Reto Diario: 005/100.

Nov 09, 2014 23:45

Número: 005/100.
Título: Tokyo bajo los cerezos [3/?]
Fandom: Kuroko no Basuke.
Claim: Kagami Taiga/Momoi Satsuki.
Extensión: 2459 palabras.
Advertencias: Sin editar.
Notas: Para la Tabla Freud 2 de minutitos


Infiltrarse en la casa de Kagami no resulta tan difícil como Momoi espera. De hecho, mientras se detiene en medio del jardín, tras haber sorteado a los guardias de la entrada, que apenas le han dirigido una mirada de soslayo, Momoi empieza a dudar que sea la palabra correcta, pues ésta implica cierto peligro y ella ha entrado caminando como si nada, precedida por un montón de chicas más. Sin embargo, la tarea que tiene por delante no va a resultar tan sencilla, lo sabe en cuanto atraviesa las puertas del vestíbulo y se adentra en el salón, donde parece llevarse a cabo una reunión informal pero sin Kagami (o al menos éste no está a la vista).

-¿Buscas a alguien? -pregunta una de las chicas sentadas cerca de la puerta; se ocupa de zurcir un viejo kimono, mientras que muchas otras preparan conservas o se dedican a la costura. Es como la fábrica de su padre, piensa, pasando la vista de una a otra y reconociendo a amigas y vecinas, la fábrica donde solían hacer eso mismo para ayudar al país pero también para ganarse algunas monedas, pero ahora trabajan para él y casi por las mismas razones.

-Busco empleo -dice ella, aunque no sabe qué le dirá a su padre si se entera, pues definitivamente no estará feliz de saberlo; no es que naden en dinero, pero tienen lo suficiente como para que su hija no trabaje, un pensamiento que la chica frente a ella parece compartir-. ¿Hay?

-Hay mucho -dice la chica con un asentimiento y volviendo su vista al zurcido-. Pero son los más desagradables. No estoy muy segura de que tú... Deberías hablar con el señor -dice al fin, pero a Momoi no le pasa desapercibida la implicación en su voz ni tampoco el desprecio que su condición económica le granjea-. ¿Quieres hacerlo? Te llevaré ante él si lo deseas.

-Sí, por favor -dice Momoi y la mujer asiente, poniéndose de pie tras haber dejado a un lado el kimono, una baratija a simple vista, pero que la mujer trata con sumo cuidado.

Momoi la sigue a través de una puerta situada al otro extremo de la habitación, presumiblemente por la que entró Kagami el día en que se presentó y que está oculta por dos gruesos paneles de madera con dibujos de bambús y cerezos en su superficie. Detrás de ésta hay un corto pasillo que se bifurca a la izquierda después de diez pasos, conectando así con el jardín, en cuyo centro hay un estanque de aguas cristalinas y también con el corredor principal, que lleva a las demás habitaciones. Momoi todavía no sale de su sorpresa y no deja de preguntarse cómo es que la chica conoce tan bien el lugar, cuando ésta se detiene frente a una de las puertas, que Momoi supone lleva al salón comedor.

-Señor, una mujer ha venido a verlo en busca de empleo. Su nombre es... -la chica se detiene a media frase, dándose cuenta de su error pero sin saber cómo repararlo; hablar significaría delatarse.

-Momoi Satsuki -dice ella, lo suficientemente alto para no tener que repetirlo y para que pase a través del papel, tras el cual se adivina la silueta de un hombre. Kagami come solo al parecer, pues no hay rastro alguno de los otros oficiales.

-Que pase -dice Kagami, tras un momento tan largo que hace a Momoi dudar de si de verdad la ha escuchado o peor aun, de si ha reconocido su voz de la primera y última vez que hablaron.

La mujer se arrodilla para abrir la puerta y Momoi da unos cuantos pasos vacilantes hacia la que, ahora ve, es la habitación de Kagami. Su silueta parece enorme con la luz del sol a sus espaldas, pero cuando la chica cierra la puerta y ambos quedan a solas, no es más que una muchacha decidida pero con un plan impreciso. Él está en el centro, inclinado sobre varios folios de papel y aparte de una vieja radio a su lado, no hay más decoraciones.

-Toma asiento, estoy a punto de terminar -dice él, señalándole el espacio vacío frente a la mesa que ocupa y sin apenas mirarla. Quizá no sabe quién es después de todo.

-Gracias -dice ella, arrodillándose frente a él, aunque a considerable distancia.

-¿Te molesta si escucho la radio? Me es más fácil concentrarme de esa manera.

-No, por favor, es su casa -dice Momoi, haciendo un gesto con la mano que logra llamar la atención de Kagami, aunque éste no dice nada cuando Momoi esconde sus manos quemadas detrás de su espalda en un gesto que casi parece casual.

Por supuesto, como el caballero que es (y Momoi contiene la risa ante este pensamiento), está impelido a guardarse sus preguntas, pero Momoi está segura de haber detectado una chispa de curiosidad en sus ojos, de un tono marrón rojizo como lava hirviendo. Sin embargo, se mantiene en silencio y en su lugar se ocupa de volver a encender la radio, que apagó en cuanto escuchó sus pisadas acercándose. Es una emisora estadounidense, Momoi lo nota inmediatamente, todos hablan en inglés pero ella no entiende de qué, sólo reconoce sus tonos animados, como si no fueran responsables de la muerte y el sufrimiento de miles de japoneses y más aun, de todo tipo de personas en el mundo.

La música, no obstante, es agradable y resulta un buen cambio para ella, que está acostumbrada a escuchar hipnos patrióticos y propaganda disfrazada de música popular. No es rock, esa música horrible que Aomine asegura escuchan todos en América, con sus sonidos estridentes y discordantes, donde todo mundo grita y no parece haber un momento de calma, pero tampoco es un género que reconozca. Sólo sabe que es suave, cadenciosa incluso y tranquilizadora. Acompañando a una voz masculina bastante ronca pero hermosa hay un saxofón y las más de las veces una trompeta, que logran relajarla un poco, tanto que se olvida de idear una excusa para su presencia.

-Es jazz -dice Kagami, sobresaltándola y Momoi no puede evitar preguntarse cuánto tiempo lleva así, con la mirada perdida y con las manos apoyadas en el suelo detrás suyo, en una posición que casi podría parecer sugerente-. Es mi genéro favorito y ese que escuchas también es mi artista favorito, se llama Chet Baker.

-Es bonito -dice ella, recobrando la compostura-. Al menos el sonido, pues no sé inglés. Podría estar hablando de cualquier cosa. Lo buena que es América o algo así.

-Son canciones de amor -dice Kagami y parece un poco avergonzado por la manera en la que finge concentrarse en los folios delante suyo-. Te sorprenderías de saber lo que dicen en realidad. Así como a mí me sorprendió verte aquí. Pensé que me odiabas.

-¿Qué te dio esa impresión? -pregunta Momoi, que sabe que lo más inteligente que puede hacer es ser sincera, pues así sus verdaderas intenciones pasarán desapercibidas.

-La manera en la que te marchaste. Tus ojos el otro día -Kagami hace sus folios a un lado, pero no detiene la radio, que sigue desgranando temas de jazz, esta vez, de la potente voz de una mujer.

-Ojalá no esperes que comprenda lo que han hecho. ¿Cómo puedo reaccionar ante algo así? -La voz de Momoi tiembla por la rabia acumulada, pero mantiene la vista fija-. No puedo sentir simpatía por alguien que ayudó a matar a mis compatriotas. Sería absurdo.

-Y eso me lleva a la pregunta de porqué estás aquí.

-Necesito un empleo.

Kagami arquea las cejas.

-No es necesaria la simpatía en una relación de trabajo -dice ella en tono práctico y haciendo gestos ostentosos con las manos, un hábito que a Kagami no le costará mucho descubrir; no parece importarle que sus quemaduras queden a la vista, esos trozos de piel blanca y rojiza que se han vuelto tan comunes que raramente causan disgusto. Más bien son una especie de prueba de valentía, de supervivencia.

-Tienes razón, pero sí la hacen más llevadera. Muy bien, te daré empleo -dice él, tras soltar un hondo suspiro-. Aunque me parece recordar que tus padres tienen varias fábricas textiles no cuestionaré tus motivos. ¿Sabes leer y escribir?

-Sí -dice ella, quien asistía a un centro de formación antes de que la guerra obligara a todos a cerrar, yéndose los jóvenes a diversos regimientos de infantería y las mujeres más afortunadas a las fábricas o a seguir su vida en la seguridad de sus hogares.

-Entonces podrás ayudarme a archivar los documentos, así como a enviarlos a su destino cuando estén listos. ¿Sabes lo que es una secretaria? -Momoi asiente, tiene una vaga idea-. Pues ese será tu título, ¿te parece bien? -Momoi asiente una vez más, feliz, aunque no por las razones que Kagami imagina. Al final resultó demasiado fácil "infiltrarse", tanto que hasta tiene ganas de echarse a reír, pero se contiene, pues no sabría cómo explicarlo sin delatarse. Eso sí, eso no le impide notar la informalidad con que Kagami la trata, cosa que atribuye a su personalidad, pues ya desde el principio se dio cuenta de que no es el típico burócrata uniformado.

-Gracias -dice Momoi e inevitablemente su rostro se rompe en una sonrisa, que ilumina sus facciones, formando hoyuelos en sus mejillas y pequeñas arrugas en las comisuras de sus ojos, mas no se inclina en una reverencia y Kagami ni siquiera lo nota-. Todavía debemos determinar el sueldo y los horarios, pero entiendo perfectamente la responsabilidad que se me está delegando, así como lo bueno de mi fortuna. Trabajaré duro, lo prometo.

-Está bien, entonces ven después de tus clases. Hoy ya he terminado. Te pagaré dependiendo de la calidad de tu trabajo y del tiempo que pases aquí, si te parece bien.

-Sí -Momoi se pone de pie, pero Kagami no hace ningún intento por imitarla, por lo que Momoi lo mira desde lo alto, lo que aumenta su sensación de triunfo, pues sin importar cuánto le pague, la información es lo suficientemente valiosa para valer la pena-. Entonces nos vemos mañana.

-Hasta mañana -se despide Kagami, todavía frente a sus documentos pero sin apartar la vista de ella-. Por cierto, no me dijiste tu nombre. Al menos no directamente, pero es un placer conocerte -esto último lo dice en inglés, pero ella lo entiende por el contexto de sus palabras y también por la sonrisa (¿burlona? ¿sincera?) que llena sus facciones, desdibujándolas hasta darle la inocencia de un niño. Qué lástima que sepa cómo es en realidad, pues de otro modo, hasta le resultaría atractivo.

Momoi se excusa con una reverencia, sale de la habitación y se arrodilla para cerrar la puerta corredera sin siquiera detenerse a pensarlo, está más enfrascada en su pequeño triunfo y en buscar la forma de sacar el máximo provecho de él, que sus viejos hábitos le ganan y las clases para ser "la esposa perfecta" que su madre le ha dado desde que tiene memoria salen a la luz con un dejo impecable.

Kagami la observa mientras realiza la operación, sin poder evitar preguntarse sus motivos y razones, sin poder determinar qué tan auténtica es, pero sin duda lleno de curiosidad por sus tantas facetas, en la que ahora parece predominar la hija de una buena familia, aunque más de manera mecánica que consciente. De hecho, Kagami puede identificar el momento exacto en que ella se da cuenta también, pues sus ojos se abren con sorpresa y detiene la vista sobre sus manos, cerradas con cuidado sobre la madera cálida, que ha absorbido los rayos del sol de la tarde. Luego sus ojos se dirigen al hombre, como para determinar qué tanto ha visto, momento en que él aprovecha para hablar.

-Tus manos no son bonitas -dice, mirándolas un segundo antes de sostenerle la mirada-. Pero el resto de ti sí.

Momoi cierra la puerta en ese instante, ofendida ante sus palabras. Tiene poco tacto o es un imbécil, quizá ambas, no está segura ni quiere quedarse a averigüarlo. En su lugar, se pone de pie y enfila por el pasillo, indecisa de si debe regresar por el mismo lugar o buscar una salida alterna cuando se encuentra con Kuroko, que camina directamente hacia ella desde el otro lado del pasillo, aunque sin mirarla.

-¿Tetsu-kun? -Su voz logra sacar al joven de su ensimismamiento, aunque no parece nada complacido de verla e incluso pega un salto, como si lo hubiera asustado.

-Momoi-san, ¿qué haces aquí? -Kuroko lleva varios libros bajo el brazo y la manera despreocupada en que andaba un momento atrás hace a Momoi sospechar de que ya tiene cierta familiaridad con el recinto, aunque no sabe por qué, pero pretende averigüarlo.

-Lo mismo digo -dice ella, deteniéndose a su lado para echar una ojeada a los libros, que resultan ser novelas comunes y corrientes-. Pensé que la audiencia con tus padres fue la primera y que todo salió bien. ¿No es así?

-No, todo está bien. Gracias por preocuparte, Momoi-san -dice él, regalándole una sonrisa, que hace a Momoi recordar que en algún momento de su adolescencia (pues ya se considera una adulta, la guerra la hizo así) le gustó ese chico frente a ella, pálido y delgado, sencillo en extremo pero apasionado en realidad. A él nunca le gustó ella, sin embargo y por eso nada sucedió-. Pero, ¿qué hay de ti? ¿Sigues con tus planes? De otro modo no entiendo tu presencia. Y no puedes decir que vienes en representación de tus padres, pues sé muy bien cuándo es su audiencia y también que sólo se permiten varones.

-Vine por un empleo -dice ella, segura de no estar mintiendo, al menos no completamente-. Y lo conseguí. Por favor, no le digas a mis padres, Tetsu-kun. Seguramente no les gustará, pero me gustaría tener dinero para mí misma. Hay cosas que quiero, aunque resulte imposible de creer.

-Sabes que no tienes porqué excusarte conmigo, Momoi-san -dice Kuroko y de pronto parece apurado-. Sólo te pido que tengas cuidado y si necesitas ayuda, puedes pedírmela en la medida de lo posible. Tú sabes lo que haces, aunque no sean las mejores decisiones, todos debemos aprender por nosotros mismos a cometer errores. Ahora tengo que irme, debo llevar estos libros a la biblioteca de la casa. Nos vemos.

-Hasta luego -Momoi apenas tiene tiempo de levantar la mano en un gesto de despedida cuando Kuroko ya ha pasado por su lado, perdiéndose en un pasillo adyacente, oscuro y vacío. Ni siquiera le ha dado tiempo de preguntarle por la salida, pero eso no es lo que le preocupa (y enfada un poco) mientras da vueltas por la casa, tratando de determinar dónde está, no, lo que verdaderamente le molesta es que Kuroko ha logrado esquivar sus preguntas y ella ha terminado revelándole más de la cuenta, mientras que él ha permanecido impasible y la ha engañado.

La ha engañado, ocultándole el motivo de su presencia en la casa de Kagami. La ha engañado, pero no por mucho tiempo.

comm: reto_diario, a: kuroko no basuke, claim: kagami taiga/momoi satsuki, comm: minutitos

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