Título: En el umbral.
Personaje: Éanna.
Prompt: #04 ¿Por qué?
Resumen: Para ella todo era confusión. Antes de que se diera cuenta, el guardia ya la había tomado por su pequeña muñeca y la arrastraba por uno de los pasadizos secretos.
Palabras: 503.
Tabla:
aquí.
Para ella todo era confusión. Antes de que se diera cuenta, el guardia ya la había tomado por su pequeña muñeca y la arrastraba por uno de los pasadizos secretos. Ella, asustada, sólo atinaba a preguntar por sus padres, sin embargo no recibió una respuesta que la dejara satisfecha. El hombre que la llevaba prácticamente a rastras no parecía escucharla; en vez de eso, murmuraba cosas para sí. Sólo pudo captar las palabras “huir” y “peligro”. Comprendió la gravedad del asunto cuando fue capaz de ver la expresión en su rostro, y temió aún más por sus padres. Quería verlos; necesitaba saber que estaban bien.
Sin pensarlo siquiera, le pegó con todas sus fuerzas una patada en la canilla y se zafó con brusquedad; antes de que el guardia pudiera hacer algo para detenerla, la pequeña se alejó a gran velocidad, internándose en uno de los pasajes.
Los pasadizos secretos formaban un verdadero laberinto entre las paredes del castillo, pero ella los conocía lo suficientemente bien como para que el temor de perderse en ellos ni siquiera cruzara por su mente. Derecha, izquierda, izquierda, derecha. El único sonido que escuchaba era el de su respiración agitada y sus rápidos pasos amplificados por las angostas paredes. Aquellos oscuros caminos eran donde solía jugar a las escondidas con los hijos de los criados, pero a partir de ese momento conformarían el escenario de las pesadillas que seguirían atormentándola años después.
Llegó finalmente a la puerta que buscaba. Esperaba ver al otro lado a sus padres, sonriéndole y diciéndole que todo estaba buen. Contuvo la respiración y apoyó la mano en la fría manija. Abrió la puerta lentamente y asomó la cabeza por el resquicio de ésta. Ahogó un grito.
Un hombre enfundaba una espada ensangrentada y sus padres yacían en el piso sobre un mar carmesí. Quiso gritar, huir de ese lugar; pero su cuerpo no parecía respondía. Tampoco lo hizo cuando vio que el hombre había reparado en su presencia, ni cuando éste comenzó a acercarse a ella, desenvainando su espada y sonriendo sádicamente.
La espada cortó el aire justo cuando ella sintió un golpe. A continuación, estaba en el suelo. Alzó los ojos sin comprender -o sin querer comprender-, mientras el guardia que había intentado llevarla en un comienzo estaba parado frente a ella, protegiéndola.
Cuando vio la herida en su brazo trató de acercarse, pero él le ordenó que no lo hiciera. La niña entonces permaneció encogida contra una de las paredes de la habitación, mientras los hombres combatían a escasos metros de ella. Momentos después, el hombre caía, con una profunda herida en el vientre.
El guardia guardó su espada y se dirigió a ella.
-Debemos escapar -susurró suavemente.
La niña no se movió. Tenía la mirada fija en sus padres, y sus pensamientos vagaban en algún lugar desconocido. El hombre la levantó cuidadosamente, y ella se dejó conducir dócilmente por los pasajes, sin decir palabra alguna. En ese momento, sólo había un pensamiento coherente en su mente: ¿Por qué?