Título: Cortejando terquedades.
Fandom: Original
Advertencias/Spoilers: Rating: R. Slash.
Personajes/Parejas: Hans/Vincent.
Resumen: Quizás por eso le gustó Vincent... Hans lo quería tanto como en su momento deseó un juguete nuevo o masa cruda de pastel.
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Vincent le gustó desde la primera vez. No como en esas historias épicas de “amor a primera vista”, ni mucho menos. Cuando Hans conoció a Vincent, ya no era un niño que se sentaba en el regazo de su hermana a escuchar historias de fantasía. Ya no era el niño de papá, ni el bebé de mamá, tampoco era el hermanito de Zeit.
Era un ex convicto desterrado por su familia, a quien la libertad todavía le sonaba a vocablo extranjero. Poco quedaba de aquel niño que tenía el mundo a sus pies, que con decir una sola frase podría obtener cuanto quisiera. Quizás por eso le gustó Vincent, porque en esas cejas arqueadas con desdén y en esos labios arrugados en un mohín de fastidio; estaba un desafío. Hans lo quería tanto como en su momento deseó un juguete nuevo o masa cruda de pastel.
Lo quería para él. Así lo decidió, tan simple y tan complejo a un tiempo.
Corretear a Vincent por los pasillos no fue tarea complicada, tampoco espiar su lectura, mirando por encima del hombro. Vincent se enojó, una y otra vez. Cada vez que Hans se acercaba, él corría a refugiarse lejos; repeliéndolo con todas las energías que tenía. Que eran muchas, nunca Hans conoció un chiquillo tan persistente, la terquedad bordeando todas su acciones.
Quizás fue eso el empuje para continuar, si Vincent era terco en rechazarle, tanto más lo sería él para satisfacer su capricho. La primera vez que probó sus labios fue a la fuerza, no pudo ser de otra manera, Vincent casi le golpea el rostro. La segunda vez, recibió quejas más un empujoncito para apartarle. En la tercera ocasión no hubo empujón, pero sí quejas y gritos.
“Idiota”, “pendejo”, “¿quién te crees que eres?”; varias de las muchas frases que Hans escuchaba, una y otra vez. Hasta que las palabras fueron gastándose, perdiendo su fuerza y amenaza; enredándose en los labios de Vincent que se prendían de los suyos, mordiéndolos con rabia, quejándose ahora en silencio.
-Es sólo sexo ¿bueno? sólo eso...- fue lo único que dijo Vincent, las cejas arqueadas y la boca torcida de incredulidad. Hans sonrió, aunque las penumbras no dejaran ver los detalles corporales.
-¿Me estás escuchando, maldita sea...?- pero antes que él pudiera decir algo más, Hans copió a los cuentos de su hermana; silenciando a Vincent con un beso. Apretó los labios contra su barbilla, el contacto húmedo haciéndolo estremecer. Sonrió una vez más, mientras tomaba a Vincent de la cintura.
-Hablas demasiado, mein kind...- susurró apenas en su lengua materna, besándolo de nuevo antes que las quejas inundaran la estrecha habitación. Entre caricias y quejas, mordidas y gemidos, los cuerpos cayeron al suelo, Vincent estremeciéndose bajo él, la espalda desnuda sobre la piedra fina del piso.
Sintió la mirada expectante, lo único que se podía escuchar era un incesante jadeo. Respiraciones mezclándose en una sola. Hans sonrió triunfal antes de separar las piernas de Vincent y lamerle la entrepierna.
Suyo, se dijo, como quien codicia un preciado tesoro, al fin suyo. Lo peor de todo, es que mientras lamía la erección, supo que no estaba dispuesto a compartirlo.