Me está llevando un mundo editar y publicar este fic (ya lo de San Valentín no tiene mucho sentido)
10.
Bob no dudó en entrar al establo, había visto salir a un airado Graham y aquello nunca auguraba nada bueno. Sus sospechas se confirmaron cuando vio el teléfono móvil de Danny hecho pedazos en el suelo. Levantó la vista y la expresión de su nieto le partió el alma.
-¿Qué es lo que ha ocurrido, Daniel?
-Graham, ¿qué va a ocurrir si no? ¿Por qué diablos lo dejé entrar en mi vida?, ¿por qué se obstina en arruinarlo todo? Dime, abuelo ¿Qué demonios le he hecho yo?- comenzó a decir el rubio mientras caminaba de un lado a otro. Bob se acercó y le abrazó con fuerza.
-Te engañó y se aprovechó de tu gran corazón. ¿Qué ha hecho ahora?
Danny le tendió la foto. El anciano la observó con atención, leyendo las palabras escritas en el reverso.
-¿Es la foto de Rachel? ¿Cómo ha llegado hasta aquí?
-Al parecer la tenía Steve.
-¿Steve?
El rubio asintió
-¿Y cómo la tenía ahora Graham?
-Registró la cabaña. Ha venido con un montón de historias muy imaginativas. Ha dicho que él ha matado a Rachel por la foto.
-La foto, Steve y la muerte de Rachel están relacionadas de alguna forma, eso seguro- meditó Bob.
-Steve nunca habló de la foto. ¿Por qué la tenía escondida?
El anciano se quedó un rato en silencio considerando la pregunta. Ambos eran completamente ajenos a que el marine había escuchado el final de la conversación desde fuera y ahora se iba, devastado.
-No lo sé. Pero no me parece que haya venido a hacerte daño. Tal vez la foto se la dio la propia Rachel. Ella sabía cuál era tu tipo mucho mejor que tú.
-Si hubiese sido así, me habría hablado de ella.
-Cierto. ¿Crees que lo que dice Graham es cierto?
Danny negó con la cabeza.
-No, pero tampoco creía que Graham pasaba sus noches con otras.
-Steve no es Graham. Él te quiere de verdad. Lo supe desde el primer día que lo vi. Había algo en su forma de mirarte, y no era nada insano. Era amor. Amor por el que fue capaz de recorrer todos esos kilómetros caminando para encontrar a alguien a quien vio en una fotografía.
Danny resopló con tristeza.
-Eso solo confirma su perfil de loco obsesivo.
-Nunca te ha hecho daño.
-Ya lo sé. Por eso no entiendo que no me haya hablado de la foto.
-¿Y qué vas a hacer?
-Hablar con él. Me va a explicar todo y más le vale tener una buena historia. Luego pediré una orden de alejamiento.
-¿Para Steve?
-No. Para Graham. No quiero verlo a menos de diez metros.
Bob rió y volvió a abrazar a su nieto.
-Mi pequeño Daniel. Espero que puedas ser feliz.
El rubio tomó aire, como intentando no llorar.
-Volvamos a la fiesta. No podemos dejar a tantos niños desatendidos.
-Hay un monitor con ellos, y varios padres.
-Da igual, es la fiesta de Grace, tenemos que estar ahí.
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Steve se sentó en el escritorio y puso toda su alma en escribir una cara a Danny. En ella le contaba cómo había encontrado la foto, la información que Joe le había dado y que lamentaba haber sido tan cobarde y no haber dicho la verdad desde el principio. Lo había intentado al llegar, pero en seguida Danny había asumido que el interés de Steve era el trabajo y el marine no había podido dejar pasar aquella oportunidad. Sabía que si llegaba y le decía “encontré tu foto y desde que la he llevado conmigo he salido vivo de las situaciones más peligrosas en las que me he visto envuelto, así que vine a conocer a mi ángel guardián”, el rubio lo hubiese tomado por loco. Y si en la foto era irresistible, una vez que lo vio en carne y hueso supo que no podía vivir sin él. Luego resultó que el objeto de su deseo le correspondía y el marine se vio en una nube. Todo estaba bien, era feliz.
Por supuesto, la felicidad que se cimenta sobre mentiras, acaba desmoronándose.
El SEAL metió la carta en un sobre, la dejó en una mesa, estratégicamente ubicado de forma que fuese lo primero que el rubio viese al entrar en la cabaña. Guardó su ropa en una mochila y se fue de allí.
En su tristeza, no se dio cuenta de que alguien le observaba desde detrás de un arbusto.
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La fiesta había terminado y, si Danny no estaba ya un poco enfadado con Steve por no haberle contado nada acerca de la foto, ahora mismo estaba hecho una furia, ya que el marine no había aparecido en la fiesta y su Grace era ahora mismo una niña triste. ¡Una niña no puede estar triste el día de su cuarto cumpleaños!
-Grace, monito. ¿Qué te pasa?- le había preguntado al ver a la niña con gesto mohíno.
-Steve- fue lo único que dijo.
Danny dirigió una mirada a Bob, que se encogió de hombros.
-Le habrá surgido algo.
El rubio puso los ojos en blanco y dio un sonoro beso a la niña
-Seguro que es eso, ya verás. Le he guardado tarta y mañana celebrareis tu cumpleaños los dos solos.
Grace rompió a llorar y, antes de que su nieto comenzase a lanzar improperios contra el marine, Bob la subió a su habitación, la tranquilizó y bajó a ver si el rubio se había calmado.
-Dime tú qué tenía más importante que el cumpleaños de Grace.
Pues no se había calmado, no. El anciano se preparó para una larga diatriba. Cuando Danny terminó, se sentó, exhausto.
-¿Ya estás mejor?
Espera que agarre a ese marine.
-Vete a darle las buenas noches a tu hija, Daniel, si es que la pobre no se ha dormido ya esperando todo este tiempo.
Su nieto asintió y subió corriendo.
Cuál fue su sorpresa al ver que no estaba.
Sobre la cama había un regalo abierto que no había visto antes. Se trataba de la caja de una muñeca. Danny palideció, teniéndose lo peor y comenzó a recorrer la casa mientras gritaba el nombre de la pequeña.
-¿Qué pasa? ¿A qué vienen esos gritos?- Bob subió las escaleras a toda prisa.
-No está- dijo Danny desesperado- ¡Grace no está!