Fandom: Harry Potter
Pareja: Arthur/Molly
Advertencias: Fluff, y futuramente spoilers del séptimo libro.
Título: La Madrigera. Parte 3/5.
Palabras: 2618.
Notas: Gracias a
parvati_blossom mi eterna beta <3! Si no has leído la partes anteriores puedes encontrarlas aquí
uno y
dos. Comments son ♥.
Se hace escuchar una voz, un tal Lord algo y una selección de locos andan rondando las calles. Arthur está de los nervios y de los nervios me pone a mí. Madre está como loca. Vocifera que ella sabía yo no debía casarme, que no le importa que tendré a su nieto, que se lo llevará y se asegurará no le pase nada. ¡Cómo si yo fuera a dejarle! Gideon y Fabian han prometido pasar esta tarde para comentarme de las buenas nuevas, creo que están tan nerviosos como Arthur y le cuesta verme sola en casa. ¡Que esté de ocho meses no significa que sea inválida! Estoy segura que exageran, pero no voy a negarme a su compañía.
Preparar el té no resulta tan fácil, el monigote que tengo dentro me complica los movimientos y agradezco que exista la magia que me permite realizar muchas tareas desde la silla. La cocina está siempre limpia, porque me pone nerviosa que no lo esté. Supongo que debo de agradecerle a mi padre por habernos conseguido este lugar, la casa es pequeña, pero es un gran terreno y podremos ir ampliándola. Por ahora hay suficiente lugar para nosotros dos y el futuro bebé.
La puerta suena al justo momento en que vierto el té sobre las tazas. Me odiarán por ello, pero sacarles la cafeína de su circulación siempre ha sido un buen propósito. Camino rápidamente, una vez puedo levantarme de mi silla, hasta el recibidor, y les abro, dejándolos pasar.
Ambos se ven tan joviales como siempre y por alguna razón me sorprendo. Quizás los esperaba cansados, agobiados o algo similar. Pero sus rostros están pacíficos. Me plantan un beso en cada mejilla y sonrío divertida.
- Buenas tardes, Molly. - Gideon me guiña un ojo y se adentra a la cocina sin decir mucho más. Fabian, sin embargo, apoya directamente su cabeza sobre mi panza y escucha atentamente.
- Este muchacho no quiere salir. - explica calmadamente y besa mi panza con cariño. - Debe ser muy inteligente.
Trato de omitir la desazón en su voz, puesto que ya está sonriendo y tomándome del brazo me conduce hasta la cocina. No me han dado siquiera tiempo a responderles nada cuando ya están tirando el té y sirviendo café caliente en sus tazas.
- ¡Buena forma de rechazar lo que prepara su hermana! - río divertida y me siento junto a ellos. Hace varios días que no los veo en persona, mas es difícil notar si algo ha cambiado. Siempre están sonrientes, a pesar de sus preocupaciones. A veces me pregunto si no tendrán alguna novia escondida por allí, pero por alguna razón, la idea me parece ridícula.
- Molly, es por una buena causa. - Gideon sorbe el líquido negro con una sonrisa en los labios, saboreando cada segundo del mismo. No puedo más que mirarlo incrédula y tomar mi propia taza de té.
- No dirías lo mismo si fuera yo quien lo tomara.
- Al contrario, vaya si sería bueno para el bebé. - se burla Fabian, vaciando la taza de un saque, la manda con magia a fregarse. - Es raro que Arthur no esté aquí, últimamente es difícil verle separado de ti.
- No ha podido pedirse el día libre, y le he convencido que de todas formas no hacía falta. No nacerá hoy. - Estoy segura de eso, y aunque mi madre siempre dijo que no hay que confiarse de los insititos de madre, nada me sacará de esta creencia.
Gideon toma lentamente su bebida, es definitivamente el que está más concentrado de los dos y esto me causa curiosidad. Observa para todos lados, como buscando algo sin encontrarlo. Está atento, cuidadoso.
- No hay nadie en la casa, Gideon. Sé suficiente como para saber si un intruso se cuela dentro. - sonríe sorprendido. Creo ha olvidado lo que es vivir conmigo, así que le devuelvo la sonrisa.
- Sé que lo sabes. Pero no deja de ser peligroso.
- Son un trío de locas paranoicas. - exclamó finalmente. ¡Es que con ellos no se puede!
- Quizás. - murmura Gideon con ternura, y vuelve a posar sus labios sobre la taza abstraído.
- Nos hemos unido a la Orden. - Fabian me mira con delicadeza, como si esperara fuera a poner el grito en el cielo, pero no comprendo sus palabras, por lo cual, me limito a mirarlo con cautela. - Ya entenderás… - parece reacio a explicarme lo que no entiendo, y algo me impulsa a callarme y no decir nada.
La puerta de calle se abre y ambos hermanos se levantan alertas, de la nada llevan sus varitas en su mano y apuntan hacia la puerta de la cocina. Los miro con los ojos en blanco, y le abro la puerta a Arthur para que pueda entrar. Mira a mis hermanos con sorpresa y luego posa sus ojos en mí. Alivio recorre su mirada y comprendo que los sonidos y las voces lo han asustado. Sus manos se apoyan en mi rostro, sin inhibirse por la presencia de sus cuñados y besa suavemente mis labios, para luego besar mi vientre como Fabian lo hizo unos minutos antes.
- Buenas tardes, Fabian, Gideon - saluda cortésmente, mientras apoya su capa sobre una de las sillas y se aleja a servirse un poco de té. Jamás me llevará la contra. No mientras el bebé no nazca al menos.
- Buenas tardes, Arthur. - saludan ambos a unísono. Tanto que me causa gracia y tengo a tres pares de ojos observándome cuando me río. Los tres me ignoran luego de un momento y vuelvo a sentarme a la mesa, a un lado de Arthur y tomando su mano entre la mía. Me sonríe y por un momento estoy tentada a olvidar mis hermanos se encuentran aquí.
- ¿Qué tal tu día? - cuestiono con curiosidad. Sus ojos lucen cansados y apostaría que dormir un poco no le haría mal.
- Muy lento, debo admitir. Me han tenido corriendo de un lado a otro. - su sonrisa se ensancha levemente y vuelve a besarme. Me sonrojo, no puedo evitarlo y me siento una tonta chiquilla. A veces me cuesta acordarme que quizás aún lo soy. Lo somos. Me parece tan natural vivir como vivimos.
- Nada de locuras por allí, me imagino. - consulta Gideon. Comienzo a notar las líneas de cansancio o la seriedad de su voz, pero sigue sonriendo y siendo el Gideon que siempre he conocido.
- Nada fuera de lo normal. - Arthur parece no querer hablar del tema, pero como siempre se refiere a ellos de manera cortés y amable. Aprieto su mano recordándole que estoy allí.
- ¿Para cuándo apuestas nacerá? - Fabian salta emocionado en su silla, cortando levemente el tenso ambiente que se había generado y lo miro con ojos como platos.
- ¡FABIAN!
- Le he apostado cinco galeones que no tardará más de dos días, - afirmó Gideon sorprendiéndome.
- ¡GIDEON! - exclamo indignada. ¡Vaya par de hermanos!
- Una semana… - Arthur sonríe tímidamente y acaricia mi mano con cautela cuando volteo a verlo.
- Claro, a él no lo regañas. - bromea Fabian.
Para cuando los tres quieren acordar, me he levantado, no sin bastante dificultad y ya estoy camino hacia la habitación. ¡Odio las escaleras! Son lentas, difíciles de subir y extremadamente empinadas. ¡Las odio! Aún más cuando Arthur me alcanza de un sopetón rodándome con sus brazos y besando mi cuello.
- Vamos, Molly, esa no es forma de despedirte de tus hermanos. - puedo divisar la sonrisa en sus labios a pesar de no verle. He cerrado los ojos mientras recorre mi cuello a pequeños besos. - Vamos.
Su mano está en la mía y me ayuda a bajar las escaleras con cuidado. Si mi madre había pensado las escaleras me detendrían de tener niños, pues mucho se había equivocado. En la cocina nos esperan los dos sentados y tranquilos, sus ojos revolviéndose en un pedido de perdón, pero sus labios curvándose en complicidad.
- ¿Cómo se llamará? - Gideon finalmente coloca una mano sobre mi vientre cuando me siento y sonrío alegre. Es la primera vez que realiza ese gesto.
- Bill. - responde con simpleza Arthur, una sonrisa dibujada en sus labios.
- ¿Y si llegara a ser nena? - Fabian luce emocionado ante la idea.
- Lo dudo mucho, hace décadas no hay una mujer entre los Weasleys. - Arthur le guiña un ojo, al tiempo que Gideon separa su mano.
- Pues, yo quiero ver cómo se las van a arreglar con los padrinos.
Lo observo divertida, sabiendo que ha dado en el clavo de nuestros dilemas. Madre insiste serán dos, pero yo sé que no lo es. Aunque aquello solucionaría este pequeño problema.
- Es muy fácil, - les guiño un ojo divertida.
- ¿Si? Pues…
- Fácil, pero nadie dijo se los fuera a contar. - me recuesto sobre Arthur levemente y éste pasa un brazo sobre mis hombros. La cocina se ha vuelto a llenar de alegría, y en mi vientre solo patea el señor ansiedad.
*^*
- ¡Billy! - El pequeño se detiene a mi llamado y me mira con su carita angelical. Esconde tras sus manos, puesto que no pasa desapercibido, un ligero paquete navideño. Sus ojos me miran suplicando que no le haya descubierto, pero enseguida corre de vuelta al árbol y lo apoya sobre el suelo.
Estas Navidades han sido más difíciles que las anteriores. Los pequeños se vuelven cada vez más complicados y el trabajo de Arthur cada vez nos da menos ingresos. El árbol sigue siendo el mismo desde que nos casamos, pero los paquetitos con los regalos de Bill y Charlie lo complementan bastante.
- Lo siento. - vuelve a mirarme angelicalmente y corre escaleras arriba llamando a Charlie. Sé que está ansioso, pero hemos prometido esperar por su padre. No puedo dejar de maldecir al ministerio por llamar a Arthur a trabajar en semejante día. Espero ciertamente que Fabian y Gideon puedan darse una vuelta, los pequeños los esperan con más ansiedad de la que deberían.
Vuelvo a la cocina y termino de preparar la cena, normalmente festejaríamos al mediodía, pero me niego a no tener a Arthur con nosotros. Bastante ha sido que mis padres se negaran a venir. La mesa ya está armada y solo falta Arthur aparezca por la chimenea. Me doy media vuelta cuando siento un tirón sobre mi falda.
Charlie me observa con profundos ojos celestes. Sus cabellos están todos revoloteados y su ropa toda salida. No me sorprende. Uno apostaría a cuál es el más vivaron de los dos niños que tenemos, pero yo apostaría por el más pequeño.
- ¿Qué pasa, Charlie? - me agacho a su lado, y se cuelga en mis brazos sin pronunciar palabra. Aquello me sorprende, pero me dejo abrazar por sus manitas pequeñas. Esconde su rostro entre mi cuerpo. - ¿Estás bien, cariño?
Lo separo levemente y beso su frente temiendo esté enfermo, pero no encuentro nada sospechoso en su temperatura. Juego con los rulos de sus cabellos mientras sonrío, y él vuelve a salir corriendo desde mis brazos hacia el estar.
Instantáneamente lo sigo, Billy nuevamente esconde un paquete tras sus brazos y no puedo más que sonreír por la visión. Me acerco despacito, Charlie está a mi lado. Sus ojos brillan expectantes. Sé que quieren que les de permiso, pero por más pequeños que sean, deberán esperar.
- ¡Lo siento! - la voz de Billy es casi un chillido de su ansiedad mientras suelta el paquete y se sitúa tras de Charlie. Me resulta cómico que sea el mayor, con sus cinco añitos quien se ponga tras el pequeño Charlie a esconderse.
- Esperaremos por papá, ¿verdad? - Charlie asiente sereno y Billy responde de igual forma atrás. Ambos ojos me miran pícaros, así que tomo asiento en uno de los sillones, y les hago señas para que se sienten conmigo.
Pero antes de que puedan acatar mi llamado, se siente un golpeteo desde el otro lado de la puerta y el grito de Gideon de “Feliz Navidad” haciendo que los pequeños miren la entrada desesperados. Vuelvo a levantarme sabiendo que hace años que perdí mi tiempo para sentarme tranquila, y me acerco a la puerta.
- ¿Gideon? - cuestiono. Últimamente estoy más nerviosa que nunca. Por lo cual, me permito flanquear un poco y admitir que el ambiente mágico me disturba.
- No, Fabian. - ríe. Soltadamente y abro la puerta para observar a mis hermanos. Lucen elegantes bajo sus capas negras y llevan el cabello mojado. Supongo acaban de pasar por su casa luego de una larga jornada. Algo que las ojeras bajo sus ojos me confirman.
- Hola, hermanita. - sonríe Gideon, pasando tras de Fabian, quien en un segundo ya está tirado en el suelo con Bill y Charlie encima de él. Gideon da un paso dentro de la casa y luego de cerrar la puerta me saluda con un delicado beso y un abrazo protector.
- ¿Qué tal la Orden? - pregunto. Fabian se ha quedado con los pequeños y he arrastrado al mayor hasta la cocina donde le he servido una caliente taza de café.
- Algo enloquecida, las fiestas son un punto débil. - explica mientras sorbe la infusión con calma. Asiento y me siento a su lado. - ¿Arthur?
- En el ministerio. - mi voz suena más calmada de lo que quizás estoy, pero Gideon me conoce lo suficiente como para lanzarme una mirada significativa. - Las cosas están… lentas.
- Seguro lo tienen revoloteando y encima pagándole menos de lo que merece, ¿me equivoco? - Mis ojos bastan para responder sus dudas. - Hay un par de regalos más para agregar bajo el árbol, Molly. Fabian se encargará de ello.
- Son inteligentes los pequeños. - Odiaría se enteraran que…
- Fabian es uno de ellos, sabrá hacerlo bien. - Me guiña un ojo y me estruja entre sus brazos antes de que pueda darme cuenta.
La estufa se enciende y Arthur sale pitando de ella. Sacude sus ropas antes de notar nuestra presencia y nos dirige una sonrisa cansada.
- Gideon. - Estrecha su mano. - Feliz Navidad.
- Feliz Navidad, Arthur.
El susodicho se acerca hasta mí, se inclina y besa mis labios suavemente, como siempre hace cuando vuelve a casa. Cierra los ojos y puedo notar su cansancio. Sé que además está preocupado. Es un peligro andar por las calles, es un peligro muchas cosas. Observo a Gideon, mientras Arthur va a saludar a los pequeños. Ellos saben del peligro, ellos lo viven día a día. Gideon toma mi mano y me guía hasta el estar con una sonrisa en los labios y deseándome con dulzura feliz navidad.
Por un momento creo bromea, pero cuando observo la escena frente a mí solo puedo sonreír. Charlie se ha colgado de los brazos flojos de su padre y sonríe como si nunca lo hubiera hecho antes. Billy está dando saltitos por toda la habitación.
- ¡Mami! - se para delante mío, su rostro angelical devela esa clásica picardía que me recuerda a Fabian. Levanto la vista para observar a mi hermano, está sentado en el sofá y me mira igual que el pequeño, como si su rostro guardara un secreto cómplice. Secreto del que sé soy participe. - ¿Podemos? ¿Podemos?
- Claro. Ahora pueden. - sonrío mientras Billy corre en dirección al árbol y Charlie se baja con igual entusiasmo de su padre.
Me acerco a Arthur y lo rodeo con mis manos mientras observo a los pequeños. Arthur tiene esa sonrisa feliz dibujada en su rostro. Fabian y Gideon ya andan ayudando a sus ahijados con los regalos, y algunos objetos mágicos comienzan a volar a nuestro alrededor. Fuera está oscuro, pero las luces aquí dentro me fascinan.
- Te amo. - un susurro, pero lo suficiente alto como para que Arthur, y solo Arthur, me escuche.