Una vez, me enamoré. Él era alto y yo tímida y lo vivimos en silencio. Después, se me pasó. Él seguía siendo alto y yo imbécil integral. Hace un tiempo, lo oí rugir y traté de resistirme. Entonces llegó ella con el canon en la mano, toda oro puro y grana, cantando Weasley is our king. Y yo volví a enamorarme, de los pies a la cabeza, del derecho y del revés. Tengo TANTO que agadecerle que quiero hacerle (aunque mal y con retraso) un regalo a
MAPAS MUDOS (I parte)
Por Truchita
Ab origine
Godric’s Hollow es un cúmulo de luces que palpitan en la ventisca. La cadencia tubular del antiguo campanario marca el paso del tiempo con cansancio de siglos, dos, nueve, dieciséis años desde que las tinieblas dejaron su relampagueante cicatriz.
A las afueras del pueblo, en un acre de terreno cubierto de brezo y tojo, encontraron una casa abandonada que la magia se encargó de ocultar a los muggles. Unos cuantos hechizos y el horno volvió a funcionar, las tuberías se desatascaron y los colchones parecieron nuevos. El señor Weasley no tardó en conseguir permiso para que la chimenea quedase conectada a la red Flú.
La señora Weasley los visita una vez por semana. Ellos insisten que no hace falta, ella los hace callar con una regañina maternal.
-Tres niños solos, esto es de locos.
-Ya no somos niños.
-¡Tonterías!
Los tres chicos se quejan aunque saben que su presencia equivale a tener la despensa llena y la ropa limpia.
Lo que en un principio iba a ser un viaje solitario de Harry se ha convertido en una estancia de más de cuatro meses para buscar los Horcruxes. Durante el verano recorrieron a pie todo el pueblo y cada metro cuadrado de tierra estéril que rodeaba la vieja casa. A partir de noviembre se han dedicado a leer todo lo que cae en sus manos sobre Artes Oscuras, Metafísica y Trasmigración de Almas.
Antes solían sentarse los tres juntos en la cocina, como si Hogwarts continuase abierto y estuviesen en la biblioteca, como si nada hubiese cambiado. Desde hace varias semanas, Ron y Hermione permanecen callados en el salón hasta que ella se decide a abrir algún gordísimo tratado de magia negra y él la imita. Y mientras tanto, fuera, solo, taciturno, Harry deambula entre los matojos.
Hermione sospecha que su poder está creciendo y que necesita espacio. Lo ha visto mover cosas sin usar la varita y cuando se lo ha comentado él ha cambiado de tema, buscando inmediatamente una excusa para salir y estar solo.
Está asustado.
Todos lo están.
Ron ya no pregunta por los muertos. Echa un vistazo silencioso a los titulares mientras ella lee las páginas centrales y a veces lo oye sorber por la nariz. Suele mirarlo de soslayo y él siempre se pone de pie para volverle a espalda. Alto, cada vez más alto.
-Hace frío- se excusa con voz grave.
Y se seca a escondidas con la manga del jersey.
Tienen diecisiete años. Con guerra o sin ella, aún son unos niños.
Números rutinarios
Cuatro kilómetros de desolación. Quince centímetros de nieve.
Ocho campanadas.
Seis tostadas. Un té, un zumo, un café. Tres turnos para el baño.
Dos bromas forzadas en la escalera. Sesenta y nueve libros consultados.
Cinco semanas para Navidad.
Ciento cuarenta y dos días de guerra.
Héroes en la niebla
La casa parece una aparición repentina en la inmensidad del páramo, resistente al azote del viento casi por arte de magia. Tiene dos plantas, una buhardilla y postigos desvencijados en cuyas esquinas el hielo dibuja formas caprichosas. La tierra es yerma a su alrededor, se extiende durante kilómetros y se pierde en la neblina.
En plena guerra, en medio de la nada, el invierno no es blanco y manso, sino gris y plomizo, de cielos lúgubres y brumas espesas que lo cubren todo de escarcha, desde los arbustos a los corazones.
Temblando de frío y preocupación, Hermione aguarda el pitido de la tetera mientras comprueba una vez más que ni el abrigo ni la bufanda están en el perchero. Cuando sale a buscar sus fantasmas, Harry se olvida de sí mismo y el instinto de Hermione se dispara. Piensa en piernas rotas, en temperaturas bajo cero, en neumonías. En mortífagos escondidos tras los matorrales.
Suele estar fuera un par de horas y siempre parece otro cuando regresa. Más callado, más lejano. A Hermione le da miedo y a veces cree que Ron se da cuenta.
-Se te cae el moquillo, tío.
Una carcajada, un par de puñetazos amistosos, capullo, mocoso, el pelirrojo trae de vuelta al chico sonriente que conocen desde hace siete años y Hermione deja escapar el aire con alivio, una nube de vaho que baila frente a ella.
Tiene frío.
En las mejillas, en los dedos, a lo largo de la espalda.
Y dentro, más adentro.
Nocturno
Cada quince días, una lechuza del Ministerio llega con libros que les envía el profesor Lupin.
La división del alma es un acto contra natura que se paga con la cadena perpetua en Azkaban.
Un manual de Derecho Mágico es capaz de quitarle el sueño durante tres noches seguidas. El tomo 24 de la Enciclopedia de Conjuros Ancestrales la condena al insomnio durante más de una semana.
Nunca debe elegirse un ente vivo para alojar el alma escindida, puesto que la interacción simultánea de dos almas puede corromper al huésped, al anfitrión o a ambos. Las crónicas medievales describen casos en los que el Horcrux era un ser humano.
La posibilidad de que Harry sea uno de los Horcruxes que están buscando la atormenta noche tras noche y despierta sobresaltada, bañada en un sudor frío y muerta de miedo.
Los dos primeros días permanece en vela, con los ojos clavados en el techo. Al tercero, empieza a tocarse por encima del camisón para dejar de pensar. Al cuarto, sus bragas terminan enredadas en los tobillos y Ron aparece en su mente cuando los dedos resbalan.
Cafeína: alcaloide excitante
La pila de platos sucios amenaza con convertirse en una montaña. Se sube las mangas y busca el detergente, resignada a vivir con dos chicos.
-¿Hay café hecho?
Su voz levita como el humo, arrastrándose desde la puerta.
-No.
Bastan tres zancadas para que Ron aparezca a su lado abriendo y cerrando puertas, el pelo en los ojos y los brazos tensos. Con las manos sumergidas en el fregadero, no puede apartarse cuando él encuentra el tarro de café molido en el armario que está sobre su cabeza llena de rizos.
Apenas es un roce. Muslo con muslo. Cadera contra espalda.
Se le seca la garganta y siente que todo el calor de la cocina se concentra en un único sitio pulsante. Cuando Ron se da la vuelta, las piernas se le aflojan y Hermione enrojece al notar la humedad. Coge el esparto, frota con saña. El olor tostado del café empieza a macerarse mientras un ruido revela que Harry ha salido.
Fuera nieva. Dentro, con las mejillas arreboladas, Hermione maldice en voz alta la caldera porque esto es un horno ante los ojos confundidos de Ron.
-Y a ver si fregáis de vez en cuando- apostilla, furiosa.
Criaturas de sangre caliente
El frío parece gotearle dentro de los huesos. Leotardos, dos jerseys, la bufanda alrededor de la nariz. Escucha el gélido ulular del viento y contempla el páramo cubierto de hielo a través de las ventanas, un paisaje ceniciento que tiembla casi tanto como ella.
Harry siempre lleva puesta una chaqueta y Ron nunca parece necesitarla, rascándose con pereza la base de la espalda por debajo de la camisa.
Hermione observa la curva ascendente de las vértebras y se pregunta si esa piel pecosa estará tan fría como la suya, que se estremece al imaginar que Ron le toca el estómago con manos enormes y tibias.
Sexo, agua y jabón
Una ducha rápida después del desayuno, un baño caliente antes de la cena.
Cansada y muerta de frío, a Hermione le gusta escuchar cómo se carga la bañera mientras su figura va desapareciendo en el espejo empañado. La chica que la mira en ropa interior es menuda, de talle diminuto, rostro afilado, todo rizos indomables y nada exuberante.
El frío le endurece los pezones y oye a los chicos en la planta baja mientras empieza a frotarse con la esponja. La espuma serpentea entre sus pechos del mismo modo que parece hacer la voz de Ron escaleras arriba. Cierra los ojos y esa voz se cuela bajo la puerta, repta por los azulejos, se zambulle en el agua. La mano de Hermione desciende por su vientre e imagina que es más grande y más áspera, que el pulgar que se entretiene antes de penetrarla está levemente calloso.
-¿Dónde está Hermione?
Harry parece sonar a millas de distancia y ella desliza la espalda, sumerge las orejas para no escuchar nada mientras abre las piernas. El agua vibra cada vez que mueve las caderas y maldice al pelirrojo por invadir su intimidad, húmeda y templada, profundamente suya, por colarse en su cabeza, lamiendo su garganta, enloqueciéndola.
-En el baño- lo oye contestar.
Maldito seas, Ron Weasley. Por no estar allí, en la bañera.
Continuará...