EXO; Chanyeol/Baekhyun [Kill Me, Kiss Me, [Segundo (triste) Intento] (Mafia!Au)]

Dec 18, 2015 21:13

Título: Kill Me, Kiss Me, [Segundo (triste) Intento]
AU: Crack Mafia!AU
Fandom: EXO
Pairing: Chanyeol/Baekhyun
Rating: PG
Palabras: 2.992
Summary: Chanyeol creyó que era buena idea comprar un piano.
Advertencias: Intento de humor fallido.
Notas: Versión primaria sin revisar. Último capítulo de este AU de la semana.


[Kill Me, Kiss Me, (Primer Intento)]
Kill me, Kiss me

Segundo intento

Chanyeol jamás se había parado a pensar cuánto, exactamente, podía llegar a ocupar un piano de cola.

-¿De dónde ha salido esta cosa? -preguntó Jongdae, detenido en la puerta del recibidor y observando el enorme piano negro en mitad del salón de Chanyeol con el ceño fruncido.

-Ah, ¿eso? -murmuró el joven. Le hubiera gustado tener una respuesta que lo hiciera quedar como una mente maquiavélica (o, por lo menos, pensante) delante de su mejor amigo, pero el único pensamiento consistente que se le ocurrió era que estaba de oferta-. Um…

-Lo han traído los de Amazon esta mañana. Creo que Chanyeol quería intentar asesinar al señorito Byun con él.

De entre las muchas desgracias que su reciente matrimonio había arrastrado a su vida, la presencia de Oh Sehun probablemente estuviera en el Top 3 del ranking de Cosas Intolerables para su Persona. Ya no era sólo que aquel mocoso hubiera intentado asesinarlo durante su noche de bodas, sino que había sido el sicario/guardaespaldas/compinche/esbirro de Baekhyun, y por algún motivo que él no alcanzaba a entender, ahora se dedicaba a pasarse las horas muertas sentado en su salón incluso cuando su marido no estaba allí. Chanyeol habría podido tolerar su presencia - no es que él pudiera protestar mucho, considerando que Jongdae se paseaba por su casa una media de cinco horas al día - de no ser por el hecho de que aquel maldito crío parecía empeñado en faltarle al respeto.

Porque él era muy, muy comprensivo, y comprendía que Sehun le fuera más leal a Baekhyun que a él, pero no entendía por qué tenía que referirse a su marido como “el señorito Byun” (pronunciado, por supuesto, con cuidado, admiración y respeto) si a él lo llamaba solamente “Chanyeol”. Sin honoríficos. Sin parpadeos ni ojitos brillantes. Sin, ni siquiera, dignarse a mirarlo a los ojos o mostrar el más mínimo interés por ver si el joven estaba prestando atención o no antes de proseguir y decir lo que quiera que tuviera que decirle.

Sehun, en resumidas cuentas, se dirigía a Baekhyun como si fuera un príncipe, y a Chanyeol como si fuera un objeto inanimado de la casa, como una lámpara o una mesa. O quizás el perro. Chanyeol habría jurado ante testigos que él trataba al Siri de su iPhone con más educación con la que aquel mocoso se refería a él.

-¿Has comprado un piano de cola por Amazon? -no es que Jongdae fuera mucho mejor que el otro chico en aquello de mostrar respeto, pero al menos lo miraba a los ojos cuando le hablaba.

-Desde pequeño he tenido aspiraciones musicales.

-No mientas. Hace cinco minutos estabas intentando empujarlo hacia el balcón y quejándote porque “si no conseguías moverlo, malamente ibas a lograr tirarlo cuando Baekhyun pasara.”

Era oficial: Chanyeol odiaba a Oh Sehun. Casi tanto como detestaba su tendencia a pensar en alto cuando estaba nervioso.

-Debería matarte a ti primero -murmuró-. Tú no eres el hijo de un capo. A ti nadie te echaría de menos.

Si aquel mocoso se sintió lo más mínimamente intimidado por su amenaza, no lo dejó entrever. En lugar de eso, se acomodó aún más sobre el sofá, apoyando sobre la superficie de tela blanca unos pies enormes y cubiertos con calcetines de rayas.

-Para tu información, mi madre es una señora muy honrada -declaró-. Y que sepas que, si por algún extraño motivo me matas, el padre del señorito Byun enviaría a otro guardaespaldas a sustituirme. Y no creo que eso te gustase: todos los demás son mucho más altos y más entusiastas que yo.

Chanyeol no tuvo el valor de preguntar en qué consistía ser un sicario entusiasta.

-Está bien, lo admito. He comprado el piano porque me parecía una forma muy dramática de matar a alguien, pero no contaba con no poder moverlo, ¿vale? Tampoco es que tenga mucha experiencia en asesinar gente a sangre fría.

-Créeme si te digo que se nota.

Sehun seguía sentado en el mismo sitio, hundiéndose más y más en los cojines beige que estaban apoyados contra el respaldo del sofá. Jongdae se quitó el abrigo, lo lanzó sobre una de las sillas que rodeaban la mesa del comedor y no tardó en unirse a él, todavía con las cejas tal alzadas que parecía que fueran a fusionársele con el nacimiento del pelo.

-¿Dónde está Baekhyun, por cierto? -quiso saber, mirando a su alrededor con interés-. ¿Lo ha dejado su padre salir de casa ya?

-El capo Byun ha vuelto a ponerlo en período de prueba -explicó Sehun antes de que Chanyeol, que también se sabía la respuesta, pudiera decir nada-. Lleva fuera todo el día. No tardará mucho en volver, ya.

-¿Y qué es lo que está haciendo? ¿Matar gatitos?

-Tenía que supervisar una entrega de mercancía.

-¿Más rifles de asalto?

-No. Trajes italianos -las cejas de Jongdae se arquearon hasta un nivel humanamente imposible, y Sehun se encogió de hombros-. Que su padre lo esté dejando volver a trabajar no quiere decir que vayan a dejar que se acerque, al menos próximamente, a armas u objetos que exploten en general. La ropa de Armani es más segura.

-La ropa de Armani es inflamable -Chanyeol estaba cansado de tratar de mover el piano, así que decidió ignorarlo y centrarse en su lugar en los dos (auto)invitados en su salón-. ¿Sabéis si Amazon hace recogida a domicilio para las devoluciones de objetos grandes?

-Que yo sepa, te envían unas etiquetas -respondió Sehun, que, por primera vez en su vida parecía medianamente dispuesto a mostrarse útil-. Tú eres quien tiene que pegarlas en el paquete y llevarlo a la oficina de Correos.

Las cejas de Jongdae recuperaron su posición normal, por fin, cuando su amigo se giró a mirarlo.

-¿Vas a devolver el piano? -preguntó, pero Chanyeol no lo estaba escuchando. No del todo.

No cuando tenía un piano de cola - negro, grande, pulido, brillante y pesado - en mitad de su salón, y todo lo que le ofrecía Amazon.kr para volvérselo a llevar, ahora que se había dado cuenta de que no le valía para cometer un asesinato, eran un montón de pegatinas.

-Si estás pensando en quedártelo, tengo que comentar que le da a tu casa un aspecto interesante. Más intelectual. Artística -estaba diciendo Jongdae, al que no parecía importarle absolutamente nada que ninguno de los presentes estuviese respondiendo a sus comentarios-. Lo único malo es que está un poco en medio, ¿sabes? Ahora hay que rodearlo para llegar de la puerta al pasillo. Y puede, también, que la aspiradora se os enganche en los pedales si intentais limpiar por debajo, pero eso es un mal menor.

Chanyeol se llevó una mano a los labios. Habría empezado a pegarse cabezazos contra la pared de no estar seguro de que, de hacerlo, muy posiblemente Oh Sehun sacase el móvil, lo grabase en vídeo y se lo enviara por Kakao Talk a su familia y a todos los parientes de Baekhyun. Ese niñato era así: le gustaba mofarse de la desesperación de las personas.

-¿Cómo voy a llevar yo un piano hasta Correos? -murmuró. Puede que no estuviera golpeándose con las paredes, pero el tono lastimero de su voz era lo suficientemente patético como para que Sehun se riera de todas formas-. Ni siquiera cabe por la puerta: el repartidor de Amazon ha tenido que meterlo por la ventana con una polea.

-¿El repartidor? -repitió Jongdae, silbando-. Vaya, qué avanzados están en Amazon, ¿no?

Chanyeol suspiró.

-Ninguno de los dos va a ayudarme a solucionar todo esto, ¿no? -murmuró, y Jongdae le dedicó una sonrisa tan brillante que casi lo dejó ciego.

-Si eso de ayudarte implica tener que cargar con un piano, no.

-¿Ni siquiera vais a poner una excusa? ¿Decir que tenéis otras cosas que hacer o algo así?

-No -esta vez fue Sehun quien respondió, con los pies todavía apoyados, con nocturnidad y alevosía, sobre su sofá. Chanyeol estaba seguro de que olían mal, y que el mocoso lo estaba haciendo porque sabía que le molestaba que profanasen su santo lugar de ver la televisión-. Hoy tengo la tarde libre, por eso estoy aquí. Y pienso pasarla aquí sentado, sin hacer nada más que esperar lánguidamente a que el señorito Byun venga y te destroce cuando se entere de que has comprado un piano de cola sin decirle nada.

-De que lo ha comprado para intentar matarlo con él -puntualizó Jongdae. Chanyeol habría querido gritarle que su familia le pagaba más dinero al mes de lo que costaba aquel estúpido piano para que se comportara como el abogado que se suponía que era y lo sacara de los líos en los que se metía, no para que se regodease en su desgracia, pero estaba seguro de que lo único que haría su amigo sería reírse (aún más) de él.

“Soy un desgraciado,” dijo en su lugar. Internamente, claro.

La mayoría de los habitantes de la tierra llegaban al mundo como personas normales. Gente que iba al instituto, a la universidad y se buscaba un trabajo decente, y que desayunaba cereales cada mañana preguntándose quiénes eran las mentes del crimen organizado del mundo, y por qué razón harían éstas cosas como implicarse en tiroteos o hacer explotar barcos cargueros llenos de Kalashnikov. Puede que algunos de ellos consideraran aquel estilo de vida digno de una película. Interesante. Y luego, allí estaba él, casado por conveniencia, parado en mitad de su salón con dos idiotas y un piano y preguntándose por qué el universo no lo había escogido para ser contable.

Se veía que nunca llovía a gusto de todos. Y que él tendría que conformarse con la vida que le había tocado.

Las situaciones desesperadas requerían medidas desesperadas.

-¿Creéis que Minseok tiene un hacha? -preguntó. Jongdae y Sehun lo miraron, al unísono, como si acabara de darse un golpe en la cabeza.

-¿Un hacha? -preguntó Jongdae.

-¿Y quién se supone que es Minseok?

-El portero -puntualizó Chanyeol.Técnicamente, Minseok era el rey del gimnasio y el único de entre todos sus amigos a quien no quería matar ocasionalmente, pero aquello habría sido algo más complicado de explicar-. La urbanización tiene árboles. Es posible que tenga un hacha en alguna parte, ¿verdad?

-¿Y para qué quieres tú un hacha, Park?

-Obviamente, para destrozar ese piano. Partirlo en trozos pequeñitos. Descuartizarlo. Y esconder los pedazos antes de que Baekhyun vuelva a casa.

Si a Chanyeol le dieran un won cada vez que Sehun y Jongdae lo miraran como si fuera idiota, a aquellas alturas ya habría tenido dinero para comprarse el hacha que necesitaba con los ahorros generados por su propia estupidez.

-Escucha, Yeol, no creo que ese sea el método más adecuado para…

Las palabras de Jongdae quedaron interrumpidas por un sonido seco, que hizo que al joven se le quedara la respiración congelada en la garganta. La puerta. La de la calle, primero abriéndose y luego cerrándose con un portazo.

Los portazos no eran un gesto amigable. Los portazos nunca habían sido una buena señal.

Sobre todo cuando la única otra persona que tenía las llaves de aquel apartamento era Baekhyun, y Chanyeol no había descuartizado aún al piano asesino.

-¿Señorito Byun? -llamó Sehun tras unos segundos, al ver que nadie más decía nada. Se oía ruido en el recibidor, que estaba separado del salón por una puerta de cristal opaco que en aquel momento estaba cerrada. Si entornaba los ojos, Chanyeol casi podía ver a su marido quitándose la chaqueta de cuero al otro lado.

Baekhyun no contestó, a pesar de que era imposible que no hubiese oído la pregunta. De hecho, no hizo ni un solo sonido hasta que la puerta se abrió y su figura apareció, por fin, recortada contra el umbral de la puerta de entrada.

“Oh, oh.”

El capo del clan Byun debía de haber pensado, tal y como Sehun había afirmado, que era adecuado reinsertar a su hijo en el negocio familiar enviándolo a supervisar un envío de ropa de Armani. ¿Qué podía salir mal verdad? Sólo había que pagar por un montón de trajes, comprobar que habían llegado en orden y encargarse de que llegaran de una pieza a los almacenes.

Bueno, por lo que parecía, el señor Byun había subestimado a su hijo. Porque Baekhyun tenía un corte en la mejilla, el pelo revuelto y desordenado y la ropa cubierta de una especie de polvo gris - Chanyeol no estaba muy seguro si se trataba de polvo sin más, escombros o pólvora.

-¿Qué ha pasado? -preguntó. Su marido se estaba mordiendo el labio. Como un niño al que el profesor hubiera sacado a la pizarra a hacer una operación de matemáticas que no había sabido resolver.

-El proveedor nos prometió trajes cien por cien algodón -murmuró-. Y en la composición había un dos por ciento de elastano.

-Dime que no has matado a nadie, por favor.

-¿Por quién me tomas? -Baekhyun bufó-. Lo único que he hecho ha sido reventarles el almacén, para que escarmienten. Aunque no creo que a mi padre el asunto vaya a gustarle mucho -añadió, como si aquello fuera lo más preocupante de toda la situación-. Con esto, nuestra familia está en la vista negra de Armani, Versace, Gucci y Valentino. Y tenemos prohibida la entrada en Guinea Ecuatorial. Y creo que también en Estonia.

-¿Qué les habéis hecho a los estonios para que no os dejen entrar en su país? -Chanyeol ni siquiera sabía dónde estaba Estonia exactamente. En alguna parte de Europa, creía. Hacia el este, o quizás al sur. Nadie le había dicho al firmar los papeles de la boda que su marido tenía la entrada vetada en países que él no sabía localizar en un mapa.

-Nada. Nada muy grave. Son muy exagerados: no había por qué…

Lo que ocurrió a continuación sucedió rápido, demasiado como para que Chanyeol pudiera reaccionar o decir algo, pero sus ojos lo captaron todo con una precisión asombrosa, sin perder detalle, casi como si todo estuviera ocurriendo a cámara lenta. En un momento dado, Baekhyun estaba mirándolo a la cara y hablando, y al segundo siguiente sus ojos se movieron, apartándose de su rostro y enfocándose en su lugar en algo que había más atrás.

-Chanyeol. ¿Por qué hay un piano en mi salón? -preguntó.

Sehun se rió como una hiena. Jongdae lo miró como si estuviera entre rezar una oración por su alma y burlarse de él. Y Chanyeol suponía que explicarle a Baekhyun - especialmente cuando éste acababa de volver de dejar sin almacén en Corea a Armani y lo estaba mirando con el pelo rosa lleno de ceniza, el ceño fruncido y los brazos cruzados - que había comprado aquel cacharro para intentar matarlo tirándoselo encima no era una buena idea, así que optó por la segunda mejor opción. O, lo que era lo mismo, lo único que se le ocurrió antes de entrar en pánico.

-Um. Me acordé de ti al verlo y estaba de oferta, así que, eh, ¿sorpresa?

Jongdae no dijo nada. Sehun no dijo nada. Baekhyun cambió el peso del cuerpo de un pie a otro, sin apartar los ojos de los suyos.

-Te has acordado de mí y me has comprado un piano -repitió en tono neutro.

-Um. ¿Sí?

-Un piano.

-¿No te gusta?

Baekhyun entreabrió los labios, y Chanyeol pudo sentirlo. Sabía que su marido había tenido un mal día, y estaba seguro de que, de algún modo extraño, Baekhyun era capaz de percibir la muerte y los intentos de asesinato a su alrededor.

Iba a acusarlo (acertadamente) de, primero, haber comprado aquel trasto inmenso con aviesas intenciones y, segundo, de ser el asesino más patético del mundo del crimen actual. Y después de eso, lo destrozaría por haber intentado atentar contra su vida. Lo descuartizaría con el hacha de Minseok y le enviaría a sus padres sus pedazos en una lata de atún. Baekhyun iba a…

-¿Es para mí? ¿De verdad?

En algún momento de su ataque de pánico interno, Chanyeol había cerrado los ojos. Cuando los abrió, se encontró a Baekhyun todavía frente a él, con el pelo aún lleno de escombros y ceniza y el mismo corte de antes en la mejilla. Seguía siendo el hijo favorito de Satanás y la Bestia de los Byun, pero, al contrario que antes, ahora estaba sonriendo.

Sonriéndole a él, más bien. A Chanyeol. Y ojalá, ojalá, no lo estuviese haciendo, porque estaba claramente contento, y se le había iluminado el rostro, y le brillaban los ojos, y el chico se había quedado sin aire.

-Es tuyo -graznó.

-¿Cómo sabías que tocaba el piano?

Los dedos de Baekhyun se posaron sobre el teclado. Chanyeol nunca se había fijado mucho en ellos; había preferido no mirar, teniendo en cuenta que su marido solía utilizar las manos para sujetar armas de fuego. No se había dado cuenta antes de que tenía un lunar en el pulgar.

-Manos -volvió a graznar.

-¿Sí? -Baekhyun volvió a mirarlo, y tenía estrellas en los ojos. Sehun había empezado a reírse entre dientes de nuevo, y Chanyeol casi (casi) agradeció la burla, aunque sólo fuera por la distracción-. ¡Qué bien! Es la primera vez en mi vida que alguien no me regala pistolas.

“Es el anticristo encarnado,” le recordó la parte coherente de su cerebro. “Pero para haber vuelto a casa justo después de haberle arruinado la vida a alguien, es adorable,” añadió su subconsciente traidor.

Y lo era. Pero Chanyeol era fuerte. Un hombre con un propósito, el hijo del capo de una de las mayores familias de la mafia. Y no iba a dejarse engañar.

-Si quieres -murmuró-, la próxima vez que vaya al centro puedo traerte partituras.

Baekhyun sonrió una vez más. Chanyeol tragó saliva con tanto ímpetu que sintió los músculos de su garganta contrayéndose.

Jongdae bufó desde el sofá.
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fic: short fics/drabbles, !one-shot, fandom: exo, rating: pg, au: clack mafia au, pairing: chanyeol/baekhyun

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