El pasado no es solo algo que se recuerda, no es algo que se reviva, ni se llore, ni duela. Es mucho más que eso cuando el pasado es algo que se arrastra hasta el presente, como un gusano que te pudre un tiempo que debería ser solo tuyo. O tal vez no un gusano, si no una luz cegadora, una ceguera blanca, como diría Saramago, que cubre de niebla
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