Fandom: Crossover Band of Borthers/Harry Potter
Título: Tras las líneas enemigas
Personajes: Winters/Narcisa (mención de Bellatrix, Lucius, Regulus).
Advertencias: AU para ambos fandoms. Incoherencias varias. Todos muggles. Ubicado de alguna forma bizarra en la segunda guerra mundial.
Notas: esto es una LOCURA nacida al calor de los "OMG DAMIAN LEWIS Y HELEN MCCROY" en la alfombra roja de la premiere de Londres de Harry Potter. Culpad a
x_cursive de esto XDDDD (y a
phoenixgfawkes por apoyarla :P). Viñeta.
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Ella podía hacer mucho más por la causa. Podría estar allí afuera, como su primo, su hermana mayor y Lucius. Pero no. A la nena había que protegerla y le habían dado el peor trabajo de todos. Cuidar un prisionero. ¿Para qué debía cuidarlo? Si le hubieran encargado eliminarlo habría sido más fácil, útil y gratificante. Pero no. Lucius y Bella insistían en conservarlo porque ambos tenían la ambición de sacarle alguna información importante para enviarle al alto mando.
De momento, no habían podido sacarle ni el nombre.
Era un americano, fácil decirlo por su uniforme. Su piel era pálida, como podía notarse debajo de las capas de tierra y suciedad que la cubrían, al igual que su cabello pelirrojo. Parecía fuerte, y por lo que había dicho su hermana no era un soldado raso. Pero lo que realmente destacaba de él, era su expresión.
Ya que no tenía nada más que hacer que vigilarlo, llevó una silla frente a su celda y se sentó allí a observarlo aburrida. Tomó un sorbo de la botella de agua que llevaba con ella para no deshidratarse y pudo notar como el prisionero seguía el camino del recipiente hasta sus labios. Podía sentir los ojos claros clavados en ella.
Se observaban mutuamente. Los barrotes de su encierro no eran ningún límite para las miradas.
No era lo que hubiera esperado de un prisionero. Estaba sucio y lastimado, cierto, pero se mantenía impasible. No era indiferencia ni bravuconería pero tampoco relajación. Simplemente parecía que nada de lo que hacía lo afectaba.
En parte la inquietaba la tranquilidad con la cual la miraba. Se removió en la silla y se jaló las mangas del uniforme hacia abajo. Eran talladas y le picaban un poco en los puños. Se rascó bajo la manga izquierda, pero sin apartar la mirada de él. No iba a dejar ni por un momento que pensara que su mirada la afectaba de alguna forma.
-Parece muy seguro de sí mismo - comentó en voz alta, usando el tono que Lucius catalogaba como la marca de la casa Black: desdén y superioridad.
-Usted también.
Eran las primeras palabras que el hombre decía desde que lo habían llevado al cuartel. No pudo evitar un pequeño salto porque no había esperado una respuesta, pero para disimular cruzó las piernas y estiró el cuello hacia arriba, como si la observación del hombre fuera irrelevante pues no había ninguna razón para que ella no estuviera segura. Sin embargo su tono de voz no había sido retador, solamente evidenciaba un hecho. Parecía tan aburrido como ella.
El hombre se acomodó, si es que eso era posible estando en el duro y frío suelo de piedra de la celda. Ladeó la cabeza que recostaba contra los ladrillos irregulares de la pared y continuó contemplándola.
No era la mirada lasciva que había conocido en otros soldados y prisioneros. Parecía estar examinándola de otra forma. Tal vez lo catalogaría de interés.
-Si quiere que su vida sea más fácil, sería mejor que hablara - le aconsejó con toda la carga de amenaza que le fue posible.
-O más corta - replicó él, y sus labios se curvearon ligeramente por un momento.
Fue un movimiento tan rápido que por un momento dudó de si realmente lo había visto esbozar un inicio de sonrisa.
Narcisa se levantó y se acercó a los barrotes de la celda.
-¿Cree que podrá evitar ese final? - Sonrió con suficiencia, en su mente la única duda era si lo mataría Lucius o si lo haría Bellatrix. Dudaba que accedieran a dejárselo a ella. No tendría problema en hacerlo, aunque era mejor no tener que encargarse de limpiar luego.
El hombre desvió la mirada, pero no parecía afectado por sus palabras o preocupado. ¿Esperaba a caso algún tipo de rescate? ¿Pero de quién? Lo habían encontrado solo.
-Creo que sabe que sus horas están contadas - añadió ella levantando un poco más la barbilla, antes de retroceder y volver a tomar asiento. Tenía mucha pereza, no sabía cuánto tardarían. Miró el reloj con desgana.
Su prisionero se levantó al rato y caminó en el escaso metro y medio que tenía entre barrotes, seguro para estirar las piernas. Dio varias vueltas como un león enjaulado, aunque no parecía inquieto. En cambio ella empezaba a exaltarse. ¡Era un prisionero del ejército alemán, no debería estar tan tranquilo!
-Siéntese - le ordenó con voz firme pero sin gritar.
El soldado se detuvo en la mitad de la celda y se giró para mirarla de frente, sin sentarse. Apoyó la frente en los barrotes y clavó una vez más los ojos claros en los suyos.
-Será una buena soldado - sentenció él, como si su opinión pudiera interesarle.
Narcisa se levantó como un resorte para encararlo, aunque era más alto que ella y los zapatos del uniforme no la ayudaban.
-Dije que se sentara.
El hombre continuó mirándola.
-Quiere matarme, pero no lo hace porque se lo ordenaron. - Ella sintió la garganta seca y la mano le tembló por buscar su arma, pero se contuvo. Esta vez, no imaginó su sonrisa, breve pero real. - Será una buena soldado.
En ese momento se escucharon pasos que venían de afuera. Regulus entró al cuartel sudoroso.
-Cissy, tengo que irme con ellos, parece que puede haber alguna unidad americana cerca buscando a este - señaló con la cabeza y un gesto de desprecio al prisionero. - Tal vez mi hermano los haya ayudado a encontrarnos o algo, no lo sé.
-Voy contigo - exclamó ella, al tiempo que la emoción la recorría de pensar que estaría en un enfrentamiento. De reojo observó cómo su prisionero se sentaba otra vez, con la misma expresión de calma de quien sabe que todo está bajo control, lo que resultaba desesperante.
-Claro que no - replicó Regulus con expresión extrañada. - No estás lista para el combate directo. Quédate con él como te dijeron, Cissy.
El soldado salió tan rápido como había entrado y ella se sentó lanzando una exclamación de fastidio. Luego recordó que no estaba sola y lanzó una mirada de fastidio al prisionero, quien sonreía para sí con la mirada baja.
Tuvo que reprimirse a sí misma para no sonreír a su vez ante la ironía de que ese americano fuera el único en ese cuartel que apreciara que ella podía ser una buena soldado.
Volvió despacio a la silla que había estado ocupando y se sentó de nuevo. Cruzó las piernas, se acomodó una vez más los puños del uniforme y se dedicó una vez más a su labor de observarlo.
Él hizo otro tanto. Ahora no solo estaba tranquilo, sino que esbozaba todavía algo parecido a una sonrisa. El soldado americano, su prisionero, la contemplaba con paciencia e interés. Para su turbación descubrió que no le molestaba.
En realidad, le gustaba.