Título: Todo sea por la Familia
AU:
Crack Mafia!AUFandom: EXO
Pairing: Chanyeol/Baekhyun
Rating: PG
Palabras: 5.257
Summary: Chanyeol es un desastre andante, y Baekhyun podría ser pariente directo de Satanás. El problema llega cuando los padres de los dos son capos de la Mafia.
Advertencias: Intento de humor fallido. Escrito en el trabajo y sin betear. Será revisado luego. Avisadme de si os gusta, porque si es así puede que haga una segunda parte para cerrarlo en condiciones.
Notas: Escrito porque... ¡FELIZ CUMPLEAÑOS, PARK CHANYEOL!
Todo sea por la Familia
-Jongdae, de verdad, detén todo esto. Tiene que haber algún otro modo de solucionar este asunto.
Su mejor amigo (barra abogado, barra asesino a tiempo completo empleado por la Familia para hacer el trabajo sucio de turno si así lo requería la ocasión) lo miró por encima del hombro sin dejar de caminar. Al igual que Chanyeol, llevaba su mejor traje - Armani, azul oscuro, raya diplomática. Al contrario que él, tenía la espalda muy recta y una sonrisita de suficiencia en los labios.
-Si querías parar todo esto, con quien tenías que haber hablado es con tu padre -le dijo por enésima vez, a pesar de que sabía que Chanyeol ya había intentado convencer a su padre (y a su madre, y básicamente a todo pariente que quisiera escucharlo) de que estaban a punto de cometer un error garrafal, y que nadie le había hecho el menor caso-. Y de todas formas, Yeol, lo que está pasando es culpa tuya. Sabes que todos aquí tenemos que ser útiles a la Familia, de un modo u otro y que tú, amigo mío, tienes errores que enmendar.
Chanyeol estaba demasiado ocupado rezongando que aquello no era justo como para continuar andando, y no prosiguió su camino hasta que Jongdae lo aferró por la muñeca para arrastrarlo tras él a través del recibidor cubierto de mármol pulido del juzgado del distrito.
De acuerdo, siendo sincero consigo mismo, tenía que admitir que podía, y sólo podía, que la hubiera pifiado un tanto, pero lo que había ocurrido - o, como a su madre le gustaba llamarlo, El Accidente - no había sido exclusivamente culpa suya. Su señor padre le había encargado ir a Hong Kong a negociar la compra de unas armas y él había cumplido con su parte de la transacción a la perfección. Siempre había sido bueno convenciendo a la gente para que hiciera cosas por él, así que había conseguido que sus proveedores le ofrecieran un precio muy inferior a la cantidad estipulada en un principio por la mercancía que ofrecían. Y eso era un muy buen precio, teniendo en cuenta que lo que estaban comprando eran aproximadamente veinte contenedores llenos de fusiles de asalto soviéticos.
El problema había llegado cuando el hijo pequeño del Clan Byun, una familia de la mafia rival, había aparecido en el puerto con bastante cara de pocos amigos, acusándolo de estarle robando la mercancía a su padre.
Chanyeol era bueno hablando, pero nunca había tenido la firmeza suficiente como para resultar amenazante si las cosas se ponían feas. El chico de los Byun era un auténtico experto en lo que respectaba a amenazar, pero nunca había sido demasiado partidario de arreglar antes las cosas hablando.
“Mi familia había pactado antes la compra con ese cliente,” le había dicho, plantándose delante de él y sonriéndole. “Como tú y los tuyos no dejéis de meter las narices en nuestros negocios, te juro que os hundo el barco.”
Los dos se conocían, y la parte racional del cerebro de Chanyeol había sabido desde el principio que debería haberse quedado calladito, pero el chico no había podido evitarlo.
“Buena suerte intentándolo,” había respondido, guiñándole el ojo.
De acuerdo a Jongdae, lo que había ocurrido después se había visto venir. Uno no provocaba al chico de los Byun si no estaba dispuesto a cargar con las consecuencias. Y, a grandes rasgos, y sin entrar en detalles, aquellas consecuencias habían consistido en un barco lleno de Kalashnikov hundido en mar internacional, la prensa internacional llenando los titulares de una veintena de periódicos con encabezados en negrita y cursiva sobre la mafia asiática y el tráfico de armas y con su proveedor entrando en cólera.
Ni que decir tenía que tanto la Familia Park como el Clan Byun habían sufrido una pérdidas millonarias, tanto en cuanto a dinero, estrictamente hablando, como en lo que respectaba a prestigio. Su padre lo había llamado a su despacho el día posterior a la catástrofe, tan lívido de ira que Chanyeol no habría sabido decir si parecía más un ogro o un fantasma, y se había dedicado a gritarle durante aproximadamente cuarenta minutos que era el hijo más inútil que había tenido nunca.
“Soy el único que tienes,” le había recordado Chanyeol.
“Y doy gracias por haber tenido también una hija, y que ella al menos sea competente. ¿Qué es lo que voy a hacer contigo?”
Chanyeol había esperado que lo apartaran de la escena familiar durante un tiempo (no había nada mejor que un retiro espiritual forzoso para que los mafiosos rusos que pedían tu cabeza se acabaran olvidando de uno), pero su padre había tenido una idea considerablemente mejor. No en vano el capo de los Park era reconocido por dos cosas: la primera era su habilidad como estratega, y la segunda su falta de escrúpulos.
Había muchas formas de sadismo, o eso había pensado siempre Chanyeol, creyendo firmemente que su progenitor era experto en todas ellas. Tratar de paliar el daño aliándose con el Clan Byun y ofreciendo a su propio hijo como moneda de cambio para sellar el trato… Bueno, aquello alcanzaba un nuevo nivel de crueldad.
-Para tu información, Jongdae, no fui yo el que tuvo la idea de hundir un carguero lleno de AK-47 -protestó mientras seguía dejándose arrastrar por Jongdae a través de medio juzgado. Era lo que llevaba repitiendo un mes, pero su Familia al completo se había aliado, por supuesto, para no escuchar-. Yo sólo estaba haciendo mi trabajo. Si hay alguien que tiene la culpa de todo aquí es el chico de los Byun.
-Dile eso a la Interpol -canturreó Jongdae-. Y a los socios de tu padre. Y al New York Times, y al Shanghai Daily, y básicamente al sector de la población mundial que sigue anonadado porque en Hong Kong la gente sigue sacando Kalashnikovs del mar como si fueran truchas.
-Créeme que lo he intentado.
-Bueno, piensa en que todo esto podría ser mucho peor -Jongdae pasó a hablarle con el tono conciliador que un adulto utilizaría para tratar con un niño especialmente revoltoso, y Chanyeol pensó que la imagen de los dos atravesando un pasillo tras otro debía de ser, cuanto menos, curiosa: un hombre adulto, trajeado, arrastrando a otro hombre adulto, todavía más trajeado y una cabeza más alto, tras él, llevándolo por la muñeca mientras él gimoteaba (de un modo muy adulto y masculino, por supuesto)-. Tu señor padre podría haberse hartado de que no des una a derechas y haberte lanzado al océano con un bloque de cemento en los pies, por mucho que seas su hijo. En lugar de eso, bueno, simplemente ha decidido que como más útil puedes sernos a todos es sentando la cabeza. Forzosamente.
-¡No está haciéndome sentar la cabeza! ¡Está haciéndome casarme con la Bestia!
-Bueno, piensa en ti mismo como un príncipe sacrificándose por la estabilidad de su reino -la idea de ser el Príncipe de la Familia Park siempre le había gustado, y todo aquel discurso habría resultado romántico y consolador de no ser por el pequeño detalle de que lo único que él había estado dispuesto a sacrificar allí era su dignidad, y que lloriquear no le estaba sirviendo de nada-. Piensa que al menos tu futuro esposo es bonito. Y que no es tu primo. Eso al menos es una ventaja, en lo que a bodas reales se refiere.
-Me va a matar -protestó Chanyeol-. Va a ponerme una bomba bajo la cama mientras duermo.
-Lo dudo, teniendo en cuenta que va a tener que compartir esa cama contigo -Jongdae suspiró, deteniéndose ante una puerta de madera y frunciendo el ceño, concentrado, mientras le colocaba a Chanyeol bien la corbata-. No dramatices, ¿quieres? Él tiene que cooperar, igual que tú, en que toda esta alianza salga bien. Su familia ha salido tan malparada como la tuya, ¿de acuerdo? Byun Baekhyun. No. Va. A intentar. Matarte.
-Hay cosas mucho peores que la muerte, amigo mío.
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Jongdae se habría reído de él si Chanyeol hubiera osado admitirlo en alto, pero él también, como todos los niños, hijos de un capo o no, se había imaginado cómo sería su boda en algún momento de su infancia.
Iba a ser todo muy blanco, había decidido, con flores, globos, bandas de seda, un órgano y un coro cantando una versión vocal de la marcha nupcial (qué demonios, su padre era amenazante y rico. Podría sobornar a Green Day para que le cantasen la marcha nupcial). Habría unas dos centenas de invitados, todos con sus trajes más caros, y harían cola para felicitarlos, a él y a su novio o novia, por ser tan guapos, envidiables y perfectamente felices juntos.
Aquella había sido su imagen ideal, sí, y si bien era cierto que en la mayoría de casos la realidad y su imaginación estaban bastante lejos de corresponderse, lo que Chanyeol tenía delante en aquel momento era el opuesto absoluto de sus sueños de infancia.
La sala del juzgado donde habían entrado Jongdae y él se parecía más a una mezcla extraña entre una negociación para la paz entre los diplomáticos de dos naciones en guerra y una reunión de negocios especialmente formal más que a una boda como tal. Había más personal de seguridad que invitados allí, y probablemente el doble de pistolas que de asistentes. Los representantes de las dos familias estaban vestidos en diferentes tonos de gris, negro y azul medianoche, de hecho, mirándose con hostilidad mal disimulada desde lados opuestos de una mesa ovalada de madera oscura.
-Estupendo -murmuró Chanyeol para sí-. Simplemente estupendo.
Su padre, trajeado, elegante y sin un solo pelo fuera de su sitio, debió de escucharlo después de todo, porque le hizo un gesto con la cabeza tan pronto como él hubo acabado de hablar.
-Siéntate.
Chanyeol recibió una última palmadita en la espalda por parte de Jongdae antes de apresurarse a obedecer, intentando acomodar todos sus miembros sobre la silla de cuero a la derecha de su padre y pasar, al mismo tiempo, lo más inadvertidamente posible. Aquello no era fácil cuando le sacabas una cabeza al resto de los asistentes y parecías tener un exceso de brazos y piernas, pero aun así sonrió cuando lo consiguió, reuniendo toda su fuerza de voluntad para ignorar a conciencia el ambiente tenso en la habitación y la nueva mirada gélida que le dirigió su padre.
Seguía enfadado, tanto o más que el primer día. Viéndolo así, sí que parecía perfectamente capaz de lanzarlo al mar con un bloque de cemento en los pies y, frente a la alternativa de una muerte lenta y dolorosa, la boda forzosa ni siquiera parecía tan mala idea.
-Buenos días, padre -decidió saludar Chanyeol, en última instancia, al ver que absolutamente nadie estaba diciendo nada-. Caballeros -añadió, aún sonriendo y paseando los ojos por la sala y todos los presentes. Sólo había dos sillas vacías, directamente frente a él al otro lado de la mesa oscura, pero la voz de su padre interrumpió su línea de pensamiento en seco antes de que él pudiera comentar nada al respecto.
-¿Y bien, Byun? Nuestra familia ha cumplido con su parte del trato. ¿Dónde está tu hijo?
El patriarca del Clan Byun era, al igual que el propio padre de Chanyeol, intimidante. Era especialmente recordado en los bajos fondos, en los que se había criado antes de enriquecerse y pasar a unirse a la élite, como un hombre de expresión fiera y estatura imponente, con mucho temperamento y gatillo fácil. A Chanyeol le había dado pavor siendo un niño, y estaba empezando a darle miedo ahora, viéndolo sentado frente a su progenitor, con los brazos cruzados sobre el pecho y los músculos tensos bajo la chaqueta de un traje que, definitivamente, había sido hecho a medida, pero aun así parecía quedarle demasiado pequeño.
-Está viniendo -gruñó-. Necesita prepararse para el día de su boda.
-¿Prepararse? ¿Qué es lo que hay que preparar? Se supone, Byun, que estamos siguiendo un horario.
-Necesita preparación emocional -replicó el capo Byun en tono cortante-. Mi hijo pequeño es un chico muy sensible.
Chanyeol habría bufado de no haber visto cómo los dedos de su padre se crispaban sobre el reposabrazos de su sillón de cuero. Había algo denso, pesado en el aire, y el cuero artificial de su asiento estaba empezando a pegársele contra los muslos y la espalda. Hacía un calor antinatural allí dentro, su padre y su rival parecían a punto de lanzarse encima el uno del otro, y no podían acabar con aquello de una vez porque Byun Baekhyun, alias La Bestia, era aparentemente muy sensible y necesitaba estar preparado.
Estupendo. Vaya que si era estupendo.
-Bueno, si mi futuro esposo está indispuesto, podemos dejar la boda para otro dí… -comenzó a decir.
-Cállate, Chanyeol.
-Se supone que yo también debería prepararme emocionalmente, ¿sabes? Baekhyun no es aquí la única alma inocente.
-Chanyeol.
El chico iba a comentar (o más bien a tragarse el comentario de) que estaba siendo tratado injustamente en comparación con la otra parte cuando la puerta de la sala del juzgado se abrió después de que alguien llamara con suavidad, dejando paso a las dos últimas personas que faltaban para poder empezar por fin con aquella farsa.
Abriendo la marcha iba uno de los guardaespaldas jóvenes habituales del clan Byun, un crío alto y repeinado cuya expresión facial parecía estar a medio camino entre el aburrimiento supremo y la cara de póker. Byun Baekhyun entró en la habitación tras él, con su abrigo negro todavía sobre el traje y, contra todo pronóstico, sonrió.
-Buenos días, caballeros -saludó, con los labios todavía curvados hacia arriba. No pareció en absoluto impresionado cuando nadie lo saludó, aprovechando el silencio reinante para quitarse el abrigo con calma y tendérselo a su guardaespaldas-. Siento haber llegado tarde; no era mi intención retrasar la boda.
Chanyeol sabía que lo más prudente en lo que no dejaba de ser una reunión de negocios entre dos clanes rivales de la mafia habría sido permanecer estoico, pero no pudo evitar observar a Baekhyun con los ojos como platos cuando el otro chico se sentó en la silla vacía frente a él con una gracia líquida, natural. La primera mujer del capo Byun había sido una actriz de musicales, y su hijo pequeño se parecía a ella, claramente, desde el rubor de sus labios hasta la longitud de sus dedos.
Habían ido a la misma guardería, cuando apenas levantaban un palmo del suelo, y Chanyeol había cometido el error de decirle que parecía un muñeco. Después de volver de la hora de la comida, apenas un par de horas después, se había encontrado todos sus libros de texto en la incineradora de la escuela.
Baekhyun había crecido bien, y en la actualidad parecía más que nunca un príncipe en mitad de una panda de bandidos, pero si había heredado el aspecto físico de su madre, su tendencia de incinerar libros de texto y hacer estallar por los aires barcos llenos de fusiles de asalto le había venido, definitivamente, del lado paterno de la familia. Y era por eso por lo que Chanyeol no comprendía qué hacía Baekhyun saludándolo con la mano y sentándose frente a él sonriendo como si todo aquella situación le pareciese maravillosa.
-Ah, hola, Chanyeol, ¿qué tal has estado? -lo saludó. Tenía los ojos ligeramente maquillados, las manos enlazadas sobre la mesa y el pelo suave y teñido de rosa pastel, y al chico le habría podido parecerle adorable de no ser porque había algo en todo aquel despliegue de preciosura que le estaba dando más mala espina que la que le habría dado ver a Baekhyun serio, con el ceño fruncido y apuntándole con una de las cinco pistolas que siempre llevaba encima.
“Muy bien. Con un matrimonio de más y un barco de menos, muchas gracias por preguntar,” le habría gustado decirle.
-¿Por qué estás tan contento? -le preguntó en su lugar, anonadado.
Baekhyun lo miró de arriba a abajo, sacudiendo la cabeza y sin dejar de sonreír. Estaba sonriendo mucho, y Chanyeol no sabía si aquello era buena o mala señal. Probablemente fuera una señal horrible.
-No es que esté contento, simplemente estoy aceptando mi situación -la voz del otro chico fue un susurro vagamente ronco, con retazos de inocencia que no eran del todo creíbles-. He causado daño a mi familia y lo entiendo. No pensé en las consecuencias de lo que estaba haciendo cuando pasó todo, así que tendré que hacerlo ahora, ¿no crees?
-Sí, pero…
-Chanyeol.
Una mirada de soslayo a su padre fue suficiente para que el joven comprendiera que, si quería hablar de aquel asunto, tendría que hacerlo fuera. Había un pobre funcionario ya en la sala - la única persona en la habitación, de hecho, que posiblemente no fuera armada hasta los dientes - y mientras el hombre se dedicaba a leer, tan deprisa como podía, los pasajes pertinentes del código civil, Chanyeol se dijo que bueno, si Baekhyun no parecía del todo desagradado con aquel asunto, eso le daba a él más posibilidades de mantener una vida normal y libre de preocupaciones, sin tener que temer por su vida o por represalia a corto plazo.
Si iba a ser así, podría vivir con ello, así que se tragó sus propios lloriqueos del último par de semanas y dijo que sí, quería, tomar a Baekhyun por esposo, hasta que la muerte los separara. Una parte de él temía que, ya que estaban tomándose todo tan en serio, sus padres decidieran ser románticos y tradicionales con su alianza matrimonial y los hicieran besarse, pero al parecer su faceta de hombres de negocios era dominante, porque todo lo que tuvieron que hacer fue darse la mano y firmar documento tras documento.
Lo único relativamente bueno de todo aquello que sus familias eran demasiado orgullosas como para no cerrar aquella boda - y técnicamente, aquella alianza - con una fiesta en un hotel de postín que prácticamente duró hasta el amanecer, y si había algo en ese tipo de eventos que mereciera la pena, por encima de todas las cosas, era champán.
Chanyeol se preguntó, durante horas enteras, cuántas copas de Don Pérignon necesitaba alguien de su tamaño para emborracharse hasta perder el sentido por tres o cuatro horas. Viendo la situación a su alrededor, estaba claro que debían de hacerle falta más de las que requerían la mayoría de los asistentes, y ni que decir tenía que más que las que necesitaba Jongdae, que estaba colgado de su brazo, incapaz de tenerse en pie, antes de que dieran las once de la noche.
-Y bien, Chanyeollie, ¿cómo ha sido perder la soltería? ¿Es una experiencia tan traumática como todos dicen? -le preguntó, alargando las palabras hasta acabar la pregunta con una especie de carcajada aguda, y mirándolo como si Chanyeol también tuviera que reírse.
-¿Cómo quieres que lo sepa? No llevo casado ni doce horas, y mi marido ya ha desaparecido.
A lo largo de toda la noche, Chanyeol creía haber visto a Baekhyun una vez, observando a su guardaespaldas con cara de bastantes pocos amigos mientras éste lo abandonaba para dirigirse a la pista de baile.
-Bueno, pues cuando hayas conseguido no extraviar a tu esposo por ahí, tienes que informarme. Puede que así me plantee casarme yo también. Tal vez la vida conyugal tenga sus beneficios -prosiguió Jongdae-. Además, tengo curiosidad sobre tu nuevo marido. Dime la verdad, así, entre amigos. ¿No estás anticipando ni un poco el momento de llegar a la suite nupcial, esta noche?
-¿Anticipándolo por qué? -preguntó Chanyeol, exasperado. Técnicamente, aquella era su noche de bodas, pero tenía la impresión de que, por muy cordial que se hubiera mostrado en el juzgado, tratar de ponerle la mano encima a Baekhyun no era una opción del todo segura.
-Oh, vamos, si ignoras el hecho de que sus hobbies favoritos son la muerte y la destrucción, y que, dependiendo cómo lo mires, hay veces en las que parece que tiene quince años, es sexy.
-Tiene veintiséis, Jongdae.
-Veintiséis años y el pelo rosa pastel. Lo cual es atractivo -puntualizó Jongdae como si aquello fuera un argumento irrefutable-. Lo que quiero decir, Yeol, es que es perfectamente mayor de edad. Mayor que tú, de hecho. Quién sabe, a lo mejor cuando os quedéis a solas descubres que tienes más de un motivo para llamarlo La Bestia.
-¿...qué?
-O tal vez le guste que lo abracen y le digan cosas bonitas al oído entre tiroteo y tiroteo. Algo como “me encanta la manera que tienes de sujetar esa ametralladora”, o “eres muy bonito para ser la encarnación del Anticristo.”
-Por dios, no.
-Circulan rumores por ahí; este mundillo es muy pequeño. ¿Sabes que dicen, mencionan, comentan que tiene la costumbre de vendarles los ojos a la gente con sus propias corbatas? Y también dicen que lleva liga, a veces, debajo del traje.
-Dime, por favor, que estás bromeando.
-Es una forma tan buena como cualquier otra de esconder un arma de repuesto, ¿no te parece? Puede que añadir una liga a mi ropa interior sea otra de esas cosas que también deba de empezar a considerar.
-Jongdae. ¿Se puede saber cuánto has bebido?
-No lo suficiente, amigo mío. Nunca se puede beber lo suficiente.
Chanyeol torció el gesto, examinando con los labios fruncidos la copa de champán burbujeante que su hombre de (dudosa) confianza sujetaba, con inusitada determinación para alguien que prácticamente no podía tenerse en pie, entre los dedos. Se suponía que toda aquella fiesta servía, en el fondo, para celebrar una alianza, y que las dos familias estaban jugando limpio, pero durante un momento no pudo evitar preguntarse si a alguna de los dos clanes no se le habría ocurrido echar alguna clase de alucinógeno en el champán.
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A pesar de que Jongdae nunca, nunca, tuviera razón en nada de lo que decía, puede que sí que fuera cierto que Baekhyun era un poco, un poquito adorable de más para ser la encarnación humana de un arma de destrucción masiva.
Tras horas de ser incapaz de localizarlo (aunque puede que fuera probable que Chanyeol hubiera pasado la mayor parte del tiempo tratando de evitarlo activamente en vez de buscarlo), se había reunido con él cuando había acabado la fiesta, antes de que sus padres los despidieran para luego empujarlos al ascensor que los llevaría desde el vestíbulo del hotel donde estaban celebrando la fiesta.
-Ten cuidado, hijo -le había dicho su madre antes de abrazarlo y, puede que Chanyeol se estuviera equivocando, pero no creía que aquel fuera el saludo más apropiado con el que despedir a un hijo recién casado.
Tan pronto las puertas doradas del ascensor se cerraron con un clinc, Chanyeol tomó aire, preparándose para lo peor. Técnicamente, no se había quedado a solas con Baekhyun desde la mañana siguiente al Accidente, cuando el otro chico se había reunido con él en la zona de la costa más cercana al naufragio. En aquel momento, Chanyeol había estado lívido, a punto de sufrir un ataque de nervios a causa de los titulares que ya empezaban a aparecer en las noticias y de la voz gélida de su padre al otro lado de la línea, cuando lo había llamado aquella mañana. Había esperado que Baekhyun estuviera en una situación similar; había supuesto que se lo encontraría asustado, avergonzado y con marcas oscuras bajo los ojos, pero el otro chico tenía los ojos clavados en el mar ante ellos, con los labios fruncidos en una expresión de frustración infantil.
“Vaya, no me esperaba que el barco fuera a explotar tanto,” fue lo primero que le dijo.
Aquella era la primera vez que Chanyeol había creído en serio que Baekhyun era una especie de psicópata. Nunca habría esperado verse unido en sagrado matrimonio con él menos de un mes después.
-Uhm, oye… -empezó a decir, decidido a tomar la palabra y comentar algo útil antes de que Baekhyun tuviera tiempo de comentar nada.
El interior del ascensor era muy dorado, con el suelo cubierto de moqueta roja y espejos en dos de las cuatro paredes. Baekhyun volvía a parecer mucho más joven y más pequeño de lo que en realidad era, con la espalda apoyada sobre la superficie lisa tras él, el rostro inclinado hacia delante y el flequillo rosa pastel cayéndole sobre la frente.
-Tengo sueño -murmuró, y Chanyeol pudo sentir el mohín en su voz, a pesar de que sus labios apenas se habían movido. El chico había querido pensar que, a punto de cumplir veintiséis años, tal y como estaba, tenía demasiada experiencia sobre la vida como para dejarse afectar por una caída de ojos, pero la sombra de las pestañas de Baekhyun sobre la piel blanca de sus mejillas bastó para que le temblaran las rodillas.
-¿Estás bien? -preguntó, aunque sólo fuera porque su interlocutor parecía estar esperando alguna clase de respuesta. Baekhyun musitó algo para sí, antes de asentir y responder.
-Sólo estoy cansado -le dijo, alzando, por fin, el rostro y dedicándole la sombra de una sonrisa-. No he dormido mucho estos últimos días, ya sabes. Por el accidente, y la boda, y todos los preparativos.
Parecía sincero, y Chanyeol se encontró parpadeando, sorprendido, a la vez que las puertas se abrían y el ascensor llegaba a su destino, tratando de recordarse a sí mismo que la persona que tenía delante era la Bestia del Clan Byun, que era el hijo pequeño de un capo de la mafia y que le gustaba hacer saltar cosas por los aires en sus ratos libres.
Tal vez en privado no fuera tan malo. Quizá Jongdae tuviera razón en parte de las cosas que le había dicho antes, y Baekhyun fuera menos terrible en privado que en público.
La esperanza era lo último que se perdía.
-Podemos ir a dormir, si quieres -propuso, imaginándose a su mejor amigo riéndose de él a la cara porque, por supuesto, ir a dormir era lo que todos los matrimonios jóvenes querían hacer en su noche de bodas.
-¿De verdad? -Baekhyun le sonrió, y Chanyeol no supo cómo interpretar del todo la chispa que le pareció ver tras sus ojos-. Eso quiero, muchas gracias.
La suite era enorme, y tan dorada como el resto del hotel, pero el chico ni siquiera echó un vistazo a su alrededor. Tan pronto como Chanyeol abrió la puerta, cruzó la salita hasta el dormitorio y se lanzó de bruces contra el edredón, dejándolo a él en el umbral, con los ojos muy abiertos y la llave todavía en la mano.
-¿De verdad que estás bien? -volvió a preguntar, decidiendo que lo mejor que podía hacer era entrar a la habitación antes de que alguien lo viera plantado como un pasmarote en el pasillo. Baekhyun respondió algo ininteligible, y cuando Chanyeol alzó los ojos, pudo ver que se había quitado la chaqueta y los pantalones, y estaba en proceso de - todavía con la camisa puesta - meterse debajo del edredón.
Se suponía que, ahora que estaban casados, Chanyeol tenía todo el derecho del mundo a mirar, así que ni siquiera se sintió (muy) mal por ello.
Habría mentido si hubiera dicho que no estaba decepcionado por ni rastro de la liga de la que había hablado Jongdae por ninguna parte.
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En algún punto de la noche, Chanyeol creyó oír ruido, pasos, un bufido. Alguien que se quejaba.
Estaba tan agotado que su cuerpo se negó a moverse, envuelto, como estaba, en tres capas de edredón y mantas. Después, el sonido decreció en volumen, tan rápido como había aparecido, hasta convertirse en silencio, y el chico se hizo un ovillo sobre las sábanas antes de volver a dormir.
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Cuando volvió a despertarse, era prácticamente mediodía, y el lado de la cama en el que Baekhyun se había acostado la noche anterior estaba todavía cálido, pero vacío.
La habitación estaba impregnada un intenso olor a café, proveniente del salón de la suite, y Chanyeol no tardó en seguirlo, todavía en pijama, para encontrarse a Baekhyun sentado, con las piernas cruzadas, sobre uno de los sofás de cuero.
Al contrario que la noche anterior, en la que había sido todo delicadeza y vulnerabilidad, ahora parecía un niño aburrido, bebiendo a sorbos de la taza que tenía sujeta en una mano casi como si el café que había dentro lo hubiera ofendido personalmente.
-Buenos días -saludó Chanyeol.
-Buenos días.
-¿Han traído café?
-Lo he pedido yo, personalmente.
-¿Hay leche y azúcar?
La expresión de Baekhyun permaneció inamovible.
-No -declaró, como si ahora fuera Chanyeol quien hubiera dicho algo inexcusable-. Pero te he dejado una taza. La había mandado hacer a medida antes de la boda, por si, desafortunadamente, llegaba el momento de dártela.
Baekhyun no estaba mintiendo: había una taza de café humeante sobre la mesa, tan negro que parecía petróleo. Chanyeol siempre había necesitado añadir unas cinco cucharadas (soperas) de azúcar a su café antes de poder siquiera empezar a bebérselo, pero supuso que rechazar el primer regalo de su nuevo marido a menos de un día de darse el sí quiero podría considerarse de mala educación.
-¿Qué tiene esta taza de especial? -murmuró, sin embargo-. Parece cerámica blanca, ¿no?
-Tiene un mensaje dedicado -puntualizó Baekhyun-. Por el otro lado.
Chanyeol arqueó una ceja, aferrando el la taza por el asa y girándola, con cuidado de no derramar ni una gota de café.
-”Buenos días, cariño” -leyó-. “Veo que los asesinos han fallado.”
Baekhyun suspiró. Chanyeol parpadeó.
-Todo esto es culpa de Sehun. Dijo que haría el trabajo él mismo, pero, cómo no, es incapaz de hacer nada a derechas.
-¿Sehun? -repitió Chanyeol-. ¿Asesinos?
La única respuesta de Baekhyun fue encogerse de hombros, pero antes de que Chanyeol pudiera abrir la boca para preguntar nada más, alguien llamó a la puerta, con considerable insistencia. Antes de que ninguno pudiera moverse, no obstante, esta se abrió, y lo que a todas luces era el asistente de Baekhyun, Sehun, cayó de bruces al suelo enmoquetado.
-Hola, Yeol -saludó una voz conocida, y Jongdae no tardó en entrar también al cuarto, pasando sobre la figura caída como si el que hubiera alguien, ¿durmiendo? en la alfombra de la suite nupcial de un hotel de lujo fuera algo perfectamente normal.
-¿Jongdae? -Chanyeol dejó la taza de café sobre la mesa-. ¿Qué es lo que está pasando? ¿Qué le ocurre a Sehun?
Su amigo se rió entre dientes.
-Ah, bueno, al parecer tenía orden de matarte mientras dormías, así que me tomé la libertad de echarle somnífero en el vino. Ya sabes, jefe, por tu seguridad.
-¿Estás diciendo que Oh Sehun tenía orden de matarme? -replicó Chanyeol, incrédulo-. ¿En mi noche de bodas? ¿Qué se supone que…? -Baekhyun bufó, a su espalda, y el chico cayó en la cuenta. Lo cansado que había aparentado estar Baekhyun la noche anterior. El brillo extraño en su mirada. La jodida taza-. ¿Tú? ¿Estabas tratando de asesinarme en sueños?
Su marido volvió a encogerse de hombros. Él había sido el cordial de los dos en la boda. El que no había protestado.
Ahora todo tenía sentido.
-¿Qué querías que yo le hiciera? -replicó, enfurruñado. Enfurruñado-. Mi padre está furioso conmigo, no podía decirle que no me quería casar. Eliminar de raíz el problema parecía la mejor opción.
Chanyeol sintió que se le abría la boca. No se lo podía creer.
-Teníamos una alianza -farfulló, y Baekhyun, por primera vez, se río.
-De puertas afuera, sí, pero lo que ocurra de puertas adentro es muy distinto -replicó-. Cariño.
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[Parte siguiente: Kill Me, Kiss Me, (Primer Intento)]