Fandom: Harry Potter
Pareja: Arthur/Molly
Advertencias: Fluff, y futuramente spoilers del séptimo libro.
Título: La Madrigera. Parte 2/5.
Palabras: 1725.
Notas: Gracias a
parvati_blossom mi eterna beta <3! Si no has leído la parte uno, puedes encontrarla
aquí. Comments son ♥.
- ¡Gideon! - Salgo corriendo tras el muchacho. ¡A veces pueden ser tan niños! Oh, vamos… tienen que tener algo de madurez en sus cerebros. ¿O no?
- Molly, Molly, Molly… ¿qué puedes tener aquí?
- Nada de tu interés seguro. - contesto secamente sacando mi varita y apuntándole. - Devuélvelo.
- Seguro que es algo que el pobre de Arthur le ha mandado. - ríe Fabian apareciendo desde atrás de la casa.
- Molestias. - ¡Par de hermanos debía tener yo! - El paquete. Ahora.
Gideon arroja el paquete a mis manos inmediatamente, mientras yo lo tomo en el aire y sonrío satisfecha. Fabian hace una mueca de descontento y sus ojos brillan traviesos. Sé que eso no puede ser un buen augurio y opto por no darle la espalda.
- Vamos, Mol, dinos qué te ha mandado. A tus hermanitos... - sus ojos se ponen melosos, y comienza a correrme. ¡Desgraciado! Me niego. No quiero que sepan. No aún, no deben. Ni madre lo sabe. Mucho menos padre. Quiero decírselo de otra forma. Mataré a Arthur, de eso estoy segura.
- ¡MOLLY! - me detengo al llamado y Fabian y Gideon caen sobre mí. - Oh, chicos, vamos, déjenla respirar.
Ambos se levantan de encima de mí y oculto rápidamente la caja. Faltaba mamá también comenzara a cuestionar el contenido de la misma. Sus ojos nos miran con reproche, pero se calman cuando me observan.
- Arthur está en la chimenea.
No ha terminado que ya estoy camino al comedor y de rodillas al suelo, obviando las risas de Fabian y Gideon tras mío. Arthur les saluda cortésmente.
- Lo has recibido. - Asiento ansiosamente. Todos en casa me observan ansiosos, madre obviamente no entiende mucho. Mejor así.
- ¿Mañana?
- Paso por ti a las tres.
Sonrío y él me devuelve la sonrisa. Me muestra un enchufe desde el otro lado y río. Madre ya está a mi lado antes de que pueda darme cuenta que Arthur ha desaparecido.
- ¿Qué te ha enviado?
- Nada, mamá. - Mi rostro me delata, toma la caja entre sus manos y la abre. El bochorno de mi rostro se oculta tras las lágrimas decepción. Antes de siquiera poder ver el presente ya estoy encerrada en mi cuarto y los gritos de mi madre tras el otro lado de la puerta resultan dagas.
- ¡Ni se te ocurra, Molly! ¿Me has escuchado? Esto ha llegado demasiado lejos… ¡eres muy pequeña aún!
- ¡Ya soy grande, mamá! - me tapo hasta las orejas con las sábanas de mi cuarto. Sabía que reaccionaría así. Lo sabía. No me importaba escuchar de que era muy peligroso, que cosas extrañas estaban pasando. ¡Que era un Weasley! ¡Por dios, Fabian y Gideon lo aprobaban de corazón! Madre es una paranoica. Arthur es un pan de dios y tengo muy claro mi decisión.
No hace falta mucho para aparecerme en el cuarto de Fabian y Gideon. Ambos me observan curiosos desde sus camas. Están sentados a lo indio y tienen varios papeles a su alrededor. Uno se pregunta qué hacen aún viviendo en casa. Supongo en cierta forma cuidan de mí.
- Demoraste demasiado. - Gideon se levanta, me agarra de los hombros y me lleva hasta la cama, sentándome entre los dos.
- Quería asegurarme que mamá no se enteraría.
- Lo sabemos. - me sonríen. - Está todo preparado.
Quiero empezar a dar saltitos. Me contengo y los beso a cada uno en las mejillas. Cuando quiero darme cuenta los tengo a ambos encima de mí, riendo y haciéndome cosquillas como cuando era pequeña.
- ¿Por qué…?
- Nosotros te lo dimos en bandeja. No vamos a quitártelo. Además… - Gideon me guiñe un ojo y yo me sonrojo notablemente. - Nadie podrá cuidarte más que él.
- ¿Pero no les preocupan las desapariciones?
- Para nada. - los observo curiosa. Hay algo en sus miradas que no comprendo. - Arthur no dejará que nada te pase. - No, definitivamente hay algo que no entiendo, pero opto por no mirarles y asentir. Después de todo, me ayudarán.
Sin darme cuenta, me tienen dando vueltas en menos de cinco segundos. Aprontando ropa, mis cosas, todo lo que desee llevarme. Me siento un poco insegura sin poder avisarle a Arthur, pero sé que estará de acuerdo llegado el momento y sus padres nos aceptarán de buena forma mientras buscamos una casa. Sí. Tengo que convencerme que todo irá bien.
No sé cómo ni de qué forma, pero pronto tengo el paquete que Arthur me envió en mis manos. Tiemblo y mis hermanos me miran nerviosos. No es miedo, es ansiedad, es emoción. Es saber que tengo el vestido de la madre de Arthur en mis manos, porque es la tradición. Me obligan a abrirlo y muero de la felicidad cuando Fabian lo pone en mis manos con delicadeza. Es algo antiguo, pero muy bonito. Arthur jura nunca haberle puesto un ojo encima, pero si lo hubiera hecho, no me importaría, es el pedazo de tela más delicado que nunca vi en mi vida. Alice…
- Alice… - mi voz es un susurro. ¡Cómo voy a casarme sin que Alice lo sepa! ¡Sin que ella…!
- Lo entenderá. Nosotros lo hacemos. - Gideon me sonríe y me ayuda a guardar el vestido nuevamente en su caja.
Les sonrío y los abrazo a ambos. Si hay algo que extrañaré de este hogar es a ellos. Mi par de locos hermanos. Supongo jamás entenderán cuán agradecida les estaré por lo que están haciendo. Oh, bueno… quizás sí. De alguna forma me llevaban hasta los límites del hogar y en un remolino de lágrimas y adioses desaparezco para reunirme con Arthur. Esta vez, para siempre.
*^*
Es como el primer día de Hogwarts. Esa emoción de comenzar algo nuevo, distante, desconocido, y al mismo tiempo, tan anhelado. Supongo he saltado toda la tarde, aunque claro que he tratado de comportarme, sobre todo por respeto a la ceremonia, al vestido y a Arthur. Aunque supongo a éste último debe de haberle agradado. Lo primero que hemos hecho ha sido contarles a Alice y Frank. Creo casi le da algo cuando les hemos mostrado los anillos o cuando me han visto toda arreglada. ¡Cómo me hubiese gustado tenerlos con nosotros! Pero todo fue tan rápido.
Llegar a casa de Arthur fue un segundo, meterme en su habitación, de las más extrañas que he visto en mi vida debo admitir, otro más. Nunca creí sería todo tan sencillo y cuando me quise acordar, ya estábamos casados, sentados en una habitación del Caldero Chorreante con Alice gritando de la emoción. Por un momento creí era ella quien se había casado y no yo. Arthur no tardó en despedirse y ya me llevaba a rastras por todo el Londres Muggle. Nunca había manifestado interés en la ciudad, pero debo admitir, fue una de las vistas más bonitas que he tenido, sobre todo porque siquiera teníamos presupuesto para tomar transporte. Mis pies aún duelen, pero quizás lo hace más mi rostro de sonreír.
Arthur ha sido un pan de dios, y no sé cómo no ha llamado a su familia aún. ¡Era tan importante para él este momento! ¡Lo era para su madre! Por unos momentos creo que no voy a poder volver a mirarle a la cara. Aún llevo su vestido puesto (ni que dudar que los muggles nos miraran raro). No debí aceptar ponérmelo, pero tampoco podía casarme de túnica vieja.
La habitación es la más barata que existe en el Caldero, por ende, no tenemos ni ventanas, ni estufa, y con suerte tenemos un par de sábanas limpias. Sé que Arthur se ha gastado sus ahorros y yo no me he traído más de lo que Fabian y Gideon me han regalado. ¡Vaya uno a saber cómo sobreviviremos! Debemos de estar locos.
- ¿Qué piensas, Molly? - siento sus brazos en mi cintura y sonrío. No puedo evitarlo, pero la torpeza tan característica de su agarre, o como su nariz choca contra mi cuello cuando intenta besarme me produce sinceras rachas de felicidad. Es Arthur. Mi Arthur. De quien pensé avergonzarme alguna vez, con quien he escapado este día.
- En nosotros. - ¿Cómo explicarle el lío que es mi mente? Sonrío algo abochornada mientras caigo en la realización de que es nuestra noche de bodas. ¡Nunca pensé en ello! Todo fue tan rápido…
- ¿Y sobre qué de nosotros, Mollywobbles? - Me sonrojo ante al apodo, la primera vez que lo oí pronunciarlo cuando paseábamos bajo la luna en los terrenos de Hogwarts casi me da un ataque. Ahora solo sobrepasa mis límites de vergüenza.
- De todo un poco. - sonrío dándome media vuelta, atrapada entre sus brazos. Sus ojos me miran en silencio, divertidos y contrariados. Estamos a solo centímetros del otro y mi corazón parece querer salirse de mi cuerpo. No recuerdo haberme sentido así desde nuestro primer beso.
Una de sus manos se suelta de mi espalda y acaricia mi rostro. Siento el fulgor de la sangre corriendo a mis mejillas y lo observo con cariño. A veces me cuesta creer que sea tímido o torpe como lo es frente a la mayoría de la gente. Allí, frente a mí, parece tan en control de una situación que yo ni siquiera me atrevo a pensar. Apoya su frente contra la mía y siento su respiración sobre la mía. Huele a menta y goma, y sonrío divertida. Algo en sus ojos brilla contrariado, pero antes de que pueda hacer nada, mis labios ya rozan los suyos.
Mi respiración escapa de mí. Me siento tan cómoda entre sus brazos, bajo el trazado de sus labios, con las caricias de su piel. Llevábamos unos cuantos años juntos, pero mucho tiempo lo habíamos pasado separados. Supongo que de todas formas nunca había dudado de lo que sentía, pero estar aquí, sabiendo el comienzo y el fin, sin dudarlo, con el anillo en mi mano, es la súbita realización de que mi vida había comenzado nuevamente.
Abro los ojos separándome levemente de Arthur y me doy cuenta que estamos ya apoyados sobre la cama. Sus ojos me miran con un cariño único y solo puedo sonreír.
- La amo, Sra Weasley. - murmura en mi oído, provocando escalofríos en mi cuerpo. Busco sus labios con anhelo, sintiéndome más feliz que nunca. Sé que luego de esta noche nada será lo mismo, y sin embargo, no puedo esperar para que así sea.