(Fic Hawaii Five-0) De Amor En Terminos De Arte (McDanno AU) 3/6

Jul 30, 2013 12:43






VARIEDAD

“Calidad o estado de tener diferentes formas o tipos.”

Newark, NJ
Marzo, 2013
Es marzo, aun hace frio, no recuerda que significa marzo, pero cuando ve la fecha en su calendario, mientras se pasea con su bata de dormir abierta y unos bóxers de franjas rojas, se acerca a la biblioteca que le ha comprado la semana pasada, para proteger los libros de la pintura. Se deja caer contra la pared, admirando el trabajo que ha hecho en las últimas semanas, la casa ahora se ve mas limpia, se puede respirar.

La ha comprado con la venta de sus cuadros, ¿Quién lo diría? Ciertamente no su familia, a la cual no ha llamado en mucho tiempo. Frente a donde se dejo caer, puede ver un espacio amplio, pintado de rojo sangre, con franjas blancas que apuntan en todas direcciones, la sala de estar es, y es hermosa, solo hace falta que los muebles se acaben de secar al sol de la pintura, y estarán listos para montarse dentro, decorar una sala minimalista que aliviara la presión de lo que es su cuarto de pintura, que ocupa todo el segundo piso.

La casa aun esta en el barrio chino, solo que en la zona residencial y no en la comercial como estaba antes, lo diferente y único de esta casa es el patio, rodeado de una cerca de madera alta que impide que el ruido de la calle se cole, y con grama verde y un estanque vacio, piensa llenarlo en algún momento de los siguientes seis meses que le queda por acabar de pagarla.

Kohno se ha mudado con el, provisional, ella dice, pero el sabe que ella misma necesita mas espacio del que Chin le permite, espacio para ser mujer, y la verdad es que Daniel sabe darle ese espacio, para algo debía servirle su matrimonio anterior, ¿no? Al menos aquí, Kohno era libre de hacer lo que quisiera mientras eso la mantuviera alejada de su cuarto de pintura.

- ¿Desde cuando te gustan las esculturas?

Pero aparentemente, ella necesita que le pongan reglas, lo que no va con el, así que la chica se seguirá colando en segundo piso para ver en lo que el esta trabajando. Nunca le han gustado las esculturas como expresión del arte, pero esta escultura no es una expresión de arte, sino algo que quiere sacarse de la cabeza. La figura de ese hombre que le robo un beso.

Es oscura, mármol pintado de negro con brochazos rabiosos hace dos noches, es muy personal. Muy, muy personal, y la ha cubierto muy bien para que cualquiera que entrara allí no la viera. Incluida Kohno, quien es aparentemente, una violadora máxima de lo que el define como espacio personal, y parte de su espacio personal incluye ese rincón donde la estatua, una figura encapuchada, misteriosa, se esconde.

- No debes hurgar en mis cosas, por favor. - lo dice con un nivel de irritación que choca con su nivel de vergüenza, al menos no había decidido usar la cara del sujeto saliendo del pecho de la estatua como lo había pensado originalmente. - solo… mantente alejada de mi cuarto de pintura, busca un hobby que no sea hurgar entre mis cosas.

- Ya, ya, no hace falta enfadarse, - se nota que se muere por preguntar que quiso decir el con esa estatua, que significa, y principalmente, ¿Quién es?

- No voy a decirte que o quien es. - le advierte, tomando de su chocolate caliente, mientras piensa en como seria el estanque seco lleno de carpas japonesas, le gusta esa idea, así que hace nota mental de dedicarse completamente al estanque la semana entrante.

Por el rabillo del ojo ve a Kohno caminar, derrotada, a la salida de la casa, es Miércoles, así que debería haber una que otra carta de cuentas por pagar en la puerta.

- ¡Tienes correo! - ella grita, y es su emoción la que le da la idea de que algo bueno esta por pasarles a ambos. Viene corriendo con la carta en la mano y se sienta a su lado, despejando el suelo de su agenda y abriendo la carta.
- ¿Para mi? - pregunta lentamente, antes de arrancarle la carta de las manos y abrirla el mismo, no espera, sinceramente que sea lo que es. Una invitación impresa del museo de Nueva York. - ¿Qué es esto?

Es una invitación, una invitación.

La mira fijamente mientras piensa en porque diablos el recibiría algo así, la única persona con la que hablo relacionada al museo fue ese sujeto que le robo un beso mientras el le daba uno de sus emocionados discursos. En serio, no esperaba que el sujeto… oh, si, allí esta, la firma de McGarret al final del documento. Que emocionante.

Para Kohno sí que es emocionante.

- ¿Cuándo nos vamos?

Le sorprende que una persona que vive en Jersey, a pocos kilómetros de Nueva York le emocione irse a esa ciudad, cuando debería estar más que acostumbrada a hacerlo cualquier día de la semana, si es que de verdad le excita tanto la reina de las ciudades. Para el es solo otro viaje, y ni tanto. Aun no asimila muy bien la invitación y quien se la ha hecho, muchas preguntan pasan por su mente mientras ve a Kohno danzar por la sala, ¿este Steve estará pidiendo disculpas por el beso? Vamos, tampoco fue para tanto, el mismo esta claro que el fue el cobarde, quien corrió primero, quien huyo dejando una estela detrás, saliendo del museo a toda marcha, olvidando su abrigo, gastando el resto de los dólares en un nuevo de camino a casa y un chocolate caliente. Fue el quien no miro atrás, quien no miro la expresión consternada en McGarret, no se dio cuenta como le avergonzaba frente a los otros artistas, o como todo el mundo notaba su huida y centraba su atención en su exposición.

No, y no le sorprende que no haya notado nada de eso. Considerando que antes, mucho antes, había sido un cobarde, lo entiende. A veces piensa que el único momento en el que ha sido valiente, fue cuando le dijo a su esposa lo que era, a su familia, a esos amigos que decían ser sus mejores compañeros de vida y los cuales más nunca llamaron. ¿O acaso fue el quien corto todo contacto? Eso también podría ser, pero en su forma de ver las cosas, no era su culpa.

Vamos, el les había dicho que era gay en una especie de reunión familiar, había avergonzado a todo el mundo, y se había sentido bien. Puede que después viniera la depresión, la ansiedad, las ganas de tomar un fuego artificial y sencillamente encenderlo en su mano para poder explotar y acabar con el sufrimiento del existir o el no hacerlo.

Pensó en todo eso mientras la morena hablaba de planes de viaje, mientras llamaba a Chin y decidía sin el que iban a hacer, puede que aún no hubiera asimilado la noticia, pero ella ni loca dejaba que el tomara las decisiones. Ella era la representante, y esto, Nueva York, era bueno para su carrera.

Al menos, dos días después, tiene la decencia de ponerse a empacar sus cosas, su cuaderno de bosquejos, el de poemas, su agenda que usa para números telefónicos que nunca va a recordar y para direcciones de hoteles baratos, toma su bíper y su bolsa de lápices de todos los tamaños de grafitos posibles. Empaca poca ropa, sabiendo que solo serán unos días, y luego comienza el duro proceso de contactar con el museo, de empacar los cuadros, de gastar el poco dinero que tiene, de ver como la cuenta se le vacía con cada caja. Al menos Chin paga los boletos de autobús.

Nueva York sigue exactamente igual cuando llegan, una ciudad con demasiadas luces y carteristas; se aferra a su mochila, con fuerza, y comienza a caminar a buscar un taxi, que, como en las películas, es un coñazo de conseguir pese a que hay al menos treinta por avenida. Paga más de lo que debería y se queja más de lo que cualquiera esperaba.

No llegan directo al hotel de poca monta, sino al museo, estúpido, museo.

Es tan elegante como lo recuerda, y Kohno aprecia el silencio luego de dos horas y media seguidas de quejas, desde que salieron del terminal hasta que se bajaron del taxi, y la visión del museo, con una pancarta de la exposición de pintores nobles reluciendo en la oscuridad.

- Parece pintada por un niño. - murmura, avanzando, persiguiendo a la morena que corre por las interminables escaleras de entrada, hay mucha gente, de toda clase, niños que juegan con las hojas secas, padres que suspiran frustrados y tratan de seguirle el ritmo. También hay señoronas que se quejan de la falta de escaleras mecánicas, y sujetos de porte extraño que esta muy seguro son o pintores o críticos de arte.

Dentro el aire es fresco, muchos cuadros y esculturas vistosas a la vista. Es fascinante como se puede reunir tanto en un solo lugar, y cuan de fascinante es mirar, solo mirar, no hace falta tener ojos especiales para saber que se esta formando parte de un momento especial.



Nueva York, NY
Marzo, 2013
Steve no estaría de acuerdo en dejar pasar a nadie que no sepa lo que admira al lugar. Pero el no es quien pone las políticas en el museo, y las leyes nunca han sido lo suyo, así que se conforma con ver con el ceño fruncido a cada padre que deja que su hijo pise las líneas rojas que marcan los limites de cercanía con el arte que el mismo se encargo de recolectar. Le gustaría poder alzar la voz entre el rumor molesto y zumbante que producen tantas personas juntas, pero se limita a ver, a ver, y esperar.

¿Qué a quien espera? Pues al sujeto que le dejo plantado como una semilla al suelo luego de que el intentara besarlo, intentar no, Steve, besar, besar, lo besaste. La voz de Cath no es nada agradable en su cabeza, pero no le culpa, ella solo hace su trabajo, este o no dentro de su cabeza, aunque dentro de su cabeza lo haga gratis. Se ríe, solo, allí en medio de gente que puede bien estarle viendo como no; si Cath lo viera ahora pensaría que ha perdido el juicio.

Seguramente si, pero a nadie a su alrededor le importa.

Vuelve a concentrarse en pensar en el rubio, sentando frente a su arte, honestamente hablando, no son los cuadros que el hubiera enviado, pero solo el artista conoce los motivos y las consecuencias de su arte y en su arte, y el es de los pocos que respeta eso con cada fibra de su ser. Eso no quiere decir que no tenga una opinión personal, y que esta opinión sea, a su juicio no muy sano, poco imparcial cuando se trata de alguien que le intriga.

Daniel Williams se ha convertido en su persona favorita luego de que le hubiera largado aquel discurso sobre ser fan del arte y todo eso que salió de sus labios mientras el trataba por todos los medios dejar de pensar el mismo y enfocarse en algo que consideraba importante. Puede que una de sus cualidades humanas fuera la empatía, pero este sujeto no le producía empatía, sino algo diferente, algo mas fuerte, algo que le impulsaba a actuar sin ver señales, o mas bien, viéndolas donde no debería. En este caso, en palabras.

Quizás fue el ruego de su voz estruendosa lo que le llevo a besarlo, a posar sus manos en sus antebrazos y sus labios sobre los ajenos, el beso más incomodo de la historia, mas extraño. También el único que ha logrado dejarle avergonzado frente a todo un público, con ganas de encender un ventilador giratorio y que de una vez por todas, este le vuele la cabeza.

- ¿En que piensas tanto? ¿Ventiladores? - Catherine con copas demás no es nada placentero, pero si es gracioso, si es el alguna vez va a conseguir algo gracioso en su vida, eso es Catherine, dando tumbos elegantes, colgándose de su brazo en lugar de el de su esposo, uniendo sus caderas, susurrándole al oído, y tal y como acaba de hacer, bromear, burlarse, jactarse, de sus fobias.

- No hay forma elegante de decirte lo que quiero ahora mismo. - esa es su forma de insultarla, sosteniéndola firme para no verla irse al suelo. Puede que sea la mujer con mas clase que haya conocido, pero eso no impide que el licor la ponga como un tuba zumbante.

- ¿Sexo? ¿Con Daniel Williams? No necesitas decírmelo, lo he sabido siempre. Bueno, no siempre… ya sabes, todo eso del beso, la vergüenza subsecuente… es como una reacción fuerte a tu deseo por el, quizás para ti haya sido fugaz, una conexión frugal, ligera, pero eso es solo porque eres sobrio.

- Tu eres la sobria, ¿Cómo puedes mantener ese semblante cuando estas tan…?

- Pretendo. - sus hombros delgados se encogen, sea de frio o por sus palabras, el la abraza, arropando con s brazo sus hombros desnudos, dejados al descubierto por un elegante vestido negro que le ha visto muchas veces puesto, en diferentes galas de arte. - no estoy casada. - ella dice, bueno, no lo esta, pero parece que lo estuviera, su pareja, Victor no parece celarla mucho tampoco, pese a ser un hombre posesivo con sus cosas.

- Divorciarte, y puedes escaparte con Freddie. - lo dice sin pensar, ganándose una mirada graciosa de Cath. - bromeaba.

- Si, y eso es lo más extraño que ha pasado esta noche. - Rollins lo dice, frunciendo el ceño. - si que esta afectándote toda esta espera, ¿Qué piensas que pasara cuando le veas?

- Huir.

- ¿En serio?

- Si, y creo que voy a hacerlo ahora.

Porque allí esta, con una pinta decente, nada redneck, más bien delicada, frágil, con un traje blanco y negro, luciendo como un muñeco de torta perfecto, sonriendo suavemente, es elegante, no parece nativo de Jersey, o al menos eso le hace pensar, considerando el concepto que él tiene de cualquier persona que no provenga de a)Nueva York, b)Boston, c)Virginia; al menos en el territorio estadounidense. Aun teniéndolo de frente, es incapaz de enfrentarse al hecho de que aun no sabe por qué diablos lo ha besado, ¿Por qué? No lo sabe, fue algo de momento, tantas cosas juntas, el dolor de estomago que sintió al verlo reprendiéndolo, ¿fue una forma de callarlo? ¿Estaba ebrio?

Supone que la única forma de saberlo es intentándolo de nuevo. Y este ambiente le da una valentía que no conocía, es Nueva York, es el museo donde lleva trabajando muchos años de su vida, son las caras que ve en cada beneficencia del museo, que ve en cada fiesta, es familiar, no es cansino, la gente no lo es cuando la conoces y sabes que esperar de ellos, es decepcionante, pero no cansino.

Daniel le mira cuando se aproxima, y el, en su euforia por acercarse, olvida que lleva una mujer hermosísima colgada del brazo, hablando de todo un poco, sin fijarse en la meta que lleva ya fija Steve McGarret. Puede que él no se dé cuenta, pero Daniel Williams no es ningún estúpido, es todo lo contrario, un sujeto muy perceptivo, con años de experiencia en tratar con gente la cual no le importa un comino pero debe fingir que si, y por eso hace esa mueca, entre una sonrisa forzada y un amago con la boca que indica que todo lo que quiere es salir corriendo de allí y no mirar atrás.

¿Ahora quien es el que está acorralado en el sitio?

- Señor Williams. - un tono neutral, ninguna emoción notable en el. Cath se atraganta en sus palabras, y sus ojos animosos se fijan en el rubio bajito, provocando esa mueca en ella, de diversión sempiterna.

- Ouch. - susurra al oído de Steve, demasiado cerca para ella, pero el está perdido, la euforia apoderándose de el.

- Señor McGarret, señorita. - Daniel les saluda y pasa de largo, tomando una copa de Champaign de una bandeja perdida y huyendo de nuevo.

Oh no, Steve necesita respuestas, y va a obtenerlas. Una lástima que el sedentarismo el último mes le haga tan mal como para perderle de vista gracias a esos diminutos, pero extremadamente escurridizos pies, que huyen de el por segunda vez.



Es sorprendente que logre escaparse de McGarret, y de que su señorita le encuentre tan rápido, es como un detective, y tiene que darle el crédito de que ella si tenga la sabiduría de encontrarle rodeado de dulces internacionales en el buffet, le toca el hombro delicadamente, y le mira con una sonrisa dulce, oh, el sabe lo que hace, regalándole esa falsa sensación de seguridad, que, aunque no lo crea, se siente realmente genuina.

- Soy Catherine Rollins, no le has dado tiempo a Steve de que nos presentara. Soy su psicóloga, y me gusta pensar que soy su mejor amiga también, pero ya debes conocer algo de él para saber que considerarte algo suyo es difícil, en especial cuando es el ser mas abstraído del mundo que me ha tocado tratar. - habla, habla demasiado, le marea, su voz demasiado suave, tierna como la de una niña que apenas está en la primaria, hace muchos gestos con la boca y se ríe un montón. Es genuina, y está un poco ebria también.

- Solo su psicóloga. - el repite, captando el significado de lo que ella le dice. Bueno, mierda. Steve le ha contado lo del beso, y seguramente esta mujer se piense… - ¿me estás diciendo que…?

- Que probablemente el vomite todo su estomago en el inodoro más cercano, ahora que has huido de nuevo, y le has dejado con bastantes dudas en su extraña cabeza. - ella se ríe de nuevo, esta vez tambaleándose un poco. - ve. Le encontraras en el baño, eso te lo aseguro.

Con un guiño de sus ojos oscuros, la señorita se retira, más derecha de lo que la ha visto antes, buscando a su esposo porque ya es más que hora para que se marche a casa y duerma bien hasta el día siguiente. A Daniel mismo le sorprende que la mujer no le haya dado tiempo de explicarse, como si supiera exactamente que iba a decir.

- No me interesa. - susurra en voz baja, y se sienta cerca del baño de hombres, observando cómo van y vienen sujetos bien vestidos, saliendo siempre con una risotada del baño, murmurando entre ellos como mujeres. ¿Acaso ella tenía razón? ¿Conseguiría a Steve McGarret allí? ¿Ahogado en su propio vomito? No debería importarle, no debería.

Pero así como Steve posee dudas, el también las tiene. Empezando por su búsqueda del porque le ha besado, así de sopetón. Como si él fuera un muñeco, solo un beso en los labios, dejándole mudo, o más bien, sin saber que decir a continuación.

Opta por acabar esto de una vez, y se pone de pie para acercarse al baño, entrando cuando un grupo de caballeros mayores salen de allí cuchicheando algo sobre drogas. Dentro lo único que no encaja con la decoración de mármol negro, es el sujeto de pie, en el centro del baño, con la cabeza alzada, y los ojos fijos en el espacio que ocupa el ventilador giratorio sobre él.

Sería muy gracioso y le haría pensar en drogas, sino fuera porque el sujeto no es otro que Steve McGarret, lo que es una escena curiosa que le hace levantar unas de sus cejas mientras se detiene en el rellano de la puerta. Sin saber que se supone que debe de pensar sobre el hombre cuya boca entreabierta murmura palabras suaves que no escucha desde donde está. La cautela se nota en sus pasos, mientras se acerca valientemente a la más que extraña escena. No tiene efecto en McGarret cuanto se acerque, el sujeto no le ve, no baja la mirada o la desvía, sigue fijo en lo que sea que haga, un ventilador no puede ser así de interesante, ¿o sí?

Se ha puesto pálido, muy pálido, en comparación a como lo ha visto hace minutos fuera del baño, cuando tenía a Catherine Rollins colgada del brazo. ¿Es esto alguna estrategia para algo? No, definitivamente no lo es, y lo comprueba cuando le ve tambalearse y por poco irse al suelo.

- Hey, hey, hey… - exclama, tomándolo del brazo para impedir que se vaya de bruces contra el suelo. - … ¿Steve? ¿Hombre, estas allí? ¿Estás escuchando?

No, parece que no escucha nada. Así que, como medida desesperada, le cubre los ojos con la mano, evitando que mire más hacia arriba, porque eso solo esta irritando sus perfectas iris azules. Puede sentir el cuerpo tembloroso pegarse al suyo y no le queda más que sacarlo de allí, lo mas disimulado que puede.- Aire… - eso le escucha musitar en voz baja, y suena tan roto, tan asustado que no parece el mismo sujeto que conoció brevemente en el Museo de Newark.

- ¿Quién eres y que has hecho con Steve McGarret? - sisea, cargando con su peso tambaleante hacia afuera del museo, rechazando la ayuda de cualquier empleado o persona que se le atraviesa en el camino, porque allí todo el mundo parece conocer al sujeto que carga como una mula, y sabe que no debería hacer esto, joder, sabe que debería entregarlo en manos conocidas, pero por alguna razón, no lo hace. - necesito respuestas tanto como tú. - suelta, enfadado. - pero tenias que ir, y enfermarte, seguramente de toda tu personalidad mortalmente frívola con la sociedad. - sigue murmurando, tan bajo que solo le escucha Steve porque está a su lado y no puede cubrirse los oídos aunque la cabeza este por reventarle. - ¿te importaría explicarte?

Están afuera por fin, pero aun Daniel le sostiene porque puede ver como las piernas le tiemblan como si fueran de gelatina, lo que no es bueno, si se desmaya sí que le dejara allí tendido para que le roben y asalten todo lo que quieran. Se lo merece.

- Te lo mereces. - susurra, suspirando cuando ve como los ojos de Steve intentan enfocarse.

Steve no se explica, no puede, la cabeza va a estallarle en mil pedazos si no la apoya en algo mullido, algo que se parezca a su almohada y a sus cojines en su apartamento, pero no haya una forma de decir las palabras, de pedirle a este completo extraño que conoció en el terminal y que luego vio en la presentación a Van Gogh hecha por el museo de Newark, que vive en el Sandoran Street 48, en el Mulliard Building, un rascacielos diseñado para oficinistas de mal gusto, pero que con la destrucción de las torres se convirtió en un lugar de encuentro para los ricos y famosos de la ciudad que nunca duerme. Daniel no tiene ni puta idea de que significan sus jadeos e intentos de palabras, que le suenan a una mezcla muy mala de griego y ruso, indeletreable, indescifrable, absurda.

Es inútil, se da cuenta cuando Steve cierra los ojos y se apoya más en la piedra con forma de león en la que Daniel lo apoyado. Si pudiera, se fijaría que el cielo es un hermoso paisaje en el que fijar la vista, y que el frio de la ciudad es cómodo, y que el ruido de los autos no llega allí con tanta intensidad, oh, como quisiera fijarse en eso y no en el desastre de hombre, del cual aun no está muy seguro que le ha pasado.

- Bien, no me dejas opción… - no quiere cargar con un cadáver, pero tampoco con la culpa de haberlo dejado allí, además, sigue pensando en que ese sujeto le debe explicaciones y que no se cansara hasta que las tenga, porque joder, debe haber alguna explicación sensata para que le besara así como así, es que acaso el había estado mandando señales equivocadas. No sería la primera, la verdad.
Muchas veces, mientras estuvo casado, logro conquistar unos cuantos sujetos, pero su miedo a actuar le impidieron hacer algo al respecto, mas cuando descubrió lo placentero que era tener una esposa, una casa, y una familia que solo esperaba y quería lo mejor para ti.

- Te llevare, pero solo porque me das una lástima que no te la crees.

El taxi que logran conseguir le cobra mucho más de lo que espera, y el no tiene mucho dinero, así que acaba revisando los bolsillos de Steve y consiguiéndose con una cantidad espeluznante de dinero en ellos, en serio, ¿Qué pasaría con el si alguien le asaltaba todo ese dinero porque él lo había dejado tirado frente al museo? Mas le valía llevarlo perfectamente a casa, y luego achacarle lo del taxi.
Steve esta tan mareado que no es de extrañar que se duerma en él su hombro, sin intentar decir nada mas, solo rindiéndose al hecho de que ese rubio puede hacer lo que quiera con él.

En el hotel no hacen preguntas incomodas cuando Daniel arriba con su compañero colgando de su hombro, mas dormido que despierto, si hasta tiene que cargarlo cuando salen del ascensor en el piso siete que es donde se encuentra su habitación; Steve esta rendido y se cae cada dos pasos. El camino a la habitación es largo, y extenuante con el peso del de cabellos negros en sus brazos, da un paso a la vez, teniendo cuidado de no golpearle la cabeza contra el marco de la puerta cuando consigue abrirla.

Kohno no está aquí, la ha dejado en la fiesta, y solo lo recuerda porque hay dos camas en la habitación.

- Bien, dormirás en mi cama, pero solo porque soy un buen samaritano. - susurra, dejándolo caer como un peso muerto sobre las sabanas, tendido en una posición incómoda. - bastante para no mezclarme contigo. - susurra, moviendo sus extremidades hasta que le ve un poco mejor, aunque siga sudando y parezca morirse de fiebre. - Pagaras por esto… - derrotado, empieza por los zapatos el proceso de desvestirlo, y mentiría vilmente si dijera que no le gusta lo que ve bajo tantas piezas de ropa.

Piel tostada, brazos trabajados, si hasta tiene cuadros en el abdomen bien definidos, es hasta absurdo que los tenga para trabajar en museo, que acaso los que trabajan allí no son unos nerds aficionados a las cosas polvorientas y viejas. Confundido, comienza una batalla que es incapaz de ganar contra las formas y trazos de los tatuajes de Steve, que arropan su cuerpo como una sabana, fijándose en ese justo allí en el pezón. Ya pensar en lo infantil que está siendo no le ayuda, porque por primera vez tiene a un hombre desnudo para el, aunque este inconsciente.

No es justo, Picasso.

Rodando los ojos, piensa en las consecuencias, y sabe que podrían ser aun peores de lo que su mente le da a pensar, pero ya que, no hay vuelta atrás, ya ha estirado su mano y la ha posado sobre el tatuaje, sobre la piel cálida que le quema las yemas de los dedos. Ha sido como escuchar la mismísima Polka estallar bajo sus dedos, y él nunca ha sido un hombre aficionado a la música, pero si su vida tuviera un soundtrack, por más absurdo que suene decirlo, la Polka sonaría en estos momentos, su canción de triunfo, porque al fin ha perdido la virginidad en los dedos.

- Te estás volviendo loco, Danno. - se dice a si mismo, y con un estallido final de la música, se separa, cerrando de un portazo la puerta del baño tras él.



Duerme más que mal en el sofá.

Tiene una contractura en el cuello, y un dolor intenso en la baja espalda, no es nada agradable. Se despierta desorientado, tal y como le pasa siempre que no duerme y despierta en su cama, sintiéndose más que impotente al ser incapaz de reconocer el lugar a primera vista. No le queda mas opción que volver a cerrar los ojos y esperar, esperar a que recuerde que ¡oh si!, está en un hotel, con un extraño durmiendo en su cama.

Es aun peor cuando los recuerdos vuelven, es como un golpe de inspiración, solo que este duele. Sus ojos se abren para afrontar la bella bronceada que ha dejado en la cama, y allí esta, mas desnudo de lo que el mismo lo dejo, con la sabana enrollada en las piernas y boca abajo.

Es un ángel, piensa con diversión, poniéndose de pie para ir al lavabo a quitarse el cansancio de encima, y el malestar que le provoco dormir en un sitio tan incomodo. El agua esta fría y así es mejor, se da una ducha sin prestar atención a la manilla de agua caliente, y sale completamente fresco, pensando en que Kohno es quien tiene su mochila, y que seguramente aun la tiene, donde quiera que este, porque la cama sigue igual a como la dejo la noche anterior, y eso solo lo enfada.

- ¿Daniel?

Sus ojos se giran al hombre en la cama, que le ve con sorpresa, antes de verse a si mismo desnudo y luego a Daniel.

- ¿Tuvimos sexo? ¿Cuándo?

- No tuvimos sexo, cabrón. - Daniel gruñe, caminando hasta el sofá y tomando el teléfono para pedir el desayuno a la habitación, cosa que deberían darle a la de ya, porque el estomago le ruje por habérselo llenado de dulces mientras escuchaba a Catherine Rollins, la psicóloga de Steve, hablar y hablar. Cuando termina, observa que Steve se ha cubierto con la sabana hasta los hombros y le mira con atención. - no tuvimos sexo, te desmayaste y tuve que cargarte hasta aquí, eso es todo. - se levanta para irse a recostar en la cama de Kohno, que se joda, su espalda aun con la ducha le duele. - realmente no entiendo que sucedió anoche.

- Lamento lo de anoche. - le escucha decir cuando ha cerrado los ojos para dormir una siesta corta. - nunca había hecho esto antes… solo, usualmente Cath… Cath… - parece estar recordando algo, pero en realidad esta atando cabos, su mente trabajando a marchas forzadas, alejando la somnolencia de su cuerpo. - … Cath te dijo donde encontrarme. - sus ojos azules están fijos en la reacción de Daniel, que para su sorpresa es solo un encogimiento de hombros.

- ¿Y?

- Fuiste a buscarme, ¿Por qué? Huiste cuando intente hablar contigo. - resopla como un toro contra la almohada, aun arropado hasta el cuello. - no veo razón para la que fueras tras de mi…

- ¿Por qué me besaste en la presentación de Van Gogh?

- Estaba ebrio.

- Mentira. - Daniel odia las mentiras, se canso de que su vida fuera una, y no va a tolerar otra en ella. - no estabas ebrio, casi no bebiste alcohol, y puede que solo nuestros labios se hayan rozado, pero reconozco el olor de el licor tanto como el de la pasta dental, así…

- No ese tipo de ebriedad. Estaba ebrio de fascinación, con el arte, con tus palabras. Me deje llevar… - no sabía nada de eso hasta que tuvo que responder, fue como si una brillantez iluminara su mente, haciéndole ver lo que antes no había visto, lo que antes no había podido responderse, ahora lo sabia. Le había besado porque todo su ser se había dejado llevar simplemente por el placer de sentirse correspondido en algo.

- ¿Qué significa eso?

- No lo se… pero significa algo, ¿cierto?

El que toquen a la puerta en esos momentos le hace hervir la sangre, quiere seguir la conversación, pero antes debe correr a ponerse decente para poder abrir la puerta, y sin querer acaba poniéndose lo primero que ve. La ropa de Steve, que le queda muy grande para su gusto. Se asoma a la puerta y deja que el camarero entre, Steve finge estar dormido, y la presencia del chico moreno pasa desapercibida, puesto que se va tan rápido como entre y deja la comida.

- ¿Quieres? - pregunta una vez ha cerrado la puerta tras él, el tema de discusión está olvidado, el hambre ha ganado.

Se hizo mediodía más rápido de lo que ambos esperaban, y Kohno no regresaba, por lo que Daniel acabo poniéndose la misma ropa del día anterior, mientras hablaba con Steve, quien no había querido marcharse. Era extraño, el hombre no había salido mucho de la cama, seguía volviendo debajo de las sabanas luego de caminar un rato, ni siquiera le importo mucho haber perdido su celular, excusando el tema con la aclaración de que todos los números de teléfono que necesitaba los guardaba en su agenda.

Steve era una persona callada, y poco quiso explicar de la noche anterior, por lo que continuo contestando con evasivas hasta que tuvo que soltarlo todo frente a Daniel, confesándose como uno se confiesa con un cura, teniendo más miedo del que cualquiera tendría con ello. Miedo a ser juzgado.

Y Daniel se ríe, diciéndole que es lo más estúpido que ha escuchado, pero que podría llegar a ser peor, Steve no se explica cómo, pero le deja reírse, rodando los ojos cuando este sigue haciéndolo por largo rato, irrespetando completamente su persona. Al cabo de unos minutos se vuelve hasta gracioso para el, y por primera vez se burla de si mismo, de su aflicción.

- Nadie le tiene miedo a esas cosas, en serio. - Daniel le asegura, ahora esta sentado paralelo a el, ambos en la misma cama, es un poco pequeña para que estén cómodos, pero consiguen arreglárselas, mas porque Daniel pone la cabeza al lado de los pies de Steve, mientras que sus propios pies reposan en la almohada. - conocí una vez a una persona que le temía a los payasos con esa misma saña, pero no pensé que también se pudiera dar en objetos inanimados, pensé que era… un mito. - concluye, aun riendo suavemente, su pecho moviéndose de arriba abajo con las vibraciones de su risa, la cama siguiéndole el mismo ritmo, meciendo a Steve a un estado somnoliento.

- Es real… tan real como tu. - responde suavemente.

- ¿Por qué comenzó a gustarte el arte? - Daniel pregunta, con curiosidad. La pregunta le viene a la mente como un bombillo que se enciende de repente, las ganas de saber intensificándose con el tiempo que tarda Steve en responder, ya que parece que medita muy bien sus palabras antes de por fin decidirse a actuar.

- Nunca me había fascinado nada en la vida. - responde, sentándose en la cama, antes de ponerse de pie. Tiene tatuajes en su cuerpo, algo que no parece ir con su personalidad, pero que avivan la curiosidad en Williams. - estaba aburrido, eso decían mis padres cuando me decidí a tener algo en que poner mis frustraciones y liberarlas.
- ¿Pintaste?

- Nunca. - replico inmediatamente. - soy un obseso de la limpieza. - con sus palabras, comienza a recolectar su ropa del suelo, el malestar se ha ido con el desayuno, y ahora que Daniel ha empezado a indagar en su vida, ha recordado todas las cosas importantes que debe hacer antes de que se haga muy tarde. - compre una pintura por casualidad, me gaste mi salario de un año en un pequeño café, la compre por capricho, y resulto que el cuadro era verdadero.

- ¿De quien era?

- Van Gogh.



- Me fascina que sus primeros dibujos estén inspirados en los hombres y mujeres de Nuenen, son tan… rurales… y sin embargo, el logra que sean sofisticados. - Danny camina a su lado, mientras habla y habla sobre algo que a ambos les gusta, y hablar de arte es sin duda divertido con Steve, el sujeto sabe muchas cosas, y entre ellas, comparte su pasión por un pintor. Algo que Kohno tiene es que se cansa con facilidad, necesita estar siempre en movimiento, por lo que hacerle entender la falta de sentimentalismo de Vincent es imposible, más cuando la chica esta más interesada en verlo pintar y ver la televisión al mismo tiempo.

- Carece de emoción. - Steve responde, completando la oración de Daniel en voz alta. - ¿has logrado ver todos sus cuadros?

- Solo los expuestos en Nueva York, el resto solo los he visto a través de páginas de libros muy desgastados. En el instituto de arte de Newark no le prestan mucha atención, pero tienen un libro muy bueno del análisis de todos los cuadros de los girasoles, también tienen una muy buena critica a Picasso… aunque yo aun no pueda ver la belleza en su arte, supongo que eso me hace…

- Cada quien tiene diferentes métodos de juzgar, el ser humano común juzga por la belleza, el artista por los sentimientos que te provoque el arte. - eso ha sido un pensamiento realmente personal que se le ha escapado, nunca ha dado consejos a artistas, porque nunca se ha interesado en su progreso personal, ahora que lo piensa, su apoyo siempre se va a lo financiero, a cosas como “¿necesitas un crédito?”, “nosotros patrocinamos artistas nuevos”, “¿te falta dinero?”, nunca dice cosas que puedan ayudar a mejorar a un pintor, y es gracioso que lo note hasta ahora, mientras escucha a Daniel Williams cacarear palabras que se pierden en el aire, porque él está demasiado ocupado escuchando su propio corazón martillear en su caja torácica, amenazándole con salirse, lo que no sería estéticamente correcto si sucediera así.

Se pierde en el camino al museo, escuchándole hablar y al mismo tiempo no haciéndolo, regocijándose en el sonido de una voz que no es un ruido molesto en su cabeza que quiere apagar a toda costa. Puede jurar que dé a ratos escucha la voz de Cath riéndose de él, cantarina, totalmente divertida por verlo en esa situación que el consigue muy extraña, anormal.

- No entiendo.

- ¿El qué?

- Como es que hablas sin respirar y no me molesta.

Eso hace que Daniel cierre la boca de golpe, y baje la mirada al cemento que pisa. Puede que sus piernas a estas alturas estén protestando un poco, porque no han dejado de caminar en una hora entera, y si, ha estado haciendo la típica charla de “yo hablo, tu escuchas”, bastante cavernícola, pero hace mucho tiempo que nadie le da esas ganas de simplemente dejar que su boca se expanda con lo que sea que se le venga a la mente.

- Eres bastante complicado, hombre. Y dices las cosas mas extrañas… - le asegura a McGarret, riendo suave cuando este frunce el ceño y redirige su mirada hacia al frente. - pero, me disculpo si mi cháchara te aburrió, suelo hablar mucho cuando me emociono.

Son más de las dos de la tarde ya, el tiempo vuela cuando no se tiene noción del mismo. McGarret no es el tipo de persona que pierde de vista el reloj, el cuenta los minutos y segundos hasta su siguiente responsabilidad, hoy sin embargo, ha perdido seis visitas guiadas, y una reunión para valorar los hechos de la noche anterior, no piensa que hubiera tenido mucho que decir en esa reunión, debido a que se fue bastante temprano y no tuvo mucho tiempo de hablar con los autores que le habían asignado, pero igual, a su jefe le va a costar creerse la historia del ventilador; no será nada fácil, como con Daniel, que le creyó al instante, aunque se burlo de el hasta que el hecho le aburrió.

- …te pierdes con facilidad, muchas mas de lo que yo acostumbro a usar para escapar de las situaciones como esta, cuando alguien a quien… - Daniel sigue con su discurso, una vez mas inspirado por el silencio de Steve, permisivo y no grosero como se esperaría de alguien como el de cabellos negros.

- Daniel.

- Por favor, llámame Danny, o Danno, mi madre me llamaba Danno cuando era pequeño, decía que sonaba italiano. - se ríe una vez mas. - su familia era de allá, no que me interese, no eran mi tipo de gente.

- ¿tu tipo de gente?

- Si, ya sabes, clase alta, miradas sobre el hombro, esa clase de cosas. - Se encoge de hombros al ver la expresión confundida de Steve - ellos apuntaban muy alto con métodos nada bonitos, y a mi nunca me gusto la hipocresía, así que nunca me lleve bien con ellos…

- ¿Por eso volaste a Jersey?

- Soy de Jersey, solo que no de Newark. - oh, sin saberlo ha arruinado un poco su reputación con Steve, quien cierra herméticamente la boca con un golpe seco de sus dientes. Algo tenia que habérsele pegado de su familia, por mas que Cath le siga repitiendo que su obsesión con juzgar a la gente que vive en el campo es solo una tontería que saco de la gente con la que se codea, y que no es un pensamiento suyo.

Oh, necesita asistir a su siguiente cita con Cath pronto, antes de que la joda con Daniel, Danny, Danno, Williams. O peor, antes de que, sin saberlo, acabe con el corazón roto por imbécil.

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°reto: reversebabybangespañol, *pareja: steve mcgarret/daniel williams, +fandom: h50, =fics

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