Título: Ésto es sólo nuestro
Autor:
vanhea_scratch Fandom: Asoiaf
Claim: Jon/Robb
Notas: respuesta al
pedido de
factionb de la comunidad de
cosasdemayoresAdvertencias: R
Las guardias nocturnas en el Muro son tediosas. El aire helado se cuela hasta los pulmones y los congela por dentro. Jon se abriga aún más debajo de la ropa. No sirve de nada porque en esas tierras no existe calor. Frío, nieve, oscuridad. Es muy distinto de la vida en el castillo. No hay chimeneas con el fuego crepitando, la Vieja Tata contando historias terroríficas o las mullidas alfombras que cubrían los suelos de piedra. Por supuesto, ni siquiera ahora tiene aquel calor humano que añora. A sus hermanos sin parar por los pasillos del castillo y a Robb llevándole a un nuevo sitio secreto. Esto es sólo nuestro, le decía como si no lo supiese ya.
Toda su infancia había sido un secreto entre ambos. Cuando se escapaban por las noches y se retaban a ir al bosque y fingían que eran el rey y su caballero. Porque Jon no iba a reinar y le tocaba ser el caballero fiel que siempre servía con honor al rey. Ambos desempeñaban su papel imaginando que realmente algún día sería así. Hermanos, hombro con hombro. Entonces no entendían que la palabra bastardo perseguiría a Jon como un tatuaje en la cara que lo apartase del resto.
Pero cuando crecieron realmente todo lo que tenían tuvo que ser por fuerza un secreto. Catelyn no soportaba ver a su hijo con el bastardo de su marido y por eso los intentaba separar con cualquier excusa y con miradas de desprecio desairadas. A veces Jon se cansaba de pensar que podía cambiar su actitud y se iba con los arcianos. Aquellos árboles tenebrosos no le aportaban la paz o la seguridad que le daban a su padre pero al menos allí se sentía tranquilo. Algunas veces Robb se escapaba y lo iba a buscar, tal vez Arya lo arrastraba para contarle lo mucho que odiaba la costura, la mayoría de veces volvía solo. Esas noches no iba a ver a Robb y lo llamaba cobarde de mil formas distintas, todas en silencio.
En el Muro también le persigue su maldición. Le llaman Lord Nieve, bastardo real. Se burlan cuando pasan por su lado y le gustaría girarse y romperles la cara a puñetazos. Sin embargo, Jon tiene temple. Siempre se ha dicho, el carácter de Eddard Stark y su frialdad para analizar las situaciones. Así que finge no oírlo y se marcha.
Ser un hijo ilegítimo lo contamina como una enfermedad. Era incapaz de alejarse de los prejuicios. Lo veía en los ojos de la gente de Invernalia. Unos lo decían en voz baja y otros lo gritaban como si fuera un arma. Ha aprendido a aceptarlo con los años. Siempre ha habido una diferencia entre los hermanos Stark y él. Aunque compartan padre, aunque su sangre no sea distinta, para la gente lo es. Sin embargo, en el fondo él se considera un lobo más de la familia, uno desplazado, pero con dientes y garras como el resto. La Vieja Tata una vez susurró ese Jon Nieve tiene más de invierno que sus hermanos del verano. Quien la escuchó la miró como si se hubiese vuelto loca, el maestre Luwin asintió imperceptiblemente con la cabeza. El futuro de ese niño iba a ser cruel pero grande.
Sin embargo, hay veces que su condición queda a un lado. Le miran como quien realmente es, sin pensar en sus padres. Lo ha visto en los ojos de Robb que hay algo distinto. Aceptación, igualdad y un puñado de ideales de un crío que tarde o temprano tendrá que abandonar. Detrás de sus pupilas se esconde una especie de luz, algo que lo distingue de sus hermanos. No ve el cariño de Arya o de Bran, la ingenuidad de Rickon o la timidez de Sansa. Robb tiene algo que ha estado ahí para él. Es la mirada. También está en su gesto y en esa forma de quererlo. No como a un hermano, porque ese amor se les queda pequeño a ambos. Hace años que lo saben y que lo guardan en el secreto, que fingen no mirarse en patios del castillo o que se buscan en todos los rincones con temor a que alguien lo sepa.
Jon no sabe decir cuándo comenzó eso. Tal vez siempre estuvo ahí, en los patios mientras luchaban, en los bosques cuando jugaban, en todas las palabras entre hermanos que compartían. Pero un día llegó y la realidad lo dejó arrodillado y exhausto, como si hubiese combatido con todo un día sin descanso con la espada en la mano. Cansado, inmóvil, sorprendido. Incluso años después la sensación no deja de ser distinta. ¿Cuándo le empezó a sentir algo tan profundo por su hermano?
Había sido un día horrible. Jon Nieve era un huargo que mordía a cualquiera que se lo acercaba. Gritaba a todos y se llevó algún que otro golpe por su insolencia. Le ardían los ojos de lágrimas pero no las soltó. Estaba furioso. Sentía la ira crecer al fondo del pecho y extenderse como uno de los venenos que vendían en Desembarco del Rey. Quería coger la espada y batirse con su hermano hasta que cayese derrotado.
Fue a buscarlo hasta los bosques por donde se distinguía su figura. El pelo cobrizo despedía algún brillo que quedaba ahogado entre las hojas. Tenía una sonrisa en la cara que le hizo sentirse más humillado. Vio a Jon y quiso decir algo pero éste lo empujó contra el tronco de un árbol y se acercó tanto que podía notar su corazón golpeando contra el pecho.
-¿Qué te pasa? -preguntó en un susurro conmocionado por el golpe.
Jon no sabía qué contestar. Estaba colérico y las palabras no le salían. Quería pegar a su hermano, verle sangrar, arrepentirse, gritarle. No lo sabía.
-¡Jon! -exclamó su hermano y parecía una orden.
Éste se enfureció más por su mandato. Aunque aceptaba que algún día Robb sería su rey, entonces no lo era. No debía obedecerle. Levantó un puño preparado para pegarle pero finamente le besó. Estrelló su boca con la suya y era algo inexperto y furioso. No tenía calidez si no un fuego que arrasaba a Jon por dentro. Le abrió la boca con la lengua y exploró todo lo que encontró. Tenía las manos apoyadas a los lados de Robb y no podía moverse. Fue correspondido y mordió y peleó como si la guerra de su vida se encontrase en esos labios.
Cuando se separaron el hambre de venganza había disminuido y su lobo interior no gruñía.
-¿Qué has hecho con ella? -susurró Jon.
Robb le miró extrañado y lo comprendió. Aún no conocía la palabra pero días más tarde, tras preguntárselo a su madre, lo supo. Eran celos. Cuando una persona quiere a otra de un modo tan completo y posesivo que no puede dejarla estar con otras personas. Él había estado con una chica del pueblo, no lo aprobaría nadie, pero sus padres lo ignoraban pues era normal a su edad. Se enamoraban de mentiras hasta que llegase el momento adecuado.
-Hablar.
Jon alzó una ceja y vio su curiosidad satisfecha. No mentía. Sabía perfectamente cuando la voz del Stark temblaba ante las mentiras y no fue así.
-Bien.
Se iba a alejar cuando Robb lo agarró y volvió a besarle, esta vez de una forma menos furiosa. Estuvieron así mucho tiempo, hasta que finalmente comenzó a llegar el atardecer y los dos volvieron al castillo.
Ese día Robb supo que también sentía celos y que no podía permitir que Jon estuviese con nadie más, ni siquiera con alguna sirvienta que le miraba y sonreía cuando él la hablaba. Él era su rey y era su hermano. De nadie más.
A partir de esa tarde comenzaron a experimentar juntos. Se tocaban por debajo de la ropa instintivamente, no sabía dónde ir, simplemente gastaban horas besándose de arriba a abajo, porque eso era placentero, hasta encontrar los puntos donde conseguían arrancar gemidos y temblores. Luego fueron atreviéndose a más y sus primeras erecciones fueron entre hermanos. Nadie supo lo que hacían aunque Greyjoy alguna vez estuvo a punto de pillarles.
Uno de los hermanos de la Guardia le palmea la espalda cuando pasa por su lado y le saca de sus pensamientos. Jon le saluda con un gesto seco. Las noches eran cada vez más duras y el frío era infalible. Día a día el vaho que sale de su boca es más espeso y tiene metido en la cabeza el rumor de sonidos que nadie más oye. De vez en cuando Fantasma gruñe a la oscuridad como si espantase a los espíritus. Jon apoya su mano en la empuñadura de la espada y se mantiene alerta. En su cabeza escucha el viento acompañado de oscuros presagios.
Se Acerca el Invierno. Piensa con miedo.
En esos momentos se pregunta qué sucede en Invernalia y con sus hermanos. Qué hará Robb y si alguna vez se molesta en pensar en él. Entonces sus pensamientos se mezclan en un torbellino de imágenes donde ve a Robb desnudo, a él sobre el Stark y las noches que repasaba tantas veces que las conocía de memoria. Otras veces ve a su hermano con alguna chica que sustituye su puesto. Y no puede meter una mano entre la ropa porque ni siquiera ese alivio conseguiría alejar la angustia que se instala en el pecho. Otro mal augurio.
-¿Por qué? -preguntó Robb mirándole de lado desde la almohada.
Estaban refugiados bajo las mantas de la cama de su hermano. Aún quedaban llamas chisporroteando en la chimenea. Jon conocía esa habitación mejor que la suya. Sobre todo conocía bien la cama y cómo se hundía bajo el peso de ellos dos. Había dibujado un mapa del cuerpo de su hermano entre las sábanas.
-Porque nadie me quiere aquí, Robb. -contestó inexpresivo.
Robb se giró y se apoyó sobre Jon. Comenzó a navegar por su pecho y vio una sonrisa en la comisura de la boca. No sonreía abiertamente, tentándole, pidiéndole más muestras de lo que pensaba hacerle. Era un juego que ambos habían diseñado durante un tiempo. Se decían las cosas en silencio, con las manos y a veces, con los ojos.
-Yo te necesito aquí. -le dijo mientras le besaba en el lóbulo de la oreja.
Jon reprimió un escalofrío.
-Para ti es fácil. Tú vas a reinar, te miran como si fueras un héroe, el que un día serás, ellos ven a un Stark. En mí ven la vergüenza de mi padre y me desprecian por algo de lo que no pueden culparme. En el Muro no hay clases, son todos iguales. -replicó y en su voz había una chispa de esperanza que a Robb le atravesó el pecho.
Le va a abandonar porque Jon siempre sabe hacer lo correcto. Aunque la gente no lo vea es el maduro. Él es el que piensa las consecuencias, el chico con los pies en la tierra y con argumentos que le derriban mejor que su espada. Y sabe que en el Muro tiene una oportunidad de alejarse del castillo.
-Cuando reine… -empezó a decir.
-No. -le cortó fríamente. -no va a cambiar. -terminó más suavemente.
Se miran durante un instante. Los hermanos Stark iluminados por restos de llamas que se apagan en la chimenea y en sus cuerpos. Sin embargo, Robb va avivándolo porque por dentro le inunda la ira y derrite la nieve. Es orgulloso y Jon siempre le ha llevado la contraria. Pero no es por eso por lo que se enfurece. Lo que no quiere es perder lo que tiene, las noches a oscuras en la cama, los jadeos ahogados en los gruesos muros de las habitaciones, las marcas escondidas que proclaman a quién se pertenecen.
-Siempre tan contradictorio. -murmuró.
Jon le empujó dándole la vuelta a la situación y situándose sobre su hermano. Tenía una mirada perdida en tristeza pero la disimulaba con una sonrisa torcida. Deslizó una mano por debajo de la cintura de Robb y toda esa piel estaba caliente, como él, no lo notaba, seguía descendiendo. Esos viajes eran largos y placenteros. Robb cerró los ojos y se contrajo contra la mano de Nieve. Su hermano lo sujetaba y notaba cómo se ponía rígido bajo él. Robb buscaba fricción entre ellos y se arqueaba contra Jon sujetándose a su espalda. Volvían a empezar, como cada noche, se revolvían un centenar de veces hasta que estaban exhaustos respirando con dificultad. No se permitían gritar porque los muros eran gruesos pero siempre había alguien escuchando. Así que follaban en susurros, encajando como parte de un todo, mordiéndose porque eran lobos y se necesitaban. Al final se corrían y acababan tumbados jadeando, de nuevo, una y otra vez, como si la noche fuera a ser eterna.
-Voy a echar de menos todo esto. -consiguió pronunciar Jon.
-Sí, no está nada mal, Nieve.
Ambos estallaron en carcajadas que se fueron apagando cuando la claridad comenzó a penetrar en la habitación. Era un día gris, nuboso, como casi todos en Invernalia. Ese día Jon Nieve haría un juramento que lo alejaría de su hermano.
Ambos se levantaron y comenzaron a vestirse. Parecía un preludio a una guerra. Se ponían la ropa en silencio, sin mirarse, con tensión en el ambiente. Cuando ambos habían terminado se situaron uno frente al otro. Jon era poco más alto que Robb pero éste era más musculoso. El cuerpo de dos adolescentes ya se adivinaba y los rasgos infantiles quedaban atrás.
Robb sujetó a Jon por la cara y lo besó durante una estación entera. Tenía sabor a despedida y a frío.
-Eh, Nieve, procura sobrevivir para venir a verme.
Jon sonrió.
-Claro. Alguien tiene que ganarte en las carreras.
Se rieron y finalmente el bastardo de Eddard Stark salió por la puerta de la habitación. Una hora más tarde emprendía el camino al Muro donde debería de pasar el resto de su vida. No habría más carreras, provocaciones y polvos a medianoche. No más sonrisas. Robb miró como los caballos se alejaban del castillo y el eco de las voces se perdían hasta que no quedó rastro de ellos.
Jon Nieve odia las noches en el Muro porque lo llena una incertidumbre que consigue derribar su confianza. Los celos le carcomen y la duda de si su hermano perece en algún campo mientras las alimañas devoran su cadáver. Se pierde en su mente mientras revive cada curva de Robb, la cara que tenía cuando se mordía los labios para no gritar su nombre en la cama, todas las tardes que pasaban juntos chocando las espadas.
Ésto es sólo nuestro.
Su hermano no puede estar más de acuerdo.