo reprende Steve desde la estufa.

Tony rueda los ojos.

- Lo siento. No quise implicar que fueras inútil.

- No hay problema,- responde Jan con voz dulce y agita un látigo imaginario sobre la mesa.

Tony no encuentra en su (sobreestimulado) interior la capacidad de sentirse ofendido.

*

En octubre, una Jan diferente hace historia. Jan Rose Kasmir se inmortaliza en la memoria del mundo al acercarse a las tropas durante una protesta y dejar una flor en la bayoneta de un soldado. “De pronto,” dice, “me di cuenta de que ‘ellos’ eran ese soldado frente a mí, una persona con la que fácilmente pude haber salido en una cita. No era una máquina de guerra, solo un grupo de chicos con órdenes.”

La idea se multiplica.

(Mucho, mucho después, cuando Tony crea una armadura para Rhodey, la llama “Máquina de Guerra”. La gente cree que lo que busca es un nombre intimidante, pero Steve reconoce la broma en sus ojos, el juego de palabras. La Máquina de Guerra es solo una armadura y lo importante es la persona dentro de ella. Una persona en quien Tony puede confiar para recibir órdenes y aun así tomar las decisiones correctas.)

*

… El ataque, que según los testigos habría sido perpetrado por una especie de robot, ha destruido completamente el almacén pero no producido bajas. El Pentágono ha descartado que se trate de un prototipo fuera de control…

- Dijiste que no estabas construyendo un arma.

- No. Dije que había partes que podían usarse con otros fines. Y las estoy usando. Con gran éxito, debo agregar. Puedo pedirle a Pepper que te traiga los reportes.

- Tony, esto no es una broma.

- Concuerdo con el Capitán,- interviene Natasha, ejercitando esa costumbre suya de aparecer de la nada. Tony pega un salto.- No me gusta meterme en discusiones de pareja, pero Furia quiere saber qué demonios crees que estás haciendo, Stark.

- Nada que sea asunto suyo,- responde, más resignado que sorprendido de que Furia conozca su identidad.- Ni tuyo. Ni tuyo,- dice volviendo a dirigirse a Steve. Las palabras arden un poco, pero Steve no cede. A veces es difícil lidiar con Tony. A veces hay que recordarle cosas que a estas alturas ya debería saber.

- Todo lo que es asunto tuyo es asunto mío,- dice tranquilo.- ¿Qué había en ese almacén?

- Armas,- responde Natasha.- Vendidas a través de la red de Wong Chu. ¿Esto es algún tipo de venganza, Stark? Porque recuerdo haberte oído decir más de una vez que ya no eras un niño.

- No es…- Tony respira hondo. Se sienta en el borde de la cama.- No es eso.- Fija la mirada en Steve.- Realmente preferiría tener esta conversación sin chaperones de SHIELD.

- Opino lo mismo,- dice Steve, dirigiéndole una mirada helada a Natasha.

- Sí,- responde ella sin inmutarse,- es una pena que no podamos tener todo lo que queremos. ¿Decías, Stark?

Tony lo piensa un rato, pero finalmente habla.

- Howard…- Steve se sienta a su lado,- Howard hizo algunos prototipos en la choza. No son cosas que deban estar en manos de… nadie, en realidad.

Tony casi nunca habla de Howard. O de lo que pasó en el cautiverio. A veces se despierta gritando en mitad de la noche y Steve lo ayuda a tranquilizarse de la mejor manera que conoce (de la manera en que Tony lo ayuda a entrar en calor cuando sueña con el hielo, a llenar el vacío cuando sueña con Bucky). Nunca había mencionado la existencia de otros prototipos, además de la armadura.

- ¿Y hay más de esos “prototipos”?

- Con todo respeto, agente, si tuviera esa información no la compartiría con SHIELD.

- No, claro. Prefieres poner a la población en peligro volando almacenes.

- No era mi intención volar el almacén,- dice con el ceño fruncido.- O que me vieran. Los guardias estaban mejor preparados.

- ¿Mejor preparados?- interrumpe Steve.- ¿Mejor que quiénes? Tony, ¿has hecho esto antes?

- Un par de veces. No me mires así, tú hubieras hecho lo mismo. Es mi tecnología. Mía y de… Howard. Y ninguno de los dos tuvo nunca la intención de que fuera utilizada. Es tarde para no crearla, pero no para evitar que siga haciendo daño.

- Las armas no siempre son malas, Tony,- dice Natasha, volviendo a una discusión que han tenido demasiadas veces.- La fuerza puede usarse para cosas buenas.

- Las armas no son buenas ni malas, Nat,- dice Tony, utilizando un diminutivo que solo se permite Clint. Natasha alza una ceja.- No tienen mente propia. Al menos no esas armas,- agrega con media sonrisa.- El problema no son las armas, sino las personas que las usan. Pero visto el pobrísimo trabajo que hacemos manteniendo las armas lejos de las manos equivocadas, tal vez sea una mejor idea no tenerlas. ¿Para qué las querríamos, de todos modos, si no fuera porque otros la tienen? ¿Y cómo las tendrían, si nadie las produce?

- Alguien las va a producir, Tony. Si no eres tú, será alguien con menos escrúpulos.

- Nadie tiene escrúpulos en este negocio, Nat.

*

- ¿Qué hay con la ley del hielo?- pregunta Clint tumbándose junto a Tony y cogiendo los controles de la versión alterada de Spacewar! que pueden jugar en la tele. Le encanta vivir con un genio. (De acuerdo, en teoría son tres. Pero Pym y Banner no construyen nada divertido y eso les quita como un millón de puntos.)

- Cosas de Steve. Ya se le va a pasar,- responde Tony como si nada. Para la cantidad de experiencia que tiene lidiando con la prensa, la verdad es que finge pésimo. O a lo mejor es la influencia misteriosa de la casa.

- Ya.- Gira la nave y dispara.- ¿Es por lo de la super armadura del futuro que todavía no me has mostrado?

Tony le devuelve una ráfaga de rayos láser.

- Los espías de SHIELD son más habladores de lo que recordaba.

- Es la casa. O Jarvis le está echando algo al mousse de chocolate. No estoy seguro. En todo caso, no tienes que hacer todo solo, ¿sabes? Si necesitas ayuda volando guaridas de traficantes sin salir en la tele, un buen francotirador no es mal apoyo.

La nave de Tony vuela en pedazos. A lo mejor es porque en lugar de concentrarse la pantalla, Tony lo está mirando como si le hubiera salido otra cabeza.

- Volviendo al tema de la super armadura que todavía no me has mostrado…

Tony se ríe. Es la primera vez desde que Steve decidió volver a dormir en su habitación (y ésa es otra conversación que necesita tener pronto), así que Clint lo cuenta como una victoria. Dos victorias. La nave voló en pedazos en tiempo récord.

Tony se levanta y lo empuja hacia el taller. Tres victorias. Es un buen día.

*

Los juguetes de Tony suelen ser impresionantes. Pero la armadura es de un nivel completamente nuevo. Tony se pone los guantes y le muestra lo que hacen los repulsores. Wow.

- ¿Puedo…?

- No.

Clint no hace un puchero. Nop. No lo hace.

- Quiero flechas nuevas,- dice en cambio.- Y espero que hagan cosas sorprendentes.

Tony sonríe como un niño presumiendo sus juguetes la mañana de navidad.

- Es curioso que lo menciones, porque…

Los dos reaccionan en el segundo en que oyen los gritos. Vienen del laboratorio de Pym. Corren hasta el otro lado del sótano y consiguen ver el final del ataque (algún tipo de chispa dirigida), pero cuando cruzan la puerta solo encuentran a Hank frotándose el brazo derecho con el mandil cubierto de pequeñas quemaduras. Y a su atacante, que…

- ¡¿Qué demonios es eso?!

… mide diez centímetros y vuela.

Clint no cree en las hadas. No cree en las hadas. No cree en las… Maldita sea, no cae muerta.

- “Eso” es mi novia. Jan, regresa a tu tamaño normal.

- No,- protesta… ¿Jan?- Me gusta volar.

- ¿Por qué tiene alas?- pregunta Tony, acercándose fascinado.- Y ¿cómo resolviste el problema del soporte?

- Bruce me dio la clave. Es cuestión de forzar la expresión de las secuencias correctas. Compartimos más secuencias con los insectos de las que uno pensaría. Jan, regresa a tu tamaño.

- ¡¿Jan se está convirtiendo en un insecto?!- pregunta Clint sin conseguir tranquilizarse. ¿Nadie más se da cuenta de que Jan mide diez centímetros y tiene alas?

- No,- responde Hank.- No,- repite, tranquilizando a Jan que ha abierto los ojos… como medio milímetro.- Vuelve a tu tamaño original y todo va a estar bien.

Jan vuelve a su tamaño original y las alas desaparecen. Clint respira.

- ¿Qué hay de las quemaduras?- pregunta Tony, que sigue más preocupado por los detalles científicos que por el hecho de que Hank está usando el sótano para experimentar en su novia.

- No estoy seguro. Debe ser una secuencia asociada.

Tony asiente.

- ¿Qué hay de la transformación inversa?

La sonrisa de Hank crece. Y crece. Y crece. Crece hasta que su espalda doblada toca el techo.

Genial. El científico loco quiere ser un gigante. Y que su novia sea un insecto (¿qué pasó con todo ese rollo de la liberación femenina? ¿no estaba de moda?). Porque no era suficiente con el super soldado desertor, la espía rusa, el gigante verde y el genio que quiere encargarse solo del desarme mundial.

Por lo menos va a ser un invierno interesante.

*

Steve lo reconoce a antes de abrir la puerta. Por sus pasos. Por su olor. Por eso que le vibra dentro cuando Tony está cerca.

- ¿Puedo pasar?

- ¿Vas a seguir ocultándome cosas que podrían matarte?

- No van a… No has visto la nueva armadura. No me va a pasar nada, Steve.

- Eso no lo sabes. Y tampoco es el punto.

Tony suspira.

- ¿Puedo…?- hace un gesto hacia el interior de la habitación.

Steve se hace a un lado y lo deja pasar. Tony se sienta en la cama y es como si algo encajara de pronto en la habitación, la pieza faltante que no permitía apreciar la imagen en el rompecabezas. Tony sobre su cama.

- No puedo simplemente dejar de hacerlo. Es importante. Es mi responsabilidad que esas cosas estén allí afuera.

- No. No lo es.

- Lo es. Steve… no fueron los traficantes. Estas últimas armas sí, claro, pero… toda mi vida, toda la vida de Howard, nos hemos dedicado a producir cosas que hieren a otros. Esta cosa en mi pecho,- dice señalando el reactor,- no la necesitaría si no fuera por un sistema de dispersión que yo mismo diseñé. Yo hice esto. Y no pienso permitir que se le haga a nadie más.

- Lo que pasó no fue tu culpa.- No lo fue. Pero lo que dice tiene sentido, de esa manera retorcida en la que a veces tienen sentido las ideas de Tony. Y lo que está intentando hacer es admirable. Steve lo entiende. Lo admira por ello.- Ven aquí,- dice y lo envuelve contra su pecho.

- ¿Estoy perdonado?- pregunta Tony. Steve puede sentir su aliento sobre la piel, puede ver su rostro delineado por la luz tenue del reactor. Parece frágil, casi un niño, pero no es ni lo uno ni lo otro. La bomba H no podría destruir a Tony. Tony es, antes que nada, un sobreviviente.

- No vuelvas a ocultarme algo tan importante.- Tony niega con la cabeza. Steve hace el esfuerzo de creerle.- Y no vuelvas a hacer algo así solo. No estás solo, Tony. Estás rodeado de gente que te quiere.

Tony se queda inmóvil un segundo.

- Howard dijo lo mismo,- responde en voz baja.- Antes de… Durante la fiebre.- Tony casi nunca habla de Howard o del cautiverio. Steve guarda silencio.- Nunca dijo nada concreto, pero de alguna manera… creo que le pasó lo mismo que a mí. Que pensó las mismas cosas. Creo que aprobaría lo que estoy haciendo.

- Sí, yo creo lo mismo. También creo que aprobaría que te ayudara.

- ¿Qué crees… Qué crees que diría de esto? ¿De ti y de mí?

Ah. La pregunta del millón. Steve se la ha hecho más de una madrugada a la luz del reactor.

- No estoy seguro. Me gusta pensar que le gustaría que fueras feliz. Y me gusta pensar que puedo conseguir eso.

- Puedes conseguir eso,- dice Tony con una sonrisa, y Steve lo besa despacio, saboreando sus labios y el momento. No hay prisa. Tienen toda la noche por delante. Con suerte, todas las noches. Se pregunta, no por primera vez, qué vio una persona como Tony en un soldado sin rumbo como él. En un símbolo de cosas que dejaron de existir hace más de una década. Que tal vez no existieron nunca. Tony es el futuro, la fuerza de cambio de un mundo nuevo. Y Steve nunca dejará de sentir nostalgia por el pasado, pero no quiere volver. Quiere crecer, avanzar, pertenecer a ese nuevo mundo.

*

Tony dijo una vez que no solo porque algo pueda ser un arma significa que solo puede ser un arma. Steve espera que la misma lógica se aplique a los soldados.

- Y vuelvo a preguntar, ¿qué hacemos aquí?

En diciembre de 1967, Nueva York protesta contra la guerra durante cuatro días completos. Hay música en las voces, flores en el cabello, esperanza en el aire. Los estudiantes suben al estrado con sus discursos políticos, los ex combatientes con sus testimonios, los músicos con sus sueños de un mundo distinto.

- Steve está celoso de que el gobierno solo acose a Tony,- responde Clint.- Quiere un poco de atención.- Steve le lanza esa mirada suya de Capitán América. Clint sonríe.- Y hay gente que cree que lo que te distingue es la estrella en el pecho…

No es atención, no. Steve quiere hacer algo. Lo que sea. Lo que pueda. Tony está haciendo tanto y él… Steve es un soldado. Necesita luchar. Pero el campo de batalla ha cambiado en los últimos veinte años. Cuando partió a Europa, partió pensando que iba a luchar por su país. Ahora comprende que estaba equivocado. Partió a luchar por la libertad, contra la intolerancia, contra el abuso del más fuerte, contra la injusticia. La lucha no ha cambiado, solo las posiciones en la batalla. De pronto, defender lo que representa esa estrella en su pecho significa enfrentarse a las personas que la pusieron allí.

- ¿Capitán?- llama el amigo de Hank detrás del estrado.- Estamos listos.

Hay algo en la manera en que lo trata la gente, ese respeto casi reverente reservado a los héroes de nuestra infancia. Steve no cree que lo merezca. Pero ése no es el punto. Lo tiene, y es su responsabilidad usarlo correctamente. Hace veintiocho años, su país le dio una misión. Es hora de cumplirla.

La manifestación se extiende por calles y calles de pancartas coloridas, de rostros combativos. La mayoría de esas personas jamás ha levantado un fusil, jamás ha visto a un amigo morir en el fango. Hace un par de años hubiera pensado en ellos como civiles, gente que proteger. Pero de pie en ese estrado, bajo el sol engañoso de diciembre, puede verlos por lo que son. Soldados en un campo de batalla diferente.

- Buenas tardes,- dice.- Mi nombre es Steve Rogers. Pero es más probable que la mayoría me conozca como el Capitán América.- Deja el escudo frente al estrado. El silencio cae entre la multitud.- Hace veintiocho años, el gobierno de los Estados Unidos me dio este escudo para que luchara por mi país. Luché tres años en Europa y dormí veintitrés. Cuando caí al hielo, mi país estaba en guerra. Cuando desperté, mi país estaba en guerra. Hace dos años, oí a un joven en Washington decir las mismas cosas que se han dicho hoy en este estrado. No quise creerlas. Ése no era mi país. Desde entonces, he visto jóvenes americanos matar mujeres y niños en nombre de la libertad. He visto al ejército que prometió la liberación de un pueblo quemar sus casas, rociar veneno sobre sus campos, ocupar sus ciudades. He visto soldados heridos morir por la desidia de su propio gobierno. Dos años en Vietnam me han enseñado que todo lo que dijo ese joven era cierto. Y sin embargo, estos últimos meses me han enseñado que yo tampoco estaba equivocado. Ése no es mi país. Mi país está aquí esta tarde, alzando la voz contra la injusticia, luchando por lo que es correcto.- La multitud aplaude.- Lo que puedo hacer en esta lucha es poco y llega tarde. Otros, como mi amigo Tony Stark,- dice señalando a Tony entre la gente,- hacen mucho más. Para quienes aún no lo sepan, hace unos meses Tony detuvo la producción de armas de la mayor industria bélica en este país.- La multitud vuelve romper en gritos y aplausos. Tony rueda los ojos y alza una mano como saludando.- Pero aunque no todos podamos hacer tanto por separado,- dice cuando se calman,- podemos hacerlo juntos. Creo firmemente que podemos. Que con cada voz que se alza, nuestros jóvenes están más cerca de volver a casa. Que con cada persona que se suma, nuestro país está más cerca de ser el país que siempre debió ser. No soy bueno con los discursos políticos. Solo soy un soldado. Pero hace veintiocho años me dieron este escudo para que luchara por mi país, y hoy solo quiero decirte, América, que cuentas con mi escudo hasta mi último aliento.

*

- No sabía que eras tan bueno dando discursos,- dice Tony con una sonrisa. Steve se sonroja apenas. Si estuvieran solos, Tony sabe qué podría hacer para sonrojarlo más.

- No dije nada que no hubieran dicho otros antes.

- Pero lo dijiste tú. Es diferente.

Es diferente. Steve lo sabe tan bien como él. Los símbolos son importantes y no hay un símbolo mayor de los “ideales americanos” que el Capitán América. La protesta ha durado cuatro días, pero no hace falta un genio para predecir qué imágenes van a pasar hasta el cansancio por televisión. Está bien. La nación puede tener a su héroe. Tony tiene a Steve.

El Comunicador Inalámbrico (demasiado obvio, necesita un mejor nombre cuando entre a producción) suena en su bolsillo.

- ¿Pepper? No tengo tiempo para firmar papeles, estamos salvando el mundo. ¿Qué dices? No, lo siento, no te escucho,- dice alejando el aparato.- Tengo que… Vaya, la policía está aquí.- “¡¿La policía?!” oye gritar a Pepper desde el auricular. “¡Tony, ¿dónde estás?!”- Tengo que irme.- Corta la comunicación y coge a Steve de la mano con una sonrisa brillante.- Ven aquí. Quiero ver quién se atreve a arrestar al Capitán América.

El mundo gira, incontenible, y los vientos de cambio soplan con fuerza en el invierno newyorkino.

*

Thor es el último.

Aparece una noche en el jardín con un retumbe de trueno y el primer instinto de Jan es volverse pequeña y disparar. Hank responde igual (o bueno, al revés, creciendo hasta ser dos veces más alto que la casa). Clint, que está mejor entrenado (o entrenado, punto), atina a darle a Bruce con un somnífero antes de que tengan que dividirse en dos frentes. (Natasha le ha mostrado videos del gigante. No es algo que quiera ver pronto.)

Steve aparece en la puerta alertado por el ruido y los encuentra enfrascados en la batalla.

- ¿Thor?

- ¡Capitán!- grita Thor, con un brazo enroscado en el talón de Hank y una sonrisa que deja claro que no le han hecho un rasguño.- Los hados han querido que te encuentre esta noche. ¿Te unirás al combate?

- No… No, estos son mis amigos. Clint, ¿qué haces en el techo?

- Er… ¿durmiendo al intruso mientras lo distraes?- dice Clint, con el arco todavía tensado.

- Me refería a… Olvídalo. Thor, estos son mis amigos, Hank, Jan y Clint,- dice señalándolos. Hank y Jan vuelven a su tamaño normal. Clint saluda desde el techo.- Hank, Jan, Clint, éste es Thor.

- Es un placer conocer a los compañeros de batalla del Capitán América.

- Um… gracias,- dice Jan, que no parece saber si gritar o reírse.

Tony sale de la cocina en ese momento con un sándwich, que se le cae de las manos cuando ve a Thor.

- ¡Tony Stark!- llama Thor.- Es a ti a quién busco.

- ¿Thor?- pregunta, buscando la mirada de Steve, que se encoge de hombros y niega con la cabeza.

- He visto tu nueva armadura en aquello que los mortales conocen como “televisión”,- dice con seriedad.- Es un trabajo digno de los hijos de Ivaldi,

- Gracias... Creo.

- Necesito tu ayuda, Tony Stark. He encontrado un artefacto que me preocupa, pero no conozco lo suficiente de las artes de Midgard para comprenderlo. Tal vez tú puedas guiarme.

- ¿Un artefacto?- pregunta Tony, la curiosidad haciendo a un lado la sorpresa.- Déjame verlo.

Thor pone algo del tamaño de un puño sobre la mesa. Tony lo examina y frunce el ceño.

- ¿Dónde encontraste esto?

- ¿Lo reconoces?

Tony asiente.

- Es un prototipo de mi padre.

- ¡¿Tu padre creó…?!- La expresión de Thor se enciende, pero vuelve a apaciguarse al leer la verdad en el rostro de Tony.- Durante su cautiverio,- dice con seriedad.- Tu padre fue forzado a crear esta aberración.

Tony asiente, serio.

- Lo que estos villanos le han hecho a tu familia será vengado, Tony Stark.

- Me preocupa más que sea destruido. ¿Dónde encontraste esto, Thor?

- Los villanos que buscamos son los mismos,- dice, lanzándole una mirada a Steve.

- ¿Los que experimentaban con el clima?- pregunta él. Tony voltea a mirarlo, como si algo encajara.

- Muerte,- susurra Natasha desde una esquina (donde aparentemente estuvo todo el tiempo).

- ¿La muerte de quién?- pregunta Clint, entrando desde el jardín con Bruce apoyado en los hombros, todavía tambaleándose.

Bruce se apoya en el sofá y mira de arriba a abajo al guerrero nórdico parado en mitad de la sala.

- ¿Me perdí algo interesante?

- Somos compañeros de batalla del Capitán América y vamos a enfrentarnos a un villano que está alterando el clima con tecnología Stark,- responde Jan.

Steve observa los rostros a su alrededor, esta familia que han construido retazo a retazo, esperando a que alguien la contradiga. Pero nadie lo hace, y se acomodan en semicírculo para oír el reporte de Natasha sobre el Dr. Muerte.

*

1967 se despide con un saldo de 16000 soldados estadounidenses muertos en combate y 463000 aún en el frente. Del otro lado de sus fusiles, 300000 jóvenes norvietnamitas han cruzado la frontera y pelean ya en la selva de Vietnam del Sur.

No es el único frente. Con más de 200 protestas estudiantiles en más de 100 universidades, 1968 marca una inestabilidad social que los Estados Unidos no experimentaban desde la guerra civil.

Los Vengadores (como a Jan le ha dado por llamarlos) luchan su propia batalla. Que es la misma batalla. Por la libertad. Contra la intolerancia. Contra el abuso. Contra la injusticia. Luchan con sus opiniones, con sus habilidades, con sus armas. Como soldados, pero también como símbolos de las cosas por las que vale la pena luchar. Sin intenciones ocultas, sin ambiciones oscuras.

El futuro es incierto y el presente una lucha. Pero los ojos del mundo están cargados de promesas, y es difícil no creer en ellas cuando vives rodeado de personas que consiguen lo imposible todos los días. Cuando Jan baila diminuta sobre los hombros de Hank y Bruce aprende a convivir con el gigante en su interior, cuando Thor controla la tormenta con un martillo y Clint hace reír a Natasha a carcajadas, cuando Tony sonríe de esa manera y el presente deja de ser una lucha. Cuando un hombre que estuvo muerto durante veintitrés años despierta en un mundo desconocido y encuentra un hogar.

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baby bang, avengers

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