La duda

Jan 17, 2012 07:07

Fandom: Sherlock BBC
Título: La duda
Personajes: Greg Lestrade, John Watson (Sherlock/Lestrade, Sherlock/John ambos implícitos)
Advertencia: spoilers 2x03
Notas: post final del capítulo. Escrito desde mi dolor. Lestarde-centric. Gracias a ocsarah por el beteo.

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I

Watson había echado a la prensa del lugar. El entierro había sido corto. La lápida era preciosa. Todo el lugar rezumaba tristeza. La señora Hudson se había quedado acomodando las flores, mientras que él se había apartado. No quería hablar con nadie. Mycroft no había ido. Los curiosos le daban náuseas.

Sin embargo, escuchó los pasos que se acercaban y supo que no era ninguno de los anteriores.

-¿Estás bien? - Preguntó la voz educada y grave de Lestrade.

-No.

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La respuesta no era de extrañar, considerando el aspecto del doctor. Lestrade bajó la cabeza. No podía soportar esto. No podía soportar nada de eso. Agradecía poder ver a Watson allí. No podría haber ido a Baker Street de nuevo. Aunque tenía entendido que ya el doctor tampoco estaba viviendo en aquel lugar. Demasiados recuerdos.

-Lo siento - dijo tras un momento de silencio -. Cuando pienso en lo que pude haber hecho diferente…

Su voz se quebró, pero no parecía que Watson tuviera mucho interés en oírlo. No continuó la oración, logrando entonces que el doctor lo mirara.

-¿Lo crees? - preguntó con tono acusatorio. - ¿Realmente crees que es un fraude?

-¡No! - La respuesta salió más rápida y vehemente de lo que debería -. Watson, no lo conocí como tú, pero tengo muchos años de conocer a Sherlock… Vi de lo que era capaz.

Se sostuvieron la mirada. ¿Cuántas personas quedarían allí que confiaban en Sherlock Holmes? No podían ser tan pocas. Había personas a las que había ayudado, ¿creerían ahora que primero les había causado el daño? No podía ser posible todas las veces. Había casos muy particulares, había…

-Pero quisiste interrogarlo - le recordó Watson -. Viniste con Donovan y…

Watson no tenía fuerza para discutir. No tenía fuerza para acusarlo con propiedad tampoco. Se quedó a la mitad de la acusación.

Lestrade suspiró. No quería discutir. No había ido allí para eso.

-Vine a despedirme - dijo, decidiendo ir directo al punto -. Me marcho de Londres. No sé por cuánto tiempo.

El doctor levantó la mirada de nuevo, ahora con un signo de interrogación escrito en ella.

-¿Por qué?

El inspector sonrió sarcásticamente. Por qué. Claro. ¿Por qué iba a pensar en ello en medio de su dolor? No podía reprochárselo.

-Estoy… suspendido -respondió tratando sin éxito de contener el tono amargo -. Al menos mientras se revisan todos los casos en los que Donovan o Anderson han recordado muy amablemente que Sherlock estuvo involucrado.

Los ojos de Watson se abrieron con sorpresa. Pudo ver la furia latiendo en ellos.

-¿Qué? ¿Te van a despedir?

Lestrade negó de inmediato.

-No, Scotland Yard no puede permitirse el escándalo. Están tratando de manejar todo discretamente. Probablemente regrese a algún trabajo menor, no lo sé.

Pudo ver el debate en John Watson. Esa mezcla de lástima por su destino y complacencia vengativa de pensar que lo merecía.

O tal vez era imaginación suya, porque justamente era lo que él pensaba.

-Está bien - dijo antes de que el doctor se viera forzado a hablar. - Sólo quería que supieras que no estaré por acá. Pero si me necesitas alguna vez…

Watson negó, como si no quisiera escucharlo.

-Podrías hablar con Mycroft - le dijo bajando la voz, a pesar de que nadie podía escucharlos ya -. Él lo sabe todo, él… ¿no quiso ayudarte?

Lestrade negó. Miró hacia la puerta, no quería prolongar eso.

-Creo que es hora de alejarse de los Holmes. Adiós, John.

Watson asintió y alargó una mano hacia él para despedirse.

-Sé que estabas del lado de Sherlock - dijo al tiempo que estrechaba su mano -. Podríamos haber huido cuando llamaste.

Lestrade sonrió de medio lado con tristeza.

-Por favor, no le digas eso a mi jefe.

-No creo que esté muy dispuesto a escucharme - replicó Watson recordando su causa pendiente por haber agredido al superior de Lestrade.

Se sonrieron brevemente y Lestrade se dirigió hacia la puerta. Antes de salir sin embargo, la voz del doctor lo detuvo.

-¿Lo dudaste? No lo crees ahora, pero, entonces… ¿dudaste de él?

Lestrade puso una mano en el marco de la puerta e inspiró profundo.

-Sí. Lo hice.

No tuvo el valor de girarse para ver la acusación que debía leerse ahora en la mirada de John.

II

Tendría su gracia que después de todo lo sucedido, fuera él quien terminara enganchado a las drogas pesadas. No, no había llegado a probarlas, pero el tabaco y el licor no parecían ser lo suficientemente fuertes. Su esposa hubiera tenido mucho que objetar sobre su regreso al cigarro de no ser porque se había ido de casa desde que lo habían suspendido.

No que hubiera hecho alguna diferencia su presencia, no iba a dejar el tabaco de nuevo: no toleraba la vista de los parches de nicotina.

Pero lo que corría en esos momentos por sus venas no era ni una ni otra sustancia. No tenía idea de qué se trataba, pero lo hacía flotar. Lejos, más lejos… Pero escuchaba la voz. La voz que preguntaba. La misma que lo había metido en su sistema.

Mencionaba un nombre. Ese nombre.

Sherlock Holmes.

Se tocó distraídamente la frente. Últimamente lo hacía mucho. Recordaba la presión del dedo índice de Sherlock sobre él. Frío, acusador.

La duda.

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-Todo esto es culpa de Sherlock Holmes, entonces.

-No - negó Lestrade tratando de mantenerse despierto, aunque la visión se le estaba volviendo borrosa-. No, no es su culpa…

-¿De quién, entonces? No creerá aún en Moriarty.

Lestrade rió con amargura. Le dolía el brazo.

-No. Es mi culpa.

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Cerró los ojos, mareado. ¿Por qué había permitido que aquello llegara a su jefe? ¿Cómo no había contenido a Donovan y Anderson?

Tragó grueso. Él pudo detener todo lo que sucedió.

¿O no? ¿Era ese Moriarty tan poderoso?

Sherlock… ¿qué había hecho? Si hubiera aceptado ir con él al interrogarlo…

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-Realmente pensé que lo resolvería todo -explicó. Se sentía tonto y estúpido cuando pensaba en ello-. Pensé que se enojaría, que me gritaría lo idiota que era y lo aclararía todo. Siempre lo aclaraba todo en un momento, como si hubiera sido siempre así de evidente.

-Bueno, dicen que él cometía los crímenes para explicarlos. No tiene tanto mérito.

-No lo conocen. Conocieron. Yo sí -los recuerdos era amargos. La culpa venía desde entonces, desde el inicio. Él era quien lo había encontrado -. Cuando deducía podías verlo en sus ojos, como cada pieza encajaba. Yo… lo conocía.

La pausa de su interlocutor hacía más pesado el pensamiento. ¿Lo conocía? ¿Sabía quien era?

-Entonces debió saber que era peligroso.

-Oh, lo sabía - respondió con amargura -. Lo sabía.

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¿Había dejado de prestar atención? Sabía que era así. Se había relajado tanto con la llegada de John Watson. Realmente había creído que sería suficiente. Sherlock tenía una persona buena al lado. Aprendería. Lo estaba haciendo…

Pero por un momento, escuchando a Donovan, lo había pensado. Sherlock podría haber cruzado una línea.

Siempre había conocido el peligro en Sherlock. Ese lado salvaje e imprudente. El chico necesitado de emociones y estimulación. El drogadicto al lado del genio.

Se había prometido cuidarlo. Se había prometido ayudarlo. Aun cuando fuera Sherlock quien lo había ayudado a él todo ese tiempo con el trabajo, siempre había sentido que era mutuo. Que Sherlock necesitaba lo que él le daba, que lo había ayudado también.

¿Le había fallado? Se preguntó.

Lo había hecho, pero de otra forma.

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-Entonces, no cree que matara a nadie, o robara o… secuestrara.

-No - negó Lestrade categóricamente. Luego lo pensó un momento, ¿cómo explicarlo? - No… Era demasiado listo. Si hubiera tenido todo ese juego solo, no hubiera acabado metido en este lío. No atrapado por gente común…

-Casi suena como si lo apreciara.

-Lo quería - respondió Lestrade con la voz cargada de cansancio, con un eco que sonaba a tristeza y anhelo, pastoso por el efecto de la sustancia. Nunca hubiera hablado así de encontrarse en una situación normal-. Lo quise de todas las formas que me dejó hacerlo. Pero no era fácil estar cerca de él.

-¿No?

-No. No se le permitía a nadie. Excepto John, claro.

-Claro, John.

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John Watson. Él nunca había dudado. Incluso ahora continuaba defendiendo el nombre de Sherlock aunque no hubiera escrito más en su blog ni diera declaraciones a la prensa.

Cuando los había visto huir juntos, esposados y con un arma robada a un policía, había entendido por qué Sherlock lo había dejado acercarse. Porque si bien Watson no habría planeado huir de la policía de aquella manera, disparos al aire incluidos y todo, habría ido con él a cualquier parte.

Watson no había pretendido nunca cuidarlo, sólo apoyarlo.

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-Entonces, cuando dudó, ¿qué fue lo que pensó?

-¿Pensé? No sé si pensaba… -Los estremecimientos y la ola de sueño con costos lo dejaban hablar. ¿Qué le habían dado? - Temí. Temí que se hubiera metido en algo demasiado grande.

-¿El secuestro de los niños?

Lestrade se estremeció de nuevo.

-Siempre me ocultaba cosas, no habría sido la primera vez. Podría haber sabido más de lo que me dijo. Podría estar en un juego mayor… Era imprudente, se centraba en la dinámica de lo que estaba y a veces… había que darle perspectiva. Si me hubiera dicho… Pero - se empezó a reír nerviosamente. ¿Por qué esa droga no terminaba de hacer efecto? ¿Por qué no detenía sus pensamientos? - ¿Por qué querría decirme nada a mí?

Hubo un silencio que le hizo pensar que tal vez era ya el momento de dormirse definitivamente, ¿por qué tardaba tanto?

-Bueno, parece que confiaba en usted, fue con quien trabajó más.

-Según mis compañeros, porque era el más fácil de engañar.

Sintió una mano fría en la frente, otra vez el dedo acusador, la pregunta sobre la duda.

-¿Pero usted cree que fue engañado?

-No… - logró susurrar, sintiendo que el sueño al fin se lo llevaba -Sólo quiero que lo explique todo... como siempre….

III

Las voces llamando por los altavoces a médicos que eran requeridos en distintos salones eclipsaban la suave música de sonido ambiente. Watson avanzó entre las sillas de la sala de espera y se dirigió al mostrador.

-Disculpe. Me llamaron de aquí. Dijeron que habían traído a Greg Lestrade pero no me dieron muchos detalles.

Una enfermera joven, con expresión de cansancio, revisó en la pizarra. Watson ubicó el nombre antes que ella.

-Creo que hay un doctor con él ahora. ¿Quién es usted?

-Un amigo. Y doctor - respondió mientras buscaba su identificación. Al encontrarla se la tendió con una sonrisa cortés un poco forzada. Últimamente sonreír no se le daba muy bien -. John Watson.

La mujer verificó los datos y lo miró pensativa.

-No es familia, no sé si pueda dejarlo pasar…

-Déjelo - dijo un hombre que venía acercándose. Era algo, de cabello claro y piel pálida, con una expresión adusta escondida tras una espesa barba -. ¿John Watson, dijo? Ahora que el señor Lestrade no tiene esposa y cayó en desgracia en el trabajo, me temo que no tiene a nadie más, de acuerdo a lo que acaba de decirme.

Watson lo miró sorprendido. No había sabido nada de Lestrade desde que se habían despedido. No había tenido tiempo ni ánimo para interesarse y el inspector no había dado señales. Su separación no había sido particularmente amistosa. Pensaba que se debía a eso.

-¿Qué tiene? - Preguntó Watson con aprensión. No le habían dado ninguna información.

El doctor evitó mirarlo a los ojos mientras llenaba unos papeles.

-Demasiado estrés. Un ataque de ansiedad. Nada extraño, considerando lo que ha pasado. Le pusimos unos sedantes, mañana lo medicarán, estará bien.

Dejó los papeles sobre la mesa y se giró para dirigirse al ascensor. Watson miró incrédulo el lugar que el hombre había ocupado. No sabía por qué lo habían llamado a él.

-Doctor - llamó levantando la voz -. No he tenido contacto con él en tiempo, no sé como está su vida ahora. ¿Qué se supone que tengo que hacer?

La puerta del ascensor se abrió y el doctor entró sin detenerse, pero se giró a mirarlo.

-Los amigos protegen a los amigos - fue todo lo que dijo antes de que las puertas se cerraran.

Watson se quedó helado.

Escuchar esas palabras dolía demasiado. Prefirió no pensar demasiado en ello.

Se dirigió a la habitación que le indicó la enfermera. Al entrar, encontró a Lestrade dormido. Revisó el historial médico. Al parecer le habían dado algún tipo de droga para calmarlo, aunque no la conocía.

Lo observó en silencio mientras dormía.

Lestrade, el hombre que había admitido a Sherlock Holmes trabajar con Scotland Yard. El que lo había recomendado a sus colegas. Con el que ocultaba alguna historia que nunca terminaron de contarle sobre redadas por drogas.

El hombre que había tratado de interrogarlo antes de que procedieran a arrestarlo. El que les había avisado que la policía iba por él. El que les había pedido a todos en las afuera de Baker Street que se agacharan para evitar algo más grave cuando Sherlock tomó el arma.

El único otro amigo presente en el funeral.

Sí, esa era Greg Lestrade, se recordó Watson. No debía olvidarlo. No era sólo el inspector que había dudado.

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