Fandom: The Hunger Games
Título: El primer sinsajo
Capítulo: 3/4 El vencedor
Personajes: Haymitch/Maysilee
Advertencias: spoilers En llamas/Sinsajo. Construido dentro del mismo universo que la hija del boticario y secuelas, aunque no es necesario haberlas leído para entenderla.
Summary: nadie se ha molestado en ponerle nombre a lo que puede forjarse entre dos tributos en la arena.
Notas: ¡Tercer capítulo! Es en realidad el capítulo final, la cuarta parte que falta es un breve epílogo.
Capítulo 1 La preparación ----
Capítulo 2 La Arena ----
Capítulo 3
El vencedor
Aquel terreno no fue preparado como parte de la arena, al menos no lo parece. Probablemente están viendo cómo era el terreno original antes de que construyeran aquel paraíso mortal sobre él.
Sin embargo, Haymitch no se fía. Deben estarlos grabando igual o les hubieran impedido llegar hasta allí de alguna forma. Camina hasta el borde de la meseta seca para ver la caída. Es un terreno rocoso, lleno de picos y piedras muchos metros hacia abajo. Si hubiera pretendido escaparse habría tenido que abandonar la idea.
Maysilee parece bastante incómoda. No sabe si por la conversación que tuvieron momentos antes o por el lugar en el que se encuentran. Mira a su alrededor con aprensión. Por su tono comprende que no cree correcto estar allí.
-Es todo lo que hay, Haymitch. Volvamos.
¿A dónde? ¿Ir juntos a cazar tributos, eliminar a sus tres oponentes y luego matarse entre ellos? No, no es una opción. Además, aquel es un buen lugar para no ser encontrado fácilmente, y acaban de llegar, quiere inspeccionar un poco más.
Es la hora.
-No, me quedo aquí - se mantiene en la orilla, de cara al precipicio, pero la mira de reojo.
Ella también lo sabe. Se abraza a sí misma y mira hacia el boquete que hicieron en el arbusto para entrar.
-De acuerdo, sólo quedamos cinco. Será mejor que nos despidamos ahora, de todos modos. No quiero que seamos los dos últimos.
No, él tampoco quiere eso. Aunque quedarse allí con el deseo de que ella se vaya y otro la mate tampoco es agradable.
Detesta las despedidas, sabe que están en una.
-Vale - replica.
Aguarda sin saber qué esperar de su compañera, pero ella tampoco parece tener más palabras. Ya ha dicho mucho y él no ha dicho nada. La siente alejarse y se obliga a no moverse. No mirarla, no hablar.
No va a hacer de su despedida un espectáculo mediático para los Juegos. Piensa en su chica en casa, estará mirándolo en ese momento. Se concentra en el precipicio, camina por la orilla, observa con atención mientras se obliga a dejar de buscar el sonido ya extinto de los pasos de Maysilee alejándose.
Se acerca demasiado al borde, patea un guijarro y este cae, perdiéndose en el vacío. Mejor alejarse de la orilla si no quiere que le pase lo mismo. Mejor descansar ahora, sabe que no habrá tributos cerca por un rato si no se cruzan antes con Maysilee, en cuyo caso escuchará un cañonazo con toda seguridad. Sabe que la chica irá con la cerbatana lista.
Cuando se sienta escucha un extraño silbido y ve el guijarro saltar frente a él, volviendo del vacío. Describe una curva en el aire y cae a sus espaldas. Un poco más atrás que se hubiera sentado y lo hubiera golpeado.
Eso le da una idea. Busca una roca y la lanza, en breve regresa a su mano. Empieza a reír y por un momento tiene el impulso de girarse para enseñárselo a Maysilee, pero ella ya no está. Aunque pueda oír su voz.
¿Su voz?
Sí, es ella. Está gritando.
No se para a pensarlo. Antes de que se de cuenta tira la piedra de nuevo y corre. No se detiene a recoger el soplete y las provisiones, pero lleva el cuchillo en la mano. Pasa por el hueco en el arbusto y sigue corriendo hacia el lugar de donde viene su voz.
Las ramas de los árboles le golpean la cabeza y trata de evitarlas con los brazos, logrando arañazos sangrientos en ambos. Con la mano libre mata una mariposa venenosa que se le acerca, y los pies se le enredan en tiras largas de hierba, pero aunque tropieza no deja de avanzar.
Puede ser un gran error y lo sabe. Podría estar corriendo directo hacia un tributo o varios que estuvieran matando a Maysilee. La chica podría haber caído en alguna trampa que resultara mortal para él también si se acercara. Incluso se le ocurre que podría ser una táctica suya para atraerlo y terminar con él, aunque descarta la idea de inmediato.
Finalmente la alcanza y ve como unos pájaros rosa chillón la están atacando. El ruido que ha hecho acercándose los aleja, pero puede ver a uno atravesar con un afilado pico el cuello de Maysilee de lado a lado.
Corre a su lado, ve la cerbatana en el suelo. Los pájaros atacan en grupo, no podía repelerlos a todos con eso. Si hubiera sido hábil con el cuchillo le habría sido muy útil el que llevaba desde el último tributo que habían eliminado, pero no llegó a sacarlo. El cañonazo no ha sonado, así que sabe que está viva todavía.
Puede ver la sorpresa asomar en sus ojos al verlo mientras él se tira de rodillas a su lado. Un rápido vistazo le señala que no puede hacer nada por ella ya. No duda en tomar la mano temblorosa que ella extiende hacia él.
Maysilee estrecha con fuerza y él también lo hace. Se cortan la circulación mutuamente, pero eso no impide que la sangre siga manando con rapidez por las heridas de la chica, empapándolo todo.
Ya no es momento de palabras. No vale decir nada ahora que se le escapa la vida, pero no piensa alejarse de ella hasta que se haya ido. Con el escándalo que han hecho entre la carrera de él y los gritos de ella han anunciado a toda la arena su posición, pero no le importa.
Se inclina sobre ella, le quita los mechones de pelo de la cara mientras ella balbucea. Apenas logra entenderle nada, de la boca le salen gotitas de sangre cuando trata de proyectar su voz. Él estrecha con más fuerza su mano si es posible. No debe decirle nada más a él. Ya se lo ha dicho todo. Lo sigue haciendo con la mirada cargada de un cariño que no sabe si merece.
Siente como la presión de ella en su mano disminuye. Gradualmente pierde fuerza en el agarre y aumenta el brillo en los ojos que lo miran fijamente, hasta que lentamente se apagan.
Está sosteniendo una mano inerte cuando suena el cañonazo. Tiene que soltarla, el aerodeslizador llegará en cualquier momento.
Se ha ido. Le escuecen los ojos y sabe que no es solo por haberse negado incluso a parpadear mientras contemplaba sus últimos segundos de vida. Suelta su mano lentamente y le cierra los párpados. Se obliga a levantarse y retroceder. Cuando escucha acercarse el aerodeslizador se fuerza a voltear y alejarse sin mirar atrás.
Maldice a las cámaras que están transmitiendo a todo Panem cuando tiene que contener el rebelde líquido salado que se acumula en sus ojos.
Traga grueso y sigue avanzando.
Siempre supo que acercarse a otro tributo era una pésima idea.
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¿Ha terminado? Empieza a dudar que alguna vez lo haga. Cada vez que cierra los ojos puede verlo todo otra vez. El hacha volando hacia él, la tributo sangrando por el ojo, esperando que él muera primero… el arma volviendo y clavándose en su cabeza.
Escucha los cañonazos. Siente la arena de la meseta seca bajo su piel. Los intestinos en sus manos. El recuerdo de Maysilee de pie junto a ese barranco despidiéndose de él sin decir adiós.
Mientras lo han tenido sedado ha sido soportable, ahora no está seguro siquiera de que nada de lo que pasa sea real, por más que su mentor no pare de recordarle que lo logró. Ganó. En dos días estará en casa.
Lo último real que recuerda es la sangre y el dolor. Toda la parafernalia del set de televisión es falsa. El sillón recargado en el que debe sentarse a ver el resumen de los Juegos. La voz de Caesar y su aspecto monstruoso de Capitolio. La corona que ponen sobre su cabeza. La cena en la que no puede comer casi nada porque sus intestinos aún no lo resisten.
Aunque la dura mirada del presidente Snow al encontrarse con la suya parece real. Al menos el miedo que siente al verlo lo es.
Pero lo más artificial de todo es el video. Un montaje insulso de los momentos junto a Maysilee. Han cortado muchas de sus conversaciones, aunque en realidad lo agradece. Tiene una imagen tan real de ellas que verlas en mano de Capitolio lo enfermaría. Todo parece ajeno y distinto, incluida la escena de su muerte.
Cuando se lo comenta a su mentor a la espera de la entrevista del día siguiente, el hombre se encoge de hombros:
-La gracia de las alianzas para el Capitolio es cómo se deshacen. La de ustedes fue atípica, no conviene que los tributos se lleven bien hasta el final.
Recuerda ediciones anteriores de los Juegos. Los momentos de las traiciones a interno de las alianzas eran muy populares.
-Si al menos hubieran dado más juego al asunto… un poco de romance en la arena se hubiera visto bien - sugiere -, se especuló si habría algo de eso, pero ninguno me dijo que pensaban aliarse, así que no sabía qué responder. Deberíamos haberlo planeado desde un inicio.
La idea de utilizar su alianza con Maysilee de esa forma le choca, pero saber que se especuló al respecto le hace esperar que Caesar saque el tema en la entrevista. No se equivoca.
-Entonces Haymitch, descubriste lo del campo de fuerza cuando ningún otro tributo lo había hecho.
-Bueno, ya lo dije en mi primera entrevista, los tributos no suelen ser brillantes.
Le parece ver de reojo que su mentor arruga el gesto ante su respuesta, pero no entiende por qué.
-Lo recordamos - declara el presentador con sus hinchados labios verde limón. - Por eso nos sorprendió tanto que hicieras una alianza con Maysilee Donner.
Haymitch tuerce el gesto y la voz le sale con más dureza de la apropiada ante las cámaras.
-Maysilee no era como las demás tributos.
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No soporta ver la retransmisión de la entrevista. Trata de procesar el hecho de que en unas horas estará en el Distrito 12. Podrá abrazar a su madre y a su hermano. Su chica también lo estará esperando. Esa idea lo pone nervioso, tiene la sensación de deber explicaciones que no tiene.
No quiere quedarse para escuchar a su mentor y la representante del Capitolio parlotear sobre la Gira de la Victoria. Camina por los vagones en teoría sin un rumbo fijo, pero cuando llega ante esa puerta sabe que todo el rato sus pasos lo guiaron hasta allí. Mira a ambos lados antes de abrir la puerta. Se desliza dentro y cierra con rapidez.
La sencilla caja de pino en la que va el cuerpo de Maysilee Donner de vuelta a su familia está allí.
Los cuerpos de los otros dos tributos fueron enviados cerca del inicio de los Juegos. Sin embargo, tras la muerte de Maysilee ya se había determinado que faltaban poco días para el final y decidieron esperar para enviar su cuerpo junto al de Haymitch.
Ahora van ambos en el tren, según lo dispuesto, pero uno de los dos está vivo. Justo como ambos deseaban. Sí, también le hubiera gustado que ganara ella de no ser él quien lo lograra.
Se acerca lentamente, sin molestarse en prender la luz pues entra suficiente por la ventana del vagón. Cuando llega a su lado respira profundo. Las cajas de los tributos van cerradas siempre, sin importar qué tan presentable haya quedado el cuerpo. Es una forma de devolverlo a casa pero castigar a las familias a la vez.
Levanta ambas manos y las pone sobre la tapa de madera. Sus dedos notan la lisa superficie cuando la acaricia hacia los lados lentamente, en una suave despedida.
Nuevamente hay palabras no dichas en sus labios. ¿Pero de qué vale decir algo a una caja de pino? Después de un rato localiza con la mirada el sillón dispuesto en todos los vagones de los Juegos para que los mentores acompañen los cadáveres de sus tributos de vuelta a casa. Se acomoda en él pensando con un escalofrío que en el futuro le tocará viajar allí hasta que otro tributo del 12 gane.
Todavía se encuentra ahí cuando llegan al final del viaje. Puede escuchar a la representante de Capitolio llamándolo por el pasillo para que vaya a alistarse, pero no le apetece. Sí, quiere ver de nuevo a los suyos, pero aunque sea una tontería, es su última oportunidad de estar a solas con Maysilee. Sin cámaras, sin desconfianzas, sin tratos.
El tren se detiene y sabe que es el momento. Ya están en la estación del Distrito 12. Se vuelve a acercar a la caja por última vez y toca su costado. No cree que asista al funeral. Duda que a su familia le interese ver al sobreviviente en lugar de su hija allí. Cuando sale al pasillo escucha la retahíla de la mujer que le buscaba con ahínco, pero no le presta atención.
Mientras avanza a la habitación que le correspondía por sus cosas, se encuentra con su mentor acompañado por una mujer y su hija. La copia exacta de Maysilee. La escucha en su mente, el día de la Cosecha en ese mismo tren. “En parte es una suerte que haya salido yo. Al menos a mis padres les quedará otra hija igual.”.
Es la viva imagen de Maysilee pero parece furiosa. Lleva en la mano algo dorado y discute acaloradamente.
-¡Es su broche favorito! Me lo dijo en el Edificio de Justicia, que lo llevaría cuando volviera, que… - Su voz se quiebra. Nunca llegó a ver a Maysilee tan alterada, no le sienta bien a sus facciones. La recuerda como una chica valiente de ánimo dispuesto.
-Eso era si ganaba - le dice su madre con amargura. - Si ella también sobrevivía al Capitolio.
-Lo siento - replica su mentor, quien no ha notado la presencia de Haymitch en el pasillo. - El ataúd viene cerrado, no podrían abrirlo para incluirlo.
La chica lanza la pieza dorada contra el suelo. Rebota y rueda hasta los pies del Vencedor de los Juegos, quien no se dio cuenta en qué momento se detuvo solo para ver a acercarse a la familia de su aliada muerta.
Se agacha para juntarla y se da cuenta de que es un broche con un sinsajo. Por un momento toda su atención se concentra en la figura, hasta que se la arrebatan. Al levantar la mirada se encuentra con la hermana de Maysilee mirándolo con odio antes de seguir adelante.
Antes de que pueda reaccionar tiene a la señora Donner al frente, pero en la mirada de ella no hay odio. Para su sorpresa levanta la mano para acariciarle una mejilla con ternura, aunque sus ojos están llenos de una tristeza profunda.
-Gracias - le susurra.
Luego se aleja sin decir nada más ni esperar una respuesta. Su mirada se cruza un momento con la de su mentor antes de continuar su camino. Tiene que salir de allí. Sin embargo, su mente no está afuera en las personas con las que va a reencontrarse. Siguen en aquel sinsajo enmarcado en un círculo dorado.
El ave que sobrevivió a pesar de los intentos de Capitolio de deshacerse de los charlajos. Maysilee había pretendido hacerlo también, pero no lo había logrado.
Es irónico que al final le resulte amargo saber que el único sobreviviente es él.
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Epílogo