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Tuvo que pasar un buen rato antes de que Kyungsoo dejase de llorar. Jongin siguió abrazado al menor, calmándolo, mientras se mordía el labio inferior para reprimir sus propias lágrimas, aunque ya estuviera sintiendo más emociones de las que podía soportar. Kyungsoo le preguntó lo que había sucedido, y entonces Jongin comenzó su larga explicación de lo que le había ocurrido durante la semana que habían pasado el uno lejos del otro.
Había muerto.
Jongin dijo que en el momento en que la maldición se rompió, sintió que se estaba muriendo de dentro hacia afuera; que lo que deseó que ocurriera durante los 700 años que había vivido solo, finalmente se estaba haciendo realidad.
- ¿Ves? -Jongin le mostró los brazos, con las palmas hacia abajo-. Las cadenas ya no están.
Girando la mano izquierda, mostró en su muñeca la frase escrita en rojo, con las letras en italiano que marcaban su destino.
- Aquí dice: «cuando encuentres el amor, morirás» -susurró Jongin, y Kyungsoo lo miró confundido.
- Pero tú no te has muerto -murmuró Kyungsoo, notando que las lágrimas volvían a invadir sus ojos-, estás aquí.
- Sí que me he muerto, Kyungsoo -dijo el mayor seriamente, y Kyungsoo se estremeció mientras se alejaba de él.
- ¿Qué quieres decirme con eso, Jongin? -el menor se mordió el labio inferior para evitar un sollozo.
El más alto esbozó una sonrisa y tiró de él para abrazarlo.
- Veo en tu expresión que estás pensando lo que no es. Déjame seguir con la historia, por favor. Una parte de mí se murió, sí, pero a fin de cuentas, tú conseguiste salvarme. Si estoy aquí, es gracias a ti.
Jongin estiró su brazo derecho y le mostró su otra muñeca. Exactamente como la frase escrita en italiano de la muñeca izquierda, ésta también estaba marcada con el color de la sangre. Pero el significado de las palabras era otro.
- En la muñeca izquierda dice que cuando encontrase el amor, moriría... Pero en la muñeca derecha dice que sólo cuando el amor me encontrase a mí, viviría. Tú me encontraste, Kyungsoo. Tú me salvaste la vida.
Toda maldición siempre tiene dos caras, como una espada de doble filo. Siempre hay forma de romper una maldición, aunque a simple vista parezca irreversible. Aunque la bruja que había condenado a Jongin a una vida eterna, vacía y sin sentido quisiera que lo siguiera siendo por toda la eternidad y que cuando fuese feliz, muriera... Bueno, aunque ella hubiera querido eso, no podría evitar que hubiese la posibilidad de que Jongin se salvase, en caso de ser correspondido.
Algo que la bruja jamás imaginó que sucedería. ¿Quién amaría a un asesino? ¿A un ser eterno y maligno, que devoraba la vida de los demás a través de sus venas?
La bruja jamás imaginó que alguien como Kyungsoo aparecería en la vida del condenado. Que Kyungsoo amaría a Jongin, o a Kai, más que a nada en el mundo. Cuando el humano casi murió, tratando de salvar al mayor, demostró su amor de una forma mucho más significativa que si hubiese dicho «te amo».
Cuando Kyungsoo estuvo a punto de morir tratando de salvar la vida de Jongin, el corazón de éste volvió a latir contra sus costillas.
Kyungsoo alzó la cabeza ligeramente para mirar al más alto. Las lágrimas caían de sus ojos, pero no evitó sonreír cuando Jongin sostuvo su rostro entre sus manos y lo besó suavemente. Un único roce de labios que sirvió para que el menor se calmara.
Kyungsoo se relajó en el abrazo de Jongin mientras éste reanudaba la historia.
La parte inmortal, la parte sedienta de sangre... Ésa había sido la parte del condenado que había muerto cuando se rompió la maldición.
Fue Kai quien dejó de existir. Kai era quien estaba muerto.
Jongin le contó que cuando se despertó, después de sentir que la muerte le había arrancado una parte, encontró a Kyungsoo desmayado sobre él y que se desesperó. Entonces corrió junto a la vecina anciana para pedir ayuda. Ella llamó a la ambulancia y le dijo al mayor que también debería ir al hospital, pues tenía mal aspecto. Claro, Jongin no podía de ninguna forma ir al hospital y trató de explicarle que ningún médico podría ayudarle, mostrándole a la señora su piel llena de grietas.
Y, por suerte para él, la anciana entendió lo que estaba pasando.
Después de todo, ella era una antigua wicca.
Por broma del destino o por pura coincidencia, la mujer sonrió cuando por fin comprendió qué le estaba sucediendo al muchacho y lo escondió en su propio apartamento. La anciana fue con Kyungsoo hasta el hospital y regresó sólo cuando éste hubo salido de la sala de operaciones para informar a Jongin de su estado.
La vecina de Jongin le contó su participación en un grupo de wiccas cuando era más joven; un grupo del que formó parte durante casi treinta años y que le había enseñado todo lo que sabía sobre hechizos, maldiciones y curas. Ella podría ayudar al joven si le contaba exactamente lo que había sucedido.
Jongin le contó su larga historia y le pidió que visitase a Kyungsoo todos los días y le contase las novedades, pues el horario de visitas era por la mañana muy temprano y el mayor todavía se sentía muy incómodo con la luz del sol. Su cuerpo aún estaba débil y aún no conseguía controlar bien sus movimientos.
Como si fuera un ángel de la guarda, la señora aceptó la petición y visitó a Kyungsoo todos los días, informando después a Jongin de todo lo que pasaba.
Jongin, incluso después de verse libre de la maldición, aún sentía sed de sangre, pero la wicca lo ayudó, obligándolo a tomar medicamentos líquidos que ella misma preparaba y, con el paso de los días, comenzó a incorporar comida a la alimentación del ex-condenado.
Jongin no se contuvo y lloró cuando introdujo en su boca alimentos de verdad después de tanto tiempo y percibió el sabor que hacía tantos siglos había olvidado.
La antigua wicca lo ayudó a curar sus heridas, principalmente las grietas que tenía en la piel, y lo dejó en su casa durante siete días hasta que se recuperara parcialmente y pudiera cuidarse por sí mismo. Jongin había regresado a su apartamento aquella misma tarde y había dormido en el armario, por las razones más estúpidas posibles, hasta que se despertó con el llanto de Kyungsoo.
- Iba a avisarte dentro de unos días... -dijo Jongin con una sonrisa-. Pero te escapaste y me encontraste tú primero.
- Ya no aguantaba más en aquel hospital... -murmuró Kyungsoo con un mohín en los labios.
Jongin apartó al menor con delicadeza y lo miró seriamente.
- Creo que necesito contarte algo más que me está sucediendo... -Kyungsoo abrió los ojos, esperando lo peor. ¿Por qué no podían ser felices ni un solo instante?
- ¿Qué? ¿Qué te está pasando, Jongin? -preguntó con recelo, temiendo la respuesta.
Jongin giró un poco la cabeza y comenzó a revolver su cabello. Kyungsoo parpadeó confuso, sin entender lo que el otro le quería enseñar.
- ¿Ves? -preguntó Jongin con una sonrisa; pero Kyungsoo no sabía qué debería estar viendo.
- ¿Si veo qué?
- ¡Aquí! ¡Tú mira! Me está saliendo una cana, me di cuenta hace unos dos días. Es muy pequeña pero se ve bien, ¿no?
La expresión confusa de Kyungsoo se transformó en una mezcla de alivio y furia y comenzó a golpear al más alto de nuevo, gritándole.
- ¡Pedazo de idiota! ¡¿Quieres que me dé un ataque al corazón?! Yo aquí esperando una noticia horrible y vienes tú y me hablas de... ¡¿canas?! -Kyungsoo aún golpeaba a Jongin cuando éste le agarró las muñecas con cuidado, temiendo hacerle daño.
- Eso nunca había ocurrido mientras era inmortal, Kyungsoo... Creo que estoy envejeciendo -murmuró Jongin con una sonrisa-. Creo que soy humano otra vez.
Y entonces Kyungsoo se dio cuenta. La maldición se había llevado la eternidad del más alto, había matado a Kai y dejado a Jongin vivir.
Jongin volvía a ser humano.
Kyungsoo comenzó a llorar de nuevo y el mayor se desesperó.
- ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras? ¿Te he hecho daño? -Jongin sostuvo el rostro del más bajo, tratando de calmarlo con su voz.
- No, Jongin. No me has hecho daño -dijo Kyungsoo entre risas y lloros-. Es que estoy tan feliz...
- ¡No se llora cuando se está feliz, idiota! -dijo el mayor entre risas, y besó a Kyungsoo.
Jongin le dio varios besos sonoros al menor y le pidió paso con la lengua. Sentía tanta necesidad de aquella pequeña figura que tenía frente a él que podría envolverlo en un abrazo y no soltarlo jamás. La piel cálida del rostro de Kyungsoo se encontró con la de Jongin.
- Estás caliente... -murmuró Kyungsoo entre los labios del otro, abriendo los ojos ligeramente-. Tu piel está caliente.
- Lo sé -respondió Jongin con una sonrisa, besándolo nuevamente.
Mientras Jongin era inmortal, su piel siempre estaba fría. Ahora sentía calor todo el tiempo, especialmente en aquel momento en que el menor estaba entre sus brazos, besándolo.
Kyungsoo acercó las manos al pecho de Jongin y agarró su camisa mientras sus lenguas se rozaban suavemente durante el lento beso. Permanecieron así durante un tiempo, hasta sentir que les faltaba aire en los pulmones.
- ¿Qué haremos ahora? -preguntó Kyungsoo contra los labios del otro, con la respiración agitada.
Jongin sonrió y se apartó un poco del menor para mirarlo a los ojos.
- Bueno, primero estaba pensando en aprovechar el hecho de que estamos en mi habitación para abusar de ti hasta que me supliques que pare... -Kyungsoo se echó a reír pues, al fin y al cabo, Jongin seguía siendo un sádico pervertido y sodomita-. Después estaba pensando que deberíamos irnos a juntos, porque ahora que soy humano necesito comida y tú tendrás que cocinarme todos los días.
Kyungsoo levantó una ceja y sonrió.
- ¿Voy a ser algo así como un empleado o qué? -Jongin se rió y negó con la cabeza.
- Prefiero el término «esclavo sexual», ¿sabes?
Kyungsoo le dio un golpe en el brazo con fuerza y éste se disculpó diciéndole que sólo era una broma.
- Prometo que cocinaré todos los días -dijo Kyungsoo después de aceptar sus disculpas (y muchos besos)-. ¿Nada de sangre para ti, entonces?
- No -respondió Jongin con gesto de repulsa-. Creo que si veo sangre frente a mí de nuevo, vomito.
- ¿De verdad vomitarías? ¿Eso es una promesa? -Kyungsoo sonrió, mostrándole la venda que tenía en la muñeca-. Porque puedo abrirme los puntos de la muñe...
- ¡No seas idiota! -gritó Jongin mientras abrazaba al menor de nuevo y volvía a besarlo.
El beso ahora era urgente y las manos recorrían el cuerpo el uno del otro, como si quisieran descubrirse de nuevo. Como si quisieran asegurarse de que todo era real, de que estaban juntos de nuevo.
Jongin obligó al menor a acostarse sobre el colchón y se puso sobre él sin dejar de besarlo.
- Te das cuenta de que llevas puesto un pijama, ¿no? -preguntó Jongin, riéndose, después de separar sus labios de los de Kyungsoo.
- No es que tuviera muchas opciones para elegir antes de huir, ¿sabes? -replicó Kyungsoo con un mohín en la boca; Jongin se echó a reír, uniendo sus labios una vez más.
Jongin invadió la boca de Kyungsoo con su lengua sin ceremonias, provocando chasquidos por la saliva intercambiada. Sus manos descendieron por el tronco del menor hasta llegar a la cinturilla del pantalón del pijama que llevaba puesto. Jongin sonrió entre el beso e introdujo la mano dentro de la prenda, para luego romper el beso enseguida, sorprendido.
- No llevas calzoncillos... -dijo con una media sonrisa, moviendo la mano sobre la intimidad de Kyungsoo, acariciándola.
- Ya lo sé, no tienes que advertírmelo... -el menor gimió al sentir al otro envolviendo su glande con la palma de la mano-. No había ropa interior en el armario de la habitación del hospital, así que me fui sin ella.
Jongin miró a Kyungsoo a los ojos y sonrió con malicia.
- Perfecto, así nos saltamos un paso -Jongin esbozó una media sonrisa cuando Kyungsoo gimió.
Comenzó a masajear el miembro ya despierto del menor con una mano mientras con la otra trataba de sacarle la parte de arriba por la cabeza, revelando su cuerpo blanco. Kyungsoo gemía en voz baja y sentía que su cuerpo se estremecía cada vez que Jongin depositaba un chupetón o un mordisco leve en su abdomen.
- Te he echado tanto de menos... -murmuró Jongin contra la piel del más bajo.
Kyungsoo sintió que sus mejillas se ruborizaban y una vez más notó que se formaban lágrimas en sus ojos. Jongin no tenía ni idea de cuánto lo había echado de menos él. Lo único en lo que podía pensar Kyungsoo en aquel momento era en que quería pasar todos los momentos de su vida, buenos o malos, al lado de Jongin.
- ¿Estás llorando otra vez? -preguntó Jongin preocupado, retirando la mano del pantalón de Kyungsoo y gateando por la cama hasta que sus rostros quedaron a la misma altura.
- Yo también te he echado de menos. Mucho -dijo Kyungsoo mientras se secaba las lágrimas que insistían en acumularse en sus ojos. Jongin abrazó al menor, hundiendo su rostro en la curva de su cuello.
- No llores más, por favor -Jongin depositó tiernos besos en el cuello de Kyungsoo y sintió a éste asentir con la cabeza ligeramente.
Cuando el mayor se apartó, miró fijamente a los ojos de aquel que un día había sido su víctima. ¿Cómo pudo haber pensado siquiera en matar a alguien tan perfecto como Kyungsoo? Jongin volvió a besar los labios carnosos ajenos, mientras sus manos descendían por la espalda caliente del menor.
El mayor depositó besos suaves por todo el tronco de Kyungsoo mientras deslizaba sus manos por sus costados. Jongin podía sentir el corazón del menor latir rápido dentro de su pecho y sonrió.
Muchos corazones habían latido acelerados por Jongin, pero siempre por miedo.
- ¿Por qué te late el corazón así? -preguntó, aunque ya sabía la respuesta.
- Porque estoy contigo, ¿no es obvio? -preguntó Kyungsoo, y Jongin se acercó a él para besarlo en el cuello-. Estoy feliz, ansioso y...
- Excitado -susurró el mayor contra su oído y Kyungsoo gimió cuando Jongin le chupó el lóbulo de la oreja.
Sus labios volvieron a encontrarse en un beso intenso, desesperado, en el que las lenguas eran chupadas y los labios mordisqueados sin compasión.
El pantalón de Kyungsoo estaba molestando a Jongin y éste no se contuvo; deslizó las manos hasta la cadera del menor y le quitó los pantalones justo después. El mayor se puso de rodillas y se despojó de toda su ropa, lanzándola fuera de la cama, en algún rincón de la habitación.
Afuera hacía frío, pero dentro del cuarto ambos jóvenes sentían mucho calor.
Jongin echó un último vistazo al menor acostado antes de que sus manos alcanzasen la erección que tenía frente a él para masajearla con ansias. Kyungsoo exhaló el aire con fuerza entre sus labios, en un suspiro profundo, y gimió en voz baja. Cuando la boca de Jongin envolvió su glande, se escuchó un gemido fuerte en la pequeña habitación.
El menor gimió al sentir la lengua de Jongin envolviendo la extremidad de su miembro y haciendo movimientos circulares lentos. Kyungsoo se llevó las manos a la cara y las mantuvo unidas delante de sus ojos, cegándose. La sensación de estar dentro de la boca de Jongin era tan placentera que pensó que si observaba la escena acabaría corriéndose antes de tiempo.
- Mírame, Kyungsoo... -escuchó Kyungsoo murmurar contra su miembro, sintiendo el cálido aliento contra su piel húmeda.
Kyungsoo apartó las manos de sus ojos lentamente y miró hacia abajo. Jongin sonrió y abrió la boca, engullendo su erección casi por completo. El menor gimió en voz alta y comenzó a sonreír mientras se mordía el labio inferior.
No recordaba que la boca de Jongin fuese tan exquisita.
Kyungsoo se apoyó en los codos para tener una visión más privilegiada de lo que sucedía más abajo de sus caderas y, como era de esperar, la escena le causó escalofríos. Sintió que sus mejillas ardían y sus músculos vibraron mientras observaba a Jongin chupándole el miembro lentamente.
El mayor usaba la lengua para humedecer toda la extensión del menor, sintiendo las venas palpitando en su boca. Ni por un solo segundo Jongin rompió el contacto visual con el otro, aunque ver la cara de placer y excitación de Kyungsoo hiciese que su propio miembro quedara dolorido de tanta expectación por lo que vendría.
Kyungsoo no sabía lo que le estaba sucediendo, pero cuando Jongin entreabrió sus labios un poco más alrededor de su miembro y comenzó a lamerlo con malicia, Kyungsoo se vio obligado a mover las caderas, forzando la entrada de su erección en la boca del mayor, yendo más y más profundo.
Jongin no esperaba aquella reacción, pero decidió seguirle el juego e hizo movimientos de vaivén con la cabeza, acompañando a las caderas de Kyungsoo. Cuando el menor comenzó a gemir cada vez más alto bajo su cuerpo, Jongin entendió que estaba próximo al orgasmo.
- ¡Jo... Jongin-ah! -gimió Kyungsoo, tirándole del pelo.
El mayor sintió la corrida del otro invadiéndole la boca tras algunos movimientos más. Todo el cuerpo de Kyungsoo sufría espasmos por el orgasmo y gimió en voz baja, tratando de controlar su respiración agitada. Jongin no tragó el líquido del otro y, abriendo la boca, soltó el semen de Kyungsoo en su propia mano.
El más alto pasó delicadamente las piernas del menor sobre sus hombros, lo que le daba una visión privilegiada de su intimidad. Kyungsoo se sonrojó y una vez más aquel gesto a Jongin le pareció adorable.
- Si quieres podemos dejarlo aquí por hoy... -dijo Jongin, tratando de ignorar la palpitación de su propio pene, justo debajo.
- ¡N...no! -gimió Kyungsoo, abriendo los ojos-. ¡Quiero seguir...!
Fue entonces cuando el menor se dio cuenta.
- Tienes cicatrices en la piel... -susurró Kyungsoo, tratando de alcanzar los brazos de Jongin con los dedos. La cicatriz mayor se encontraba en su cuello y se prolongaba hasta el hombro.
- Cuando se rompió la maldición, mi piel se agrietó y no... no pude hacer nada. Me quedé con estas cicatrices...
- Ven aquí -gimió Kyungsoo, y Jongin obedeció. Retiró las piernas del menor de encima de sus hombros, inclinándose un poco sobre el cuerpo debajo de él, mientras Kyungsoo se incorporaba de la cama con torpeza, utilizando una de las manos como apoyo.
El más alto sintió que su piel quemaba con los roces del otro. Kyungsoo repartió pequeños besos por todas las cicatrices profundas de los brazos y del cuello de Jongin. Por fin, el menor le dio un beso lento en los labios mientras acariciaba su rostro.
- Para mí sigues siendo perfecto... -dijo en serio, tratando de demostrarle que no importaba cuántas cicatrices tuviese en el cuerpo, que seguía siendo todo lo que él siempre había querido.
Jongin lo era todo para Kyungsoo.
El mayor esbozó una amplia sonrisa y volvió a besar a Kyungsoo lentamente, chupando los labios carnosos que tanto amaba, probando su dulce sabor y oyendo los pequeños chasquidos provocados por la saliva compartida. A sus oídos, todo parecía música, todo era perfecto.
Al separarse, Kyungsoo volvió a acostarse mientras Jongin se puso de rodillas entre las piernas del menor, antes de colocarlas de nuevo sobre sus hombros.
Jongin sonrió y le dio un beso en la rodilla antes de acercar sus dedos húmedos con el semen del menor a su objetivo. Cuando las yemas de sus dedos alcanzaron la entrada de Kyungsoo, éste suspiró y Jongin lo miró.
Kyungsoo sonreía.
Jongin sintió que su corazón iba a explotar. Amaba demasiado a aquella pequeña criatura que tenía delante. Quería poseerlo de la forma más intensa posible todas las noches, quería pasar sus días riéndose de sus expresiones y quería abrazarlo hasta que el mundo acabase.
- Te amo. Te amo como nunca he amado nada ni a nadie -dijo Jongin con sinceridad, y Kyungsoo dejó de sonreír por un momento, para después volver a mostrar sus dientes en una sonrisa débil.
- Yo te amo aún más -dijo Kyungsoo; Jongin se inclinó sobre el cuerpo del menor e hizo que las rodillas de éste tocasen su propio pecho.
El mayor besó los labios gruesos de Kyungsoo con lujuria mientras introducía dos dedos de una sola vez en su interior. El menor arqueó la espalda, gimiendo, y Jongin se alejó para volver a su posición original, aún con las piernas de Kyungsoo sobre sus hombros. Sus dedos se movían lentamente dentro del otro, esperando a que se acostumbrase a la invasión.
- ¡Jongin-ah! -gimió Kyungsoo, mordiéndose el labio inferior-. Más rápido...
El mayor alzó una ceja y esbozó una media sonrisa antes de empezar a hundir sus dedos dentro del menor con más velocidad y profundidad. Kyungsoo gemía en voz baja y movía ligeramente las caderas sobre los dedos de Jongin, tratando de aumentar aún más la profundidad de la penetración y los dedos de los pies y de las manos de Kyungsoo se contrajeron involuntariamente por el placer que sentía.
Cuando Jongin retiró los dedos de su interior, Kyungsoo lo miró desolado, pero luego volvió a gemir en voz alta cuando sintió que su interior era invadido por algo mucho mejor que los dedos. El mayor sonrió cuando vio al otro jadeando bajo su cuerpo. El interior de Kyungsoo era caliente y se contraía alrededor del miembro palpitante de Jongin.
Los movimientos comenzaron siendo suaves, lentos y superficiales, pues Jongin no quería acabar haciendo daño a Kyungsoo de tanta ansiedad que sentía. Pero unos minutos más tarde, Kyungsoo gimió irritado bajo él.
- Más rápido, Jong... -Kyungsoo no tuvo que acabar la frase para que el más alto comenzara a moverse con mayor velocidad sobre él.
Jongin se inclinó de nuevo sobre el cuerpo del menor para que fuese más fácil aún penetrarlo. Sus rostros estaban a centímetros de distancia y Jongin sonrió cuando vio que Kyungsoo estaba extasiado de placer. Las manos del menor encontraron los cabellos de Jongin y tiró de ellos para atraerlo en un beso rápido.
Las embestidas eran rápidas y profundas y Kyungsoo gimió, deslizando sus manos hasta la nuca de Jongin, hundiendo las uñas en su piel para atraerlo y besarlo una vez más. Sus lenguas se encontraron y Kyungsoo sintió que se derretía con todo el calor que desprendían sus cuerpos. Su miembro, erecto nuevamente, quedaba aplastado entre ambos y con los movimientos que hacían la fricción que sufría rayaba en la tortura.
- Voy a correrme otra vez... -dijo Kyungsoo contra los labios de Jongin, haciendo que éste esbozara una sonrisa maliciosa.
- Córrete para mí, Kyungsoo -dijo el mayor en tono perverso, mordiendo con fuerza el labio inferior de Kyungsoo.
El sonido producido por los movimientos de sus cuerpos y por las embestidas resonaba en el cuarto y se mezclaba con los gemidos altos y prolongados de Kyungsoo y la respiración pesada y los gemidos roncos de Jongin. El menor se corrió primero en el espacio que quedaba entre ambos cuerpos, poniendo los ojos en blanco cuando Jongin acertó en el punto sensible de su interior. Jongin siguió penetrando profundamente al menor hasta que eyaculó y llenó al joven con su semen.
Volvieron a besarse con urgencia mientras Jongin seguía moviéndose lentamente, deseando que aquel momento no acabase jamás. Cuando se vieron obligados a separarse por la falta de aire, Jongin abrazó a Kyungsoo de forma posesiva y se quedaron en silencio durante un buen rato, tratando de normalizar sus respiraciones.
Cuando el mayor sintió que el menor respiraba con dificultad, más por el peso de su cuerpo que por el cansancio, Jongin se apartó y rodó con calma hasta quedar acostado sobre el colchón, al lado de su amante.
Jongin miraba al techo con una sonrisa y, al girar la cara hacia un lado, se echó a reír cuando vio que Kyungsoo lo miraba con la boca abierta, como si lo estuviese admirando.
- Eres tan guapo, Jongin... -comenzó Kyungsoo antes de cerrar la boca, un poco avergonzado, y girar completamente el cuerpo hacia él.
- Y tú eres perfecto, Kyungsoo -dijo Jongin, tirando de él para abrazarlo.
Ambos se acurrucaron en los brazos el uno del otro y permanecieron en silencio, aprovechando el momento que vivían y deseando que aquello jamás llegase a su fin.
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El reloj de la vida de Jongin volvió a ponerse en marcha.
Después de casi setecientos años estancado en el tiempo con la edad de veintidós años, las agujas del reloj habían vuelto a moverse. Lentamente, las horas iban pasando y el cuerpo del joven volvía a acostumbrarse a ser humano. Los deseos, las ansias, los problemas... Todo volvía poco a poco, y cada nueva manifestación humana del mayor era una alegría, una razón para sonreír.
Jongin, al igual que Kyungsoo, envejecía paulatinamente con cada segundo que pasaba.
Ambos decidieron que celebrarían el cumpleaños de Jongin junto con el de Kyungsoo, ya que el más alto no recordaba la fecha exacta en la que había nacido. Durante el primer cumpleaños que pasaron juntos, tras comer la tarta y sentir su delicioso sabor, al escuchar el «felicidades» de los labios de su amante antes de besarlo con ternura, al oírlo susurrar contra su oreja el deseo de que en los próximos años (y con «próximos» quería decir hasta la muerte) estuviesen juntos en esa fecha y todos los días, Jongin lloró de felicidad.
Él, más que nunca, se sentía humano de nuevo.
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Ambos se habían mudado al apartamento de Kyungsoo.
Habían llegado a la conclusión de que en el de Jongin habían muerto demasiadas personas a manos de Kai y que necesitaban un nuevo lugar para comenzar una nueva vida. El «Vampiro de Seúl» estaba definitivamente lejos de los focos de la sociedad, ya que habían detenido y condenado a un hombre que se había autoinculpado por los asesinatos.
Al irse del antiguo apartamento, Kyungsoo dio las gracias miles de veces a la vecina de Jongin por haberlo cuidado en su ausencia y la invitó para que siempre que quisiera apareciese por su nueva casa para comer. La vieja wicca les deseó buena suerte antes de que los dos salieran por última vez de aquel edificio.
De tan feliz que estaba, el menor ni siquiera se acordó de reñirle por haberle mentido cuando dijo que no había visto a Jongin en el apartamento cuando llamó a la ambulancia.
Lo cierto era que la felicidad de ambos era palpable.
En el nuevo apartamento, Kyungsoo se veía obligado de verdad a cocinar para Jongin todos los días, pero no le importaba. De hecho, le encantaba cocinar para él mientras éste lo observaba con atención. Algunas veces el moreno hasta había intentado ayudarlo, pero los intentos siempre acababan en fracasos y la comida se quemaba de una forma u otra. Al final, Kyungsoo acababa riendo y Jongin quejándose.
El período de prácticas obligatorio de Kyungsoo se había terminado y el joven había sido contratado por el hospital para trabajar a tiempo completo. Jongin aún lo sujetaba entre sus piernas todas las mañanas, suplicándole que se quedase en la cama un poco más. A Kyungsoo le parecía adorable lo mimoso que era Jongin por las mañanas, pero se veía obligado a recordarle que él también debería trabajar.
Conseguirle documentos a Jongin fue la parte más difícil de su nueva vida, pero tras unas semanas el mayor ya se pudo considerar ciudadano coreano. Jongin consiguió un puesto de trabajo en un restaurante, como camarero, y el menor siempre se mordía el labio inferior cuando veía a Jongin con su uniforme: un pantalón de vestir holgado, camisa blanca de botones con un chaleco negro por encima y una corbata de lazo para completar su vestimenta.
Lo cierto era que Jongin aprovechaba que era camarero para picar (con permiso del chef) de todos los platos preparados en la cocina en la que trabajaba, experimentando nuevos sabores y redescubriendo otros que ya ni recordaba. Jongin estaba, prácticamente, convirtiéndose en un adicto a la comida.
A fin de cuentas, la comida sabía mucho mejor que la sangre.
Kyungsoo y Jongin llevaban viviendo juntos un tiempo y pretendían seguir así mientras les fuera posible.
- Eres lo mejor que me ha sucedido en la vida y sabes que lo estoy diciendo en serio -murmuró Jongin con una risa débil contra el cuello de Kyungsoo, mientras estaban acostados en la cama una tarde de domingo.
Kyungsoo se apartó y lo miró a los ojos.
- Me alegro de haber perdido aquel último tren y de que me hubieras escogido como víctima -dijo el menor, estremeciéndose sólo de pensar en lo que habría sucedido si no hubiese perdido el tren que lo llevaría a casa la noche en que conoció a Kai-. Gracias, Jongin. Gracias por existir, por encontrarme y por salvarme de la soledad.
De hecho, ambos se habían salvado mutuamente de formas diferentes y Jongin sabía que sin Kyungsoo estaría, en ese mismo momento, asesinando a alguien en algún rincón oscuro, pensando en cuántas eras tendría que enfrentar solo hasta lograr morir.
La más pura verdad era que Kyungsoo había salvado a Jongin de la maldición, de la soledad y de sí mismo..
- Gracias, Kyungsoo. Por todo... Pero principalmente por amarme -dijo Jongin con sinceridad, sonriendo, antes de tirar del menor para darle un beso apasionado, como los miles que ya habían compartido.
Unas cuantas risas más se escucharon fuera del pequeño cuarto mientras se susurraban juramentos de amor y se pronunciaban palabras maliciosas. El sonido de las risas dio lugar al de los besos y los largos gemidos que resonaron durante un buen rato por las habitaciones del apartamento.
A fin de cuentas, Jongin no había cambiado nada.
Estaban acostados lado a lado cuando se quedaron dormidos en la cama de matrimonio que compartían, con las respiraciones mezcladas debido a la proximidad de sus cuerpos y la calidez mutua calentándolos en una noche de clima agradable. Cuando entraron en el mundo de los sueños, los dos amantes estaban cogidos de la mano.
Lo que Jongin y Kyungsoo habían vivido, los momentos buenos y malos que habían pasado juntos... Todo quedaba guardado en los recuerdos que conservarían con cariño. El futuro era incierto, pero los dos anhelaban que fuese el mejor posible.
Y, claro, el amor incondicional que sentían el uno por el otro... Bueno, ese sentimiento sería eterno.
Eterno mientras durase.
Eterno
para siempre.
Y ésta fue la historia del inmortal que fue salvado por un humano.
Amar fue su perdición;
ser amado fue su salvación.
F I N
<<< Capítulo 5 (1ª parte)