7 days + monday

Nov 13, 2009 20:02

Título: 7 days + monday
Fandom: Beaux/Multi (futuro)
Personajes: Oliver Dunham y Lena Rosseau, con menciones de Katel Dunham
R: K+
Palabras: 3378
N/A: para mi queridísima eugeart, es de final abierto para que puedas responder ;) espero que lo disfrutes.



Lunes.

Se despertó algo desorientado y la cabeza le dolía como mil demonios. Puede que fuera culpa de la botella vacía de whisky que estaba tirada en la mesa, puede que fuese culpa de comerse la cabeza durante toda la noche.

Se levantó del sofá apretándose fuertemente las sienes, algo que no iba a disminuir su resaca, pero que al menos lo aliviaba. Caminó por la casa balanceándose, buscando cualquier cosa que le quitase la pastosidad de la boca.

La luz se filtraba entre los árboles que rodeaban la casa de madera en la que se encontraba y, cuando uno de esos rayos le dio de pleno en los ojos movió la cabeza, quedó cegado por la luz y apoyó la cabeza en uno de los armarios.

¿Qué había sucedido?

Ayer mismo había llegado a casa buscando a Lena, no estaba, se había ido con el velero porque una llamada al embarcadero bastó para saber que su ‘bebé’ no estaba ahí. Y Molly tampoco salió moviendo la colita, por lo que supuso que estaba con ella en el barco. El móvil seguía apagado pero él no dejaba de llamarla y, justo cuando la última llamada fue fallida y cerró los ojos para pensar cuál era el siguiente paso apretando el móvil entre las manos, apareció su rubia por la puerta.

Saltó literalmente de la silla y fue hacia ella, la abrazó sin mediar palabra y suavemente le besó el pelo. El corazón le iba a mil, las manos le temblaban ligeramente y no paraba de susurrarle palabras bonitas.

- Menos mal que has vuelto, estaba preocupado por ti…- murmuró contra su sien y la separó un poco tras otro suave beso en los labios-. ¿Por qué te fuiste sin decir nada? Y… -miró a su alrededor- ¿dónde está Molly?

Porque sabía que la perrita jamás se separaría de su ama. Entonces Lena rompió a llorar.

- No está, se ha ido… - y Oliver no necesitó más palabras.

Maldita sea, ¿por qué todo tenía que ir mal?

Ahora, en la cabaña, tomó una jarra de agua fría y bebió un baso mirando afuera. Si tuviese el poder de cambiar el pasado, habría muchas cosas que haría de otra manera.

Martes.

Esta vez se despertó en la cama, en la habitación de arriba, completamente a oscuras y con mucho frío. Esta vez todo era distinto, hasta el dolor de cabeza no estaba porque no había bebido, ni había trasnochado pensando en las cosas que dijo o hizo. Se había pasado todo el día caminando por el bosque y, cuando llegó la noche, se sentó en la orilla del lago en frente de la cabaña y miró el reflejo de las estrellas en el agua. No pensó, dejó fluir. Se olvidó de los sentimientos, del corazón, del alma, de las palabras. Sólo quedaron los hechos, Lena y él.

Y cómo todo había acabado en menos de diez minutos.

- ¿Estás bien? - le acarició el pelo rubio al tiempo que se sentaban en el sofá de cuero situado en medio del salón.

- No… -murmuró contra su camisa y agarrándolo con fuerza-. ¿No lo entiendes? Mi pequeña se ha ido… y mi alma con ella…

La estrechó con fuerza y sonrió tristemente contra su mejilla.

- Ya verás como todo se pasa, son cosas de la vida… unos van, otros vienen. Y cuando se van hay que dejarlos ir.

De pronto, Lena se apartó con fuerza, empujándolo, y lo miró enfurecida.

- ¿Quieres dejar de ser un insensible? ¡No sabes lo que he pasado con ella! ¡No es un animal más al que se pueda enterrar e ir a la tienda de animales a comprarse otro! ¡Tenía sentimientos, Oliver! Algo que parece que tú no tienes… - le gritó-. Si un ser querido se muere y te quedas así, como si nada hubiese pasado, lamento mucho, pero yo no puedo ser como tú. No sabes lo que se siente, ni lo intentas y me dices que ‘son cosas de la vida’. Pues bien, mira qué cosas de la vida: ¡me voy! - dio la vuelta y se fue hacia el cuarto.

Oliver quedó mirando el hueco vacío que había dejado en la puerta perplejo. ¿Qué había hecho mal? Parpadeó un par de veces aún impresionado. Y de pronto toda la bruma que envolvía esa conversación empezó a disiparse.

Avanzó por la casa, hacia su dormitorio donde Lena tenía alguna de sus cosas, las cuales aparentemente guardaba con nerviosismo en una maleta no muy grande.

- ¿Qué haces? - dijo con voz grave apoyado en el marco de la puerta.

- ¿No lo ves? Me voy, como ya te he dicho, no quiero vivir con un insensible…- carraspeó al notar que algunas lágrimas se asomaban por sus ojos-. Se acabó Oliver, ya no te quiero.

Se acercó hacia ella caminando con mucha energía y apretando los puños. La tomó por los hombros y zarandeó suavemente hasta que ella lo miró a los ojos.

- Repite eso… - gruñó-. Repite lo que acabas de decir.

- Que… - murmuró insegura- se a-acabó. Rompo contigo, caput, c’est fini- achicó los ojos-. Ya no quiero tener nada que ver contigo- y de pronto, la furia Rosseau salió de dentro, dondequiera que estuviera metida, ahogada por la pérdida de Molly-. Y ahora suéltame, me haces daño, bruto -de un manotazo lo apartó y cerró la maleta-. Espero que seas muy feliz - acompañó la frase de una sonrisa irónica y salió del piso cerrando con un portazo.

Oliver se dejó caer sobre la cama y apretó los párpados con fuerza. Dios, tenía ganas de gritar, de zarandearla, de decirle que no era un insensible, que lo sentía, que también quería mucho a Molly, que podía notar el dolor de Lena. Pero no había encontrado la forma adecuada de empezar a hablar con ella, porque ella no le dejó y porque él era un cobarde. En cierto sentido, algunas veces era un lobo con el rabo entre las patas. Porque algunas veces él también era un niño que se sentía solo. Porque cuando murió su padre, y era un hombre al que apetecía poco querer, lloró durante noches hasta que se dio cuenta que la vida seguía.

Porque los chicos también lloran.

Mandó un breve sms a Katel, con un simple ‘me voy’ bastó, bajó al garaje donde estaba la moto y tomó la carretera del nord-este. Condujo durante horas, hasta que las piernas se le agarrotaron y la gasolina terminó.

Ahora estaba ahí. Buscando una respuesta.

Tal vez hoy era otro buen día para dar un paseo por el bosque.

Miércoles.

El café humeante estaba delante de él mientras observaba el amanecer en el lago. Pegó un sorbo y siguió disfrutando de las vistas sin pensar en nada.

La noche había sido larga y supuso un sinfín de toma de decisiones. Los problemas graves sólo admiten soluciones importantes, y él creía haberlos encontrado. Lo tenía todo, menos a Lena. Y no tenía ni idea de dónde la podría encontrar.

- Hola - murmuró una vocecilla suave a su lado.

Oliver pegó un respingo en su silla, casi tirando el café, y se giró para mirar achicando los ojos a la intrusa.

- Haz eso otra vez y no respondo…

- Oh, vamos- le quitó importancia con un movimiento de la mano- estás aquí solito, tres días sin comida y… -levantó la bolsa de papel enseñándosela- ¿no te alegras de verme?

Sonrió. Porque era imposible no sonreír con su enana. Se levantó y le ayudó a entrar la cocina sentándose en la primera silla que encontró. Ella tenía razón, tres días sin comer era mucho y su cuerpo estaba cada minuto más cansado. Ni había pensando en hacer aparecer un poco de comida. El café rancio que estaba en la despensa mantuvo a su estómago apaciguado, pero viendo las delicias que sacaba su hermana de la bolsa, la barriga empezó a sonarle como llorando por un poco de alimento.

- Eso parece una orquesta… - comentó Katel sin volverse cocinando algo.

Oliver sonrió y no dijo nada. Los olores de la comida fueron invadiendo la cocina y él poniéndose cada vez más nervioso. ¿Cuánto tiempo tardaba en cocinar?

Afortunadamente no fueron más que unos minutos y ya estaban los platos sobre la mesa. Ella le sonrió invitándolo a comer y Oliver, sin mucha educación, comió como si lo hiciera por primera vez en años.

- ¿Sabes dónde está? -murmuró con desinterés hurgando en el puré con la cuchara.

- No…

- ¿Y qué vas a hacer? -esta vez levantó la mirada y lo miró.

Tardó unos segundos en responder mientras acababa de masticar y se armaba de valor.

- Buscarla, haré lo que haga falta, pero la quiero y… estoy seguro de que ella a mí también.

Ya no hubo más conversación. Por muy raro que pareciera, con la única persona con la que Oliver se había acostumbrado a hablar mucho era con Lena, Katel y él se entendían sin palabras, por lo que no necesitó decirle que esa misma tarde volvían a París.

Jueves.

Las horas pasaban y nadie tenía a penas una mínima señal de dónde estaba Lena.

El lobo paseaba nervioso de un lado al otro de la habitación buscando, pensando, muriéndose por dentro por saber dónde estaba su pequeña. Porque si le ocurría algo… No, no debía pensar en lo peor. Lena estaba bien, de eso estaba seguro, al igual que estaba seguro de que lo quería. Ella lo llamaría y él iría volando a donde ella estuviera.

De pronto el teléfono sonó.

- Oliver… -murmuró una voz débil al otro lado y él quiso morir por aquel sonido.

A pesar de que el teléfono ahora permanecía sin línea, había quedado constancia de que ella lo había llamado.

Si eso no era una señal para que fuera a buscarla, que le partiese un rayo.

Viernes.

Ni por mil demonios se iba a quedar en París después de aquella llamada. Así que por mucho que odiase aparecerse, en unos pocos segundos ya estaba de donde había salido la llamada de Lena.

Delante de él la puerta 5008 escrita en letras doradas le recordó a un hotel de lujo. Se cercioró de que ninguna cámara de seguridad hubiera detectado aquella ‘mágica’ aparición y con otro ligero hechizo entreabrió la puerta donde colgaba el cartel de ‘no molestar’.

Ahí, entre las sombras y los suaves rayos de sol que penetraban entre las pesadas cortinas de terciopelo, había un bulto envuelto entre sábanas, la cabeza estaba tapada como escondiéndose de la luz, pero asomaban unos dorados cabellos que hicieron a Oliver sonreír.

Su pequeña.

Se sentó en el borde de la cama con suavidad, como teniendo miedo de despertarla y no pudo soportarlo. Inclinándose sobre ella le dio un ligero beso en lo que parecía la cabeza y se acostó formando una cucharilla con ella, atrayéndola hacia sí. Por fin estaba a su lado.

Lena se removió con el contacto y al volverse entreabrió con pereza los ojos. Saltó y vio que le dolían algunos músculos o eso supuso cuando sollozó entre sus brazos abrazándolo con fuerza. Lloró y lloró, y esta vez Oliver no dijo nada, simplemente le acarició la espalda en círculos tranquilizándola.

Casi sin moverse, Lena se durmió entre sus brazos y durante todo el tiempo que ella descansó él no osó moverse ni un milímetro, aunque se le agarrotase la espalda se quedaría con ella.

Si no hubiera estado tan preocupado por ella como lo estuvo las siguientes horas, probablemente se habría dado cuenta que estaba demasiado cansado. Pero Lena lo necesitaba, a pesar de todo estaba ahí. Muchos dirían que era un estúpido por estar ahí, de hecho, lo pensó un segundo pero en seguida se dio cuenta de que lo estúpido era pensar de esa manera. La quería, todo lo demás le daba igual.

Sonrió cuando Lena lo miró desde la cama, envuelta en el albornoz, con cara de cachorito abandonado. Definitivamente la quería con toda su alma.

Sábado.

Caminaba por las calles de aquella ciudad que no conocía de nada, es más, le parecía asquerosa, sucia y maloliente. Seguro que las guías que llevaban los turistas de piel blanquecina que pasaban a su lado y señalaban con el dedo a todas partes no decían nada de eso, sino que era una ciudad maravillosa.

Pero de noche aquel lugar daba más miedo. Aunque eso a Oliver le daba igual. Mientras caminaba miraba atentamente a su alrededor y con la mano izquierda sujetaba un teléfono contra su oreja.

- Sí, dos pasajes para París… no, preferente, no pienso pasarme catorce horas incómodo, ventanilla, sí… - se fijó que había un tío sospechoso seguiéndolo.

Serpenteando entre las personas hasta llegar a un callejón, se metió dentro y sintió el gentío a lo lejos, volviéndose encaró a una figura que se cernía sobre él.

- No tengo tiempo para distracciones… - murmuró entre dientes pulsando la tecla para colgar en el móvil y metiéndolo en un bolsillo.

- Eres Dunham, Oliver Dunham - sonrió de lado irónicamente - imposible confundirte…

- Oh, vaya, eres un fan… - hizo una mueca y movió la mano suavemente hasta la varita que llevaba bajo la camisa- deberías de haberme avisado, haría traído algo para firmarte un autógrafo…

- No te hagas el gracioso, Dunham…

- Y tú no seas pesado que no tengo tiempo para jueguecitos… dile, a quien sea que te haya contratado, que un Dunham cabreado es peor que el fin del mundo - achicó los ojos y lo apuntó con la varita- ahora déjame en paz que tengo cosas más importantes que hacer.

- El que me ha contratado…- dijo pensativo - el que me ha contratado quiere que la familia Dunahm termine de una maldita vez. Y tú serás el primero -también sacó su varita y lo apuntó.

Oliver sabía que su familia estaba enfrentada desde hacía siglos con otra dinastía, siempre estaba el peligro de que les atacasen. Esa fue una de las razones por las que había renunciado hacerse cargo de las empresas de su padre. Aunque la verdad que hacía tiempo que ese peligro había menguado. También sabía que lo podían atacar en cualquier parte. Pero también que quería proteger a esa persona tan importante de su vida, que deseaba más que nada no tener el apellido que tenía para no hacerle correr esos riesgos, porque cuando estaba a su lado ella también podía salir perjudicada.

Lena era su vida, y él por nada quería dejar de vivir.

Apretó con más fuerza la varita y fijó la vista en su objetivo. Lo primero era deshacerse de este tipo pero lo más importante para él era estar al lado de su chica y no permitir a nadie que los separe. Y puede ser que entre medias le comprase un combo a Lena.

Sonrió lobunamente antes de pronunciar palabras antiguas.

Domingo.

En la puerta de embarque una azafata sonrió al ver a una rubia agarrada y con la cara hundida en el pecho del chico como si fuese dar la vida en ello. Él le respondió con una sonrisa y pasó la mano por los hombros de Lena besándole la coronilla.

- Me caeré como tenga que bajar así - le susurró cuando la azafata les permitió pasar al revisar sus boletos.

Ella, refunfuñando, lo soltó suavemente sólo lo justo para que los dos no rodasen por las escaleras hacia el autobús que los llevaría al avión.

-Oliver…-murmuró alzando la cabeza y mirándolo con intensidad- prométeme que no me dejarás- exigió.

-Claro que no te voy a dejar y menos en este país… - le sonrió pasando suavemente el dedo índice por su nariz- me pienso quedar contigo todo el tiempo que me permitas.

Y sus palabras guardaban promesas que aún no iban a ser pronunciadas. Ya llegaría el momento adecuado para añadir el ‘para siempre’ al lado de todos los ‘te quiero’.

Monday.

Cuando volvió a casa, Lena aún estaba en la cama, durmiendo bajo el nórdico. En París llovía desde muy temprano. Al salir aún no había amanecido y el ruido del motor invadió algunas de las calles desiertas y húmedas.

Condujo hasta salir de la gran ciudad y en menos de una hora ya estaba entrando de nuevo en el pequeño bullicio que despertaba lentamente bajo el manto de la lluvia. Paró en una frutería para armarse de comida pues habían llegado la noche anterior y estaban sin reservas. También hubo tiempo para entrar en una panadería y otra tienda más.

Las gotas resbalaban por los cristales y provocaban un efecto somnífero, una atmósfera perfecta para pasarse todo el día en la cama.

Fue a la cocina y en un momento dispuso la comida, haciendo un poco de café y té de vanilla, sacó los bollos adquiridos en la pastelería y cortó las frutas cubriéndolas con yogur, lo colocó todo en una bandeja y caminó con una sonrisa hacia el dormitorio.

Un pequeño bulto se movió debajo de la solapa de su chaqueta y Oliver lo tranquilizó con unas suaves palabras.

-Aún no es el momento de salir, monstruito- dijo cariñosamente, empujó la puerta con el hombro izquierdo y entró pisando la mullida alfombra.

Lena se revolvió pero no abrió los ojos. Se sentó a su lado en la cama y depositó la bandeja en la mesilla, le acarició el pelo y se inclinó para besarle la sien.

- Pequeña…-murmuró intentando despertarla con delicadeza- he traído comida.

Pronunció la palabra mágica pues Lena abrió los ojos y lo miró aún medio dormida. Se estiró apenas sacando las extremidades de debajo del nórdico y cuando notó el frío se cubrió hasta la barbilla. Oliver le sonrió y volvió a apartarle el pelo de la cara.

- Estás preciosa…

- Mi pelo está hecho un asco-refunfuñó mirando la bandeja de reojo.

- Tonterías- le quitó importancia-. He traído té de vanilla y dulces y… ¿por qué no te levantas y lo miras por ti misma? - la invitó con una sonrisa.

Lena algo insegura se comenzó a incorporar y él tomó la bandeja para sacar los soportes que tenía debajo y transformarlos en una mesa para la cama y colocarla sobre sus piernas. Los ojos celestes se iluminaron al ver toda aquella comida y casi saltó a por un trozo de melocotón que, de lo jugoso que estaba, el jugo correteó por su barbilla.

Oliver soltó una carcajada y se inclinó para lamer el dulce rastro con suavidad y ella no pudo resistirse y atrapó sus labios y besarlo con pereza. Como siempre les pasaba, el beso fue intensificándose y tuvieron que hacer un esfuerzo para no volcar el desayuno.

Ella lo miró un poco ansiosa y volvió a atacar otro trozo de melocotón, esta vez con una servilleta. Le tendió un pequeño trozo a él y Oliver se inclinó abriendo la boca. Pero justo en el momento en el que él mordía, una pequeña y blanca cabecita asomó de la apertura de la chaqueta y soltó un débil ladrido.

Él con el melocotón entre los labios y Lena con los ojos como platos mirando aquella diminuta criatura se relamía.

- ¿Qué…?-murmuró sin poder acabar.

Oliver echó la cabeza hacia atrás y dejó que el trozo cayera entre los labios y masticó con una sonrisa. Suavemente metió la mano dentro del bolsillo interior de la chaqueta de cuero que aún no se había quitado y sacó al pequeño cachorrito de pelaje blanco y se lo tendió.

- Es, si no te molesta, un nuevo miembro de nuestra familia…- dijo, con una mueca triste.

Lena tendió las manos y tomó con cuidado la criatura.

- No lo habrás compra-…

- Claro que no, - sonrió al ver como ella observaba curiosa al animal- unos conocidos de la familia tenían cachorros y no sabían que hacer con éste último… -acarició las piernas de Lena por encima del nórdico y esperó una reacción de ella.

De verdad que lo estaba intentando todo para que volviera a sonreír como antes. Sabía que ese pequeño ser no iba a ser Molly, nunca nadie iba a ser como Molly, pero… Dios, quería tanto que Lena volviese a estar tranquila. La quería demasiado.
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