¡Hemos llegado al final! T_T Se termina Sodomía y por lo tanto la historia entre Kyungsoo y Jongin. ¿Acabará bien? ¿Acabará mal? No seáis muy duras con las autoras >_<
Antes que nada quería también daros las gracias por haberme acompañado en mi primera aventura en la traducción de un fic del portugués, que también me ha permitido acercaros un nuevo «estilo» de escribir, de redactar, de ver ciertas cosas que puede que a algunas os haya gustado o puede que no, pero tampoco está mal conocer un poquito el estilo de redacción de cada país. Ya hay por ahí fics traducidos del chino, con un estilo muy característico, del inglés que hay montones, y ahora... directamente desde Brasil~ lol A mí personalmente me ha parecido gratificante y muy interesante :D
Por supuesto, también daros las gracias a todas las personas que habéis estado apoyando mi traducción y comentando en cada capítulo. Sé que no nos gusta comentar (a mí la primera) y que muchas veces autoras y traductoras nos sentimos frustradas cuando realizamos un trabajo y vemos que aunque lo hayamos hecho por gusto y no para recibir nada a cambio, no sentimos todo el apoyo que nos gustaría. He de decir que yo personalmente me he sentido muy apoyada tanto con Sodomía como con Revolution (eso ya lo comentaré en su momento :P) así que de nuevo... GRACIAS.
Y como siempre, os dejo el comentario de las autoras:
El final ya había sido decidido/escrito antes de comenzar a publicar el fanfic, espero que lo entendáis.
A muchos no os gustará, pero agradezco a quien aún así quiera leerlo, ¡de corazón! <3
Y ahora, ¡disfrutad de la lectura!
Capítulo escrito por: Anna (@AnnaSooPimpa)
Capítulo beteado por: Carol (@carolstandt)
Traducción del portugués:
deernicorn (@XOXOT12 )
Revisión:
kimjoonmyeon (@kimjunmen)
ETERNO
SODOMÍA
Capítulo Cinco - Eterno
La primera vez que Kyungsoo abrió los ojos, con dificultad, lo único que vio fue una luz blanca muy intensa, antes de perder el conocimiento de nuevo. La segunda vez, vio unas caras desconocidas y luego todo se hizo oscuridad.
Cuando los abrió por tercera vez, vio a Jongin frente a él. Ambos estaban en un claro que el joven enfermero jamás había visto. La hierba le hacía cosquillas en las plantas de los pies y el viento acariciaba suavemente su rostro, mientras permanecía de pie, frente a él. El mayor le sonrió y le tendió la mano, y entonces Kyungsoo recordó todo lo que había sucedido. Desde que había conocido a Jongin aquella madrugada tras haber perdido el tren hasta el momento en el que el condenado se había desmayado en sus brazos... Incluso el momento en el que el propio Kyungsoo cerró sus ojos y cayó al suelo, cuando todo era oscuridad y frío.
La mano de Jongin seguía tendida en el aire, y Kyungsoo comenzó a llorar antes de correr hacia él para abrazarlo. ¿Qué había sucedido? ¿Por qué estaban allí?
- ¿Jongin? -murmuró Kyungsoo contra el cuello del otro-. ¿Qué estamos haciendo aquí?
Un silencio sepulcral se cernió sobre ellos durante unos segundos, mientras el viento se hacía más fuerte y provocaba que sus cabellos les golpearan en la cara violentamente. El abrazo entre ambos era fuerte y Kyungsoo cerró los ojos al sentir al mayor presionando sus labios contra su pelo.
- Vine a despedirme -murmuró Jongin en casi un susurro, tan inaudible que el menor apenas fue testigo de sus palabras.
Kyungsoo abrió los ojos de sopetón al sentir un vacío entre sus brazos. Jongin había desaparecido.
El viento dejó de soplar de repente mientras las tinieblas, procedentes de algún lugar, comenzaban a rodear las piernas del muchacho, como si pretendiesen envolverlo en la oscuridad. Kyungsoo miró a su alrededor, buscando a Jongin, pero no lo halló. Todo, poco a poco, volvió a convertirse en oscuridad.
Estaba solo.
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Kyungsoo palpó el aire a tientas mientras abría los ojos y se sentaba sobre la superficie blanda en la que estaba acostado. Tuvo que parpadear varias veces, pues la luz lo cegaba, y las lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas. El blanco que tenía a su alrededor fue tomando forma y comenzó a transformarse, poco a poco, en tonos crema y beige, y distinguió finalmente la forma de una habitación.
Se sentía extremadamente débil y cansado, hasta el punto de pensar que si cerrara los ojos de nuevo, se quedaría dormido. Cuando Kyungsoo se frotó los ojos con los nudillos, finalmente se dio cuenta de dónde se encontraba: en una de las habitaciones del hospital en el que trabajaba. ¿Era un paciente?
Eso quería decir que no estaba muerto.
Al echar un vistazo a sus brazos, vio que tenía una aguja clavada en el dorso de la mano que le inyectaba suero en la vena. También vio que tenía una venda en la muñeca, en el mismo sitio en el que se había hecho el corte profundo con el cuchillo para tratar de salvar a Jongin.
Jongin... ¿Dónde estaba? ¿Qué le había sucedido?
- Hiciste un buen estrago contigo, muchacho... -Kyungsoo oyó una voz familiar y se giró hacia donde procedía, para ver a su jefe, que lo observaba.
- ¿Jefe...? -Kyungsoo forzó la vista para ver si de verdad no estaba alucinando.
- ¿En qué estabas pensando cuando intentaste acabar con tu vida, Kyungsoo? -preguntó el hombre mayor, acercándose a la cama-. Tienes mucha suerte de seguir vivo.
Suerte... ¿de seguir vivo?
- ¿Dónde está Jongin? -pregunto Kyungsoo, afligido, buscando al moreno por la habitación con la mirada; quizá estaba acostando en una cama contigua a la suya...
- ¿Quién es Jongin? -preguntó su jefe mientras levantaba la ceja.
No había más camas en la habitación y Jongin no estaba por ninguna parte. Kyungsoo tragó en seco.
- Es quien estaba conmigo en el apartamento cuando me desmayé. Tuvisteis que encontrarlo en el suelo, a mi lado. Es un chico más alto que yo, más moreno y de labios gruesos... ¿Os habéis encargado de él? ¿Se pudo hacer algo por él? ¿Estaba vivo? ¿Muerto? ¿Está aquí?
- No, Kyungsoo... No sé de quién estás hablando. No hay nadie ingresado aquí con ese nombre y nadie ha venido preguntando por él... -el jefe de Kyungsoo habló en un tono pesaroso y el menor sintió un fuerte dolor en el pecho.
- Fue una señora quien llamó a la ambulancia. Cuando llegaron allí sólo estabas tú en el apartamento, con el cuchillo cerca y la muñeca cortada. Sufriste un choque hipovolémico y hubo que ingresarte de urgencia. ¿Te das cuenta de que casi te mueres?
El jefe de Kyungsoo seguía hablando, pero el joven ya no lo escuchaba. ¿Cómo que no había nadie más en el apartamento?
¿Dónde estaba Jongin?
- ¿Y Kai? ¿Ha oído hablar de algún Kai? ¡Jongin suele presentarse con ese nombre! Antes de desmayarme, yo... yo creí que se había muerto, pero... no lo sé. Debe de estar por aquí, ¿verdad? Aunque hubiese muerto, tendrían que traerlo aquí para que los médicos confirmasen el fallecimiento -preguntó Kyungsoo esperanzado; como respuesta escuchó un suspiro cansado.
- No, Kyungoo. No hay nadie aquí con ese nombre; no han traído a nadie aparte de ti de ese apartamento... La única persona que te viene a visitar todos los días bien temprano es la señora mayor que te encontró inconsciente. Debes darle las gracias. Intentamos contactar con tus padres, pero el teléfono no da señal. ¿Puedes darnos otro número para que lo intentemos?
Toda la esperanza de Kyungsoo se transformó en tristeza y negó con la cabeza, pidiendo a su jefe que lo dejase solo. Cuando el hombre cerró la puerta y el menor se quedó solo en aquella fría habitación, lágrimas silenciosas comenzaron a descender por sus mejillas y enseguida llegó el llanto.
¿Por qué nadie había visto a Jongin? ¿Acaso era alguna broma estúpida?
¿Dónde estaba el cuerpo de Jongin, al menos? Kyungsoo se negaba a creer que su cuerpo se hubiera convertido en cenizas y que el viendo se lo hubiese llevado como en su sueño. Se negaba a creer que jamás volvería a verlo, que jamás volverían a hablar o a tocarse.
Jongin no podía haberlo dejado solo.
El llanto de Kyungsoo se hizo compulsivo poco a poco y lloró, angustiado, anhelando a aquel que era tan importante para él, hasta que le ardieron los ojos, hasta que su garganta se quedó seca, hasta que la saliva comenzó a resbalar por su barbilla involuntariamente. Lloró hasta que su cuerpo quedó exhausto y volvió a perder el conocimiento.
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Cuando Kyungsoo abrió los ojos de nuevo, todo estaba oscuro. Sentía un ardor incómodo en los ojos y en la nariz y el dolor de su pecho seguía allí. El pequeño paciente se sentó nuevamente en la cama y miró hacia la puerta. Alguien estaba de pie al otro lado.
- ¿Jongin? -murmuró Kyungsoo, y el pomo de la puerta se giró.
No era Jongin.
- ¡Buenas noches, Kyungsoo! -dijo uno de sus compañeros de enfermería, el que estaba con Kyungsoo cuando el jefe le había dado unos días libres tiempo atrás, mientras entraba en el cuarto con una bandeja de comida.
- Buenas noches -respondió él, sin ganas, observando al joven un poco mayor que él acercarse.
- ¡Te he traído la cena! Cómetelo todo, ¿vale? -dijo con una sonrisa que parecía sincera, desplegando las patas de la bandeja antes de colocarla sobre el regazo del paciente.
Kyungsoo asintió con cabeza mientras miraba la comida, sin ningún deseo de metérsela en la boca. No tenía hambre.
- ¿Cuánto tiempo hace que estoy aquí? -preguntó en voz baja, aún mirando el bocadillo bien hecho de la bandeja.
- Ummm... -se lo pensó durante un rato-. Mañana hará cuatro días.
Kyungsoo abrió mucho los ojos y miró fijamente al otro. ¿Hacía tanto tiempo que estaba allí y nadie había visto ni oído hablar de Jongin?
- No hacías más que despertarte y desmayarte casi de inmediato los primeros dos días. Perdiste mucha sangre, ¿sabes? -comentó mirando a Kyungsoo con lástima-. Cuando llegaste aquí te llevaron directamente a la sala de operaciones porque te habías cortado una vena importante y tuvieron que volver a conectarte los vasos sanguíneos. Te hicieron varias transfusiones de sangre y pudiste sobrevivir... Has tenido suerte.
- Suerte, ¿eh? -preguntó Kyungsoo con sarcasmo, esbozando una sonrisa triste.
Estaba solo. ¿Cómo podía considerarse eso tener suerte?
- Así es. Tienes riesgo de anemia y, aunque es muy bajo, tendrás que permanecer en el hospital unos días porque empezarás con un tratamiento mañana para no caer en anemia de verdad.
Kyungsoo lo miró fijamente, incapaz de creer lo que oía.
- No puedo quedarme... Tengo que saber qué sucedió con Jongin, tú no lo entiendes. Tengo que irme ya -dijo Kyungsoo en tono suplicante, pensando que podría convencer a su compañero, que sacudió la cabeza con un largo suspiro.
- Kyungsoo... -dijo el enfermero-. ¿Estás seguro de que ese Jongin estaba allí contigo? ¿Estás seguro de que...? ¿Cómo te lo digo...? De que... ya sabes... ¿Él era real? Nadie más lo vio o escuchó hablar de él. Sé que debes de estar pasando por un momento difícil y no es asunto mío pero...
- ¡No! -gritó Kyungsoo.
No podía aguantar seguir escuchando aquello.
¿Cómo podían dudar de la existencia de Jongin? Él estuvo allí todo el tiempo con Kyungsoo. Al principio quería matarlo, pero después... después... ¿Cómo podían decirle que todo lo que había vivido con Jongin era mentira? ¿Que nada de aquello había ocurrido?
Kyungsoo volvió a echarse a llorar cuando el enfermero salió de la habitación tras disculparse por haberse entrometido en su vida.
- ¿Dónde estás, Jongin-ah? -gimió Kyungsoo entre su llanto, mientras escondía el rostro con las manos y se clavaba las uñas en su propia piel para tratar de aliviar el dolor de su corazón.
¿Y si Jongin estuviese realmente muerto y su cuerpo se hubiera convertido en cenizas?
¿Y si... Jongin nunca hubiese existido?
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Ya casi se iba a cumplir una semana desde que Kyungsoo estaba en aquel hospital infernal. No había recibido ninguna visita mientras estaba consciente y le hacían tomar los medicamentos más asquerosos del mundo. Le decían que casi no había probabilidades de que desarrollase anemia, que sus puntos estaban cicatrizando muy bien y que en unos días podría recibir el alta y volver a su vida normal.
¿Cómo podían decirle eso? ¿Cómo?
Vivir una vida normal era lo único que Kyungsoo no quería. No quería tener que despertarse temprano por la mañana, correr al hospital, trabajar y volver a casa de noche, cansado, sin nadie que lo abrazase.
Sin tener a Jongin junto a él.
- Ese Jongin... -era la tercera vez que una psicóloga venía a hablar con él, tratando de lograr que Kyungsoo le revelase el motivo por el que había «intentado matarse»-, ¿cómo lo conociste?
- Usted cree que es producto de mi mente -respondió Kyungsoo, irritado.
- Yo no he dicho eso -respondió la psicóloga con calma-. Quiero que me cuentes cómo lo conociste. Has estado evitando esa pregunta.
Kyungsoo suspiró y decidió contarle a la mujer lo que quería saber.
- Fue un viernes. Yo había perdido el tren y, como era el último, volví a pie a casa; pero ya eran altas horas de la noche. Fue durante la madrugada cuando conocí a Jongin. Parecía alguien normal, sospechoso pero normal, y tras intercambiar unas cuantas palabras, me secuestró. Me condujo a su apartamento y Jongin dijo que me iba a matar...
La mujer levantó las cejas y lo miró fijamente.
- Si te hizo eso, ¿por qué preguntas por él? -preguntó la psicóloga mientras se cruzaba de piernas en la silla en la que estaba sentada.
- Porque... Mire, usted no lo entiende, me enamoré de él. Estuvimos prácticamente viviendo juntos durante muchos meses antes de que me trajesen aquí.
- ¿Y eras feliz? ¿Por qué intentaste matarte? -Kyungsoo sabía que la mujer pensaba que estaba loco y que nada que dijese la haría cambiar de opinión.
- No intenté matarme, como ya le he dicho. Me hice ese corte en la muñeca porque estaba intentando salvar a Jongin. Él tenía casi 700 años y se alimentaba de sangre, pero se estaba muriendo porque se había roto la maldición que una bruja le lanzó durante la Edad Media -dijo Kyungsoo con una sonrisa, pensando que todo aquello sonaba extraño e incoherente, ahora que se paraba a pensarlo.
La psicóloga permaneció en silencio.
- Si no me cree, piense en el «Vampiro de Seúl». Nunca lo atraparon, ¿verdad? Él se alimentaba hincando los dientes en el cuello de sus víctimas, chupándoles toda la sangre. Jongin se autodenominaba Kai cuando hacía eso y yo era una más de sus víctimas, pero encontré la humanidad que había en su corazón, lo ayudé a...
- ¿Te has parado a pensar, Kyungsoo... -comenzó a decir la mujer, interrumpiéndolo- ...que puede que todo eso haya ocurrido en tu cabeza? ¿Que tal vez has extraído un hecho existente, el de ese asesino loco, y has creado una fantasía en tu mente mientras tratabas de huir de una realidad incómoda?
Kyungsoo sabía que le haría esa pregunta, pero se limitó a soltar una risa débil.
- No ocurrió en mi cabeza. Fue real.
- Las alucinaciones que pueden tener algunas personas son muy reales... -la psicóloga anotaba algunas cosas en su libreta, mientras trataba de convencer a Kyungsoo de que nada había ocurrido en realidad.
- No me va a convencer de que Jongin no existe -murmuró Kyungsoo sin mirarla a la cara.
La mujer suspiró.
- Piénsalo un segundo. ¿Crees que tiene sentido lo que has dicho? Tú mismo dijiste en nuestro primer encuentro que siempre habías sido muy solitario. Probablemente te hayas inventado a ese personaje, a Jongin, para escapar de la soled...
- Por favor, váyase -dijo Kyungsoo seriamente, casi en tono de súplica, apretando los puños con fuerza para tratar de reprimir las lágrimas que amenazaban con abandonar sus ojos.
La mujer suspiró pesadamente.
- Sí, dejémoslo aquí por hoy -dijo mientras se ponía de pie-. Pero piénsalo, Kyungsoo. Por favor.
¿Quiénes se creían todas esas personas para decirle que todo había sido su imaginación y que Jongin jamás había existido de verdad y que, por culpa de la soledad, el joven se había encerrado en sus propios pensamientos, divagando en un universo alternativo, en una realidad que nunca había existido? «Piénsalo», le había dicho la psicóloga. Kyungsoo no quería pensarlo.
El joven no quería pensar en nada de lo que le habían dicho. Pero, desgraciadamente, pensó.
Durante las horas siguientes, mientras la oscuridad de la noche invadía su habitación, Kyungsoo pensó en todos los momentos compartidos con Jongin. Pensó en todas las conversaciones, todas las caricias, todas las peleas. ¿De verdad podría haber sido todo una mentira? ¿Acaso todo aquello había sido una alucinación, una locura suya?
Has desaparecido. La voz de Jongin resonó en su mente como un susurro junto a los recuerdos del primer día que habían ido al supermercado juntos. Kyungsoo había dejado al mayor solo durante unos minutos y éste se había desesperado al creer que lo había abandonado.
No vuelvas a desaparecer.
Jongin le había pedido que no desapareciese pero, entonces, ¿por qué había sido él el que había desaparecido? ¿Por qué?
Nadie respondía las preguntas de Kyungsoo con claridad. Nadie le decía exactamente lo que había ocurrido; sus respuestas eran vagas. ¿Acaso no se daban cuenta de que cuanto más le ocultasen más ansioso se ponía, más tristeza lo invadía y menos esperanzas le quedaban?
No quiero volver a quedarme solo...
Kyungsoo escuchó la voz Jongin resonando nuevamente en su cabeza. ¿Por qué ahora todo parecía tan lejano? ¿Tan irreal?
El menor se mordió el labio inferior, reprimiendo un grito. Ya no aguantaba más con la duda. No aguantaba más sin saber qué había ocurrido con Jongin. No aguantaba más sin saber si Jongin había existido de verdad.
Tras arrancarse la aguja que le inyectaba el suero en la vena, Kyungsoo se levantó de la cama y se dirigió al pequeño baño que había en su habitación. Se miró al espejo y, como era de esperar, estaba horrible. Tenía los ojos hundidos y la piel más pálida que nunca.
Kyungsoo se dio un baño, tratando de no mojar la venda que cubría su muñeca, y se sintió un poco mejor. Parecía que el agua le había quitado el cansancio de encima. Se acercó al pequeño armario que había en su habitación y encontró una muda de ropa común para los pacientes; parecía algo como un pijama, con rayas azules verticales en el tejido blanco.
Creía que era completamente ridículo pensar que con esa ropa se fugaría del hospital y atravesaría medio Seúl para ir en busca de Jongin. Pero se lo puso de todas formas.
Kyungsoo dio gracias al cielo cuando sacó la cabeza por la ventana de su habitación y se dio cuenta de que estaba en la planta baja. Ni siquiera tendría que correr por los pasillos para huir; bastaría con saltar por la ventana. Y así lo hizo.
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El joven ya estaba corriendo por las calles cuando se dio cuenta de que iba en zapatillas de andar por casa. La gente a veces le lanzaba miradas curiosas, pero como estaban en la capital, a fin de cuentas, era normal ver cosas extrañas por la calle. Bajó las escaleras de la estación ferroviaria con calma, para no tropezar, y saltó la valla de seguridad sin pagar. Cuando llegó a la plataforma, vio que el tren estaba allí, parado.
Esta vez, Kyungsoo no llegaría tarde a coger el tren.
Le preguntó la hora a uno de los pasajeros y descubrió que era casi medianoche. Llegaría al apartamento de Jongin en menos de una hora y se preguntó si estaba preparado para descubrir la verdad.
Fuese cual fuese.
Si Jongin no existiera de verdad, ¿qué haría? ¿Y si ni el edificio que estaba buscando existía? ¿Sería posible que hubiera pasado todo el tiempo en su propio apartamento, fantaseando con un realidad diferente a la suya para tratar de huir de la sofocante soledad...?
- No... -murmuró para sí mismo, obligándose a seguir manteniendo las esperanzas.
El tren parecía ir más lento que de costumbre. Kyungsoo salió deprisa por la puerta cuando el medio de transporte se detuvo en la estación deseada y, aunque todavía estaba un poco aturdido, subió las escaleras que conducían a la calle con la mayor velocidad posible.
El viento lo golpeó en la cara y respiró profundamente antes de empezar a mirar a su alrededor. Reconoció el barrio en el que Jongin y él habían pasado tantos momentos juntos, reales o no.
Kyungsoo echó a correr por las calles, sintiendo frío y un dolor insistente en la región torácica; sentía el corazón oprimido. Parecía tener un hueco en la región del vientre y respiraba por la boca, tratando de coger tanto aire como podía.
El joven casi soltó una risotada al encontrar el edificio que tan bien recordaba. No estaba loco, no se había inventado nada. Jongin existía.
Sólo tenía que estar vivo.
Aunque Kyungsoo, en el momento en que la maldición del condenado había desaparecido, estuviera seguro de que Jongin estaba muerto en sus brazos, él sentía que no, que su historia no podía haber acabado allí. Que no sería justo para ninguno de los dos. Kyungsoo y Jongin no querían quedarse solos y se aferraron a la idea de que juntos formaban el pilar que sustentaba el deseo de vivir, la cordura y la felicidad que sentían el uno cerca del otro.
Lo que había comenzado como una dependencia, un necesidad incontrolable... terminó en amor.
La vida que ambos habían compartido juntos no podía acabar así, Kyungsoo no podía creerlo. No quería creerlo.
No podía creer que no era real.
Kyungsoo trató de forzar la puerta de entrada, pero vio que sin llaves sería imposible. Echó un vistazo al interfono y presionó con fuerza el número del apartamento de Jongin. Presionó una vez, dos, tres veces... Perdió la cuenta de cuántas veces apretó el botón sin recibir respuesta.
¿Por qué Jongin no contestaba?
Kyungsoo estaba empezando a llorar cuando vio algo en el interfono que no había visto otras veces: el botón del casero.
- ¿Quién es? -escuchó una voz calmada preguntando al otro lado de la línea.
- ¡Buenas noches, señor! -dijo Kyungsoo mientras su corazón latía todavía más rápido. Estaba muy cerca de descubrir la verdad-. Me llamo Do Kyungsoo. Necesito entrar, pero no tengo mi llave.
El hombre pareció pensar durante un momento.
- No recuerdo que ningún Do Kyungsoo viviese aquí -dijo, y el enfermero tragó saliva.
- Prácticamente vivía aquí en el 301, con Kai... Lo conoce, ¿no? Estuve una semana ingresado en el hospital y no tengo las llaves que él me dio.
- Ah... -murmuró el hombre; parecía que estaba recordando algo-. Tú eres el muchacho que intentó suicidarse.
Kyungsoo suspiró y decidió no llevarle la contraria.
- Sí, soy yo. ¿Puedo pasar?
- El apartamento 301 está vacío, muchacho... -Kyungsoo se estremeció. ¿Cómo que vacío?
- ¿Qué quiere decir con eso, señor?
El apartamento estaba vacío... ¿Desde cuándo? Kyungsoo se mordió el labio inferior con fuerza, pensando en la posibilidad de que de verdad se hubiese vuelto loco. ¿Acaso había invadido un apartamento vacío e imaginado todo lo que había ocurrido?
¿De verdad Jongin no existía?
- Desde que te llevaron al hospital, nadie más vio al chico que vivía ahí. Entré en el apartamento algunas veces durante la semana, pero no vi a nadie, y sólo estoy esperando a que acabe el mes para poder sacar todos los muebles y ponerlo en alquiler de nuevo.
Kyungsoo parpadeó unas cuantas veces y notó que se formaba una bola en su garganta. Las lágrimas regresaron a sus ojos en contra de su voluntad y entonces comenzó a llorar, aspirando aire con fuerza por la boca y tosiendo, riendo y llorando al mismo tiempo. No estaba loco.
Jongin existía.
- Por favor, señor -dijo el joven, llorando-. Necesito visitar ese apartamento una vez más, por favor. Necesito comprobar algo.
El hombre suspiró hastiado y Kyungsoo escuchó un ruido fuerte, como si fuese una campanilla. De repente, la puerta se abrió.
- Nos vemos en la tercera planta, muchacho.
Kyungsoo ni siquiera respondió y comenzó a correr hasta las escaleras. Subió los escalones lo más rápido que pudo, con el corazón desbocado y las lágrimas todavía resbalando por sus mejillas. Jongin existía. Todo lo que ellos habían vivido era tan real como recordaba y se avergonzó por haber pensado, aunque fuese por unos breves instantes, que Jongin pudiera haber sido una simple ilusión.
Cuando Kyungsoo llegó al tercer piso, corrió hasta la puerta del apartamento 301 y esperó. Trató de girar el picaporte unas cuantas veces, pero nada sucedió. Necesitaba saber qué había ocurrido con Jongin, ¿por qué nadie lo ayudaba?
El llanto del muchacho llamó la atención de cierta persona.
- ¿Qué estás haciendo aquí? -dijo una voz a su espalda, y Kyungsoo se giró asustado. Era la señora mayor que vivía al lado del apartamento de Jongin.
- Necesito ver algo en este apartamento... -respondió Kyungsoo, secándose las insistentes lágrimas.
- ¡Deberías estar en el hospital, muchacho! -la anciana mantenía la mitad del cuerpo fuera de su propio apartamento y hablaba en tono serio, como si fuese una madre preocupada.
Entonces Kyungsoo se dio cuenta.
- ¡Usted fue la señora que me encontró desmayado en el apartamento! Y era la señora que venía a visitarme, ¿verdad? Mi jefe me lo contó, pero nunca me imaginé que fuera usted... -dijo Kyungsoo señalando a la mujer de forma acusatoria, y casi se da una bofetada por no haberse dado cuenta antes.
- Sí, fui yo -dijo ella con una sonrisa-. Pero cuando iba a visitarte por la mañana temprano, tú siempre estabas dormido. ¡Y deberías estar descansando en el hospital! ¡Dudo mucho que estés 100% recuperado!
- ¿Usted vio al chico que vive en este apartamento cuando me encontró? -preguntó Kyungsoo, ignorando la reclamación de la anciana-. ¿Sabe dónde está?
Ella pareció pensar durante un segundo. Kyungsoo no se dio cuenta, pero tenía un pequeña sonrisa dibujada en los labios.
- Ah, no. Perdón, pero no lo he visto. Pero creo que si tienes algo que hacer dentro de ese apartamento, deberías entrar. Mira, el casero ya ha llegado -y con esas palabras, sonrió y cerró la puerta de su casa.
Después de todo el discurso del casero sobre no extraer nada que no fuera suyo, y de que Kyungsoo suplicara para poder entrar solo, por fin pudo girar las llaves en la cerradura. Cuando la puerta se abrió, Kyungsoo se estremeció.
Por fin descubriría la verdad.
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Kyungsoo cerró la puerta del apartamento e hizo girar en la cerradura la llave que el síndico le había dado. El joven observó el suelo del pequeño pasillo que conducía a la sala y recordó los besos compartidos con Jongin en aquel lugar el día en que el menor había regresado tras la primera discusión, contrariando el deseo del condenado.
Aquel día en que Jongin le había prometido no volver a apartar a Kyungsoo de su lado nunca más.
Al abrir la puerta de la cocina, el muchacho no percibió ningún movimiento extraño, pero decidió probar de todas formas.
- ¿Jongin...? ¿Jongin-ah? ¿Estás aquí? -llamó en voz baja, esperando alguna respuesta somnolienta que le dijese que se acercara.
Pero no obtuvo respuesta alguna.
Kyungsoo se adentró en la cocina y buscó en todos los rincones posibles, incluso debajo de la mesa. Estaba desesperado.
En la sala, el joven se detuvo al ver las marcas rojas en el suelo. Su sangre. Se agachó y acarició la alfombra, que probablemente tendrían que cambiar, pues Kyungsoo dudaba que la sangre seca pudiera salir de allí. Miró a su alrededor, forzando la vista, tratando de ver a Jongin, donde quiera que estuviese. ¿En el sofá, tal vez? No. ¿Detrás de la cortina? No.
Jongin no estaba por ninguna parte.
Kyungsoo ahogó el llanto y corrió hasta el pasillo que llevaba al resto de la casa. Abrió la puerta del cuarto de baño con fuerza, corrió hacia la mampara que escondía la ducha y la abrió con violencia, pero Jongin no estaba allí. Sin embargo, Kyungsoo prácticamente podía sentirlo allí, casi podía tocarlo.
Le sudaban las manos y le temblaba todo el cuerpo. Tenía miedo de entrar en la última habitación del apartamento y no encontrar a Jongin. Tenía miedo de enfrentarse a la realidad.
La realidad era que Kyungsoo estaba solo de nuevo.
Abrió la puerta de la habitación con recelo e introdujo la cabeza con temor. Como era de esperarse, allí no había nadie. El joven entró y miró a su alrededor. La silla en la que Jongin solía sentarse para observarlo, la cama que ambos habían compartido tantas veces y la pequeña ventana, aún sellada.
La cama estaba deshecha y Kyungsoo acarició con las yemas de los dedos las sábanas blancas. Todavía le temblaban las manos y sentía un dolor de cabeza muy fuerte. Su respiración estaba empezando a acelerarse, los latidos de su corazón parecían palpitar con intensidad y le dolía el pecho. Se mordió el labio inferior para tratar de controlar lo incontrolable. El joven se arrodilló al lado de la cama en la que había sido tan feliz, y rompió a llorar.
- Jongin... -murmuró Kyungsoo, sin intentar controlar la saliva que resbalaba de su boca y las lágrimas que escapaban de sus ojos-. Jongin, ¿por qué me dejaste?
Kyungsoo seguía de rodillas, cubriéndose la cara con las manos para ahogar su llanto.
- Me hiciste prometer que jamás desaparecería, pero tú lo hiciste. Jongin... ¡Pedazo de idiota! ¡¿Por qué me has dejado?! -gritó mientras golpeaba el suelo con el puño.
Kyungsoo comenzó a dar puñetazos en la superficie lisa y dura varias veces, tratando de que el dolor físico superase el emocional. Pero era inútil.
- Estás muerto, ¿verdad? No logré salvarte... -murmuró, rompiendo a llorar de nuevo. Hablaba con Jongin mentalmente y éste le respondía, diciéndole que dejase de hacer eso, que se iba a hacer daño. El joven ignoró al Jongin imaginario y siguió con su monólogo.
- ¿Y qué pasó con tu cuerpo, eh? ¡Idiota! ¡No me digas que te has evaporado, porque eso es ridículo! -gritó Kyungsoo una vez más, apretándose la cara con las manos de nuevo para hacer que el cuarto, el edificio y todo desapareciese.
Deseando que nada de eso estuviera pasando y sólo fuera una pesadilla.
Kyungsoo estaba demasiado ocupado llorando y conversando consigo mismo como para percibir un movimiento. La puerta corredera del armario se abrió ligeramente y una figura miró al menor.
- ¿Kyungsoo? -el enfermero se estremeció al oír la voz. Debía de estar volviéndose loco, pero giró su rostro hacia el origen del sonido.
Era Jongin.
- ¿Qué estás haciendo aquí? ¿No deberías estar en el hospital? -Jongin se frotaba los ojos, todavía adormilado, mientras salía con dificultad del armario. Al fin y al cabo, era demasiado grande para caber allí sin problemas.
- ¿Jong...in? -murmuró Kyungsoo, respirando con dificultad y sin poder creer lo que veía.
El otro se aproximó al menor, que permanecía arrodillado en el suelo, y lo miró preocupado.
- ¿Estás llorando? ¿Por qué? -Jongin le tendió la mano, exactamente como en su sueño, y Kyungsoo se la tomó mientras se ponía de pie con dificultad.
Kyungsoo no respondió su pregunta. Se quedó mirando fijamente sin expresión alguna los ojos curiosos y preocupados de Jongin, su nariz tan diferente a las demás, sus labios carnosos... Kyungsoo alzó su mano y rozó con la yema del dedo índice la mejilla del más alto, para confirmar que era real.
Para confirmar que de verdad estaba allí.
- ¿Kyungsoo? -dijo Jongin en voz baja, tratando de sacar al menor del ensimismamiento en el que se encontraba.
No debería haber hecho eso.
- ¡Pedazo de idiota! -gritó Kyungsoo, asustándolo-. ¡¿Tienes idea de lo que he pasado?! ¡¿Qué cojones estabas haciendo en esa mierda de armario mientras yo estaba aquí sufriendo?! ¡Mientras yo estaba solo en aquella mierda de hospital! ¡¿Cómo te atreves a dejarme solo?! ¡¿Cómo?! ¡Grandísimo idiota!
Kyungsoo comenzó a golpear con fuerza a Jongin en el pecho, obligándolo a retroceder, hasta que su espalda se empotró contra el armario del que había salido.
- ¡Creí que estabas muerto! ¡Después creí que nunca habías existido de verdad! Creí que estaba loco, que yo... ¡que estaba solo de nuevo! -gritó Kyungsoo llorando, todavía golpeando a Jongin, que no trataba de defenderse-. Creí que estaba solo de nuevo -murmuró otra vez, tratando de explicar cómo se sentía, llorando en voz alta y volviendo a cubrirse el rostro con las manos.
Jongin lo envolvió en un fuerte abrazo.
- Perdóname -susurró contra el cabello del menor.
Kyungsoo deslizó las manos hasta la espalda del más alto y se aferró a él. Cerró los ojos y por un momento creyó que sucedería lo mismo que en su sueño. Que el mayor se desvanecería entre sus brazos.
Pero Jongin no se desvaneció.
- Perdóname por todo -murmuró el mayor, y Kyungsoo hundió la cara en su cuello.
- Creí que te había perdido... No quería quedarme solo, no quería quedarme sin ti. No vuelvas a hacerme esto, por favor -suplicó el menor contra su piel.
Kyungsoo y Jongin permanecieron abrazados durante un buen rato. Nada importaba a ambos en aquel momento que no fuese la presencia, el contacto y el calor del otro.
- ¿Qué mierda estabas haciendo dentro del armario, idiota? -murmuró Kyungsoo, volviendo a enfadarse, apretando aún más su cuerpo contra el del mayor.
- No quería acostarme en la cama sin ti a mi lado -dijo Jongin con una sonrisa-. Además, el armario es más oscuro y ahora estoy muy sensible a la luz...
- Idiota -murmuró Kyungsoo, sonriendo y apretando la camisa de Jongin con sus delgados dedos.
Cuando por fin se apartaron, el mayor condujo a Kyungsoo hasta la cama e hizo que se sentara, para enseguida hacer lo mismo. Ambos estaban el uno frente al otro y se miraban intensamente, pensando en qué decir.
El menor comenzó a llorar en voz baja, repasando todos los recuerdos y pensamientos de la semana más dolorosa de su vida, pero se vio obligado a parar cuando Jongin comenzó a acariciarlo y a besarlo suavemente en cada parte de su rostro. Jongin le besó con sutileza las mejillas coloradas, la frente cálida, los ojos húmedos, la nariz rosada, la barbilla delicada y, por último, los labios gruesos y suaves.
El beso fue delicado, tierno. Sus labios se rozaron como en una caricia, mientras sus ojos permanecían entrecerrados, ambos sin saber si deberían profundizar el contacto o no.
Decidieron que sí.
Fue la lengua de Kyungsoo la que primero pidió paso, mientras cerraba los ojos y deslizaba los dedos hasta la cintura de Jongin para apretar la camisa fina que llevaba. El mayor condujo sus manos hasta las mejillas del otro y lo asió delicadamente mientras el beso se volvía más intenso, más apasionado.
Kyungsoo estaba extasiado y sentía que su corazón iba a explotar, mientras sus lenguas jugaban la una con la otra dentro del beso, uno probando el sabor del otro. Jongin tenía exactamente el mismo sabor que el menor recordaba.
Jongin era, en efecto, real. Los dos allí, juntos... también era real.
Y nadie podría decir lo contrario.
- ¿Qué sucedió, Jongin? -susurró Kyungsoo contra los labios del mayor, cuando se separaron brevemente para respirar hondo-. ¿Qué sucedió esta semana? Pensé que te habían llevado conmigo al hospital... El personal sanitario no me respondía nada de lo que preguntaba y pensé que te habías muerto porque juro que... no sentí tus latidos cuando la maldición se rompió, pero... pero nadie allí sabía nada de ningún Jongin ingresado o que hubiera fallecido y entonces la psicóloga que me mandaron dijo que nada de lo que habíamos vivido era real... y, Jongin, necesito... Por un momento creí que no existías y necesito... necesito saber...
Estás aquí conmigo, ¿verdad?
El menor suspiró profundo, mordiéndose el labio inferior y sintiendo el abrazo que Jongin le ofrecía. Éste lo besó en el cuello mientras con una de las manos le acariciaba el pelo.
- Estoy aquí, te lo juro.
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