(VENIMOS DE AQUÍ) Epílogo
¿Y si llueve?
Como no tenía nada mejor qué hacer mientras estaba encerrado en mi cuarto y Lee se comportaba como amo y señor del edificio, y además porque estaba muy cansado, intenté dormir.
Aunque no dejaba de recordar a la Oni, sus grandes colmillos, la horrible herida de Ben y los gemidos de dolor del perro de Fu después de la caída desde el techo, al final sí pude conciliar el sueño.
-o-
Cuando desperté, era las 01:13 pm.
Me había perdido la hora de almuerzo y, por lo tanto, de poder llamar a mis amigos. Vi mi teléfono celular y tenía mensajes de texto y llamadas perdidas de Jun: «¿Qué te hiciste, estás bien?» y dos más por el estilo de su parte, junto a uno de Lucas: «¡Capeaste la masacre! Hubo prueba sorpresa».
Me rasqué los ojos, pensando que fue una muy buena dormida para no haberme despertado por el teléfono celular… Volvía a tener hambre.
Bajé las escaleras, deseando que Lee y sus sombras ya no estuvieran ahí, y así fue. Pero tampoco estaba mi padre en el sillón donde lo había dejado.
-¡Ben! ¡Mamá! -grité.
-¡Aquí! -respondieron los dos, desde dentro del Círculo.
Aliviado de que estuvieran en casa, caminé hacia su dirección pero, al recordar que ahí había sido aplastada una Oni por un perro de Fu, me detuve.
-¿Puedo entrar? -pregunté, nervioso.
-Sí -respondió mi madre-. Lee se llevó a la Oni, y ya está todo presentable. Además, me podrías ayudar con los cachorros de Fu.
Yo me quedé tan extrañado que tardé en abrir la puerta. Me sorprendí por un instante de que no hubiera un mueble trancándola; pero no tanto como de ver, dentro del Yin Yang, a una enorme perro de Fu, gorda, peluda y con melena de león sudada, oliendo a canino mojado, sangre y… Algo más.
Ella lamía a un cachorro del tamaño de un perro común, prácticamente calvo, ciego y dando gemiditos mientras no dejaba de temblar.
Mi madre estaba sentada a su lado, y mi padre a la par de Selena. Parecía que las dos féminas habían olvidado que debían estar enojadas con él, y lo dejaban estar en sus proximidades.
Frente a ellos estaba la que alguna vez fue mi colcha, oliendo a sangre y a ese algo nauseabundo. Mantenía calientes a tres de esos perritos. Eran más pequeños que el que estaba con su madre y, aunque gañían, lo hacían muy bajito.
Selena, a pesar de seguir vestida con el camisón que había llevado toda la mañana, llena de sangre y, para qué callarlo más, placenta de perro de Fu; tenía una sonrisa radiante.
-¿No son las cositas más lindas que has visto?
Yo pensé que lo serían, en algunas semanas.
-Sí, preciosos.
Me acerqué, acostumbrándome poco a poco al olor.
La perra empezó a gruñirme quedamente. Mi madre pareció preocupada, pero yo saqué el caracol-coral y lo usé. El perro de Fu hembra dejó de gruñir y movió su peluda cola por un momento.
-¿Por qué no me dijiste para qué servía esto? -le pregunté a Ben, sentándome de lado a él y admirando a los cachorros que no eran las cosas más lindas del mundo, pero sí las más tiernas-. O que la perra estaba embarazada.
Mi padre pareció confundido.
-¡Pero si yo lo dije! Por eso fue robada, un perro de Fu es valiosísimo; una hembra preñada, es un tesoro.
Selena, que imponía sus manos a dos cachorros a la vez, lo miró con enojo.
-Me lo dijiste a mí -le dijo ella, cortante. Dejó de sanar a los cachorros, y ellos cesaron de gimotear-. Y luego le das el silbato de jade, el mismo que buscaban los mercenarios, y sin darle explicación alguna de cómo usarlo o de para qué servía.
Ben iba a decir algo exculpatorio, pero mi madre le hizo un ademán con la mano, como diciendo que no iba a perder su tiempo con él. Se puso en pie. A la luz del día y al viento del techo destruido, se veía que estaba totalmente desaliñada, cansada y necesitada de comida y, sobre todo, baño. Desperezó su cuerpo con agilidad y luego decidió:
-Voy a bañarme, comer algo y ponerme en contacto con el colegio para disculpar tu ausencia… -terminó, dirigiéndose a mí.
Imaginé que la disculpa «ataque de Oni y destrucción de Círculo» era una de las menos oídas en la dirección.
-Duerme un poco también. Salvarme a mí, a una perra de Fu con un gran golpe en el costado, y a sus cachorros prematuros te debe tener en las últimas. Yo me hago cargo de todo -dijo mansamente mi padre.
Selena lo miró en silencio y con una expresión, como si él hubiera provocado… Todo lo que provocó. Pero luego se acercó a la perra de Fu, le tomó su gran cabeza entre los brazos, y le habló como si fuera un pequinés:
-¿Quién es mi pequeña Fa que trae bendiciones y felicidad a mi casa, quién, perrita preciosa? -No diré que los cambios bruscos de ánimos son algo de mujeres, pero de ésta sí que lo es.
La perra de Fu movió más la cola, levantó la cabeza de su cachorro y lamió todo el rostro de mi madre alegremente. Selena reía con los ojos cerrados… ¡Puaj! En serio que necesitaba un baño.
Justo después que ella salió, Ben me miró con rostro totalmente apenado y tomo fuerza para pedir:
-Lo siento, por todo.
Hice el mismo movimiento de mano que mi madre.
-Aunque estoy enojado contigo, sé que no tienes la culpa de querer vivir y venir a buscar ayuda médica. Dejémoslo así.
Él no lo hizo, más bien insistió con más ahínco.
-Te di el silbato porque, si llegaban a ti, solo tenías que dárselos o llamar a la perra para que te dejaran en paz. Fue para protegerte, jamás creí que te haría un blanco en sí, te lo juro.
Puse los ojos en blanco.
-Lo sé. No malgastes disculpas conmigo, es Selena la que ha perdido un PdT, algunos ingredientes y el techo del Círculo que, bien pensando, de eso me puede culpar a mí. -Y zanjé el tema encontrando otro-: ¿Qué son esas piedras con inscripciones que están en las pancitas de los cachorros?
Las mencionadas piedras verduscas y de formas geométricas, no se movían de sus sitios por más que los cachorrillos a veces cambiaran de posición.
-Los perros de Fu tienen una relación simbiótica con sus piedras de jade. Siempre las tienen cerca, aún en las entradas de los lugares que protegen. Son como su mejor aspirina, juguete y correa. El silbato que te di, está hecho de una piedra de un antiguo perro de Fu, cuyo dueño era un experto en la raza. Me lo prestaron en la escuela para esta misión.
-¿Y éstas? -pregunté, tocando la leve inscripción de la que estaba más cerca de mí.
-Salieron del vientre con los cachorritos, claro.
Alejé la mano. Lo reitero, información extraña dicha como si fuera obvia…
Estábamos hablando, o él hablando y yo oyendo, sobre los perros de Fu, cuando mi madre, aún sin bañarse, se asomó para comentar alegremente.
-Era Lee -no oí que llamaran, pero no dije nada al respecto-. Dieron con los otros dos tipos. Ya no hay de qué preocuparse. -y desapareció, por fin a bañarse.
-¿Y la Oni? -pregunté yo, como si aún hablara con ella.
-Fa se hizo cargo -contestó Ben.
Me dije que iba a darle unas buenas caricias por esa ayuda. Cuando estuviera limpia.
Distraídamente, miré hacia el lugar donde estuvo el reguero de sustancia. Una muesca grande y verdusca en el suelo de madera daba fe de su existencia. Luego miré alrededor. Aún habían algunos vidrios desperdigados, una estantería rota, varios frascos no estaban, como la maseta de una flor amarilla y…
-No te preocupes. -supo mi padre en lo que estaba pensando, mientras acariciaba a uno de los cachorros-. Ya contacté con el dueño de Fa, y ayudará con las reparaciones. Dado que la perra no debe alejarse del Yin Yang mientras se recupera, es preciso que tenga por lo menos un techo sobre su cabeza.
… Y hasta ese momento creí en que los perros de Fu, aún los que caen torpemente del techo; traen suerte, bendición y felicidad con ellos.
Fin