EXO; Chanyeol/Baekhyun [Kill Me, Kiss Me, [Primer Intento] (Mafia!Au)]

Dec 15, 2015 19:00

Título: Kill Me, Kiss Me, [Primer Intento]
AU: Crack Mafia!AU
Fandom: EXO
Pairing: Chanyeol/Baekhyun
Rating: PG
Palabras: 3.813
Summary: Chanyeol siempre ha pensado que las bandas de crimen organizado deberían parase a hablar antes de empezar a pegar tiros. También puede o no puede que se haya hecho amigo del conserje. Baekhyun ha encontrado nuevas aficiones, ahora que tiene que quedarse en casa.
Advertencias: Intento de humor fallido.
Notas: Al parecer esta cosa se ha convertido en mi nueva fuente de diversión en los días en los que no tengo mucho que hacer en el trabajo. Segunda parte de todo sea por la familia. Tendrá en total 4-5 partes, dependiendo de si os gusta o no huhu.


[Anterior: Todo sea por la Familia]

Kill me, Kiss me

Primer intento

Chanyeol, simplemente, no era bueno amenazando.

Aquella era la raíz del asunto, ¿no? El problema inicial que había llevado a otro, y a otro más, y que había crecido y crecido hasta llegar al punto en el que, digamos, la Interpol seguía pescando fusiles en el mar en torno a Hong Kong y él, para arreglarlo, había tenido que terminar casándose con un psicópata.

Pero, ¿qué iba a hacer él, si era así? Su padre no lo entendía; nadie en su familia lo entendía: hacerse amigo de la gente para conseguir buenos tratos era pan comido. Amenazar a sus rivales de muerte, con intención de cumplir con lo que estaba diciendo… bueno, aquello ya era otro asunto. Y el mundo del alto crimen organizado, para bien y para mal, no dejaba de ser un pañuelo. Los hijos de las grandes familias se conocían los unos a los otros.

Lo cual quería decir que Chanyeol tenía fama de blando. De buena persona. De...

-De calzonazos.

Chanyeol había estado aflojándose la corbata en el coche. Su padre siempre había afirmado que, incluso cuando alguno de sus negocios salía mal, los miembros de su familia debían mantener la cabeza alta y el orgullo intacto. El joven suponía que su progenitor ya había perdido la esperanza en él hacía mucho, así que ni siquiera se tomó la molestia de esconder su mohín antes de mirar a Jongdae, que tenía las manos sujetas al volante y los ojos clavados en la carretera.

-No soy un calzonazos -protestó.

-¿Y entonces me quieres decir qué eres?

-Un alma sensible. Demasiado pura para este mundo.

-Dile eso a los traficantes de armas que han intentado tirotearte esta noche, Yeol. De verdad, tienes que hacértelo mirar.

Estaba claro que Jongdae pensaba - como todo el mundo pensaría - que lo que había pasado era culpa suya. Cuando, por supuesto, no era así. Chanyeol nunca había tenido muy claro por qué era necesario depender tanto de las armas de fuego para resolver los conflictos entre familias cuando las cosas podían, en la mayoría de casos, arreglarse hablando. Era lo que había tratado de explicarle a Jongdae cuando los dos habían partido a “ajustar cuentas a los enemigos de los Park” aquella noche. Su amigo había puesto los ojos en blanco. “Van a volarte la cabeza,” le había dicho. Chanyeol había replicado que estaba equivocado. Había estado seguro de que Jongdae iba a confundirse.

Y había tenido razón. Más o menos. Cuando Chanyeol había entrado en el hangar en el que se había citado con los traficantes de armas, pidiéndoles hablar con su mejor sonrisa, éstos no habían intentado dispararle a la cabeza.

Probablemente, porque habían pensado que apuntarle al pecho era más seguro si querían matarlo sin que se escapase.

-Te juro que no lo entiendo -gruñó-. Les había llevado hasta vino. Para limar asperezas.

-Qué lástima que no hayan sabido apreciarlo.

-De verdad. ¿Qué necesidad hay de tanta violencia?

-No lo sé, Chanyeol. Pero ahora en serio -las luces de un complejo residencial conocido estaban haciéndose más y más grandes más allá de la luna frontal de su coche, y Jongdae se permitió apartar los ojos de la carretera un momento para mirarlo-. ¿Nunca te has planteado decirle a tu padre que dejas el crimen organizado y montar, no sé, una floristería? Podrías satisfacer los impulsos de tu alma criminal vendiéndoles rosas a las señoras muy por encima del precio de mercado, y no tendrías que amenazar de muerte a nadie.

La idea habría sonado incluso tentadora. De no ser, claro, por el diminuto inconveniente de que al capo de los Park probablemente no le gustaría demasiado que su hijo se dedicase a jugar a los arreglos florales.

-Mi padre me mataría si dejara el negocio familiar.

-Bueno, Yeol, siento decírtelo así, teniendo en cuenta que eres el criminal menos violento que he tenido la desgracia de conocer, pero todo el mundo quiere matarte. Salvo yo. La mayoría del tiempo.

-Eso me hace sentir mucho mejor, gracias.

-Piensa en que al menos se acuerdan de ti.

Chanyeol se mordió el labio, negándose a decir más durante el resto del trayecto. No es que estuviera enfadado con Jongdae (después de todo, uno no podía enfadarse con la única persona en su entorno cercano que no quería hundirle un puñal entre las costillas a corto plazo), pero en ocasiones echaba de menos que su amigo tuviera un poco más de tacto. O que resultara de más ayuda.

Se suponía que su familia había contratado a Jongdae como empleado externo porque, además de irritante, se suponía que era listo. Y Chanyeol era perfectamente capaz de darse cuenta de que su vida estaba patas arriba, muchas gracias. De lo que no tenía ni idea era de cómo solucionar aquel asunto.

-Bueno, hombretón -la voz de Jongdae, demasiado alegre como para pertenecer a alguien que había estado a punto de morir en un tiroteo menos de una hora atrás, fue la que lo devolvió de nuevo al mundo real-. Ya estamos de vuelta en tu flamante nueva casa.

Ah, sí, su casa. El flamante apartamento, en una urbanización de lujo, que su padre le había regalado para felicitarlo por su boda. A Chanyeol, a veces, también le gustaba olvidarse de que aquella parte de su vida era real y no alguna especie de broma extraña.

-¿Tienes que dejarme aquí tan pronto? -preguntó, mandando a su (nulo) orgullo al cuerno una vez más y sintiéndose prácticamente gimotear-. ¿No podemos ir a un bar, tú y yo, o algo así? ¿Para ahogar las penas?

-Aceptaría tu propuesta, Chanyeol, pero tú tienes que volver a tu vida de hombre casado. Y yo -Jongdae se inclinó sobre él para abrir la puerta del asiento del copiloto del coche y echarlo, sin rastro ninguno de sutileza o miramientos-, he quedado ya.

-¿Con quién has quedado? -su amigo lo estaba empujando, y él no iba a quedarse si no lo querían allí, así que salió del vehículo-. ¿Puedo unirme? -añadió. Porque aunque no lo quisieran, nunca estaba de más rogar.

-No.

Y así, como si dejarlo plantado delante de su casa no fuera importante, Jongdae le cerró la puerta de su flamante deportivo en las narices y lo dejó en el parking. A oscuras. Con un desgarrón en el abrigo y una mancha de sangre - gracias a dios, no suya - en el pómulo.

La solitaria vida del maestro del crimen organizado.

El portero del edificio lo saludó con efusividad cuando lo vio entrar en el portal, preguntándole qué tal estaba y haciendo una mueca al ver el estado deplorable de su aspecto en general.

-¿Quiere que llame al servicio de tintorería mañana, señor Park? A lo mejor pueden hacer algo con ese abrigo.

-No creo que haga falta, Minseok. Mira cómo ha quedado. Lo único que creo que podemos hacer con él a estas alturas es dárselo al ropavejero.

-Una pena.

Su padre se llevaría las manos a la cabeza - otra vez - si supiera que Chanyeol andaba por ahí confraternizando con las clases bajas, pero el joven no había podido evitar sentir un aprecio casi instantáneo por el portero. En su familia, era absolutamente normal sobornar a las personas con las que tenían que tratar con regularidad (desde sus brokers hasta el repartidor de pizzas a domicilio), pero a Chanyeol aquello nunca le había acabado de convencer. ¿Para que deslizarle sobres llenos de dinero al portero por debajo de la puerta de la garita cuando podías bajar a hablar con él y hacerte su amigo?

Dios, Jongdae y el mundo sabían que Chanyeol necesitaba en su vida a más gente que no quisiera matarlo, y Minseok era una opción tan buena como cualquier otra. Para empezar, los dos podían ir juntos al gimnasio de la urbanización cuando ninguno de ellos tenía que trabajar (en teoría, el portero no podía utilizar las instalaciones de la urbanización, pero nadie iba a decirle nada si iba con el hijo de un capo de la mafia, ¿verdad?), y, si estaban demasiado cansados como para hacer ejercicio… Bueno, siempre podían sentarse en el sofá de la portería y conversar sobre la vida.

O, más bien, quejarse. Minseok porque había terminado trabajando de portero a pesar de tener dos carreras universitarias y hablar tres idiomas. Chanyeol porque, bueno… Jongdae. Su padre. Oh Sehun, el sicario adolescente de los Byun. Y, claro, Baekhyun.

-¿Un día malo en el trabajo? -le preguntó Minseok alzando las cejas. Tenía una televisión portátil encima del mostrador de recepción. Probablemente estuviera viendo uno de aquellos dramas terribles que, por supuesto, no le gustaban.

-Podrías decir que sí -Chanyeol suspiró-. ¿Alguna novedad por aquí?

-No. O bueno, puede. Tu marido no ha salido de casa. Pero han venido de Amazon. Varias veces.

-¿Alguna idea de lo que han traído?

-Varios paquetes. Parecían grandes -Minseok se encogió de hombros, como si aquello no fuera nada del otro mundo-. Salvo eso, no.

En el tiempo en el que llevaban casados, Chanyeol había aprendido varias cosas sobre Baekhyun. La más importante de ellas era que si había algo que a su esposo le gustase tanto como los explosivos, eso era el servicio de Amazon Prime. Había llegado a comprar de todo allí - zapatillas de andar por casa, un set de patitos para la bañera, patatas fritas al por mayor, un nada amenazante juego de cuchillos de cocina japoneses.

El joven se preguntó qué demonios habría comprado Baekhyun aquella vez, y si, fuera lo que fuese, sería peligroso para su integridad física.

En ningún momento se le habría ocurrido pensar que su marido podría haber llenado la casa de flores.

Estaban en todas partes: en el suelo del recibidor, encima de la mesita en la que él siempre dejaba las llaves; en el sofá del salón, en cajas sobre la alfombra, y alrededor del mismo Baekhyun, que estaba sentado en su butaca favorita, frente al televisor, con el regazo lleno de margaritas azules.

Puede que Jongdae no hubiera ido del todo desencaminado, al proponer una floristería como negocio alternativo a aquello del tráfico de armas. Al menos, ya no tendrían que comprar (más) material.

-Ah, hola -lo saludó Baekhyun-. Llegas tarde. Y veo que sigues vivo.

-Eso parece -Chanyeol parpadeó-. Buenas noches.

Baekhyun seguía llevando el pelo teñido de rosa pastel. No había salido de casa, como siempre que se quedaba en el apartamento, no se había molestado en peinárselo después de ducharse, y su cabello parecía suave, casi de algodón, salvo por el punto donde se le erizaba sobre las orejas.

La escena, de por sí, ya habría sido lo suficientemente mala para su cordura sin necesidad de que su marido estuviera rodeado de un jardín con olor a… bueno, a flores. O de que llevase puesta una camiseta negra enorme que, si su cerebro no lo estaba engañando, era la misma que él se ponía todos los días para hacerse el desayuno.

-¿Qué haces con mi camiseta? -farfulló, como si aquello fuera más importante que el que su marido hubiera decidido pedir un jardín botánico entero a Amazon.kr.

-Huele a tortitas -replicó Baekhyun como si aquello lo explicara todo, y Chanyeol se sintió mal por un momento porque él solía levantarse todos los días a hacerse el desayuno, pero cocinaba solamente para sí mismo, nunca para su marido. No se le había ocurrido que a Baekhyun pudieran gustarle las tortitas. No si no estaban rellenas de dinamita o de cianuro-. Eso y que no quería mancharme mi ropa. No sabía si iban a enviar las flores con tierra.

Chanyeol parpadeó. Tuvo que recordarse a sí mismo que Byun Baekhyun era un psicópata que quería matarlo, y que los esposos-barra-dementes asesinos no tenían derecho a ser adorables.

-Lo de no mancharte me parece un punto muy válido -”si no fuera porque has llenado de tierra la casa”, añadió el joven mentalmente-, pero, ¿para qué quieres todas estas flores?

Baekhyun frunció los labios y se levantó, y las margaritas azules que había tenido en el regazo cayeron sobre la alfombra. Los tallos de algunas de ellas estaban trenzados, formando una especie de diseño circular sin acabar.

-Oh, bueno -el chico bostezó, cerrando los puños, alzando los brazos y arqueando la espalda como un gato, y Chanyeol tuvo que hacer un serio esfuerzo para no mirar cuando su (por dios) camiseta se le deslizó sobre los muslos. Estaban casados. Técnicamente estaban casados. No era como si hiciesen vida conyugal, pero tampoco era como si fuera del todo inmoral echar un vistacito-. Ya sabes que mi padre me ha apartado de todos los negocios. Dice que lo llevo todo demasiado al extremo, desde lo que Hong Kong. Y puede decir lo que quiera, claro, pero él y yo sabemos que lo que está haciendo en realidad es castigarme, por todo el escándalo, además del dinero que hemos perdido.

-Ajá.

-Y es injusto, Chanyeol. Injusto. Hace mucho que ya no soy un niño. Tengo veintiséis años, por dios.

-Créeme que lo entiendo, pero… ¿Qué tiene eso que ver con todas estas flores?

-Ah. Sí -Baekhyun pestañeó y le sonrió-. No tengo negocios familiares de los que encargarme, así que básicamente me he quedado sin trabajo, ¿no? Y como no tengo nada que hacer, he decidido dedicarme al DIY.

Su esposo pronunció las sílabas con lentitud, en inglés, con un acento que, viniendo de otra persona, habría resultado encantador. Chanyeol no sabía muy bien qué pensar: estaba casi seguro de que no podían fabricarse granadas con margaritas, pero puede que Baekhyun estuviera aprendiendo a destilar veneno o algo así.

-¿Me estás hablando de Do It Yourself? -preguntó, sin embargo, sólo para cerciorarse-. ¿Estás haciendo manualidades? ¿Con florecitas?

-¿Y por qué no? -replicó Baekhyun, agachándose a recoger una de las flores caídas-. Huelen bien. Creí que podría hacer coronas y esas cosas.

Coronas. Coronas de flores. Chanyeol prefería no imaginarse el aspecto que tendría Baekhyun con una corona de margaritas azules encima de ese pelo tan rosa. Y lo peor era que, aunque no quisiera, si cerraba los ojos no podía evitar verlo, grabado en sus párpados.

Había dos cosas terribles sobre Baekhyun. La primera era que más de la mitad del mundo del crimen organizado le tenía miedo. La segunda era que, a pesar del punto primero, era jodidamente bonito.

-¿Te gustan las coronas de flores? -preguntó Chanyeol, que seguía detenido en mitad del jardín en el que se había convertido su salón con su mejor abrigo roto, manchas de sangre en el pómulo y una expresión que probablemente fuera muy estúpida en la cara. Baekhyun lo miró de arriba a abajo y se encogió de hombros una vez más.

-No es que me gusten más que otra cosa -puntualizó-, pero creo que pueden ser útiles. Te he estado haciendo una, de regalo.

-¿Para mí?

-Sí. La he dejado en el dormitorio. Espera un segundo, ¿quieres?

Antes de que Chanyeol tuviera tiempo de decir que no, gracias, que sabía que tenía la cara bonita pero que las coronas de flores no eran del todo su estilo, Baekhyun había dado media vuelta y se había dirigido tan contento a la habitación que compartían.

Y no, definitivamente el chico no estaba empezando a pensar que, tal vez y sólo tal vez, las margaritas azules también le quedarían bien a él, porque ni siquiera tuvo tiempo de prepararse mentalmente para nada antes de que Baekhyun apareciera otra vez en el salón cargando con una cosa redonda, blanca y roja, tan enorme que era casi más grande que él.

-Baekhyun -comenzó a decir. Quiso añadir algo más, y no tardó en percatarse de que, para hacerlo, primero tendría que cerrar la boca, porque se había quedado con ella abierta.

-¿Qué pasa? -la cabeza de su marido apareció por detrás de los claveles blancos y rojos. Tenía los ojos entrecerrados, la nariz levemente fruncida-. ¿No te gusta?

-Me has hecho a mano una corona de muerto.

-Uhm. ¿Sí?

-Una. Corona. De muerto.

-Bueno, me aburría y me pareció propio -Baekhyun sonrió como si estuviera muy satisfecho consigo mismo y apoyó aquella cosa contra el sofá. Era una auténtica enormidad, la corona fúnebre más grande que Chanyeol hubiera visto en su vida, hecha de claveles blancos y rojos y decorada con margaritas azules. Incluía su propia dedicatoria, una cinta color crema que rodeaba la parte frontal, y en la que aparecían impresas, con una fuente muy gótica, las palabras “en memoria de Park Chanyeol, hijo, hermano y amante esposo.”

-¿’Amante esposo’?

-Poner ‘marido de conveniencia’ quedaba feo.

Chanyeol sintió la imperiosa necesidad de sentarse en el sofá, aunque solamente fuera para no caerse de bruces al suelo. La corona de muerto estaba en medio, así que tuvo que agacharse y apartarla, tirándola al suelo a base de empujarla con la punta del pie. Habría preferido lanzarla por la ventana, pero no tenía ninguna gana de bajar luego al jardín de la urbanización a por ella, y estaba seguro de que, si no lo hacía, algún amable vecino subiría a traérsela por la mañana, preguntándole con mucha educación por qué tenía una corona mortuoria si todavía estaba vivo.

-Pero, ¿por qué tienes tantas ganas de matarme? -murmuró, llevándose las manos al rostro-. ¿No tienes nada mejor que hacer?

-Todo el mundo tiene problemas de pareja.

-¡Nosotros ni siquiera somos pareja!

-Yo sólo quería ayudar -protestó Baekhyun, empujando, también, la corona fúnebre con el pie para sentarse en el sofá a su lado-. Por si no lo sabes -añadió, mirándolo con seriedad-, la mayoría de la gente no llega a elegir el tipo de arreglos de su funeral. Te estaba haciendo un favor, para cuando llegue lo inevitable. Porque te aprecio más que al resto de la gente con la que trato.

Chanyeol abrió la boca. La cerró. Baekhyun lo estaba mirando, muy concentrado, y dio un respingo cuando el joven se levantó de su asiento de pronto, cruzando el salón en dirección al pasillo.

-Discúlpame un momento -murmuró.

El baño para invitados estaba enfrente de la cocina, y era una habitación enorme, sin ventanas y con las paredes de mármol blanco. Era el único cuarto en toda la casa cuya puerta podía cerrarse con pestillo.

Chanyeol se aseguró de encerrarse allí antes de sentarse sobre el inodoro y buscar el número de Jongdae en la agenda.

-¿Yeol? -su amigo tuvo la decencia de contestarle a la quinta llamada. Había un ruido ensordecedor al otro lado de la línea. Voces, risas, música de discoteca.

-¿Quieres dejar la fiesta un momento y escucharme? -Chanyeol estaba sujetando su móvil con tanta fuerza que los dedos casi le dolían. Le habían dicho que la pantalla del iPhone 6 era frágil; esperaba que no se le partiese en la mano antes de acabar de hablar-. Eres mi abogado, y mi marido quiere matarme. ¿Podrías hacerte responsable?

-Ah, eso -Jongdae no pareció en absoluto afectado-. Todo el mundo quiere matarte, Chanyeol, y Baekhyun el primero. ¿Qué se supone que hay de nuevo?

-Me ha hecho una corona de muerto. A mano.

-Oh -hubo ruido al otro lado de la línea. Una pausa. Luego se oyó la voz de Jongdae, gritándole a alguien sobre las vibraciones de la música electrónica-. ¡Eh, Sehun, tío! ¿A qué no sabes para qué quería tu jefe todas esas flores! ¡Le ha hecho una corona fúnebre a Chanyeol!

Sehun. Sehun. Oh Sehun. El sicario adolescente de los Byun. Hasta entonces, a Chanyeol no se le hubiera ocurrido pensar que tuviese edad suficiente como para entrar de modo legal a una discoteca, y aún menos a los antros que solía frecuentar Jongdae.

Lo último que se le hubiera ocurrido pensar (después de todo el asunto de “Baekhyun haciendo DIY para personalizar su funeral”) era que su mano derecha hubiera podido abandonarlo para irse de fiesta con el enemigo.

-¿Me has plantado para ir a una discoteca con Oh Sehun?

-Puede -respondió Jongdae-, pero no estamos hablando de mí. Baekhyun está haciendo arreglos para tu funeral, ¿no? Cuéntame, ¿cómo te sientes?

“Traicionado. Traicionado por el colectivo del mundo. El único de mis conocidos que me quiere para algo es el portero,” hubiera querido decir. En lugar de eso, decidió conservar los retazos de dignidad que le quedaban y protestar por lo mismo de siempre.

-¿Cómo se supone que se siente uno cuando su marido quiere matarlo?

El volumen de la música disminuyó un tanto, y Chanyeol habría jurado que escuchó a Jongdae reírse.

-Bah, no te preocupes tanto. Baekhyun es la Bestia del clan Byun, ¿no? Si tuviera tantas ganas de matarte de verdad ya lo habría hecho.

-¿Estás seguro?

-O es eso o el pobre chico está pensando en cómo deshacerse de tu cadáver sin dejar pruebas. Tu padre es un hombre muy vengativo, y no es que tú seas precisamente pequeño.

-Jongdae -murmuró Chanyeol. Su amigo debía de haber salido un momento de la discoteca, porque la música que antes había sido ensordecedora era apenas un rumor sordo al fondo de la línea-. Deja de reírte de mí y coopera. Tengo que hacer algo, y tú tienes que ayudarme.

-¿Hacer algo? ¿El qué?

Para su desgracia, a Chanyeol sólo se le ocurría una cosa.

-Matar yo a Baekhyun. Antes de que él me liquide.

No es que Jongdae fuera, en general, un amigo especialmente comprensivo, pero Chanyeol al menos había esperado que no se riera en alto de él.

-¿Matar? ¿A una persona? ¿A Baekhyun? ¿Tú?

-Mi padre es un capo de la mafia. Lo llevo en la sangre.

-Muy diluido.

-Jongdae, por favor.

-Está bien, está bien, te apoyaré y no se lo diré a Sehun -el otro hombre no sonaba muy convencido, pero al menos estaba escuchando, y aquello, por lo menos, implicaba un cierto progreso-. Pero, ¿cómo, por dios, pretendes hacer algo así? Baekhyun es una cabeza más bajo que tú, pero no lo llaman la Bestia por nada. Tú eres un metro ochenta y cinco de estupidez.

-No lo sé-había muchas maneras, al menos de teoría, en matar a alguien con quien se convivía. Podía envenenarle el café, estrangularlo con la almohada mientras dormía, ahogarlo en la bañera. Lanzarle un piano desde su salón en el quinto piso cuando estuviera paseando por el jardín del bloque de apartamentos-. Puede que no sospeche de mí si piensa que soy idiota.

Chanyeol habría jurado que había escuchado a Jongdae rezongar que “bueno, al menos aquello parecía una estrategia creíble,” pero, siguiendo su buen juicio, decidió ignorar educadamente aquellas palabras.

-Yeol -estupendo. Una vez pasada la oleada de sarcasmo e ironía, ahora la voz de su amigo parecía preocupada-. ¿Estás seguro de esto?

El chico asintió con un murmullo. Esperaba que a Baekhyun no se le ocurriese acercarse a ver lo que estaba haciendo tanto tiempo en el baño.

-Totalmente -replicó-. A partir de ahora, mi marido y yo estamos en guerra.
.
[Anterior]   [Siguiente]

fic: short fics/drabbles, !one-shot, fandom: exo, rating: pg, au: clack mafia au, pairing: chanyeol/baekhyun

Previous post Next post
Up