Fanfic - Crush Not Love (Parte I)

Jan 12, 2012 11:52

Título: Crush Not Love.
Autora: poison_d90
Beta: motoko_cydalima
Personajes: Draco/Harry, Ron/Hermione.
Género: Romance/Drama.
Clasificación: PG-13.
Advertencias: AU, Ginny!mediobitch.
Word Count:  ~7100.
Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling, Bloomsbury Publishing, Scholastic Inc. y AOL/Time Warner Inc. Ni gano, ni quiero ganar dinero mediante este medio.
Notas: Quería un título en español, pero nada más no salió. Me pelee con el final varias veces. No sé si OOC, yo más bien creo que maduran.


xXx

Harry no le temía a las alturas, las alturas le temían a él; pero el hecho de subirse a un avión le aterraba. Había probado el góming y el paracaídas, así que la idea de abordar un avión debería ser pan comido. Pero esa monstruosidad, ¡vaya que le provocaba un pavor irracional! En su mente, se proyectaban mil imágenes catastróficas, ¿y si llovía?, ¿y si había turbulencias?, ¿y si el mantenimiento del avión no había sido el adecuado?

Respiró profundamente. No pensó que podría odiar más el día en que sus dos mejores amigos se habían mudado a Estados Unidos, ¡oh, pero claro que podía! Y si no amara tanto a Ron y a Hermione, ni loco se montaría en aquel artefacto del demonio.

Respiró profundo. Dos personas más y no habría vuelta atrás. Aunque el corazón le palpitaba rápidamente y la razón le gritaba que lo dejara por la paz, simplemente no cedió a sus impulsos de salir de la fila y correr desenfrenadamente a su casa, donde estaría sano y salvo. En cambio, se quedó, dio su pase a la “diversión” y subió.

Al adentrarse a la primera clase, vio los asientos lujosos y cómodos. Los pasajeros se mostraban tranquilos y confiados, por lo cual él se obligó a sentirse de la misma manera.

Ron le había recomendado que eligiera un asiento cerca de la ventanilla si quería ir dormido todo el camino. Así lo había hecho y esperaba que no le interrumpieran en todo el viaje, porque lo más probable es que tuvieran a un Harry suicida de inmediato.

Los asientos se fueron llenando poco a poco. A su lado se sentó un hombre mayor, a simple vista parecía de lo más antipático. Harry esperaba estar en lo cierto, odiaría tener que conversar con él en el trayecto, aunque lo que más odiaría sería estar consciente en ese tiempo.

Cuando las puertas se cerraron y todos estuvieron en sus respectivos asientos, se dieron las indicaciones para que el viaje fuera placentero y seguro. Harry se colocó obedientemente el cinturón, se aprendió casi de memoria las instrucciones y entonces el avión despegó.

La noche anterior no había dormido nada, así que le fue fácil desconectarse del mundo.

xXx

Se alegró mucho de estar pisando tierra. Las últimas dos horas de vuelo y el momento del aterrizaje le habían parecido eternos. ¡Vaya que le había mortificado estar encerrado en esa cosa! Ahora que estaba sano y salvo, se sentía libre y como un hombre nuevo. Vale, tal vez estaba exagerando.

Se trasladó hasta el lugar en el que tendría que recoger sus cosas. Hermione le había advertido que no siempre hacían la entrega llegando y podía darse una vuelta por las tiendas cercanas a donde recibiría su equipaje. Vio a su alrededor. Afortunadamente hubo un lugar que le interesó: una tienda de libros.

Entró y saludó cortésmente al señor que laboraba allí. El lugar era pequeño y sobrio, los estantes eran de madera, así como el suelo. El interior olía raro, pero no raro asqueroso, sino raro a-no-sé-qué-pero-no-me-molesta.

Inspeccionó los libreros. Nada parecía llamar su atención. Los libros de vampiros estaban de moda, ¡qué horror! Era terrible que los jóvenes no leyeran, aunque no sabía si era más terrible esto o que leyeran basura. Basura, claro, desde su punto de vista.

Se acercó a las “NOVEDADES”, según indicaba el letrero. Tomó un libro y lo depositó de nuevo en su lugar, tomó un segundo, mas tampoco le convenció. La tercera opción siempre era la vencida, ¿no? Si elegía incorrectamente tal vez saldría con las manos vacías.

Estuvo a punto de tomar la novela titulada “La caída de los gigantes”, cuando su vista se desvío a otro libro que rezaba en su portada, “Crush Not Love”. Tal vez se arrepentiría de tomarlo entre sus manos, pero simplemente no podía resistir no hacerlo. Claramente carecía de autocontrol.

Lo primero que hizo fue voltearlo y leer la contraportada.

No estaba preparado para ver aquella escena. Mi amiga prácticamente estaba sobre él, insinuándosele, seduciéndole. Ella sabía de mis inquietudes, ella sabía que él me hacía enloquecer, que me gustaba y que prácticamente por él había comenzado a preguntarme si era gay. Mi corazón se quebró cuando su mirada se cruzó con la mía y en sus labios se dibujaron las palabras: “definitivamente él no es como tú, es un macho en toda la extensión de la palabra”. Me mordí el labio para evitar que un sollozo se me escapara. La poca fuerza que me quedaba la usé para sacarme de allí.

Harry buscó el nombre del autor. Draco. Ni siquiera terminó de leer el nombre cuando a su mente vino la imagen de un Draco que había conocido durante la preparatoria. Draco… ¿cómo se apellidaba? Y allí, frente a sus ojos, se hicieron visibles sus pensamientos.

Draco Malfoy.

Jamás podría olvidar el nombre del enemigo que gradualmente se convirtió en su amigo. Un amigo que había desaparecido sin dejar rastro, como si de repente hubiera sido tragado por la tierra. Y ahora tenía un libro escrito por él en sus manos. No dudó en comprarlo. Tan pronto como lo pagó, salió de la tienda y recogió su maleta. Se encaminó hacia la salida donde un sonriente Ron le esperaba.

xXx

Después de comer y de ponerlos al día con lo que pasaba en Inglaterra (Ginny había decidido casarse y a ellos aún no les llegaba la noticia), Hermione y Ron le sugirieron ir a descansar. En realidad no tenía sueño, después de todo había pasado un montón de horas durmiendo, sin embargo, sus amigos parecía demasiado cansados como para seguirlos manteniendo allí. Además, ya pasaban de las once de la noche, seguro que lo que menos querían era seguir en la cocina charlando.

Después de desearles una buena noche, subió a la habitación de invitados. El cuarto era acogedor, mas no pequeño. La cama de doseles le daba la sensación de estar en una época diferente y los colores de las paredes, cremosos y claros, no hacían más que jugar con su mente y hacerle creer que, en efecto, había viajado al pasado. Además, los muebles parecían antiguos, no que estuviesen maltratados, de hecho, estaban muy bien cuidados, además, todos estaban hechos de la misma madera y hacía que el cuarto se viera esplendoroso.

En la cama encontró la bolsita donde el libro de Draco había sido guardado. En toda la cena no lo había olvidado. Deseaba saber más. Rasgó el plástico que envolvía al libro y con rapidez se dirigió a la primera página de la novela.

Prólogo,

Muchos no saben distinguir el amor del enamoramiento. Pensé que yo era uno más de ellos y que en realidad el amor que le profesaba a un chico que conocí a mis dieciséis años, no era más que una obsesión casual y pasajera. A los pocos meses después de haberlo tratado, yo juraba que lo amaba, porque mi urgencia por tocarlo, por besarlo y por estar con él, rayaba en lo insano. Para mí era más que obvio que lo que yo sentía era amor y no sólo atracción.

Era fuego ardiendo. Pasión, locura, desenfreno. Mi cuerpo vibraba cuando él hablaba, mis deseos siempre se sublevaban a los suyos y mis pensamientos no tenían cabida para otro, más que para él. Tan pronto como había descubierto aquel sentimiento tan nuevo y avasallante, me  dije: esto es amor.

¿Realmente lo era?

I.

Aquel verano en Inglaterra lo recuerdo como el más cálido que viví. Y no sólo metafóricamente hablando. Las temperaturas habían variado, sin embargo, todas ellas habían estado por arriba de las escalas a las que estábamos acostumbrados.

No recuerdo la fecha exacta en la que iniciaron las vacaciones, ni la duración de éstas, lo único que sé es que fueron las más maravillosas que tuve en mucho tiempo.

Mi historia antes de este momento no había sido de lo más placentera. Mi padre se convirtió en un prófugo de la justicia cuando yo tendría como cinco años y desde entonces, mi madre y yo habíamos vivido solos, alejados de las miradas curiosas de nuestros “amigos”, siempre manteniéndonos al margen de la sociedad. Por lo que todos sabían, mi papá había muerto.

En la escuela solía ser insoportable para la mayoría de las personas. Siendo sincero, no tenía ningún amigo. Todos con los que me solía llevar bien eran chicos que andaban conmigo por conveniencia o porque realmente me temían. Suena un poco triste y solitario, ¿no?

La verdad es que no recuerdo muy bien el nombre de ninguno de mis compañeros, en mi mente sólo hay caras borrosas. No recuerdo siquiera a los que llamaba amigos. De hecho, únicamente recuerdo a un chico. Mi “archienemigo”.

Desde que nos conocimos nos odiamos. Era un odio mutuo. Primero fue un roce infantil, peleas tontas, arranques de berrinche. Conforme pasó el tiempo, nuestra historia se fue haciendo mucho más… ¿cómo decirlo? ¿Brusca, perversa, malintencionada…?

Era ruda.

Nuestra animadversión se mantuvo por mucho tiempo. Prácticamente desde que comenzamos la primaria, una pelea tonta había marcado el futuro de nuestras vidas. ¿Y saben qué es lo peor? ¡Ni siquiera recuerdo qué fue exactamente lo que pasó! Sé que insulté a alguien, él lo defendió y a partir de allí surgió la enemistad.

Tal vez debería contarles algo de él. Su distintiva historia, por ejemplo, pero temo que si cae este libro en sus manos, él sepa de inmediato que me refiero a él. Sería muy vergonzoso para mí declararme, indirectamente, en una “novela” basada en mi trágica vida amorosa.

Cabe destacar que digo “novela”, porque no es esto a lo que me dedico. Sin embargo, tengo el poder y el dinero suficiente para que este intento de relato salga a la venta.

¿Con qué propósito?

No me lo pregunten, tampoco yo lo sé.

Regresando a lo que decía al principio (tal vez ya lo hayan olvidado, me he ido por las ramas), el verano en el que me percaté que me había enamorado por primera (y aún hoy quiero creer que no es la única) vez, fue asombroso.

Uno no podría creer lo que pasa en un campamento de verano, mucho menos si eres obligado, y no invitado, a ir. Además, iba a ir no a disfrutar de las actividades, del sol, de las enseñanzas, ¡oh no!, yo iba a ser un remiendo de niñero, de guía o de profesor, yo-qué-sé.

Hoy en día no me arrepiento de haber sido obligado.

xXx

A la mañana siguiente Harry se despertó un poco incómodo. Bajo su espalda se encontraba el libro de Draco, la luz de la lámpara del buró no había sido apagada y los carros que pasaban por las calles eran endemoniadamente ruidosos.

Quiso quedarse acostado y seguir leyendo. No obstante, recordó que aquel día saldría con Ron y Neville a desayunar. Resistió a su idea de leer unas cuántas páginas y en vez de ello se metió a bañar. Mientras se enjabonaba el cuerpo, trató de recordar a los chicos que habían ido a ese campamento y trató de identificar a la persona que Draco describía en su libro. Primera pista, “se odiaban”. Todo mundo odiaba a Draco y Draco odiaba a todo mundo. Segunda pista,  “eran archienemigos”. Varias personas podrían encajar en ese puesto, sin duda. Tercera pista, “se hicieron amigos”. Cuando maduraron, todos mejoraron su relación con Draco; él que no lo soportaba, pasó a ser su amigo y esto mismo le ocurrió a muchos otros.

Vaya, definir quién era el eterno amor de Draco Malfoy sí que era difícil.

Cuando salió de la ducha, se vistió a prisa, metió la cartera en el bolsillo posterior de su pantalón y tomó el libro de Draco. Sabía que después del desayuno, tanto su mejor amigo, como Neville, un viejo conocido, tendrían que ir a trabajar. Era mejor estar preparado para distraerse.

Bajó las escaleras. Mione estaba a punto de irse.

―Buenos días, ¿has dormido bien? ―preguntó la chica, besándole ambas mejillas.

―Perfecto. Son los mejores anfitriones que alguien puede tener.

―Ay Harry ―sonrió Hermione―, bueno, te quedas en tu casa. Yo ya voy tarde, así que mejor me apuro. Nos vemos en la tarde, para comer, ¿sale? Paso por ti a donde quiera que estés, sólo no olvides cargar con el móvil, ¿sí?

―El móvil ―dijo Harry apretando los ojos. Sabía que había olvidado algo, aunque no sabía qué.

―¿No lo traes? ―la chica se detuvo en la puerta―. Bueno, no te preocupes. ¡Ron!

―¡Mande! ―contestó Ron desde la cocina.

―¡No olvides darle a Harry el celular, por favor!

―¡Vale!

―¡Ya me voy, cariño, te veo al rato!

―¡Te amo!

Harry rio discretamente. Sostuvo la puerta a Herm y cuando ésta desapareció de su vista, la cerró.

―¿Estás listo, ya? ―preguntó Ron.

―Ya.

―Subo a lavarme los dientes y bajo para irnos, ¿de acuerdo?

―Bien.

xXx

El desayuno duró, como máximo, una hora y media. Después de eso los dos acompañantes de Harry corrieron hacia sus respectivos trabajos. Ron se había tomado la libertad de llegar tarde aquel día, y tal vez lo mismo haría con los siguientes, sabiendo que como vicepresidente de la compañía para la que laboraba, tenía ciertas ventajas, aunque faltar no era una de ellas.

Se quedó un rato más en el lugar que habían elegido, un pequeño restaurante con un profundo olor a café. Acompañado por un cappuccino y una tarta de manzana, abrió el libro y continúo su lectura.

V.

El momento más vergonzoso que he pasado en la vida, fue cuando mi supuesto enemigo (ya no tan enemigo), me encontró besándome entre los arbustos con otro chico (Allan). Cuando nuestras miradas se cruzaron, mi cara ardió. Sus ojos no eran acusadores, ni mostraban asco, simplemente lucían sorprendidos. Traté, inútilmente, de quitarme a Allan de encima, no obstante, él parecía no querer dejarme ir. Debido a su altitud y a su desarrollado cuerpo, no pude luchar contra él (eso me enseñó a que no debo jugar con los niños grandes).

Molesto por la interrupción y enfadado por mi debilidad, le grité a mi querido enemigo que dejara de ser un voyeur y siguiera su camino. Así lo hizo. Sin embargo, aquella noche, cuando finalmente nos reunimos todos a azar bombones, no pude ni mirarle a los ojos.

Nadie sabía que mis inclinaciones sexuales se habían “desviado”. Ni siquiera yo estaba muy seguro de que fuera así. No tenía mucha experiencia en el ámbito romántico. Había tenido un par de citas, un par de novias y también un par de amigas con derechos. A mi corta edad no se podía decir que hubiese tenido una relación.

¿Cómo descubrí que me atraían los hombres, si sólo había tenido contacto con chicas? Una noche fui invitado a casa de un amigo, Blaise. De hecho, fue para festejar mi dieciseisavo cumpleaños. Después de tener una bonita cena en compañía de la madre y el padre de Blaise, subimos al cuarto de éste. Ilusamente, pensé que íbamos a jugar videojuegos, pero Blaise me tenía preparada una sorpresa.

Del cajón bajo llave que tenía en su clóset, sacó una cajita. Era un DVD pornográfico. Cuando lo puso en el lector, yo me sentí un poco nervioso.

―¿Y si tus padres vienen? ―pregunté.

―No lo harán ―respondió Blaise con seguridad.

La película era desagradable, no obstante, para nosotros, jóvenes e inexpertos en el arte del sexo, parecía ser estupenda. Traté de controlar mi libido. Blaise se percató de ello e hizo algo que no me hubiese esperado ni en un millón de años. Con ternura, puso su mano en mi mejilla y giró mi cabeza hacia él, se inclinó ligeramente y me besó. Primero tentó el terreno, mi boca se abrió en un acto reflejo inconsciente, ése fue el momento que aprovechó Blaise para introducir su lengua. No sé si al principio no reaccioné, no recuerdo bien lo que pasó. Sé que eventualmente no me resistí y nos besamos con una desesperación palpable. Sus labios gruesos me enloquecieron y su boca sabía tan bien que al final terminé sucumbiendo ante el deseo.

Jamás nada me había puesto tan caliente.

Me planteé, en aquel entonces, la posibilidad de ser gay. Realmente no sabía si lo era. No tenía la suficiente experiencia para saberlo. Así que lo hice: experimenté.

Llevaba en secreto mis prácticas homosexuales, frente a todo el mundo yo era un chico “normal”. Por eso cuando me descubrió mi enemigo, me sentí demasiado incómodo, demasiado expuesto. Conocía mi secreto y me agobiaba.

―¡Hey! ―le grité, antes de que entrara a su casa de campaña. Me aclaré la garganta y decidido a amenazarlo le dije―. Lo de hace un momento…

Él sonrió, comprensivamente. Jamás me había dedicado tan cálido gesto.

―Descuida. No le diré a nadie ―y se metió a su casa.

Por unos minutos yo me mantuve impávido en mi lugar. Realmente pensé que nuestro odio era tal, que seguramente él iba a ir de chismoso, pero cuando me dedicó esa sonrisa y las palabras salieron de su boca, quise creerle.

xXx

Harry salió apresuradamente del lugar en el que había estado. Ahora que recordaba, había quedado con Ginny de comprarle lo que le había encargado. En un principio había pensado en ir con Hermione a buscar lo que decía la lista, pero sabía que si ella se volvía su acompañante de compras, posiblemente terminaría muerto de cansancio, en cambio, si iba él solo, únicamente se detendría en las tiendas que le indicaba la pelirroja.

Mientras hacía las compras, pensó en aquella ocasión que había encontrado a Draco besando a un chico. No recordaba ese incidente y, definitivamente, no recordaba haberle mencionado  algo después del acontecimiento. En el campamento, pocas veces coincidían. A Draco le había tocado cuidar niños de doce años y, a él, por ser más dulce y tolerante, a los de ocho.

Lo que sí recordaba era que después todo comenzó a ir mejor entre ellos. A veces se peleaban, pero esa ya era una costumbre. En ocasiones se gritaban, aunque jamás llegaban a los golpes. De hecho, durante las noches, cuando ya todos los niños se habían dormido y ellos tenían que apagar las fogatas, limpiar el lugar y acomodar por aquí y por allá, conversaban. No mucho, ni muy animadamente y jamás solos.

Los temas que tocaban eran variados y superfluos. Jamás hablaban de ellos, ni de lo que sentían. Después de todo, habían sido rivales por mucho tiempo, los malos tratos y los crudos recuerdos no iban simplemente a desvanecerse.

Cuando terminó el campamento, Harry creyó que no volvería a ver a Draco. Y era una verdadera lástima. Se había dado cuenta, durante la estancia en el bosque, que el chico en realidad no era tan malo, ni tan imbécil. Era inteligente y simpático y, a pesar de que era presumido, se podía hablar bien con él.

Fue una sorpresa cuando, el primer día de preparatoria lo vio en la esquina del salón, tan solo y desamparado. Ni siquiera pensó dos veces si acercarse o no, simplemente lo hizo. Fue realmente extraño, una vez que se detuvo, quiso que se lo tragara la tierra. ¿Qué le hacía creer que Draco le iba a dirigir la palabra? Después de todo, las vacaciones habían quedado atrás y, tal vez, su tregua también.

Le sorprendió mucho escuchar un hola por parte del rubio. Harry había murmurado un simple ¿qué tal?, antes de sentarse justo en el pupitre de a lado. Ese día no hubo muchas palabras y, agradablemente, tampoco hubo insultos.

Nadie en esa escuela los conocía. Harry de cierta manera extrañaba a sus amigos. Ron había desistido en ir a ese instituto, sus padres con mucho trabajo podrían haberla pagado; así que decidió no darles esa carga. Hermione había elegido otra escuela que tenía que ver con una beca que le habían dado (o porque estaba más cercana a la que iría Ron).

Como fuese, Harry había caído allí, junto con Draco y algunos otros a los que jamás había llegado a conocer en la secundaria, más que de vista. Pero no, en vez de hablarle a los que no le caían bien ni mal, optó por tratar con su enemigo. Muchas veces se dijo a sí mismo que la amistad con Draco había empezado no porque él realmente la deseara, sino que lo hizo por necesidad. ¿Realmente había sido así?

En su bolsillo algo vibró. Torpemente, sacó el celular y le contestó a Hermione.

―¿Dónde estás, Harry?

―Ehm, no sé ―contestó avergonzadamente.

―Eso no me ayuda, ¿sabes? Mmm... ¿Crees que puedas regresar al café al que te llevo Ron en la mañana?

―Claro que puedo, Herm. ¿Te veo allí?

―Sí, aquí te espero, ¿tardarás mucho en llegar?

―Menos de veinte minutos, ¿por qué?

―Voy a ir a comprar un libro, supongo que me das tiempo suficiente. Si no me encuentras, me esperas, por favor.

―De acuerdo. Nos vemos.

  Parte II

fanfic: crush not love, fandom: harry potter, pareja: drarry

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