¤ Título: Una risa dolorosa.
¤ Fandom: One Piece.
¤ Claim: Nico Robin.
¤ Palabras: 411.
¤ Advertencia: Spoiler del tomo 41.
¤ Notas: *se esconde debajo de una piedra*
Dereshishishi, Dereshishishi.
¿Cuántas veces había reído de esa forma en su vida? Ya no lo recordaba, sólo sabía que cuando sentía esa fuerte opresión en su pecho, esa risa salía de sus labios de manera automática, como si tuviera vida propia y supiera que ocupaba consuelo. Y, aún así, las lágrimas no dejaban de correr por sus mejillas, dándole un toque triste a lo que debería de ser una risa alegre.
Diez años habían pasado desde que escuchó por última vez reír de esa forma a Saul. Diez años sin tener un hogar fijo, huyendo cada vez que alguien le reconocía. Tenía miedo, no podía negarlo, a pesar de tener ya dieciocho años nada había cambiado. Robin sentía, cada día más, que su existencia era un error y que sólo servía para traer desgracia a donde quiera que fuera. Posiblemente lo único bueno que le llegó a suceder en la vida fue el haber conocido a Saul y haberse reencontrado con su madre. De ahí en adelante sólo existían desgracias en su vida. Pero, entonces, ¿por qué seguía con vida? ¿Acaso cabía la posibilidad de que algún día le sucediera algo bueno?
No, eso no podía ser posible. Todo mundo se lo decía, que ella no servía para nada, que traía la mala suerte. Al fin y al cabo era un demonio ¿no? Las únicas personas que habían sido buena con ella estaban muertas, y pudiera ser que eso les sucedería a todo el mundo que la tratara bien, sin ningún motivo egoísta de por medio. Tal vez era por eso que sólo se acercaba a gente de la peor calaña, para así no encariñarse con ellos y no sentir un gran dolor cuando le traicionaban.
Por eso estaba ahí, de nuevo sola, vagando por el mar en un pequeño bote. De manera inconsciente recordó que así había estado hace diez años, con su isla ardiendo en llamas tras de ella. Robin volvió a abrazarse las rodillas, ocultando su rostro entre las mismas, dejando que las lágrimas recorrieran su rostro libremente, mientras reía tristemente, deseando en lo profundo de su corazón que las últimas palabras que le dijo Saul se hicieran realidad. Porque dolía vivir. Dolía existir en un mundo donde no existía nadie que la quisiera.
Dereshishishi, Dereshishishi.
―Saul... Madre... ya no quiero estar sola ―murmuró a la nada, dejándose llevar por un sueño que no le daría descanso, pero al menos le alejaría de aquella realidad por corto tiempo.