[EXO-fic / TRAD] SODOMÍA: Capítulo Cuatro - Soledad (2/2)

Apr 04, 2013 17:45



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Con el paso de las semanas, el tiempo fue transcurriendo. Por lo menos para Kyungsoo.

Kai seguía igual, como siempre.

Todos los días que Kyungsoo iba a trabajar, nunca se quedaba en el hospital hasta más tarde de las ocho horas que su contrato de enfermero en prácticas estipulaba. Cuando su jornada se terminaba, se iba para el apartamento de Jongin, donde permanecía hasta el día siguiente. Kyungsoo apenas vivía ya en su propio apartamento, y se dio cuenta de que no le hacía falta.

Cuando pasaba una noche en casa, al día siguiente llevaba una mochila extra al trabajo, con ropa y comida, ya que por la noche acabaría en los brazos de Kai. A veces, cuando el enfermero llegaba al apartamento del otro no había nadie en casa, ya que como Kai necesitaba alimentarse y se negaba a aceptar la sangre de Kyungsoo, tenía que encontrar nuevas víctimas.

Pero otras veces, para alegría de Kyungsoo, cuando salía del hospital, ya de noche, Kai lo estaba esperando en un banco próximo a la entrada, vestido con un abrigo largo y tratando de ocultar su presencia de los demás.

Kai siempre murmuraba haciendo un mohín con la boca que sólo iba a buscarlo porque estaba aburrido, pero el menor sabía que era porque le preocupaba su seguridad en medio de un Seúl cada vez más peligroso.

A pesar del hecho de que el mayor peligro de Seúl era el propio Kai.

Habían pasado aquellas semanas conociéndose más y aprovechando la compañía el uno del otro. Cada mañana, cuando Kyungsoo tenía que levantarse para ir a trabajar, Kai lo atrapaba entre sus piernas para impedirle que se moviese mientras le rogaba que no se fuera.

Por primera vez en su vida inmortal, Kai no estaba solo. Y quería que siguiera siendo así.

Kyungsoo se reía con las historias que Kai le contaba; algunas tan absurdas que no podía ni creérselas. A Kai le parecía interesante cómo Kyungsoo le explicaba los procedimientos quirúrgicos que había presenciado, y cómo sus ojos brillaban cuando hablaba de algún paciente al que había cuidado durante el día. Kyungsoo se sorprendió cuando Kai le contó que podía comunicarse en, al menos, quince idiomas, y casi se arrepintió de dudar cuando le pidió que se lo demostrase. Kai encontraba adorable la forma en que Kyungsoo hablaba de sus planes de futuro y de cómo en pocos meses obtendría su título universitario, ya que sólo le quedaba terminar el período obligatorio de prácticas.

Futuro. A Kai le parecía interesante como esa palabra sonaba tan diferente para él y para Kyungsoo.

Kai, a diferencia del menor, prefería no pensar en el futuro, ya que el porvenir estaba demasiado cerca para alguien que ya ha vivido tanto, y pensar en lo que vendría era deprimente ya que lo único que veía era la muerte.

Kai ya había desistido días atrás de tratar de convencer a Kyungsoo de que dejase de llamarlo Jongin. El menor era terco, y cuando se enfadaba podía golpear el pecho del inmortal verdaderamente fuerte. Kai ya había comprobado su teoría de que Kyungsoo era un loco que estaba dispuesto de verdad a ayudarlo.

No le tenía miedo, ni tampoco sentía lástima por él, o compasión. Sus emociones eran mucho más fuertes, aunque ninguno de los dos hablase jamás de ello.

Ni siquiera Kai tenía muy claro lo que sentía por el menor, pero parecía inevitable sonreír cuando el otro estaba cerca. Era inevitable sentir su corazón latir más rápido o un calor interno que parecía desbordarse en sus risas cuando Kyungsoo era simplemente él, sin hacer nada realmente gracioso.

El inmortal se sentía bien cerca del menor; tan bien como no se había sentido desde hacía muchos, muchos años.

Siempre que podía, Kyungsoo llevaba al apartamento de Kai algunos libros, supuestamente de brujería, y exigía que ambos les echasen un vistazo por lo menos tres veces a la semana, por la noche. A Kai le parecía adorable cómo Kyungsoo se empeñaba en salvarlo.

Pero él no podía evitar encontrar al menor adorable; todo lo que Kyungsoo hacía era encantador.

- ¿Qué miras? -preguntó Kyungsoo seriamente, mientras leía sobre el culto de la Strega Nera (Bruja Negra).

- Tu ceño... Lo frunces mucho cuando te concentras -comentó Kai con una sonrisa, apoyando la barbilla en la mano.

Kyungsoo se ruborizó ligeramente y se cubrió la frente con las manos para esconderla.

- No me mires a mí, Jongin. Mira los libros.

Kai se echó a reír por la actitud del menor y volvió a centrar la mirada en los hechizos. Sabía que todo aquello era una pérdida de tiempo, pero no quería que Kyungsoo perdiese las esperanzas. Kai preferiría estar en la cama, torturando a Kyungsoo de alguna forma nueva, en vez de estar leyendo libros inútiles para tratar de librarse de una maldición hecha hacía casi setecientos años.

Pero, como ya se dijo, Kai no quería que Kyungsoo perdiera la esperanza.

Tenía miedo de que una vez que el menor se diera cuenta de que no había nada que hacer con respecto a la maldición, lo abandonase. A Kai le gustaba cómo Kyungsoo lo trataba, de forma delicada pero decidida, y también la sensación de calidez que lo embargaba siempre que le sonreía.

Kai no quería quedarse solo de nuevo.

- Vayamos a la habitación... -gimió Kai, hundiendo su rostro en un libro.

- Jongin... -Kyungsoo iba a empezar un discurso sobre el porqué de su investigación, pero desistió cuando percibió que el otro parecía muy cansado.

Kyungsoo se levantó del suelo, caminó hacia Kai y le pasó una mano suavemente por el cabello, acariciándolo.

- ¿Te has alimentado ya hoy? -preguntó, y Kai hizo una señal de negación con la cabeza, aún con el rostro metido en el libro.

Kyungsoo revolvió el cabello de Kai y salió de la sala, rumbo a la cocina.

No era algo de lo que se sintiera orgulloso, pero algunas veces a la semana entraba en el laboratorio en el que guardaban las reservas de sangre y cogía algunas bolsas de 0+ y A+, los tipos de sangre más comunes, de la sección sin clasificar, y llevaba algunas al apartamento de Kai.

No era algo de lo que se enorgulleciese, pero lo hacía pensando en que Kai acabaría alimentándose en casa, y por lo tanto le estaba salvando la vida a alguna futura víctima del «Vampiro de Seúl»; aunque pudiese estar matando a alguien que necesitase una transfusión de sangre más adelante.

- Toma -Kyungsoo le lanzó una bolsa de A+ y Kai levantó el rostro del libro.

- Sabes que no necesitas robar sangre... Te pueden pillar... -dijo, aceptando la pequeña bolsa roja.

- No sabrán nunca que eso ha desaparecido. Ahora, bebe -dijo Kyungsoo, dándole unos golpecitos en la cabeza, como si estuviese felicitando a un cachorro por una buena acción-. Me voy a la cama. Cuando termines, ¿vienes?

- Espérame despierto... -respondió Kai con una sonrisa maliciosa; Kyungsoo se echó a reír y desapareció por el pasillo.

Kai abrió el envoltorio con cuidado y comenzó a beber. No era divertido, y la sangre no estaba tan caliente como recién extraída de una persona aún viva, pero se estaba acostumbrando a ese estilo de alimentación. Evitaba al máximo morder, aunque fuese de broma, cualquier parte del cuerpo de Kyungsoo, por miedo a descontrolarse y hacerle daño.

Algunas veces, el hambre de Kai era tan intensa que se encerraba en el baño con algunas bolsas de sangre y salía de allí horas después, cuando se sentía nuevamente recuperado. Kyungsoo siempre se quedaba al otro lado de la puerta, golpeándola suavemente y hablándole para tratar de calmarlo.

Al inmortal le gustaba torturar a Kyungsoo con palabras y gestos. Le gustaba verlo suplicar por un roce o irritarlo a veces con algún comentario innecesario. Pero lo que más le gustaba era abrazarlo antes de dormir y despertarse con las prisas del menor, vistiéndose de cualquier forma porque llegaba tarde al trabajo. Le encantaba besar sus mejillas sonrosadas y besarlo traviesamente cuando el silencio se instalaba entre los dos.

Kai sentía que vivía cuando estaba cerca de Kyungsoo. Se sentía casi humano.

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Era viernes; un día normal y soleado para la mayoría de la gente.

Ambos, humano e inmortal, estaban en medio de un supermercado a última hora de la tarde. Kai jamás había pisado un supermercado moderno, pues no tenía sentido ir a donde se vendía comida que él no podía comer, pero Kyungsoo iba a pasar el fin de semana en su casa y ni siquiera había comida instantánea en los armarios.

Cuando Kyungsoo dio la idea de salir solo, Kai se lo impidió rotundamente. Se vistió rápidamente con un sombrero, gafas de sol, un abrigo rojo y una bufanda, negándose a dejar que el menor fuese solo a un lugar que el inmortal desconocía. La luz del sol lo incomodaba, pero Kyungsoo sostuvo una sombrilla sobre ambos durante todo el camino para protegerlos de los rayos UV.

Dentro del supermercado, Kai metió todos los accesorios extra que vestía en la mochila que llevaba Kyungsoo a la espalda, y se quedó sólo con el abrigo rojo, puesto que le incomodaba mostrar sus muñecas tatuadas. Las luces artificiales del local no le molestaban, aunque la presencia de la gente lo pusiera un poco nervioso.

Eran demasiadas presas, y su hambre siempre era difícil de controlar.

- Estoy aquí contigo, no lo olvides... -Kai sintió un apretón en su mano mientras observaba a las posibles víctimas que caminaban y, al mirar a su lado, vio a un Kyungsoo sonriente que transmitía cariño y seguridad.

Kai le respondió con otro apretón, entrelazando sus dedos y sintiendo cómo el calor del menor traspasaba su piel fría.

Claro, Kai no tenía nada de qué preocuparse; no estaba solo.

El carrito de ambos ya tenía algunos productos dentro cuando Kai vio algo que llamó su atención en la sección de electrodomésticos. Corrió hasta quedar frente a un producto que había visto en un programa de televisión y lo observó, admirado. Era algo que él no entendía muy bien, pero el anuncio decía que el producto aspiraba la suciedad e higienizaba el local con vapor.

- Qué guay, ¿verdad, Kyungsoo? -preguntó Kai mientras apuntaba al producto, y Kyungsoo se echó a reír tras él.

El inmortal siguió paseando por aquella sección y se quedaba fascinado con cada nuevo descubrimiento. Quería poder llevarse todo a casa para poder experimentar; sobre todo un masajeador que encontró, ya que se imaginaba lo que podría hacer con aquello usando a Kyungsoo de víctima.

- Llevémonos este masajeador, Kyun... -Kai no terminó la frase ya que, en ese momento, se dio cuenta de que estaba solo.

El inmortal comenzó a mirar a todos lados, en busca de su compañero, pero no lo vio por ningún sitio. Avanzó por los pasillos que se iba encontrando, pero el menor no estaba cerca. Kai esperaba que Kyungsoo estuviera escondido tras alguna televisión para darle un susto, pero no.

Kyungsoo había desaparecido.

Su corazón comenzó a latir con fuerza y su respiración seguía un ritmo descontrolado. Había mucha gente a su alrededor, pero no había ni rastro de su Kyungsoo. Comenzó a correr por los pasillos, mientras lo llamaba en voz alta y miraba a todas partes, pero sólo veía rostros desconocidos. Ya llevaba varios minutos corriendo por el gran supermercado cuando se detuvo, cansado, en una esquina y se agachó, escondiendo el rostro con las manos para sumergirse en la oscuridad.

Estaba solo de nuevo.

- ¿Jongin? -una voz familiar sonó a su espalda y Kai apartó las manos de su rostro mientras se ponía en pie lentamente.

Cuando el inmortal se giró, vio que Kyungsoo lo miraba preocupado, con el carrito de la compra a su lado. Sin darle tiempo a decir nada, Kai corrió hacia él y lo abrazó con fuerza.

Aquella era la primera vez que Kai tomaba la iniciativa y abrazaba a alguien con tanta fuerza y posesividad.

Kyungsoo abrió los ojos, sorprendido, y se aferró al abrigo de Kai con las manos.

- ¿Qué pasa? -preguntó Kyungsoo, preocupado, tratando de ver el rostro de Kai, en vano, pues éste hundía cada vez más su cara contra el cuello del menor.

- Has desaparecido... -murmuró contra su cabello.

- Estabas tan emocionado con los electrodomésticos que no quise molestarte, y fui a coger algunas verduras...

- Has desaparecido... -repitió Kai abrazándolo con más fuerza.

Kyungsoo sonrió y le devolvió el abrazo como pudo, ya que el mayor estaba inclinado y lo abrazaba por la cintura posesivamente, con el rostro metido en la curva de su cuello.

- Perdóname... -susurró Kyungsoo, arrepentido.

- No vuelvas a desaparecer -murmuró Kai aún contra la piel de Kyungsoo, sin aflojar el abrazo-. Por favor.

Kyungsoo sintió que su corazón se encogía con la petición del mayor y se apartó un poco, sosteniéndole la cara con ambas manos.

- No desapareceré nunca más, Jongin. Te lo prometo. No te dejaré solo, ¿está bien?

Kai asintió con la cabeza y Kyungsoo le dio un beso rápido en los labios, antes de que alguien los viese. Como el inmortal aún estaba agitado, Kyungsoo creyó que lo mejor era irse a casa lo antes posible y, después de pasar los productos por caja, se fueron.

Tras el incidente, Kai no soltó la mano de Kyungsoo en ningún momento hasta llegar a casa.

Como castigo por haber desaparecido, el inmortal lo obligó a comprar el masajeador que había visto en la sección de electrodomésticos y durante una noche entera escuchó a Kyungsoo reírse a carcajadas, gemir en voz alta y suplicar que la tortura acabase mientras Kai se divertía con su nuevo juguete.

Esa noche, Kai se quedó dormido abrazando a Kyungsoo con fuerza, de forma casi sofocante, con miedo de despertar solo.

- No voy a desaparecer, no te preocupes -susurró Kyungsoo contra la piel fría del mayor.

- No quiero volver a quedarme solo... -murmuró Kai, mientras sentía cómo su corazón se encogía al notar al menor acariciando su cabello.

- No te dejaré solo, Jongin... Y tú tampoco me dejarás a mí, ¿verdad?

Kai mostró su acuerdo con un murmullo, pero aún así siguió abrazando a Kyungsoo.

¿Por qué no podía creer que ambos acabarían juntos?

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Era un domingo por la noche, meses después de conocer a Kyungsoo y convivir juntos casi todos los días, cuando Kai se dio cuenta de que estaba enamorado de él.

Al principio, el condenado a la inmortalidad no entendía por qué se sentía tan unido al menor, ni por qué sentía tal necesidad de proteger a aquel humano al que tiempo atrás había querido devorar.

Las cadenas tatuadas en sus muñecas le recordaban su maldición, como si le susurrasen que jamás podría ser feliz; que Kyungsoo moriría algún día y él se quedaría solo de nuevo. Pero siempre que Kai tocaba ese tema delante de Kyungsoo, recibía a cambio un golpe en el pecho y un abrazo fuerte poco después. Kyungsoo le decía que romperían la maldición, que Kai volvería a ser humano de nuevo y que morirían los dos, cuando fuesen muy muy viejos.

Kai no creía en las palabras de Kyungsoo... Le gustaría hacerlo, pero no podía.

Kyungsoo dormía plácidamente en la cama, y Kai lo observaba. El rostro del menor a veces formaba muecas, como si estuviese soñando. Su pecho subía y bajaba lentamente, al ritmo de su respiración.

Todo, todo lo que Kyungsoo hacía era adorable a los ojos de Kai.

Cuando se dio cuenta de que estaba enamorado del humano se asustó, ya que comprendió que cuanto más amase a aquella criatura frágil, más sufriría cuando lo perdiese. Pero Kai no podía evitar amar las sonrisas, los gritos, los gestos, la voz, el cuerpo, los roces, los labios... todo de Kyungsoo.

Kai permanecía sentado en el suelo, al lado de la cama en la que Kyungsoo dormía, observándolo de una forma que podría considerarse indiscreta. Contempló las líneas de expresión del rostro del menor, cómo su cabello se rizaba en las puntas, y su delicada nariz.

Kai amaba demasiado a aquel humano.

Extendiendo la mano, rozó ligeramente el rostro del menor, acariciándoselo con las yemas de los dedos.

- Te amo, Kyungsoo... -dijo en un susurro sincero, admitiendo de una vez por todas para sí mismo que amaba a aquel humano más que a nada en el mundo, y que le gustaría pasar todo el tiempo que pudiese a su lado. Kai susurró aquella declaración esperando que el menor, mientras soñaba, escuchase su voz en la distancia.

Lo que Kai no esperaba era que ese sentimiento lo condenaría.

Al pronunciar aquellas palabras, sintió un latido extraño en su corazón. Se levantó con dificultad y avanzó hasta la sala con la intención de abrir la ventana y respirar aire puro al darse cuenta de que el motivo de su malestar era que le fallaba la respiración.

Pero cuando entró en la habitación, sintió un dolor agudo en el pecho y cayó al suelo, de rodillas, mientras se apretaba con fuerza la región torácica y apoyaba la cabeza en el suelo, gimiendo de dolor. El aire parecía no entrar en sus pulmones y todo daba vueltas a su alrededor; se sentía mareado y con náuseas.

Cuando el inmortal se desplomó en el suelo, se miró las muñecas y vio que algo estaba pasando.

Las cadenas tatuadas se estaban rompiendo.

Sus músculos comenzaron a contraerse involuntariamente y sintió punzadas en todos sus órganos. Kai tosió al sentir que una bola se formaba en su cuello y todo lo que salió de su boca fue sangre. Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando miró nuevamente sus muñecas, que ardían, y vio que las cadenas se habían roto y desaparecían poco a poco... Kai era libre.

Kai se estaba muriendo.

El moreno gritó desesperado varias veces por Kyungsoo mientras trataba de levantarse del suelo, en vano. Desistió de tratar de ponerse de pie y se quedó mirando el techo blanco de la propia sala, imaginando cómo sería su muerte. Su visión se hizo borrosa por las lágrimas, pero cuando alzó el brazo logró distinguir que había pequeñas grietas en su piel, como si fuese un jarrón que acaba de romper.

Kai se atragantó con su propia saliva mientras lloraba en voz alta. Tratar de normalizar su respiración estaba siendo imposible, y las palabras salían inconexas de su boca, mientras seguía llamando a Kyungsoo y le pedía que lo salvase del dolor y de la agonía que sentía.

En sus muñecas ya no había cadenas, pero ahora podía leerse una frase, como si estuviera escrita con sangre, en su muñeca izquierda: «Quando si trova l'amore, si muore».

Cuando encuentres el amor, morirás.
Kai aún lloraba cuando sonrió débilmente al darse cuenta de que su maldición era peor de lo que imaginaba. No bastaba con vivir para siempre alimentándose de la sangre de inocentes... Cuando el condenado encontrase a alguien a quien amase y que le importase, moriría.

Se quedaría solo de cualquier forma, a fin de cuentas.

- ¡Jongin! -gritó Kyungsoo mientras corría hacia él y se arrodillaba en el suelo, acercándolo a su regazo para abrazarlo-. ¡Jongin, ¿qué pasa?! Dios mío, ¡¿qué está pasando?!

Kyungsoo no era tonto. Había visto la sangre en el suelo, cerca del cuerpo del mayor, y sentía sus músculos contrayéndose violentamente bajo su piel. Sabía que pasaba algo muy malo y no pudo evitar que las lágrimas rodasen por sus mejillas.

- ¡Por favor, Jongin! ¡Háblame!

Kai sonrió mientras miraba el rostro de Kyungsoo. Incluso llorando, seguía siendo hermoso, seguía siendo adorable.

El condenado, que ahora era un hombre libre, posó su mano en el rostro del menor y lo acarició para tratar de alejar las lágrimas de la cara de aquel a quien tanto amaba. Una última lágrima solitaria rodó por el rostro de Kai.

- ¿Sabes, Kyungsoo...? Lo que más deseaba antes de conocerte... era morir... -dijo con franqueza-. Pero ahora que tú estás conmigo... no quiero morir. No quiero, Kyungsoo.

Kyungsoo abrazó con más fuerza a Kai, aproximando sus rostros, casi rozando su frente con la mejilla del mayor.

- No te vas a morir, Jongin. ¡Yo te voy a salvar! Te prometí que no te dejaría solo, ¡¿no?! ¡Por favor, aguanta despierto! -Kyungsoo hablaba entre su llanto compulsivo, casi gritando. Tenía miedo de que si Kai cerraba los ojos, nunca más los volvería a abrir.

El dolor era tan intenso... Kai apenas podía mantener los ojos abiertos; estaba languideciendo de dentro hacia afuera y la sensación era horrible. No quería morir... Pero sabía que no había forma de evitarlo. La pregunta era por qué Kyungsoo tenía que llorar. ¿Por qué tenía que sufrir? Era tan injusto.

- No llores, por favor... No hay nada que hacer. La maldición ya se fue, mira... -Kai le mostró las muñecas y su nuevo tatuaje allí expuesto, con las letras escritas en italiano grabadas en color rojo, como si hubiesen sido escritas en sangre.

- Venga, Jongin, muerde... -Kyungsoo ignoró al otro y aproximó su cuello a los labios de Kai, sacudiéndolo ligeramente, para que mordiese y chupase su sangre.

Pero a Kai ya no le quedaban fuerzas.

- ¿Me echarás de menos? -el susurró fue tan débil que apenas era audible-. ¿Estarás triste cuando me vaya?

- ¡Muerde, Jongin! ¡Por favor! -gritó Kyungsoo en voz alta, al darse cuenta de que Kai se estaba desvaneciendo y ya no lo escuchaba.

El mayor cerró los ojos un poco y Kyungsoo se desesperó.

- ¡No te duermas! ¡Te lo suplico! ¡No me hagas esto! ¡Me prometiste que no me dejarías solo! -gritó con desesperación, sosteniendo la cara del mayor con ambas manos.

Al darse cuenta de que sólo había una forma de salvar a Kai, el menor volvió a acostar el cuerpo inerte en el suelo y corrió hacia la cocina. Volvió segundos más tarde con un cuchillo en la mano.

Se arrodilló al lado de Kai y se secó las lágrimas que brotaban de sus ojos y le obstruían la visión.

- ¡No dejaré que te mueras, Jongin! ¡No! -sollozó Kyungsoo en voz alta antes de cerrar los ojos con fuerza y deslizar la hoja del cuchillo por su propia muñeca.

El grito del menor resonó en el apartamento. El corte había sido profundo, justo al lado de la arteria cubital. Kyungsoo lloró aún más por el dolor y agarró los hombros de Kai para acercarlo más a él. Sus lágrimas se reunieron con su saliva en la barbilla y su llanto desesperado resonó en las habitaciones.

- Bebe, Jongin, bebe. ¡Por favor! -gimió Kyungsoo, colocando su muñeca cortada entre los labios fríos de Kai.

Una gran grieta se formó en el cuello de Kai, que desapareció dentro de su camiseta, y Kyungsoo lloró aún más alto, apretando su muñeca todavía más contra los labios del mayor, haciendo que la sangre se escurriese hacia dentro de su boca. Los ojos de Kai seguían cerrados, pero Kyungsoo vio que pasó la lengua por el corte.

Cuando una de las manos de Kai se posó sobre el brazo de Kyungsoo, el menor lloró todavía más alto, mordiendo su labio inferior con fuerza y sonriendo levemente. Aún había esperanza...

- ¿Me estás oyendo, Jongin? -preguntó Kyungsoo, sollozando y gimiendo en voz baja-. Por favor, dime que sí. Por favor, no me puedes dejar... ¿Sabes lo solo que me sentía antes de encontrarte? Por favor, Jongin... Por favor. No puedo vivir sin ti, no me dejes....

Kyungsoo no obtuvo respuesta, y durante unos segundos creyó que había salvado al condenado. Sin embargo, cuando la mano de Kai se deslizó por su brazo y cayó inerte al suelo, Kyungsoo se quedó paralizado.

Kai ya no bebía su sangre.

- ¡No, no, no, no! -gimió el menor mientras abrazaba al otro con fuerza y le acariciaba la mejilla-. ¡No te mueras, Jongin! ¡Te lo suplico! Te amo tanto... ¡tanto!
Kyungsoo acercó una vez más su muñeca a la boca de Kai, pero ya no servía de nada.

Kai no mostraba reacción alguna.

- ¿Jongin...? -el susurró salió de entre sus temblorosos labios, en un llanto sufrido.

El enfermero colocó sus dedos en el cuello del menor, presionándolos con fuerza, pero no sintió su pulso. Aún abrazando a Jongin, Kyungsoo observó el suelo cubierto con su sangre y la de Jongin y lloró, lloró en voz alta durante unos minutos. Kyungsoo se había quedado solo de nuevo.
Jongin ya no respiraba. Jongin estaba muerto en sus brazos.

Kyungsoo no sentía fuerzas ni para gritar para pedir ayuda. No tenía fuerzas para tratar de detener la sangre que manaba de su muñeca, y no tenía ningún deseo de alejarse del cuerpo del hombre al que amaba.

Cuando el menor comenzó a sentirse mareado, pensó que al fin se estaba muriendo por la excesiva pérdida de sangre. Cuando todo se oscureció y se cayó al suelo, sobre el cuerpo de su Jongin, Kyungsoo dio las gracias. No quería vivir una vida sin Jongin... No quería volver a la soledad.

Kyungsoo no quería quedarse solo.

C O N T I N Ú A

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