[Crossover] De doctores y pacientes.
Título: De doctores y pacientes.
Fandom: Supernatural, House MD.
Advertencias/Spoilers: Ninguna, pre-series para ambas series.
Personajes/Parejas: John Winchester / Lisa Cuddy.
Notas: tiene gracia que mi primer fic de Supernatural en mucho tiempo sea John-centric cuando no es que me lleve últimamente de las mil maravillas con él. Pero hey, jamás digo NO a plotbunnies de crossovers. Dicho lo cual, iba a ser más largo, pero la musa no daba para más y prefiero decir que puede tener secuela a dañar el drabble xD
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Lisa (hace unas horas atrás era todavía la doctora Cuddy) no era como Mary, y John pudo percatarse de eso nada más verla entrar al consultorio envuelta en su bata blanca y con el ceño fruncido. Continuó mirándole fijamente (ojos azules, largas pestañas) mientras le amenazaba con ese aire de superioridad que tienen la mayoría de los médicos que ha conocido. “Tenemos dos opciones, o se enyesa el brazo o le garantizo que estará peor en tres días y entonces tendrá que soportar que lo opere, señor Smith”.
Estaba cansado, una puta semana para acabar con un poltergeist y tenía frente a sí a esta mujer que amenazaba con abrirle el brazo de un tajo si era necesario para poner los ligamentos en su lugar. Así que no tuvo más remedio que asentir, dejar que ella le enyesara el brazo derecho ayudada por una enfermera.
Después de tener su brazo enyesado, no sabría decir exactamente qué pasó antes; si se quejó en voz alta que el motel quedaba bastante lejos del hospital o ella recién terminaba su turno vespertino en el consultorio clínico. Tal vez las dos frases se alinearon en un mismo punto y John terminó en el asiento de copiloto de un carro que no era el suyo, con una doctora al volante.
A John le habría gustado que ella le dejara en la puerta de la habitación y enfilado en dirección contraria. Pero en lugar del característico ruido del motor encendiéndose, escuchó la madera chirriar y casi dio gracias a Dios por tener todos los apuntes sobre un nuevo caso en Oklahoma (a simple vista parece un hombre lobo, pero habrá que averiguar bien) revueltos en el asiento trasero del Impala. Eso y que los niños estuvieran pasando unos días con Jim, ella tenía toda la pinta de ser esas mujeres que se saben el número de Servicios Sociales de memoria.
Por suerte, lo único que encuentra son un par de cervezas vacías y ropa sucia revuelta en el piso. Sintió algo cercano a la vergüenza cuando ella enarcó una ceja ante semejante espectáculo pero no dijo nada, simplemente le indicó con un gesto que se recostara en la cama mientras se dirigía al baño. Reapareció con un vaso de plástico en una mano y un frasco diminuto en la otra, John quiso preguntarle de dónde lo había sacado pero enmudeció cuando ella se sentó al borde de la cama.
-Es para bajar la inflamación. Debes tomar también las que te receté, pero éstas no provocan tanto sueño...- se quedó en silencio unos instantes, mordiéndose el interior de la mejilla como si estuviera conteniendo la risa- no quiero ni pensar cuántas normas éticas sobre doctores y pacientes me he saltado en esta ocasión...-
Sólo entonces John se fijó en que era morena (muy morena, el cabello le caía sobre los hombros) y sin la bata blanca lucía mucho más joven que él. Que había un destello de Mary en ella cuando estaba sentada en el borde del colchón e inclinada hacia él con gesto preocupado. Y en que hacía mucho (realmente mucho) tiempo en que no había alguien sentado a la orilla del colchón, mirándole con una media sonrisa. Quiso hacer un chiste sobre los límites entre médicos y pacientes, porque se los habían saltado todos; pero permaneció en silencio mientras elevaba el brazo izquierdo, acariciando la espalda de ella con la palma extendida.
-Gracias...-
-Lisa, llámame Lisa...- susurró con los labios apretados, como si le leyera el pensamiento. John le tocó la mejilla con la punta de los dedos y se fijó una vez más en el pelo moreno y revuelto, en la piel blanca y suave. No era Mary (nunca eran Mary) pero la besó despacio, con los labios abiertos, la lengua raspándole el paladar y sintió el cuerpo estremecerse bajo el colchón. Ella, Lisa, gimió despacio, respirando entrecortado y le acarició el rostro con la punta de los dedos. Él todavía la sostenía con fuerza de la cintura cuando ella se inclinó más, hasta besarle el cuello, subiendo hasta el lóbulo de la oreja; por instinto cerró los ojos, mientras hundía los dedos en sus cabellos, sedosos y limpios. Por los instantes siguientes, el brazo dejó de escocer.