(VENIMOS DE AQUÍ) 4
¿Y el tercer tipo?Pero, por más que no lo vi, sí pude oír el tremendo golpe, casi perder el equilibrio cuando vibró todo el lugar, escuchar más cosas cayéndose y quebrándose, sentir los impactos, y el dolor de una cortada en mi mejilla, por los vidrios quebrados y cayendo de lo que antes fuera el techo. Pero nada se comparaba con los gritos de dolor de la Oni y los gañidos lastimeros del perro de Fu.
-Sal… salgamos… -decía el PdT, y sentí sus frías y sudadas manos en mi cabeza, como si quisiera evitar que viera lo que él sí presenciaba.
Dimos la vuelta, bajamos del mueble y salimos del Círculo por fin. PdT cerró la puerta tras sí, y eso apagó mucho los lastimosos sonidos. Me tranquilicé un poco, aunque terminé de hacerlo, al menos lo más que podía dada la situación, cuando vi a mi madre correr hacia mí y me abrazó con mucha fuerza. El miedo se diluyó en un tan necesitado alivio, tanto que hasta los gemidos apagados dejaron de darme tanta pena.
-¡Oh, gracias al cielo! -exclamaba ella, llorosa-. ¿Están heridos? ¿Pero qué ha pasado? Mark, ¿qué hay adentro? -uno de sus brazos me soltó, y lo alargó al PdT. Sentí que él hizo un movimiento brusco para alejarlo y lo vi irse con rapidez, sin ver atrás ni decir nada. Pero mi madre pareció no darle importancia. Me soltó solo un instante, porque luego puso sus manos en mis hombros y me vio a la cara, preocupada-. ¡Estás sangrando! ¿Tienes otras heridas?
-No, nada. -dolía, pero prefería que arreglara ese embrollo, antes de que se preocupara por una cortada sin importancia-. Adentro, están una Oni y un perro de Fu. Creo que eso es lo que hacía con el caracol-coral, llamé al perro de Fu, pero se cayó y… Creo que sobre la Oni, no sé…
Le conté un resumen caótico, nervioso y atropellado de lo que había pasado. Ella me oía, pidiéndome que fuera más despacio, respirara profundo, explicara mejor algunas cosas y, en un momento, haciéndome picar dolorosamente la mejilla. Así logré tranquilizarme hasta dejar de temblar y recuperar la compostura. Fue cuando recordé, alarmado, e interrumpí el relato:
-¿Y Ben?
-No te preocupes, está en el recibidor. Está dormido y no despertará hasta dentro de unas horas. Está bien. Solo abrígalo, y luego llama a Lee.
Yo asentí, acostumbrado a seguir ciega y mudamente sus órdenes en ese tipo de situaciones. Me abrazó otra vez y, al soltarme, me dio una palmada en la espalda, invitándome a caminar. Pero no podía dejarla sola así como así.
-Son muy grandes, tal vez…
-Si veo que no puedo hacerme cargo, me salgo. Ahora, haz lo que te digo.
-Ten cuidado -le ordené. O imploré.
-Siempre.
Mi madre se dio la vuelta para abrir la puerta del Círculo. El gemido lastimero del perro de Fu no la hizo retroceder, pero sí me convenció de ir a por mi padre.
Ella no salió de ahí en horas.
-o-
Nada como ver a la luz del día el recibidor, para darme cuenta de lo extensa que había sido la herida de Ben cuando llegó solo unas horas antes. La sangre en la alfombra, el sillón y su camisa, que se movía con el viento que llegaba desde la ventana quebrada… Más, la lámpara, el techo destruido y varios ingredientes del Círculo… «¡Pero no es momento de hacer recuento de los daños!» me regañé, y fui a cerciorarme de que Ben solo estaba durmiendo.
A juzgar por sus ronquidos, así era. Estaba muy despatarrado en el sillón más cercano a la entrada. Aunque se le veía un poco de sangre en sus vendas, algo pálido e imposibilitado de estar despierto, yo me relajé porque parecía en buen estado, considerando la situación, claro.
Subí a mi habitación, bajé con mi edredón y teléfono celular en el bolsillo, cobijé lo mejor que pude a Ben, teniendo en cuenta su peso y mi consideración para con su herida. Al terminar, recordé que más tenía que hacer: llamar a Lee y orinar. Pero no tenía el número de él en mi teléfono celular. Oh no. Eso quería decir que debía entrar a la habitación de mi madre y, justo en ese tipo de mañanas, la sola idea de mirar hacia esa puerta me parecía repulsiva.
Tomé valor y entré, intentando hasta no oler nada.
Después de unos cuatro meses en su relación, esa noche había sido la primera del PdT en casa, y ella solía hacer de esas veladas una ocasión especial. «¡Y vaya que lo fue!» Pensé morbosamente divertido y evitando mirar a la cama.
Al inicio de la velada, PdT se las había visto con una romántica cena de dos convertida en una común para tres, porque yo llegué cuando se suponía que iba a dormir fuera de casa.
Lograron salvar la ocasión al salir del apartamento a dar un paseo y regresar cuando dormía, (insértese aquí «cierta actividad», para mi gusto inexistente al tratarse de mi madre), luego les tocó la puerta un herido Ben… Y todo terminó en una Oni aplastada por un perro de Fu en una habitación mágica a medio destruir.
Dejé de sonreír. Muy posiblemente, Mark no iba a regresar y mi madre se lo iba a pasar mal, no solo por él, también al lidiar con las repercusiones de todo lo que acababa de pasar y que había traído hasta aquí Ben.
Aunque no se puede culpar a mi padre por traernos problemas, porque solo intentaba no morir al buscar ayuda médica-mágica, en ese momento sí que lo hice.
Encontré el teléfono celular de mi madre en la mesita de noche. Salí de ahí y, apenas lo activé, vi que había un mensaje de, vaya coincidencia, Lee. «Reporte de status. Tenemos que hablar». Él siempre tan marcial y al punto.
Antes de llamar a Lee, toqué la puerta del Círculo y pregunté:
-¿Necesitas ayuda?
No que me muriera de ganas por tener que entrar ahí. De solo imaginar la situación, me parecía… No apta para menores. Pero, como ella era a la que acababan de destruir parte de su querido Círculo, tenía un ex que le traía solo problemas y un nuevo ex por ese problema traído, me parecía lo mínimo que podía decirle.
Al menos, todo estaba muy silencioso ahí dentro, y eso presagiaba buenas cosas.
-No. ¿Qué dice Lee? -respondió ella, atareada.
Ese también era un buen tono de voz. El que decía: «Puedo hacer que todo esté bien, pero solo si no me estorbas al trabajar».
-Creo que ya lo sabe. Dejó un mensaje: Reporte de estatus, tenemos que hablar.
-Hazme un poco de café antes de llamarle, por favor.
Me lo había imaginado. Mi madre usa el café como calmante. Al lado de la cocina como estaba, me di cuenta de que tenía hambre. Y sueño… Pero, antes que nada, fui a orinar.
-o-
Después de pasarle la taza con café a mi madre por una pequeña abertura, y sentándome a comer mi cereal, llamé a Lee y lo puse en altavoz deseando que fuera posible poder retrasar un poco más el mal trago.
Lee es un dragón de tierra y agente de la autoridad pertinente en nuestra gente, ilegal para el gobierno, que se hace cargo de todo lo extraño que sucede por aquí, siempre y cuando tenga que ver con gente sobrenatural agrediéndose entre sí o a los humanos.
Aunque es eficiente y confiable, hay mucha historia (que, como siempre, nadie me cuenta) entre Lee y mis padres, por lo que a veces se ponen las cosas un poco… Intensas, cuando están reunidos.
Yo insisto en que una prioridad de Lee, cuando tiene que hacerse cargo de un asunto que nos concierne, es descubrir si somos culpables de algo. Pero, tal vez a su pesar, normalmente termina simpatizando con nosotros y nuestros motivos, a veces hasta con los métodos. Eso no quita que sea muy transparente en su parecer de que mi familia atrae a los problemas, y que casi siempre termina siendo él el que limpia nuestro desastre.
-¿Qué sabes sobre el cuerpo del callejón al lado de tu edificio? ¿Y qué hacían un Oni y un perro de Fu escalándolo, Selena? -fue el no-Aló de Lee al teléfono. Él tiene una particular manera de hacer parecer malas palabras a los nombres.
-Buenos días para ti también, señor Lee. Le habla el hijo de Selena -dije yo y comí una gran cucharada de mi cereal favorito.
Pude oír que Lee estaba en movimiento y que habló con alguien más antes de contestarme:
-¿Y Selena? Ben está en medio de esto, ¿verdad?
-Ella está haciéndose cargo del perro de Fu y la Oni en el Círculo y sí, es cosa de Ben, pero él tampoco puede hablarle porque está dormido mágicamente -respondí, tragué y cogí otra cucharada.
No le quise preguntar sobre el cuerpo que había mencionado, ya lo sabría. Ese momento en que estaba solo comiendo cereal era lo suficientemente normal como para no querer arruinarlo.
-¿Necesitan algún tipo de refuerzos?
Yo lo pensé un instante y, como mi madre no me había dicho nada al respecto, bromeé:
-Depende, ¿tienes acceso a albañiles que trabajen gratuitamente? -me sonreí de solo imaginar su ceño fruncido.
-Si tienes tiempo para bromas tontas, entonces no es tan grave -respondió, con practicidad y hastío-. ¿Están en su casa?
-Sí.
-No salgan de ahí. Ya estoy llegando. -y colgó.
-Hasta luego también a ti.
Cuando Lee llegara, importándole muy poco nuestro sufrimiento y mucho su necesidad de respuestas, sería momento de tener paciencia mientras contestaba todas sus preguntas y esquivaba las indirectas de tener alguna culpabilidad en lo sucedido… Solo porque tenemos la mala suerte de siempre meternos en problemas.
Me serví más cereal y puse más agua y polvo de café en el coffemaker. Necesitaríamos toda la fuerza posible.
Miré hacia Ben, dormido en la sala tapizada por su sangre, y sentí lástima por él. No me hubiera gustado estar en su pellejo cuando despertara todo adolorido, Lee siendo lo primero que viera y Selena, a la cual debía pedir disculpas.
-o-
Lee llegó justo cuando maldecía el no ocurrírseme llamar a Jun o Lucas antes de que los hicieran dejar sus teléfonos celulares a las puertas del colegio… Y entre dos bocados de cereal.
Entró tan rápida, silenciosa y desprevenidamente que, al subir la vista de mi celular y su mensaje de «Sin señal», di un salto y una mala palabra al encontrármelo al otro lado del desayunador.
-La puerta estaba abierta y hay rastros de sangre, debíamos entrar. -Lee. Tan amable en persona como al teléfono.
-Buenos días, ¿café? La sangre de aquí, es de mi padre. -Aunque en el Círculo de seguro habría más…
-Ya veo. -Sus ojos rasgados me inspeccionaban de esa manera en que me hace sentir nervioso, por más que fuera muy inocente en todo lo sucedido-. ¿Selena? ¿Aún en el Círculo?
Detrás de Lee, habían dos de sus subordinados. Uno de ellos estaba revisando las vitales de Ben. Me cayó bien al instante Y, la otra, estaba tomándole fotos a la sangre en la sala de estar. Me cayó mal.
-Sí.
Fui a lavar el cuenco y cuchara, más para poder darle la espalda a Lee y su mirada culpabilizadora, que por ser ordenado.
Lee llamó a sus subalternos para darles órdenes. Una fue a la azotea a hacer magias de «Nada pasó ni pasa aquí», para que los humanos no recordaran a una Oni o a un enorme perro dorado con melena de león en la azotea de un edificio, ni sintieran ganas de acercarse al cuarto piso.
El otro fue enviado a ayudar a mi madre. Por eso, y sin sorprenderme, supe al instante que Lee se había dado la auto-orden de exprimirme respuestas. Creo que me cree el eslabón más débil, aunque también sea el que más le exaspera. Confiado en eso último y en que no tenía por qué ocultarle nada, me volví al oír su:
-Cuénteme todo lo que pasó…
-o-
Solo hay tres cosas dignas de mención sobre ese exhaustivo y muy hastiante interrogatorio en que logré contar todo sin sentir miedo, porque el mal humor de estar más de media hora hablando hasta del último detalle del tema era un buen incentivo.
-… Quiero ver el objeto al que usted llama caracol-coral.
Yo lo saqué del bolsillo y se lo enseñé, pero lo alejé de su mano cuando vi que quería cogerlo.
-Es posible que sea del cliente de Ben, no puedo…
-Estoy al tanto de ese caso -me interrumpió Lee, sin importarle no poder coger el caracol-coral-. Está bien, puede conservarlo.
Aunque me moría de ganas por conocer lo que él sabía del caso, no pude sacarle nada… Pero me sentí victorioso de que no me quitara el caracol-coral.
Lee también pareció muy sorprendido cuando le comuniqué lo último que sabía sobre el PdT.
-¿Y su madre lo dejó ir así, sin encargarse de él?
Por un momento, en que supe sin lugar a dudas que necesitaba dormir, temí que se refiriera a… Encargarse, encargarse. Pero Lee me bufó, al entender mi expresión correctamente.
-Ponerlo en trance para poder cambiarle la memoria o hacerlo creer que era una pesadilla -me explicó, en vez de decirme el «idiota» que su rostro gritaba.
Y, lo tercero digno de mención, pasó justo cuando creí que ya había terminado ese tormento.
Lee sacó su teléfono celular y, después de bregar con su «maldita pantalla de botoncitos», terminó pidiéndome ayuda para que encontrara las fotografías y, ya ahí, él solito buscó una y me la enseñó.
-¿Conoce a este hombre?
Era alguien de mandíbula cuadrada, y muerto.
-No, no lo conozco. ¿Quién es?
-Parte de una investigación activa.
No sé porqué insistí, siempre se cierra en banda.
-¿Qué le sucedió?
-Está muerto.
Pensé que ése debía ser el cuerpo del que había hablado antes por teléfono. Fruncí los ojos, hastiado.
-¿Y nos culpa de eso también?
-No, fue cosa de la Oni. -sin inmutarse siquiera por haberme respondido una pregunta, Lee se guardó el teléfono celular y se puso en pie-. Le doy las gracias por su colaboración, pero…
De alguna injusta manera terminé encerrado en mi habitación como agradecimiento por esa colaboración.
No supe hasta horas después, por mis padres, que el muerto era el tipo que se les perdió de vista cuando ella se hacía cargo de uno de ellos, y Ben estaba dentro del hueco para el ascensor.
¿Por qué estaba en el callejón y no arriba, tratando de matar a mis padres? Nunca lo supimos. Pero Selena tiene la idea, que pensó después de saber que el tipo era un perro de tierra, de que posiblemente bajó al suelo para intentar ayudar desde ahí a sus fugados-de-la-escena compinches.
Cuando pregunté de qué ayuda podría ser desde tan lejos, ella me contestó subiendo los hombros, como si en verdad hablara de un tema sin importancia.
-Como dicen que tenía muy alto nivel, bien pudo haber hecho un terremoto focalizado en el edificio para presionarnos, o incrementar la gravedad. Como a los otros no les haría efecto porque también eran tierra…
… Aún no me acostumbro de que ese tipo de nueva información para mí, siempre sea dicha como si fueran obvias.
(TERMINAMOS AQUÍ)