Para:
mision_insana Tabla: Inspiraciones (Música)
Fandom: Bey Blade
Personajes: Kai, Voltaire Hiwatari, mención recurrente de Tala Ivanov.
Género: Angustia, General.
Rating: T
Advertencias: AU. Insinuación de Yaoi.
Resumen: Había sólo una idea en su mente: Venganza.
Disclaimer: Bey Blade no me pertenece. Pertenece al talentoso, Takao Aoki, al cual le agradezco infinitamente por traer a mi mundo tan bella y shipeable obra de arte.
10/01/10
Capitulo 2- El Bastón del Diablo.
No podía dormir.
Revivir los recuerdos de esa ocasión lo había dejado intranquilo.
Arrepentimiento, pesar y miedo era lo que estaba experimentando bajo las mantas de su mullido colchón en esa horrible y vieja cabaña; su hogar, su único refugio.
Más de un año ya de aquel suceso. Un largo año al que había sobrevivido llenó de miedo, de pánico, atento hasta de su propia sombra, temiendo que en cualquier momento le encontrase y cumpliera su promesa.
“¡Te mataré! ¡Juró por él que... te mataré, maldito! ¡Recuérdalo muy bien!”
Le gritó, y que a pesar de estarse desangrado por el disparo que le había dado -no había querido, las circunstancias le habían obligado a hacerlo o de lo contrario; sí, estaría muerto- aquel cuerpo en el suelo, rodeado de tanta sangre, su misma sangre, trataba de incorporarse y darle el golpe de gracia; hacerle pagar con su propia vida el crimen que había cometido.
Así que huyó. Le dejó ahí, inmerso en la agonía y el dolor y huyó por su propia vida; cómo un cobarde, cómo el más vil y rastrero humano, con el corazón en la mano preso del terror y la negación que nublaba sus sentidos. Corrió hasta donde sus fuerzas le habían permitido, hasta que había dejado tan atrás la ciudad de hielo que sus altos edificios ni siquiera se veían desde esa distancia.
La intemperie era su único camino y los vientos helados le calaban los huesos con cada paso que daba, flagelación. Aún así, continuó por largas y agonizantes horas, ¿o serían días? Ya no lo recordaba. Lo único que supo es que aquel pueblito a mitad de la nada sería su nueva guarida, eso, si lograba recuperar el conocimiento pues apenas y había puesto un pie en el, cuando se desmayó.
Pero había sobrevivido por poco más de un año, lo había hecho. En su propio infierno, en las pesadillas constantes que le seguían de noche y de día, en aquella promesa de muerte que algún día sabía que se iba a cumplir; el mal que hizo, el daño que causó y del cual se arrepentía, le carcomería el alma y la razón hasta el último hálito de su vida.
Y ya era tarde, él no le iba a perdonar. No le iba a entender cuando él mismo no lo había hecho y había tomado una decisión tan fácil; hacer a un lado aquella piedra en el camino.
Justo cuando el sudor frío de su frente y el miedo le iban a dar tregua por unas horas para descansar, la puerta de la cabaña se abrió lentamente y él se aterró.
No era posible, ¿otra pesadilla? ¿Una alucinación? En un segundo jaló la única cobija con la que contaba, tapándose hasta la mitad de la cara. Y aguardó expectante, tembloroso.
Inmóvil, vio la figura de alguien entre la oscuridad, entrando a su morada y buscando algo, ¿o sería a alguien? ¿A él? El miedo lo tomó prisionero de nuevo.
- ¿Q-quién... e-es?
Se atrevió a preguntar, denotando su voz, por lo bajo y ronca, el pavor del que era preso en ese momento. Lo cual aumentó drásticamente los latidos de su corazón al ver que aquella persona se dirigía hasta su cama, tapándose ahora si por completo y esperando lo peor.
Pero pasaron cinco, diez segundos, y nada. El sonido de un cerillo siendo encendido fue lo que le hizo abrir sus ojos y ver que nada había ocurrido. ¿Estaba soñando, entonces?
Temeroso y a la expectativa de lo que pasaba fue alejando la manta de su cabeza, viendo mejor a la sombra que era alumbrada tenuemente por la vela sobre la mesa.
Era él.
- ¡No! -se incorporó de golpe, arrinconándose contra la pared.
Y temblaba, su corazón latía tan rápido que de no calmarse, sería victima de un ataque cardiaco.
- Por fin nos volvemos a encontrar.
Fueron las simples palabras de su visitante, sonando tan complacido, tan entusiasmado por la idea. Y avanzó dos pasos más.
- ¿Qué crees que se sienta que tu propio nieto, el mismo al que le disparaste, el mismo al que le arrebataste de la peor manera posible a la única persona que le importaba en el mundo; acabe al final... con tu miserable vida?
La sonrisa burlona que adornaba sus labios sólo era equiparada con el tono de voz que había empleado para hablar, cargado de tanto odio, furia, y que aún así, le había permitido articular una oración tan fluida; tan controlado en sus emociones.
O al menos en apariencias, pues el objeto oscuro y frío que sostenía en su mano amenazó la existencia del hombre.
- ¡No, Kai, e-espera! T-tú no eres, tú no eres un asesino, nieto.
- ¡¿Nieto?! -casi gritó ofendido.- ¡¿Ahora sí soy tu nieto, eh?! ¡Ja, pero que divertido!
- E-escucha, yo...
- ¡Lo mataste, Voltaire! -volvió a apuntarle con el arma.- ¡Mandaste a que lo mataran, y ante mis ojos!
- N-no, no q-quería, Kai. -balbuceaba.- P-pero tú no querías alejarte... de él. Sabías que era peligroso que te involucraras con alguien y aún así ignoraste mis órdenes, ¿lo recuerdas? Ese chico... no te conve...
- ¡Se llamaba, Tala! -gritó enfadado, aferrándose con ambas manos al arma. Temblaba de furia, de indignación, de dolor.- Pero no te atrevas a pronunciar su nombre, ¡o te juro que te mato!
Le dijo más controlado.
- B-bien. No lo haré, ¿de acuerdo? Sólo... sólo baja el arma, nieto.
- No, Voltaire... He esperado por esto desde aquella noche en la mansión. -sin apartar el arma de su cuerpo caminó hasta su lado.- Y por fin te he encontrado.
- Tú... has crecido tanto.
Tener a su querido nieto ante él, vivo, le tranquilizaba un poco.
Tener que dispararle no había sido sencillo; le quería y era su única familia. Aunque eso no había hecho que la última vez se retractara de la idea de querer matarlo; de bajar aquel cuchillo que sostenía con tanta fuerza presa del dolor e ira de haber perdido a ese tal Ivanov. Hasta lloraba como un crío por él. No lo entendía.
- ¡Por supuesto! -su voz presuntuosa le hizo volver a la realidad. Esa misma, donde su vida corría peligro por su propia sangre.- Yo he crecido y tú has envejecido más. Pero no por ello no te mataré. ¿Cuáles son tus últimas palabras Voltaire?
Aquella semi automática había vuelto a ser sostenida con una sola mano; el control nervioso había cesado.
- Y-yo... -inició amargamente.- Espero que algún día tú... me puedas perdonar y seas... feli...
Más no pudo terminar sus palabras al impactar en su brazo derecho un disparo. El alguna vez imponente Voltaire Hiwatari se quejó como un animal herido en medio del bosque.
- ¿K-kai? -cuestionó con dificultad, tratando de enfocar su vista y verle.
- ¡Jamás te perdonaré y jamás podre ser feliz... todo por tu culpa!
El bicolor se aferró con ambas manos al arma, surgiendo en su mente varias imágenes de Tala, su querido amigo de la infancia.
“¿Eh? ¿Kai Hiwatari? ¡Pues yo soy Tala, Tala Ivanov! Gusto en conocerte”.
Imágenes de hace más de diez años.
“Seremos amigos siempre, ¿verdad, Tala?”
“Hasta la eternidad”.
- ¡Sólo por él quise venir en tu pequeña incursión a Rusia! -le dijo, quebrándosele a momentos la voz.- ¡Sino hubiera regresado, sino hubiera contactado de nuevo con él, sino lo hubiera orillado a corresponder mis sentimientos!
“¿Kai, qué te pasa? ¿Por qué estas molesto? ¿No me digas que estás celoso?”
“¡Por supuesto que no, idiota! ¡Suéltame!”
“No hasta que me digas por qué estás enojado. Últimamente actúas extraño. ¿Qué pasa, Kai?
“¡Nada, déjame! ¿Qué crees que...? -le reprochó, cayendo ambos al sofá.- ¡Aléjate de mí!”
“¿En verdad quieres eso o... prefieres esto?”
Con esa voz sexy y por lo bajo le había besado. Siendo justo lo que él había estado esperando desde hace tanto; desde que se dio cuenta de que le gustaba su amigo.
“¿Esto significa qué te gusto?” -dijo una vez que el beso había terminado, sonando tan presuntuoso como era costumbre en el ruso.- “Sí es así, y no es que me extrañe en absoluto; sé lo atractivo que soy. Haberlo dicho antes, Kai. De esa forma nos hubiéramos ahorrado tus escenitas de celos”.
“¡Hmf! Cállate. Ya quisieras.” -reía por lo bajo, viendo que el pelirrojo correspondía a sus sentimientos. Por ello, fue él el que le besó esta vez.
- ¡Entonces...! -volvió a decir el oji violeta, a punto de caer en una histeria.- ¡Entonces Tala ahora estuviera vivo! ¡Y tú... tú nunca le hubieses matado!
- Kai... -quería intervenir, calmado a su nieto que seguía sufriendo.
Estaba fuera de sí, y volvía a llorar como aquella vez.
Era tan doloroso verle así.
- ¡T-tienes razón! -dijo de pronto.- ¡Todo fue mi culpa, pero por favor... ya no te atormentes más! ¡Todo es...!
- ¡Tu culpa! ¡Lo sé! -afirmó el menor, con su rabia contenida.- ¡Pero es el fin! -volvió a apuntarle, disparando antes de que el hombre pudiera decir algo más.
Dos, tres, cuatro, cinco y seis disparos más; todos dando en diversas partes de aquel cuerpo. El primero de esta entrega había sido directo en su pecho, eso sin duda lo hubiera matado, pero no. No pudo contenerse. Tenía que seguir disparando hasta que ya no le fuera posible; Ivanov había sido abatido por una lluvia de 42 proyectiles en menos de un minuto, esto no era nada.
- Ahora sí... -bajó el arma sin ninguna bala más.- Todo terminó.
Unas últimas lágrimas cayeron de sus ojos, apagando la vela para marcharse de una vez.
Voltaire Hiwatari había obtenido su merecido. Se detuvo bajo el marco de la puerta, alzando su vista hacia aquel cielo oscuro que como tributo, dejaba caer sus pocos de nieve para cubrir todo a su alrededor; su justicia misma.
- Por fin lo he hecho, Tala. Ya puedes... descansar en paz.
Sin saber exactamente por qué, más lágrimas recorrieron con prisa sus mejillas, perdiéndose entre tanta nieve antes de que éste retomara su camino a ningún lugar en especial.
Su venganza ya estaba hecha, lo que el destino de tuviera deparado le daba igual. Sin Tala, no le importaba nada más.
Fin.