Título: Crush Not Love.
Autora:
poison_d90Beta:
motoko_cydalimaPersonajes: Draco/Harry, Ron/Hermione.
Género: Romance/Drama.
Clasificación: PG-13.
Advertencias: AU, Ginny!mediobitch.
Word Count: ~7100.
Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling, Bloomsbury Publishing, Scholastic Inc. y AOL/Time Warner Inc. Ni gano, ni quiero ganar dinero mediante este medio.
Notas: Quería un título en español, pero nada más no salió. Me pelee con el final varias veces. No sé si OOC, yo más bien creo que maduran.
xXx
Yo no estaba completamente seguro de que me gustara. Me atraía, demasiado para mi gusto. Cuando se cortó un poco el cabello, comenzó a usar ropa de su talla y se convirtió en el capitán del equipo de soccer, caí en la cuenta de que lo deseaba. Jamás había visto que tras las gafas y el porte desaliñado, se escondía todo un galán.
Claro, cuando me enteré de mi gusto por él, volví al antiguo yo. Comencé a tratarlo de nuevo mal, muy mal. Fingía que me desagradaba, porque sólo así podía evitar sentirme tan vulnerable.
A pesar de que le extrañó mi cambio de actitud, siempre que me mostraba grosero me decía “piérdete, Malfoy”. Y lo hacía porque, de lo contrario, terminaría abriéndole la camisa y lanzándome sobre su piel.
En esa etapa, comencé a buscar más relaciones libres. Sinceramente, nada me satisfacía. En cierto modo, creía que nada lo hacía porque sólo eran besos y roces, no más allá y siempre con chicos diferentes. Claro, ahora que lo pienso mejor, es porque lo que quería y lo que podía complacerme, estaba fuera de mi alcance.
X.
Aun si yo lo trataba mal, él me seguía hablando como si nada. Supongo que después de dos años de convivencia, no podía simplemente volver a odiarme. Yo tampoco podía volver a odiarlo.
Intentaba tratarlo con indiferencia, pero no era sencillo. Me caía bien, me hacía reír, me gustaba estar con él y era difícil ignorarlo. Además, todas las actividades que realizábamos, las hacíamos juntos. Excepto por el soccer, jamás me había gustado ese deporte (jamás me gustará). Mientras él practicaba, yo solía estar en la duela, en mi clase de judo y al finalizar nos encontrábamos para despedirnos.
A veces no sólo nos decíamos adiós, sino que nos sentábamos y charlábamos de todo. De libros, de películas, de series, de él o de mí. O de las chicas que le atraían. Yo trataba de no sentirme molesto con él, no era su culpa que yo estuviera tan estúpidamente enamorado, no obstante, había veces en que simplemente no podía aparentar y le cortaba repentinamente la conversación, argumentando que tenía que ir a alimentar a mi perro o a regar las plantas.
No sabía si lo que más me dolía era saber que a él le gustaban muchas chicas o saber que no le gustaban los chicos. Un chico gay enamorado de un chico heterosexual es el peor pecado que se puede cometer. No haces más que atormentarte, sabiendo que pase lo que pase, él jamás será tuyo, ni te verá con los ojos con los que quieres que te vea.
Recuerdo perfectamente cuando me presentó a su primera noviecita. Cho Chang. Era una tipita horrible, de rasgos orientales y cabello negro. Desde el primer instante en que la vi, la odié. Se creía encantadora, inteligente y sensual, y si algún día lees esto quiero que sepas que no lo eras.
Las horas que pasaba con mi amigo se vieron drásticamente reducidas cuando la imbécil esa llegó a su vida. Todas las tardes era vilmente arrebatado de mi lado por esa empalagosa mujer y él, como buen novio que era, no podía decirle no a sus caprichos.
Afortunadamente lo suyo no duró más de dos semanas. Mi chico sufrió un poco con la separación y yo, internamente, me regodeé ante ella; aunque, externamente, mostraba tristeza y comprensión. No obstante, él me conocía demasiado bien. Un día, cansado tal vez de mi hipocresía, levantó el volumen de su voz y me dijo: “yo sé que no te caía bien, deja de jugar a que sí; seguramente te alegraste cuando terminamos y no trates de negarlo porque…”. No lo dejé continuar, le abracé y con cariño le respondí: “sí, estás en lo cierto, Chang me caía en la punta del hígado, ¿de acuerdo?, pero eso no significa que me guste verte sufrir, ¡Dios!, soy tu amigo y lo que menos quiero es verte infeliz, mucho menos por alguien que no te merece, ¿cómo pudo cortar contigo, la idiota?”.
Recuerdo bien como me separó, me sonrío con tristeza y finalmente me declaró: “no fue ella quien me terminó”. ¡Él la había cortado! ¿Por qué? Jamás me enteré por qué había acabado su relación con ella.
Harry cerró el libro de golpe. Sus ojos no podían creer lo que leían, su mente no estaba preparada para llegar a la apresurada conclusión de que el chico del que hablaba Draco era él. Él había asistido a ese curso de verano, él había descubierto a Draco besándose con Allan, él había sido capitán del equipo de soccer y él había sido quien había roto con Cho, la chica que no soportaba Draco por ninguna razón aparente y a la que dejó por él, porque por más que trataba, estos dos no terminaban por llevarse bien.
¿¡Y cómo es que jamás había visto las señales!? Jamás le hubiese pasado por la mente que Draco estaba enamorado con él, porque… Bueno, porque no quería ver la realidad.
De repente, recordó una vez que había ido a casa de Draco. Curiosamente esos días tanto él y el rubio había estado libres de adultos. Sus tíos se habían ido a vacacionar y la señora Malfoy había viajado para ver a su esposo. Así, ambos habían acordado dormir en la enorme casa de Draco.
De entre todas las actividades que hicieron, ver películas fue a la que más tiempo le dedicaron. No distinguían entre género, duración o país de origen, simplemente agarraban una al azar, de la gran videoteca que tenía Narcisa Malfoy, y la ponían en el reproductor del DVD.
Aunque, ahora que lo pensaba, tal vez no fue una casualidad acabar viendo Brokeback Mountain. Harry aún recordaba lo nervioso que se puso y no precisamente por el tema que abordaba ésta. En una de las tantas bromas de Draco, éste había puesto la mano en su muslo y poco a poco la había subido, acercándose a su oído y susurrándole: “¿alguna vez has besado a otro hombre, Harry?”. Él se había quedado impávido. Draco se había deslizado sobre su mejilla y estuvo seguro de que le iba a besar en la boca, pero tan sólo depositó castamente sus labios cerca de la comisura.
Después se separó y soltó una risotada acompañada por: “hubieras visto tu rostro, Potter, ¡Dios!, ¡fue tan divertido! Ya relájate amigo, sólo te quería asustar… Bueno, voy al baño. Allí te quedas viendo a estos dos chicos follar”.
Si lo pensaba en retrospectiva, varias cosas parecieron ensamblarse en su cabeza. Cuando Draco regresó del baño, tenía los ojos rojos, así como la nariz. Harry no preguntó nada, no que no hubiera querido, pero Draco le había interrumpido cada comentario y al final había desistido.
Había estado llorando. El rechazo palpable de Harry le había herido. ¡Oh, Dios! En ese momento Harry se sintió muy, muy idiota. Porque ahora que lo pensaba, era más que obvio que Draco se desvivía por él. Por él había comenzado a llevarse mejor con los demás, por él había asistido a los aburridísimos partidos de soccer, por él había hecho cosas que por nadie más hacía y él, ciego como era, jamás lo había visto.
Y ahora sentía que debía enmendar su error.
xXx
Harry preguntó a Hermione, quien sabía todo de todos, sobre Draco. Ella se había sorprendido por el repentino interés que tenía por el escritor y empresario, pero respondió sin mayor problema sus preguntas. Draco vivía en Estados Unidos desde hacía unos años y tenía una gran empresa que se dedicaba a la distribución de software tanto libre como de paga. Hasta donde Hermione sabía, últimamente había estado viajando de un lado para otro y no por su trabajo principal, sino para publicitar la novela (que al parecer había sido muy bien recibida por la audiencia femenina, sobre todo por la juventud).
―Tal vez debas revisar su página de internet ―le había recomendado Ron al ver su consternación por saber todo de él.
¡Oh, Dios! Harry sabía que algún día se tendría que enfrentar al monstruo que era la tecnología, pero jamás esperó hacerlo en una situación tan desesperada. Con su poca habilidad en las computadoras, comenzó a buscar más sobre Draco. Página tras página, incluyendo su sitio oficial, fue visitando, leyendo hasta el más mínimo detalle. Nada pareció darle una pista de en donde se encontraba en aquel momento.
Una hora y media y nada. Tal vez debería esperar a que Hermione llegara. Ella era todo un genio en el arte de buscar.
Mientras, se dedicaría a leer el final de la novela, el cual había estado reservando para cuando se sintiera listo. Sabía que el momento jamás llegaría, por eso, mejor ahora que después.
XVIII.
Después de haberle contado mi secreto a Ginevra, me sentí aliviado. Sus palabras, las cuales pensé que habían venido de lo profundo de su corazón y no de su alma putrefacta, me habían clamado un poco. Me dijo que no importaba qué, mi amigo jamás me repudiaría y quién sabe, a lo mejor y él también se sentía igual con respecto a mí. Esto último, no obstante, sabía que era algo utópico y de ninguna forma acabaríamos juntos.
Así mi último año escolar transcurrió en agonía. En silencio mi amor hacia él se incrementaba y vivía con el eterno temor de cometer alguna estupidez que nos separara para siempre.
Por suerte mis temores jamás llegaron a ser realidad, seguramente hasta este momento la persona sobre la que ha girado toda esta historia, sigue desconociendo mis sentimientos. Claro, a menos que haya leído la novela y recuerde bien su época de estudiante (y me recuerde a mí).
El fin de año llegó demasiado rápido para mi gusto. A pesar de que era una tortura llevar el secreto de mi homosexualidad a cuestas, disfrutaba cada momento del día, estuviera o no estuviera con mi amigo (aunque la mayoría de la veces estaba con él). Hoy en día sigo creyendo que la preparatoria fue la mejor etapa de mi juventud.
Con el cierre del curso vinieron las borracheras de graduación. Muchos de mis compañeros organizaron fiestas para celebrar el término de esta etapa. He de decir que aún hoy me arrepiento de no haber asistido a todas ellas y a la vez me arrepiento de haber asistido la única que fui.
Esa fiesta, organizada por una tal Greengrass, había sido la única a la que los familiares del chico que me gustaba le habían dejado ir. Por esa razón yo también asistí.
Ambos llegamos juntos, nos sentamos con unos amigos y comenzamos a tomar. A mí jamás me ha gustado mucho la cerveza y menos si ésta no está acompañada de limón, así que mi consumo se redujo a unos cuantos tragos, sólo un poco de alcohol como lubricante social. Mi torpe amigo, sin embargo, tomó descontroladamente. Yo ni siquera llevaba la mitad de una botella cuando él ya tenía dos vacías a un lado e iba con la tercera. Quise decirle algo, no obstante, sabía que si le advertía frente a todos las consecuencias del abuso del alcohol, se enojaría y tal vez no me dirigiría la palabra en el resto de la noche. Los otros me tacharían de aguafiestas, pero sinceramente lo que menos me importaba era su opinión acerca de mí.
Poco a poco cada uno fue encontrando su "presa" y fueron alejándose. Yo en algún momento fui al baño y cuando regresé vi algo que me rompió el corazón.
Mi amigo estaba hablando con Ginevra, mi supuesta amiga. Ella ni siquiera iba en el mismo grado que nosotros, mas estaba allí, riendo y coqueteándole a mi chico. Pude haberme acercado de nuevo, pero decidí no hacerlo. En primera porque sentía que la sangre me hervía del coraje y en segunda porque quería ver cómo se desarrollaba la situación. Me quedé en una esquina, algunos chicos con los que había tenido que ver, me guiñaron un ojo, yo los ignoré.
No pasaron más de diez minutos cuando la zorra esa se le abalanzó. Comenzó por acercarse mucho más a mi amigo de lo normal y, sin previo aviso, le besó. Mi reacción: me petrifiqué. En aquel momento no me imaginaba que iba a hacer eso, aunque supongo que ya lo tenía preparado. Él le correspondió. Cuando "terminaron", la tipa esa volvió su mirada hacia mí. Sabía perfectamente que los espiaba.
Con una sorisa en los labios me dijo: “definitivamente él no es como tú, es un macho en toda la extensión de la palabra”. Yo, sin volver la vista, salí de allí, Fue la última vez que estuve con él.
Epílogo.
Jamás me sentí tan estúpido en la vida. Si les soy sincero, me arrepiento demasiado de haber desaparecido así. Si hubiera sido más valiente, quizá se hubiera conservado nuestra amistad.
Ahora todavía pienso en él, no sé si estoy enamorado de su recuerdo (lo más probable). Hasta el momento no he sentido nada más intenso por otra persona de lo que sentí por él.
Lo extraño. Te extraño Harry.
En todo caso, esta novela no la escribí con la única finalidad de hablarles de mi trágica vida amorosa, sino para hacerles comprender a todos los gay de clóset, como yo lo fui una vez, que si uno vive con miedo, posiblemente terminen perdiendo la oportunidad de estar a lado de la persona a la que se quiere.
Harry estaba impactado. ¡Ahora más que nunca quería encontrar a Draco! No lo odiaba por lo que sentía y, ¡hey!, era su amigo. Necesitaba decirle que estaba bien, que no se preocupara, que él estaría con él.
xXx
Era el último día de su estancia. Tristemente Harry no había encontrado una sola pista del rubio. Tal vez en otra ocasión se reencontrarían, pero por lo pronto se había dado por vencido.
Ese día había decidido irse mucho más temprano al aeropuerto de lo que era necesario. Comería allí, se divertiría un rato viendo los escaparates de las tiendas y arrivaría el avión que lo llevaría de vuelta a su casa.
Mientras pensaba en qué comería, recapituló en su mente todo lo que había leído, de cierta forma se sentía distinto con respecto a Draco, como si... Era como si le gustara. Saber que era amado por alguien de esa forma, le hacía sentirse bien y, ¡Dios!, jamás se había planteado salir con un hombre, pero con Draco aquello de ninguna forma parecía incorrecto.
Finalmente y dejando de lado sus cavilaciones, entró a un restaurante lujoso, necesitaba una copa de vino y una buena comida italiana para olvidar la decepción de su infructuosa búsqueda.
El lugar se veía bonito, estaba casi vacío y dentro olía muy bien. Se paró en la recepción esperando a ser atendido y después pasó a las mesas distraídamente.
Cuando se sentó a la mesa y alzó la mirada, el corazón se le cayó a los pies. En el gabinete frente a él, estaba Draco Malfoy hablando por su celular.
Ignorando por completo la carta que se le ofrecía, se paró y se dirigió al rubio sin pensarlo. No sabía qué decir ni hacer, así que tan sólo actúo bajo un mero impulso.
Se sentó a un lado de él y cuando éste abrió la boca para reclamar, Harry le tomó por la nuca y le besó. Antes de cerrar los párpados, pudo ver la sorpresa en los ojos grises y, tras unos segundos, Draco respondió, mordiendo sus labios y moviendo la lengua.
Cuando finalmente se separaron, Harry sintió sus mejillas arder. No sabía qué decir, no había planeado un discurso y ahora, después del encuentro entre sus bocas, su mente estaba mucho más nublada de lo que había estado jamás. Abrió la boca un par de veces, primero para disculparse y después para explicarse, mas las palabras se negaron a abandonar sus labios.
―Hola ―dijo Draco sonriendo. Harry no pudo evitar imitar el gesto.
―Draco…
―Sigues siendo el mismo distraído de siempre, Potter. Es eso o el viaje te ha sentado mal.
―De hecho, no he viajado hoy ―dijo Harry, recuperando la voz. No sabía por qué estaba tan nervioso, no debía estarlo, Draco era su amigo, no un extraño al que se había encontrado en medio del aeropuerto y había besado deliberadamente―. Mi vuelo es en tres horas.
Draco recargó el codo en la mesa y la barbilla sobre el puño de su mano izquierda. Harry se sintió repentinamente incómodo con la posición del hombre; éste le observaba embelesado, recorriendo sus ojos por su piel (que, estaba seguro, lucía enferma por la falta de sueño), su cabello (¡estúpido pelo horrible!) y sus ojos (¡maldita sea!, ¿por qué no se había puesto los lentes de contacto?).
―¿Y a dónde vas?
Harry quería decirle que a ningún lado. ¿Por qué querría ir a otra parte del mundo, cuando podían estar allí por el resto de sus vidas? Mordió se lengua antes de soltar una estupidez. Evidentemente él ya no seguía siendo el chico de Draco, él había cambiado y posiblemente, después de que compartieran varios minutos, el rubio se daría cuenta de que en realidad estaba enamorado de un recuerdo juvenil.
―A Londres.
―¿Viniste de visita?
―A ver a Ron y a Hermione. Hace poco se mudaron a Connecticut y vine por ellos. Tú sabes, son mis mejores amigos y eso…
―Impresionante, Potter. Tú sí sabes como mantener las amistades.
―Si no te hubieras ido sin decir una palabra, seguro hubiéramos podido seguir siendo amigos y... ―”no hubiera tenido que sufrir, yo jamás podría haberte detestado nuevamente”―. Pudiste haber hablado conmigo ―antes de que Draco pudiera decir algo, Harry continúo y el tono de su voz fue cambiando progresivamente, mostrándose cada vez más molesto―. No sé qué estúpidas cosas pasaron por tu mente, pero si me lo hubieras dicho, no hubieras tenido que abandonar todo lo que era importante para ti. ¡No puedo creer que te hayas marchado por mi culpa! Más aún, ¡no puedo creer que te hayas ido sin decirme nada! ¡Yo, que era tu mejor amigo y…!
Harry calló bruscamente. Tenía que respirar y tranquilizarse y procurar no volver a gritar, no quería las miradas de los comensales y meseros otra vez sobre ellos. Entrecerró los ojos. Una mano se unió a la suya bajo el mantel blanco. Sus orejas enrojecieron.
―Calma ―con la mano libre, Draco acarició la mejilla de Harry y éste sintió la urgencia de besarlo de nuevo. El rostro del rubio estaba tan cerca que sin problema podría haberlo hecho―. Con que has leído el libro ―el moreno frunció el ceño―. Mira, no dejé nada importante, en Londres ―Malfoy hizo una pausa, los párpados de Harry se entrecerraron peligrosamente, ¿y si todo lo de la autobiografía era una farsa para que Draco se hiciera de más dinero?, jamás lo había pensado pero existía la posibilidad…―, excepto a ti―declaró y Harry dejó de lado todos esos malos pensamientos―. Y sí, ha pasado una eternidad, pero eso es lo que menos debería importarnos porque por fin nos reencontramos. No pienses que me fui por tu culpa, porque no es así. Necesitaba aclarar mi mente, pero entonces hice una vida aquí y no pude regresar.
Harry cayó en la cuenta de lo cálida que era la mano de Draco. Hacía mucho que no compartía un gesto tan íntimo con una persona o tal vez no lo recordaba. Se sentía bien el contacto, la piel suave de Draco contra la suya.
―Quedarme aquí no fue tan malo, Harry. Era un desconocido en estas tierras y me gustaba. La gente no me trataba mal, nadie sabía de mi padre y tampoco sabían de mi secreto. Aquí prosperé. Mi mamá volvió a tener amigas, el negocio que abrí creció como no tienes idea y, manteniendo a raya mi vida personal, descubrí que podía hacer lo que quisiera, incluyendo echarme un polvo con otro hombre. Cuando eres rico o tienes un estatus socioeconómico lo suficientemente bueno, nadie te discrimina.
Draco apresuró un trago de vino blanco.
―A pesar de todo ello, había algo que no mejoraba. Mi obsesión por ti. Pensé que con el tiempo te olvidaría. Claro que eso nunca sucedió. Te quería mucho, Harry ―admitió Draco en un susurro―. Te sigo queriendo mucho.
Harry se quitó los lentes, enredó una de sus manos en el cabello rubio y atrajo a Draco hacia él; sus labios se encontraron. Apenas hubo una ligera presión entre ellos. Harry casi pudo escuchar el aleteo de las pestañas de Draco y sentir la boca del rubio curvándose en una sonrisa antes de salvar la distancia y besarlo otra vez.
La lengua de Draco penetró en Harry, deslizándose por entre lo dientes e impregnando el interior con el sabor del vino. Harry jamás había sido besado de aquella forma, Draco lo hacía con posesión, con pasión, pero también con ternura y dedicación. Los dientes blancos mordían su boca, la lengua exploraba todo lo que estuviera a su alcance y los labios se abrían y cerraban con reverencia sobre los suyos.
Cuando se separaron, se vieron directo a los ojos.
―¿Por qué me has besado, Harry? ―preguntó Draco, sin embargo, Harry no podía pensar. El sabor de Draco y su aroma y sus dedos entrelazados, ¡todos sus sentidos se sentían invadidos por el escritor! Y esos ojos que parecían verle hasta el alma, no hacían otra cosa que dejar su mente en blanco.
―Yo…
―Te lo voy a poner más fácil, Potter ―amaba cómo Draco sonreía de medio lado y usaba un tono condescendiente al mismo tiempo―. ¿Te gusto o no?
―Me gustas ―respondió sin titubear.
―Bien. Dame tu boleto de avión, por favor.
Harry no comprendió, no obstante, sacó el billete del bolsillo interno de su chamarra y se lo extendió. Sin aviso previo, Draco lo rompió.
Harry abrió mucho los ojos. Draco pudo leer en su expresión un “¿qué demonios?”.
―Ups. Mi error. Te compraré otro cuando tengas que volver… O tal vez no ―dijo con la sonrisa ladeada y presionando una vez más sus labios contra los de Harry.
Fin.
Parte I