La ví entre bastidores, llevaba un abrigo de piel blanco, tan blanco que me recordaba la paz de los inviernos en Tokio. Su cabellera, larga y reluciente, su rostro, el de una diosa. Era un ser superior entre tantos humanos. Podía ver que llevaba una falda larga, hasta el suelo, con brillos modestos, o quizás era un vestido. Recuerdo que al entrar a
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