Se sentó abatido en una helada acera, perdida por las calles de la ciudad de Manhattan, con una maleta negra al lado de la pierna derecha. Llovía; más bien diluviaba. Su ropa, empapada, pesaba toneladas, o eso le parecía a él, debido al delgado y flacucho conjunto de huesos que tenía por cuerpo.
Era el día de su cumpleaños. Cumplía 18 años. Era
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